Capítulo 23. Tras el gran capítulo de Manuel Zalaya, que enlaza con el anterior para seguir la trama abierta en Londres. Ramón consigue citarse con Mary en Hyden Park y espera ver por fin a su hijo siete años después. A la cita acude una desconfiada Mary, pero viene sola. ¿Qué pasará en esta cita? ¿Por qué no ha traído al pequeño Jack? Mientras en el hospital Ana ha roto su tormentosa relación con Pedro mediante whatsapp fruto de un malentendido (dichoso sobre que se le cayó a Patricia), este no entiende lo que está ocurriendo y pide explicaciones pero Ana está muy dolida y no entra en razones. ¿Cómo se resolverá este malentendido que perturba la relación de Ana y Pedro? No os perdáis el capítulo de hoy porque alguno de estas intrigantes cuestiones serán desveladas.
Nos leemos. Besetes a tod@s.
XXIII. Cuanto tiempo
—Hello!
—¿Mary? Soy Ramón.
—Después de tanto tiempo...
¿Qué es lo qué quieres? —dijo Mary directamente y sin rodeos.
Ramón se quedó sin habla
durante unos segundos. Creía que era necesario pensar bien lo que iba a decir.
—¿Cómo estáis? Me
gustaría que me dejaras ver a Jack para que sepa que existo y poder pasar
tiempo con él. No os daré ningún problema, os lo prometo.
—Estoy alucinada por tu
llamada, no esperaba que te diera por llamar a estas alturas de la vida para
saber de tu hijo —se tomó unos segundos y concluyó—. Es complicado, Ramón.
—Pues créetelo, tanto
como que ya estoy en Londres. Estoy viviendo por el momento en un hotel.
—Ese hombre tan agresivo
y vividor, ¿se ha quedado en el pasado? Tienes que demostrarnos que has cambiado
un poco. No quiero que Jack tenga cerca un ejemplo así.
Ramón mintió y negó que
siguiese bebiendo y comportándose de esas maneras. Afirmó rotundamente que la
situación había cambiado después de siete años. Mary aceptó entonces que se
pudieran ver los miércoles por la tarde pero con condiciones, ya que lo que más
le importaba era la felicidad de su hijo.
Tendrás que verlo en
compañía mía o de James, nunca a solas y además no le vamos a decir que eres su
padre. Por favor no vayas contándoselo porque si nos vuelves a dejar en la
estacada tu hijo es el que más lo sufrirá. Hazlo por una vez por él, no por ti.
Y, sobre todo, dándote esta oportunidad, no la desaproveches, no habrá otra más
—le dijo muy seria.
Parecía que Mary por sus
palabras estaba especialmente nerviosa ante tal suceso. Se tranquilizó y
estuvieron hablando cordialmente toda la tarde. Ramón se disculpó de todo lo
hecho y de lo no hecho. Y los dos se fueron a sus respectivos alojamientos.
Ramón estaba tan contento, tenía ganas de jugar con él, de dedicarle todo ese
tiempo que no le dedicó, de decirle cuanto le echaba de menos. Aunque sabía que
esto último tardaría más en suceder.
Mientras Ana no paraba
de darle vueltas y vueltas al pequeño sobre que había roto sin leer y que era
para Olga. ¿Qué le querría decir Pedro a Olga?, Y si no fue Pedro, ¿quién fue
entonces? No paraba de angustiarse más y más. Eso sí, tenía claro por el tacto
que era una carta, y porque cuando lo rompió pudo ver que era solo papel. Tenía
que hacer algo para resolver sus dudas. La clave era saber quién llevó el sobre
hasta allí. Empezó a repasar mentalmente todas las personas que habían ido
desfilando por la habitación antes de la aparición de la dichosa carta: Sandra,
Pedro, Matilde, Teresa, Patricia… No pudo resistirse más y decidió que la mejor
forma de saber la verdad era lanzarse a la piscina y comenzar a llamar a los
implicados para sonsacarles. Pero no iba a hacerlo al azar, no. Había que
meditar la decisión, no quería que demasiada gente conociera este detalle si no
era estrictamente necesario. Su cerebro era un hervidero y rápidamente le vino un candidato a la
cabeza: Patricia. Intuición femenina, tenía que ser ella. Todos en el grupo
recurrimos a ella para todo, así que quién quisiera entregar el sobre se lo tuvo
que dar a ella porque es muy buena guardando secretos y siempre ha sido así. Cogió
el móvil y la llamó sin dudarlo.
—Dígame.
—Patricia soy Ana.
Necesito ser directa y resolver una duda.
—Dime, ¿es lo del
cloroformo?
—No, no. Sé que es un
poco raro, pero creo que el sobre que tenías en tu bolsillo acabó en mis manos
por confusión y lo rompí —dijo Ana sabiendo que para encontrar la respuesta no
podía decir toda la verdad.
—¿Qué? —respondió
Patricia confusa.
—La cuestión es que lo
rompí sin leerlo y sé que es para Olga.
—Sí, entonces es el mío.
—¿Quién lo escribió?
—No puedo decírtelo
porque quien lo escribió me dijo que lo guardara en secreto.
—Por favor, si decides
contármelo te lo agradeceré, cuando sea, como si son las cinco de la mañana,
llámame.
