Nerea telefonea a Sergio, que se encuentra en apuros en el pasillo del gimnasio. Este, al reconocer el tono habitual de su novia, hace un repaso mental a su dilatada relación sentimental y recuerda cómo es Nerea y por qué está a punto de casarse con ella. Al descolgar esta le pregunta que dónde está ya que hoy habían quedado para la degustación del menú para el banquete de boda. Sergio, intentando ganar tiempo, le cuenta que se encuentra un poco mal tras realizar sus ejercicios en el gimnasio, pero que en unos minutos estará listo.
Mientras, la señora de la limpieza, que intenta entrar al vestuario, y Sergio tiene que intervenir para impedirlo. Así que le hace creer que no queda papel higiénico, y que lo necesita urgentemente. Una vez que se deshace de ella continúa la discusión con Nerea que se empeña en ir a buscarlo al gimnasio y llevarlo al médico o anular la cita de la degustación.
Cuando todavía no ha terminado la discusión con su novia, que decide pasar por allí de todos modos para recogerlo, vuelve la señora de la limpieza con el papel higiénico y dispuesta a entrar al vestuario para limpiarlo. Sergio tiene que convencerla de nuevo de que se vaya alegando que necesita un poquito de intimidad para ir al baño. Tras una dura negociación consigue que Marisa le de un margen de tiempo.
Una vez despejado el camino, entra a la ducha donde le esperaba su voluptuosa acompañante todavía desnuda, e intenta convencerla de que se marche rápidamente ya que su marido, la mujer de la limpieza o su propia novia pueden aparecer en cualquier momento. Pero todo lo contrario, ella desea continuar con lo que habían empezado momentos antes como si nada hubiese ocurrido. Sergio no entiende la reacción de la mujer, que intenta besarlo para continuar con la fiesta, y en un acto reflejo al intentar quitársela de encima, la empuja con más fuerza de la debida y el agua de la ducha la hace resbalar hasta golpearse con la cabeza en los grifos que salen de la pared. Presa del pánico, Sergio cree haber matado a esa mujer que yace inconsciente en el suelo.
¿Cómo se resolverá esta comprometida situación? ¿Será grave la caída de la misteriosa amante de Sergio? ¿Qué ocurrirá con la otra pareja de la sauna? No os perdáis el capítulo de hoy.
Mientras, la señora de la limpieza, que intenta entrar al vestuario, y Sergio tiene que intervenir para impedirlo. Así que le hace creer que no queda papel higiénico, y que lo necesita urgentemente. Una vez que se deshace de ella continúa la discusión con Nerea que se empeña en ir a buscarlo al gimnasio y llevarlo al médico o anular la cita de la degustación.
Cuando todavía no ha terminado la discusión con su novia, que decide pasar por allí de todos modos para recogerlo, vuelve la señora de la limpieza con el papel higiénico y dispuesta a entrar al vestuario para limpiarlo. Sergio tiene que convencerla de nuevo de que se vaya alegando que necesita un poquito de intimidad para ir al baño. Tras una dura negociación consigue que Marisa le de un margen de tiempo.
Una vez despejado el camino, entra a la ducha donde le esperaba su voluptuosa acompañante todavía desnuda, e intenta convencerla de que se marche rápidamente ya que su marido, la mujer de la limpieza o su propia novia pueden aparecer en cualquier momento. Pero todo lo contrario, ella desea continuar con lo que habían empezado momentos antes como si nada hubiese ocurrido. Sergio no entiende la reacción de la mujer, que intenta besarlo para continuar con la fiesta, y en un acto reflejo al intentar quitársela de encima, la empuja con más fuerza de la debida y el agua de la ducha la hace resbalar hasta golpearse con la cabeza en los grifos que salen de la pared. Presa del pánico, Sergio cree haber matado a esa mujer que yace inconsciente en el suelo.
¿Cómo se resolverá esta comprometida situación? ¿Será grave la caída de la misteriosa amante de Sergio? ¿Qué ocurrirá con la otra pareja de la sauna? No os perdáis el capítulo de hoy.
