CAPITULO 7.
Bienvenidos.
–Sí, dime Darío.
–No te preocupes por
lo de ayer, no hiciste nada que yo no me dejara hacer.
–No sé a que te
refieres, por lo que me han dicho mis amigos tan solo estuvimos bailando un
poco, ¿no?
–Sí, bueno… El caso
es que me gustas, y creo que es mutuo. Si
te apetece, podríamos quedar algún día los dos solos.
–Darío, me parece
que te adelantas a mis pensamientos. No, no me gustas, y sobre lo de quedar los
dos solos, no creo que sea posible, no me gusta la gente engreída. Pasa un buen
domingo...
La verdad es que
Darío le gustaba, le gustaba y mucho, pero,
¿quién se creía él para decirle si le gustaba o no?
Lunes, día de volver al trabajo y ver a Fede, ya se le
había olvidado... Estaba destrozada, cansada y anímicamente frustrada.
Mandó un whastapp a Fede:
“¿Paso a buscarte a casa y vamos juntos al trabajo?”
“Vale”
Freya llegó a la puerta de casa de Fede, pitó, y él salió:
—¿Qué pasa Freya? ¿Cómo
estás?
—Estoy mal Fede. ¿Qué
pasó el sábado? Me desperté en tu cama y ¡desnuda!
—No pasó nada, estaba
dormido y de repente apareciste en mi habitación, diciéndome que querías dormir
conmigo, sin más. Estabas borrachísima y no parabas de hablar de tus amigas que
venían en navidades y ya te dormiste.
—Lo siento Fede, me
largué porque no sabía que había pasado.
—No pasó nada. Tú y yo
sólo somos amigos. Y para eso estuve el sábado, para aguantar tu borrachera, “¡mamma
mía!” ¡Qué tostón que me diste en casa!
—Aquí no acaba el
asunto…
Freya puso al día a Fede sobre el asunto de Erik.
—¡Pero qué me dices! A ver, no creo que esté jugando
contigo, aunque es cierto que no conoces a nadie de sus amigos, y que es un
poco raro que haya venido de vacaciones y se pase todo el tiempo en el centro
de Buenos Aires, mientras sus amigos recorren el país. Eso es extraño, pero aún
así, ¿por qué no hablas con él, y que te explique quién era esa chica? Te
quedarás mucho más tranquila.
—No quiero pasarlo mal otra vez. Mi exnovio, Darío, me
hizo mucho daño y no quiero volver a sufrir, ni que me cuenten historias que no
son ciertas, porque mi problema es, que me fío de la gente, y luego de lo que
dicen a lo que hacen, puede haber una diferencia abismal.
—No juzgues a todos por igual Freya. Dale una
oportunidad, deja que se explique.
Estuvo todo el
día en el zoo pensando y dándole vueltas al asunto y a la conversación con
Fede. Era cierto, no porque Darío la tratase mal, todos iban a ser igual que
él. Pero ver a Erik con otra en sus brazos… se le revolvía el estómago cada vez
que lo recordaba.
—Fede, ¿puedo quedarme en tu casa esta semana?
—Así no vas a solucionar nada, pero por supuesto, mi
casa es tu casa.
—Voy a recoger algo de ropa y algunas cosas y vengo
para aquí.
Erik la llamó al móvil, pero Freya no contestaba...
«En una semana llegan
mis amigas y tengo que preparar algún viaje bonito para llevarlas», pensó.
Se pasó por el 9 Reinas,
hacía mucho que no veía a Diego, le puso al día de su situación.
—Valeria y Aria están
aquí y quieren conocerte, ¿te parece que las llame y tomamos algo?
—¿Por qué no organizamos
algo para este fin de semana? Vienen mis amigas de España y quiero hacerles una
fiesta el sábado. En casa de Fede, un compañero de trabajo.
—Me parece estupendo, si
necesitás cualquier cosa, llamame.
—Vamos hablando entonces
Diego.
El fin de semana se acercaba y el viernes llegaban sus
amigas, ¡qué nervios! Era la noche del jueves y no podía dormir, estaba
volviendo loco a Federico. Él estaba encantado con la llegada de las amigas a
su casa.
Era una vivienda enorme. Decoraron el jardín con
globos, espumillón, un photocall y toda la clase de adornos que iban
encontrando y una pancarta dándoles la bienvenida. Su familia no iba a ir a
verle y a él tampoco le apetecía ir a Italia, así que programaron todas las
vacaciones para estar juntos.
