martes, 2 de febrero de 2016

TayTodos: 30. La verdadera identidad de Marisa.

Recta final de la novela. Últimos capítulos... ¡Y cada vez la situación se intensifica más! En cuanto al trabajo sobre la edición impresa, la cosa está empezando a rodar. Queda mucho todavía pero debéis ir reservando ya vuestros ejemplares para no quedaros sin él. Recordad que el día doce de marzo tenemos una cita en La Bóveda para la presentación de TayTodos. La cuenta atrás está en marcha... quedan treinta y nueve días.
Ahora vamos a centrarnos en lo ocurrido en el capítulo anterior (29. Es hora de partir). A continuación os dejamos una serie de flashes para que refresquéis la memoria sobre la situación de la trama:
  • Carolina se dirige al gimnasio para buscar a la persona que cree que la puede ayudar ante las amenazas de muerte que ha recibido.
  • Luis sigue a su amigo Montana hasta la mansión de La Señora y Baby Face, y le ruega a Mirka que deje todo y huya con él. En ese momento el sonido del timbre los sobresalta.
  • Carolina llega al gimnasio y sigue con su búsqueda desesperada de Marisa.
  • Luis era quien llamaba a la puerta siguiendo a Montana. Sin tiempo que perder su amigo le cuenta el plan de huída y entre los tres deciden que sea Luis el que lleve hasta comisaría al pequeño Mario, y allí lo deje con su madre.
  • Tras la puerta se escucha a alguien pronunciar el nombre de los dos jóvenes. Suena el timbre de nuevo: eran Rebeca y María.
Este capítulo veintinueve corresponde a un doble capítulo ideado de nuevo por dos amigas que tienen la peculiar forma de participar en este proyecto de esta divertida manera: crean sus capítulos juntas. Ya lo hicieron el año pasado en la novela colectiva anterior, Nuestra historia. Y ahora repiten de nuevo la forma de trabajar, de divertirse, de afrontar la vida: juntas y con una sonrisa.
Una suerte volver a contar con ellas: Sara Garcés Carcas y Patricia Aznar Serrano

¿Quién será el asesino de Venancio? ¿Funcionará el pacto del Inspector Jefe Costa? ¿Continuarán las muertes como estaban pactadas, o el asesinato de Baby Face hará que se detenga el plan inicial de Nerea? ¿Conseguirá Sergio estar con Clara finalmente? ¿Cual será el próximo paso de la policía? ¿Qué ocurrirá con el plan de fuga de Montana ahora que ha implicado a Luis, e indirectamente a Rebeca y María? Muchas incógnitas por resolver...
Veamos finalmente que nos revela el capítulo de hoy. Espero que os guste. 
Besetes a tod@s. Nos leemos.


30. La verdadera identidad de Marisa.

—¡Marisa, por fin te encuentro! —exclamó Carolina.
Ante aquel sobresalto para Marisa, pues no esperaba encontrarse con nadie en ese cuchitril, el móvil se le escurrió de las manos y cayó al suelo con la mala suerte de que se apagó debido al golpe.
—¡Ah, Dios mío, qué susto me has dado! Espero que no se me haya roto el móvil porque tenía que hacer una llamada muy importante —respondió con preocupación mientras se agachaba para recogerlo.
—Disculpa, no era mi intención. No veas lo que me alegra haberte encontrado, llevo toda la mañana para dar contigo. Necesito tu ayuda.
—Pero bueno chiquilla, tranquilízate lo primero, y dime, ¿en qué te puedo ayudar yo? —preguntó extrañada, y a la vez impaciente por saber de qué se trataba—. ¿Quieres que vayamos a la cafetería a tomar algo y así me lo cuentas tranquilamente, guapa?
En ese momento, para Marisa, su llamada podía esperar. Cualquier cotilleo (y más si podía participar) se anteponía a lo que fuera.
—No, no, mejor aquí. Es un tema serio y prefiero que no nos oiga nadie —dijo Carolina bajando la voz y cerrando la puerta del almacén de la limpieza.

