lunes, 16 de junio de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXIV. Dime que no es un sueño.

Capítulo 24. Tras el gran capítulo de Mari Andrés, en esta ocasión su capítulo enlaza con el anterior para seguir la trama abierta en Londres. Ramón habla con Mary en Hyden Park que acude sola a la cita. Esta no se fía de él y le pone unas condiciones que este acepta y se emplazan para el siguiente miércoles. Por fin consigue reunirse con su hijo y pasar la tarde jugando con él. Por otro lado Ana inquieta por la carta para Olga que destruye en pedacitos capítulos atrás investiga hasta hallar quién la llevo hasta su habitación: Patricia. El capítulo concluye con una conversación vía whatsapp entre Ana y Pedro, al cual le pide explicaciones de por qué le escribió a Olga. ¿Podrá Pedro hacerle entender a su novia que él no escribió la dichosa carta? ¿Cómo se resolverá este malentendido que perturba la relación de Ana y Pedro? No os perdáis el capítulo del lunes porque alguno de estas intrigantes cuestiones serán desveladas.


XXIV.     Dime que no es un sueño…


Ana dejó su móvil en la mesita de noche, no quería liarla más, no sabía realmente lo que estaba pasando, ella misma se hacía muchas preguntas ¿será verdad que no es suya? ¿Por qué ese secreto que tiene Patricia? No entendía nada, cuando las cosas iban yendo un poco mejor siempre había algo que las entorpecía. Cuando de repente golpearon la puerta.
— Hola Ana ¿se puede?
— Si pase, pase.
— Venia para decirte, que todas las pruebas que te hemos ido haciendo estos días han salido fenomenal y que mañana después de comer te podrás ir ya a tu casa, pero eso si Ana tienes que guardar muchísimo reposo.
—Muchas gracias Teresa, por lo menos una alegría me das en el día de hoy y tranquila hare todo el reposo necesario para seguir adelante con este bebe que llevo dentro de mí —dijo Ana mientras se le arrasaban los ojos y a la vez que tocaba su tripa.
—Aún te tengo que decirte otra cosa: pasado mañana sobre las doce del mediodía te haremos una ecografía de control y a ver si por fin podemos saber el sexo de ese bebe. Será en la planta cuarta.
—Vale correcto, allí estaré.
Cuando salió la doctora de la habitación, Ana rompió a llorar desconsoladamente, no sabía si era de alegría o era porque estaba confundida. Esa carta le iba a volver loca y lo que tampoco quería era perder la relación que tenia con Pedro porque era a la persona que más quería, su novio y además el futuro papa de su bebe.
Se pegó bastante rato llorando cuando de repente su móvil sonó, era un whatsapp de Patricia en el que ponía:
Hola Ana, ya no aguanto más. Sé que esto podría afectar a tu estado, aun estas débil. Simplemente quiero decirte que esta tarde me pasaré por el hospital para aclararte todas esas dudas que tienes.
Te lo agradezco mucho. Aquí te espero.

A las horas Patricia acudió a la habitación de Ana y le comenzó a contar lo poco que ella sabía.
—Mira Ana, antes de que Ramón se marchase me llamó y me dijo que entregara este sobre. Tú me conoces bien y sabes que esto que voy a hacer no es propio de mí, pero quería dártelo en mano a ti antes de entregárselo a Olga. Pero en ese momento Teresa estaba aquí y no pude hacerlo, me puse tan nerviosa que se me debió de caer del bolsillo de la bata de trabajo —dijo Patricia con nerviosismo, casi no le salía ni la voz.
—¡Pero que me estas contado, te la dio Ramón! —tras unos segundos sin habla preguntó—. ¿Y por qué como destinatario era Olga?
—Hasta aquí te puedo contar. Yo no sé nada más y ya es tarde, me tengo que marchar.
—Muchas gracias Patricia.
—Adiós Ana, me gustaría que no se lo contaras a mucha gente. No me gustaría meterme en problemas y menos con Ramón que ya sabes perfectamente como es.
—Tranquila Patricia, soy una tumba.
¡Uiba! Que liada, no podía creer Ana lo que le había contado Patricia, cuantísimo daño le estaba haciendo Ramón.

Ana pensó que a la mañana siguiente temprano, después de que a Pedro le dieran la rehabilitación iba a subir para disculparse, explicarle lo sucedido y contarle todas las novedades que le había dicho la ginecóloga.
Mientras Pedro seguía en la habitación muy rayado, no paraba de darle vueltas al asunto. Tampoco sabía lo que estaba pasando y le daba mucho miedo perder a Ana y al bebe. Fue tarde pero consiguió dormirse, ya que a la mañana siguiente tenía un día duro con la fisioterapeuta.

