martes, 23 de junio de 2015

TayTodos. Capítulo 19. Nada es lo que parece ser.

Hoy nos llega el capítulo número diecinueve de la saga "TayTodos", penúltimo de esta temporada antes del parón estival. Seguimos a un altísimo nivel, con un episodio que continúa perfectamente la brecha abierta por su predecesor. ¿Qué nos deparará?... Pero antes vamos a repasar lo ocurrido en el último capítulo publicado.
El capítulo anterior arranca con Sergio haciendo un repaso mental a su situación y a como se ha distorsionado su vida en los últimos meses: su relación con Nerea, sus devaneos con Clara, la ruptura, la vuelta a casa de sus padres... Ha vuelto al lugar donde todo arrancó: sauna en una mañana de lunes. Tras su sesión pasa por la taquilla para recoger sus cosas y allí encuentra un sobre con una llave y unas coordenadas GPS.
Tras la comida, al llegar a la oficina, introduce las coordenadas en el ordenador y comprueba que se trata de un sitio de trasteros de alquiler, así que descarta que fuera Clara quien lo citara allí y asume que se trata de Nerea que habrá llevado allí sus pertenencias. Al terminar la jornada se dirige al lugar indicado pero comprueba que el local está vacío.
Al despetar se encuentra atado de pies y manos en una silla giratoria frente a Nerea que le increpa por dejarse llevar ante los encantos de Clara. De repente la pared contigua es movida y en el local adjunto aparece en la misma situación Jorge y Carolina frente a él. De entre la oscuridad aparece Clara y las tres mujeres se mofan de los dos hombres maniatados. Les increpan que casi les arruinan el negocio y Carolina deja que se explique a Nerea llamándola jefa...

¿Qué negocio? ¿Qué relación tienen estas tres mujeres y por qué Nerea es la jefa? ¿De qué? ¿Qué sabemos de los turbios negocios de Venancio? ¿Estará relacionado? Y la fulgurante aparición de Mirka... ¿tendrá algo que ver? ¿Qué encontrará Rebeca cuando llegue al socorro del apuesto Montana? No os perdáis el capítulo de hoy.

En cuanto a su creador, decir que es un zarracatallero habitual que ya participó el año pasado en la novela colectiva de 2014 (Nuestra historia) con un capítulo impresionante (14. Viking Line) del que guardamos un gratísimo recuerdo. Como en esta ocasión, que nos ha dejado a todos boquiabiertos y ha dado un giro brutal a la historia en busca de nuevas tramas y abriendo un millón de posibilidades al autor que la continúe. Esperemos que acierte (ya lo veréis como sí, porque hoy tenemos otro capítulo brutal) y pasemos un año entretenido con los devaneos de nuestros protagonistas.
Así que sin más agradecer a un tipo extraordinario capaz de hacer capítulos inteligentes, diferentes, arriesgados, intensos... Basicamente son cualidades que lo definen a las mil maravillas, así es mi amigo Francisco Ángel Ferrer Gil

Os dejo con el capítulo de hoy. Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


