viernes, 27 de junio de 2014

Colección Uni2. Luz en la oscuridad: 2. Juliette

Segundo capítulo de "Luz en la oscuridad", con Peter North (piloto de las fuerzas aéreas británicas durante la Segunda Guerra Mundial) tras la línea enemiga oculto en un pajar tras ser derribado su avión cerca de la costa francesa y tener que refugiarse ante la presencia de una patrulla de las SS. Veremos como continua la acción tras un gran estreno en esta propuesta de Alberto Bello y Vanesa Berdoy.



Luz en la oscuridad


CAPITULO II: JULIETTE

El piso de arriba no tenía paredes. Era sólo un entramado de maderas que formaban el suelo y una escalera de mano para subir.
Los guardias inspeccionaron el piso de abajo y al terminar uno de ellos comenzó a ascender por la escalera. El cabo permanecía en la planta baja. Peter observaba como el soldado se iba acercando cada vez más a donde estaba escondido. Cuando lo tuvo lo suficientemente cerca realizó dos disparos que impactaron en el pecho del guardia. Uno de ellos le atravesó el corazón e hizo que muriera en el acto. Peter no podría olvidar aquella expresión en su rostro, apenas era un muchacho. Había mandado a muchas almas al purgatorio a bordo de su caza, pero esto era diferente; había visto el rostro de la muerte de cerca. Aquel hombre le había mirado a los ojos antes de morir. “Esto es la guerra, o él o yo”, pensó.
El cabo de las SS se dispuso a disparar a Peter, pero la muchacha le golpeó por detrás con una azada que había cogido instintivamente durante la confusión. El soldado cayó de rodillas al suelo y el casco de acero saltó a unos metros de distancia, la muchacha lo remató con otro golpe antes de que pudiera reaccionar. Cayó cuan largo era.
Peter habló en un perfecto francés:
—Hola, me llamo Peter North. Soy piloto de la Royal Air Force. Y salió de donde se encontraba con la pistola todavía humeante. Bajó a la parte de abajo donde estaba la familia y comprobó el pulso del soldado que yacía en el suelo. Estaba muerto. Guardó el arma en su funda.
-Soy Marie y estos son mis padres dijo la muchacha.
Peter pudo ver a una preciosa y exhuberante mujer debajo de aquella tez y aquellas manos curtidas por el sol y el viento.
Peter y Marie se acercaron al granjero. Tenía una herida de bala pero había sido limpia. No era mortal pero debía de verle un médico.
Se apresuraron a esconder los cadáveres mientras la mujer buscaba la bicicleta para poder ir al pueblo en busca del médico, usar la motocicleta de los guardias podía resultar un suicidio si la encontraba alguna patrulla con ella. Era una herida de bala, pero sabía que el doctor no haría preguntas.
Marie y Peter metieron al hombre en la casa y lo pusieron sobre la cama en el piso de arriba. Estaba consciente.
Ya había anochecido. Al tiempo oyeron el ruido de un coche. Peter se asomó con cuidado por la ventana pistola en mano.
—No se alarme, es el doctor, dijo Marie.
Bajó del coche la mujer junto con el doctor y entraron en la casa. Peter se escondió en otra habitación.
El doctor subió y se dispuso a atender al herido.
—Puede confiar en mi señor North, estoy al tanto de su situación, dijo el doctor en voz alta. Peter entró en el dormitorio y se presentó al doctor.
El doctor le extrajo la bala al hombre y le curó la herida. Le dio instrucciones a la mujer de cómo seguir con las curas, y le dijo que la herida sanaría en unas semanas. Después le hizo una cura al brazo de Peter.
Mientras le estaba limpiando el brazo, el doctor se dirigió a Peter:
—Bien, señor North, ¿que piensa hacer ahora?
—La verdad es que no lo tengo muy claro dijo Peter.
—Si me permite le voy a sugerir que vaya a la ciudad a ver a un buen amigo mío que quizá le pueda ayudar. Pero lo primero que debe de hacer es deshacerse de ese uniforme.
Era verdad, con el ajetreo apenas había recordado que llevaba puesto el uniforme caqui de piloto de la RAF. Quizá en Trafalgar Square no llamara la atención pero desde luego lo hacía, y mucho, en aquel país.
—Creo que esto le puede quedar bien, dijo la madre de Marie. Y sacó el mejor traje que tenía su marido. Aunque raído pasaría desapercibido en la ciudad.
—Vendrá conmigo al pueblo señor North y cogerá mañana a primera hora el autobús a Amiens. Una vez en la ciudad se dirigirá al café Le parisien en la Rue Dupuis cerca del río y de la catedral. Una vez allí pregunte por el señor Gastón. Dígale que va de parte del doctor Moreau. Él le ayudará. Tenga total confianza en él.
—Pero, ¿qué van a hacer ellos con los cadáveres y la motocicleta? ¡Si los encuentran las represalias pueden ser terribles! —dijo Peter.
—No se preocupe, sabremos arreglárnoslas. Dijo Marie.
—Deme sus placas y su documentación, la destruiré ahora mismo. No puede arriesgarse a que lo identifiquen. Dijo el doctor.
—Tiene mucha razón, dijo. Y le entregó todos sus documentos y las placas de identificación. Se quedó con su pistola y con una foto de su familia en la que se podía ver a la pequeña Elisabeth cuando contaba dos años.
Mejor ser un indocumentado que no un piloto de la RAF si me detienen. Pensó.
Peter se puso el raído traje, se despidió de la familia de granjeros deseándose suerte y se fue con el doctor al cercano pueblo.
Llegaron al pueblo sobre la 1:30h de la madrugada. Por suerte para ellos estaba desierto y no llamarían la atención. Al día siguiente Peter cogió el viejo autobús a las 6:30h de la mañana con destino a Amiens, a unos 50 Km. No llamaba la atención, era un campesino más que se dirigía a la ciudad con su mejor traje.
Amiens era una ciudad de tamaño medio. Contaba con unos 80.000 habitantes. El río Somme la atravesaba. En la batalla del mismo nombre había participado el padre de Peter durante la Gran Guerra. Fue en su estancia en Francia cuando había conocido a su madre.
El autobús entró en la ciudad a media mañana. Peter miraba por la ventanilla. Pasó junto a edificios destruidos y a gente trabajando en la reconstrucción de otros. Amiens había sido castigada por los bombardeos alemanes durante la invasión, aunque milagrosamente la majestuosa catedral gótica que en otro tiempo viera a reyes franceses, tiempo en el que Francia e Inglaterra fueran enemigos irreconciliables, había quedado intacta.
Llegó a la estación de autobuses. Había soldados de permiso con sus petates además de gente de todo tipo. También había algún guardia. Bajó la cabeza para no cruzar la mirada con nadie y salió a la calle.
Gracias a las indicaciones del doctor, no le costó encontrar la Rue Dupois y el café Le parisién. Llego a la puerta, respiró hondo y entró en el local.
El café Le parisien era un local no demasiado grande. Tenía una larga barra de madera en el lado izquierdo y mesas en el lado derecho y al final, detrás de la barra se adivinaba una cocina. No era un lugar afín al régimen nazi, de hecho a veces se podía escuchar alguna conversación conspiratoria o se podía encontrar a algunas personas interesantes.
El ambiente estaba muy cargado de humo aunque en el local no había mucha gente. Peter se sentó en una mesa. Al momento se le acercó el camarero.
—Que desea señor —le dijo.
—Tomaré un café, por favor.
—¿Algo más?
Peter titubeó por un instante
—Me gustaría ver al señor Gastón. Dígale que vengo de parte del doctor Moreau.
El camarero se le quedó mirando de arriba a abajo y asintió.
Al poco rato le trajo el café, pero tuvo que esperar una media hora hasta que entró en el local un hombre bajito de mediana edad con un traje poco mejor al suyo, habló con el camarero y seguidamente se sentó a la mesa de Peter.
—Hola, soy Gastón, soy el dueño del local ¿quién pregunta por mi? —dijo.
—Encantado, soy Peter North. Me manda el doctor Moreau.
—Mi buen amigo Moreau. Debe de ser algo importante. Vamos a otra mesa más discreta —dijo.
Se sentaron en una mesa al fondo del local donde no había nadie más a su alrededor.
—Hable… —le dijo Gastón.
Peter le contó toda la historia.
—Ummm, creo que algo podemos hacer. Aquí en la zona nos encontramos varias personas que luchamos contra la ocupación nazi. Intentaremos que regrese a Gran Bretaña mañana mismo por la noche. Contamos con un colaborador, Antoine, que ha cruzado el Canal a varios pilotos antes que a usted con su barco pesquero al amparo de la noche. Mañana esté en la puerta de la catedral a las 16:00 horas. Mandaremos a alguien para que lo lleve hasta la costa. También le llevará documentación falsa. ¡Ah!, lo olvidaba, lleve este sombrero para que pueda reconocerle —dijo. Y le dio el sombrero que llevaba en la mano. Era un sombrero verde oscuro, que no resultaba llamativo pero no era común—. Hoy puede dormir aquí mismo en el local. Mañana le abriré temprano. Métase en la cocina y no salga en todo el tiempo.
—Entendido, muchas gracias —dijo Peter.
Gastón se levantó y se metió dentro a hacer varias llamadas. Peter se quedó un rato más apurando otro café y se metió en la cocina. Sólo pensaba en que en un día o dos estaría de vuelta en Inglaterra.

