Vuelta al lunes de nuevo. ¡Que rápido pasan las semanas! Hoy un nuevo capítulo de Nuestra historia. Tras el genial capítulo de Francisco Angel Ferrer titulado "Viking Line" en el que nos resuelve el encuentro entre Ana y Ramón en el Rock & Blues con Olga como invitada sorpresa, y en el que se introduce un nuevo elemento en el relato: el flashback. Nos narró las vivencias de Olga y la visita de su mejor amiga en su periodo de Erasmus, ocho años atras, en el norte de Europa y sus escarceos en el "Love-boat". Para rematar el capítulo con otro final antológico que nos deja muchas expectativas para hoy. ¿Qué pasará con Ana? ¿Quién será su acosador? Os dejo con la lectura. Nos leemos. Besetes a tod@s.
XV. Cuerpos atados.
Pedro se quedó dormido. Al poco rato los dolores
le despertaron, como cada noche. Se había terminado el gotero del calmante y
tocó el timbre para avisar a enfermería. Casi al instante entró en la
habitación Chema con su desparpajo habitual, encendiendo todas las luces a su
paso y con un tono bastante elevado de voz - Buenas noches rey… ¿qué necesita
mi paciente preferido?- Pedro esbozó una sonrisa. Le divertía ver como
caminaba, moviendo con arte sus grandes zuecos. Le hacía gracia también, su
forma afeminada de hablar y mover las manos. Sin duda era el mejor enfermero.
Siempre con una sonrisa, muy profesional y pendiente de cada detalle,
aportaba la nota de color en la
monotonía del hospital.
– Buenas
noches Chema, tengo sed desearía tomar un gin tonic. – El enfermero puso cara
de pícaro y desplegó toda su teatralidad
para continuar con la broma.
- Aquí
está tu genio para concederte todo deseo… Y cómo lo quieres… ¿te pongo pepino
solo o doble de pepino?
– Jajaja,
desde luego no tienes compasión de un pobre enfermo, siempre estas alerta
jajaja. -Pedro sintió de nuevo el intenso dolor con el esfuerzo de la carcajada.
– Creo que todavía no estoy preparado. Tengo mucho dolor, ponme un calmante por
favor… pero ese sí que sea doble.
– Que
lástima Pedrito, pero no te apures, se esperar. Ahora mismo traigo el gotero y
verás que bien descansas.- Chema salió y volvió en un abrir y cerrar de ojos,
cambió el gotero, acomodó la almohada de Pedro, le hizo tomar un zumo de
melocotón fresquito y con un guiño le deseo dulces sueños. Tras la breve
distracción con el enfermero, Pedro volvió a su realidad. Aquel potro de
tortura que tenía por cama, le estaba dejando el cuerpo hecho una zarandaja.
Intentaba buscar una postura en la que estar más a gusto, pero se encontraba todavía
muy dolorido. Además la oscuridad en aquella solitaria habitación, empezaba a
afectar a su estado de ánimo. Se sentía atado a su cuerpo, atrapado entre esas
cuatro paredes. El tiempo parecía que no pasaba. Es más, cada momento se
convertía en una eternidad. Qué ganas tenía
de volver a casa y sobre todo, que ganas tenía de estar con Ana. Recordó
entonces que Ana había prometido volver después. Cogió el teléfono para
consultar la hora y se sorprendió de lo tarde que era, nuevamente había perdido
la noción del tiempo. Le pareció raro que Ana no hubiera vuelto, ya que lo
había prometido y ella siempre cumplía con sus promesas. Pedro se sentía
desorientado; - Menuda forma de comenzar el año. No puedo creer lo que puede cambiar todo en tan poco tiempo.
Ana… ¿dónde estás? Después de los días que ha pasado… necesita descansar.
Seguramente se le ha hecho tarde y no habrá querido despertarme. Son demasiadas
emociones… demasiada tensión ¡pobre Ana! Hoy no tenía muy buena cara, creo que no se
encuentra bien… mejor que descanse sí… Le mandaré un mensaje; te echo de menos,
descansa bien. Te quiero. La cabeza de Pedro continúo siendo invadida por una
zarracatalla de pensamientos, hasta que poco a poco el gotero fue haciendo su
efecto y se quedó dormido de nuevo.
Eran casi las siete de la mañana cuando el
cuerpo de Ana comenzó a moverse. Consiguió entreabrir los ojos, todo estaba
oscuro, borroso. Sintió la respiración y el calor de unos labios que se
acercaban a los suyos dándole un dulce beso, mientras en la lejanía escuchó decir;
descansa tranquila mi niña yo cuidaré de ti. Acto seguido su nariz experimentó
el fuerte olor del cloroformo y cayó en un profundo sueño.