En cuanto a su creadora, ha sido una gran suerte poder contar con ella para este proyecto. Además se ha involucrado muchísimo aportando en la edición de los dos capítulos anteriores. Ha sacado adelante un gran capítulo que nos acerca bastante a la relación de Sergio con Nerea, y a la vida de nuestro protagonista en particular. Una persona que tenemos muy cerquita, con un cerebro brillante y que aceptó participar en este proyecto encantada. Espero que podamos contar con ella para otros nuevos que emprendamos porque puede aportar muchísimo. Creativa y dedicada, estos valores la definen, y es que son los principales para dedicarse a lo que hace: maestra. Gracias por participar y enseñarnos un poquito más de ti... María Pilar García Enlace a su perfil en facebook
Os dejo con el capítulo de hoy (4. Carolina). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.
4. Carolina.
¡Por Dios! ¡Nunca dejaría
que pasara nada de lo que estoy pensando! Me meto en la ducha rápidamente,
vengo de la sauna con mucho sofoco,
tengo que calmar esa sensación. Apenas recuerdo sus rasgos, recordar ese
cuerpo me hace revivir una sensación brutal de calor que me recorre todo el
cuerpo. Me visto con vaqueros, sudadera de mis tiempos de universidad y mis
Mustang. Vuelvo a recogerme el cabello en una coleta, no tengo mucho tiempo. Vestida
de lo más casual, estoy hecha un flan. Creo que esto va a ser sólo el principio
de muchas más sorpresas.
Me dirijo a la salida de las
instalaciones y al girar la última esquina, ¡ahí está! ¡Uf, que planta! En la
sauna no daba esa impresión de “tan perfecto”. ¿Cuántos años tendrá? ¿A qué se
dedica? Deduzco que por su porte, posiblemente hombre de negocios, presidiendo
una gran empresa, o… ¿dedicado a la moda?
Llevo una semana de pena. Por
las mañanas, para no pensar mucho en qué situación me encuentro, la de muchos
por cierto, salgo a correr y me evado un poco de los malos augurios que me
atormentan, y por las tardes directa al centro de acogida de animales donde
colaboro. Pero no me aburro, de hecho no me queda tiempo para aburrirme.
Cojo la mochila y corro por
el pasillo como si de ello dependiera algo. Esta mañana promete. Me deslizo por
el mármol deslumbrante de la entrada, hasta que mi carrera se ve frenada
brutalmente. Tengo mi cabeza pegada contra su pecho. Levanto lentamente la
vista. Me mira con curiosidad y asombro. Es el tipo de mirada en la que me
gustaría perderme un ratito. Aturdida me despego y sólo se me ocurre decir un…
—¡Hola!
Cierto, reconozco que me ha
impresionado, más de lo que me gustaría admitir. Sí, definitivamente, dentro de
sus “taytantos” es guapo.
—A sí que, ¿eres estudiante?
—Veterinaria —contesto,
casi enfadada por la poca evidencia de mi edad. Ya sé que aparento menos, pero
hace años que deje la universidad. Ahora voy yo.
—Y usted, ¿a qué se dedica? ¡Oh,
perdón! ¿A qué te dedicas? —sale mi parte endemoniadamente burlona.
Mientras le da tiempo a
recomponerse, yo me divierto.
—Arquitecto.
Después de las formalidades
salimos del hall de mutuo acuerdo y nos dirigimos a la cafetería situada en la
acera de enfrente. Una vez sentados en la última mesa situada al lado de la
salida de emergencias pedimos al camarero nuestras respectivas cervecitas.
Estoy petrificada de admiración, es el tipo de persona que cuando pasa por tu
lado la sigues con la mirada, y la giras de inmediato cuando te ves
descubierta. Me sonríe. Cuantas hormonas alborotadas. Podría echarme de nuevo a
reír recordando el incidente en la sauna si no estuviera tan turbada. Ha debido
percatarse de mis pensamientos.
—De nuevo te pido perdón. Por
lo tanto, no quiero darte otra oportunidad para que vuelvas a reírte de mí.
Sonrío, me tiene embobada. Y
me imagino que me coge por la cintura, me estrecha contra él, que su mano sube
y baja por mi espalda, siento su lengua buscar la mía, toda yo en tensión, se
aflojan mis piernas y espero el siguiente movimiento. Viene el camarero y todo
el hechizo se esfuma, esa voz ha sido como un jarro de agua fría. Estoy roja.