A la mañana siguiente sobre las diez y media de la mañana Ana subió a la habitación. Estaba muy nerviosa, no sabía cómo empezar la conversación.
Pedro en ese momento  se quedó un poco traspuesto. Estaba muy cansado ya que la fisioterapeuta le había metido mucha caña haciéndole diversos ejercicios para su recuperación esa mañana.
Ana entró en la habitación muy sigilosa, pero al oír la puerta cerrarse Pedro se despertó sobresaltado.
—¿Qué ocurre Ana? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo te han dejado subir? —preguntó Pedro algo asustado.
—No, no ocurre nada. Vengo para disculparme por el whatsapp que te envié, me confundí. Yo vi una carta en el suelo y como tú habías estado allí ese día, pensé que se te había caído a ti.
—Pero no entiendo el por qué de esa tercera oportunidad que pusiste. ¿Leíste algo de esa carta? ¿Sabes de quién era?
—Realmente no tengo ni idea de quién era, ni siquiera ponía nada en el sobre y ni la leí. La rompí en mil pedacitos y la tire por la ventana. Lo siento Pedro, fue un impulso de celos, te quiero demasiado —dijo Ana colándole a Pedro una de las suyas.
Pedro no se quedaba muy conforme con lo que le decía Ana, pero le podía el amor que tenia hacia ella. La miró a los ojos y le dijo.
—Te perdono. Pero espero que no se vuelva a repetir, he pasado unos días…
—Muchas gracias Pedro.
Ana se acercó  a la cama y le dio un beso de esos tan tiernos que hacía días que no se lo regalaba. Seguidamente lo miró fijamente y le dijo.
—Ahora tengo otra noticia que darte.
—Ana, me estas asustando —dijo Pedro muy preocupado.
—Calma Pedro, no ocurre nada. Traigo buenas noticias —contestó Ana sacando una sonrisa que no le cabía en la cara—. Venía para decirte también que esta tarde después de comer  me dan el alta. Me han dicho que tengo que estar un poquito de reposo, que lo que llevo es un hematoma interno, pero todo va muy bien. También me ha dicho que mañana a las doce del mediodía me hacen la ecografía de las veinte  semanas para ver el sexo de nuestro bebe y me gustaría que estuvieses allí conmigo —le dijo Ana muy ilusionada.
—Por supuesto cielo —afirmó Pedro sin pensárselo dos veces —pero me vienes a buscar aquí. Hablaré mañana temprano con las enfermeras para que me dejen una silla de ruedas preparada y me den su consentimiento, pero no creo que me pongan ningún inconveniente.
—Ahora me tengo que ir, tengo que comer y prepararme las cosas para marcharme a casa, pero juro que mañana temprano estaré aquí —dijo Ana.
Se despidieron con un tierno beso y antes de salir por la puerta Ana se giró y le dijo a Pedro:
—Te quiero cielo.
—Y yo a ti cosita —contestó Pedro.
Pedro se quedó la mar de contento, por fin las cosas estaban yendo medianamente bien. Mañana le iban a decir si esa cosita que llevaba Ana en su tripita iba ser niño o niña. Aunque la verdad que a él le daba bastante igual, simplemente quería que todo fuese genial, ya que últimamente parecía que les había mirado un tuerto.

Ana tenía todo preparado para irse, tenía hasta el taxi esperando en la puerta del hospital pero antes de marchar fue al control para despedirse y agradecerles a todo el equipo de médicos, enfermeras y auxiliares el trato recibido.
Al llegar a casa abrió la puerta y ya se respiraba tranquilidad, todo lo que había pasado esa semana parecía una pesadilla. Se tumbó en su sofá de piel blanca, que tenía en su amplio y bonito salón,  apago su móvil para que nadie la molestara y se echó una larga siesta. Necesitaba descansar y desconectar de tantas explicaciones dadas esos días.
Ya eran casi las seis de tarde cuando despertó de la siesta. Fue a la cocina y se tomó un buen vaso de café con leche con dos magdalenas, esto del embarazo le estaba dando por comer como una cerda. Cogió el móvil y lo encendió, tecleo el número de Pedro y se pegó horas hablando con él. Cuando colgó el timbre de la puerta sonó.
—¿Quién es? —pregunto Ana.
—Soy yo hija mía, la señora María.
Ana abrió la puerta y le hizo pasar.
—Pase pase —le dijo.
—No, no quiero molestar, pero cariño me tenías muy preocupada. ¿Qué te ha pasado? Hace muchos días que no se te ve el pelo —le pregunto la señora María muy preocupada.
—Si yo le contara... es una historia muy larga, pero le hare un pequeño resumen. Estoy embarazada de veinte semanas más o menos y he tenido una pequeña perdida y me han  ingresado para controlármelo, pero ya estoy mejor. Tengo que guardar un poco de reposo y ya está —le contó Ana muy resumidamente.
—Pues ya sabes Anita, me tienes aquí para lo que necesites. Si quieres que por las mañanas venga a echarte una mano a limpiar… Y ni hablar, de las comidas y las cenas tranquila “hijica” que te las pasare yo todos los días que lo necesites —le dijo la señora María.
—Muchas gracias señora María, en este momento se lo agradezco mucho, pero no creo que haga falta de verdad —le contestó Ana muy agradecida.
—Ya sabes Ana, para lo que necesites. Yo como si fuese tu abuela —le dijo antes de irse.
—Adiós y muchas gracias otra vez —contestó Ana.
—Adiós hija mía, a pasar buena noche y ante todo descansa —se despidió la señora María.
Ana se preparó un bocadillo de jamón serrano con tomate, que era de las pocas cosas que le quedaba en la nevera, ya que el día que le sucedió lo del “secuestro”  tenia previsto ir a comprar. Seguidamente se acostó y se puso el despertador para no perderse la importante cita de mañana. Estaba agotada y enseguida se quedó dormida.
Mientras Pedro seguía emocionado, por primera vez iba a ver a su bebe en vivo y  en directo. Tras muchas vueltas en esa cama tan incómoda, se quedó dormido.