Al día siguiente Peter se dirigió a la catedral a la hora convenida. No se olvidó de su sombrero verde. Por equipaje sólo llevaba su pistola y la foto de su familia. Era viernes y no había un movimiento especial a esas horas. Se apoyó en la pared tratando de no llamar la atención. Pasó un soldado en bicicleta, se le quedó mirando. Peter le saludo con aire despreocupado y él apartó la mirada y siguió su camino. Era un soldado de la Wehrmacht, el ejército regular alemán. Lo formaban voluntarios y soldados de reemplazo en el que había desde afiliados al partido nazi hasta soldados que no simpatizaban nada con su ideología. Los afiliados al partido generalmente aspiraban a entrar en unidades de elite donde el adoctrinamiento por parte del régimen era más fuerte. En aquel año la fe en la victoria de Hitler era todavía muy fuerte y los soldados de la Wehrmacht contaban con una moral de hierro.
Empezaba a impacientarse cuando paró frente a él una camioneta Renault con la parte trasera abierta. Una joven de unos veinticinco años estaba al volante y le abrió la portezuela del lado del copiloto.
—¿Peter? —dijo.
—Sí —respondió.
—Suba. No podemos estar parados aquí sin llamar la atención. Le iré explicando por el camino —ordenó la joven.
Peter entró en el coche. La joven que se encontraba al volante tenía una larga melena de pelo negro ondulado y unos labios color carmín. Vestía un traje de chaqueta color beige, era un color parecido al de su viejo uniforme de piloto. Hacía calor a esa hora dentro del coche y llevaba la blusa con un botón desabrochado. Peter adivinó unos bonitos pechos debajo de ella. Al percatarse de que Peter la estaba mirando se lo abrochó.
—Hola, mi nombre es Juliette.
—Soy Peter North —dijo él.
Juliette arrancó el coche y se dirigió hacia una calle principal paralela al río Somme.
—Trabajo en el gobierno civil en Amiens. Abra la guantera señor North —dijo Juliette.
Peter abrió la guantera y saco unos documentos: carnet de identidad y carnet de conducir.
—Su nombre desde este momento va a ser Pierre Lombard. Peter North no existe —le dijo.
—Muy bien —respondió. Lo que no habían conseguido los nazis en todo este tiempo de guerra lo había conseguido aquella muchacha en un minuto, había hecho desaparecer a Peter North, pensó mientras se sonreía.

Salieron de la ciudad y se dirigieron rumbo al mar. La playa se encontraba a algo más de una hora de viaje.
Llegaron a una pequeña aldea costera.
—Antoine vive en una casa a las afueras —dijo Juliette.
Cuando estaban llegando y se veía la casa, Juliette detuvo el coche rápidamente en la cuneta del camino.
—Algo no marcha bien —dijo.
En la puerta de la casa había dos coches negros iguales. Al poco tiempo vieron salir de ella a cuatro tipos que vestían largos abrigos de cuero negro. Dos de ellos llevaban arrastrando a nuestro amigo casi inconsciente.
—¡La Gestapo! ¡Alguién lo ha delatado! ¡Algún colaboracionista! ¡Son peores que los nazis! —dijo Juliette indignada.
Los colaboracionistas eran franceses que simpatizaban con los nazis. Trabajaban para los ocupantes por propia convicción unas veces o por simple interés otras.
—Debemos seguirlos —dijo Peter.
Dos de los hombres subieron en el primer coche con Antoine en el asiento trasero junto con uno de ellos. Los otros dos subieron en el segundo coche. Arrancaron y se marcharon. Juliette espero un minuto y los siguió a una distancia prudencial.
Los coches se dirigían hacia el sur. Estuvieron conduciendo largo rato y ya empezaba a caer el sol. Juliette no tenía muy claro donde se encontraban pero no podían dejar a su amigo. Debían saber a donde lo llevaban.
Al salir de una curva se encontró con los dos coches de la Gestapo parados. Uno de los hombres le instó a que pasara rápido y no se detuviera. Vio a Antoine tirado en el suelo cubierto de sangre. Este se había lanzado del primer coche y el segundo, que iba muy cerca, lo había arrollado sin poder esquivarlo.
Sin duda era lo que él quería. Había preferido suicidarse antes que llegar al cuartel de la Gestapo. Sabía que lo habrían torturado, lo habría pasado muy mal y lo que lo había atormentado más era que hubiera delatado a sus compañeros. Los métodos de la Gestapo eran extremadamente disuasorios y le hubieran sacado la información. Con toda probabilidad el resultado para él hubiera sido el mismo.
Juliette recordó que no hacía mucho tiempo Gastón le había dado una píldora de cianuro que a su vez le había conseguido un agente británico. Debía usarla en situaciones extremas. Desde entonces se preguntaba si tendría el valor suficiente de tomársela llegado el momento.

Juliette y Peter siguieron adelante. Ya no podían hacer nada por su amigo.
—Creo que debemos volver y hablar con Gastón —dijo Peter.
—Sí, eso es lo que haremos.
Juliette no conocía muy bien aquella zona y no tenía claro como encontrar el camino de vuelta a la ciudad. Se habían perdido. Mientras el sol se ponía en el horizonte.
Continuaron un tiempo conduciendo. No se veían ni coches ni aldeas. La carretera, que ya de por si no había sido muy ancha, se torno en un camino de tierra por la que sólo pasaba un coche. Había caído la noche aunque la luna estaba bastante llena y se veía bien. Se adentraron en un bosque. Cuando llegaron sobre una colina se veía una parte baja por donde serpenteaba el camino.
—¡Apaga las luces! —dijo Peter con apremio.
—He visto algo allí en la lejanía. Unas tenues luces. Eso no es una aldea —y señaló al horizonte. Sigue sin luces, vamos a acercarnos. Añadió.

Juliette siguió conduciendo y acercándose.
—Dejemos el coche aquí. No debemos acercarnos más. Vamos a ver que es eso —dijo Juliette.
Sacó el coche del camino y lo metió en el bosque para que no llamara la atención en caso de que alguien pasara. Los dos bajaron, caminaron unos ciento cincuenta metros hasta que encontraron unas rocas a las que subir y poder otear. Las luces todavía se encontraban a unos tres o cuatro kilómetros pero no querían acercarse más por precaución. Los dos se pusieron a mirar.
Puesto que había suficiente luz se distinguían unas instalaciones en un enorme claro en el bosque. Se veían un par de torres de vigilancia, una puerta y una especie de vía de tren, pero a Peter le pareció ver que tenía una pendiente de unos treinta grados y que era muy corta como para que nada circulara por ella. Al otro lado de la instalación había otro camino más amplio que llegaba hasta ella. Fuera lo que fuera aquello, se estaba construyendo en secreto y ellos lo habían descubierto. Peter entendía ahora la presencia de tropas de elite en la zona. De hecho no se encontrarían excesivamente lejos de donde él había realizado su aterrizaje de emergencia.
De repente oyeron ladrar a un perro a unas pocas decenas de metros de ellos.

Juliette se sobrecogió y agarró fuertemente la mano de Peter.

jueves, 26 de junio de 2014

Conocemos a...

Hoy conoceremos de nuevo a dos fantásticas mujeres. La primera nos trae un capítulo soberbio. También zarracatallera acérrima, autora de "Soy papá" del lunes. Y después en la entrevista tendremos a una doble colaboradora del blog que también nos regaló un precioso relato en Colección Cupido y participó en Nuestra historia, concretamente escribiendo el capítulo XVI: "Destino diagnosticado".

