Otro nuevo relato perteneciente a Colección Cupido 2015 nos llega hoy de la mano de Victoria Andreu Fauquet. Nuestra amiga repite experiencia tras su participación en la edición pasada, y lo celebramos ya que nos encanta contar con ella y con su extraordinaria forma de contar historias románticas. En esta ocasión un triángulo amoroso centrará la trama, con la eterna amistad de los protagonistas como trasfondo. Deseosos de emprender la lectura del relato de esta edición que os ofrecemos a continuación, os dejamos con la misma, esperando que paséis un buen rato. Permaneced atentos porque en muy poquitos días abrimos el plazo de reserva de ejemplares, en los que estará incluido este texto, y anunciaremos más novedades.
Besetes a tod@s. Nos leemos.
Besetes a tod@s. Nos leemos.
LUCES Y SOMBRAS O COMO ENCONTRAR EL SENTIDO DE LA VIDA
¡¡¡Riiing!!! ¡¡¡Riiing!!!
El sonido del teléfono le devolvió a la realidad, se
había quedado medio dormido leyendo el último libro que había caído en sus
manos.
—Dígame, ¿con quién hablo?
—Hola Mariano, soy Raquel. ¿Qué tal estás?
—¡Raquel! -exclamó Mariano. «Pero si estaba en
Argentina trabajando…», pensó.
—Te extrañará mi llamada —continuó Raquel—, pero es
que me encuentro en Madrid por motivos de trabajo y me encantaría verte, si es
posible. Me quedaré unos quince días, me gustaría mucho quedar contigo y
charlar un rato, si te parece podríamos quedar algún día de esta semana a cenar
y así nos ponemos al corriente de nuestras vidas, hace tanto tiempo que no
conversamos largo y tendido…
—Pues me dejas sorprendido Raquel, eres la última
persona en quien pensaba cuando he descolgado el teléfono. Caramba, si casi me
parece increíble estar hablando contigo... Te fuiste sin despedirte la última
vez que nos vimos.
—Lo sé Mariano, no me porté muy bien, pero cuando me
destinaron a Buenos Aires se me cayó el mundo encima. Lo último que quería era
marcharme tan lejos y…, mi vida estaba muy complicada en aquellos momentos.
Como muy bien sabes, tras mi separación de Andrés y los problemas subsiguientes
me sentí como si estuviese en un callejón sin salida. Ahora me encuentro muy
centrada, mi trabajo en Buenos Aires me resulta muy atractivo, y lo de Andrés…,
bueno, pues ya pasó y lo he superado.
Mariano y Raquel se habían conocido hacía diez años,
cuando ambos trabajaban de camareros en un bar próximo al teatro donde hacían
sus prácticas de Bellas Artes, realizando los decorados para las obras que se
estrenaban cada mes. Enseguida hicieron buenas migas y se convirtieron en
buenos amigos y confidentes, tenían muchas cosas en común y enfocaban la vida
de una forma muy similar. El hecho de coincidir en el bar y en el teatro les
hacía estar juntos la mayor parte del tiempo, y al convertirse en amigos
también compartían las horas libres cuando quedaban para tomarse unas cañas o
para visitar museos, algo que a ambos les fascinaba. Durante los seis meses de
prácticas fueron inseparables, tanto es así que la mayoría de sus amigos
pensaron que había algo más que amistad entre ellos, a pesar de que ambos les
insistían en lo contrario; le había resultado tan fácil a Mariano relacionarse
con Raquel…; nunca antes había conseguido entablar una amistad tan estrecha con
alguien, y a ella le había pasado lo mismo, parecían almas gemelas.
Las cosas cambiaron cuando Raquel conoció a Andrés y
se enamoró perdidamente de él. Andrés
era un tipo oscuro que a Mariano le cayó mal desde el primer momento que lo
vio. Nunca le gustó, y aunque no sabía explicar el porqué, el transcurso del
tiempo le dio la razón, se portó realmente mal con Raquel. Era un hombre muy
atractivo y con mucho éxito personal y profesional, era modelo de profesión y
le llovían las ofertas de trabajo, porque además de su extraordinario físico
(fuera de toda duda), era un gran profesional, pero personalmente era engreído
y petulante hasta aburrir. Mariano no podía aguantar su presencia más de quince
minutos, era una reacción visceral la que se le producía a partir del minuto
dieciseis: le faltaba aire para respirar y tenía que salir al exterior para
poder tomar oxígeno. Cuando no pudo más y se lo confesó a Raquel una brecha se
abrió en su estrecha amistad.