Como he llegado de una situación cómica a otra tórrida y desesperante, debe de
ser la necesidad.
—Me alegro de que volvamos a
tutearnos.
Roto el hielo, iniciamos la
conversación preguntándonos sobre nuestro estado laboral. Me cuenta que tiene
el despacho en su casa, que está trabajando en un proyecto local, que tiene un
hijo de veinte años, y que su mujer murió muy joven, un infarto. Que no sale
con nadie pero que no renuncia al amor. Lo dice con tanto aplomo que me lo
creo. Se hace tarde, tengo que marcharme. Debo prepararme para el trabajo en la
protectora de animales, siento dejarlo pero debo irme. Nos despedimos con dos
besos y de nuevo, vuelvo a sentir... Corro y corro sin saber bien por qué, ¿de
que quiero huir? Llego a casa y esta claro que la ducha fría es el objetivo y
final de mi aturdimiento, estoy confusa. Tengo que empezar a pensar en otras
cosas, no tengo control sobre estas emociones
y eso no es bueno.
La semana no pasa tan
rápidamente como quisiera, la rutina y los números rojos de mi cuenta no dejan
de martillear mi cabeza. A sí que salgo a correr, por lo menos en esos treinta
minutos me libero de tensión. No dejo de pensar en el próximo lunes, ¿volverá a
ir al gimnasio?
Podría permanecer horas y
horas así, sin hablar, mirándole. Nos encontramos en un restaurante, nos hemos
citado, todo parece un sueño. Me tiene encandilada, habla y habla y no para de
sonreír. De vez en cuando hace una pausa para encontrar en mí alguna respuesta
a sus ocurrencias. Es divertido. De repente se inclina hacia mí, me recorre un
escalofrío por todo el cuerpo, su mano empieza a recorrerme el muslo, y sube,
me empieza a faltar la respiración y pienso, no, no pienso. De nuevo, jarra de
agua fría cuando despierto: es lunes y acabo de tener un sueño. Solo ha sido un
sueño. Frustración asegurada.
Al cabo de unos minutos de
reflexión, tumbada aún en la cama, decido levantarme y vestirme. Me calzo y
después de tomarme un zumo salgo de casa, cojo la moto y me dirijo al gimnasio.
Hoy haré una clase de global fit, me apetece. Así mejoraré mi condición física
y podré poner en orden mi cabeza.
—¿No esperaba encontrarte
hoy aquí? Pensaba que el encuentro anterior fue casual.
Me giro rápidamente al escuchar
su voz, la sorpresa y desconcierto me hacen perder un poco el equilibrio. Con
una mano me apoyo en la pared y con la otra quiero mantener el equilibrio. El
agua que se posa en el suelo a la salida de la sauna me ha jugado una mala
pasada. Mis piernas, que pensaba que estaban suficientemente firmes, se
empiezan a separar, pierdo el control y resbalo. La toalla que llevo cubriendo
mi cuerpo sigue mí mismo movimiento y cae también y deja al descubierto mis
encantos. La situación es indescriptible, sentada en el suelo, levanto la vista
y me lo encuentro… Arrodillándose me mira a los ojos y disfruta con mi estado
de pudor. Vaya bochorno. Cierro los ojos y quiero desaparecer. Afortunadamente
creo que no pasa nadie por el pasillo y cubriéndome con la toalla tan rápido
como puedo me levanto con la ayuda de
Jorge.
Empieza bien la semana…
Marisa pasa por la sauna
para verificar el buen estado de limpieza de las instalaciones y al volver la
esquina se encuentra con una imagen bastante divertida: caída en el suelo
Carolina y arrodillado Jorge, ¡ese pedazo de tío! Se imagina un poco la
situación y presa del pánico, “¡Oh my God!”, creyendo que allí mismo se iba a
ejecutar una acción pecaminosa, sale dispuesta a contárselo a Rebeca, la
recepcionista en prácticas, que le hace siempre oídos a todos los chismes
acontecidos.
*****
—Sergio, Sergio, ¿qué te
ocurre?
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