lunes, 6 de enero de 2014

Nuestra historia. Capítulo I: ¿Te has follado a Olga?

A continuación el tan esperado primer capítulo de esta novela plural. Lo he titulado así porque es como arranca la narración y es revelador del desarrollo de la trama. Espero que disfrutéis con su lectura tanto como yo lo he hecho escribiéndola. Añado una sección específica en el blog. Podéis leerlo en la sección "Nuestra historia."
Ya comentaréis que os parece. Busco escritores para los próximos capítulos. Si te interesa y te crees capacitado no dudes en ponerte en contacto conmigo a través del correo electrónico. El segundo capítulo ya está en marcha.
Besos.



I.      ¿Te has follado a Olga?

-¿Te has follado a Olga?
Un silencio prolongado me permitió continuar durmiendo.
-Te la has follado, ¿verdad?-Ana deambulaba desesperada por la habitación.- ¡Te la has follado, cabrón!
 No sabía muy bien lo que estaba pasando pero parecía ser grave. Tenía tal resaca que no podía ni abrir los ojos. La cabeza me iba a estallar y Ana no paraba de gritar.
-Eres gilipollas. ¡Hijo de puta!-Yo no podía abrir mis ojos y los suyos estaban tan abiertos que se le iban a salir de las órbitas.- ¿Cómo puedes hacerme esto después de todo lo que hemos pasado juntos?
No era la mejor manera de comenzar el año. Quería poder decirle algo pero no sabía el qué. Como soy un gañán, perezoso, vago y muy oportuno en mis comentarios, no se me ocurrió nada mas apropiado. -¡Feliz Año Nuevo, cariño!
-Lárgate de mi casa.- Esta vez no me gritó, lo dijo como si se sintiese derrotada, abatida. Incapaz de luchar más por nuestra historia. Ella ya no podía hacerlo y sentía que yo no quería.- No quiero volver a verte nunca mas.
Cerró la puerta de la habitación lentamente. En el salón se oyeron unos casi imperceptibles ruidos y finalmente me llegó el tintineo de las llaves al recogerlas del vacíabolsillos colocado en el recibidor de la entrada. Seguidamente oí cerrarse la puerta principal del apartamento y allí me quedé. En pelotas sobre la cama, pensando en qué estaba pasando.
Tres horas más tarde volví a abrir los ojos. Estaba helado. Un poco mareado y mi estómago se había convertido en un ascensor. Una de esas arcadas me arrancó de la cama. Corrí a vomitar al baño. Tiritaba y la cabeza me iba a explotar. A duras penas me metí en la ducha. Después me lave los dientes. Maldito whisky. Todo me sabía a whisky. Respiraba whisky.
Lo siguiente fue ir hasta la cocina y buscar desesperado un ibuprofeno y Almax. Vale, ahora es cuestión de esperar a que haga efecto. Enseguida estaré listo. Listo ¿para qué? Ana se había marchado. Ni rastro de ella en el apartamento. ¡Vamos gañan, busca tu móvil y llámala! Salgo al salón. Tropiezo con mi butacón de ver las pelis. Encuentro el teléfono sobre la mesita. La llamo. Un tono, dos tonos, tres tonos, quince tonos. ¡Nada!
Piensa, piensa, pringado.
Un whatsapp. Me la camelo y caerá rota en mis brazos de nuevo. Eres un genio, ¡campeón! Compruebo si tengo alguna llamada, sms, mensaje de voz, Twitter, Facebook, Google+, nada. Anda… un whatsapp. ¡Es de Olga!. Leo: “Joder Pedro, eres un fiera. Me dejaste desecha anoche. Me escuece hasta el kiwi. Cuando quieras repetimos. Mándame el video de anoche que sigo cachondísima.” Rematado por tres emoticonos de besos.
¡Para flipar! Seguro que Ana lo ha visto. Claro que lo ha visto. Me marcaba como mensaje leído. Lo ha tenido que ver. Seguro. Y esta tía que decía de un vídeo…. Busco en galería. Efectivamente, ahí está. Lo abro.
No podía dar crédito a lo que estaba viendo. Es la habitación de mi piso. Mi habitación. Estoy grabando a Olga desnudándose. Yo ya estoy en pelotas y con una erección de caballo. Me tumbo en la cama. Ella viene lentamente de rodillas hacia mi y comienza a lamer todo mi cuerpo. ¡Diósssss! Después dejo el móvil en una posición fija y durante casi media hora estamos dándole al tema de todas las posturas posibles. ¿Cuándo ha pasado esto?
Si Ana lo ha visto se acabó. Pero que tonterías pienso. Se ha acabado seguro. Lo ha visto.