Ya sabéis que pasado mañana celebraremos la presentación del libro "Colección Cupido" en D´Votos (antiguo Bar España). Comenzará a las 21:30 horas y allí se reunirá todo el Universo Zarracatalla Editorial: escritores, lectores y amigos para pasar una inolvidable velada. Además podremos disfrutar del concierto en acústico que ofrecerá Nasville. Todavía podéis reservar vuestro ejemplar impreso de Colección Cupido hasta agotar existencias, hemos hecho acopio de un pequeño remanente de libros para todos aquellos despistadillos que se os ha pasado la fecha límite o para los que a última hora os decidáis a adquirir uno porque realmente merece la pena tenerlo. Sale con un precio de venta de 12€. Podéis reservar a través de nuestro perfil en facebook, twitter o correo electrónico. ¡Quedan 2 días para la cita!



ESCRITOR ANÓNIMO DE LA SEMANA
La escritora de esta semana es una habitual en el blog. Su capítulo nos lleva de aquí para alla en hasta tres escenarios al mismo tiempo. Confirma que Ana espera gemelos . Al mismo tiempo nos muestra la controvertida situación de Ramón que se está empezando a hartar de solo poder ver a su hijo una vez por semana y al que vuelven los oscuros instintos de los que hace siete años le hicieron huir de su familia. Por otro lado tenemos la tensa reunión entre Olga (por fin de vuelta) y Patricia que le desvela que Ramón ha huido y le había dejado una carta de despedida para ella pero que accidentalmente fue a parar a manos de Ana. Olga enfurecida decide llamar a Ramón para aclarar las cosas puesto que ellos tenían un plan: secuestrar a Ana y conquistarla y así Olga poder volver con Pedro. De paso le cuenta también a Ramón que Ana ha mentido por él sobre los restos de cloroformo encontrados en su cuerpo y está metida en un buen lío. Esto alimenta las esperanzas de Ramón que todavía cree que hay una posibilidad. Mientras Ana recibe una llamada citándola en el juzgado para la próxima semana por este asunto. Ramón en Londres espera un descuido de Mary y secuestra a Jack... ¿Cómo continuará esta dramática situación? ¿Qué proceso seguirá Ana en este proceso judicial? ¿Olga, insistirá en su plan para conquistar a Pedro? No os perdáis el capítulo del lunes porque alguno de estas intrigantes cuestiones serán desveladas.
En cuanto a su creadora, como ya he dicho es asidua del blog desde el comienzo y ha participado en varias ocasiones en él: relato en Colección Cupido (Corazón oxidado), está inmersa en su propia novela junto con Lara Soria en Colección Uni2 (Escalera de color) y en esta ocasión ha llegado su turno en Nuestra historia. Otro de los pilares del blog, siempre dispuesta a escribir y colaborar con su eterna sonrisa que muchos echamos de menos. Desde Ibarra, Ecuador... gracias a... Masiel Troya Cabrera.
Aquí os dejo el enlace a su perfil en facebook como suele ser habitual.
https://www.facebook.com/masiel.troyacabrera?fref=ts





CONOCEMOS A... 
Hoy conocemos a Yohana Borobia Carcas, amiga y colaboradora de Zarracatalla Editorial. Autora del relato “No puedo más” perteneciente a Colección Cupido, que tendréis en vuestras manos este sábado (estáis todos invitados al acto de presentación) y del capítulo XVI de Nuestra historia: “Destino diagnosticado”. Así se describe ella misma:
Bueno, creo que soy una persona normal y corriente, por supuesto que no voy a decir nada malo de mí, ya estarán otros para echar piedras a mi tejado, pero creo que soy una persona muy realista, bastante tolerante (aunque más de una vez me han dejado con la boca abierta), extrovertida y que intenta disfrutar de los buenos momentos, que cada vez son menos pero cuando ocurren soy más consciente de ellos y los intento disfrutar con más energía y pasión.

Nos va a responder a las preguntas de nuestros seguidores:
1.-En qué te inspiraste para escribir esta historia y cómo te sentiste al recibir la proposición de participar en el proyecto.
       Imaginé que algún día podrían contar conmigo, pero cuando me lo propusieron, me puse de los nervios, pensé: ¡qué necesidad tengo yo de meterme en este lío! Con lo relajada que es mi vida y esos días no pensaba más que en la historia.
Me pareció mucho más complicado escribir “No puedo más” de la colección Cupido que el capítulo “Destino diagnosticado” de la Nuestra historia ya que esta última ya tiene argumento y unas pautas marcadas.
Como cualquier escritor principiante, antes de escribir “No puedo más” hice varios borradores de otras historias, pero no es tan fácil escribir sobre algo sin inclinarte a lo personal. En este caso, tuve la suerte de que me vino a visitar al trabajo un antiguo compañero, al que considero un buen amigo y al que hacia varios años que no veía. Me contó que le había sucedió algo parecido, estaba hecho un mar de dudas, pero a pesar de mis consejos, creo que el final de mi historia fue más adecuado que el final que él tuvo. Me documenté en Internet y ¡para adelante! Aunque iba todo el día haciendo anotaciones de “frases que quería incorporar” ¡Vamos como los buenos escritores! en servilletas o en lo que primero que pillara y lo echaba al bolso o lo metía en la agenda.
Para escribir el capítulo XVI, leí de nuevo todos los anteriores e hice todas las anotaciones que destacaban en cada personaje (para no meter la pata), me toco un tema del que sé un poquito, pero aún así me volví a documentar en Internet, incluso cogí un calendario y busqué fechas coincidentes en las cuales el feto pudiera ser tanto de Pedro como de Ramón. Intenté darle un gran vuelco a la historia dejándole el marrón al siguiente. Pero todo ha vuelto a la normalidad, todo es Happy Happy, ¿seré en verdad demasiado realista? Hubo gente que me felicito por el capitulo y me dijo “Por fin algo interesante, esto ya parecía un cuentito de hadas”. Además no creo que Ramón se mereciera ser tan ruin, ya no es que sea malo, es que le joden la vida continuamente, pero por lo que veo, la mayoría lo ve así, porque cada vez que en un capítulo alguien intenta darle una nueva oportunidad, va el siguiente ¡¡¡ZAS!!!  y batacazo que le pegan. Pero es lo que tiene hacer la historia entre todos.
Pero bueno… esto lo debatiremos el próximo sábado en la presentación del libro, entre vinito y vinito a ver si acabo convenciéndolos para que le den alguna oportunidad, aunque no sepa quien es el siguiente, yo lo dejaré caer y seguro que le llega a sus oídos.

2.-Donde, cuando y cual era tu situación cuando lo escribiste
La historia la fui formando poco a poco, revisándola de arriba a abajo muchas veces y escribía un poquito en casa, un poquito en el trabajo. Al principio fue todo manuscrito y luego lo pulí al pasarlo al ordenador. En el bolsillo llevaba el PENDRIVE donde iba toda la información: “mi tesoro”. Después de las horas que invertí en la historia, el capítulo fue muy fácil para mí, en dos mañanas, listo, tenía muy claro lo que quería escribir, incluso al leer el capítulo anterior, lo hubiese terminado tal cual lo hizo Arancha Ruiz Cañero en el capítulo XV.
       
3.-¿Cómo ves el proyecto Zarracatalla Editorial?
       El proyecto me encantó desde el principio y desde que supe de él, intuí que alguna vez formaría parte de él y no fallé. También he de decir que hay gente que me ha sorprendido que siguiera los capítulos, gente que yo no esperaba que les fuera la lectura pero también pienso que hay gente que creo que todavía no se ha enterado muy bien de que va esto y que si lo hubiesen leído desde el principio ahora “estarían enganchados”. De momento me parece un proyecto “algo familiar” es como decir “siempre somos los mismos” y me gustaría invitar a nueva gente a que se arriesgue a escribir.

4.-¿Escribes habitualmente? ¿Cómo te has encontrado al hacerlo?
Pues no, no escribo… bueno… cuando hacia primaria el ayuntamiento de Luceni propuso un concurso para el pregón de fiestas y lo gané. ¡Ya apuntaba maneras eh!
Bueno, le metí horas, la verdad, pero es que yo soy un poco cuadriculada y me gusta tenerlo todo controlado, así que cuando acabé de escribir la historia, resople y resople… pero me quede muy satisfecha.

5.-Algo que no sepamos y que te gustaría compartir acerca de la historia
Yo puse que Ana vivía en un 4ºA  (qué es el piso en el que vivo yo) y “LA CENSURA” me lo cambió, todavía no tengo muy claro por qué, ¿a lo mejor es que el dato ya estaba puesto antes y se me coló y el EDITOR se dio cuenta y me lo corrigió? Por lo demás era tal cual la había escrito. ¡VES! OTRA COSA A DEBATIR EL SÁBADO…

     6.-Recomiéndanos un libro, un disco y una película
Un libro “PALMERAS EN LA NIEVE” de LUZ GABAS (autora aragonesa), una película… “TOMATES VERDES FRITOS” y un disco…hummmmm. ¿Vale una banda sonora? Pues ahí va… la banda sonora de LA MISIÓN.

