lunes, 9 de junio de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXIII. Cuanto tiempo.

Capítulo 23. Tras el gran capítulo de Manuel Zalaya, que enlaza con el anterior para seguir la trama abierta en Londres. Ramón consigue citarse con Mary en Hyden Park y espera ver por fin a su hijo siete años después. A la cita acude una desconfiada Mary, pero viene sola. ¿Qué pasará en esta cita? ¿Por qué no ha traído al pequeño Jack? Mientras en el hospital Ana ha roto su tormentosa relación con Pedro mediante whatsapp fruto de un malentendido (dichoso sobre que se le cayó a Patricia), este no entiende lo que está ocurriendo y pide explicaciones pero Ana está muy dolida y no entra en razones. ¿Cómo se resolverá este malentendido que perturba la relación de Ana y Pedro? No os perdáis el capítulo de hoy porque alguno de estas intrigantes cuestiones serán desveladas.
Nos leemos. Besetes a tod@s.



XXIII.    Cuanto tiempo



—Hello!
—¿Mary? Soy Ramón.
—Después de tanto tiempo... ¿Qué es lo qué quieres? —dijo Mary directamente y sin rodeos.
Ramón se quedó sin habla durante unos segundos. Creía que era necesario pensar bien lo que iba a decir.
—¿Cómo estáis? Me gustaría que me dejaras ver a Jack para que sepa que existo y poder pasar tiempo con él. No os daré ningún problema, os lo prometo.
—Estoy alucinada por tu llamada, no esperaba que te diera por llamar a estas alturas de la vida para saber de tu hijo —se tomó unos segundos y concluyó—. Es complicado, Ramón.
—Pues créetelo, tanto como que ya estoy en Londres. Estoy viviendo por el momento en un hotel.
—Ese hombre tan agresivo y vividor, ¿se ha quedado en el pasado? Tienes que demostrarnos que has cambiado un poco. No quiero que Jack tenga cerca un ejemplo así.
Ramón mintió y negó que siguiese bebiendo y comportándose de esas maneras. Afirmó rotundamente que la situación había cambiado después de siete años. Mary aceptó entonces que se pudieran ver los miércoles por la tarde pero con condiciones, ya que lo que más le importaba era la felicidad de su hijo.
Tendrás que verlo en compañía mía o de James, nunca a solas y además no le vamos a decir que eres su padre. Por favor no vayas contándoselo porque si nos vuelves a dejar en la estacada tu hijo es el que más lo sufrirá. Hazlo por una vez por él, no por ti. Y, sobre todo, dándote esta oportunidad, no la desaproveches, no habrá otra más —le dijo muy seria.
Parecía que Mary por sus palabras estaba especialmente nerviosa ante tal suceso. Se tranquilizó y estuvieron hablando cordialmente toda la tarde. Ramón se disculpó de todo lo hecho y de lo no hecho. Y los dos se fueron a sus respectivos alojamientos. Ramón estaba tan contento, tenía ganas de jugar con él, de dedicarle todo ese tiempo que no le dedicó, de decirle cuanto le echaba de menos. Aunque sabía que esto último tardaría más en suceder.

Mientras Ana no paraba de darle vueltas y vueltas al pequeño sobre que había roto sin leer y que era para Olga. ¿Qué le querría decir Pedro a Olga?, Y si no fue Pedro, ¿quién fue entonces? No paraba de angustiarse más y más. Eso sí, tenía claro por el tacto que era una carta, y porque cuando lo rompió pudo ver que era solo papel. Tenía que hacer algo para resolver sus dudas. La clave era saber quién llevó el sobre hasta allí. Empezó a repasar mentalmente todas las personas que habían ido desfilando por la habitación antes de la aparición de la dichosa carta: Sandra, Pedro, Matilde, Teresa, Patricia… No pudo resistirse más y decidió que la mejor forma de saber la verdad era lanzarse a la piscina y comenzar a llamar a los implicados para sonsacarles. Pero no iba a hacerlo al azar, no. Había que meditar la decisión, no quería que demasiada gente conociera este detalle si no era estrictamente necesario. Su cerebro era un hervidero  y rápidamente le vino un candidato a la cabeza: Patricia. Intuición femenina, tenía que ser ella. Todos en el grupo recurrimos a ella para todo, así que quién quisiera entregar el sobre se lo tuvo que dar a ella porque es muy buena guardando secretos y siempre ha sido así. Cogió el móvil y la llamó sin dudarlo.
—Dígame.
—Patricia soy Ana. Necesito ser directa y resolver una duda.
—Dime, ¿es lo del cloroformo?
—No, no. Sé que es un poco raro, pero creo que el sobre que tenías en tu bolsillo acabó en mis manos por confusión y lo rompí —dijo Ana sabiendo que para encontrar la respuesta no podía decir toda la verdad.
—¿Qué? —respondió Patricia confusa.
—La cuestión es que lo rompí sin leerlo y sé que es para Olga.
—Sí, entonces es el mío.
—¿Quién lo escribió?
—No puedo decírtelo porque quien lo escribió me dijo que lo guardara en secreto.
—Por favor, si decides contármelo te lo agradeceré, cuando sea, como si son las cinco de la mañana, llámame.
—Lo siento Ana. No puedo hacer más por ti.
—Ana se quedó pensativa ante esta negativa. Era algo importante porque si no para qué tanto secretismo. Esperó la llamada de Patricia pero esta no tuvo lugar.

