lunes, 27 de octubre de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXXV. Juego de tronas.

Tras el capítulo de la pasada semana (34. Amandine) de Irene Royo Gracia, hoy la acción continúa...
El capítulo anterior arranca con Patricia hospitalizada en Pau y con Amandine, una asistente social francesa contratada por la Interpol acompañando al pequeño Jack hasta el aeropuerto para el viaje de regreso a casa.
En casa de Ana y Pedro siguen desconcertados por el mensaje de Patricia y deciden esperar más noticias desde Francia. Mientras Ana les cuenta al grupo lo ocurrido con Ramón y Pedro todo el desarrollo de su juicio. Sus amigos no dan crédito. También les cuentan que esperan gemelos.
Ya en Inglaterra Jack corre a abrazar a su mamá que lo espera a pie de pista. Amandine los acompaña hasta una sala para que ambos se tranquilicen, el pequeño descanse y se relaje con su madre y coma un poquito, para después llevar a cabo un interrogatorio.
Un miembro de la policía inglesa le toma declaración al pequeño Jack que describe los hechos desde su perspectiva infantil: el secuestro, la huida oculto en el maletero del coche y la escapada surcando toda Francia, y el desenlace de la historia con Ramón desesperado propinando una tremenda paliza a Patricia.
Tom, el policía que lo interroga les dice que afortunadamente Ramón se encuentra encarcelado en España y Patricia ha despertado y está recuperándose en el hospital y pronto será trasladada también a su país para seguir la recuperación aunque le ha quedado alguna secuela: no recuerda nada de lo ocurrido y además...
¿Qué le ocurrirá a la pobre Patricia? ¿Qué ocurrirá en la cita con Ian? ¿Se decantará Olga por Pedro y dejará plantado al pelirrojo? ¿Qué pasos seguirán Ana y Pedro en sus procesos judiciales? ¿Cómo le irá a Ramón en prisión? ¿Podrá Ana atender a razones y perdonar a Pedro por algo que no ha hecho o triunfará la perversa jugada de Olga? No os perdáis el capítulo de hoy.



XXXV. Juego de tronas.


Además… Patricia estaba esperando un bebé y un desafortunado golpe que le propició Ramón había causado problemas en el embarazo. De momento no había perdido al bebé pero la situación era muy complicada, aunque los médicos estaban haciendo todo lo posible para que tanto Patricia como el bebé salieran adelante.
Tom y Amandine acompañaron a Mary y a Jack hasta una puerta en el aeropuerto donde les esperaba un coche de la policía que les llevaría hasta su casa, donde intentarían recobrar la normalidad de sus vidas pese a la amarga situación que ambos habían vivido.
Antes de que Mary subiera al coche, les dijo a los agentes que le gustaría que la mantuviesen informada acerca de la evolución de Patricia. Sin dudarlo, ambos agentes asintieron y le dijeron que no se preocupara que ellos mismos se encargarían de hacerle llegar cualquier noticia acerca del estado de salud de Patricia y de su bebé. Al fin y al cabo, Mary sentía que había recuperado a Jack gracias a Patricia y que cuando esta se encontrara mejor, debía agradecerle lo que había hecho por ella y por su hijo.
Al mismo tiempo, en España, no daban crédito de cómo Ramón había podido sobrepasar tantos límites. Primero el secuestro de Ana, luego el de Jack y por último la brutal paliza a Patricia.

