El capítulo continúa con Ana pendiente de la persona que ve en la calle cuando sale de su casa. Es nada menos que Olga y tras el cruce de miradas la conversación va subiendo de intensidad y esta le informa a Ana de su nuevo novio: Mario. Sabe que tocar a su vecino saca de sus casillas a Ana y Olga disfruta de la comprometida situación viendo a su amiga desesperarse.
En Estocolmo encontramos a Thomas, el hermano gemelo de Pedro con todo preparado para viajar a España.
En la prisión el día arranca con el recuento de presos y una conversación muy jugosa entre Pedro y un funcionario de prisiones: Matías. En ella le insiste en que el plan de fuga está preparado y que no le falle, habrá dinero para todos, de eso se encarga Thomas, empresario de éxito.
Mientras, Olga llega al piso de Mario y con el calentón que traía comienza a hacerle el amor al joven prácticamente sin mediar palabra. Suena el timbre, es Pedro el que pasa a ver a su vecino y les encuentra en plena faena. Olga, en lugar de ruborizarse lo anima a sumarse a la fiesta y este que es una bomba a punto de estallar explota de rabia y zarandea a la explosiva morena. Mario media en la trifurca y Pedro le explica el plan secreto que Olga lleva en su cabeza: utilizarlo para aproximarse a él. Le pide que hable con Ana y que no llame a la policía. Mario confundido despacha a Pedro e instintivamente comienza a registrar el bolso de Olga en busca de cualquier prueba que corrobore la teoría de su vecino. Comprueba también su móvil y encuentra un comprometedor whtasapp de Ian.
Ramón desde prisión llama a su hermano que le confirma que el dinero está preparado y este le da instrucciones sobre la fuga.
Mario sigue alucinando con el mensaje encontrado y decide hacer una llamada a...
¿A quién llamará Mario? ¿Cual será el veredicto para el juicio de Pedro? ¿Cómo irá la fuga de Ramón? ¿Que papel desempeñará Thomas de aquí en adelante? ¿Olga que tiene que decir de todo lo acontecido en el piso de Mario?No os perdáis el capítulo de hoy.
XXXVIII. La sentencia dicta.
—Ana, soy
Mario.
—Mario,
tenemos que hablar contigo respecto a Olga, ha cambia…
—Ana, quiero
que me contéis todo —dijo Mario sin dejarle terminar la frase.
—Ven a cenar
a casa esta noche sobre las nueve —contestó nerviosa a la vez que contenta. ¿Sería
capaz Mario de creerles? Era todo tan surrealista… Olga tenía una capacidad de
convicción sobre la gente y además unas armas de seducción, que bien se
encargaba ella de explotarlas al máximo para conseguir aquello que se propusiera.
—Está bien,
luego os veo pareja, tengo muchas ganas de que me pongáis al día.
<<No importa si las hijas son de Ramón, ella
me quiere, estamos enamorados, serán mis niñas y jamás sabrán de la existencia
de ese desgraciado>>. Pedro no paraba de darle vueltas a lo que
Patricia le había contado, ¿sabría Ana de la existencia de Thomas? ¿Y si era
así, porqué no se lo había contado si ella estaba segura de que las niñas eran
suyas?
Yo también tengo muchas
ganitas de ti, nos vemos el viernes en mi casa
A Olga no le
importaban los sentimientos de nadie, pero intentaría convencer a Mario de que
ese whatsapp fue un mal entendido, sólo lo hacia por estar cerca de Pedro y
fastidiar a Ana—. ¿Por qué vuelve con él y a mi no me dirige la palabra? Ojalá
las niñas sean de Ramón y Pedro sea un infeliz a su lado —pensó Olga.
—Pasa Mario,
he hecho tu cena favorita, lasaña de atún.
—Eres un
sol, Anita.
Mario no
daba crédito a las barbaridades que estaba haciendo Olga por estar cerca de
Pedro y recordó algo…
—Pero yo vi
a Olga saliendo de vuestro piso el día que comió con la señora María, me dijo
que no entrara que os ibais a echar la siesta, que estabais cansados.
—¿Quéeeeee?
¿La viste saliendo de nuestra casa? ¿Pero como ha entrado esa bicho? ¡Hay que cambiar la cerradura! Esta chica
está cada vez peor! Ahora entiendo lo de la ropa por toda la casa tirada... Lo
siento Pedro… Lo que más me fastidia es
que lo papeles del juicio de Pedro estaban desordenados, seguro que los leyó. ¡A
saber que se le está pasando ahora por la cabeza con tal de hacernos mas daño!
—Mario,
aléjate de ella, por tu bien —dijo Pedro, que hasta ahora había permanecido
callado.
—No cabe
duda de que esta chica no está muy cuerda y no quiero que os haga daño a
ninguno de los dos. Pedro perdona por lo que paso en casa, pero…
—Perdóname
tú, no debí de entrar así, pero llevo mucho tiempo cargando con culpas que no
deberían de ser mías. Deberíamos haber hablado antes sobre esta situación, pero
entre el embarazo, hospitales y el juicio… No es que dispongamos de mucho
tiempo libre…
—Bueno y…
¿qué tenéis pensado hacer con esta chica? Porque no va a parar hasta que os
destruya.
