Hoy os traemos el relato completo tal y como lo podéis disfrutar en este fantástico libro: AMOR KM. 0 de Zarracatalla.
AMOR EN LOS NOVENTA de Belén Gonzalvo Val (La Puebla de Alfindén - Zaragoza). La ilustración que lo acompaña la firma Ramón Faro Cajal (La Puebla de Alfindén - Zaragoza), y aderezado con la esencia que extrajo la gran María Belén Mateos Galán. Pertenece a nuestra última publicación, dentro de COLECCIÓN CUPIDO.
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La vida te encuentra cuando menos lo esperas y los sueños se cumplen a cualquier edad y bajo cualquier bóveda…
“A Sofía le encantaba y nos obligaba a ir a su hermano y a mí a cada función que se estrenaba. Fuera ópera, teatro, cine o danza, no nos perdíamos nada. Siempre fue así hasta que se quedó prendada de uno de los actores. Día tras día esperaba en la puerta por donde entraban los artistas sólo para verle”
AMOR EN LOS NOVENTA
Belén Gonzalvo Val
Ramón Faro Cajal
La Puebla de Alfindén (Zaragoza)
AMOR EN LOS NOVENTA
7 de Junio del 2015
Coso Alto. Huesca.
20.30h.
—¿Dónde dices que vamos?
—Al Olimpia.
—Ah, vale. ¿Y qué vamos a ver? Aunque no
sé yo si me voy a enterar de algo. Ahora les ha dado a todos los actores
jovenzanos por hablar bajito y, con mi edad, no oigo lo que dicen.
—No te preocupes. Hoy no hay ninguna
función.
—Pues no entiendo nada. Me vistes de
domingo y me llevas al teatro para no ver nada. Sé que estoy muy mayor, pero no
me tomes el pelo, Ricardo. Que aunque las piernas ya no me funcionen, la cabeza
me va de maravilla y sé bien lo que es ir a ver actuar a uno de los grandes.
Todavía recuerdo cuando…
—Ya sé que has pasado muchas horas allí,
por eso vamos hoy. Y no te estoy tomando por tonto. Es que es una sorpresa y
como es una sorpresa no te puedo contar más.
—¡Para el carro! No me digas que habéis
organizado una de esas fiestas de cumpleaños con un montón de gente a la que ni
siquiera recuerdas. Eso si habéis encontrado a alguien de mi quinta… ¡Todavía
con vida!
—Hoy te has levantado de la siesta
gracioso. No, tranquilo. Nosotros no hemos organizado nada. Ha sido…
—Espera un momento. ¡Mira, Ricardo! Allí está.
Yo ya pensaba que había muerto.
—¿Quién?
—Sofía.
—¿Sofía?
—¡Vaya cabeza que tienes! ¡Anda que…! Si
sigues con esa mala memoria ahora, cuando tengas mi edad no sé yo qué va a ser
de ti. ¿Ya no te acuerdas de la historia del otro día? Sí, hombre, cuando me
leíste el periódico, eso de que el Olimpia cumplía noventa años el mismo día
que yo.
—Vale, ya lo tengo. Sofía era tu amiga de
juventud, la que se fue con un actor de los que pasaron por aquí de gira.
—La misma. ¡Menudo revuelo hubo en la
ciudad! Desde entonces fue Sofía la griega, por su nombre y por aquello de que
fue en el Olimpia en el último sitio donde se le vio antes de la fuga. Por
cierto, hacía unos cuantos años que no la veía.
—Pero me dijiste que ya no vivía en
Huesca. ¿Cómo es eso de que la volviste a ver?
—Esto… alguna vez. Venga, empuja la silla,
rápido, que se nos escapa.
—Tranquilo abuelo. Seguro que vamos al
mismo sitio.
—¿Cómo lo sabes?
—Ahora te lo cuento. Primero aclárame eso
de que sí la has vuelto a ver. De eso no hablaste nada.
—Pero... ¿por qué tengo que contarte mi
vida? ¿Y por qué ahora? Nunca te has interesado por mis batallitas, como tú las
llamas.
—Porque me gusta descubrir que tienes
secretos. Y más si tienen que ver con mujeres hermosas desaparecidas que, en
realidad, no lo estaban tanto.
—Ricardo, por favor. No hagas sufrir a tu
bisabuelo y llévame con ella. Luego te lo cuento.
—De eso nada. Hazme un resumen mientras
llegamos o te quedas en la puerta a modo de séptima columna.
—Eres malvado. No tienes compasión de tu
pobre abuelo.
—Parte de culpa la tienes tú. Siempre me
dices que nunca hay que desaprovechar la oportunidad de escuchar una buena
historia, y esta promete.
—¿De verdad que también va a entrar?
—Creo que lo puedo asegurar, sobre todo si
me confirmas que Sofía y tú nacisteis el mismo año.
—Sí. Ella es un mes mayor que yo.
—Fijo que entra.
—Entonces empuja la silla y escucha, pero
no esperes gran cosa. Es una historia de amores y desamores, como las que
tenemos la mayoría de nosotros.
Eran otros tiempos. Para poder ir al
teatro, y más si eras una mujer joven, tenías que hacerlo acompañada por
alguien de confianza. A Sofía le encantaba y nos obligaba a ir a su hermano y a
mí a cada función que se estrenaba. Fuera ópera, teatro, cine o danza, no nos
perdíamos nada. Siempre fue así hasta que se quedó prendada de uno de los
actores. Día tras día esperaba en la puerta por donde entraban los artistas
sólo para verle. La vez que me pidió que le acompañara al acabar la función
para poder hablar con él creí que el mundo se acababa para mí. Terminaron por
irse juntos una noche de luna llena.
