martes, 16 de febrero de 2016

TayTodos: 32. Todo era un caos.

El final se acerca, y la trama no da tregua. Cada capítulo hace que la tensión suba en este camino de perdición emprendido por nuestros protagonistas. Veremos como termina. Por el momento sólo tres personas conocemos el asombroso final... Pero ya queda menos para la cita del 12 de marzo en La Bóveda (C/ Predicadores, 70 - Zaragoza), allí podréis obtener el codiciado ejemplar que desvelará todos los secretos. La presentación comenzará a las siete de la tarde, así que os espero bien guapos a tod@s. La cuenta atrás está en marcha... quedan veinticinco días.
Ahora vamos a centrarnos en lo ocurrido en el capítulo anterior (31. Querido Mario). A continuación os dejamos una serie de flashes para que refresquéis la memoria sobre la situación de la trama:
  • Carolina llega a comisaría con Marisa. Jota retiene a su padre que intenta hablar con ella. Le hace ver que es mejor para ellos mantenerse al margen de todo.
  • Luis y Montana esperan en el interior de la mansión a Mirka. Mientras, Rebeca y María, cansadas de esperar en el exterior deciden irse preocupadas por la situación.
  • Cuando Mirka y Montana iban a emprender la huída suena atronador un disparo. Luis, que iba a encargarse de dejar a Mario con su madre, aparece despavorido y presa del miedo. Alguien había asesinado al pequeño. Los dos jóvenes deciden huir ante la negativa de Mirka de dejarlo allí. Pronto llega la policía al lugar del crimen.
  • El inspector jefe Costa informa a Clara del asesinato de su hijo en comisaría. Ella tiene claro que ha sido obra de "Il Capo".
  • Nerea, en su amenaza de hacer volar el cinturón de explosivos, es reducida por el teniente López y otros agentes.
  • En su huída, Montana y Luis intentan aclarar lo ocurrido momentos atrás. Luis había escuchado hablar en italiano a una persona y luego el disparo. Deciden abandonar el país por su seguridad, hasta que se detienen ante un control policial...
El capítulo treinta y uno es obra de una mujer experta en episodios intensos. El año pasado también nos sorprendió con su aportación en Nuestra historia y en esta ocasión vuelve a hacerlo. Asidua zarracatallera, su disposición para participar y narrar es impresionante y es uno de nuestros valores en alza. Un lujazo poder volver a contar con: Ana Asensio Hernando

¿Quién será el asesino de Venancio? ¿Funcionará el pacto del Inspector Jefe Costa? ¿Sabremos algo más del asesinato del pequeño Mario? ¿Seguirán apareciendo cadaveres en la saga? ¿Conseguirá Sergio estar con Clara finalmente? ¿Cual será el próximo paso de la policía? ¿Contactará Sergio con Luis? ¿Qué papel jugará Marisa, ahora que sabemos su identidad real? ¿Qué será de Carolina, amenazada de muerte? ¿Qué ocurrirá con el plan de fuga de Montana ahora que ha implicado a Luis, e indirectamente a Rebeca y María? Muchas incógnitas por resolver...
Veamos finalmente que nos revela el capítulo de hoy. Espero que os guste. 
Besetes a tod@s. Nos leemos.



32. Todo era un caos.

La mansión de “Baby Face” era todo un caos. La policía continuaba buscando alguna prueba, huellas, documentos. Cualquier cosa que averiguasen sería crucial para saber quién había asesinado al pequeño Mario.
Estaba todo desordenado, toda la casa patas arriba y todavía no habían localizado ni una sola pista. Sólo quedaba una estancia por procesar, aunque presumían que no encontrarían nada sospechoso, ya que Mirka, una vez interrogada en la casa, dijo que era su habitación, en la cual había pasado varias noches. También explicó que ella había sido contratada para cuidar de Mario.
Desde luego que toda la historia que tuvo con el asqueroso de Venancio no la iba a contar, y mucho menos los encuentros sexuales con Clara.
Estaba convencida de que allí no encontrarían lo más mínimo que pudiese hacerla parecer sospechosa o implicarla en semejante asunto tan macabro.

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Una vez entregados los carnets y la documentación pertinente y ver lo que tardaban los policías en comprobar si tenían antecedentes, Montana empezó a ponerse nervioso.
—¿Por qué tardan tanto? —susurraba impaciente, agarrando con furia el volante—. ¡Dejé todo listo para que no pasaran estas cosas!
Luis, incrustado en el asiento del copiloto lo miraba intranquilo.
—No te preocupes Montana, será un control rutinario. Esto lleva su tiempo, tranquilízate. Vas a conseguir ponerme nervioso a mí también.
Lo que ambos desconocían era que Montana estaba en busca y captura, y que su imagen había sido distribuida por todas las comisarías de policía. Minuciosamente analizó los movimientos de los agentes y comprendió que algo no iba bien. Algo raro estaba sucediendo, estaban tardando demasiado tiempo y, por su actitud, dedujo que iban a detenerlos. Aceleró sin esperar la respuesta de la patrulla y salió disparado llevándose los pivotes de control por delante.
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Abrieron la habitación de Mirka. A primera vista todo estaba ordenado, no había nada aparente que les resultase extraño, y muchos menos sospechoso. Registraron la habitación de arriba abajo sin encontrar nada. Uno de los agentes se detuvo inmóvil contemplando la cómoda. Parecía como si se hubiera movido el mueble, como si no estuviera colocado en su sitio. Rápidamente con un gesto llamó a otro compañero y entre ambos movieron el mueble hacia un lado. Allí estaba, lo que parecía una caja fuerte empotrada en la pared, medio abierta.
En ella había un maletín y cuatro carpetas con documentación. Lo hallaron algo desordenado, como si alguien hubiera estado registrando su interior con prisas. En ellas estaban las copias de los contratos entre “Baby Face” y Nerea y de Clara con Sergio. En ese mismo momento el inocente joven pasaba a convertirse en sospechoso de toda la operación que tramaban los otros tres.

