sábado, 28 de marzo de 2015

Colección Cupido. Amor por la vida. Ivana Benedi Gracia.

Continuamos con nuestros relatos pertenecientes a Colección Cupido 2015. En esta ocasión nos quedamos en Luceni, aquí bien cerquita. A una calle de distancia nos cuentan que es eso del amor. A su manera, tan original y genial como siempre. Así nos describe Ivana Benedí Gracia que es esta locura que llamamos amor, que a todos, en mayor o menor medida ha sacudido en algún momento de nuestras vidas.
No perdáis detalle de lo que nos cuenta, ni de cómo lo hace. A corazón abierto, como es ella, sin tapujos ni restricciones, con verdades como puños y sonrisas como soles. Un placer contar contigo este año por partida doble, ya que también colaboró en TayTodos, nuestra novela colectiva para 2015. Os dejo con la lectura. Espero que os guste.

Besetes a tod@s. Nos leemos.


Amor por la vida.



1. AMOR, PASIÓN...

¿ Qué es el amor?

Es un sustantivo y como tal es estático.

¿ Qué es amar?

Amar es un verbo y por lo tanto es dinámico, es una conjugación, es acción, es predisposición y es decisión.


©  El amor es un "no sé qué", que viene de "no sé donde" y acaba ya " no sé cómo".

©  El amor nace de nada y muere de todo.

©  El amor es el más grande y puro sentimiento que nace del corazón.

©  El amor no se compra, ni se vende, solo se conquista dulcemente.

©  El amor es como una seta venenosa, que no nos percatamos de su efecto hasta después de haberla comido, cuando ya es demasiado tarde.

©  El amor lo creó un niño con los ojos cerrados, por eso somos ciegos todos los enamorados.

©  Dicen que el amor es un bichito pequeñito y juguetón... ¡pero ten cuidado que hace daño al corazón!.

©  El amor es como un viaje, lugar de salida "la mirada", lugar de llegada, "el corazón".

©  Amor es la poesía de los sentidos.

©  Amor no es aquello que queremos sentir, si no aquello que sentimos sin querer.

Amar es vivir tu propia vida compartiéndola. Es perdonar. Es cometer millones de errores y convertirlos en experiencias de aprendizaje. Amar es paciencia, optimismo y a veces un beso cuando no hay nada más que decir.

El verdadero secreto de la vida está en saber sacarle lo positivo a lo negativo.

Nunca dejes de soñar.

Lo realmente importante es luchar para vivir la vida, para sufrirla y para gozarla, perder con dignidad y atreverse de nuevo. La vida es maravillosa, si no se le tiene miedo.


2. PASSION FOR LIFE

Si la pasión, si la locura, no pasaran alguna vez por las almas... ¿qué valdría la vida?

Tu vida es tu mensaje para el mundo. Asegúrate de que tu vida sea una inspiración.

Las pasiones son como los vientos, que son necesarios para dar movimiento a todos, aunque a menudo sean causa de huracanes.

Haz Lo Que Amas...

Eres más capaz de lo que piensas. La vida es más rica cuando somos y hacemos cosas diferentes. Descubre tus superpoderes.

Genera cambios, no excusas. Vive, juega, explora.

Cuanto más uses tu creatividad mas tendrás. No necesitas suerte, necesitas moverte.

No te centres en decisiones correctas o incorrectas. Crea la vida que quieres vivir.

Despacio, tomate tu tiempo. No tengas miedo a elegir. Equivócate mucho.  Crea, crea, crea. Sigue tu pasión. La perspectiva lo es todo.


3. LLUVIA

Cuando miro dentro de tus ojos puedo ver el amor contenido, pero cuando te dejo cariño ya sabes que siento lo mismo. Porque nada dura para siempre y sabemos que el corazón puede cambiar y es difícil tener una vela en esta fría lluvia.

Si quieres amarme, no contengas. Todos necesitamos tiempo para sí mismos.  Ahí estaré.