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Mientras tanto en comisaría la investigación iba transcurriendo según lo previsto. El superior de la unidad, el Inspector Jefe Costa, ante la llamada de sus agentes, acudió a la sala de interrogatorios donde se encontraba Nerea.
—¿Qué querían? —dijo Costa.
—Inspector, acompáñeme un segundo al cuarto contiguo, por favor. Tengo algo que comunicarle —le dijo saliendo de la sala.
—Dígame agente, ¿qué es lo que ocurre? —preguntó Lorenzo con entereza.
—Tenemos a Nerea Molina, jefe. Ha sido fácil hacerla venir a comisaría, la muy estúpida se creyó que sólo la queríamos para hacerle unas preguntitas rutinarias. Después del interrogatorio, no nos queda ninguna duda, de que efectivamente es ella la creadora del NC. Lo único que nos descuadraba es que quisiera ponerse en contacto con Venancio Renovalles. ¿Qué opina al respecto?
—Bueno, digamos que esta gente no tiene escrúpulos, sólo buscan hacerse de oro sin importarles el precio que tengan que pagar. Seguramente querría llegar a un acuerdo con él para llevar el negocio a medias o ganárselo para después poder acabar con él y quedarse con todos sus bienes. No sería la primera vez que ocurre algo semejante entre dos narcotraficantes cabecillas. Pero la señorita Molina se debió quedar con las ganas de quitarle la vida a ese bastardo: las cámaras exteriores de los minialmacenes donde habían quedado muestran como ella se va en su coche en dirección a la ciudad, así que el asesino tuvo que ser otra persona. De todas formas, deténganla, creo que se pasará unos cuantos años entre rejas.
—De acuerdo jefe —obedeció el agente.
Éste, decidido a cumplir la orden de su superior, se dirigió hacia la sala donde se encontraba Nerea junto con los otros dos agentes. Pero, al entrar, no daba crédito a lo que sus ojos estaban viendo…
—¡Ni se te ocurra dar un paso más o lo mando todo a la mierda, agente de habas! —amenazó Nerea, a punto de presionar el botón que podía hacer estallar el cinturón de explosivos que llevaba alrededor de su cintura.

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—Marisa, estoy amenazada de muerte —dijo Carolina con los ojos vidriosos—. Tengo miedo. He hecho cosas de las que estoy muy arrepentida. No he ido directamente a la policía porque sé que acabaría en la cárcel y por eso he pensado que tú me podrías ayudar. Recuerdo que me contaste que estuviste trabajando como detective para la policía y creo que podrías echarme una mano moviendo hilos para no acabar en prisión.
—Pero hija mía, ¡qué me estás contando!
A Marisa se le pusieron los ojos como platos, con una mezcla de emoción por lo que estaba oyendo y preocupación por la petición de Carolina. Y de repente un gran escalofrío le recorrió el cuerpo. Recordó que, desgraciadamente no podría ayudar a esa joven, pues nadie lo sabía, pero actualmente se encontraba colaborando en la trama del gimnasio M.S.C. con la policía. De hecho, Marisa ya sabía que Carolina andaba metida en la trama y la llamada que quería hacer para ponerse al corriente de la evolución de la investigación estaba dirigida al Inspector Jefe Costa, quien le había suplicado que trabajase con ellos en este caso debido a la buena reputación que había construido durante sus años de trabajo como detective.
A aquella “limpiadora” siempre le había gustado el mundo de la investigación criminal hasta que se planteó dedicarse a su gran pasión profesionalmente. Su familia nunca la apoyó, ni creyó en ella, pero no dejó de perseguir su sueño hasta que, tras años de lucha y esfuerzo, lo consiguió.
Con tan solo treinta años ya había colaborado en varias operaciones importantes del país y su principal papel era sacar información, lo cual le resultaba demasiado fácil gracias a su gran habilidad para enterarse de todo, debido a su don de gentes y a la capacidad de ganarse a todo el mundo con su dulce carácter y fácil palabra.
Sin embargo, todo cambió cuando se quedó embarazada dos años después. Sabía que un mínimo fallo en su puesto de trabajo podía poner en peligro a su familia, y no estaba dispuesta a acarrear ese riesgo, así que decidió que era el momento de retirarse de aquel mundo, pues lo más importante para ella era su marido Manolo y su bebé.
Hace unos años recibió una llamada del Inspector Costa, un gran amigo y referente para ella. Éste le pidió, casi suplicando, que colaborara con él y su equipo en la trama que estaban investigando, la cual tenía a Baby Face como principal objetivo: necesitaban una persona que se hiciese pasar por limpiadora para sonsacar información a gente involucrada en el narcotráfico en el punto de referencia de trapicheos: el gimnasio M.S.C. de la calle Ramón y Cajal. Y el inspector no dudó en contactar con Marisa, la que había sido su mejor detective durante años.
Marisa no tuvo elección puesto que le debía un inmenso favor a aquel hombre; en la última investigación en la que estuvo involucrada, dio la cara por ella y la salvó de un fatídico final. Por lo tanto, ahora no podía negarse. Aceptó.