7.-Un sitio para quedar…
Cualquier sitio si la compañía es buena. Por ejemplo: el sábado 21 a las 21:00 en el D´VOTOS. No sé si es a las 21:00 o a las 21:30 h pero espero estar allí.

8.-Habrá edición impresa de Colección Cupido. Tus impresiones acerca de esto.

¡Me parece genial! Ya tengo ganas de tener mi ejemplar. Espero que se hayan vendido muchas. 

miércoles, 25 de junio de 2014

16.000 visitas

Estamos ante uno de los momentos más dulces que ha vivido este proyecto desde que arrancó hace seis meses. Superamos las 16.000 visitas y el próximo sábado a estas horas estaremos de celebración presentando nuestra primera publicación impresa en D´Votos. Y lo hacemos como mas nos gusta: rodeados de familiares, amigos y colaboradores del blog. Y por supuesto con algo para tomar y degustar y buena música. Podemos sentirnos muy orgullosos de la respuesta global que han tenido todas nuestras iniciativas y muy emocionados en particular con la que el próximo sábado verá la luz: un libro impreso. Algo físico, que podamos tocar y sentir, con los sentidos y con el corazón porque es algo que sentimos nuestro. Así que aprovecho estas líneas para invitaros a todos a que compartáis ese momento con nosotros, que nos acompañéis en esa velada inolvidable que hará realidad el sueño de unos cuantos amigos al ver su historia publicada en un libro.
Hoy de nuevo nos acompaña Nasville en esta celebración, ya que serán ellos los encargados de amenizar el acto. Esperamos que nuestra mutua colaboración sirva para que estos artistas también logren su objetivo, grabar su primer EP de estudio para lo cual han emprendido una campaña de crowfounding a la que os invitamos a colaborar. Están muy cerquita de conseguirlo y quedan muy pocos días para el cierre de la campaña así que si os gusta su música apoyadlos que se lo merecen.
Esta semana la despedida será diferente:
Nos vemos el sábado. Besetes a tod@s.


lunes, 23 de junio de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXV. Soy Papá.

Tras el capítulo de Vanesa Gimenez en el que la acción vuelve al hospital: Ana es dada de alta en vista de su buena evolución y emplazada a una ecografía para el día siguiente que intentará averiguar el sexo del bebé. Patricia rompe su silencio y se cita con Ana para contarle que la dichosa carta se la había entregado Ramón antes de partir. Ana decide entonces arreglar las cosas con su novio, tras una tensa conversación Pedro perdona a su chica y se emplazan para mañana para ir juntos a la cuarta planta para la ecografía. Ana llega a su piso y la señora María, su vecina, pasa para interesarse por su estado.
Al día siguiente le lleva el desayuno a Pedro y juntos se dirigen a la ecografía, donde tras una breve espera comienza la exploración, en la que al parecer se escuchan dos latidos. ¿Serán gemelos? ¿Cómo continuará la relación de Ramón con Mary y su hijo? ¿Olga, alguien sabe donde está?. Os dejamos con el siguiente capítulo que trae muchas novedades...


XXV.    Soy papá


—Dime que esto no es un sueño…
—No, por suerte no es un sueño, ¡felicidades papás!
Teresa observó cómo había cambiado el semblante de los dos. Ana sintió un ardor en el pecho, seguidamente… —¡Ah!—¿eso había sido una patadita? Pedro se dio cuenta de que estaba llorando cuando sintió el sabor salado en su boca. Había ocurrido todo tan deprisa, tantas traiciones, malentendidos y tenían tantas preguntas por resolver… En ese momento todo aquello desapareció, dando paso a aquella sensación tan ansiada, tan buscada… Felicidad.

Habían pasado ya cuatro meses desde que tomó la decisión de marcharse. Cada noche se preguntaba si había dejado España por cobarde, también pensaba en Ana y en lo que habría ocurrido si las cosas hubiesen sido de otra manera. Su amigo Juanjo le había dado trabajo y le había dado tiempo de conocer a su hijo Jack, un niño maravilloso, alegre, con su pelo rubio cenizo y sus grandes ojos grises… Por suerte, se parecía a su madre. Pero se estaba hartando, se había ganado la amistad de su hijo y quería verlo más veces a la semana, poder ir a visitarlo a casa. Se lo había dicho muchas veces a Mary pero ella insistía que eso no era correcto. Cuando discutían de aquel tema y Mary le respondía con una negativa volvían esas ganas de pegarle, de insultarle, y cuando eso ocurría se marchaba sin decir palabra. No, esta vez no podía ser un cobarde.

Olga estaba en casa cuando recibió un Whatsapp de Patricia:
Tenemos que hablar.
¿Qué ocurre Patri?
En cuanto termine mi turno voy a tu casa, es urgente.

No obtuvo respuesta y no le quedó más remedio que esperar. Se sintió un poco nerviosa, empezó a dar vueltas por casa, le sudaban las manos y miles de pensamientos rondaban por la cabeza. ¿Lo sabrá? ¿Se lo habrá contado Ramón? No, eso es un secreto de los dos. Decidió fumar hasta que Patricia llegase.

Tras varios minutos de felicitaciones y emociones Teresa siguió con la ecografía, esta vez Ana y Pedro estaban cogidos de la mano esperando saber más noticias.
—En teoría, estando de 20 semanas se podría ver el sexo del bebé, digo de los bebés… —se corrigió Teresa con aire divertido—.  Sin embargo estos pequeños no se dejan ver todavía, habrá que esperar un poco más, por lo demás todo es correcto y están sanos. Os llamaré para la siguiente eco.
—Gracias Teresa, vaya sí que nos has liado la mañana con esta noticia… No esperábamos tener un bebé y ahora… ¡vamos a tener dos! —dijo Ana con felicidad.
—Cariño, se lo tendremos que decir a mis padres y ya sabes cómo se pondrá mi madre, a mi hermana, a Mario, también habrá que decírselo a nuestros amig… —en ese instante Pedro volvió a la realidad, y se dio cuenta de que con la única con la que se hablaban era Patricia. A Ana se le cambió la cara, endureció las facciones de su cara recordando todo, se despidieron de Teresa y salieron de aquella vieja habitación en silencio y con paso firme.

Estaba disfrutando de la última calada de su cigarrillo cuando sonó el timbre, dejó la colilla en el cenicero y se levantó a abrir la puerta.
—Hola Patricia, pasa, pasa.
—Hola Olga —su expresión denotaba preocupación, angustia. Pasó al salón y se dejó caer en uno de los sillones.
—¿Cómo ha ido el día? Pareces exhausta.
—El día ha sido movido Olga, pero no he venido a hablar de mi trabajo, he venido a decirte que he cometido un error.
—Pero hombre no me tengas así, suéltalo ya, ¡qué has hecho!
—Verás… Antes de irse, Ramón me dejó una carta para ti. No es propio de mí pero pensé que sería mejor que lo leyese antes Ana y…
—¡¿Que Ramón se ha ido?! ¡¿A dónde?! —reclamó Olga ante su sorpresa. Habían hecho planes y ahora estaba sola en esto.
—No lo sé Olga, sólo sé que me dejó una carta y me dijo que te la diera pero…
—¡Y la ha leído Ana! ¡Pero cómo se te ocurre hacer eso! —Olga se sorprendió gritando a Patricia y empezó a pensar la que se le venía encima, todo se había fastidiado. Más.
—Lo que pasa es que al dársela se me cayó en la habitación de Ana y ella pensó que la había escrito Pedro, entonces la rompió... —se explicó nerviosa, mientras jugaba con sus dedos. El semblante de Olga cambió y parecía estar más tranquila.
Aclararon las cosas y se despidió rápidamente de Patricia. Sabía exactamente a dónde había ido Ramón, después de todo, Olga también sabía guardar secretos.