El amor, únicamente el amor, podrá destrozar ese muro algún día. ¿Realmente no hay oportunidad para empezar de nuevo?

Confía siempre en quien eres y nada más importa.

Promesas, ¿cuantas se pueden hacer al cabo del día? Miles, en el mundo puede que millones, algunas se cumplen, otras no.

Promesas de un amor roto por la negligencia, por no saber cuidarlo y hacerlo florecer adecuadamente. Como enmendar un error que, al fin y al cabo, todos cometemos, somos humanos y nos equivocamos... Pero, ¿y por qué no, una segunda oportunidad?


4. CARTAS DE AMOR.

Vuelta al romanticismo. A algunos les parece cursi, demasiado romántico o hasta empalagoso. Pero hacer una declaración de amor por escrito, es uno de los ejercicios más saludables para nuestro equilibrio emocional.  Porque hay veces que los sentimientos se nos quedan atragantados en nuestro interior y para que no se vuelvan dañinos, lo mejor es sacarlos al exterior.

Que mejor manera de liberarnos que en forma de carta de amor, los motivos son muchos y variados. 

El caso es darle visibilidad a ese sentimiento que a veces dejamos escondido en los recovecos del corazón.

Amor junto a pasión, pero también junto a ternura y complicidad, para hacer una carta de amor. Porque el amor nunca pasa de moda y tampoco su manifestación escrita. Aunque nuestras cartas de amor pueden adecuarse a los tiempos y a las nuevas tecnologías. Podemos escribir en papel, pero también podemos plasmar nuestros sentimientos en un email o hasta por whatsapp.

Declaración de amor (o desamor) siempre será original, impactante, una carta de amor que el destinatario nunca pueda olvidar, porque tus sentimientos han de dejar huella.

Nada mejor que una carta de amor para que tus palabras no se las lleve el viento, sino que queden grabadas para siempre en el corazón.



Termino con alguna frase me parece interesante:

         Tropezar no es malo, encariñarse con la piedra sí.

         Ya no me enojo. Solo observo, miro, pienso, me decepciono... y me alejo si es necesario.

         Procura coleccionar momentos, no cosas.

         La vida es un reto; vuela, siente, ama, ríe, llora, juega, gana, pierde, tropieza... Pero siempre levántate y sigue.

         El coraje no es la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él. El hombre valiente no es aquel que no siente miedo, sino el que conquista ese miedo.

         Lo imposible solo existe en tu mente.

         Fuiste, eres y serás, mi más bonita casualidad.


Amor Por La Vida.

lunes, 23 de marzo de 2015

TayTodos: 9. Pasión.

Hoy nos llega el noveno capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
El capítulo anterior arranca con Carolina probándose modelitos para su cita con Jorge al que escribe un par de mensajes para quedar para esa noche. Ella no sabe en que situación comprometida se encuentra el madurito que tanto le gusta.
En la oficina a Sergio se le multiplican los problemas con Nerea llamando a la puerta. Este amenaza a Clara y la insta a colaborar, abre la puerta y atiende a su novia. Tras conseguir deshacerse de ella, vuelve al despacho y el instinto se apodera de él y se lanza sin control a por Clara. En plena faena aparece la mano de Jorge buscando ayuda y Sergio vuelve en sí de su pasión desatada y le atiende, esfumándose así todo el momento álgido que se había creado. Clara se recompuso también de semejante corte, se vistió y salió sin dar más explicaciones. Sergio, sale a por un vaso de agua para aliviar a Jorge y en la recepción tiene unas palabras con Clara, intentando que lo deje en paz, pero ella altiva le responde que tarde o temprano será él quien la busque.
Jorge responde a Carolina y la emplaza a cenar en un restaurante del barrio, más económico, al fin y al cabo Clara no le había pagado por el trabajito. Ella le responde que prepare algo en casa y pasan de salir por ahí. Para Jorge es perfecto dado su situación económica, así que apura sus 50€ en la compra para la cena, le da un repasito al piso y a su higiene personal y se baja al bar a esperarla. Cuando la ve llegar se da cuenta de que es preciosa, y embobado la recibe...