Por la mañana temprano, los padres de Pedro
acudieron al hospital acompañados de un abogado. Al entrar en la habitación, encontraron a
Pedro conversando con Olga. Irene enseguida se dio cuenta del estado de tensión
en el que su hijo se encontraba y un descontrolado instinto de protección se
apoderó de ella.
- Buenos días mi niño ¿cómo te encuentras?
Disculpa cariño, he de comentarle algo a Olga.- Irene agarró por el brazo a
Olga y se dirigieron hacia la puerta. Una vez fuera, Irene clavó sus ojos en
los de Olga y de forma tan amenazadora como rotunda comenzó la advertencia, -
Escucha Olga, más vale que no aparezcas por aquí. Pedro ha de recuperarse y a
la vista está que tu presencia no le hace ningún bien. Y tampoco eres bien
recibida por parte de Ana. Así que haznos un favor a todos y sal de nuestras
vidas.
Olga no podía creer lo que estaba escuchando, ni
reconocía a esa mujer de ojos ensangrentados que tenía enfrente. Le dolieron
sus palabras en lo más profundo, era ella quien había salvado a Pedro y de eso
ya nadie se acordaba. Sólo ella recibía los reproches por parte de todos. Se
sentía duramente acusada y despreciada. Aquello, lejos de lo que todos
pretendían, no hacía más que alimentar su enfado y su determinación por seguir
con su plan hasta el último detalle. Ahora iba a ser ella quien empezara a
dejarles a todos con la palabra en la boca. Así que sin mediar palabra, soltó
su brazo bruscamente de la mano de Irene y regalándole la más cínica de sus sonrisas
se alejó tranquilamente.
Irene regresó a la habitación disimulando su
malestar. Allí Pedro, Antonio y el abogado discutían sobre las posibles alternativas
ante un juicio. Pedro cada vez se sentía más confuso y preocupado, no era capaz
de pensar con claridad. La conversación con Olga le había dejado atormentado y
ahora todo este rollo con el abogado. Para colmo seguía sin tener noticias de Ana,
hubiera preferido que ella estuviera allí. Pero el mensaje de anoche seguía marcando como no
leído y llamada tras llamada saltaba el buzón de voz. Hizo un esfuerzo por
seguir la conversación, tenía ganas de terminar con todo aquello. Escuchó las
recomendaciones del abogado y con la ayuda de sus padres fueron perfilando la posible
solución para aquella pesadilla. Al rato Rafa y Sandra entraron en la
habitación. Pedro se alegró mucho de ver a su hermana, el aire fresco que
desprendía siempre le aliviaba. Hicieron
las presentaciones oportunas y cuando iban a explicar lo hablado con el
abogado, una nueva visita llegó a la habitación. Patricia había arrastrado a
Ramón casi literalmente, hasta la habitación de Pedro. La buena de Patricia
pensaba poder mediar entre ellos. Se negaba a asumir, que el grupo cada día
estaba más distanciado. Además en el fondo de su ser, anhelaba poder ganar
algún punto con Ramón si conseguía que Pedro y él solucionaran sus problemas.
- ¡Lo que faltaba! El hombre pone, Dios dispone,
llega el diablo y todo descompone. –dijo Pedro con amargura viendo a Ramón
aparecer por la puerta.
- Te lo advertí Patricia, ni manjar recalentado
ni enemigo reconciliado. –susurró Ramón a su amiga con los dientes apretados. Se
miraban todos entre sí, unos con cara de sorpresa, otros con cara de
preocupación, alguno con enfado y otros pensando rápidamente algo con lo que
poder romper aquella tensión que tan al instante se había apoderado del
espacio. El primero en hablar fue el abogado. Lógicamente allí ya sobraba. Acordó
con sus clientes volver en un par de días y recomendó que sopesaran bien todo
lo hablado. Mientras, él intentaría ganar más tiempo con la parte contraria.
Despidiéndose de todos, los dejó allí en un silencio aún más incómodo.
- Bueno ya que estáis todos aquí, ¿alguien ha
visto a Ana? No sé nada de ella desde anoche. Me dijo que iba a volver y no lo
hizo. Le mando mensajes, la llamo pero no hay forma de localizarla. Supongo que
estará descansando, pero estoy un poco intranquilo. –Disparó Pedro para no dar
oportunidad a otro tipo de conversaciones y porque realmente, era lo único que
le interesaba en aquellos momentos.
- Yo no la he visto desde anoche. Quedamos a
hablar ella, Olga y yo… pero salió pitando… fui detrás de ella pero no me dio
tiempo a alcanzarla… la vi coger el autobús y… no sé nada más. –Ramón tenía una expresión
extraña en la cara.