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Mientras tanto, tras hablar con el agente, el Inspector Jefe Costa volvió a la sala de interrogatorios donde había dejado la conversación a medias con Clara. Entró pletórico y decidido, pues sus agentes no le habían fallado; habían detenido a Nerea, y se sentía especialmente orgulloso de su equipo. Además, una gran sensación de satisfacción le recorrió de pies a cabeza, pues, aunque había intentado que Clara no sospechase, sabía perfectamente quién era: una de las principales protagonistas de la trama a quién deseaban detener. Ésta, además, le podía servir de gran ayuda para poder detener a Il Capo y resolver definitivamente la investigación.
—Perdone este inciso, señorita Clara —dijo el inspector mientras cerraba la puerta.
—No pasa nada —contestó cabizbaja simulando un sollozo.
—Continuemos donde nos habíamos quedado —añadió el inspector mientras se acercaba a ella—. Como ya le he dicho, lamentamos mucho la pérdida de su marido, pero no es ese el verdadero motivo por el que está aquí, señorita Clara. O mejor dicho… “Señora”.
Clara se quedó estupefacta al escuchar lo que le acababa de decir. Centró su mirada en un punto fijo sin saber que responder.
—¡Señorita, le estoy hablando a usted! —insistía Costa mientras se reclinaba sobre la mesa mirándola fijamente—. ¿Es que no va a decir nada? —añadió en tono superlativo.
—Yo… No sé de qué me está hablando —titubeó.
Ante su respuesta el Jefe Costa, sin decir ni una sola palabra, se acercó a los dosieres donde tenía todos los documentos del caso. Los observó durante unos segundos, los cogió y los tiró bruscamente sobre la mesa. Clara se sobresaltó.
—¿Seguro que no sabe nada? —preguntó con tono chulesco—. ¡Pues todos estos documentos no dicen lo mismo!
Clara continuó en silencio.
—No vamos a alargar más esta maldita historia, señorita Silva —dijo Costa, poniéndole las esposas—. Queda detenida por tráfico de drogas, trata de blancas y encubrimiento. Tiene derecho a permanecer en silencio, cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra ante un tribunal. Tiene derecho a consultar un abogado y si no puede contratar uno, le será designado uno de oficio para representarla.

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Sergio, en su casa, estaba a punto de dar con la persona que enlazaba su pasado con la horrible historia que estaba viviendo actualmente.

—Y sí, recuerdo que al llegar al pasillo de nuestra coqueta habitación… ¡Nos encontramos con Luis, el chico que nos presentó, junto con… Montana! —se dijo Sergio para sí mismo—. Ya está, el kit del asunto tiene que estar relacionado con él, siempre se ha comentado en el gimnasio que pasaba sustancias estupefacientes a los musculitos. Nunca me ha dado buena espina ese chico y creo que no me equivoco. Tengo que contactar con él como sea para saber de una vez por todas cómo, cuándo y por qué empezó toda esta historia.

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