XXIV. Dime que no es un sueño…
Ana dejó su móvil en la
mesita de noche, no quería liarla más, no sabía realmente lo que estaba
pasando, ella misma se hacía muchas preguntas ¿será verdad que no es suya? ¿Por
qué ese secreto que tiene Patricia? No entendía nada, cuando las cosas iban
yendo un poco mejor siempre había algo que las entorpecía. Cuando de repente
golpearon la puerta.
— Hola Ana ¿se puede?
— Si pase, pase.
— Venia para decirte,
que todas las pruebas que te hemos ido haciendo estos días han salido fenomenal
y que mañana después de comer te podrás ir ya a tu casa, pero eso si Ana tienes
que guardar muchísimo reposo.
—Muchas gracias Teresa,
por lo menos una alegría me das en el día de hoy y tranquila hare todo el
reposo necesario para seguir adelante con este bebe que llevo dentro de mí —dijo
Ana mientras se le arrasaban los ojos y a la vez que tocaba su tripa.
—Aún te tengo que
decirte otra cosa: pasado mañana sobre las doce del mediodía te haremos una
ecografía de control y a ver si por fin podemos saber el sexo de ese bebe. Será
en la planta cuarta.
—Vale correcto, allí estaré.
Cuando salió la doctora
de la habitación, Ana rompió a llorar desconsoladamente, no sabía si era de
alegría o era porque estaba confundida. Esa carta le iba a volver loca y lo que
tampoco quería era perder la relación que tenia con Pedro porque era a la persona
que más quería, su novio y además el futuro papa de su bebe.
Se pegó bastante rato
llorando cuando de repente su móvil sonó, era un whatsapp de Patricia en el que
ponía:
Hola Ana, ya no aguanto más. Sé que esto podría afectar a tu
estado, aun estas débil. Simplemente quiero decirte que esta tarde me pasaré
por el hospital para aclararte todas esas dudas que tienes.
Te lo agradezco mucho. Aquí te espero.
A las horas Patricia
acudió a la habitación de Ana y le comenzó a contar lo poco que ella sabía.
—Mira Ana, antes de que
Ramón se marchase me llamó y me dijo que entregara este sobre. Tú me conoces
bien y sabes que esto que voy a hacer no es propio de mí, pero quería dártelo
en mano a ti antes de entregárselo a Olga. Pero en ese momento Teresa estaba
aquí y no pude hacerlo, me puse tan nerviosa que se me debió de caer del
bolsillo de la bata de trabajo —dijo Patricia con nerviosismo, casi no le salía
ni la voz.
—¡Pero que me estas
contado, te la dio Ramón! —tras unos segundos sin habla preguntó—. ¿Y por qué
como destinatario era Olga?
—Hasta aquí te puedo
contar. Yo no sé nada más y ya es tarde, me tengo que marchar.
—Muchas gracias
Patricia.
—Adiós Ana, me gustaría
que no se lo contaras a mucha gente. No me gustaría meterme en problemas y
menos con Ramón que ya sabes perfectamente como es.
—Tranquila Patricia, soy
una tumba.
¡Uiba! Que liada, no podía
creer Ana lo que le había contado Patricia, cuantísimo daño le estaba haciendo
Ramón.
Ana pensó que a la mañana
siguiente temprano, después de que a Pedro le dieran la rehabilitación iba a
subir para disculparse, explicarle lo sucedido y contarle todas las novedades
que le había dicho la ginecóloga.
Mientras Pedro seguía en
la habitación muy rayado, no paraba de darle vueltas al asunto. Tampoco sabía
lo que estaba pasando y le daba mucho miedo perder a Ana y al bebe. Fue tarde
pero consiguió dormirse, ya que a la mañana siguiente tenía un día duro con la
fisioterapeuta.
A la mañana siguiente
sobre las diez y media de la mañana Ana subió a la habitación. Estaba muy
nerviosa, no sabía cómo empezar la conversación.
Pedro en ese momento se quedó un poco traspuesto. Estaba muy
cansado ya que la fisioterapeuta le había metido mucha caña haciéndole diversos
ejercicios para su recuperación esa mañana.
Ana entró en la
habitación muy sigilosa, pero al oír la puerta cerrarse Pedro se despertó
sobresaltado.
—¿Qué ocurre Ana? ¿Qué
haces aquí? ¿Cómo te han dejado subir? —preguntó Pedro algo asustado.
—No, no ocurre nada. Vengo
para disculparme por el whatsapp que te envié, me confundí. Yo vi una carta en
el suelo y como tú habías estado allí ese día, pensé que se te había caído a
ti.