Por aquel entonces ya estaban terminando las
prácticas, apenas quedaban unos días para concluir su proyecto de fin de
carrera. Raquel había decidido irse a compartir su vida con Andrés y dejó el
pequeño apartamento para instalarse en
el lujoso piso que el tenía en uno de los barrios más exclusivos de la
ciudad. Mariano siempre pensó que fue eso más que otra cosa lo que había cegado
a Raquel, en el fondo a ella le encantaba ese mundo fascinante en el que se
movía Andrés. Mariano sufría con estos pensamientos sobre su adorada amiga,
aunque sabía que estaba en lo cierto. El hecho de que Mariano no hiciese buenas
migas con Andrés terminó por separarles, a pesar de que se encontraban muy a
gusto cuando estaban juntos.
Desde que Raquel y Andrés empezaron a vivir juntos,
Raquel cambió de aficiones. Comenzó a disfrutar más de la noche que del día,
prefería salir a fiestas en las que Andrés era la estrella. Vivía en un mundo
de fantasía, entre alfombras rojas y fotografías de las revistas del corazón,
perdió su intimidad y comenzó a aparecer en las primeras páginas de la prensa
amarilla. Se dejó envolver en ese ambiente absorbente y asfixiante del papel
couché, y sufrió una transformación que Mariano no lograba comprender.
Mariano y Raquel empezaron a distanciarse a medida que
Andrés iba tomando más protagonismo en la vida de Raquel. El caso es que
tampoco Andrés le dedicaba mucho tiempo a ella, pero Raquel dedicaba todo su
tiempo y energías a aquella relación recién estrenada.
Comenzó a hacer la vida que él llevaba y a dejar sus
proyectos profesionales, aficiones y toda su vida en un segundo plano, sin
darse cuenta cayó en un torbellino que la iba arrastrando a ninguna parte.
También perdió el contacto con el resto de sus amigos y dejó de trabajar en el
bar, ya que al terminar el proyecto, Andrés consiguió, a través de un amigo,
que Raquel empezase a trabajar en una galería de arte del centro. En un
principio el trabajo era lo que Raquel había deseado siempre: una galería de
arte, en la que ella pudiese organizar exposiciones y elegir artistas
nacionales poco conocidos para promocionar sus incipientes carreras
profesionales. Había tanto desconocido con capacidades que no tenían ninguna
oportunidad….
Desde que empezó la carrera esa era una de las salidas
que había ido madurando en su cabeza con gran ilusión. La realidad fue bien
distinta, en realidad sólo querían un florero que abriese y cerrase la galería
cada día y poco más, no se le permitía elegir a los artistas que expondrían su
obra, tampoco se le permitía elegir las piezas que serían expuestas; en fin,
que el trabajo de Raquel se limitaba a abrir y cerrar, eso sí, su presencia
tenía que ser impecable, tenía que vestir y actuar de acuerdo a lo que se
esperaba de ella: “un florero”.
Mariano echaba de menos a la amiga con la que había
compartido tantos ratos agradables de trabajo, tanto en sus jornadas en el bar,
como cuando preparaban los escenarios en el teatro para la siguiente obra que
se iba a estrenar; nunca faltaban al estreno, y comentaban después todos los
pormenores del mismo. Mariano veía en Raquel a una mujer con un gran talento y
sensibilidad, estaba convencido de que si decidía dedicarse a cualquiera de las
bellas artes sería capaz de hacerse un hueco en ese difícil mundo.
Así fue como sus vidas empezaron a discurrir por
distintos caminos por primera vez. Mariano siguió en el bar de camarero unos
meses más, hasta que le contrataron en el teatro para realizar los decorados.
