Y por fin afrontamos la recta definitiva de TayTodos tras las vacaciones de Navidad. Ilusionados enormemente con todo lo que acontezca de aquí hasta su presentación el día doce de marzo en La Bóveda. Poco a poco descontaremos hojas del calendario hasta llegar a tan esperada cita. La cuenta atrás está en marcha... De momento hoy os traemos el capítulo semanal, número veintiocho de la serie.
Ahora vamos a centrarnos en lo ocurrido en el capítulo anterior (26. Rey muerto). A continuación os dejamos una serie de flashes para que refresquéis la memoria sobre la situación de la trama:
- Sergio repasa mentalmente toda su relación con Nerea, incrédulo de todo lo que está ocurriendo en estos últimos días y sorprendido por la muerte de Venancio, hasta que su madre, preocupada por verle así intenta que le cuente qué ocurre y se tranquilice.
- El Inspector Jefe Costa interroga a Clara por el asesinato de su marido, cuando el Teniente López le interrumpe para informarle de que la última llamada que aparece en el móvil de Venancio momentos antes de su muerte es a una tal Nerea.
- Carolina recibe un mensaje en su móvil de alguien que le dice que le ha traicionado y le amenaza de muerte...
Este intenso capítulo veintiséis ha sido ingeniado por una persona que vuelve a demostrar la grandeza de todo lo que estamos haciendo en este blog. De nuevo otra persona que no conocía previamente, que se ha enganchado al blog a través de la lectura de las diferentes publicaciones y que tuve la suerte de conocer personalmente durante unos breves instantes al entregarle su ejemplar de Colección Cupido 2015. Desde entonces la comunicación ha sido fluida y fruto de ello nace esta participación en TayTodos. De nuevo hemos descubierto, como otras muchas de las gentes que coincidimos aquí, otra joya polifacética que emprende mil proyectos y todos resultan un éxito: cose, pinta, jotea, escribe... La lista es larga.
Desde aquí queremos tenerla de nuevo al cien por cien y que esta fase de recuperación termine pronto. Para ello le enviamos toda la fuerza y energía que nos demuestra continuamente con su actitud. Mil besos y mil gracias a... Aurora Aznar Oller
¿Quién será el asesino de Venancio? ¿Funcionará el pacto del Inspector Jefe Costa? ¿Continuarán las muertes como estaban pactadas, o el asesinato de Baby Face hará que se detenga el plan inicial de Nerea? ¿Conseguirá Sergio estar con Clara finalmente? ¿Cual será el próximo paso de la policía? ¿Cual será el destino de Montana, seguido por Luis y por Rebeca y María? ¿Cual será el próximo paso de Carolina, contactará finalmente con La Jefa? Muchas incógnitas por resolver...
Veamos finalmente que nos revela el capítulo de hoy. Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.
28. Mente fría.
Me levanto de la silla y
empiezo a dar vueltas por “mi habitación”, pensando y pensando qué cojones
pinta toda ésta gente en mi vida… No encuentro explicación ninguna.
En los viajes de enamorados
que hacemos en pareja (supongo que hacíamos es el tiempo adecuado para usar, ya
que no haremos más) hemos conocido a gente pero no recuerdo que mis nuevos
“amigos” estuvieran presentes en ningún momento de los viajes.
Todavía no me entra en la
cabeza que mi Nerea me esté engañando de esta manera… Tiene que haber una explicación,
una razón por la que ahora se comporte así. El sexto sentido, que tan poco nos
caracteriza a los hombres, me dice que nunca me haría daño, y que hay algo por
lo que actúa como lo hace. Como sabéis, la esperanza es lo último que se pierde.
Y yo, aunque pequeña, tenía una.
Decidí ponerme a repasar los
últimos viajes que hicimos juntos, desde el momento que nos comprometimos. «Mente
fría, seguro que así se me ocurre algo que me de un por qué», pensé.
Durante el verano decidimos irnos
por el norte unos cuatro o cinco días ya que estábamos en modo ahorro para
nuestro gran día, ese que compartiríamos con nuestra gente. Durante esos días llenos
de sexo apasionado en la playa no hicimos amistades, pues nos limitamos a
empaparnos de cariño el uno al otro.