Viernes, tres de la tarde, pidieron permiso a Nahuel
para salir antes de hora ese día, para poder recoger a sus amigas. Tenían que
ir con dos coches porque también venía el novio de Raquel, Diego A, así que
habló con Matías para ver si podía acompañarles y no hubo problema. Salieron
los dos coches para el aeropuerto. No había ningún retraso, la hora de llegada
era la prevista, las 17:15.
De repente vio corriendo a Clara e Iris.
—¡Freya! ¡Qué ganas de verte y de llegar! ¡Qué viaje
más largo!
—Chicas, ¡cómo os he echado de menos! ¡Qué ganas de
que lleguéis a casa, os relajéis un poco y ponernos al día! Pero… ¿qué hace Darío
aquí?
—No sabíamos nada, se ha presentado en el aeropuerto
con el mismo vuelo que nosotras, porque dice que era la única manera de poder
llegar hasta ti ya que nadie quiere darle ningún dato de donde estás.
—¡Raquel! ¡Diego! ¡Qué ganas de veros! ¿Qué tal va la
búsqueda de casa?
—Creemos que ya hemos encontrado la perfecta. La
próxima vez que nos veamos, esperemos que sea en la nueva casa.
Freya presentó a todos los amigos a Fede y a Matías. Se
pusieron a caminar dejando atrás a Darío con Freya, no les gustaba la idea,
pero entonces Diego A. les explicó lo que había pasado.
—Chicas ya sabéis que Darío es mi amigo, no podía
hacer otra cosa. Vino a casa y la verdad, me dio pena y se lo dije. Le di todos
los datos del vuelo, y bueno, por lo que veo ha tenido suerte y ha podido coger
el mismo que nosotros.
—No te preocupes por nosotras, no tienes que darnos
ninguna explicación, lo que no quiero es que arruine las vacaciones con nuestra
amiga.
—No sé que haces aquí Darío.
—Es la única manera de poder hablar contigo y pedirte perdón y una segunda
oportunidad.
—Me tienes que estar tomando el pelo…
—¿Crees que he hecho todos estos kilómetros para tomarte el pelo?
—No, no sé a qué has venido. Supongo que a controlarme y ver que estoy
estupendamente feliz sin ti. No te necesito.
Freya llamó a sus amigos.
—¡Esperadme chicos!
Rumbo a casa Freya viajaba en un coche con sus amigas
y Fede conduciendo, y en el otro, Matías con los dos chicos.
Alucinaron cuando vieron el casoplón de Federico y lo
mucho que habían trabajado para preparar la fiesta de bienvenida. Las mesas con
manteles blancos, las sillas con fundas blancas, velas de colores por todo el
suelo y los adornos que habían puesto el día anterior. Todos se acomodaron en
sus habitaciones antes de preparar la parrillada. Ducha, ropa fresquita y a la
terraza. Eran ya las 20:30 y Freya llamó a Diego.
—Diego, ¿dónde estáis?
—Estoy saliendo del 9Reinas, voy a buscar a Valeria y
Aria y salimos para allá. Treinta
minutos como máximo, lo prometo.
—Vale, vamos calentando ya las brasas.
Erik dejó una nota en el buzón de Freya justo cuando
entraba Diego a buscar a Valeria y Aria para ir a la fiesta.
—Hola, Freya no está aquí, no sé si esa nota será
importante.
—Hola. La verdad es que sí. ¿Sabes dónde esta?
—Sí. Está a punto de celebrar una fiesta en casa de un
amigo. Vienen sus amigas de España. ¿Tú no serás Erik?
—Sí, soy yo, y no sé nada de ella desde el domingo
pasado. No está nunca en casa y no la encuentro nunca a la salida del trabajo. No
sé que es lo que le pasa conmigo.
—Creo que puedo ayudarte a hacer entender algo que me
contó.
Diego le contó lo que Freya había visto en el portal
de la casa de Erik. Este se echó a reír.
—¿Y este tipo por qué se ríe? —pensó Diego.
—¿Me puedes llevar a esa fiesta con vosotros, o al
menos decirme dónde es? Créeme cuando te
digo que jamás haría daño a Freya, es lo que más alegrías me da en esta vida.
—Sí, claro, vente con nosotros. Dejame que voy a
llamar a dos amigas y marchamos para allá.
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