—¡Qué romántico!
—Romántico dices. A mí no me lo pareció
cuando les vi desaparecer en un coche con las luces apagadas para no llamar la
atención. A las pocas semanas recibí la primera de sus cartas contándome lo
feliz que era. En cambio, yo tenía el corazón destrozado. Sí, estaba enamorado
de la mujer más maravillosa de Huesca y se la habían llevado delante de mis
narices sin que ella lo llegara a saber. Y con mi ayuda y complicidad. ¡Si es
que hay que ser tonto!
—Ya sabía yo que iba a ser interesante.
—No te mofes de mí.
—Ni se me ocurriría. ¿Fue entonces cuando
intentaste ser actor?
—Más o menos. Me metí en el grupo de
teatro con la esperanza de convertirme en alguien merecedor de su mirada. En
nuestras cartas le contaba mis progresos y me prometió ir a verme alguna vez,
siempre que consiguiéramos actuar fuera de la ciudad a la que no quería volver,
sabedora de la vergüenza que había caído sobre su familia.
—¿Y qué le pareciste como actor?
—No lo sé. Nunca conseguimos salir a otras
plazas. Éramos muy malos y ni siquiera nos eligieron para las muestras de
grupos de aficionados que había. Sofía recorría el mundo y yo mi Huesca. Soñaba
con un encuentro entre bambalinas mientras ella vivía en una película. Pasaron
los años y las cartas fueron espaciándose. Por inalcanzable, dejé de pensar
tanto en ella y, de pronto, surgieron un montón de mujeres increíbles a mi
alrededor. Cercanas y maravillosas. Entre ellas...
—Esa parte ya me la sé. Cómo conociste a
la bisabuela y todo eso. ¿Cuándo os encontrasteis? ¿Dónde?
—Sí que estás impaciente. No te iba a
contar eso. Todavía faltaba algún tiempo para que la conociera, pero si no
quieres que te cuente cómo nos colábamos por la noche los del grupo en el teatro
y lo que hacíamos... allá tú.
—Sí que quiero, pero en otro momento. Ve
al grano y háblame de la griega.
—Ahora es tu turno, Ricardo. Dime por qué
sabes con tanta certeza que va al teatro.
—Porque los dueños os han invitado a la
fiesta que han preparado de los noventa años del Olimpia. Es un homenaje a los
que habéis compartido toda la vida vuestros recuerdos con este lugar, o al
menos eso ponía en la carta que llegó.
—Vaya. Me has dejado sin palabras.
—Eso es imposible, y menos ahora.
Cuéntame, si no voy a empezar a sacar mis propias conclusiones que, según creo,
no le hubieran gustado nada a la bisabuela.
—Piensa lo que quieras, porque no
acertarás. Entra de una vez, que ya te terminaré de contar todo a la salida. Si
voy a ser uno de los invitados especiales quiero estar desde el principio. Oye,
¿sabes si van a venir muchos más? La verdad es que a alguno de mis quintos no
me gustaría volver a verlos.
—No tengo ni idea.
Interior Teatro Olimpia.
21.30h.
«Y ahora es el momento de presentarles a
los que a nosotros nos gusta llamar nuestra Generación Olimpia. La forman todos
aquellos que vieron la luz el mismo año que este mágico lugar hace hoy noventa
años. Por desgracia sólo han podido venir dos de ellos. Les presento a Sofía y
Rafael. Por favor, un aplauso para ellos».
—¿Vienes, Sofía? Esos somos nosotros.
—Voy donde tú quieras, Rafael.
—Me encanta escuchar nuestros nombres
juntos. Por fin.
—¡Ah! Si todo lo que me has contado en
esta media hora lo hubieras hecho hace setenta años, o incluso hace veinte
cuando me quedé sola…
Ricardo, desde el patio de butacas, sonríe
cómplice. Acaba de ser testigo de la más hermosa declaración de amor. Sólo él
intuye lo que pudo haber entre ellos años atrás. Los imagina viendo películas
en blanco y negro, sintiéndose protagonistas de cada espectáculo. Piensa en su
bisabuelo queriendo compartir algo más que un escenario con ella. Le viene la
imagen de un King Kong encadenado, sufriendo por su rubia amada y los imagina
así: él como el monstruo que nunca pudo sacar a la luz su amor y ella bella en
su eterna sonrisa de artista por y para la farándula.
Todavía hoy recuerda las palabras que
pronunció Rafael al salir al escenario de la mano de Sofía, ya libres de cadenas
y maquillajes:
«Para que luego digan que los sueños no se
cumplen».
Belén Gonzalvo Val
La
Puebla de Alfindén (Zaragoza)
Un nuevo texto y su ilustración se publicarán en el blog el próximo martes 28 de febrero. No esperes hasta entonces, hazte con él ya y descubre todo lo bueno que te trae lo nuevo de COLECCIÓN CUPIDO.
Antología de relatos y poemas en la que participan más de 50 personas.
AMOR KM. 0
Varios autores.
Colección Cupido.
Primera edición: febrero 2017
ISBN: 978-84-617-8393-9
Depósito legal: Z 182-2017
180 PÁGINAS
Incluye ilustraciones y fotografías a color
Precio: 13€
Besetes a tod@s.
Nos leemos.
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