CAPITULO 5. Pagana.
—Chicas, las navidades se acercan, hay que sacar ya
los billetes o nos van a salir mucho más caros —dijo Clara.
—Es cierto, si queréis mañana los buscamos e imprimimos
desde mi casa —dijo Iris.
—Vale, estupendo. ¡Qué alegría va a darse cuando le
contemos que vamos a visitarla! Podríamos decírselo en la próxima conexión de
Skype —dijo Raquel.
—¡Que ganas tengo de verla!
—¡Y yo!
—¡Y yo! Je, je.
—¿Qué tal chicas?
—Pues aquí como todos los viernes, tomándonos una
copa.
—¿Qué tal está Freya? No he podido contactar con
ella desde que se fue.
—Te refieres a cuando la dejaste justo dos meses
antes de irse a Argentina, ¿no? —dijo Clara.
—Chicas, necesito hablar con ella, cometí un error y
solo quiero verla, abrazarla y decirle que la quiero. ¿Podríais ayudarme?
—Lo siento Darío, pero esa decisión es de Freya, no
nuestra.
Darío se marchó, convencido de que las chicas no
iban a ayudarle. Así que tendría que hablar con alguien para que convenciera a
Freya y le diera la oportunidad de hablar con él.
—¿Tendrá la cara dura de decirle eso, después de
todo lo que pasó? —dijo Raquel.
—Siempre ha sido un engreído, espero que Freya sea
valiente y no le de ni la oportunidad de hablar con ella —dijo Iris.
—Tranquilo Matías, no te muevas. La ambulancia está
de camino.
—No soy Matías, soy César.
—¡Cesar! ¿Te encuentras bien?
—Sí, sí, la he cagado pero bien.
—Lo importante es que estás de una pieza.
Se escucharon las sirenas, la ayuda ya estaba cerca.
—Tranquilo, que de esta sales seguro —dijo Freya con
una sonrisa.
Subieron a César
en la ambulancia mientras Freya les seguía con la moto detrás.
Una vez en el hospital llamo a Matías para
explicarle lo ocurrido, dejándole claro que estaba bien, aunque iba a estar
magullado por un tiempo. Mientras esperaba a Matías en el hospital, Erik la
llamo.
—Nena, ¿dónde estás?
—Hola cariño, estoy en el hospital. Un amigo ha
tenido un accidente, pero tranquilo sólo ha sido un susto. ¿Dónde estás?
—Estoy en la puerta de tu casa.
—Acércate al 9 Reinas y espérame ahí que no tardo
nada.
—Freya, tan guapa como siempre…
—No seas bobo Matías, ¿qué tal va todo? Hace unos
días que no nos vemos
—Nos tenés abandonados… nosotros seguimos con
nuestros viajes en moto, a ver qué día te animas de nuevo. Por cierto,
¿pensaste lo de la casa rural que te comenté?
—La verdad que no me ha dado tiempo a pensar en nada
Matías, no sé si me iré a Zaragoza para navidades o qué es lo que haré al
final… Bueno voy a despedirme de César y
me voy para casa, que tengo que sacar a Nala, una cachorrita que tengo en casa.
Freya se despidió de los dos amigos. Dejó la moto en
la calle y antes de subir a casa llamo a Erik por teléfono.
—Nene, ven para casa que cojo a Nala y bajo.
—Vale, salgo para allá.
Freya puso al día a Erik con lo que le había pasado
a su amigo y el susto que se había llevado.
—Deberíamos de hacerte una copia de la llave del
piso, por cualquier cosa que pudiera ocurrir.
—Es cierto.
Luego vamos a alguna ferretería por aquí.
Freya se metió a darse una ducha después de darle el
paseo a Nala, mientras Erik preparaba la cena. Parecía que era lo normal, ya
que los últimos días había sido todas las noches igual. Ella se relajaba del
trabajo, mientras el cocinaba… berenjenas, calabacín, sepia, calamares, un
revuelto de espárragos trigueros… Todo lo hacía delicioso.
Freya no conocía todavía a los amigos con los que Erik
había venido a Buenos Aires. No habían hablado sobre ellos nunca y ella sacó el
tema.
—¿Dónde están tus amigos, cuando tú estás aquí?
—Pues se han ido a las cataratas de Iguazú, no sé
cuando volverán porque querían estar varios días allí. Cada vez que hablo con
ellos me dicen que están en un pueblo perdido de la nada o en una ciudad
preciosa del norte… Así que no sé cuando regresarán…
—¿Y tú, no te fuiste con ellos?