Estaban muy contentos con su trabajo, era realmente bueno y además cumplía
siempre los plazos, y aunque siempre tenían estudiantes en prácticas, el teatro
valoró su trabajo y así fue como se quedó definitivamente en el teatro con dos
o tres estudiantes en prácticas a los que dirigía. Cuando su trabajo en el
teatro empezó a requerir de toda su dedicación dejó el bar, muy a su pesar,
pues había entablado una muy buena relación con el dueño y con la clientela.
Mariano tenía un carácter afable y era muy atento, disfrutaba escuchando y
siempre tenía una palabra amable o la solución a un problema.
Raquel se instaló en otro mundo. Vivía en una zona
exclusiva, muy cerca de donde estaba la galería y raramente se le veía por la
zona que antaño fuese su mundo. Muy de vez en cuando acudía a un estreno, de
hecho en los siguientes meses Mariano apenas la vio. A veces la llamaba cuando
había alguna exposición, con la esperanza de conseguir que le acompañase, pero
la respuesta siempre era la misma:
—Me encantaría Mariano, pero hoy me resulta imposible,
tengo una cena, o tengo que cerrar la galería más tarde, o vienen amigos de
Andrés a casa a cenar; y así una larga lista de excusas.
—No te preocupes Raquel, otro día será —era siempre la
respuesta de Mariano—, llámame algún día cariño.
—Descuida, lo haré.
Pero la llamada de Raquel nunca se producía. Mariano
la echaba de menos, pero sobre todo, se sentía preocupado porque estaba
convencido de que esa vida no llenaba a Raquel en absoluto y que todo lo hacía
porque era lo que deseaba Andrés.
Así transcurrió mucho tiempo y Mariano perdió la
esperanza de que su amistad volviese a ser lo que había sido. Hasta que un día
llegó la llamada de Raquel.
—Hola Mariano, soy Raquel, ¿te pillo en buen momento?
Necesito un hombro sobre el que llorar... Pensarás que soy una egoísta, y
tienes razón, pero me encuentro muy sola y me gustaría hablar contigo. Me haces
tanto bien...
—¡Raquel! ¡Qué sorpresa tan agradable! Yo también te
echo de menos. Me pillas de casualidad, en este momento salía de casa, pensaba
ir al cine a ver una película que me han recomendado. Si quieres te recojo y
vamos juntos y después cenamos mientras la comentamos; o si lo prefieres lo
dejo para otro día y vamos ahora a cenar.
—Preferiría dejarlo para otro día, no me encuentro con
ánimos de meterme en un cine ahora.
—Pero, ¿qué te pasa?
—Andrés se ha ido de casa. Me ha dicho que hoy
necesitaba “desconectar de mi”, que se iba a cenar con una compañera de trabajo
y que no vendría a dormir. Me he quedado helada. Hacía tiempo que sospechaba
que tenía algo más que una relación de trabajo con esta chica, pero me parece
el colmo de la desfachatez que me lo diga con todo el descaro del mundo y que
pretenda que no le monte una escena. Porque eso si que me lo ha dicho: “espero
que te comportes civilizadamente”.
»No se si he perdido el norte Mariano, o es que no lo
he tenido nunca, pero me he quedado tan atónita que no he sido capaz de decir
ni una palabra, únicamente me ha salido un hilo de voz para decirle:
»Ah, vale, que te diviertas, quizá yo también salga a
cenar.
»Creo que ni me ha oído, porque mientras yo seguía
hablando se cerraba la puerta de casa a mis espaldas. Y cuando me he girado
Andrés ya no estaba.
—No te preocupes cariño, ahora mismo voy a buscarte y
cenamos por ahí, o damos un paseo o lo que quieras.
—Gracias Mariano, no sabes cuanto me consuela oírte
decir eso y cuanto me alegra que estés siempre dispuesto a escucharme.
—Pues te recojo en tu casa en media hora, que será lo
que me cuesta llegar con la moto, te hago una perdida cuando esté abajo y así
no tengo ni que aparcar. ¿Te parece bien?