Tres meses después…
Ramón permanecía en prisión. Dos semanas después del fatídico suceso de Pau, fue llamado a juicio. No tuvo mucho que hacer en su defensa. Del secuestro de Ana había claras pruebas que le delataban robando el cloroformo en el hospital y además Ana se armó de valor y declaró en su contra. Fue duro tomar la decisión porque no quería volver a verle la cara y hasta ahora había ocultado todo lo ocurrido para, de algún extraño modo, defenderlo. Pero finalmente Ana pensó que era justo que pagara por el daño que había hecho. Del secuestro de Jack había dos testigos: Patricia y el mismísimo Jack.
También le acusaron de agresión. Patricia declaró, pero también los médicos que la atendieron tras la brutal paliza y los policías que la encontraron tendida en el suelo.
La sentencia del juez propició el ingreso en prisión de Ramón durante 15 años y 3 meses.
Patricia se recuperó estupendamente de todas sus lesiones y el bebé milagrosamente no sufrió ningún tipo de daño por lo que el embarazo continuó adelante. De vez en cuando todavía sueña con el secuestro pero una patadita de su bebé le hace despertar de esas horribles pesadillas.
Mary y Jack habían vuelto a recobrar su vida anterior al suceso vivido. Todavía lo siguen recordando pero ahora que Ramón ya está en prisión, Mary se siente mucho más segura.
Tom y Amandine la mantuvieron informada sobre el estado de salud de Patricia y de su bebé durante toda la recuperación. Hace mes y medio Mary y Jack decidieron viajar a España para ver a Patricia.
Sandra y Rafa continúan afianzando su relación y han decidido alquilar un apartamento en el centro, cerca de Pedro y Ana ya que Sandra  quiere estar muy cerca suya, pero en especial… ¡de sus futuros sobrinos!
Ana ya se encontraba mucho mejor de su embarazo. Las nauseas y vómitos típicos ya hacía tiempo que habían desistido y en estos momentos Ana estaba disfrutando de su embarazo. Cada vez se sentía más pesada pero también sentía a sus dos hijos y eso la hacía sentirse la mujer más feliz del mundo.
La relación con Pedro por fin se había encauzado de tal manera que no solo Ana estaba disfrutando del embarazo, sino que Pedro sentía que estaba viviendo la etapa más feliz de  su vida. Junto a Ana y a sus dos retoños.
El juicio de Pedro todavía está visto para sentencia.
Durante estos tres meses, las vidas de todos ellos habían cambiado mucho.
La última vez que todos ellos se encontraron en el Rock&Blues, todas las noticias que se dieron fueron buenas. El piso de Sandra y Rafa, la recuperación de Patricia y de su bebé… y Ana y Pedro les contaron que en la última ecografía que le habían hecho a Ana por fin habían visto el sexo de los bebé y eran… ¡dos chicas!
Esta última noticia dio muchísimo que hablar durante aquel encuentro… Los nombres de las niñas fue el tema más debatido. Hasta que Ana y Pedro les contaron que ya tenían decidido cómo se iban a llamar: Candela y Lucia eran los nombres elegidos. Todos aplaudieron de la emoción y a la tía Sandra se le saltaron hasta las lágrimas.
Pasaron una buena velada todos juntos y decidieron que aunque sus vidas fueran a cambiar, las reuniones en el Rock&Blues tenían que ser semanales.
Después de la reunión y con una mochila llena de buenas noticias cada uno marchó hacia su casa. Al llegar Ana ya no podía  más.
—Estas niñas me agotan —le dijo a Pedro—, voy a descansar un ratito.
Y mientras Ana descansaba, Pedro empezó a leer un libro que su madre y en vistas a su futura paternidad le había regalado. Lo primero que miró fue el título: “Juego de tronas: manual para la paternidad”.
—Madre mía —pensó Pedro—. ¿Por qué se le habrá ocurrido a mi madre regalarme un libro con este título?
Comenzó a leer. El libro hablaba de la lactancia, de los cólicos y de todas las cosas de los bebés que un padre primerizo no sabe. A Pedro cada vez le gustaba más lo que estaba leyendo y tenía ganas de que Ana se levantara para contarle y explicarle todo lo que había aprendido.
Y así pasó una semana entre preparativos y compras para la llegada de las niñas. Pedro seguía asombrado de la cantidad de cosas que podían llegar a necesitar dos cositas tan pequeñas.
El  jueves por la tarde Pedro y Ana se encontraban en el sofá de su apartamento. Ana con continuas molestias por las patadas que le daban las pequeñas. Por fin a Ana le habían dado la baja en el trabajo. Cada vez se encontraba más y más pesada y el volumen de su tripa ya le impedía realizar bien su trabajo.
Ahora Pedro, tenía que mimar y cuidar mucho a Ana y así estaba cumpliendo las órdenes del ginecólogo. Estaba preparando algo para cenar y se disponían a ver una película cuando de repente sonó el teléfono:
¡¡¡¡Ring ring!!!!
—Pedro, corre cariño que a lo que me levante del sofá ya han colgado.
¡¡¡¡Ring Ring!!!!
—¡Pedroooooooooo!
Este al oír el grito de Ana salió corriendo de la cocina. Estaba inmerso en su mundo cocinando mientras escuchaba una canción de Fito a toda pastilla: “Se  me ponen si me besas….rojitas las orejas….paparabara paparabara…”
—Lo siento cariño… Estaba…
—Ya —le replicó Ana—. Estabas cantando a toda voz.
Ambos rieron. Pedro descolgó el teléfono:
—¿Sí?
—Hola —respondió una voz femenina.

—Hola —contestó Pedro esperando algún detalle más de la persona que estaba al otro lado del teléfono…

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