lunes, 10 de noviembre de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXXVII: Plan de fuga

Tras el capítulo de la pasada semana (36. Los gemelos golpean dos veces) de Eduardo Casanova Tutor, hoy la acción continúa...
El capítulo anterior arranca con la llamada de teléfono que recibe Pedro. La voz femenina resultó ser de Patricia, que le pide que no le cuente a Olga que es ella quien llama. Le indica a Pedro que tiene algo que comentarle pero que prefiere hablar con él en persona, así que se citan para el día siguiente.
Mientras Olga continuaba su relación a dos bandas con Mario e Ian, se encontraba cenando con este último e intentando sonsacarle información para utilizar en el juicio de Pedro. Al final consigue averiguar el nombre del abogado que les lleva el caso y principal culpable de llevar hasta las últimas consecuencias la acusación a Pedro.
Al día siguiente Pedro acude puntual a su cita con Patricia en el centro comercial y tras una conversación típica de cortesía le pregunta por motivo por el que ha decidido quedar con él. Patricia le cuenta que ha recuperado ya totalmente la memoria y que recordó una conversación con Ramón en Pau que le decía que él era el padre de las gemelas y que además él mismo tenía un hermano gemelo en Estocolmo que nadie del grupo conocía, que estaba pendiente suya y que si algo le ocurría vendría en su ayuda. Pedro aturdido y ofendido por la autenticidad de su paternidad se siente confuso. Patricia le indica que con Ramón en la cárcel es posible que su hermano gemelo acuda a socorrerlo, y que esté alerta por si acaso.
Pedro regresa a casa con la compra de la cena preparada a modo de escusa de su visita al centro comercial y Ana le comenta que mañana ha quedado con su hermana para ir de compras. A la mañana siguiente tras el desayuno, la joven embarazada se despide de su novio y sale a la calle al encuentro de su cuñada, y allí se quedó helada al ver en la acera de enfrente a...
¿Quién será y qué querrá de la pobre Ana? ¿Cual será el veredicto para el juicio de Pedro? ¿Cómo le irá a Ramón en prisión? ¿Aparecerá su hermano en escena? No os perdáis el próximo capítulo.



XXXVII.   Plan de fuga.



El corazón de Ana se paralizó por momentos. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos. Era la última persona a la que se quería encontrar, ya casi ni se acordaba de Olga y de todo lo mal que se lo había hecho pasar. Ana se detuvo en seco. Olga también se percato de que Ana estaba al otro lado de la acera y también se detuvo en seco. Cruzaron sus miradas.
Olga estaba disfrutando de aquella situación al ver a Ana con aquella mirada de odio hacia ella. Sin embargo Olga miraba a Ana con una sonrisa de lado a lado que  aun la ponía más nerviosa pero sin duda alguna sentía el mismo odio hacia Ana.
<<Anita se fuerte Anita se fuerte y pasa de ella que no merece la pena complicarte la vida. Y más estando embarazada>> —pensaba Ana hacia sus adentros.
—Hola Anita, que guapa y gorda te veo, el embarazo te sienta genial.
—Mira Olga, no sé como tienes la cara de dirigirme la palabra. Te deseo lo peor en tu vida y te lo digo bien claro: no se te ocurra meterte en nuestras vidas nunca más.
—¡Ay Anita que cosas tienes! Yo ya he pasado de pagina… Por cierto, tengo un novio de hace poquito tiempo.
Ana siguió andando antes de que Olga terminase la frase.
—Se llama Mario y creo que es tu vecino. ¿Lo conoces?
Olga se reía mientras Ana seguía su camino al encuentro de Patricia.
—Que sepas que te vas a tener que acostumbrar a ver esta carita más a menudo. ¡El destino es así y no se puede hacer nada contra él por más que quieras, Anita! —gritó Olga a diez metros de distancia.

Thomas, el hermano gemelo de Ramón llevaba unos meses muy nervioso en Suecia (Estocolmo). No había podido viajar a España al tener que hacerse cargo de unos negocios muy importantes. Tenía siete fundiciones a pleno rendimiento y él era el dueño. Tenía a su cargo a tres mil trabajadores.
Desde que era un adolescente siempre había trabajado en las fundiciones de su padrastro pero por causas desconocidas lo encontraron muerto en su casa. Y todo aquel imperio fue pasado a Thomas como el único heredero de los bienes del difunto.
Tenía el carácter como su hermano Ramón o incluso peor, y solo tenía en mente a su hermanito. Llevaba unos meses intentando cerrar unos temas empresariales que le habían impedido viajar a España. Había llegado ese ansiado día. Ya tenía todo atado para poder viajar y ayudar a su hermano.