Después de un largo día de trabajo, se echó en la cama a ver la tele. Ramón había alquilado una coqueta casa en Aubrey Walk, como no tenía muchos gastos, se lo podía permitir. Mary había accedido a que Ramón pudiera llamar a casa y hablar con Jack. Un poco más descansado decidió llamarlo antes de que fuera a dormir.
—Hello ? —una dulce e inocente voz respondió.
—Hola hombrecillo, como ha ido el día.
—¡Hola Ramón! ¡Mañana es miércoles! —a Jack se le iluminaron los ojos en cuanto supo quién era. Que amigo tan genial tenía mamá.
— Lo sé pequeño, te he comprado un regalo.
—¡¿Qué es?! Dímelo —se moría de ganas por saberlo.
—Es una sorpresa, tranquilo, mañana lo sabrás.
—¿Una pista? Porfaaaa…
—Hasta mañana pequeño, dulces sueños.
Una vez hubo colgado, Ramón cogió el albornoz para ir a la ducha, pero una llamada telefónica lo interrumpió. ¿Qué querrá Mary ahora?
—Hola Mary…
—No soy Mary, soy Olga —respondió con indiferencia.
—¿Cómo coño has encontrado mi número?
—Buscando. ¿Por qué narices has tenido que irte? Teníamos planes, tú tenías que secuestrar a Ana y conquistarla, así yo podría volver con Pedro. Eres un imbécil, lo has arruinado todo.
—Olga, se me fue de las manos. Ana empezó a sangrar y tuve que…
—¡Ana casi lee la carta que me dejaste!
—¿Qué? Pero si se la dejé a Patricia.
—Se le cayó de la bata en la habitación donde estaba Ana, menos mal que ésta la rompió y la tiró…
—Confiaba en que Patricia te la diera directamente a ti.
—Ana ha mentido —dijo Olga en tono lúgubre.
—¿Cómo que ha mentido? ¿Sobre qué?
—Encontraron una pequeña cantidad de cloroformo en su sangre y Teresa le pidió una explicación. Ana dijo que lo había robado del hospital y está metida en un buen lío por violar las reglas.
—Esto no puede estar pasando… —a Ramón le invadió el sentimiento de culpa por todo el cuerpo: “Ana estaba cubriéndome, eso significa que sigue sintiendo algo por mi”, pensó.
—Por cierto, ¿qué ponía en la carta, Ramón?
Ramón escuchó que Olga seguía hablando pero colgó el teléfono.
En cuanto Ana abandonó el hospital salió de su cúpula de felicidad, había dejado a Pedro en rehabilitación y le había prometido que se pasaría mañana a verlo. —Te quiero cariño —le había dicho Pedro.
Una vez en casa, la sensación de cansancio le recorrió por todo el cuerpo, los pies estaban hinchados y puso dos almohadas en el sofá para tener las piernas en alto. Comenzó a pensar en cómo sería su vida a partir del nacimiento de los bebés: tendrían que vivir juntos, preparar muchos biberones, comprar mucha ropa, pañales, el carrito de bebé doble… Un ruido le sacó de sus cavilaciones.
—¿Diga?
—¿Con la señorita Ana Retuerto?
—Sí, con la misma.
—Le llamamos para comunicarle que tiene una citación en el juzgado la próxima semana debido a la falta que tuvo en el hospital, por robar material médico. Deberá ir con un abogado, buenas tardes.
Mierda, el cloroformo. Había encubierto al gilipollas de Ramón y ahora iba a pagar ella las consecuencias. Joder, joder, joder qué hago… Cogió el móvil, lo tuvo claro, y marcó ese número.
—¿Si?
—Necesito tu ayuda…

Desapareció su cordura. Pasaron por su mente muchos pensamientos oscuros. Tenía que volver, pero antes tenía que hacer lo que llevaba un tiempo esperando. Si, mañana lo haría.

Mary se levantó como cada mañana a hacerle el desayuno a los dos hombres de su vida: James y Jack. Era feliz, desde luego que lo era. No podía tener la familia más perfecta. Una vez se despidió de James con un delicado beso en los labios, se fue a la cocina a limpiar hasta que Jack estuviera listo para ir a la escuela.
—Mummy, estoy listo, iré a por mi mochila.
Mary esperó, ya eran las siete. ¿Dónde habrá dejado este niño la mochila? Seguro que se ha entretenido con algún juguete. Siguió esperando mientras terminaba de darle brillo a la encimera.
—Cariño ya son las siete y cuarto, date prisa.
Al ver que no respondía fue corriendo a la oficina, ¿se habría caído?
—Mi amor, vamos a llegar tard…
Se le cortó la voz, se le heló la sangre y se quedó paralizada al ver aquella escena. Ramón lo estaba metiendo en el coche y en cuanto la vio arrancó rápidamente. Tan sólo tuvo fuerza para gritar.
—¡¡JAAACK!!
Ramón había estado esperando al niño sigilosamente detrás de la ventana y observó cómo se dirigía a la oficina. Fue entonces cuando lo animó a que saliera por la ventana para verlo. Una vez estaban en el coche cerró todas las puertas y Jack se puso nervioso. Con el rabillo del ojo pudo observar que Mary lo había visto y arrancó rápidamente. Lo único que le dijo a Jack fue:
—No tengas miedo cariño, soy papá.

viernes, 20 de junio de 2014

Colección Uni2. Freya: 2. Zoo de Luján.

Llega el segundo capítulo de Freya: "Zoo de Luján", de Ana Asensio. Continúan las peripecias de la protagonista en su año de prácticas por Argentina. Para facilitarte la lectura de capítulos anteriores hemos creado una página exclusiva donde se publicarán todos los capítulos de esta novela.Accede desde las pestañas que aparecen en la parte superior del blog, justo debajo de nuestro logo.



CAPITULO 2. Zoo de Luján.


—Hola, traigo un paquete para el 3ºB pero no hay nadie. ¿Podría usted dárselo de mi parte?
—Sí, claro, sin problema. Ya bajo.
El bloque de pisos en el que vivía era de cuatro plantas y en cada planta solo había dos puertas de vecinos, A y B. Si alguien quería entrar en ese bloque tenían que bajar y abrir con llave desde dentro. Se puso una bata y las zapatillas de estar por casa y bajó.
—Tiene que firmarme aquí por favor.
El chico se marcho y Freya subió al piso de nuevo. Se puso unos leggins fucsias cortos, una camiseta negra de sport y sus Asics y salió al parque a correr.  Como de costumbre, hizo sus 15 kilómetros.  Subió las escaleras en un santiamén, desayuno, se duchó y llamó al 3ºB a ver si ya había alguien en casa.
—Vooooy —dijo una voz masculina.
—¡¡Freya!! ¡Que alegría! ¡¡Pasa, pasa!!
—¿ Vives aquí? —dijo con cara de pocos amigos.
—No, ya te comenté que unas amigas viven en este bloque.
—¡Oh, sí, cierto! ¿Qué tal todo Diego? Disculpa por no ir ayer, pero tenía cosas que hacer y se me hizo tarde… —Freya no sabía mentir, y ella sabía que Diego había notado que le estaba engañando, así que apartó la mirada rápidamente.
—No te preocupes, para otro día que tengas más tiempo.
—Tengo un paquete para tus vecinas, no estaban y me lo han entregado a mí.
—Valeria y Aria no están. Se han ido una semana de vacaciones a Bariloche, por eso estoy aquí, para cuidar de su gato Milo. Pero dame que lo dejamos acá para cuando ellas vuelvan, gracias por recogerlo.
—Bueno, pues yo voy a marcharme ya…
—¿Que tenés planeado hacer hoy? Es mi día libre, los lunes no laburo.
—Tengo que ir a un concesionario aquí a la vuelta de la esquina.
—¡Qué brava! ¿Ya pensás en manejar por aquí?
—Sí, quiero comprar una moto para recorrer la ciudad e ir al trabajo sin problemas de trenes, autobuses y metros…  Además en  Zaragoza  siempre he conducido motos.
—Perfecto, ¡te acompaño!
—No, no hace falta, si tienes cosas que hacer….
—No, para nada, ya te dije que hoy es mi día festivo. No me importa acompañarte, además sos vecina de mis amigas y nos vamos a ver a menudo, aprovecho y así nos vamos conociendo un poco, ¿te parece?
—Sí, vale.

Salieron del piso y fueron al concesionario.
—¿Y,  qué moto has pensado comprarte? ¿Una chiquita para manejar bien, supongo?
—Había pensado una XJ6.
Diego se quedó mirándola cómo si realmente ella no supiera  de qué moto estaba hablando.
Llegaron a Moto Planet y nada más entrar fue directa hacia ella, una Yamaha XJ6. De la etiqueta colgaba una ficha con sus características: 600cc, 78Cv (57kw) con 6 velocidades y color negra mate. Perfecta, la quería para ella. Se acercó el dependiente.
—Hola soy Matías, ¿les puedo ayudar?
—Hola, quiero llevarme esta moto.
—Chica decidida, ¿no querés probarla?
—Sí claro, pero conduzco yo.
Matías sonrió y fue a buscar las llaves.
—¿Preparada? —le dijo mientras le enseñaba la llave.
—Vamos allá.
Freya , puso la llave y metió primera una vez arriba de la moto. Le dijo que no conocía el barrio y que fuera guiándola por dónde tenía que ir.
—¡Estás loca! —reía histérico—. No te preocupes, ves todo recto y cuando veas un Havanna girá a mano derecha.
—¿ Un Havanna?
—¿No sabés lo que es un Havanna?
—No.
—Ok, no importa. Seguí recto, que yo te indico.
Dieron un paseo corto en el que a Freya le costó poco ponerse a 90km/h por la avenida principal. Matías se limitaba a reír.
—¿ Y bien, que le pareció?
—Que me la llevo —dijo Freya.
—¡¡Estupendo!! Si son tan amables de acompañarme…
Entraron al despacho y realizaron las gestiones oportunas.
—Muy bien Freya, aquí tenés tus documentos, mañana te llamo para que vengas cuanto antes a recogerla.
—¡Hasta mañana entonces!
—Hasta mañana chicos —se despidió con otra sonrisa.