¿Conseguirá Clara lo que busca de Sergio? ¿Qué ocurrirá en la cita entre Jorge y Carolina? ¿Descubrirá Nerea lo que realmente le ocurre a Sergio? ¿Cómo le irá a Rebeca en su cita a ciegas con Montana, el amigo de María? No os perdáis el capítulo de hoy.

En cuanto a su creadora, decir que es una habitual de Zarracatalla Editorial. Que fiel a su estilo, cada día más agresivo, le ha dado otro puntito más de pasión a la escena del despacho de Sergio. Decir que es una de las personas más implicadas con este proyecto que ha ayudado tanto a crecer, y es una gran amiga con la que poder compartir todas las ideas que le surgen a este Despitado Observador. Ya la he descrito varias veces aquí, así que no me cansaré de decir que es un bombón que sueña mucho, muchísimo, y a la que debo gran parte de todo esto. Fue la primera en conocer mis intenciones para la novela colectiva de este año, la primera a la que confesar todas mis ocurrencias y la primera a quien recurrir cuando algo se atasca en el proceso creativo. Y pese a lo disparatado que puedan parecer las ideas propuestas, nunca rechaza ninguna; la reconduce y moldea, pero nunca descarta nada de lo que se le propone. Gracias a mi pin up particular. Ella es... Merche Comín Diarte

Os dejo con el capítulo de hoy (9. Pasión). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


 9. Pasión.

—Hola cariño, ¿qué tal ha acabado la reunión con la pareja de esta mañana?
—¿Qué pareja? ¿Qué reunión?
—La que estaba en tu oficina esta mañana cuando he ido a visitarte...
—¡Ah! Es cierto...
—¿Estás bien Sergio?
—Sí, es sólo que estoy un poco cansado. Tengo ganas de probar el menú e irme a dormir, hoy ha sido un día duro.

Nerea y Sergio llegan al restaurante donde van a probar el menú de su boda. Ella está nerviosa e ilusionada, no hace más que hablarle a Sergio de todo lo que les queda por preparar juntos: los detalles a los invitados, la canción que sonará cuando entren al restaurante, el color de las flores en la iglesia... Pero Sergio sólo se encuentra de cuerpo presente, dado que no puede quitarse de la cabeza lo que ha pasado esta misma mañana en la oficina, esa mujer que lo ha vuelto loco, que hace que desee hacer cosas que ni con su futura mujer había pensado hacer... No se la quita de la cabeza, no olvida el momento que la tuvo en su oficina, que la tocó con sus manos, que pudo observar ese cuerpo.
—¡¿¿¿Sergio me estas escuchando???! ¡¡¡SERGIO!!!
—¿Por qué gritas? ¡Qué estoy aquí al lado!
—Últimamente estás muy raro, dices que no te pasa nada, pero no te creo. Te pasas el día pensando en no sé qué cosas, pero no en nuestra boda, y yo no puedo con todo, necesito que me ayudes.
—Perdóname, pero tengo mucho trabajo y eso me tiene así, prometo descansar y centrarme más en nosotros.
Sergio le da un beso, el más fingido en todos los años que llevan juntos. Nerea no se queda muy convencida pero intenta hacerle creer que sí. Entran al restaurante y les llevan a una mesa donde un camarero les invita a probar el vino de la casa mientras esperan la cena. En ese mismo momento Sergio no puede creer lo que está viendo…, entran al restaurante un grupo de ocho personas, de una edad de entre cuarenta y cincuenta años y entre ellas, Clara.
—¡No puede ser, me estoy volviendo loco!
—¿Qué dices Sergio? ¿Tan malo está el vino?
—Nada, nada, cosas del trabajo que me han venido a la cabeza.
Nerea lo mira con cara desesperada, ya que no sabe qué hacer; mientras tanto Sergio no le quita ojo a ese grupo de gente que van a cenar en el mismo restaurante que ellos. Clara también lo ha visto, y la idea de estar las dos parejas en el mismo lugar, le encanta. Por lo que no duda ni un instante en acercarse a la mesa donde se encuentra Sergio.
—¿Qué tal compi de sauna?
—¿Qué haces tú aquí? —en las palabras de Sergio había mucho nerviosismo, dado que no se creía lo que estaba pasando.
—Lo mismo que vosotros, cenar —Clara sonreía—. ¿Esta es tu novia de la que tanto hablas? He de decir que tenías razón, es muy bonita.
Nerea sonríe al escuchar esas palabras, por el contrario Sergio sólo piensa en que ese momento se acabe.
—Me llamo Nerea y sí, soy la novia de Sergio. No sabía que hablaba de mí —sonríe sonrojada.
—No tiene otro tema en la boca, sólo a ti. Bueno pareja me voy a cenar que estoy muerta de hambre. Un placer conocerte Nerea, soy Clara. Y Sergio... nos vemos el lunes.
—Adiós Clara, encantada de conocerte —contestó Nerea.