Las ocho de la mañana. Las sirenas de la prisión empiezan a sonar y empiezan hacer el recuento matutino de presos como cada día. Ramón está en el modulo 7 que es uno de los más conflictivos. Desde que entró en prisión solo había tenido peleas por su carácter y por su rabia contenida hasta acabar en dicho modulo. Se disponía a ir a la ducha como cada mañana y se encontró Matías, el funcionario de prisiones...
—¡Ey Ramón pórtate bien, eh!
—¿Cómo me voy a portar bien con la de gentuza que hay aquí? Y sólo me buscan la boca…
—Te doy un consejo: pasa de todo el mundo aquí dentro o acabaran contigo.
—¡No me des sermones! –le dijo Ramón con cara de loco enfurecido.
Ramón se había ganado la confianza de Matías. Algo vio en él. Su intención solo era aprovecharse de la inocencia de aquel funcionario de prisiones. Ya llevaba un tiempo hablando todos los días con él y ganándose su confianza.
Desde el primer día que entro prisión solo tenía algo metido en la cabeza. Fugarse de aquel infierno para poder vengarse de todas las personas que le habían arruinado la vida.
Matías acompañaba a Ramón hasta las duchas de la prisión. Cuando Ramón le preguntó:
—¡Ey Mati! —así le llamaba en plan cariñoso.
—Dime Ramón.
—¿Te acuerdas que llevamos meses planeando mi fuga no?
—Sí, sí, lo que pasa que tengo que ir con mucho cuidado, que últimamente mis jefes nos han visto mucho hablando.
—¡No me seas inútil y no la cagues! —le dijo Ramón otra vez con cara de loco.
—¡Joder Ramón, entiéndeme! Me juego la vida ayudándote y tengo que ir con mucho cuidado. En cuanto salgas de aquí yo cogeré y desapareceré para siempre de este país. Ah, se me olvidaba, el vigilante que está en la cocina y el de la puerta que registra los coches que entra y salen ya nos han dado el visto bueno. Con 200.000€ por barba podremos rehacer nuestras vidas.
—¡De puta madre Mati! Son buenas noticias. Ahora solo falta que venga mi hermano a España para poder salir de aquí.
El plan que tenían entre manos tenía que ser un miércoles cualquiera que era cuando estarían los vigilantes comprados. Ramón, ese día de la semana, tenía una tarea en prisión de castigo por su comportamiento. Tenía que fregar todo el ala norte de la prisión de cabo a rabo. Allí se encuentra también la cocina y el comedor pero están cerrados con llave. Ahí entraría el trabajo de Mati que le abriría la puerta del comedor que le conduciría a la cocina. Tendría que estar justamente unos minutos antes de las siete de la mañana dentro de la cocina que es cuando viene el repartidor de pan que accede por la puerta de atrás. El guardia que vigila el acceso desde fuera del comedor le abriría a Ramón el maletero de la Citroen Berlingo del repartidor. Ahí se metería.  Luego en el control de la puerta de entrada de vehículos el otro guardia comprado registraría el coche con plena normalidad para que nadie sospechara nada. Y Ramón sería un hombre libre.