—Pues claro que sí, pero estaré abajo cuando llegues,
necesito salir de esta casa que me está ahogando.
Tal y como habían quedado y puntualmente se presentó
Mariano en el portal de la casa que Raquel compartía con Andrés y allí estaba
ella, no tenía buen aspecto, no sólo había perdido peso, sino que también se
traslucía en su cara una angustia que le había endurecido sus dulces facciones.
—Hola Mariano, cuanto me alegro de verte —dijo Raquel
mientras su rostro se iluminaba.
—Hola Raquel, no te puedo decir que te veo como
siempre, mentiría y tú me lo reprocharías. Veo que has perdido peso, y no
tienes buena cara…
—¡Qué bien me conoces cariño! Tú en cambio tienes un
aspecto estupendo, se ve que te trata bien la vida. ¿Cómo te va por el teatro?
Ya se que haces un trabajo admirable, el otro día estuve por allí y me acerqué,
pero acababas de marcharte, me lo dijo una tal Marta, que esta de prácticas, te
puso por las nubes, se le nota de lejos que esta enamorada de ti, casi sentí
celos de ella…
—No seas boba —contestó entre risas—. ¡Sabes que en mi
vida no existe más mujer que tú Raquel!
»Bueno, ¿dónde te apetece ir? Yo había pensado ir al
restaurante japonés que tanto te gusta y en el que tan buenos ratos hemos
pasado, ¿te parece bien?
—Me parece genial. Hace mucho tiempo que no voy allí,
a Andrés no le gusta y…
Raquel se quedó callada sin terminar la frase y
Mariano no pudo reprimir hacerlo por ella.
—Claro, y como al “modelo de virtudes” no le gusta,
pues no vais nunca. ¿A cuantas cosas más piensas renunciar por él? Perdona
Raquel no he podido evitarlo, pero ya que estoy en ello te diré que no te
merece. No te digo nada que no sepas, sabes como pienso desde el principio de
vuestra relación.
—Bueno, vamos al japonés y allí hablaremos como en
nuestros mejores tiempos.
Mariano le acercó un casco a Raquel y una vez que se
lo puso, arrancó en dirección al restaurante. Cuando llegaron, pidieron un menú
para compartir y empezaron a hablar como si no hubiese pasado el tiempo. Raquel
quería saber todo lo que había hecho Mariano desde la última vez que se habían
visto y le escuchaba atentamente mientras él le contaba con lujo de detalles
sus proyectos presentes y futuros, lo contento que se encontraba en su trabajo
y la buena relación que tenía con los compañeros. También le contó que tenía
previsto cambiarse de casa, puesto que el apartamento en el que vivía se le
había quedado un poco pequeño y había encontrado otro en la misma zona que
acababa de dejar un amigo y que era precisamente lo que estaba buscando, tenía
previsto mudarse en pocos días.
Raquel le escuchaba ensimismada, como si no hubiese
pasado el tiempo, interesada por todos los proyectos y por los pequeños
detalles. Le miraba con sus ojos de siempre, que dejaban entrever la gran
admiración que sentía por su gran amigo.
Cuando Mariano terminó de hablar, se quedo callado
unos segundos y entonces le preguntó:
—Bueno, ¿y tú qué? Que estamos aquí por ti, y he
monopolizado el uso de la palabra desde que hemos llegado. Cuéntame de tu vida,
¡qué no sé nada de ti desde hace siglos!
Raquel le miró a los ojos y sin poderlo evitar empezó
a llorar, no de forma explosiva, no, sino lentamente. Sus ojos se llenaron de
lágrimas que iban bajando por sus mejillas y se perdían al desprenderse de su
rostro. Necesitó casi diez minutos para alejar de si aquel desasosiego, pero
cuando se tranquilizó empezó a hablar y a explicarle a su amigo el motivo de su
amargura y que no era otro que el haber descubierto que Andrés no era lo que ella
había imaginado, lo ciega que había estado y como se había equivocado; que solo
era una fachada bonita rodeada de cosas bonitas, era egoísta y carecía de
sentimientos. Raquel había descubierto que Andrés no la quería, no porque fuese
ella y no otra, sino porque no tenía la capacidad de querer a nadie que no
fuese a si mismo.