Nerea le dice a Sergio que debe de ser un poco más simpático con Clara, ya que parece encantadora, no hace más que decir que le parece muy agradable y que es guapísima para tener más de cuarenta años. Sergio no puede más con la situación y tiene que salir del restaurante a tomar un poco de aire.
Clara que lo ve salir, le dice a su marido que sale fuera a fumarse un cigarro mientras les sirven la cena.
—Deseaba que salieses, me estas volviendo loco.
—Ya te lo dije... Volverías a por mí.
—Eres la mujer más mala de la tierra, pero no puedo más...
En ese momento la agarró con todas sus fuerzas de la cadera, llevándola bruscamente hacia él, sin pensar que estaban en la puerta del restaurante donde se encontraban las parejas de ambos.
Lentamente se abre la puerta del restaurante, tras la cual aparece Nerea que ve como su futuro marido está a un centímetro de la boca de Clara.
- ¡¡¡¿¿¿Que está pasando aquí???!!!


********

Después de tomar un par de cervezas Jorge invita a Carolina a subir a cenar a su apartamento, ella acepta encantada, no porque tuviera mucho hambre, si no por las ganas que tiene de quedarse a solas con el madurito.
—Para ser de una persona de tu edad, es bastante moderno el apartamento —dice Carolina riéndose.
—El buen gusto no va en la edad, si no en la persona —contesta Jorge con tono de burla sonriendo mientras le coge de la mano y la lleva hasta el salón, donde está preparada la mesa para cenar los dos solos. La cena que había preparado no llevaba mucha elaboración, dado que eran unas pizzas compradas en el supermercado de abajo, pero eso es lo de menos. Ambos, mientras cenan, no hacen más que mirarse con ojos de querer acabar rápidamente y empezar lo que más desean en ese momento…
Carolina le da un trago más para terminarse la última cerveza que les queda.
—Y ahora que no tenemos más cervezas, ¿qué podemos hacer?
—Podemos quedarnos aquí sin beber, o bajarnos al bar a tomarnos juntos alguna más.
—Y si nos quedamos aquí… algo tendrás preparado para que quiera quedarme…
Jorge no sabe que responder, la respuesta que ella ha dado le encanta, pero no sabe cómo seguir. Ella ve que lo ha dejado sin respuesta, por lo que decide coger el toro por los cuernos. Se levanta, le coge la mano y le pregunta por la habitación. Él se levanta y la lleva hacia ella. Llegan, se miran, ella suelta su mano subiéndola por su brazo hasta llegar a su cuello, al cual se agarra con ambas manos, lo besa, él solo se dejaba llevar… hasta que escuchan cómo se abre la puerta del apartamento.