¡¡¡Meeeeeeeeeeeeeeccccc!!!
Suena el telefonillo de casa de Mario.
—¿Sí?
—Mario, soy Olga ábreme.
—Sí, sube.
Olga subió las escaleras hasta llegar a casa de Mario. Llevaba unos tacones de palmo, un vestidito corto que le marcaba el tanga verde, y se había hecho un recogido en esa gran melena negra.
Nada más entrar por el apartamento de Mario sin alentar palabra le quitó el pijama, lo dejo como Dios lo trajo al mundo y lo tiró al sofá.
—Te voy a echar el mejor polvo de tu vida.
—Claro que sí mi chica, soy todo tuyo —dijo Mario con un tono de voz bajo…
Olga se puso en el sofá encima de Mario, estaba muy excitada. Estaban los dos fundidos. Olga se quito el tanga por debajo del vestido y empezó a cabalgar sobre de Mario. Los gemidos de Olga empezaban a subir de tono cada vez más y más, y de repente...
Din Don Din Don
—¡Joder! ¿Quién cojones llama a la puerta ahora? Tendré que ir a ver quién es —pensó Mario mientras disfrutaba de semejante velada.
—No abras, no abras —le repetía Olga a Mario en el oído mientras estaba en plena faena.
—Tengo que ir a ver quién es. Igual es algo importante.
—Anda, que voy yo en un momento —dijo Olga.
Olga se dirigió hacia la puerta, se bajo el vestido y abrió. No se podía creer quién era. Se quedo paralizada por segundos. El corazón le latía aún más rápido que cuando se estaba tirando a Mario.
—¡Qué grata sorpresa Pedro! —dijo Olga con cara de felicidad.
Pedro había ido a casa de su vecino a ver si le apetecía dar una vuelta y charlar un poco de todo ya que llevaban un tiempo un poco distanciados.
—¡No me jodas! —dijo Pedro con la cara desencajada.
—¿No te alegras de verme?
—¡Estas muy enferma de la cabeza!
Olga se subió el vestido lentamente...
—¿Te quieres unir a la fiesta y recordar viejos tiempos?
Pedro estaba pasándolo mal porque no sabía al 100% si él era el padre de los gemelos y ahora el panorama de Olga en casa de su vecino con el vestido subido e insinuándose. Era una bomba a punto de estallar y ¡boom!…
Cogió de los pelos a Olga, la metió en el apartamento de Mario,  la zarandeaba de lado a lado y le propino un puñetazo que cayó larga al suelo.
—¡Pero Pedro! —chilló Mario—. ¡Te has vuelto loco, mal nacido!
—¡Mira Mario, Olga nos está haciendo la vida imposible, es una persona mala y a ti te está utilizando para estar cerca de mí! La conozco bien y no va a parar hasta conseguir lo que quiere. Esta loca por mí. Ya sé que es difícil de asumir todo esto que te estoy contando, pero es la verdad.
—Voy a llamar a la policía —dijo Mario.
—¡Mira, por favor, hazme caso! ¿Qué gano yo con esto? Si llamas a la policía me meterían en la cárcel después de todo lo que me ha pasado últimamente. Por favor, habla con Ana. Ella te explicará todo. Nos conoces bien y nunca te mentiríamos.
—¡Vete de mi apartamento, quiero pensar en todo esto!
—Sí, me voy a mi casa. Piensa en todo que te he dicho, más tarde vendrá Ana y si quieres hablar con nosotros en casa estaremos.
Mario se quedo colapsado intentando asumir todo lo que le había dicho Pedro. Empezó a rebuscar en el bolso de Olga a ver si encontraba algún tipo de información que le hiciera abrir los ojos. Lo vació sobre de la mesa del salón. Había un monedero, tampones, carmín, clínex, chicles, llaves, móvil y una tarjeta de un bufete de abogados que le extraño un poco. Cogió el móvil y lo abrió. Tenía un whatsapp sin leer de un tal Ian.
“Tengo muchas ganas de que llegue el fin de semana para estar contigo te echo mucho de menos. Besos.”

Ramón se dirigía en la prisión a hacer el uso de su llamada que tenía cada quince días.
Un tono, dos tonos, tres tonos...
—¿Dígame?
—Thomas, soy Ramón.
—¡Ey hermano! Ya estoy en España, llegue anoche. Ya sabes que nunca te fallaría.
—¿Tienes ya arreglado lo del dinero?
—Sí, he abierto las tres cuentas en Suiza como acordamos.
—Pues si todo va bien pasado mañana estoy fuera. Iré en el maletero de la monovolumen del repartidor de pan. Sobre las siete y veinte para en la única panadería que está en el pueblo más cercano a la prisión. Espérame allí y cuando veas que se baja el repartidor fuerza el maletero y sácame de allí.
—Eso esta hecho. Allí estaré esperándote impaciente.

Mientras tanto Mario estaba flipando con el whatsapp que acababa de leer. Cogió el teléfono y marco…

—¿Sí? ¿Dígame?

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