La vida con Andrés se había convertido en un laberinto
del que no sabía como salir, se sentía atada a él. Todo lo que tenía era
gracias a su relación con Andrés: desde su casa, a su trabajo, a su círculo de
amistades.
—Fui tan necia, Mariano. Abandonar mi vida por un tipo
como ese…
Siguió hablando de lo desencantada que se encontraba
en la galería, del engaño tan inmenso que había sido ese trabajo.
—Cuando me contrataron me prometieron que yo
organizaría las exposiciones, yo elegiría quien expondría y tendría derecho de
veto sobre los artistas, yo elegiría las obras que se expondrían y las que no.
También me prometieron que dos veces al año viajaría al extranjero para visitar
galerías internacionales y que tendría también tiempo para preparar y para
organizar mi propio estudio en el que podría trabajar y desarrollar mi obra.
Pero era todo mentira, en la galería lo único que hago es perder el tiempo y
pasar las horas, ni siquiera me dejan hacer los folletos cuando se organiza una
exposición. Al principio decían que me faltaba experiencia, ahora directamente
ni se molestan en darme explicaciones. He pensado en dejarlo, pero si lo dejo,
¿a dónde voy Mariano? Es mi única fuente de ingresos y gracias a eso no dependo
económicamente de Andrés. Y de Andrés que te puedo contar…, que me cuesta
seguir con él, pero si lo dejo ¿a dónde voy? Porque la galería va unida a él y
si lo abandono sé que conseguirá que me despidan. En realidad estoy allí por
él, es el pez que se muerde la cola, pero siento que no puedo más y que tarde o
temprano tendré que tomar una decisión. Creo que el detonante ha sido esta
noche cuando he oído que la puerta de casa se cerraba, ese sonido hueco, vacío
y sin sentido me ha abierto los ojos.
—Pero Raquel, no te reconozco —dijo Mariano con
amargura—. ¡Mándalos a todos a hacer gárgaras! Tú vales mucho, y si no te
permiten desarrollar tu talento estás perdiendo un tiempo precioso. ¡Deja la
galería ya! No les dediques ni un minuto más, no se lo merecen. Esa galería lo
único que tiene es un nombre y dinero, pero no tienen talento. Eligen siempre
artistas conocidos con los que no corren ningún riesgo precisamente porque no
saben reconocer el talento en las nuevas promesas. Lo que se expone en esa
galería no merece la pena, no porque no sea bueno, sino porque es una copia de
la galería de París de la que toma modelo, eso no tiene ningún mérito. Todos
los que nos movemos en el mundillo del arte lo sabemos, es una galería de pijos
para pijos sin el mas mínimo talento artístico. De Andrés ya sabes lo que
pienso, no quiero causarte más dolor, pero creo que debes dejarlo ahora, no
mañana, no pasado, no; ya. Te llevo a casa cuando terminemos de cenar, haces
las maletas, recoges todas tus cosas y abandonas para siempre a Andrés, puedes
venirte a mi casa, no hace falta que te lo diga; y sabes que no has perdido a
tus amigos y también sabes que puedes encontrar un buen trabajo en cuanto te
descuelgues de ese lastre que no te deja avanzar en la vida. Raquel, no sabes
como me duele verte así. Tú vales mucho nena, lo sabes, eres brillante en tu
trabajo y una excelente persona. No mereces sentirte mal, no mereces tener ni
un minuto de amargura y acabo de descubrir que llevas una larga temporada instalada
en ella.
—Tienes razón Mariano, gracias por terminar de abrirme
los ojos, me parece que lo que dices tiene mucho sentido.
—Pues no se hable más, terminamos de cenar y te
acompaño a recoger tus cosas. ¿Tienes mucho equipaje? Porque sería conveniente
ir a dejar la moto y pedirle la furgoneta al tramoyista del teatro.
—Pues hombre, sí que tengo equipaje. Aunque sólo tengo
que recoger mi ropa y mis objetos personales, cuando fui a vivir con Andrés él
ya tenía todo puesto y yo no cambié ni una silla.