Nuestro próximo destino fue
un balneario en un pueblecito de Aragón, del cual no recuerdo el nombre. Menudo
regalazo nos hicieron mis padres para aliviar los nervios propios de los
preparativos de nuestra “falsa” boda. Fue justo antes de que Nerea comenzara las
clases en la escuela infantil y estuvimos todo el fin de semana haciendo circuitos,
dándonos masajes y de desayunos, comidas y cenas románticas que culminaban como
bien imagináis, sexo desenfrenado durante horas. Creo que tampoco me suenan éstos
personajes durante nuestro viaje relax.
Pero, un momento... ¡Sergio,
eres tonto! ¡Cómo no he caído antes en esto! Estábamos a punto de entrar a
nuestro primer circuito termal, cuando me percaté de que no llevaba el gorro de
baño obligatorio para entrar. Y sí, recuerdo que al llegar al pasillo de
nuestra coqueta habitación…
************
Entre tanto, en otro punto
de la ciudad Carolina seguía sin reaccionar, perpleja por lo que estaba
leyendo. Tras más de cinco minutos, comenzó a notar unas extrañas sensaciones, propias
de la inseguridad y del miedo. Ésas que todos hemos experimentado alguna vez a
lo largo de nuestra vida y que tan amargas resultan para el ser humano. Comenzó
a mirar hacia todos los lados de la habitación en la que se encontraba. El
móvil se le escapó de las manos haciendo un ruido enorme al precipitarse contra
el suelo. Saltaba superada por la situación y ese impactante ruido. Le
temblaban todas las partes de su cuerpo, las piernas no le respondían para
andar, correr o sentarse. Mientras se tranquilizaba, dos amargas e imparables
lágrimas recorrían sus mejillas tan rápidamente como el caudal de un río en su
pleno apogeo.
Tomó una decisión acertada
(o al menos eso creyó en ese momento tan crítico). Corriendo, intentó pedir auxilio
a la única persona que pensaba que le podría ayudar, pero su teléfono murió
agotado por la falta de batería (con tanta aplicación y tanta tontería en los móviles…poco
dura la batería).
No podía perder más tiempo, parecía
estar en una contrarreloj, no se sentía segura ella sola en casa. Así que,
corriendo como nunca lo había hecho en sus veintiocho años de vida, abandono ese
callado hogar. Pegó un portazo, encendió la luz de la escalera para no matarse
en el intento de bajar, descendió las escaleras como una bala, y salió zumbando
de su portal con una capucha cubriendo su cabeza para ir de “incognito” ante lo
que pudiera pasar.
Al girar la esquina para
acudir a casa de esa persona que le podía ayudar…
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En la comisaría las cosas
seguían de una manera parecida. Clara seguía comportándose como si fuese una
viuda dolida por la terrible muerte de su maridito. El inspector jefe la
consolaba, a la vez con una sutileza propia de la experiencia en el cuerpo de
policía y de tantos interrogatorios a lo largo de su trayectoria profesional
intentaba sonsacarle información.
Clara, que estaba interpretando
muy bien su papel, seguía diciendo que no sabía cómo había podido ocurrir lo de
su marido y negaba conocer a las personas por las que le estaba preguntando, o si
las conocía era debido a los negocios de su Venancio.
Continuaron las investigaciones
y los agenten se desplazaron a casa de ésa tal Nerea, con la que Venancio había
hablado unos minutos antes de morir.
—¿Nerea Molina?
—Sí, señor agente, soy yo. Ahora
mismo me iba a hacer mi rutina de ejercicios del día, ¿en qué les puedo ayudar?
—contestó con firmeza.
—Necesitamos que venga con
nosotros a comisaría. No ocurre nada, sólo hemos comprobado que había hablado
con Venancio justo antes de su muerte y necesitamos hacerle unas preguntas rutinarias
—dijo el teniente López.
—¿Qué? Eso es imposible… —dijo
mientras cubría su rostro con ambas manos—. En una hora necesito ir a mi
trabajo, si lo podemos hacer en éste periodo de tiempo... Me sería de gran
ayuda —agregó con voz temblorosa la joven.