19. Nada es lo que parecer ser.

—¿Jefa? —mi cabeza estaba aturdida, tanto por la sustancia del pinchazo como por el panorama que se pintaba a mi alrededor—. ¿Pero de qué va todo esto? ¿Y por qué está atado ese hombre? ¿Desde cuándo os conocéis vosotras tres? ¿De qué anzuelo me hablas? ¿Qué es lo que pretendes?
Nerea se detuvo un instante y tras esta breve pausa, comenzó a caminar hacia mí. La expresión de sus ojos me provocó un escalofrío por todo el cuerpo.  Era una Nerea completamente desconocida. Caminaba despacio y segura con la mirada fría e impenetrable, haciéndome sentir a cada paso más inquieto.
Al llegar a mi altura se agachó para alcanzar mi oído y susurró:
—A su debido tiempo, amor, te enterarás de todo —aquellas palabras me sonaron como una amenazadora promesa. Y agradecí que se alejara tan pronto las pronunció.
Cogió del suelo la jeringuilla y sacó un frasco de su bolsillo para llenarla de un líquido que no sabía reconocer. Miró a Jorge y después se dirigió a Carolina ofreciéndole la jeringuilla:
—Nena, haz tú los honores. Ya que para otra cosa no nos sirve, veremos si podemos convertirlo en tu pupilo. Pero hasta que tengamos tiempo para él, mejor será que continúe dormidito. Así no será testigo, que en demasiados líos se ha metido ya este pobre infeliz.
—Será lo mejor, sí —vi como Carolina se acercaba con la jeringuilla e introducía el líquido en el brazo de aquel hombre. Jorge sí, así se llamaba. Con  el que cada lunes compartía sauna en silencio, casi desconocido ¡qué ironía de la vida! Ahora los dos atados y en una situación, que empezaba a convertirse en asfixiante. Una sensación similar a la que sientes cuando has excedido el tiempo de estancia en la sauna.
—Listo jefa, con esto tendremos unas cuantas horas más de margen —dijo Carolina devolviéndole la jeringuilla a Nerea, quien con una sonrisa lasciva se acerca a ella. Con una mano retira su rubia melena hasta el cuello y  con la otra sujeta sus nalgas bajo la falda aproximando sus cuerpos. Me quedo incrédulo,  sorprendido y atónito, viendo como empieza a buscar con su lengua los labios de su compañera de fechoría que responde al instante y se funden en un apasionado baile de besos y caricias. Mientras las contemplo, empiezo a pensar que tal escena es habitualmente ensayada.  Y acto seguido la sensación que  tengo es la de sentirme tonto, pero tonto de los que hacen historia y tenso, más tenso que un Gremlin en la Expo del Agua de Zaragoza.
Nerea apartándose de Carolina me mira y empieza a carcajear tras ver la expresión de mi cara. Cogiendo a su compañera de la mano se despide de nosotros:
—Bueno Clara, es tu turno. No seas demasiado dura con él. Tienes más de ocho horas hasta que el otro despierte. Sigue el plan según lo convenido y espera mi llamada. Os dejamos a solas en este ideal paraíso —con una sonrisa tan falsa como malvada se dirige a mí y continúa su discurso—. Recuerda amor, pronto te enterarás de todo. Cambia esa cara, que ahora empieza lo bueno y no te preocupes cielo, estás en las mejores manos.
—Despreocúpate Nerea —dice Clara— trataré con sumo amor a nuestro chico de oro. Estaré atenta a tu llamada.
Y allí nos quedamos solos, el bello durmiente madurito, la sirena encantadora de Clara, yo y mis circunstancias que me mantenían totalmente fuera de juego.

La verdad es que me sentí aliviado de que se hubieran marchado Nerea y Carolina. La tensión por la que había pasado momentos atrás se fue transformando en enfado. Tampoco sabía muy bien que podía pasarme de ahora en adelante, con aquella mujer que aunque seguía provocando en mí una fuerte atracción sexual, no estaba seguro de poder fiarme. Al fin y al cabo seguía atado de pies y manos. Desde que había despertado allí, ya nada era lo que  parecía y lo que parecía me negaba a admitir que así fuera.