—Papa, ¿estás en casa?...

sábado, 21 de marzo de 2015

Colección Cupido. Crisálidas eclosionadas. Sweeny Mil

Continuamos con nuestros relatos pertenecientes a Colección Cupido 2015. Hoy debuta un nuevo amigo que ha querido mostrar la parte más dolorosa de los flechazos de Cupido. Cuando una relación quiebra suceden estas cosas, y hoy en día incluso de forma digital. Su creador Sweeny Mil nos trae este breve pero intenso texto, tan real como la vida misma. Otra historia que tampoco os dejará indiferentes. Os dejo con la lectura. Espero que os guste.
Besetes a tod@s. Nos leemos.


CRISÁLIDAS ECLOSIONADAS.


Querido F.

Espero que estés bien. No sé si me buscas o tu agenda laboral, al igual que la mía, te impide comunicarte conmigo. No sé si dejaste las redes sociales a causa de lo anterior o peor aún, te ha pasado algo y todavía no me entero.

Ya sé que nuestra relación -quizá absurda o extraña- no es como al principio, ni mucho menos, cuando más nos exigíamos, y me escandaliza la idea de que puedo estar horas y horas sin tener que traerte a colación. Quizá me absorben las actividades, quizá no era algo tan fuerte lo que sentía por ti, tampoco lo sé.

Deseo que siempre estés bien, que seas feliz por supuesto, verte sonreír alegraba mis días y ojalá a alguien más le suceda contigo, es lógico pensarlo; eres un gran amante, amigo y compañero. Sí, sí lo eres aunque no te lo creas.

Debo confesar que mientras estuvimos juntos sí tuve contacto con alguien más, y en su momento te lo dije, quizá no con todos los detalles pero siempre fui sincera contigo. Reconozco que omití detalles importantes pero en aquel entonces me prohibiste hablarte de otros hombres y mi relación con ellos. Solo puedo decir que fue un hombre, del que estuve y estoy enamorada, a quien no puedo sacarme; ve tú a saber hasta dónde se metió, pero lo sigo viendo, y mientras esté con él, no es justo que te haga esperar.

Agradezco lo que fuimos, esta fue una gran historia que involucró muchísimas cosas.

Hasta siempre, F., yo quise-quiero estar junto a ti, pero creo que nos faltaron las ganas de volar, de lo contrarío, estarías aquí donde te busco y no allá donde te extraño.

Sinceramente, J.


Correo recibido justo la madrugada del puto día de San Valentín. A veces las mariposas del estomago se equivocan y las crisálidas eclosionan en escorpiones venenosos. Ojalá este texto solamente fuera un ejercicio de ficción.

Sweeny Mil

lunes, 16 de marzo de 2015

TayTodos. 8: Cambio de planes.

Hoy nos llega el octavo capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
El capítulo anterior termina en pleno momento de confusión con Jorge aturdido por los efectos de la burundanga y Clara haciendo su aparición estelar en el despacho de Sergio en busca de lo que deseaba.
En pleno lío entre los tres, suena el móvil de Sergio. Nerea, su novia, lo llama para comentarle unos pequeños cambios en su menú nupcial y rápidamente nota que algo le sucede. Él intenta hacer ver que no pasa nada, pero Clara cada vez está más cerca, y no para de provocarle. Finalmente Sergio se deshace de su novia, pero Nerea decide ir a verlo a la oficina pese a que le ha dicho que no hacía falta.
María intercambia mensajes con Rebeca, preparando la cita de esta noche...
Clara seguía insistiendo con belicosidad en la entrepierna de un Sergio casi entregado ya a la causa, cuando Jorge despierta de su letargo, al que la droga lo había enviado, balbuceando. Sergio trata de ayudarlo cuando de repente llaman a la puerta y se oye la voz de Nerea tras ella que intenta entrar en el despacho.
Mientras Carolina entusiasmada por la cena de esta noche con su galán Jorge, rebusca en su fondo de armario algo que ponerse. Le envía un mensaje para concretar la hora de su cita...
¿Conseguirá Clara lo que busca de Sergio? ¿Qué ocurrirá con el pobre Jorge? ¿Descubrirá Nerea cuando abra la puerta lo que ocurre en el despacho de Sergio? ¿Cómo le irá a Rebeca en su cita a ciegas con Montana, el amigo de María? ¿Sabremos algo más de Carolina y Jorge? No os perdáis el capítulo de hoy.