Los dos agentes la llevaron
a comisaría. Durante el trayecto mantuvo con la mirada perdida y sin pronunciar
palabra. El teniente López la miraba con especial interés analizando cualquier
detalle de sus reacciones, pues sería útil para su superior y más aún para la
investigación.
Una vez allí le sometieron a
una serie de preguntas a las que contestó sin ningún tipo de problema y con una
entereza enorme. Pero hay algo que a los agentes no les cuadraba, así que
decidieron llamar a su superior para que estuviera al tanto de la situación.
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En casa de “La Señora” la cosa
transcurría con normalidad. Mirka jugaba con Mario a la video consola y el
pequeño parecía estar entretenido. Cuando acabaron la partida, la joven polaca
le dijo que ya era suficiente por hoy, que tendrían que buscar otro
entretenimiento. El pequeño no puso resistencia, lo cierto es que le obedecía
siempre ya que pasaba todo el día prácticamente con ella.
Sacaron un juego de formar
palabras y cuando empezaron, Mario pareció ya un poco interesado en saber dónde
había ido su mamá con esos señores que habían venido. En realidad había visto por
la ventana como se iban con ella y el pobre preguntó inocentemente.
—Esos señores eran policías
y vinieron para acompañar a mamá a la empresa, porque pensaban que habían
robado. Pero todo estará bien, pequeño.
—¿Cuándo vendrán mis padres?
—añadió el niño.
—Yo creo que antes de que nos
demos cuenta estarán aquí y nos explicarán todo —contestó Mirka mientras le
daba un beso al pequeño.
Mirka odiaba al cerdo de
Venancio, pero no podía dejar de pensar en la pena que le daba que ese pequeño
e inocente niño se hubiese quedado sin saber lo que es un padre el día que se
afeite por primera vez, el día que cumpliese dieciocho años, cuando perdiese la
virginidad con su primera novia, el día de su graduación… Y en todas las miles
de cosas en las que los padres están presentes en la vida de sus hijos. No
dejaba de pensar que ése niño había perdido a una figura muy importante con tan
sólo diez años, y eso le atormentaba y le hacía perder el aire de normalidad que
intentaba aparentar sin éxito ante el pequeño.
Decidió dejarle ver la tele
un rato, mientras cogía el teléfono para llamar a Montana, pero el niño seguía insistiendo
en lo ocurrido durante ésa tarde nubosa y triste.
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Montana bajó a la calle
pegado a su “bolsa de deporte”, se montó en su coche y se fue picando rueda,
como el acostumbraba a hacer cuando se montaba en su apreciado Mini.
Luís bajó detrás, guardando
la distancia de rigor para que su amigo no se percatase y lo mandase a casa. Sabía
que en éstos momentos no debía fallar a su amigo, sabía que estaba metido en
alguna movida gorda y le ayudaría a superarlo juntos como acostumbraba a hacer.
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Rebeca había pedido a María
que la acompañara a casa de Montana para aclarar la situación entre ellos, y del
que esta niñita estaba locamente enamorada. Su amiga accedió porque de paso
vería a su querido amor, con el que seguía quedando y con el que la relación
iba viento en popa.
Cuando estaban llegando a su
casa, vieron un coche pasar muy rápido y Rebeca rápidamente reconoció a
Montana. Justo detrás pasó otro coche, algo más despacio, pero esta vez María
fue la que lo reconoció.
Ambas desconcertadas ante lo
que estaba pasando y locas por amor hacia esos dos jovencitos pararon un taxi y
los siguieron hasta que llegaron a su destino.
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Marisa, aburridísima, no
daba crédito al poco movimiento que había en el gimnasio desde hacía algún tiempo,
desde que ésa mujer a la que tan bien conocía (la verdad que conocía muy bien a
todos los clientes) se golpeó la cabeza en la ducha.
Tenía que hacer algo para
saber que había ocurrido entre esas cuatro paredes. Era la primera vez que algo
se le escapaba y eso no le sentaba nada bien, y como era de naturaleza
alparcera, comenzó a trazar un plan pensando a quién podía llamar y cómo podía
conseguir el teléfono para que alguien le contase lo que estaba pasando. Por
fin dio con la clave…
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