Clara se acercó a mí con la misma naturalidad que lo hiciera aquel día en la sauna. Yo la seguía expectante con la mirada, midiendo sus movimientos. ¡Uf!, la verdad no sé que tiene esta mujer. Aún con todas mis circunstancias encima, estando tan cabreado y jodido por Nerea, seguía provocando un ardiente deseo incontrolable sobre mí. A cada paso suyo, la tensión sexual iba en aumento y al juzgar por su expresión, sus expectativas iban de la mano con las mías. Al llegar frente a mí, se agacha para coger mi cabeza entre sus manos mientras comienza a besarme. Y sin saber cómo, se coloca a horcajadas encima de mí. Yo me remuevo un poco en la silla, como queriéndola quitar aunque sin poner demasiado empeño.
—Tranquilo tesoro —comienza a cantar la sirena en mi oído, mientras sigue explorando con su boca mi cuello y con un suave baile de caderas continúa su embrujo—. Ahora no puedes escaparte ni creo realmente que quieras. Tenemos algo pendiente y hoy nadie nos puede interrumpir. Estamos tú y yo solos y el tiempo detenido a nuestro alrededor. Sé que me deseas y pese a lo que dice la golfa de tu ex novia, yo a ti también. Esa chica no sabe lo que se pierde, ni te merece, pero yo te voy a recompensar.
Cada vez me sentía más relajado y envuelto en su canto. De nada servía resistirme. Y visto que no sabía qué color iba a tomar toda aquella historia en la que sin querer me veía envuelto, decidí que si había de morir mejor hacerlo con las botas puestas, que de paso es una manera muy placentera y digna de morir. Así que estaba dispuesto a dejarme llevar, únicamente eso. Ni pensar ni hablar, únicamente dejarme llevar, me lo había ganado. Aquella mujer me tenía loco, ardía en deseos de que prosiguiera su actuación y ella continuó. Todavía encima mío, se retiró un poco para que pudiera verla bien. Con un suave movimiento, se quitó el vestido dejando al aire sus pechos bien formados, coronados por unos pezones turgentes que con impaciencia me precipité a capturar en mi boca. Aquel sabor me pareció lo más delicioso que nunca había probado.
—Con calma —dijo Clara apartándose hacia atrás para liberarse—, todavía estás un poco tenso. Espera, te voy a dar algo para que te relajes. Confía en mí, tenemos tiempo y quiero que disfrutes con todos tus sentidos.
Clara se levantó dirigiéndose hacia su bolso que estaba en el suelo a pocos metros de nosotros. Yo seguía absorto en cada uno de sus movimientos. Ahora podía contemplar su cuerpo con deleite. Su figura componía una armoniosa sintonía de curvas bien proporcionadas que sabía mover con elegancia y atracción, con el tono y la tersura de una piel que ha sabido envejecer con lentitud. Se agachó para coger su bolso y a través del fino encaje de su ropa interior, pude intuir la bella flor de su secreto. Realmente tomaré de lo que me de, porque como no pueda poseerla en breve, creo que voy a enloquecer. Ella cogió de su bolso un botellín de agua y un frasco opaco pequeño. ¡Otro frasco no! Espero que no sea lo mismo que le han pinchado a Jorge. Y una imagen fugaz pasó por mi mente con Nerea, Carolina y Clara como protagonistas al estilo las brujas de Salem.
Mientras abría ambos botes, avanzaba hacia mí devorándome con su mirada. Esa mirada... Vació un poco del frasco pequeño en el agua y antes de que me diera tiempo a preguntar, ella ya estaba nuevamente sobre mí y aproximando su pezón a mi boca dijo:
—No te voy a hacer daño, sólo es un relajante. Toma un poco te hará sentir bien —y mientras deslizaba la mezcla de agua desde su pecho hasta el pezón, comencé a absorber, lamer, saborear, succionar, saciando con avidez la sed que sentía desde que aquella mujer irrumpiera en mi mundo. Pasando de un pecho a otro después a sus labios, nuevamente al pezón izquierdo, sintiendo su lengua en mi cuello ahora, lamiendo su pezón derecho, en un ir y venir de uno a otro lado mientras sentía como el efecto de la bebida me hacía caer en una dulce borrachera de deseo. Ya casi ni me molestaba la sensación de tener las manos atadas. Hasta entonces me había sentido incómodo y agobiado, pero ahora todo me daba lo mismo. Sólo deseaba sentir el calor de ese cuerpo experimentado, acariciándome y besándome e incluso me excitaba saberme completamente a su merced. Había dicho la verdad y no pretendía hacerme daño, o quizá fuera a causa de la bebida que empezaba a anular mi voluntad. Ella comenzó a desabrochar los botones de mi camisa retirándola hacia atrás todo lo que pudo y frotando su pecho contra el mío. El contacto de su piel activó mi deseo aún más si cabe. Ya hacía un rato que mi virilidad luchaba por salir de la opresión de mi ropa interior y si no solucionaba la situación con celeridad, aquello iba a empezar a dolerme muy en serio. Parecía como si ella hubiera escuchado mi pensamiento. Me miró fijamente a los ojos y con una provocadora sonrisa, comenzó el descenso por mi cuerpo con suavidad. Liberándome totalmente de mi opresión y relajándome por completo con sus manos de seda. Convirtiendo aquella silla en nubes de algodón que poco a poco me transportaban más y más alto.
A punto estaba de tocar el cielo cuando la escuché reír a carcajadas.
—¿No pensarás que esto es lo mejor que puedo hacerte sentir, cielo? —y continuó riendo—. ¿Y no pensarás que esto no te va a costar nada? Nerea en algo tenía razón, eres muy inocente.
Aquel cambio de rumbo me dejó desconcertado y escuchar el nombre de mi ex, tuvo el efecto instantáneo de un jarro de agua fría sobre mi cuerpo. Lo que sí era seguro, es que esa mujer disfrutaba jugando conmigo. Y sabía con certeza que el deseo que había despertado en mí, me hacía presa de su capricho.