En cuanto a su creadora, decir que debuta en Zarracatalla Editorial. Que ha conseguido meterle un puntito más a la situación delicada del despacho de Sergio y nos ha dejado a expensas de lo que proponga el siguiente autor, con Nerea tras la puerta... En su batalla perdida con las tecnologías, tuvo que escribir el capítulo a la vieja usanza, y lidiar con los nervios que acompañan al nacimiento de cada capítulo. Que una vez más hemos conseguido nuestro objetivo, al lograr que esta artistaza nos recibiera con su mejor sonrisa al entregarnos el capítulo, fruto de que este trabajo le había apasionado y lo había disfrutado enormemente. Y digo artistaza, porque puede escribirte un capítulo, o cantarte cualquier tema, o peinarte de mil maneras, o todo a la par. Porque sabe hacer todo esto, ¡y muy bien! Es un torrente de espontaneidad, cariño y arte, tres adjetivos que definen perfectamente a nuestra autora de la semana pasada. Ella es... Ana Blasco Durán

Os dejo con el capítulo de hoy (8. Cambio de planes). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.



8. Cambio de planes.

Carolina cogió su móvil y lo desbloqueó dejándose ver en la pantalla principal la foto tan sexy que usaba como fondo. Buscó el whatsapp de Jorge, y comenzó a escribirle a una velocidad digna de una generación con los pulgares más desarrollados. Alzó un poco la vista hasta la miniatura de foto de perfil, y se percató de que la había cambiado. Pulsó sobre su nombre y amplió la foto para poder sacar todos los detalles posibles. Comprendió que aquel señor cada vez le llamaba más la atención.
Cuando la foto se descargó, comenzó el análisis. Llevaba un traje negro y unas gafas de sol. Una de dos, o iba disfrazado de chico de Martini, o en su caso, se había metido en un negocio llamémoslo “oscuro”. Sonrió, y mucho más lejos de sospechar que estaba cerca de la realidad, decidió pensar que sólo era un traje negro. Estaba guapo, esas arruguillas en los ojos le daban ese toque maduro que tanto le llamaba la atención. El dedo pulgar pasando por sus labios, le hacía desearlo aún más si cabía. Nada, estaba decidido: de esta noche no pasaba. Retrocedió en la pantalla de su móvil y fue al grano.
“Hola chico Martini. ¿Te acuerdas que esta noche TÚ Y YO tenemos una cita?
Pasas a buscarme, o mejor quedamos directamente en el centro?”

Evidentemente, Carolina, no tenía ni idea de donde estaba Jorge, ni porque casi veinte minutos más tarde seguía sin contestar a su mensaje. Siguió sacando ropa del armario: sacar, probar, poner morritos frente al espejo con cada prueba, soplar, quitar modelito, echar en el montón de moda que va acumulándose sobre de la cama. Aproximadamente cada cinco minutos abría la conversación con Jorge, y volvía a resoplar. No había cambios en la hora de conexión de su amigo.