—Pero no entiendo el por
qué de esa tercera oportunidad que pusiste. ¿Leíste algo de esa carta? ¿Sabes
de quién era?
—Realmente no tengo ni
idea de quién era, ni siquiera ponía nada en el sobre y ni la leí. La rompí en
mil pedacitos y la tire por la ventana. Lo siento Pedro, fue un impulso de
celos, te quiero demasiado —dijo Ana colándole a Pedro una de las suyas.
Pedro no se quedaba muy
conforme con lo que le decía Ana, pero le podía el amor que tenia hacia ella.
La miró a los ojos y le dijo.
—Te perdono. Pero espero
que no se vuelva a repetir, he pasado unos días…
—Muchas gracias Pedro.
Ana se acercó a la cama y le dio un beso de esos tan
tiernos que hacía días que no se lo regalaba. Seguidamente lo miró fijamente y
le dijo.
—Ahora tengo otra
noticia que darte.
—Ana, me estas asustando
—dijo Pedro muy preocupado.
—Calma Pedro, no ocurre
nada. Traigo buenas noticias —contestó Ana sacando una sonrisa que no le cabía
en la cara—. Venía para decirte también que esta tarde después de comer me dan el alta. Me han dicho que tengo que
estar un poquito de reposo, que lo que llevo es un hematoma interno, pero todo
va muy bien. También me ha dicho que mañana a las doce del mediodía me hacen la
ecografía de las veinte semanas para ver
el sexo de nuestro bebe y me gustaría que estuvieses allí conmigo —le dijo Ana
muy ilusionada.
—Por supuesto cielo —afirmó
Pedro sin pensárselo dos veces —pero me vienes a buscar aquí. Hablaré mañana
temprano con las enfermeras para que me dejen una silla de ruedas preparada y
me den su consentimiento, pero no creo que me pongan ningún inconveniente.
—Ahora me tengo que ir,
tengo que comer y prepararme las cosas para marcharme a casa, pero juro que
mañana temprano estaré aquí —dijo Ana.
Se despidieron con un
tierno beso y antes de salir por la puerta Ana se giró y le dijo a Pedro:
—Te quiero cielo.
—Y yo a ti cosita —contestó
Pedro.
Pedro se quedó la mar de
contento, por fin las cosas estaban yendo medianamente bien. Mañana le iban a
decir si esa cosita que llevaba Ana en su tripita iba ser niño o niña. Aunque
la verdad que a él le daba bastante igual, simplemente quería que todo fuese
genial, ya que últimamente parecía que les había mirado un tuerto.
Ana tenía todo preparado
para irse, tenía hasta el taxi esperando en la puerta del hospital pero antes
de marchar fue al control para despedirse y agradecerles a todo el equipo de
médicos, enfermeras y auxiliares el trato recibido.
Al llegar a casa abrió
la puerta y ya se respiraba tranquilidad, todo lo que había pasado esa semana
parecía una pesadilla. Se tumbó en su sofá de piel blanca, que tenía en su
amplio y bonito salón, apago su móvil
para que nadie la molestara y se echó una larga siesta. Necesitaba descansar y
desconectar de tantas explicaciones dadas esos días.
Ya eran casi las seis de
tarde cuando despertó de la siesta. Fue a la cocina y se tomó un buen vaso de
café con leche con dos magdalenas, esto del embarazo le estaba dando por comer
como una cerda. Cogió el móvil y lo encendió, tecleo el número de Pedro y se
pegó horas hablando con él. Cuando colgó el timbre de la puerta sonó.
—¿Quién es? —pregunto
Ana.
—Soy yo hija mía, la
señora María.
Ana abrió la puerta y le
hizo pasar.
—Pase pase —le dijo.
—No, no quiero molestar,
pero cariño me tenías muy preocupada. ¿Qué te ha pasado? Hace muchos días que
no se te ve el pelo —le pregunto la señora María muy preocupada.
—Si yo le contara... es
una historia muy larga, pero le hare un pequeño resumen. Estoy embarazada de
veinte semanas más o menos y he tenido una pequeña perdida y me han ingresado para controlármelo, pero ya estoy
mejor. Tengo que guardar un poco de reposo y ya está —le contó Ana muy
resumidamente.
—Pues ya sabes Anita, me
tienes aquí para lo que necesites. Si quieres que por las mañanas venga a
echarte una mano a limpiar… Y ni hablar, de las comidas y las cenas tranquila “hijica”
que te las pasare yo todos los días que lo necesites —le dijo la señora María.