—Tranquilo, no pongas esa cara. Hay tiempo para todo y tú tendrás lo que deseas. Pero he de asegurarme de que yo también obtendré lo que deseo además de lo que esas dos brujas me han encomendado. Podría cogerlo sin más, pero eso es poco interesante para mí. Mis planes para contigo han cambiado. Como ya te he demostrado en varias ocasiones, me interesas tú.
—Pues aquí me tienes. Entero para ti, entre la bebida que me has dado y que sigo atado de pies y manos, no conseguiría llegar muy lejos. Así que déjate ya de tanto sube y baja y coge lo que deseas. No sé que más puedo darte.
—Por tu interés, te aconsejo que prestes atención. Y que me dejes explicarte. Me pones mucho y podría utilizarte a mi antojo, como lo he venido haciendo con docenas de hombres y mujeres. Pero me caes bien, tu inocencia y simplicidad me divierten y veo que no eres tan mal tío. Yo te cuento de qué va todo esto y luego, tú decides.
—Está bien te escucho —Nerea se dirigió a su bolso nuevamente, sacó un pitillo y se lo encendió. La de cosas que puede haber en un bolso de mujer, siempre me ha llamado la atención. Ni imaginar podía, lo que habría dentro del de aquella mujer tan sexy y explosiva. Clara mientras tanto había aproximado otro sillón con ruedas que estaba vacío en la sala y lo puso frente a mí. Se acomodó y comenzó su discurso entre calada y calada.
—Intentaré resumirte lo que pueda. Iremos por personajes. Desde hace algún tiempo, conozco a Nerea y Carolina. Ellas frecuentaban de cuando en cuando, alguna de las fiestas que daba mi marido. A ese ya lo conoces, el gordo y déspota de mi marido. El caso es que ya me había fijado en ellas en varias ocasiones. Como ya te he comentado, me gusta la variedad en mis relaciones y mis intenciones te las puedes imaginar. Un día nos encontramos en la sauna del gimnasio las tres y comenzamos a charlar. Tuvimos muchas charlas y encuentros en aquella sauna. Por lo visto, ellas también sabían mucho de mí. Quién era mi marido, a que se dedicaba, los contactos que tenía. Esas dos, son chicas listas. Cogimos confianza y fueron introduciéndome poco a poco en su negocio. Al parecer, tienen algo montado en el que se dedican a diseñar drogas nuevas que luego introducen en el mundo del narco. Puedes imaginar que si la droga funciona bien, hay mucha pasta de por medio. No sé detalles del negocio porque no me ha interesado enterarme demasiado. Ni siquiera he investigado cómo se conocieron ellas. Aunque sí sabía que hacían vidas paralelas, ya que este mundo es muy peligroso y vigilado por la policía. Y también sé que llevan su relación oculta desde hace tiempo. Mi papel en todo esto es hacer como puente para introducirlas en los contactos de mi marido. Saben que soy de confianza en ese mundo y que sé ganarme los favores de muchos hombres. Ahora están en algo nuevo y necesitan más dinero para llevarlo a cabo. Y también me querían para eso,  he ido dándoles buenas cantidades de dinero, que después me devolvían con algo de interés. Ese era mi beneficio entre otras cosas. Yo puedo gastar todo lo que desee a mi antojo, pero no puedo disponer de una cantidad de efectivo tan grande, sin que el seboso se entere y tenga consecuencias. Y ahí es donde entras tú. Tu preciosidad de novia pretendía dejarte sin blanca, sabe del valor de tu negocio y de lo que has ido acumulando año tras año en acciones y demás. Pero le salió un poco mal la jugada. Primero pensaba casarse y después dejarte seco divorciándose. Ella estaba convencida de que estarías resistiéndote a mí hasta vuestro matrimonio o que si picabas seguirías adelante con la boda. Pretendía descubrir después todo el pastel, demostrándolo con las fotos que nos han ido haciendo en nuestros fugaces encuentros y otros que hubiera habido. Pero la sed primitiva que llevas dentro salió demasiado pronto. Ya se ha encargado esa loba de aletargar tu instinto natural durante todos estos años. Creo que tampoco llegaba a imaginarse mi poder. No soy tan lista como ellas, pero tengo experiencia y más sabe el diablo por viejo que por diablo. Ni pueden imaginar que esté contándote todo esto ahora y de mis planes contigo. Si continuamos con sus nuevos planes, te administraré una droga y me firmarás tu testamento dejando a Nerea todo tu patrimonio. Después llamaré por teléfono al personal cualificado de mi esposo para que te den una paliza, te metan en un coche y eliminen todas las pruebas. Y fin de la historia.
—¡Estoy jodido! ¡Maldita Nerea!
—La verdad es que sí, lo tienes complicado. Has cabreado bien a esa perra. Pese a su relación con Carolina, no soporta que la hayas traicionado haciéndole perder el control de la situación, y quiere vengarse hasta reducirte a cenizas. No tiene escrúpulos. Pero yo no soy una asesina. Sin embargo, si seguimos mi plan los dos saldremos ganando. Tú firmas el testamento y hacemos creer a esas dos que has muerto. Todo será falso, el informe de la policía, la autopsia, el notario, tengo muchos contactos que me deben unos cuantos favores. Y puedo conseguir algo más de dinero, para tenerlas entretenidas en su nuevo proyecto mientras piensan que la herencia está en trámite. Pero tú has de ayudarme a deshacerme de mi marido. La policía ya nos tiene vigilados y haremos que relacionen a Carolina y Nerea con él en algo grande. Y con suerte, lo mismo se eliminan unos a otros. He de librarme de ese apestoso sin implicarme. En más de una ocasión he intentado separarme, pero me tiene amenazada con quitarme a mi hijo y eso no podría soportarlo —por primera vez vi un signo de debilidad en sus ojos—. Si estás a mi lado, no morirás, nos quitaremos de encima a mi marido y con suerte a esas dos, recuperarás todo lo tuyo y de cuando en cuando podrás disfrutar de mí y de todo mi patrimonio. Pero es arriesgado y peligroso, sobre todo si me traicionas. Así que, tú decides.