—Lo siento Ana. No puedo
hacer más por ti.
—Ana se quedó pensativa
ante esta negativa. Era algo importante porque si no para qué tanto secretismo.
Esperó la llamada de Patricia pero esta no tuvo lugar.
Ramón al día siguiente
se levantó con tal energía que dejó de lado los Gin Tonic de la mañana y se fue
a pasear por los alrededores del hotel. Con tan buena suerte que se encuentró
con un viejo amigo.
—¡Hombre Juanjo!
—¡Ramón! ¡Cuánto tiempo
tío!
Juanjo y Ramón habían
compartido muchas historias de pub en pub y de Gin Tonic en Gin Tonic. Se
conocieron en un concierto de rock en Madrid. Desde entonces quedaban al menos
una vez al mes para irse de juerga. Cuando lo hacían dejaban a sus mujeres
contándoles cualquier milonga y se iban los dos por ahí a disfrutar de la vida,
como ellos lo llamaban: “¡nos vamos de jolgorio!”. Ese día estuvieron hasta
altas horas de la noche como cuando se juntaban. Necesitaban recordar viejos
tiempos.
—Te acuerdas Ramón lo
que nos pasó con la moto. Sin gasolina, en medio de la carretera, no se veía
nada…
—Sí, como para
olvidarlo. Me quedé tirado en la cama tres días seguidos sin poder levantarme.
—A mí, mi mujer me tiró
de la oreja y casi me la arranca, como a un chiquillo. ¡Ay, como cambia la
vida! Ahora estoy divorciado y apenas veo a mis hijos.
—¡Qué tiempos! Pues yo
he venido a ver al mío, después de siete años. Ya ves… y me han dado una
segunda oportunidad. Espero no defraudarle.
—Pues ánimo, amigo.
Además Ramón le cuenta
que tiene pensado quedarse una temporada en Londres, para ver a su hijo más a
menudo. Juanjo es dueño de una gran empresa de transportes que trabaja en
Londres, París y Madrid. Y le propone que si necesita instalarse que no se
preocupe, que necesitan un chofer de furgoneta dentro de unos días y que cuando
quiera el puesto es suyo. Ramón le pide una semana de espera para incorporarse
para ver como suceden las cosas. Raro en él, pero parecía darse cuenta de la
responsabilidad de ser padre.
Llegó el miércoles y
Ramón estaba intranquilo, le embriagaba una emoción diferente y eso se notaba.
Por fin iba a ver a su hijo Jack. Empezó a pensar planes, estrategias para
caerle bien. Era de las pocas veces que estaba tan inseguro. Por la tarde allí
le esperaban Mary y Jack. Mary le explicó a Jack que Ramón era un amigo de
España. El niño ya era mayor y notó que algo pasaba, que algo especial había
entre él y Ramón. Aunque estaba extrañado, chocó la mano de Ramón con una
sonrisa. En el parque se lo pasaron fenomenal. Se hicieron fotos, jugaron con
la pelota y rieron sin parar. Tanto fue así que Jack le dio a Ramón un abrazo
al final de la tarde. Casi se le saltan las lágrimas a Ramón de la emoción.
—Es muy divertido, mama,
¿Quedaremos más con tu amigo Ramón? —dijo Jack entusiasmado.
—Claro que sí. Todos los
miércoles que podamos. Contestó Mary.
Antes de despedirse
Ramón le pidió a Mary que le dijera la verdad al niño. Pero ella lo tenía
decidido, era mejor esperar.
—Para Jack su padre es James
desde siempre, también hay que respetar a James que ha cuidado tanto de Jack
durante estos años. Ramón no ha sido tan fácil todo como parece, somos una
familia feliz. No puedes venir y ocupar un puesto que nunca ejerciste —dijo
Mary muy firme.
Mary había encontrado
con James un apoyo fundamental en su vida y un apoyo como padre importante para
Jack, por lo que no se lo iba a poner tan fácil a Ramón como él quisiera. Ramón
estaba tan exaltado que tampoco se daba cuenta de sus ideas insensatas.
Pedro envió un último WhatsApp
más a Ana. Ana se resistió hasta que sintió la necesidad de preguntarle todo lo
que supiera del sobre que llevaba Patricia.
Ana
Dime
¿Qué te pasa? ¿Por qué me pusiste ese mensaje?
Estoy muy cansada de todo esto, cuando no es Ramón es Olga. ¿Por
qué le has mandado una carta a Olga? ¿Para qué quieres hablar con ella sin que
yo me entere?
Eso no es cierto
Entonces, ¿por qué ha
llegado a mis manos una carta para Olga?
No es mía, lo juro. Ana por favor, no empecemos otra vez.
Olga solo es amiga. Tu eres la mujer de mi vida. De todas maneras no entiendo
lo de la carta. Puede haber sido cualquier persona. Olga tiene muchas
amistades.
Pero no tantas que conozcan a Patricia. ¿O no te acuerdas?
Se la presentamos nosotros en el Rock & Blues. ¿No me estarás ocultando
algo? Porque Patricia ha guardado el secreto muy bien, y para ello tendrá que
ser de alguien de confianza, digo yo.
Ana ya vale.
Ana deja de estar en
línea…
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