—Muchas gracias señora
María, en este momento se lo agradezco mucho, pero no creo que haga falta de
verdad —le contestó Ana muy agradecida.
—Ya sabes Ana, para lo que
necesites. Yo como si fuese tu abuela —le dijo antes de irse.
—Adiós y muchas gracias
otra vez —contestó Ana.
—Adiós hija mía, a pasar
buena noche y ante todo descansa —se despidió la señora María.
Ana se preparó un
bocadillo de jamón serrano con tomate, que era de las pocas cosas que le
quedaba en la nevera, ya que el día que le sucedió lo del “secuestro” tenia previsto ir a comprar. Seguidamente se acostó
y se puso el despertador para no perderse la importante cita de mañana. Estaba agotada
y enseguida se quedó dormida.
Mientras Pedro seguía emocionado,
por primera vez iba a ver a su bebe en vivo y
en directo. Tras muchas vueltas en esa cama tan incómoda, se quedó
dormido.
Eran las nueve de la
mañana. Por la ventana de esa habitación entraba un sol que aplanaba, se oía el
cantar de los pajaritos, hoy iba a
ser un día muy grande para los dos.
Se despertó y enseguida
llamo a las auxiliares.
—Buenos días Pedro ¿Qué
sucede?
—Hola, buenos días
Matilde. Necesito una silla de ruedas y que me deis permiso para salir de la
planta. A Ana le hacen hoy al mediodía una ecografía y me ha pedido que la
acompañe —le comentó Pedro.
—Siempre me la lías
ehhh!!! Pero eso está hecho y ahora mismo te la traigo —le contestó Matilde con
voz de chismosa.
—Muchas gracias Mati,
vales un valer —le respondió Pedro con un guiño incluido.
Enseguida se presentó
Ana en la habitación, traía una bolsa llena de churros y dos vasos de chocolate
caliente.
—¡Buenos días rey! ¿Qué
tal noche has pasado? He traído algo para desayunar los dos juntos y algo de
chocolate. Dicen que así se mueven más los bebes en las ecografías.
—¡Buenos días! Me costó
dormirme, pero al final encontré el sueño. Muchas gracias por este pedazo de desayuno.
¿Y tú has descansado?
—Sí, hacia días que no
dormía tantísimas horas —afirmó Ana mientras se sentaba en una orilla de la
cama para desayunar.
Después de aquel
espectacular desayuno, se hizo un poco el silencio, cuando Pedro miró a Ana y
preguntó:
—¿Ya has pensado algún
nombre para nuestro bebe?
—La verdad es que no me he
parado a pensarlo, pero si fuese chica Laura no me disgusta, y si fuese chico
el nombre de Martin me gusta mucho. ¿Y tú, has pensado alguno? —preguntó Ana.
—Yo ayer mientras me
dormía pensé alguno que otro: Julia, Noa, Alma… Esos si fuese un chica y si
fuese un chico: Álvaro, David, Darío… Pero esos que has dicho tú están muy
bien.
Ya eran casi las doce y
Ana llamo a un celador para que levantara a Pedro y los llevara a la sala de
ecografías. Allí esperaron un rato en aquella salita de espera tan vieja, le
llamaron un tiempo después.
Entraron a la sala y la
verdad que los dos estaban muy nerviosos. Era una experiencia nueva y con todo
lo que les había pasado se esperaban lo peor.
—¡Hola Ana! ¿Qué tal lo
llevas después del susto? —le dijo la ginecóloga.
—La verdad que voy
muchísimo mejor, en reposo y sin hacer grandes esfuerzos pero todo muy bien —dijo
Ana, con la voz muy temblorosa.
—Tranquila Ana, no estés
nerviosa todo saldrá bien. Túmbate en esta camilla y súbete un poco la camiseta
—le dijo Teresa animándola un poco.
Mientras preparaba todo,
Pedro y Ana se miraban con cara de preocupación. Deseaban oir que todo estaba
yendo bien.
—Ana, te veo muy tensa,
relájate —le dijo mientras untaba el ecógrafo con ese gel tan frio y se lo
ponía en la tripa.
Empezó la exploración y a
explicarles un poco, aunque no fueron muy extensas las explicaciones ya que Ana
debido a su preparación entendía perfectamente lo que estaba viendo.
—Ana, como tu bien sabes
y ves va todo muy bien, pero hay algo que no me cuadra, oigo como dos latidos.
—Dime que esto no es un
sueño…
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