—¿Qué te parece si vamos a tomar unos refrescos?
Freya asintió. Fueron a un bar cerca de casa, era una taberna inglesa en el que había cerveza de todas las nacionalidades. Freya quería probar una de Argentina, se decantó por  la Schneider negra. Diego pidió dos. Sabía bien.
—¿Y qué estás haciendo aquí?
—He venido a hacer unas prácticas durante un año. Tenía varias opciones a donde ir y al final me decanté por venir aquí.
—¿De qué son las prácticas?
—De veterinaria, ¿y tú? ¿cuánto tiempo llevas en el  9Reinas?
—Podría decirse que toda la vida. Es un negocio familiar y desde que salí del colegio me he dedicado siempre a laburar. Gracias a ello he podido visitar otros países. Desde hace seis años estamos montando más cafeterías por todo Buenos Aires y la verdad que nos va bárbaro.
—La verdad es que la estructura del local y como está decorado, es perfecto tanto como  para tomar algo, cenar o hacer una fiesta. Es muy bonito.
—También porque nuestros licuados son muy ricos —rió ácidamente—. ¡Aunque como no los has probado no lo sabés!
Freya rió bien a gusto.
— Luego, antes de irme a casa, me tomo uno y te daré una nota.
Comieron en la taberna inglesa, se les pasó la tarde volando y a las 18.00 decidieron salir a dar una vuelta. Pasaron por el 9Reinas y Diego preparo un licuado de frutillas para Freya. Se lo entregó.
—Aquí tenés, tu batido de fresas —le dijo riendo.
—Muchas gracias, camarero —dio un sorbo y levantó la mirada— ¡¡Está realmente bueno!! Quiero la receta.
Diego se preparó otro para él de durazno y marcharon al parque por donde Freya había estado por la mañana corriendo.


Ya era miércoles, las 7.00 de la mañana. Freya se levantó con mucho ánimo, estaba contenta, hoy empezaba sus prácticas en el zoológico a 30 minutos de casa. Había visto en youtube un video del lugar donde iba a estar durante este año. Era increíble, grande, con leones africanos, tigres de Bengala, pumas, monos, osos, dromedarios, leones marinos…. Un sueño para ella… No paraba de verlo: “Marina en el zoológico de Luján – Argentina’’. Su horario era de 9:30 a 17.00 de la tarde, bien, tenía tiempo por las tarde para hacer lo que quisiera.
Llegó al Zoo y preguntó por su jefe, Nahuel. Era un hombre fuerte, deportista, pelo castaño con alguna cana, unos ojos verdes grisáceos y unos 37 años.
Nahuel se la llevó con el grupo que iba a trabajar. Federico, un italiano que estaba como voluntario y Martina que trabajaba allí desde hacía cuatro años. El primer día tuvieron un parto de un puma y el de un dromedario. Entre una cosa y otra no quedó mucho tiempo para enseñarle las instalaciones. A las 17:00 cuando iban a cambiarse de ropa para salir del trabajo Freya prefirió quedarse para dar una vuelta por allí. Federico se quedó con ella.
—Podemos dar una vuelta rápida por sitios en los que los clientes no pueden pasar, así terminamos antes. ¡Aquí los días son así! ¡Sin parar de trabajar! Espero que te acostumbres rápido.
—El día de hoy ha sido alucinante, ha merecido la pena venir hasta aquí —dijo Freya.
—¿Así que estas de prácticas durante un año?
—Si, así es. ¿Y qué se le ha perdido a un italiano por Argentina?
— Supongo que lo mismo que a ti —rió—. ¡Mi pasión: los animales! Terminé la carrera en Bolonia,  Italia e hice un master en León y decidí meterme como voluntario en este zoo y bueno, aquí estoy, sólo llevo dos meses viviendo aquí, pero estoy muy contento con la gente, con el trabajo y con mi vida en general.
—Espero que a mí me pase lo mismo. Vengo muy ilusionada y espero que toda marche sobre ruedas.
—¿En qué zona estás viviendo? Porque he quedado ahora con unos amigos a cenar, ¿te apuntas?
—En Hurlingham. Muchísimas gracias, pero por hoy ha sido bastante, todavía tengo que acomodar cosas en casa. Te lo agradezco y ¡lo apunto para otro día!
—Está bien. No vivimos muy lejos, vivo en Moreno, habrás pasado al venir hacia aquí. Entonces mañana nos vemos Freya. Arrivederchi.
Freya cogió la moto y en la carretera empezó a pitarle un coche sin parar… se puso histérica y frenó para que pasara por delante de ella. El coche llevaba cristales tintados y no la adelantaba, así que Freya pegó un acelerón para dejarlo atrás. El que conducía la seguía y le pitaba, Freya se hartó y en un semáforo en rojo paró la moto al lado del coche y golpeó en el cristal para que bajara la ventanilla gritándole:
—¿A qué demonios juegas?

—Sólo era una broma, disculpáme.


jueves, 19 de junio de 2014

Conocemos a...

Hoy conoceremos a dos personas increíbles. La primera nos trae otro buen capítulo. También zarracatallera acérrima, autora de "Dime que no es un sueño" del lunes. Y después en la entrevista tendremos un hombre sin igual que también nos regaló un poema para Colección Cupido y participó en Nuestra historia, concretamente escribiendo el capítulo XII: "Secreto a voces".

Ya sabéis que el sábado 28 de junio estaremos haciendo un acto de presentación del libro "Colección Cupido" en D´Votos (antiguo Bar España). Comenzará a las 21:30 horas y allí se reunirá todo el Universo Zarracatalla Editorial: escritores, lectores y amigos para pasar una inolvidable velada. Además podremos disfrutar del concierto en acústico que ofrecerá Nasville. Ya ha finalizado la fecha de reservas del libro pero podéis reservar todavía vuestro ejemplar impreso de Colección Cupido hasta agotar existencias, hemos hecho acopio de un pequeño remanente de libros para todos aquellos despistadillos que se os ha pasado la fecha límite o para los que a última hora os decidáis a adquirir uno porque realmente merece la pena tenerlo. Sale con un precio de venta de 12€. Podéis reservar a través de nuestro perfil en facebook, twitter o correo electrónico. ¡Quedan 9 días para la cita!



ESCRITOR ANÓNIMO DE LA SEMANA
La escritora de esta semana es nueva en estas lides. En esta ocasión su capítulo rompe con la dinámica de los anteriores y nos devuelve a la trama principal entre Ana y Pedro. Ana es dada de alta en vista de su buena evolución y emplazada a una ecografía para el día siguiente que intentará averiguar el sexo del bebé. Patricia rompe su silencio y se cita con Ana para contarle que la dichosa carta se la había entregado Ramón antes de partir. Ana decide entonces arreglar las cosas con su novio, tras una tensa conversación Pedro perdona a su chica y se emplazan para mañana para ir juntos a la cuarta planta para la ecografía. Ana llega a su piso y la señora María, su vecina, pasa para interesarse por su estado.
Al día siguiente le lleva el desayuno a Pedro y juntos se dirigen a la ecografía, donde tras una breve espera comienza la exploración, en la que al parecer se escuchan dos latidos. ¿Serán gemelos? ¿Cómo continuará la relación de Ramón con Mary y su hijo? ¿Olga, alguien sabe donde está? No os perdáis el capítulo del lunes porque alguno de estas intrigantes cuestiones serán desveladas.
En cuanto a su creadora, como ya he dicho es asidua del blog desde el comienzo y en esta ocasión ha llegado su turno. Otra de las personas que ha superado todos sus temores, se ha lanzado y ha presentado un buen capítulo. Otra semana muy muy divertida, sin duda. Los que la conozcáis lo entenderéis perfectamente. Gracias a... Vanesa Gimenez Borobia
Aquí os dejo el enlace a su perfil en facebook como suele ser habitual.
https://www.facebook.com/vanessa.gimenezborobia?fref=ts





CONOCEMOS A... 
Conocemos a…

Hoy conocemos a Manuel Zalaya Navascués, amigo y colaborador de Zarracatalla Editorial. Autor del poema “La Primavera” perteneciente a Colección Cupido, que tendréis en vuestras manos a partir del 28 de junio, y del capítulo XXII de Nuestra historia: “El reencuentro”. Así se describe el mismo:
Que difícil, bueno  creo que soy un tío normal y que tengo mucho genio pero me pasa como a las gaseosas que me salgo enseguida pero luego se me pasa y no soy nadie, los que me conocen lo saben, amigo de mis amigos y muy familiar. Mi ocupación actual es prejubilado tengo que trabajar algunos días al mes en la gasolinera hasta que me jubile del todo que ya tengo ganas.