—Yo te conocí a ti, prefiero pasar el tiempo contigo
y si podemos ir los dos a visitar las cataratas, el perito moreno o cualquier
lugar de este país lo prefiero hacer contigo.
—Eres un encanto, Erik.
Freya se abalanzó sobre él y allí mismo en el sofá,
le hizo el amor. Se sentó encima de suya, mientras le daba pequeños mordiscos
por las orejas y por el cuello. Él la ayudaba a moverse, le gustaba como hacían
el amor y pasarían así todo el tiempo que pasaban juntos. Disfrutaban del sexo.
Era domingo, un día lluvioso. Erik había salido a
correr con Nala y Freya se quedó en casa calentita con un café con leche. Necesitaba
descansar, llevaba unos días de mucho trabajo y se sentía agotada. Necesitaba
la típica tarde de domingo, sofá, manta, tele y dulces.
Conectó su ipad y vio conectada a Iris.
Llamando a iris…
—¡¡¡Hola hola!!! ¿Qué tal va todo?
—Tengo que contarte algo…
—¿Qué pasa? ¿Qué es esa cara de susto?
—¡¡¡SORPRESA!!! —salieron Raquel y Clara de la nada
con un salto y los billetes de avión en la mano.
—¡No me lo puedo creer! ¿Vais a venir? ¿Cuándo
chicas, cuándo? ¡Jolín qué alegría!
—Tenemos los billetes desde el 22 de Diciembre hasta
el 3 de Enero, vamos a poder contarnos muchas cosas y visitar lugares contigo.
—¡Claro que sí! Además casi no he visto nada fuera
de la capital por el trabajo, pero tranquilas que ya estoy preparando algo para
cuando estéis aquí.
En cuanto colgó la llamada, se puso a investigar
lugares bonitos para ir a visitar y sitios para quedarse a dormir. Donde
alquilar un coche. El orden que a ella le gustaba tener en su vida. No quedaba mucho tiempo para que llegaran sus
amigas, era ya finales de Noviembre. En
menos de un mes, estaban aquí.
—Erik, acabo de hablar con mis amigas, ¡vienen a
visitarme para navidades!
—Me alegro mucho cariño —sonreía de verla tan
contenta.
—¿Tienes ya algo pensado de donde podéis ir?
—No, pero seguro que entre los dos podemos mirar
sitios bonitos. Tengo muchas ganas de que las conozcas, son fantásticas.
La semana siguiente pasó muy rápido, hablaba con
Fede de sus amigas, de las ganas que tenía de presentárselas y de que por su
puesto se fuera con ellas, ya que en principio su familia no iba a venir a
visitarle.
El viernes salieron todos los compañeros que
trabajaban en el zoo, fue una noche estupenda hasta donde recordaba Freya:
cena, risas, bailes y por supuesto, copas.
—¡Uy qué dolor de cabeza! —pensó Freya mientras se
daba la vuelta en la cama y al abrir los ojos…
—¡¡¿Qué hago con Fede en la cama?!! ¿Y en su casa?
Oh dios mío, ¿qué pasó ayer?
Freya se levantó intentando no hacer ningún ruido y
lo más rápida posible, quería salir de ahí.
—Pero… ¿qué demonios pasó ayer? —se sentía fatal, no
recordaba nada más que estar bailando con Nahuel y algunas chicas de otra sección del zoo y
luego estar sentada en uno de los sofás de la discoteca ‘ Pagana’ con Fede.
—Solo quiero irme a casa de Erik y abrazarle –dijo
Freya en voz alta.
Salió con la moto y su dolor de cabeza hacia casa de
Erik. No dejaba de pensar en qué podría haber pasado y si decírselo a Erik o no.
El viaje fue eterno para lo cerca que, relativamente, estaba la casa de Fede con
la de Erik.
Aparcó la moto en la calle perpendicular a la casa
de Erik, era el centro y no podía dejarla por cualquier acera o directamente se
la llevaría la grúa. Andaba deprisa, hacía mucho calor y al girar la esquina,
vio a una chica en los brazos de Erik mientras se daban un montón de besos.
Freya se quedó paralizada, sus piernas no reaccionaban, notó un puñal en su
corazón y sólo quería llorar. Sentía que su cuerpo pesaba cada vez más. Quería
echarse a correr, pero no podía. Se metió en otro portal escondiéndose, hasta
que sus piernas la dejaron andar de una manera más o menos normal. Salió de esa calle, cogió su moto y marchó
para casa.
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