Se escuchó la cerradura de la puerta:
—Tienes
visita, además de loco, tienes suerte con las mujeres… ¡Qué hijo de puta!
No era difícil
saber de quien se trataba teniendo en cuenta ese comentario…
—¡Qué
agradable sorpresa!
—¿Qué tal
Ramón?
—Bien Olga,
esperando salir pronto de aquí. Creo que no va a ser tan largo como esperaba.
—¿Puedo
hacer algo por ti?
—No, todo va
bien, tranquila.
Hubo unos
segundos incómodos de silencio y Ramón dijo:
—Tuve que
soltarla Olga, estaba sangrando, me desesperé. Yo realmente la quiero y no
quiero que le pase nada malo. Ese niño es mío, estoy seguro.
—No es un
niño, tiene gemelas. Te comprendo Ramón, está siendo todo muy complicado y más
ahora que estás dentro y tengo que pensar en muchas cosas yo sola…
—¿Gemelas?
Qué gran noticia me das Olga. Tranquila, dame un poco de tiempo y podré
ayudarte como te mereces, compensaré el fallo que tuve.
—Tengo que
irme, espero poder venir más a menudo a visitarte.
—Gracias
Olga, pronto nos veremos guapa.
Olga iba
pensando en Ian, tenía que hacer algo para que retirara la denuncia a Pedro, su
amado. ¿Le decía que lo conocía? Estaba en una situación extraña. <<¿Qué es lo que siento realmente por
Ian? ¿Es despecho porque me dejó y ahora quiero utilizarlo y dejarlo cuando
quiera? ¿O realmente siento algo más?>>. Empezó a llorar
desconsoladamente, ¿qué había pasado en estos últimos meses? Todo había
cambiado tanto, sus amigos y Pedro… Todas las culpas eran para ella y Pedro
salía de rositas, no entiendía nada… Buscó un cigarro, cuando estaba nerviosa
necesitaba fumar. No era asidua a ello, pero siempre llevaba un paquete en el
bolso.
—¿Mechero? ¿Dónde
hay un puto mechero? ¡Ahí! —tuvo que estirarse y agacharse ligeramente para
poder alcanzarlo y antes de incorporarse escuchó una bocina. Se incorporó rápidamente,
pegó un volantazo y nada pudo hacer, el coche de Olga acabó empotrado debajo
del camión. Enseguida se escucharon las
sirenas, llegó un helicóptero, la policía y muchos coches permanecían parados
en la carretera. Nada se pudo hacer por la vida de Olga. Falleció en el acto.
Puesto que las visitas eran grabadas y escuchadas por los funcionarios de prisión, decidieron cambiar al día siguiente a Ramón de módulo.
Puesto que las visitas eran grabadas y escuchadas por los funcionarios de prisión, decidieron cambiar al día siguiente a Ramón de módulo.
—¿Dónde me
lleváis cabrones? —decía gritando desde el furgón.
—¡Cállate
ya, enseguida vas a verlo!
Ramón estaba
muy cabreado, tenía todo preparado para la fuga
dentro de una semana y ahora, ¿qué estaba pasando?
—No deberíamos
decirte esto, pero... tenemos todas las conversaciones con tu hermano
grabadas, el móvil que te entregó
nuestro compañero estaba pinchado. Así que, bienvenido a tu nuevo hogar, tu
hogar por mucho tiempo.
Ramón se quedó
sin habla, su ira y su rabia habían desaparecido. Se sentía agotado
mentalmente, sólo quería llorar. No
recordaba cuando fue la última vez que lloró. Probablemente cuando era niño, su
padre siempre había sido un hombre muy duro con él y con su hermano. Le
vinieron a la mente recuerdos de su niñez, cuando hacían trastadas, llegaban a
casa y su padre les esperaba con el cinturón en la mano porque llegaban tres
minutos tarde de la hora establecida. A ellos ya no les importaban las zurras
con el cinturón, era algo que casi casi tenían a diario, como el dejarles sin
comer durante un día entero por dejar la ropa sin recoger o la cama sin hacer.
Esos pensamientos se cortaron en el momento que se escucharon las voces por el
altavoz, era la hora de comer. Tenía que reponerse o los otros presos se lo
comerían si lo veían así.
—¡Chico
nuevo en casa! ¿Qué os parece? —dijo un preso gritando para que Ramón lo
escuchase.
¡¡¡Rrrrrrrrrringgg!!!
—Pedro,
¿estás preparado?
—Nunca se
está preparado para saber si tienes que ir a la cárcel o quedarte en la ruina.
Llegó el
día, hoy se dictaba sentencia en el juzgado. Todos con los nervios a flor de
piel, Ana, la hermana de Pedro, sus padres, Mario… Todos deseosos de que fuera
una multa y no la entrada a prisión. Quedaban dos horas para entrar a los
juzgados y saber que pasaba con esta situación tan horrible que estaban
viviendo. Salieron todos desde el piso de la pareja. Entraron en silencio a la
sala número 4. Pedro no escuchó nada hasta que el juez dijo:
—Y la
sentencia es…
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