Empezaba a sentirme cada vez más confuso. Seguía sintiendo que nada era lo que parecía. Dudaba si toda aquella historia era cierta, si por el contrario era otro juego de aquella mujer o un engaño para ayudarla a liberarse de su marido. Lo que sí parecía claro, es que de una u otra forma, mi testamento salía de allí firmado. Y que claramente no deseaba morir, así que su plan era la única opción posible que tenía al alcance de la mano en aquellos momentos. Por otro lado, había visto un rayo de debilidad en sus ojos, cuando mencionó a su hijo. ¿Pero cómo podía ayudarla a deshacerse de su  marido? ¿Qué precio tendría que pagar? ¿Cómo fiarme de ella con esa forma tan extraña de actuar? Tan pronto me provocaba y llevaba mi excitación hasta lo más alto, como me planteaba una decisión vital. ¿Qué tipo de locura era todo aquello?


Cuando conseguí apartarme de mis pensamiento, tuve consciencia de mi alrededor. Allí estaba Clara, de pie delante mío. Completamente desnuda. Con su mirada profunda puesta la mía. Esa mirada... Su figura terminó de devolverme a la realidad. Mi cuerpo empezó a reaccionar con rapidez liberado desde hace rato de toda ropa opresora. Cuando observe con atención cada curva de su cuerpo, mi respiración comenzó a acelerarse vertiginosamente. Clara sostenía en su mano derecha una navaja…

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