martes, 26 de enero de 2016

TayTodos: 29. Es hora de partir.

Esto está llegando a su fin, y la cosa está que arde. Recordad que el día doce de marzo tenemos una cita en La Bóveda para la presentación de TayTodos. La cuenta atrás está en marcha... quedan cuarenta y seis días. De momento hoy os traemos el capítulo semanal, número veintinueve de la serie.
Ahora vamos a centrarnos en lo ocurrido en el capítulo anterior (28. Mente fría). A continuación os dejamos una serie de flashes para que refresquéis la memoria sobre la situación de la trama:
  • Sergio sigue dándole vueltas al asunto de Nerea, incrédulo de todo lo que está ocurriendo en estos últimos días. Intenta recordar cuando empezó a suceder todo esto.
  • Carolina, presa del pánico debido al mensaje amenazante que recibe, sale de su piso rápidamente buscando ayuda.
  • Nerea es acompañada por dos agentes a comisaría para responder a unas preguntas sobre la muerte de Venancio.
  • Mirka aguarda en la mansión cuidando del pequeño Mario, que insiste con sus preguntas sobre sus padres.
  • Montana, con su bolsa de deporte, sale rápidamente con su coche, y Luis lo sigue a una distancia prudencial.
  • Rebeca y María se disponían a visitar a Montana y Luis, pero al llegar a su casa vieron como salían lanzados con los coches, extrañadas cogieron un taxi y decidieron seguirlos.
  • Marisa quería saber algo más de la mujer que se golpeó la cabeza en las duchas, decidió llamar a...
Este capítulo veintiocho ha sido creado de nuevo por una amiga zarracatallera que repite con nosotros. Tras su participación en la novela colectiva del año pasado, Nuestra historia, y en Colección Cupido 2015 con su relato Amor a la americana, desde el otro lado del Océano Atlántico, vuelve en esta ocasión con otro capítulo en esta edición. El año pasado desde Minnessota, este desde nuestro rincón preferido de la Ribera Alta del Ebro (¡qué suerte tenerte cerca!). Como siempre dispuesta a colaborar y comprometida con esta idea, estaremos encantados de tenerla por aquí tantas veces como quiera. Muchísimas gracias a... Cristina Urdaniz Ferrer

¿Quién será el asesino de Venancio? ¿Funcionará el pacto del Inspector Jefe Costa? ¿Continuarán las muertes como estaban pactadas, o el asesinato de Baby Face hará que se detenga el plan inicial de Nerea? ¿Conseguirá Sergio estar con Clara finalmente? ¿Cual será el próximo paso de la policía? ¿Cual será el destino de Montana, seguido por Luis y por Rebeca y María? ¿A quién sale buscando ayuda Carolina cuando recibe la amenaza de muerte? ¿A quién llamará Marisa? Muchas incógnitas por resolver...
Veamos finalmente que nos revela el capítulo de hoy. Espero que os guste. 
Besetes a tod@s. Nos leemos.


29. Es hora de partir.


Carolina, mientras se apresuraba hacia la casa de la persona que ella pensaba que le iba a servir de gran ayuda, cayó en la cuenta de que en ese horario estaría en su puesto de trabajo con lo cual, decidió dirigirse allí: el gimnasio.
Al encontrarse lejos de su destino, pensó que lo más apropiado sería coger el transporte público. Llegó corriendo y taquicárdica a la parada del autobús, cuando una buena mujer se percató de su estado de nerviosismo y le comentó:
- ¡Chiquilla, qué acalorada te veo1 ¿No tendrás prisa? Porque si es así lamento decirte que el servicio de autobuses se encuentra de huelga, ¡como siempre!
- ¿Qué me dice? ¿Lleva mucho rato esperando? La verdad es que tengo bastante prisa.
- Llevo algo así como media hora esperando y creo que esto va para largo. Así que yo que tú me cogería un taxi.
- Bufff, de acuerdo, muchas gracias señora. Que vaya bien el día.
Carolina sin tiempo que perder y todavía con el corazón a mil, fue rápidamente a la parada de taxi más cercana y se subió a uno de ellos que por suerte estaba ya estacionado.
- Al gimnasio Mega Sports Center de la calle Ramón y Cajal, por favor. ¡Lo más rápido que pueda!