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Al pobre de Sergio se le acumulaban los problemas. No tenía suficiente con toda la mentira que había vivido con Nerea, que ahora también estaba involucrado en los sucios juegos que ella se tramaba. La lujuria y el vicio que sentía por Clara le habían jugado una mala pasada. Por mucho que ella sintiera algo por él,  su pequeño Mario estaba ante todo…
Todo ocurrió aquel día en que tuvo a Sergio en el almacén encerrado, maniatado a una silla, a su merced. Le administro la dichosa droga para que todo fuera a la perfección y lo tuviera postrado ante ella, ante sus órdenes.
En realidad ella no quería meterlo en el plan, pero la vida de su pequeño estaba en sus manos, pues Venancio la había amenazado con quitarle a Mario y llevárselo con él si no hacía que Sergio firmase un acuerdo para poder así hacerse con parte de su dinero y tenerlo comprometido para un futuro.
Fue entonces cuando Sergio firmo dicho contrato, bajo los efectos de la droga que Clara le había dado, a pesar de que ella estuviera en contra de semejante patraña.

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Cogieron el maletín. Era negro, forrado con cuero y hacía aguas en azul marino. Llevaba unas bisagras doradas y una cerradura con llave. Se veía que lo habían forzado para poder abrirlo. En un lado del maletín estaban las balas. Había de diferentes calibres. En el otro extremo del maletín había cuatro modelos de pistolas, organizadas por tamaños, introducidas en sus huecos hechos de poliéster.
Uno de los huecos anunciaba la falta de una nueve milímetros. Podía ser con la matasen a Mario.

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La policía empezó a perseguir a Montana. Luis no daba crédito de lo que estaba viviendo, cómo se podía haber metido en todo este lío. Mejor dicho, cómo Montana lo había metido en semejante lío, con lo que él lo quería.
Después recapacitó. Se había metido en todo este embrollo el solo, por ir detrás suyo, por preocuparse tanto últimamente. Y pronto comprendió que la única forma de saber dónde estaba metido era siguiéndolo, así había llegado donde estaba ahora.
Estaba cagado de miedo pero a la vez, era una nueva aventura que la estaba viviendo con su mejor amigo. No sabía cómo iba a terminar todo, el sólo veía la aguja del cuenta kilómetros fija por encima del doscientos. Vibraban hasta los cristales de las ventanillas.
—¡No hace falta correr tanto Montana! ¡Les llevamos mucha ventaja, afloja un poco el pie del acelerador y busca algún camino para despistarlos!
Montana, nervioso por las circunstancias miró por el retrovisor y no vio ningún coche de policía. Ya no se oía ninguna sirena, era raro, ya que hacía unos segundos llevaban detrás a cuatro coches persiguiéndoles.
De frente vio como venían una escuadra de coches de policía directos hacia ellos, miles de sirenas sonando, se empezó aturdir.
—Siento mucho haberte metido en todo este jaleo. Perdóname hermano, no sé como terminará todo esto.
En un momento de lucidez, Montana giró a la derecha por un camino que podía ser su salvación. Era pedregoso y oscuro, lleno de árboles frondosos a ambos lados. Continuó por el camino sin saber a donde podría llevar, pero en ese momento era lo único que tenían para no acabar en manos de la policía.

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Ya en la comisaría, Mirka hecha un mar de lágrimas por lo sucedido, no sabía cómo iba a poder mirar a Clara, cómo iba a termina su historia, su intensa relación con ella.
Entendía que después de la muerte de Mario, Clara no iba a ser la misma. Que le iba a faltar algo. Como si le hubieran arrancando el corazón del pecho a cachitos, y era lógico, habían matado a su hijo.
Desconocía si la iba a perdonar por no estar atenta en todo momento de Mario. Por haberla traicionado queriendo escapar con Montana, con el amor de su vida. Por otro lado, pensaba que entendería que ella amaba a Montana, que no podía vivir sin él. Que ya había estado sin él mucho tiempo, y ahora era su oportunidad.

Igualmente sentía que su aventura con Clara le había gustado, no sabía muy bien por qué, pero empezaba a tener ciertos sentimientos hacía ella, en ese sentido…

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