Cuando me recupero del shock de mi momento de estrella del porno vuelvo a la habitación. Abro la ventana y la noche del día de Año Nuevo esta cayendo sobre la ciudad. El frío se cuela en la alcoba. Lo agradezco. Me espabila. Hago la cama. Me visto y recojo mis cosas desperdigadas por la mesita de noche: reloj, cadena, pulsera, anillo y cartera. En ese momento me doy cuenta de que todas ellas me las había regalado Ana. Siempre me regala cosas, muchas cosas. Prácticamente me viste ella. Yo soy un desastre para combinar. Nunca he tenido que hacerlo. Pasé de que me vistiera mi madre a que lo hiciera ella. Llevamos juntos desde el instituto. Y esta noche….
Una vez que ya estaba listo volví a llamarla. Pero con idéntico resultado. Ella me había dicho que me fuera de su casa. Yo no quería hacerlo, quería esperarla. Aunque realmente me daba un miedo atroz pensar en qué decir si ella volvía y yo todavía estaba allí. Habían pasado tres horas desde que Ana se marchó. Era tiempo más que suficiente para haberme largado. Así que cogí mi chaqueta de cuero, me calcé mis botines negros y salí del apartamento.
De camino a mi piso fui repasando mentalmente todos los momentos del día anterior. Quedamos a media tarde con Olga, Ramón, Rafa y Patricia. Todos ellos solteros, aunque con varias relaciones esporádicas de poca duración entre ellos. Estaban muy bien así. Eran mejores como amigos que como pareja. Y todos ellos compañeros de trabajo de Ana en el hospital. Olga sin duda era su mejor amiga, compañera de sección (traumatóloga) y se conocían desde el colegio. Ramón y Rafa eran celadores y los conocían del trabajo por el gran don de gentes de ambos. No pasaba nada en el hospital que ellos no supieran. Todo el mundo allí los conocía y los apreciaba. Patricia fue la última en incorporarse al grupo. Trabajaba en la limpieza y la conocimos de la mano de Ramón. Estuvieron saliendo tres meses. Lo dejaron, pero ella siempre será de nuestro grupo porque es una chica genial. Solemos juntarnos muchas tardes en un bar del barrio. No me imagino la próxima cita.
Hice un alto en el camino y entré a un bar para tomarme un café. La resaca mejoraba por momentos, pero necesitaba cafeína. Recordaba haber quedado con el grupo sobre las cinco de la tarde. Todos muy guapos para la ocasión. Cenábamos en un gran cotillón organizado por uno de los mas prestigiosos restaurantes de la ciudad. Antes tomamos unas cervezas, y algún que otro vino con unas tapas, en los bares del centro. Luego llegamos al complejo hostelero donde se celebraba el evento. Eso lo recuerdo muy bien. Risas en la cena. Brindis. Ramón insinuó que para cuando un brindis de boda… Después las campanadas, con Rafa colgado de mi cuello. No tolera el alcohol, el pobre. Muchos besos después de las campanadas. Gran velada de bailes. Los seis lo dimos todo. Y también en la barra libre. Y después….
Realmente no conseguía recordar lo ocurrido. Pero el vídeo era bastante contundente. Decidí llamar a Rafa para ver que me contaba.
-Rafa, ¿Qué haces, tío?
-¡Hombre Pedro!-su voz sonaba a ultratumba- ¿Cómo estás colega?- tos- Yo…-toses, muchas toses- ¡Fatal! Patricia me metió en un taxi y me envió a casa, por lo visto. No sé ni como llegué a casa. ¡Dios que noche! ¡Tenemos que repetirlo!- toses.
-Si, si. Fue memorable.- ¡Como para repetirla! Estaba claro que no sabía nada.- Bueno, te dejo. Cuídate hombre.
Colgué el teléfono. La conversación había sido totalmente infructuosa. Pagué el café, me coloqué el gorrito y salí a la calle. Pensé en Ana. ¿Dónde estaría? Y le mande un mensaje: “Ya me he marchado. Vuelve a tu apartamento cuando quieras. Te quiero.”
Ya eran las ocho de la tarde del día de Año Nuevo mas extraño de mi vida. Seguí caminando. Estaba a escasos veinte minutos a paso ligero de mi piso. Hoy me costaría algo mas. Pensé entonces en Patricia. Era la persona mas sensata del grupo sin lugar a dudas. Marco su número.
-Hola bonita, ¿Cómo estás?-no sabía muy bien como preguntar.- ¡Feliz Año Nuevo!