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Luis no quitaba el ojo al coche de su amigo Montana, al que seguía guardando las distancias para que éste no se percatara. Montana se estaba adentrando en unos barrios de los cuales nunca le había hablado, lo que extrañó mucho a Luis e hizo que se preocupara todavía más por su amigo.
Tras veinte minutos de recorrido y justo cuando empezada a sonar en la radio la canción “Help” de The Beatles, vio como el coche de su amigo paraba en la puerta de una enorme mansión: la morada de La Señora y BabyFace. Sus ojos no daban crédito a lo que estaba viendo.
Montana al salir del coche miró efusivamente hacia todas las direcciones para asegurarse de que nadie le estaba vigilando. Por suerte, no se dio cuenta de que su amigo Luis estaba cerca.
Al no ver a nadie, se acercó al portentoso porche que resguardaba la entrada principal de aquella lujosa casa y no dudó en llamar a la puerta; sabía que podía estar tranquilo, porque había oído en las noticias que BabyFace había sido asesinado y, aunque desconocía el paradero de Clara, estaba dispuesto a arriesgarse por su querida Mirka.
Por suerte, fue ella quien le abrió la puerta y tras quedarse estupefacta durante unos segundos al ver a su gran amor delante suyo, no dudó en plantarle un apasionado beso que ambos deseaban desde hacía mucho tiempo.
- ¡Mirka, no hay tiempo que perder, coge lo imprescindible y vente conmigo!
- Pero… ¿De qué se trata todo esto? ¿A dónde vamos?
- No puedo explicártelo ahora, tenemos prisa -le comentó mientras rebuscaba en su bolsa de gimnasio–. Cielo, vamos a dejar todo esto en el pasado. Ahora somos sólo tú y yo, comenzaremos una nueva vida lejos de aquí. Llevo planeando esto hace mucho tiempo, toma ten esto –le dijo entregándole un librillo que había sacado de uno de los bolsillos-. Este es tu pasaporte, conseguí quitárselo a tu primo en un descuido hace ya algún tiempo para cuando tuviésemos la oportunidad de irnos juntos.
- Oh, Montana, me encantaría pero… -contestó Mirka titubeando–. Estoy a cargo de Mario, el hijo de Clara y Venancio. ¡No puedo marcharme así como así, es sólo un niño y él no tiene la culpa de nada!
Justo en ese momento, sonó el timbre y ambos se quedaron asombrados, mirando hacia la puerta, porque no imaginaban quién podía ser.

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Sin tiempo que perder, Carolina sacó el primer billete que encontró por su bolsillo, y sin fijarse en la enorme cuantía que le iba a pagar por ese trayecto,  se lo entregó al taxista mientras se desabrochaba el cinturón de seguridad y abría la puerta para salir cuanto antes en dirección al gimnasio.
- ¡Señorita, olvida su cambio!
- ¿Eh?… ¡Quédeselo, y gracias por ser más rápido que Michael Schumacher!
Al borde de un ataque de pánico entró al gimnasio buscando desesperadamente a esa persona: Marisa.
Se le hizo extraño no ver a Rebeca en la recepción y al ver que su sustituta estaba entretenida tomándose un refrigerio en la cafetería, no dudó en pasar al interior sin su carné de socia. Sabía que Marisa era muy alparcera y que le encantaba pasar tiempo en los vestuarios para ver si se enteraba de algún cotilleo nuevo.
- Seguro que sabe toda la historia que ocurrió entre Jorge y yo, y lo sabrá el resto del gimnasio… -pensó avergonzada.
Olvidándose de ese tema y volviendo a la realidad del por qué estaba allí,  no dudó en ir a los vestuarios para encontrarse con ella. Pero no hubo suerte, no había ni rastro suyo, por lo que decidió darse una vuelta por el resto de las instalaciones y buscarla en la sauna, y en las aulas donde no se estaba impartiendo ninguna sesión de GAP o ZUMBA.
Los nervios se le estaban apoderando y cada vez pensaba con menos claridad al ver que no encontraba a la limpiadora por ninguna parte. Cuando, derrumbada, se dirigía hacia la puerta de salida para abandonar el gimnasio, se le encendió la bombilla y recordó que había un pequeño habitáculo en el sótano donde Marisa guardaba sus productos de limpieza. Así que, como último recurso se dirigió hacia allí. Y sí, allí estaba, iluminada solamente por la luz que desprendía la pantalla de su móvil, a punto de marcar un número de teléfono…