Nos va a responder a las preguntas de nuestros seguidores:
1.-En qué te inspiraste para escribir esta historia y cómo te sentiste al recibir la proposición de participar en el proyecto   
Mas que inspirarme fue que habiendo leído todos los capítulos  mas o menos sabía o creía por donde debía continuar la historia y así lo hice. En cuanto a como me sentí al recibir la proposición fue una mezcla de nerviosismo y alegría porque contarais conmigo pero dije: “tu estas mal de la cabeza y no se si darte un beso o pegarte dos hostias… pero lo haré”. Y me animasteis de que lo podía hacer y así fue.
  
2.-Donde, cuando y cual era tu situación cuando lo escribiste
En casa una tarde después de comer me puse en la cocina que últimamente la he convertido en mi oficina y con la radio de fondo así fue como escribí la poesía “La primavera”. Y otro día el capítulo de nuestra historia primero en papel y una vez terminado lo pase al ordenador.
       
3.-¿Cómo ves el proyecto Zarracatalla Editorial?
Creo que es una muy buena idea ya que da oportunidad a mucha gente de participar y entre todos sacar adelante una historia, cosa nada fácil. Así mismo une la idea de escribir y de demostrarnos que si queremos somos capaces de hacerlo.

4.-¿Escribes habitualmente? ¿Cómo te has encontrado al hacerlo?
Nunca antes había escrito, bueno excepto en una ocasión muy especial, pero nunca lo había echo para una publicación y la verdad es que pensé: “vaya marrón”. Pero una vez que tuve claro lo que debía hacer me puse a escribir y casi lo hice sin darme cuenta y me encontré bastante a gusto.

5.-Algo que no sepamos y que te gustaría compartir acerca de la historia
     Intente escribir todo lo que me iba viniendo así que no creo que haya nada que pueda compartir y que no se sepa.

     6.-Recomiéndanos un libro, un disco y una película
Un libro que leí hace ya muchos años y que siempre recuerdo: Tuareg.
Disco: Gracias por la música de Abba.
Pelicula: Sin duda ninguna, La Misión.

7.-Un sitio para quedar…
     El Pub Lydo de Gallur siempre que sea con mi gente (cariñosamente lo de gente)

8.-Habrá edición impresa de Colección Cupido. Tus impresiones acerca de esto.

     Me parece una idea genial, porque tiene que ser una maravilla ver impreso una cosa que has escrito y que nunca pensaste que estaría en un libro.

lunes, 16 de junio de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXIV. Dime que no es un sueño.

Capítulo 24. Tras el gran capítulo de Mari Andrés, en esta ocasión su capítulo enlaza con el anterior para seguir la trama abierta en Londres. Ramón habla con Mary en Hyden Park que acude sola a la cita. Esta no se fía de él y le pone unas condiciones que este acepta y se emplazan para el siguiente miércoles. Por fin consigue reunirse con su hijo y pasar la tarde jugando con él. Por otro lado Ana inquieta por la carta para Olga que destruye en pedacitos capítulos atrás investiga hasta hallar quién la llevo hasta su habitación: Patricia. El capítulo concluye con una conversación vía whatsapp entre Ana y Pedro, al cual le pide explicaciones de por qué le escribió a Olga. ¿Podrá Pedro hacerle entender a su novia que él no escribió la dichosa carta? ¿Cómo se resolverá este malentendido que perturba la relación de Ana y Pedro? No os perdáis el capítulo del lunes porque alguno de estas intrigantes cuestiones serán desveladas.


XXIV.     Dime que no es un sueño…


Ana dejó su móvil en la mesita de noche, no quería liarla más, no sabía realmente lo que estaba pasando, ella misma se hacía muchas preguntas ¿será verdad que no es suya? ¿Por qué ese secreto que tiene Patricia? No entendía nada, cuando las cosas iban yendo un poco mejor siempre había algo que las entorpecía. Cuando de repente golpearon la puerta.
— Hola Ana ¿se puede?
— Si pase, pase.
— Venia para decirte, que todas las pruebas que te hemos ido haciendo estos días han salido fenomenal y que mañana después de comer te podrás ir ya a tu casa, pero eso si Ana tienes que guardar muchísimo reposo.
—Muchas gracias Teresa, por lo menos una alegría me das en el día de hoy y tranquila hare todo el reposo necesario para seguir adelante con este bebe que llevo dentro de mí —dijo Ana mientras se le arrasaban los ojos y a la vez que tocaba su tripa.
—Aún te tengo que decirte otra cosa: pasado mañana sobre las doce del mediodía te haremos una ecografía de control y a ver si por fin podemos saber el sexo de ese bebe. Será en la planta cuarta.
—Vale correcto, allí estaré.
Cuando salió la doctora de la habitación, Ana rompió a llorar desconsoladamente, no sabía si era de alegría o era porque estaba confundida. Esa carta le iba a volver loca y lo que tampoco quería era perder la relación que tenia con Pedro porque era a la persona que más quería, su novio y además el futuro papa de su bebe.
Se pegó bastante rato llorando cuando de repente su móvil sonó, era un whatsapp de Patricia en el que ponía:
Hola Ana, ya no aguanto más. Sé que esto podría afectar a tu estado, aun estas débil. Simplemente quiero decirte que esta tarde me pasaré por el hospital para aclararte todas esas dudas que tienes.
Te lo agradezco mucho. Aquí te espero.

A las horas Patricia acudió a la habitación de Ana y le comenzó a contar lo poco que ella sabía.
—Mira Ana, antes de que Ramón se marchase me llamó y me dijo que entregara este sobre. Tú me conoces bien y sabes que esto que voy a hacer no es propio de mí, pero quería dártelo en mano a ti antes de entregárselo a Olga. Pero en ese momento Teresa estaba aquí y no pude hacerlo, me puse tan nerviosa que se me debió de caer del bolsillo de la bata de trabajo —dijo Patricia con nerviosismo, casi no le salía ni la voz.
—¡Pero que me estas contado, te la dio Ramón! —tras unos segundos sin habla preguntó—. ¿Y por qué como destinatario era Olga?
—Hasta aquí te puedo contar. Yo no sé nada más y ya es tarde, me tengo que marchar.
—Muchas gracias Patricia.
—Adiós Ana, me gustaría que no se lo contaras a mucha gente. No me gustaría meterme en problemas y menos con Ramón que ya sabes perfectamente como es.
—Tranquila Patricia, soy una tumba.
¡Uiba! Que liada, no podía creer Ana lo que le había contado Patricia, cuantísimo daño le estaba haciendo Ramón.

Ana pensó que a la mañana siguiente temprano, después de que a Pedro le dieran la rehabilitación iba a subir para disculparse, explicarle lo sucedido y contarle todas las novedades que le había dicho la ginecóloga.
Mientras Pedro seguía en la habitación muy rayado, no paraba de darle vueltas al asunto. Tampoco sabía lo que estaba pasando y le daba mucho miedo perder a Ana y al bebe. Fue tarde pero consiguió dormirse, ya que a la mañana siguiente tenía un día duro con la fisioterapeuta.