Eran las nueve de la mañana. Por la ventana de esa habitación entraba un sol que aplanaba, se oía el cantar de los  pajaritos, hoy iba a ser  un día muy grande para los dos.
Se despertó y enseguida llamo a las auxiliares.
—Buenos días Pedro ¿Qué sucede?
—Hola, buenos días Matilde. Necesito una silla de ruedas y que me deis permiso para salir de la planta. A Ana le hacen hoy al mediodía una ecografía y me ha pedido que la acompañe —le comentó Pedro.
—Siempre me la lías ehhh!!! Pero eso está hecho y ahora mismo te la traigo —le contestó Matilde con voz de chismosa.
—Muchas gracias Mati, vales un valer —le respondió Pedro con un guiño incluido.
Enseguida se presentó Ana en la habitación, traía una bolsa llena de churros y dos vasos de chocolate caliente.
—¡Buenos días rey! ¿Qué tal noche has pasado? He traído algo para desayunar los dos juntos y algo de chocolate. Dicen que así se mueven más los bebes en las ecografías.
—¡Buenos días! Me costó dormirme, pero al final encontré el sueño. Muchas gracias por este pedazo de desayuno. ¿Y tú has descansado?
—Sí, hacia días que no dormía tantísimas horas —afirmó Ana mientras se sentaba en una orilla de la cama para desayunar.
Después de aquel espectacular desayuno, se hizo un poco el silencio, cuando Pedro miró a Ana y preguntó:
—¿Ya has pensado algún nombre para nuestro bebe?
—La verdad es que no me he parado a pensarlo, pero si fuese chica Laura no me disgusta, y si fuese chico el nombre de Martin me gusta mucho. ¿Y tú, has pensado alguno? —preguntó Ana.
—Yo ayer mientras me dormía pensé alguno que otro: Julia, Noa, Alma… Esos si fuese un chica y si fuese un chico: Álvaro, David, Darío… Pero esos que has dicho tú están muy bien.
Ya eran casi las doce y Ana llamo a un celador para que levantara a Pedro y los llevara a la sala de ecografías. Allí esperaron un rato en aquella salita de espera tan vieja, le llamaron un tiempo después.
Entraron a la sala y la verdad que los dos estaban muy nerviosos. Era una experiencia nueva y con todo lo que les había pasado se esperaban lo peor.
—¡Hola Ana! ¿Qué tal lo llevas después del susto? —le dijo la ginecóloga.
—La verdad que voy muchísimo mejor, en reposo y sin hacer grandes esfuerzos pero todo muy bien —dijo Ana, con la voz muy temblorosa.
—Tranquila Ana, no estés nerviosa todo saldrá bien. Túmbate en esta camilla y súbete un poco la camiseta —le dijo Teresa animándola un poco.
Mientras preparaba todo, Pedro y Ana se miraban con cara de preocupación. Deseaban oir que todo estaba yendo bien.
—Ana, te veo muy tensa, relájate —le dijo mientras untaba el ecógrafo con ese gel tan frio y se lo ponía en la tripa.
Empezó la exploración y a explicarles un poco, aunque no fueron muy extensas las explicaciones ya que Ana debido a su preparación entendía perfectamente lo que estaba viendo.
—Ana, como tu bien sabes y ves va todo muy bien, pero hay algo que no me cuadra, oigo como dos latidos.
Ana se quedó congelada, miró a la ginecóloga y le dijo con voz temblorosa:

—Dime que esto no es un sueño…

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