*****

En la oficina de Sergio, la cosa se iba complicando. Un silencio largo después de que Nerea preguntase si podía pasar. Pero él, como buen comercial, siempre tenía una rápida respuesta para todo tipo de situaciones. Mientras se atusaba el cabello y se ponía la chaqueta, dijo bien alto:
—Si me permiten un momento, les sigo mostrando más opciones. Tengo una visita inesperada. Un minuto y vuelvo con ustedes.
Sergio tapó la boca de Clara, y con su mirada clavada en la de esa exuberante señora, le dijo casi susurrando:
—Más vale que me ayudes y me sigas la corriente si es necesario. ¡Tú veras!
Saliendo de su despacho, terminando de secarse el sudor y fingiendo una sonrisa de sorpresa agradable, saludó a Nerea dejándola más tranquila.
—Hola mi amor. Te dije que estaba ocupado, y que estaba bien. ¿Qué haces por aquí?
—Sergio, estabas muy raro, y no sabía que hoy tuvieses ninguna cita. Pasaba por aquí, y necesitaba ver que estabas bien. 
—Claro, estoy bien, pero un poco atareado. Tengo una pareja un poco extraña en el despacho, y me están volviendo loco. Vuelvo con ellos, pero te prometo que esta noche miro los cambios del menú, aunque ya sabes que confío plenamente en ti. 
Agarrándola de la cintura y empujándola disimuladamente, la llevaba hacia la puerta. Le plantó un beso y casi sin poder creerlo la convenció para que se fuese.
—Sergio, ¡Esta noche sin falta! Que parece que todas las bodas son más importantes que la nuestra -le recriminó Nerea con un tono de reproche.
—¡No digas tontadas! La nuestra será la más importante de toda mi carrera cómo organizador de bodas -contestó Sergio cerrando la puerta de la calle con el pestillo. 
Le lanzó otro beso desde la cristalera, y aparentemente tranquilo, entró a la oficina de nuevo.
—Clara… —Sergio entraba con la intención de poner los puntos sobre las íes, pero se detuvo, cuando vio a Jorge sentado en la silla y cogido de la mano de Clara, los dos de espaldas a la puerta y de frente a su sillón de trabajo. Si por casualidad hubiera entrado Nerea, hubiera colado que estaba con una pareja hablando de menús, fincas y fotógrafos.
Clara, volvió su cabeza, y vio la cara de Sergio desconcertada. 
—Sólo he obedecido tus órdenes —dijo Clara al tiempo que se levantaba de la silla, dejando caer al pobre Jorge al suelo, todavía inconsciente. Dio dos pasos hacia él mientras volvía a colocarse ese extraordinario escote y se plantó a menos de un metro con las piernas semiabiertas.
«Esta señora busca guerra...», pensó Sergio más relajado. Y creyendo que no podía complicarse más la historia, le brotaron los instintos más animales, dejando a un lado el maravilloso novio que está preparando su gran día. 
Fue él quién se lanzó. Le agarró con fuerza con un brazo sobre la espalda y con el otro entrelazó sus dedos en el pelo de esa guerrillera. En ese primer beso agresivo la fue empujando hasta que su trasero llegó a la mesa. 
—¿Quieres guerra? —le dijo Sergio al oído. Aprovechando que sus dedos estaban enmarañados en su melena, apretó el puño y tiró hacia atrás, forzando que el cuello de Clara quedara a la altura de su boca. Siguió besándola hasta entrometer su lengua en el escote. Con la misma agresividad, le dio la vuelta dejándola de espaldas. Le bajó la cremallera del vestido, y volvió a ponerla de frente. Bajó el vestido hasta dejar al aire esos pechos que se mantenían como los de una chica de “veintitantos” y se sumergió en una ola de placer. 
Ella, como pudo, se subió la falda de tubo hasta la cadera, y se sentó en la mesa, facilitando bastante la tarea de Sergio, que metido en faena, no respondía a nada que no fuera el fuego que llevaba dentro. Se quitó la chaqueta, sacó la camisa de los pantalones, y se desabrochó el cinturón. Ella, fue abriendo la camisa, botón tras botón, y dejo el pecho de Sergio al aire. Puso su mano en la espalda y con esas uñas de gata, y nunca mejor dicho, las clavó en la piel de su presa. 
Siguieron besándose, desnudándose y disfrutando de la pasión. Estaban en el momento más álgido de su corta e intensa relación, cuando una mano ajena, brotó del suelo y se colocó en la mesa a un palmo del trasero desnudo de Clara.
Ambos miraron la mano, y Sergio, inmediatamente, entendió la señal. Todo se fue al traste. Esa mano le recordó que estaba viviendo otra realidad que no era la suya. Empujó a Clara para soltarse de sus brazos. Se subió los pantalones, y buscó su camisa, que estaba tapando todavía la cara del mensajero que le había llevado el rico desayuno. 
—Ey, macho. ¿Qué tal? Siéntate aquí —le dijo a Jorge mientras lo cogía por debajo de los hombros.
Clara, aun estupefacta por el corte que le acaba de dar su presa, baja de la mesa, bajó también su falda y comenzó a subirse el vestido. Mira a su alrededor, se calzó sus tacones de aguja, y salió de la oficina sin dar más explicaciones. Los dos hombres, en principio sólo compañeros de gimnasio, seguían de cuclillas intentando volver cada uno a su realidad.
—¿Qué me ha pasado? —dijo Jorge titubeando.
—Nada, esa mala zorra. ¡Que nos tiene pillados por los huevos! Pero, ¿Estás  bien?
—Me duele la cabeza, y mucho. Pero no logro recordar nada —el pobre Jorge se agarraba la cabeza con las dos manos.
—Te voy a traer un vaso de agua, que no me fío de lo has traído. ¡No te muevas! 
Sergio salió a la recepción e interrumpió su camino hacia la fuente de agua, cuando vio a Clara, intentando todavía salir de allí. Se dirigió hacia ella, le agarró de la muñeca y le volvió a susurrar, pero esta vez, con un tono más amenazante.
—Déjame en paz. Me vas a complicar la vida.
Ella, con su prepotencia y su orgullo herido, le contestó con el mismo tono.
—Eres duro de roer, pero cuando te des cuenta que soy lo que quieres, me desearás y serás tú el que venga a buscarme —su respuesta volvió a desconcertarle, pero no le dio tiempo a reaccionar, sus armas de comercial esta vez no habían funcionado. Y justo antes de que Clara con un golpe seco liberase su muñeca, concluyó—. ¡Nos vemos en el Gimnasio!
Cruzó la puerta, y se fue contoneando sus caderas mientras se colocaba esa larga melena. Durante unos segundos se quedó mirando cómo se alejaba. Con unos movimientos rápidos de cabeza recobró el control de la situación y recordó que se dirigía a por un vaso de agua para el pobre hombre que estaba en su despacho. Cogió el vaso de plástico, lo llenó en la fuente y fue al encuentro de Jorge, que ya estaba de pie, buscando su móvil.
Tenía varias conversaciones, pero sólo buscaba la de Carolina. Cuando leyó su mensaje, otra vez se echó las manos en la cabeza. Después de todo, esa zorra se había ido sin darle el dinero para la cita de esta noche. «Cambio de planes. La llevaré a un restaurante más modesto, en el centro de la ciudad, y así quedará pendiente otra cita.»
“Hola, he estado liado. Cómo los dos vivimos en el barrio, ¿te parece bien, que quedemos allí?