Los dos amigos pagaron la cuenta del restaurante y
salieron a la calle, allí Mariano llamó por teléfono a Albert, el tramoyista,
que le dijo que podía pasar a buscar la llaves por su casa, y que aunque iba a
salir de casa en ese momento no tenía inconveniente en esperarles hasta que
llegasen.
—Vale, Albert. Si quieres te quedas la moto y mañana
hacemos el cambio, así no te quedas sin vehículo.
Los dos amigos se montaron en la moto y salieron hacia
casa de Albert. Cuando llegaron él estaba en la puerta esperándoles.
—¡Raquel! ¡Cuanto tiempo sin verte, no sabes cuanto me
alegro! Te echamos mucho de menos en el teatro, deberías dejarte ver con más
frecuencia mujer —dijo Albert a Raquel cuando esta bajo de la moto.
—Gracias Albert. Yo también me alegro mucho de verte,
y también os echo de menos a todos.
—Aquí tienes las llaves de la moto Albert —intervino Mariano—, mañana si te parece
hacemos el cambio, ¿OK?
—OK Mariano. Bueno chicos, os dejo que voy con prisa,
hasta mañana. Espero verte pronto Raquel…
Mariano y Raquel se montaron en la furgoneta y
enseguida llegaron a casa de Andrés, allí empezaron a recoger todas las cosas
de Raquel.
—Parece mentira que puedas acumular tantas cosas, y
eso que sólo tienes que recoger tu ropa. ¿En serio necesitas tanta Raquel? —bromeaba
Mariano mientras iba metiendo en sacos de plástico lo que Raquel le iba dejando
encima de la cama.
Parecía que Raquel hubiese pensado muchas veces en ese
momento, porque de forma ordenada y escrupulosa iba abriendo cajones y armarios
e iba extrayendo todas sus cosas sin desordenar nada, cuando terminaron había
una veintena de grandes sacos hasta los topes y sin embargo en la casa no
parecía que faltase nada, todo seguía en su sitio. «¿Realmente Raquel había
pertenecido a aquel lugar en algún momento de los más de cinco años que hacía
que se había mudado allí?», reflexiono Mariano en silencio.
Los dos salieron de la casa con todos los sacos y
fueron bajándolos en el ascensor en varios viajes y metiéndolos en la
furgoneta, que se quedó cargada hasta los topes. Cuando ya habían terminado de
recoger todo Raquel echó las llaves en el buzón, no sin antes quitar el llavero.
En ese momento Mariano se dio cuenta de que Raquel seguía utilizando el mismo
llavero que él le había regalado hacía ya mucho tiempo. Fue el día que se
conocieron, Raquel había perdido las llaves y estaba de los nervios, Mariano
llevaba aquel llavero en el bolsillo y se lo entregó diciéndole:
—Toma Raquel, este llavero es mágico, nunca perderás
las llaves si las pones aquí. Pero sobre todo, nunca más perderás los nervios por no encontrar las
llaves.
Mariano le sonrió y esta le devolvió la sonrisa.
—Veo que el hechizo funcionó —dijo Mariano.
—Todo lo que tu haces y dices funciona siempre, no sé
porque no te hice caso cuando me pusiste en sobre aviso.
Ambos entraron en la furgoneta y se perdieron en la
oscuridad de la noche hacia la casa de Mariano.
Después, todo transcurrió tan deprisa, que Mariano no
era capaz, ahora tras el paso de los años, de recordarlo cronológicamente.