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Tras un momento de incertidumbre, Montana recorrió el pasillo hacia la puerta de entrada y observó por la mirilla para saber quién era la persona que estaba llamando.
- ¡Mierda, es el pesado de Luis! –se dijo para sí mismo-. ¿Cómo sabe que estoy aquí? Jamás le he hablado de este sitio. Seguro que me ha seguido el muy canalla.
- ¿Qui… quién es? -susurró Mirka asustada.
- Tranquila, no te preocupes, me encargo yo del tipo de la puerta. Puedes ir cogiendo las cosas y ahora solucionamos lo del niño – le dice en tono tranquilo.
Mirka, haciendo caso a su novio, se alejó y subió las escaleras para llegar a su habitación y preparar lo necesario para alejarse de aquella pesadilla.
Mientras tanto, y sin hacer mucho ruido, Montana abrió la puerta para recibir a su amigo Luis.
- ¿Se puede saber qué coño haces Montana? -gritó enfadado Luis al otro lado de la puerta.
- ¡Shhh! ¡Baja la voz y entra! –le dijo Montana tapándole la boca mientras lo metía al hall.
- Ya me puedes explicar en qué andas metido, qué haces aquí y de quién es esta maldita casa -susurró Luis ofuscado.
- Está bien, te contaré todo. Es una historia muy larga y no dispongo de demasiados minutos, así que seré breve. Desde hace un tiempo trabajo para el mayor narcotraficante de la zona porque ya sabes que ando mal de pasta y era la única manera que encontré de ganar dinero fácil para tapar algunos agujeros. Hace ya tiempo que quise dejarlo porque sé que es un mundo muy oscuro y peligroso, pero seguí necesitando el dinero para ayudar a mi novia, Mirka, a salir del mundo de la prostitución en el que su primo la metió a la fuerza. Debí llamar a la policía pero estoy de mierda hasta el culo y eso hubiera sido sentenciar mi propia muerte.  Evidentemente no he podido contártelo porque nuestras vidas corrían peligro.
- Cariño…- dijo Mirka que apareció de repente en el hall-. ¿Me puedes explicar quién es este joven desconocido? –añadió al ver que Montana se encontraba acompañado.
- Mirka, este es mi amigo Luis. No contaba con su visita, ha debido de seguirme desde casa - contestó Montana mirándolo de reojo–, y he tenido que contarle por encima nuestra situación.
- Estoy alucinando… -añadió Luis echándose las manos a la cabeza– Pero… Algo tendréis pensado para salir de esta, ¿no?
- Es lo que me faltaba por contarte, Luis. Mirka y yo queremos huir a otro país donde podamos instalarnos y poder empezar una vida feliz desde cero y sin movidas. Y creo que tú nos puedes echar una mano.
- ¡Venga va! –exclamó Luis–. Como siempre, yo sacándote las castañas del fuego, Montana… ¡No cambias! ¡Estoy harto de que me metas en tus problemas!
- Luis, tranquilízate –le dijo Montana echándole la mano al hombro-. Yo quería mantenerte al margen de todo esto, pero eres tú el que has querido saber todo lo que me estaba sucediendo, ¡y por eso estás aquí!
- ¡Sólo me preocupo por ti, porque eres mi amigo, joder! Y no sé como lo haces… pero siempre consigues convencerme para que te ayude -dio un largo suspiro y continuó-. Esta vez, he sido yo el que te ha buscado, por tanto, no voy a echarte la mano al cuello. Dime, ¿de qué se trata?
- ¡Gracias tío, sabía que podía contar contigo! -se alegró y abrazó a su amigo-. Mira, Mirka está a cargo de Mario, el hijo del narcotraficante del que te he hablado antes, pero para poder irnos necesitamos que alguien se encargue de él.
- No sabemos qué hacer con él, no podemos dejarlo sólo, es un niño –balbuceó Mirka entristecida–. Lo único que se me ocurre es llevarlo con su madre, que está en comisaría, pues le han comunicado hace poco que su marido, Venancio, ha sido asesinado -dijo con repulsión al nombrar a aquel impresentable.
- Me reconforta saber que ese narco está muerto, por lo menos hay algo positivo en toda esta escalofriante historia… -dijo Luis aliviado–. Entonces, ¿cuál es mi papel? ¿cómo voy a ayudaros?
- Yo había pensado en que te quedases aquí con él, pero sabiendo que su madre está en comisaría, ¡todo es más fácil! Llévalo allí, déjalo en la puerta y pírate sin que nadie te vea.
Luis se quedó dubitativo durante unos segundos cuando de repente, se oyeron dos voces femeninas en el exterior de la casa que pronunciaron los nombres de Luis y Montana. Después, sonó el timbre. Eran ellas: Rebeca y María.

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