viernes, 20 de junio de 2014

Colección Uni2. Freya: 2. Zoo de Luján.

Llega el segundo capítulo de Freya: "Zoo de Luján", de Ana Asensio. Continúan las peripecias de la protagonista en su año de prácticas por Argentina. Para facilitarte la lectura de capítulos anteriores hemos creado una página exclusiva donde se publicarán todos los capítulos de esta novela.Accede desde las pestañas que aparecen en la parte superior del blog, justo debajo de nuestro logo.



CAPITULO 2. Zoo de Luján.


—Hola, traigo un paquete para el 3ºB pero no hay nadie. ¿Podría usted dárselo de mi parte?
—Sí, claro, sin problema. Ya bajo.
El bloque de pisos en el que vivía era de cuatro plantas y en cada planta solo había dos puertas de vecinos, A y B. Si alguien quería entrar en ese bloque tenían que bajar y abrir con llave desde dentro. Se puso una bata y las zapatillas de estar por casa y bajó.
—Tiene que firmarme aquí por favor.
El chico se marcho y Freya subió al piso de nuevo. Se puso unos leggins fucsias cortos, una camiseta negra de sport y sus Asics y salió al parque a correr.  Como de costumbre, hizo sus 15 kilómetros.  Subió las escaleras en un santiamén, desayuno, se duchó y llamó al 3ºB a ver si ya había alguien en casa.
—Vooooy —dijo una voz masculina.
—¡¡Freya!! ¡Que alegría! ¡¡Pasa, pasa!!
—¿ Vives aquí? —dijo con cara de pocos amigos.
—No, ya te comenté que unas amigas viven en este bloque.
—¡Oh, sí, cierto! ¿Qué tal todo Diego? Disculpa por no ir ayer, pero tenía cosas que hacer y se me hizo tarde… —Freya no sabía mentir, y ella sabía que Diego había notado que le estaba engañando, así que apartó la mirada rápidamente.
—No te preocupes, para otro día que tengas más tiempo.
—Tengo un paquete para tus vecinas, no estaban y me lo han entregado a mí.
—Valeria y Aria no están. Se han ido una semana de vacaciones a Bariloche, por eso estoy aquí, para cuidar de su gato Milo. Pero dame que lo dejamos acá para cuando ellas vuelvan, gracias por recogerlo.
—Bueno, pues yo voy a marcharme ya…
—¿Que tenés planeado hacer hoy? Es mi día libre, los lunes no laburo.
—Tengo que ir a un concesionario aquí a la vuelta de la esquina.
—¡Qué brava! ¿Ya pensás en manejar por aquí?
—Sí, quiero comprar una moto para recorrer la ciudad e ir al trabajo sin problemas de trenes, autobuses y metros…  Además en  Zaragoza  siempre he conducido motos.
—Perfecto, ¡te acompaño!
—No, no hace falta, si tienes cosas que hacer….
—No, para nada, ya te dije que hoy es mi día festivo. No me importa acompañarte, además sos vecina de mis amigas y nos vamos a ver a menudo, aprovecho y así nos vamos conociendo un poco, ¿te parece?
—Sí, vale.

Salieron del piso y fueron al concesionario.
—¿Y,  qué moto has pensado comprarte? ¿Una chiquita para manejar bien, supongo?
—Había pensado una XJ6.
Diego se quedó mirándola cómo si realmente ella no supiera  de qué moto estaba hablando.
Llegaron a Moto Planet y nada más entrar fue directa hacia ella, una Yamaha XJ6. De la etiqueta colgaba una ficha con sus características: 600cc, 78Cv (57kw) con 6 velocidades y color negra mate. Perfecta, la quería para ella. Se acercó el dependiente.
—Hola soy Matías, ¿les puedo ayudar?
—Hola, quiero llevarme esta moto.
—Chica decidida, ¿no querés probarla?
—Sí claro, pero conduzco yo.
Matías sonrió y fue a buscar las llaves.
—¿Preparada? —le dijo mientras le enseñaba la llave.
—Vamos allá.
Freya , puso la llave y metió primera una vez arriba de la moto. Le dijo que no conocía el barrio y que fuera guiándola por dónde tenía que ir.
—¡Estás loca! —reía histérico—. No te preocupes, ves todo recto y cuando veas un Havanna girá a mano derecha.
—¿ Un Havanna?
—¿No sabés lo que es un Havanna?
—No.
—Ok, no importa. Seguí recto, que yo te indico.
Dieron un paseo corto en el que a Freya le costó poco ponerse a 90km/h por la avenida principal. Matías se limitaba a reír.
—¿ Y bien, que le pareció?
—Que me la llevo —dijo Freya.
—¡¡Estupendo!! Si son tan amables de acompañarme…
Entraron al despacho y realizaron las gestiones oportunas.
—Muy bien Freya, aquí tenés tus documentos, mañana te llamo para que vengas cuanto antes a recogerla.
—¡Hasta mañana entonces!
—Hasta mañana chicos —se despidió con otra sonrisa.