- Sí, me lo ha contado Olga. Ha estado por aquí
esta mañana. –Dijo Pedro mientras dirigía a Ramón una mirada inquisidora. A
pesar de eso, el rostro de Ramón se relajó un poco.
- No te preocupes Pedro, seguro que está bien y
está descansando. Si quieres me acerco por su casa y nos aseguramos que todo va
bien. –Dijo Sandra intentado apaciguar los ánimos de su hermano.
- Te acompaño Sandra, será una buena forma de
aprovechar mi día libre. –Se ofreció rápidamente Rafa, loco por desaparecer
cuanto antes de escena.
- Sí Sandra, es buena idea. Gracias hermanita.
Dile por favor que me llame. Y si alguno de vosotros la veis, decirle lo mismo.
–Pedro estaba pensativo y cada vez más desanimado. Pidió a todos que le dejaran
un rato a solas con la excusa de descansar. Todos se marcharon al instante
aliviados por poder salir de aquella situación.
En torno al mediodía, Ana comenzó a despertar.
Poco a poco fue tomando consciencia de su cuerpo. Estaba aturdida, como mareada.
Al cabo de un rato consiguió entreabrir los ojos sintiendo un fuerte pinchazo
en la cabeza. El resto de su cuerpo no se encontraba mejor, se sentía dolorida
y a duras penas conseguía moverse. Lo que sí consiguió percibir con claridad
era el perfume que invadía todo el espacio. Como en un sueño se vio en la
puerta de su casa, vio los cuatro brazos de su sombra acompañados de un fuerte
olor a perfume que le resultaba familiar. Y entonces recordó que a partir de
ahí, no tenía más recuerdos. Era el mismo perfume, el perfume de Ramón. Se sintió confusa y a la vez atrapada por el
miedo. Reconoció la habitación dónde se encontraba. Ella había estado allí unos
años atrás. Era la habitación de Ramón. Se dio cuenta que tenía las manos
atadas y los pies sujetos a la cama.
¿Qué significaba todo eso? ¿Cómo había llegado hasta allí? Su miedo iba
creciendo con cada pregunta dejándola paralizada. ¿Es posible que se haya
atrevido? ¿Pero qué piensa hacer? ¿Se ha vuelto loco? Escuchó el ruido de unos
pasos que se acercaban a la puerta. Al instante Ramón entraba con una bandeja
en las manos.
- Hola mi niña, buenos días. ¿Qué tal te
encuentras? –Ana no podía ni pensar, continuaba paralizada. –Déjame que te
suelte los pies, ahora que estoy aquí no hay problema de que te vayas. –Ramón colocó
la bandeja en la mesita de noche y se
dispuso a desatar los pies de Ana. La miraba con atención sopesando la
expresión de su rostro e intentando adivinar que recorría su cabeza. Quitó la cuerda y despacio comenzó
a darle un masaje en los tobillos. Sin retirar sus ojos de los de ella, se dio
cuenta que estaba muy asustada. –Tranquila Ana, no voy a hacerte daño, sabes
que sería incapaz. Ahora sólo quiero que tomes el desayuno y recuperes fuerzas.
Ya tendremos tiempo para hablar. Voy a soltarte las manos también para que
puedas comer, te ayudaré a incorporarte
un poco. –Ella seguía sin poder articular palabra pero escucharle le había serenado
lo justo para que su cabeza comenzara a funcionar. Ramón tomó sus manos
despacio, sin dejar de mirarle a los ojos intentando transmitirle tranquilidad
pero alerta en todo momento. En cuanto Ana vio sus manos libres, intentó darle
una bocetada a Ramón que éste paró sujetándole con fuerza las muñecas. –Shuuuu,
así no llegamos a ninguna parte querida. Ya te he dicho que no voy a hacerte
daño pero no me obligues a atarte de nuevo. ¿Dónde crees que puedes ir? No
llegarías ni a la puerta Ana. Sólo quiero que desayunes, dejaré la puerta abierta
por si necesitas algo –Cuando Ramón salió de la habitación, Ana rompió a llorar.