-Hola Peter.-Siempre me llamaba así- ¿Cómo va tu resaca? ¿Menuda nochecita?
-Buenooo, he estado mejor.-Dime algo, dime algo.- ¿Y tú?
-Bastante bien. Una vez que metí en el taxi a Rafa y Ana y Ramón se fueron para el hospital, me fui para casa. Allí os quedasteis Olga y tú. ¿Qué tal acabasteis la noche?
-Bueno, bien. Ya sabes, lo normal.- Ni idea de lo que me está contando.- Pero…-alargando la frase para ganar mas tiempo como boxeador que se agarra a su rival-. ¿Ana y Ramón tenían guardia hoy?
-¡Que va…! Fueron a curarle las heridas al bravucón de Ramón
-Se cayó por los suelos a causa del alcohol, ¿no?-vamos, cuéntame algo más. 
-Joder Peter. ¿Tu estuviste anoche con nosotros?-estaba claro que sí aunque desearía haberme quedado en casa viendo un clásico de Hitchcock.- Unos impresentables estaban metiéndose con Olga, que por cierto, iba cachondísima, y Ramón fue a defenderla. Se lió muy gorda. Nos sacaron los de seguridad y la pelea continuó en la calle. Le pusieron buena cara al pobre. Ana lo llevo al hospital para curarle las heridas y cursar la denuncia correspondiente en comisaría.
- Y yo, mientras. ¿Dónde estaba?-no daba crédito.
- Ibas tan crujido que de un empujón te estamparon contra una de las mesas del hall del restaurante. Olga se quedó contigo y prometió llevarte a casa.
-Ahhhh-pues si que fue movidita la noche-ahora lo recuerdo.
-No te acuerdas, verdad Peter.
-Ni zorra idea-me sinceré.
Cuando nos despedimos y se terminó la conversación telefónica, llegué al portal de mi bloque. Subí las escaleras de la entradilla y llegué al principal. Abrí lentamente la puerta, como si tuviera miedo por lo que me pudiera encontrar. La primera sensación fue un fuerte olor a tabaco, apestaba a tabaco. Alguien había estado fumando allí. Del grupo solo fumaba Olga. Encendí la luz y llegué al salón. Encontré unos cuantos atuendos típicos de Nochevieja esparcidos por el sofá. En la mesita del salón había dos botellas, una de tequila y la otra de Bourbon. Junto a ellas dos vasitos de chupito volcados y restos de colillas en un cenicero. Había acabado aquí. Avancé hasta mi habitación. La cama estaba desecha.
Recogí el piso, lo ventilé y decidí llamar al bueno de Ramón.
-¿Cómo estás, chaval?
-Bueno, un poco dolorido.
-Si es que siempre has sido un “milhombres”-bromeé- ¿Necesitas algo?
-No, nada. Tranquilo amigo.
-¿Puedo pasar a verte?-necesitaba estar con alguien.
-No es un buen momento, mañana trabajo de turno de mañana y me levanto pronto.-aprecié un ligero tono de duda en su voz.
-¿Ocurre algo Ramón?- claramente era una escusa muy pobre para mí.
-Ana está aquí, tío- ahora su voz se torno triste.
-¡Pásamela!, ¿Cómo está?
-No quiere hablar contigo, dale su tiempo Pedro.
-OK OK. De acuerdo. Bueno, dale un beso de mi parte. Y tú cuídate ese careto.
                Ana estaba allí. Estuve un rato tirado en el sofá. Recopilando toda la información. Ya había hablado con casi todos ellos. Solo me faltaba una persona. Ella tenía la clave de todo lo ocurrido. Olga. La gran amiga de Ana. Mi gran amiga. Ellas se conocían desde el colegio y yo las conocía a ambas desde el instituto. Siempre juntas. Siempre juntos. Tienen 30 años. Yo uno más. Es una mujer preciosa, con unos ojos enormes, grandes pestañas y los labios carnosos mas fascinantes que he conocido. Es la típica mujer que impresiona a los tíos. Yo nunca me había sentido impresionado por ella. Atraído si, es una mujer fascinante, pero la conozco desde hace tanto tiempo que es mas fuerte el cariño con la que la veo que su potente atractivo físico. Solo me faltaba ella. Tenía que llamarla. Pero en este momento me faltaba coraje. Así que respiré hondo, cogí uno de los vasos de chupito y me encaje dos bourbons seguidos. Atravesaron mi garganta y esófago como una lengua de fuego. Noté como llegaban hasta mi estómago. Solté un quejido al aire por la potencia del alcohol y tomé el móvil.
Llamo a Olga.


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