—¿Qué te parece si vamos a tomar unos refrescos?
Freya asintió. Fueron a un bar cerca de casa, era una taberna inglesa en el que había cerveza de todas las nacionalidades. Freya quería probar una de Argentina, se decantó por  la Schneider negra. Diego pidió dos. Sabía bien.
—¿Y qué estás haciendo aquí?
—He venido a hacer unas prácticas durante un año. Tenía varias opciones a donde ir y al final me decanté por venir aquí.
—¿De qué son las prácticas?
—De veterinaria, ¿y tú? ¿cuánto tiempo llevas en el  9Reinas?
—Podría decirse que toda la vida. Es un negocio familiar y desde que salí del colegio me he dedicado siempre a laburar. Gracias a ello he podido visitar otros países. Desde hace seis años estamos montando más cafeterías por todo Buenos Aires y la verdad que nos va bárbaro.
—La verdad es que la estructura del local y como está decorado, es perfecto tanto como  para tomar algo, cenar o hacer una fiesta. Es muy bonito.
—También porque nuestros licuados son muy ricos —rió ácidamente—. ¡Aunque como no los has probado no lo sabés!
Freya rió bien a gusto.
— Luego, antes de irme a casa, me tomo uno y te daré una nota.
Comieron en la taberna inglesa, se les pasó la tarde volando y a las 18.00 decidieron salir a dar una vuelta. Pasaron por el 9Reinas y Diego preparo un licuado de frutillas para Freya. Se lo entregó.
—Aquí tenés, tu batido de fresas —le dijo riendo.
—Muchas gracias, camarero —dio un sorbo y levantó la mirada— ¡¡Está realmente bueno!! Quiero la receta.
Diego se preparó otro para él de durazno y marcharon al parque por donde Freya había estado por la mañana corriendo.


Ya era miércoles, las 7.00 de la mañana. Freya se levantó con mucho ánimo, estaba contenta, hoy empezaba sus prácticas en el zoológico a 30 minutos de casa. Había visto en youtube un video del lugar donde iba a estar durante este año. Era increíble, grande, con leones africanos, tigres de Bengala, pumas, monos, osos, dromedarios, leones marinos…. Un sueño para ella… No paraba de verlo: “Marina en el zoológico de Luján – Argentina’’. Su horario era de 9:30 a 17.00 de la tarde, bien, tenía tiempo por las tarde para hacer lo que quisiera.
Llegó al Zoo y preguntó por su jefe, Nahuel. Era un hombre fuerte, deportista, pelo castaño con alguna cana, unos ojos verdes grisáceos y unos 37 años.
Nahuel se la llevó con el grupo que iba a trabajar. Federico, un italiano que estaba como voluntario y Martina que trabajaba allí desde hacía cuatro años. El primer día tuvieron un parto de un puma y el de un dromedario. Entre una cosa y otra no quedó mucho tiempo para enseñarle las instalaciones. A las 17:00 cuando iban a cambiarse de ropa para salir del trabajo Freya prefirió quedarse para dar una vuelta por allí. Federico se quedó con ella.
—Podemos dar una vuelta rápida por sitios en los que los clientes no pueden pasar, así terminamos antes. ¡Aquí los días son así! ¡Sin parar de trabajar! Espero que te acostumbres rápido.
—El día de hoy ha sido alucinante, ha merecido la pena venir hasta aquí —dijo Freya.
—¿Así que estas de prácticas durante un año?
—Si, así es. ¿Y qué se le ha perdido a un italiano por Argentina?
— Supongo que lo mismo que a ti —rió—. ¡Mi pasión: los animales! Terminé la carrera en Bolonia,  Italia e hice un master en León y decidí meterme como voluntario en este zoo y bueno, aquí estoy, sólo llevo dos meses viviendo aquí, pero estoy muy contento con la gente, con el trabajo y con mi vida en general.
—Espero que a mí me pase lo mismo. Vengo muy ilusionada y espero que toda marche sobre ruedas.
—¿En qué zona estás viviendo? Porque he quedado ahora con unos amigos a cenar, ¿te apuntas?
—En Hurlingham. Muchísimas gracias, pero por hoy ha sido bastante, todavía tengo que acomodar cosas en casa. Te lo agradezco y ¡lo apunto para otro día!
—Está bien. No vivimos muy lejos, vivo en Moreno, habrás pasado al venir hacia aquí. Entonces mañana nos vemos Freya. Arrivederchi.
Freya cogió la moto y en la carretera empezó a pitarle un coche sin parar… se puso histérica y frenó para que pasara por delante de ella. El coche llevaba cristales tintados y no la adelantaba, así que Freya pegó un acelerón para dejarlo atrás. El que conducía la seguía y le pitaba, Freya se hartó y en un semáforo en rojo paró la moto al lado del coche y golpeó en el cristal para que bajara la ventanilla gritándole:
—¿A qué demonios juegas?

—Sólo era una broma, disculpáme.


No hay comentarios:

Publicar un comentario