Ramón al día siguiente se levantó con tal energía que dejó de lado los Gin Tonic de la mañana y se fue a pasear por los alrededores del hotel. Con tan buena suerte que se encuentró con un viejo amigo.
—¡Hombre Juanjo!
—¡Ramón! ¡Cuánto tiempo tío!
Juanjo y Ramón habían compartido muchas historias de pub en pub y de Gin Tonic en Gin Tonic. Se conocieron en un concierto de rock en Madrid. Desde entonces quedaban al menos una vez al mes para irse de juerga. Cuando lo hacían dejaban a sus mujeres contándoles cualquier milonga y se iban los dos por ahí a disfrutar de la vida, como ellos lo llamaban: “¡nos vamos de jolgorio!”. Ese día estuvieron hasta altas horas de la noche como cuando se juntaban. Necesitaban recordar viejos tiempos.
—Te acuerdas Ramón lo que nos pasó con la moto. Sin gasolina, en medio de la carretera, no se veía nada…
—Sí, como para olvidarlo. Me quedé tirado en la cama tres días seguidos sin poder levantarme.
—A mí, mi mujer me tiró de la oreja y casi me la arranca, como a un chiquillo. ¡Ay, como cambia la vida! Ahora estoy divorciado y apenas veo a mis hijos.
—¡Qué tiempos! Pues yo he venido a ver al mío, después de siete años. Ya ves… y me han dado una segunda oportunidad. Espero no defraudarle.
—Pues ánimo, amigo.
Además Ramón le cuenta que tiene pensado quedarse una temporada en Londres, para ver a su hijo más a menudo. Juanjo es dueño de una gran empresa de transportes que trabaja en Londres, París y Madrid. Y le propone que si necesita instalarse que no se preocupe, que necesitan un chofer de furgoneta dentro de unos días y que cuando quiera el puesto es suyo. Ramón le pide una semana de espera para incorporarse para ver como suceden las cosas. Raro en él, pero parecía darse cuenta de la responsabilidad de ser padre.
Llegó el miércoles y Ramón estaba intranquilo, le embriagaba una emoción diferente y eso se notaba. Por fin iba a ver a su hijo Jack. Empezó a pensar planes, estrategias para caerle bien. Era de las pocas veces que estaba tan inseguro. Por la tarde allí le esperaban Mary y Jack. Mary le explicó a Jack que Ramón era un amigo de España. El niño ya era mayor y notó que algo pasaba, que algo especial había entre él y Ramón. Aunque estaba extrañado, chocó la mano de Ramón con una sonrisa. En el parque se lo pasaron fenomenal. Se hicieron fotos, jugaron con la pelota y rieron sin parar. Tanto fue así que Jack le dio a Ramón un abrazo al final de la tarde. Casi se le saltan las lágrimas a Ramón de la emoción.
—Es muy divertido, mama, ¿Quedaremos más con tu amigo Ramón? —dijo Jack entusiasmado.
—Claro que sí. Todos los miércoles que podamos. Contestó Mary.
Antes de despedirse Ramón le pidió a Mary que le dijera la verdad al niño. Pero ella lo tenía decidido, era mejor esperar.
—Para Jack su padre es James desde siempre, también hay que respetar a James que ha cuidado tanto de Jack durante estos años. Ramón no ha sido tan fácil todo como parece, somos una familia feliz. No puedes venir y ocupar un puesto que nunca ejerciste —dijo Mary muy firme.
Mary había encontrado con James un apoyo fundamental en su vida y un apoyo como padre importante para Jack, por lo que no se lo iba a poner tan fácil a Ramón como él quisiera. Ramón estaba tan exaltado que tampoco se daba cuenta de sus ideas insensatas.

Pedro envió un último WhatsApp más a Ana. Ana se resistió hasta que sintió la necesidad de preguntarle todo lo que supiera del sobre que llevaba Patricia.
Ana
Dime
¿Qué te pasa? ¿Por qué me pusiste ese mensaje?
Estoy muy cansada de todo esto, cuando no es Ramón es Olga. ¿Por qué le has mandado una carta a Olga? ¿Para qué quieres hablar con ella sin que yo me entere?
Eso no es cierto
Entonces,  ¿por qué ha llegado a mis manos una carta para Olga?
No es mía, lo juro. Ana por favor, no empecemos otra vez. Olga solo es amiga. Tu eres la mujer de mi vida. De todas maneras no entiendo lo de la carta. Puede haber sido cualquier persona. Olga tiene muchas amistades.
Pero no tantas que conozcan a Patricia. ¿O no te acuerdas? Se la presentamos nosotros en el Rock & Blues. ¿No me estarás ocultando algo? Porque Patricia ha guardado el secreto muy bien, y para ello tendrá que ser de alguien de confianza, digo yo.
Ana ya vale.

Ana deja de estar en línea…

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