Cuando Andrés se vio abandonado reaccionó de una forma irracional, y arremetió
contra Raquel con todas sus fuerzas. El hecho de que Raquel se despidiese de la
galería le facilitó las cosas. El director la acusó de incumplimiento de
contrato y Raquel tuvo que aceptar su exilio forzoso a Argentina, so pena de no
volver a tener relación con el mundo del arte en su vida (así de grande era el
poder que tenían en el mundillo artístico). Raquel se fue a Argentina al poco
tiempo y Mariano perdió todo el contacto con ella. En los siguiente años, ¿cuanto
tiempo hacía ya, cinco años?, apenas hablaron unas cuantas veces e
intercambiaron correo en escasas ocasiones. Ambos habían tomado caminos
distintos y sus respectivas vidas se fueron separando con la distancia y con el
tiempo por segunda vez…
Recordando toda la historia de su querida Raquel, se
quedó Mariano desvelado y tardó en que le venciese el sueño, no podía creer que
por fin Raquel hubiese vuelto a Madrid, aunque fuese por poco tiempo. Tenía
muchas ganas de volver a verla, la echaba tanto de menos….
Estaba todavía amaneciendo cuando sonó el timbre,
Mariano dormía profundamente y se despertó con la insistencia del timbre que no
cesaba de sonar, se acercó hacia la puerta todavía somnoliento y abrió sin
siquiera preguntar quien era. Su sorpresa fue mayúscula cuando de repente
apareció Raquel ante sus ojos
—¡Raquel!, ¡pero que sorpresa! ¿Por qué no me has
llamado? te habría esperado despierto y con un buen café.
Raquel se echó en sus brazos y ambos permanecieron
abrazados durante un tiempo indeterminado.
—No podía esperar más Mariano, necesitaba verte lo
antes posible. Ha pasado mucho tiempo y casi habíamos perdido el contacto,
estaba asustada pensando que quizá ya te habías olvidado de mí.
—¿Como puedes decir eso? Tú mejor que nadie sabes que
siempre estoy aquí, que siempre estoy para ti.
—Hacía tanto tiempo…
—Anda, vamos a la cocina, que voy a preparar un par de
cafés. No sé si tú habrás desayunado, pero yo lo necesito, ayer, tras tu
llamada, me costó conciliar el sueño.
Los dos se dirigieron a la cocina y mientras Mariano
preparaba el café, Raquel recogió los restos de la cena de la noche anterior,
que Mariano había dejado esparcidos por la fregadera, la encimera y la mesa.
—Eres un desastre Mariano, sigues sin recoger los
platos por la noche.
—Tú eres la culpable, ya sabes que siempre te he necesitado
para poner orden en mi vida, y un poco de disciplina —soltó riendo
abiertamente.
Los dos amigos rieron mientras se sentaban alrededor
de la mesa para tomarse el café.
—Parece que el tiempo no hubiese pasado —comenzó
Raquel—, estás como siempre, tienes un aspecto excelente.
—Tú sí que estás estupenda Raquel, se nota que estás
feliz. Tienes un aspecto inmejorable, tu mirada es serena, y eso me produce una
gran alegría. ¡Me encanta verte así! Es el mejor síntoma de que todo va bien.
—Sí Mariano, estoy feliz. Me gusta mucho mi trabajo, y
aunque al principio me costó vivir en Buenos Aires, la verdad es que a la larga
me doy cuenta de que fue lo mejor. Poner tierra de por medio fue una gran
solución, me costó muy poco olvidarme de Andrés y de su galería. En mi nuevo
trabajo me supieron valorar desde el principio, no podían entender como habían
desaprovechado mi talento, y al poco de estar allí me propusieron que montase
mi propio estudio. Me han ayudado mucho y estoy consiguiendo hacerme un hueco
en pequeñas exposiciones. Me han mandado a Madrid para preparar una exposición
mía. En dos días llegaran los cuadros que voy a exponer, se trata de una
colección de veinte óleos abstractos de interpretación libre, aunque para mí
tienen una interpretación concreta. La he titulado: “Luces y sombras o cómo encontrar
el sentido de la vida”. Es un pequeño homenaje al sintetismo, ya sabes la
pasión que tengo por Gauguin, Bernard y Anquetin.
—¡Caramba Raquel, que alegría me da oírte hablar así! Tus
últimos días en Madrid fueron tan caóticos y cuando te fuiste estabas tan
hundida que me quedé con un gran pesar. Tú
marcha fue tan rápida y he sabido tan poco de ti durante estos años…
—Tienes razón Mariano, no me he comunicado mucho, pero
debo decirte que te he tenido presente en mis pensamientos todos los días y que
te he echado mucho de menos.
