CAPÍTULO 6. Latidos de esperanza.
No podía creer lo que estaba viendo en aquella
mochila. Estaba repleta de billetes de todos los colores.
—Julia, dime que esto es un sueño…
—Esto es la pura realidad, y esta mochila va a ser
el pasaporte pero rehacer nuestras vidas.
—Sabia que me traerías suerte y que las cosas juntos
nos iban a ir mejor y mira, aquí estamos los dos, con no sé cuantísimo dinero. A
partir de hoy no nos va a faltar de nada. ¿Me oyes Esteban? Esteban, ¡Esteban! —dijo
Julia chillando y zarandeándolo.
Esteban se había desmayado a causa de la herida de
bala que sufría en el brazo. Había perdido mucha sangre, estaba muy mal herido.
Julia sabía que corría serio peligro la vida de su amigo, y que tenía que darse
prisa en llevarlo a un hospital lo antes posible.
Fue corriendo en busca de un taxi, mientras Esteban
seguía mal herido tirado en un banco.
—¡Taxi! ¡Taxi! ¡Aquí!
—Buenas noches señorita ¿A dónde quiere que la
lleve?
—Necesito que me ayude, mi amigo esta mal herido
allí en aquel banco y necesito que nos lleve a un hospital lo antes posible.
—Pero, llama a una ambulancia, que es lo que se hace
en estos casos.
—¡No podemos perder mas tiempo, se esta muriendo!
A aquel taxista jovenzano se le pasaban muchas cosas
por la cabeza, pero vio una gran sinceridad en Julia. Se bajo del coche, rápidamente
cogió a Esteban, lo metió en el taxi, y salió a toda prisa hacia el hospital más
cercano.
—Ya hemos llegado, ¿te ayudo a llevarlo hasta dentro
del hospital?
—No gracias, ya me las apaño —dijo Julia.
Julia apoyó a Esteban sobre sus hombros y empezó a andar
los treinta metros que le quedaban hasta entrar en el hospital. Pronto le
empezaron a flaquear las piernas, se estaba quedando sin fuerzas, estaban
siendo los treinta metros más largos de su vida.
Nada mas entrar por la puerta se desplomó en el
suelo junto con Esteban. El trompazo fue de escándalo. Dos celadoras que se
encontraban en una salita, que no se percataron de la clamorosa entrada de
Julia y Esteban, hasta que…
—¡Un medico, un medico! —dijo Julia chillando desde
el suelo.
Las dos celadoras tras oír los chillidos salieron
corriendo y una enfermera que pasaba por allí fue a ver lo que estaba
ocurriendo.
—¿Pero que os ha pasado? —dijo la enfermera
sobresaltada.
—Mi amigo ha sufrido un balazo en el brazo y ha
perdido mucha sangre —dijo Julia con lagrimas en los ojos.
La enfermera fue corriendo en busca de un medico al
ver la gravedad del asunto. Las celadoras fueron a por una camilla.
—Esteban, me tengo que ir. Ahora vendré a por ti, en
cuanto estés bien.
Julia vio la oportunidad de irse del hospital cuando
la enfermera y las celadoras se marcharon. Sabía que el hospital denunciaría lo
ocurrido, que tendría que dar muchas explicaciones de lo he había pasado, y que
podrían perder todo el dinero de la mochila.
Salió a paso ligero del hospital. Empezó a caminar y
caminar, reflexionado en todo lo ocurrido, y en lo que iba a hacer a partir de
ahora. Pero sus pensamientos no fluían del cansancio acumulado, y de todo lo
ocurrido. Estaba colapsada mentalmente y decidió irse a un hotel a descansar.
—1, 2, 3, desfibrilador
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
—¡Lo perdemos! ¡Lo perdemos! —decía la enfermera.
—Suba la potencia enfermera. Venga, otra vez: desfibrilador
1, 2, 3.
Piiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii
—¡No lo podemos perder, por el amor de dios! —chillaba
el medico muy nervioso. Otra vez, desfibrilador, 1, 2, 3.
Piiiiiiiiiiiiiiiiii
pi pi pi pi
Después de horas de estar operando a Esteban parecía
que volvía a estar más estable, pero con la salud muy delicada, y tendría que
estar unos días ingresado en aquel hospital. Había tenido mucha suerte en sobrevivir
de aquel trágico episodio, o simplemente aún no le tocaba su hora.
A Julia, después de dormir cinco horas en el hotel,
le reconcomían los nervios. No sabía como estaría Esteban, y tenía claro que
aquellos hombres que les dispararon no pararían de buscarlos hasta encontrar el
dinero.
Por otro lado la policía, si Esteban se recuperaba,
no pararían de hacerle preguntas.
Julia se subía por las paredes, no sabía que hacer.
Lo que tenia claro era que tenía que ir al hospital y pasar desapercibida para
ver el estado de salud de Esteban, y en cuanto estuviera bien irse con él.
Se fue a una peluquería, se corto un poco el pelo,
se tiñó más oscuro de lo que lo tenía, y luego se fue a una tienda, se compró
ropa cara y se dirigió hacía el hospital para ver si veía a Esteban y en que
estado se encontraba.
Se dirigió al mostrador de información del hospital.
—Hola, buenas días —dijo Julia mientras se quitaba
las gafas de sol.
—Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? —dijo el chico
que estaba al otro lado del mostrador mirando a Julia de arriba abajo.
—¿Me podías decir en que habitación está un chico
que se llama Esteban?
—¿Esteban? Dime los apellidos.
—Es que… no me acuerdo. Es un cliente mío de la
peluquería de hace muchos años, y ¿te puedes creer que no me acuerdo de su
apellido? ¡Ay, que cabeza tengo! —decía Julia dándole un sermón al de
información.
—A ver, te lo voy a mirar pero no debería hacerlo
con los datos que me das.
—Gracias, eres un sol —le dijo Julia guiñándole un
ojo.
—Pues tengo dos Esteban, un hombre de avanzada edad
y un chico joven.
—Al que busco es al chico joven.
—Pues esta en la 233, pero no se admiten visitas todavía.
—Muchas gracias, hasta luego —se despidió Julia.
—Ya sabes, cualquier cosa que quieras aquí estoy —dijo
el chaval, con una sonrisa de somardón.
—Ah, otra cosa, perdona, que se me olvidaba, ¿ha
preguntado alguien mas por él?
—Pues estuvo la policía en la 233, me dijo un
compañero. Ya sabes, aquí en los hospitales nos enteramos de todo y más en este,
que no es muy grande. Y otra cosa que me ha chocado es que hace un par de horas
vinieron dos hombres preguntando que si había algún herido de bala. Decían que
eran policías, pero lo que no me cuadra es que la policía ya había estado. Es
decir, que aquellos hombres no eran policías, seguro.
—Pero, ¿por qué me cuentas todo esto a mí?
—Te lo cuento porque el único herido de bala que hay
aquí es el de la 233. También se oye que una morenita trajo al chico herido al
hospital y huyó.
—Bueno, ya vendré en otro momento —dijo Julia
asustada.
Salió del hospital corriendo como siempre y se
dirigió de nuevo al hotel. Dejaría pasar unos días hasta ir a por Esteban. Sabía
que corría peligro, pero no podía hacer nada porque aún estaba muy mal y no
admitían visitas. Estos días iba a tramar un plan para entrar al hospital y
escaparse con su ansiado amigo, y disfrutar con toda aquella grandísima suma de
dinero juntos.
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