Estaba muy asustada y sólo deseaba no estar allí. Se encontraba fatigada y sin
fuerzas, atada a su cuerpo. Se quedó un rato más allí tumbada, inmóvil,
llorando hasta que consiguió serenarse. Fuera de la habitación Ramón iba y
venía por todo el piso, disimulando hacer cosas pero sin quitar ojo a los movimientos
que se producían dentro. Se sintió aliviado cuando al cabo de mucho rato, Ana
empezó a moverse. Y más aliviado todavía, cuando otro tanto después observó que
estaba tomándose el zumo. Se acercó a la puerta para sopesar más de cerca el
estado de Ana. ¿Qué tenía aquella mujer? Se sentía fascinado por ella. Su pelo
alborotado y la expresión de su cara tras haber dormido tanto tiempo, le hacían
aún más atractiva. Le hacía recordar la última vez que la vio en ese mismo
lugar, en esa cama, aquella noche que le marcó de una manera especial. El dulce
recuerdo hizo que su corazón se acelerara, su rostro se relajó dibujando una sonrisa
y se acercó a la cama. Quizá aún no era momento, quizá debería esperar a que
ella estuviera más tranquila, pero un fuerte deseo se apoderó de su razón y no
pudo esperar más. Ana lo vio acercarse y su cuerpo se tensó de nuevo. Se sentó
a su lado y la rodeo con sus brazos. Su corazón se aceleraba cada vez mas por
la pasión, y el de ella se aceleraba nuevamente por el miedo. Ramón se separó
un poco para poder besarla pero lo que vio en los ojos de Ana le hizo cambiar
de idea. Tras una profunda respiración, comenzó a hablarle con voz suave y
seductora;
- Ana, no quería haber llegado hasta este punto.
Pero no me has dejado más alternativa. He intentado tener paciencia, esperar el
momento adecuado un día tras otro, respetar tu momento, pero ha sido imposible.
No me has dado oportunidad de hablar contigo, y las pocas veces que hemos
quedado ni siquiera me has escuchado o me has dejado con la palabra en la boca.
Y no puedo más Ana, voy a volverme loco. Estoy confuso, estoy perdido, necesito
saber y que me digas sinceramente lo que sientes por mí. –Mientras le
escuchaba, Ana iba pasando del estado de miedo al estado de perplejidad.
- ¿Y piensas que de esta forma puedes aclarar
algo? ¿Secuestrándome y reteniéndome aquí? Eres tú quien no escucha, ya te lo
dije el otro día. Puedes atar mi cuerpo pero no mis sentimientos, estoy
enamorada de Pedro y quiero estar con él. Y eso es lo único que he de hablar
contigo y la única realidad. –Ahora el estado de Ana iba pasando de la
perplejidad al enfado. Su cuerpo se tensó un poco más y su estómago daba botes
como en una montaña rusa.
- ¿La única realidad? ¿Estás totalmente segura
de eso? ¿Cuál es tu realidad? Porque yo veo otra cosa. ¿Dónde quedó tu amor
aquel año que celebramos mi cumpleaños juntos en esta misma cama? Esa vez fue
tan especial para tí como lo fue para mí, admítelo.
- Aquello no fue más que un polvo, así lo
entendimos los dos y por eso acordamos que nunca nadie se enteraría. –Ana cada
vez se sentía peor. Todavía no se le había pasado el dolor de cabeza que estaba
a punto de estallar, el corazón le latía muy deprisa y comenzó a sentir dolores
en el vientre –Tu siempre te has tirado a toda clase de palo con falda a poco
que meneara su culo delante de ti, sin importarte en absoluto sus sentimientos
y dejándolas después tiradas en cualquier rincón. Porqué habría de ser distinto
lo tuyo conmigo ¿de qué me hablas? eres incapaz de llevar una relación estable
después del tercer polvo.
- Sí Ana, pero tú eres especial, contigo es
distinto. Sé que tienes miedo porque nunca he tenido una relación estable y por
eso no quieres admitir que estas enamorada de mí. Después de aquella primera
vez contigo, ya sabes que he estado con muchas mujeres pero siempre volvías a mi cabeza. Ya nadie me
seduce Ana, ya no deseo a ninguna mujer como te deseo a ti. –El rostro de Ana
palidecía por momentos mientras Ramón seguía hablando- Ana sé que estás
enamorada de mí pero te da miedo admitirlo. Sino explícame por qué siempre
acudes a mí. Acudiste a mí, en cuanto te enteraste de la infidelidad de Pedro.
Yo fui la primera persona a quién se lo contaste. –Ana cada vez estaba más
enfadada y a cada afirmación de Ramón la tensión crecía en su cuerpo. Ramón
continuaba sin piedad con su ataque- Y acudiste a mí de nuevo cuando Pedro estaba en el hospital e hicimos el amor
mientras él todavía se debatía entre la vida y la muerte.
- ¿Cómo te atreves a decirme algo así? No tienes
derecho a tratarme así. Por qué me haces esto Ram… -Ana no pudo continuar
hablando, sintió un fuerte pinchazo en su vientre a la vez que una bocanada
subía con fuerza desde su estómago. Sólo le dio tiempo a ponerse de rodillas en
el suelo a un lado de la cama. A la vez que vomitaba sintió una extraña humedad
entre sus piernas que con un acto reflejo tapó con su mano.
Cuando Ramón acudió a su lado, Ana levantó la
vista hacia él y con los ojos llenos de horror le mostró su mano ensangrentada…
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