—Me muero de ganas de ver tu obra Raquel, ¿has traído
bocetos o fotografías? ¿Por qué no me muestras tu trabajo? ¡No puedo esperar
tanto tiempo!
—No será tanto tiempo, llegarán pasado mañana, pero sí,
he traído folletos, bocetos y fotografías y tengo muchas ganas de enseñártelas.
Lo he dejado en el hotel, si te parece podemos quedar para cenar esta noche y
te enseñaré todo lo que he estado haciendo, puedo reservar mesa en el hotel
donde me alojo y así después te mostraré toda mi obra. Además quiero pedirte un
favor, ya sé que tienes mucho trabajo y vas pillado de tiempo, pero me gustaría
que me acompañases mientras montamos la exposición, seguro que se te ocurren
buenas ideas durante el montaje para sacar más partido a los cuadros.
—Por supuesto, cuenta conmigo, aunque tenga que
quedarme sin dormir.
—Bueno, pues ahora te dejo que tienes que irte a
trabajar y yo también tengo muchas cosas que hacer. Te espero esta noche a las nueve
en mi hotel, me alojo en el Coronel Tapioca, al lado de la Biblioteca del
centro, ¿sabes cual te digo?
—Sí lo se. Ya sé donde esta, ya. Entonces acudiré allí
a las nueve en punto.
Los dos amigos se despidieron y cada uno se fue a su
trabajo con la ilusión de saber que pronto volverían a estar juntos.
A las nueve de la noche Mariano cruzó la puerta del
hotel y allí estaba Raquel esperándole en el hall. Tenía un aspecto estupendo y
desprendía una luz especial, Mariano sintió una gran alegría al verla tan
feliz. Ella se acercó a recibirle y le cogió de la mano, mientras le susurraba
al oído:
—Vamos al comedor, he reservado una mesa preciosa con
unas vistas al jardín exterior que son espectaculares.
Mariano se dejó llevar hasta la mesa, allí se sentaron
y mientras el camarero iba sirviendo el menú que Raquel había elegido
previamente, ambos se aislaron del mundo para ponerse al corriente de sus
respectivas vidas, era mucho el tiempo que había transcurrido desde la última
vez que habían cenado juntos y tenían muchas cosas que contarse.
Cuando terminaron la cena, subieron a la habitación, y
allí Raquel le enseñó toda su obra. Había trabajado duro durante sus años en
Argentina, tenía un book completo con fotos de sus cuadros y montones de
bocetos de obras inacabadas; le mostró también los folletos que había preparado
para la exposición. Mariano disfrutaba de lo lindo sumergido en la obra de
Raquel, siempre había sabido que era una gran artista y siempre supo que sería
capaz de llegar a donde se propusiera, y ahora lo estaba viendo con sus propios
ojos. Todo lo que estaba viendo le parecía auténtico y realmente bueno. Mariano
era capaz de descubrir los rasgos de la personalidad de su amiga en su obra y
disfrutaba con ello. Cuando terminaron de verlo todo, Mariano estaba exultante
y Raquel se mostraba feliz de verle tan entusiasmado con su trabajo artístico.
—Eres fantástica Raquel, siempre lo he sabido, pero es
más de lo que me esperaba para tu primera exposición.
—Pues todavía hay más, voy a volver a Madrid, no
enseguida, pero en poco tiempo, pongamos que en cinco o seis meses me instalaré
aquí. La idea es abrir una galería en la que yo seré la directora, aunque el
capital lo pone mi jefe de Buenos Aires, Héctor, y además podré montarme aquí
el estudio, viajaré con frecuencia a Argentina pero trabajaré aquí la mayor
parte del tiempo. La verdad es que me encuentro muy a gusto allí, pero echo de
menos esto y os echo de menos a todos, sobre todo a ti Mariano.
Pasaron la noche juntos y descubrieron que su amistad
se había transformado en algo más, en mucho más. En esta ocasión permanecerían
juntos y compartiendo mucho más que su gran amistad.
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