Capítulo veintidos. Tras el gran capítulo de Carlos López en el que nos muestra la perspectiva de Ramón, retomamos la acción donde la dejamos el lunes pasado: esta vez los hechos se desarrollan en Londres, con un atormentado Ramón que siete años después vuelve a esa ciudad para resolver los asuntos que dejó pendientes. Allí le espera su pasado: un hijo y una pareja a los que abandonó nada más nacer el bebé. Conocímos los motivos que llevaron a Ramón a romper con su pasado, su vuelta a España y su regreso a Inglaterra siete años después. El próximo paso, ponerse en contacto con ellos. ¿Cómo se tomará Mary su regreso? ¿Y la relación de Ana y Pedro, como se resolverá el malentendido del sobre? No os perdáis el capítulo de hoy porque alguno de estos secretos serán desvelados.
Nos leemos. Besetes a tod@s.
XXII.
El reencuentro.
—Soy Ramón… —volvió a
decir.
Al otro lado del hilo
telefónico se hizo el silencio. Ramón tragó saliva intentando no desfallecer,
las piernas le temblaban como a un adolescente. Después de siete años de
ausencia no creía que fuese a tener muchas oportunidades.
Entretanto en la
habitación 618 Ana seguía enfadada y muy cabreada. No pensaba en otra cosa que
en la nueva traición de Pedro. A pesar de ello casi se arrepentía de haberle
mandado el WhatsApp, pero ya no podía más. Aun así su cabeza seguía recordándole
a Ramón. ¿Por qué su mente se empeñaba en recordarle a ese hombre que
tanto daño le había causado?, no es posible.
Cuando ya estaba casi a
punto de meterse en la cama sonaron unos golpecitos en la puerta.
—Adelante —dijo.
Al abrirse la puerta
recibió una agradable sorpresa, era Mario, su vecino y amigo, quien con una
sonrisa en los labios la saludo con dos besos.
—Hola Ana. ¿Cómo va
todo? Espero que sean buenas noticias las que tengas que darme.
—Así es —respondió ella—,
son buenas. Pero déjame decirte que me alegra tu visita, aunque no esperaba
menos de ti, siempre tan atento.
—Bueno, no tienes nada
que agradecer. Pero dime tus noticias, ¿todo va bien?
—Solo ha sido un pequeño
susto y dentro de muy poco me darán el alta.
Mario sonrió y de nuevo
le dio dos besos.
—No sabes la alegría que
me das. Sabes que siempre estoy, aunque a veces no me veas, pero ahí me tienes
para lo que necesites.
—Gracias —respondió ella,
y siguieron charrando un buen rato de cosas más bien frívolas ya que ninguno
deseaba iniciar una conversación transcendente.
En Londres en esos
momentos Ramón seguía esperando una contestación que no acababa de llegar a través
del teléfono, y de repente con voz entrecortada y temblorosa, Mary respondió.
—¿Ramón eres tu?
—Sí —dijo él.
—Después de tanto tiempo
eres la persona a quien menos esperaba escuchar.
—Lo sé.
—¿Y qué es lo que
quieres?
—Estoy en Londres…
—¿Eh?
—Así es. Estoy alojado
en el Generator Hostel London y me gustaría hablar contigo.
—No creo que sea buena
idea —dijo ella—. Pocas cosas tenemos de que hablar después de siete años.
—Lo suponía. Pero
necesito verte, a ti y a mi hijo.
—¿Tu hijo? ¡Hasta ahora
no has tenido hijo! No sé por qué tendrías que quererlo ver ahora.
—Por favor Mary, tengo
muchas cosas de las que hablar y más de las que arrepentirme. No me niegues
esta oportunidad.
—Mira Ramón, yo he
rehecho mi vida y no creo que sea conveniente remover el pasado.
—Por favor… —volvió a
suplicar.
Y tras un largo silencio
al cabo de unos segundos se oyó a Mary decir.
—Está bien. Vamos a
quedar en un lugar público.
—¿Qué pasa, que no te fías
de mi?
—Así es —respondió—.
Será mañana a las cuatro de la tarde en Hyde Park, junto al lago Serpentine,
ya sabes.
—Está bien —confirmo él—.
Gracias, nos vemos mañana.
Ramón algo más tranquilo
entro en un bar y pidió un gin tonic. Eso le relajaría y podría descansar mejor
después de un día un tanto ajetreado.
Mientras esto sucedía en
Londres, en la habitación de Pedro había sonado el “toc toc” indicando un WhatsApp
entrante. Este cogió el teléfono y pensó en Ana. Sonrió y creyó que sería un
saludo de buenas noches. Ingenuamente abrió el mensaje y los ojos se le pusieron
como platos al ver su contenido. Lo que menos podía esperar eran esas frases de
Ana diciéndole que ya no aguantaba más y que habían terminado.
Respondió inmediatamente.
Ya estaba acostado y necesitaba ayuda para salir de la habitación, así que esperó
respuesta. Pasaron unos minutos y no la recibió. Volvió a insistir con uno, dos,
tres mensajes pero seguía sin hallar respuesta. “No puede ser” pensó. “¿Cómo
puede hacerme esto? Mañana tengo que hablar con ella como sea.” Así pasó un
largo rato pensando hasta que sin darse cuenta el sueño le fue venciendo y se
durmió, quizá en parte por los calmantes que le habían suministrado.
Mientras en la
habitación 618 Ana miraba con intranquilidad los mensajes de Pedro: “no pienso
contestar”, se decía para sus adentros, una vez que su vecino Mario ya se había
marchado.
—No quiero saber más de
ti —dijo, con un regusto muy amargo. Se acostó y siguió dándole vueltas a lo
mismo durante un buen rato. Finalmente, y poco a poco, el sueño le venció y se
fue quedando dormida.
Amanecía ya en Londres
un día sin niebla. Por las ventanas del hotel comenzaban a filtrarse las
primeras luces del alba. Ramón seguía durmiendo ya que la noche anterior la
cosa se le había ido de las manos, debido en parte a la intranquilidad que
sentía por su entrevista con Mary del día siguiente, así como también por la
incertidumbre de pensar en como estaría su hijo. De manera que no fue solo un
gin tonic lo que se tomó, sino varios, y eran las tres de la mañana cuando
regreso al hotel.
De pronto se despertó, y
en un primer momento no acertó a adivinar donde se encontraba. Se desperezó y
al fin recordó que estaba en Londres. Miró su reloj y dio un brinco al ver que
eran las doce del medio día. Tenía el tiempo justo para afeitarse y darse una
ducha para estar listo. Comió en el hotel pues no tenía tiempo de buscar un
restaurante y para terminar tomó un buen café bien cargado para despejarse. Salió
a la calle, un soplo de aire fresco le dio en la cara. Lo agradeció pero sintió
frío, se subió el cuello de la cazadora y comenzó a caminar. Tenía tiempo
suficiente para acercarse a Hyden Park para su cita con Mary. Siguió caminando
y casi sin darse cuenta alcanzó el lago Serpentine. ¡Qué recuerdos! Se acercó y
se sentó en un banco. Mejor dicho, en “su banco”, como ellos lo llamaban. Esperó
un poco y enseguida la vio aparecer. No había cambiado mucho después de siete
años, pensó. Pero venía sola… ¿Qué pasaba? ¿Por qué no traía a su hijo?
Se incorporó y fue hacia
ella, Mary retrocedió un poco al ver que se acercaba y solamente le dijo…
—Hola Ramón...
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