A la mañana siguiente sobre las diez y media de la mañana Ana subió a la habitación. Estaba muy nerviosa, no sabía cómo empezar la conversación.
Pedro en ese momento  se quedó un poco traspuesto. Estaba muy cansado ya que la fisioterapeuta le había metido mucha caña haciéndole diversos ejercicios para su recuperación esa mañana.
Ana entró en la habitación muy sigilosa, pero al oír la puerta cerrarse Pedro se despertó sobresaltado.
—¿Qué ocurre Ana? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te han dejado subir? —preguntó Pedro algo asustado.
—No, no ocurre nada. Vengo para disculparme por el whatsapp que te envié, me confundí. Yo vi una carta en el suelo y como tú habías estado allí ese día, pensé que se te había caído a ti.
—Pero no entiendo el por qué de esa tercera oportunidad que pusiste. ¿Leíste algo de esa carta? ¿Sabes de quién era?
—Realmente no tengo ni idea de quién era, ni siquiera ponía nada en el sobre y ni la leí. La rompí en mil pedacitos y la tire por la ventana. Lo siento Pedro, fue un impulso de celos, te quiero demasiado —dijo Ana colándole a Pedro una de las suyas.
Pedro no se quedaba muy conforme con lo que le decía Ana, pero le podía el amor que tenia hacia ella. La miró a los ojos y le dijo.
—Te perdono. Pero espero que no se vuelva a repetir, he pasado unos días…
—Muchas gracias Pedro.
Ana se acercó  a la cama y le dio un beso de esos tan tiernos que hacía días que no se lo regalaba. Seguidamente lo miró fijamente y le dijo.
—Ahora tengo otra noticia que darte.
—Ana, me estas asustando —dijo Pedro muy preocupado.
—Calma Pedro, no ocurre nada. Traigo buenas noticias —contestó Ana sacando una sonrisa que no le cabía en la cara—. Venía para decirte también que esta tarde después de comer  me dan el alta. Me han dicho que tengo que estar un poquito de reposo, que lo que llevo es un hematoma interno, pero todo va muy bien. También me ha dicho que mañana a las doce del mediodía me hacen la ecografía de las veinte  semanas para ver el sexo de nuestro bebe y me gustaría que estuvieses allí conmigo —le dijo Ana muy ilusionada.
—Por supuesto cielo —afirmó Pedro sin pensárselo dos veces —pero me vienes a buscar aquí. Hablaré mañana temprano con las enfermeras para que me dejen una silla de ruedas preparada y me den su consentimiento, pero no creo que me pongan ningún inconveniente.
—Ahora me tengo que ir, tengo que comer y prepararme las cosas para marcharme a casa, pero juro que mañana temprano estaré aquí —dijo Ana.
Se despidieron con un tierno beso y antes de salir por la puerta Ana se giró y le dijo a Pedro:
—Te quiero cielo.
—Y yo a ti cosita —contestó Pedro.
Pedro se quedó la mar de contento, por fin las cosas estaban yendo medianamente bien. Mañana le iban a decir si esa cosita que llevaba Ana en su tripita iba ser niño o niña. Aunque la verdad que a él le daba bastante igual, simplemente quería que todo fuese genial, ya que últimamente parecía que les había mirado un tuerto.

Ana tenía todo preparado para irse, tenía hasta el taxi esperando en la puerta del hospital pero antes de marchar fue al control para despedirse y agradecerles a todo el equipo de médicos, enfermeras y auxiliares el trato recibido.
Al llegar a casa abrió la puerta y ya se respiraba tranquilidad, todo lo que había pasado esa semana parecía una pesadilla. Se tumbó en su sofá de piel blanca, que tenía en su amplio y bonito salón,  apago su móvil para que nadie la molestara y se echó una larga siesta. Necesitaba descansar y desconectar de tantas explicaciones dadas esos días.
Ya eran casi las seis de tarde cuando despertó de la siesta. Fue a la cocina y se tomó un buen vaso de café con leche con dos magdalenas, esto del embarazo le estaba dando por comer como una cerda. Cogió el móvil y lo encendió, tecleo el número de Pedro y se pegó horas hablando con él. Cuando colgó el timbre de la puerta sonó.
—¿Quién es? —pregunto Ana.
—Soy yo hija mía, la señora María.
Ana abrió la puerta y le hizo pasar.
—Pase pase —le dijo.
—No, no quiero molestar, pero cariño me tenías muy preocupada. ¿Qué te ha pasado? Hace muchos días que no se te ve el pelo —le pregunto la señora María muy preocupada.
—Si yo le contara... es una historia muy larga, pero le hare un pequeño resumen. Estoy embarazada de veinte semanas más o menos y he tenido una pequeña perdida y me han  ingresado para controlármelo, pero ya estoy mejor. Tengo que guardar un poco de reposo y ya está —le contó Ana muy resumidamente.
—Pues ya sabes Anita, me tienes aquí para lo que necesites. Si quieres que por las mañanas venga a echarte una mano a limpiar… Y ni hablar, de las comidas y las cenas tranquila “hijica” que te las pasare yo todos los días que lo necesites —le dijo la señora María.
—Muchas gracias señora María, en este momento se lo agradezco mucho, pero no creo que haga falta de verdad —le contestó Ana muy agradecida.
—Ya sabes Ana, para lo que necesites. Yo como si fuese tu abuela —le dijo antes de irse.
—Adiós y muchas gracias otra vez —contestó Ana.
—Adiós hija mía, a pasar buena noche y ante todo descansa —se despidió la señora María.
Ana se preparó un bocadillo de jamón serrano con tomate, que era de las pocas cosas que le quedaba en la nevera, ya que el día que le sucedió lo del “secuestro”  tenia previsto ir a comprar. Seguidamente se acostó y se puso el despertador para no perderse la importante cita de mañana. Estaba agotada y enseguida se quedó dormida.
Mientras Pedro seguía emocionado, por primera vez iba a ver a su bebe en vivo y  en directo. Tras muchas vueltas en esa cama tan incómoda, se quedó dormido.

Eran las nueve de la mañana. Por la ventana de esa habitación entraba un sol que aplanaba, se oía el cantar de los  pajaritos, hoy iba a ser  un día muy grande para los dos.
Se despertó y enseguida llamo a las auxiliares.
—Buenos días Pedro ¿Qué sucede?
—Hola, buenos días Matilde. Necesito una silla de ruedas y que me deis permiso para salir de la planta. A Ana le hacen hoy al mediodía una ecografía y me ha pedido que la acompañe —le comentó Pedro.
—Siempre me la lías ehhh!!! Pero eso está hecho y ahora mismo te la traigo —le contestó Matilde con voz de chismosa.
—Muchas gracias Mati, vales un valer —le respondió Pedro con un guiño incluido.
Enseguida se presentó Ana en la habitación, traía una bolsa llena de churros y dos vasos de chocolate caliente.
—¡Buenos días rey! ¿Qué tal noche has pasado? He traído algo para desayunar los dos juntos y algo de chocolate. Dicen que así se mueven más los bebes en las ecografías.
—¡Buenos días! Me costó dormirme, pero al final encontré el sueño. Muchas gracias por este pedazo de desayuno. ¿Y tú has descansado?
—Sí, hacia días que no dormía tantísimas horas —afirmó Ana mientras se sentaba en una orilla de la cama para desayunar.
Después de aquel espectacular desayuno, se hizo un poco el silencio, cuando Pedro miró a Ana y preguntó:
—¿Ya has pensado algún nombre para nuestro bebe?
—La verdad es que no me he parado a pensarlo, pero si fuese chica Laura no me disgusta, y si fuese chico el nombre de Martin me gusta mucho. ¿Y tú, has pensado alguno? —preguntó Ana.
—Yo ayer mientras me dormía pensé alguno que otro: Julia, Noa, Alma… Esos si fuese un chica y si fuese un chico: Álvaro, David, Darío… Pero esos que has dicho tú están muy bien.
Ya eran casi las doce y Ana llamo a un celador para que levantara a Pedro y los llevara a la sala de ecografías. Allí esperaron un rato en aquella salita de espera tan vieja, le llamaron un tiempo después.
Entraron a la sala y la verdad que los dos estaban muy nerviosos. Era una experiencia nueva y con todo lo que les había pasado se esperaban lo peor.
—¡Hola Ana! ¿Qué tal lo llevas después del susto? —le dijo la ginecóloga.
—La verdad que voy muchísimo mejor, en reposo y sin hacer grandes esfuerzos pero todo muy bien —dijo Ana, con la voz muy temblorosa.
—Tranquila Ana, no estés nerviosa todo saldrá bien. Túmbate en esta camilla y súbete un poco la camiseta —le dijo Teresa animándola un poco.
Mientras preparaba todo, Pedro y Ana se miraban con cara de preocupación. Deseaban oir que todo estaba yendo bien.
—Ana, te veo muy tensa, relájate —le dijo mientras untaba el ecógrafo con ese gel tan frio y se lo ponía en la tripa.
Empezó la exploración y a explicarles un poco, aunque no fueron muy extensas las explicaciones ya que Ana debido a su preparación entendía perfectamente lo que estaba viendo.
—Ana, como tu bien sabes y ves va todo muy bien, pero hay algo que no me cuadra, oigo como dos latidos.
Ana se quedó congelada, miró a la ginecóloga y le dijo con voz temblorosa:

—Dime que esto no es un sueño…