*****

Por fin Carolina tenía respuesta de Jorge. Le pareció muy buena la idea la de quedarse por el barrio. Total, ella llevaba la idea de acabar en su casa. Así que comenzó a preparar el terreno.
“Me parece bien. Además tampoco tenemos porqué ir al centro. Prepara cena. Yo compro unas Ambar, y nos quedamos en tú casa”

Los ojos de Jorge se abrieron más si cabía. ¿En su casa? Eso sonaba muy cercano ya a una cita muy íntima. Además le venía genial no tener que sacar la Visa en un restaurante del centro, y mucho menos meterse en un berenjenal como el de hoy, para impresionarla. «¡Esto está hecho!», se dijo a si mismo. Así que le contestó sin hacerse esperar.
“A las 20h en el bar de ayer. Así me da tiempo a comprar y preparar algo decente”
“Perfecto. Llevaré las cervezas bien frías.”

Jorge, se apuró en llegar a casa, adecentar todo el piso y cambiar las sábanas. Fue a la mesita de noche, sacó una caja, y cogió el último billete de 50€ que tenía. Bajó al centro comercial y compró algo: dos filetes de carne, unas verduras para hacer a la plancha, y unas tostadas que acompañarían con patés varios y queso del bueno. Compró un buen vino y cuando iba hacia la caja, recordó que él bebía el vino cómo toda la vida, en vasos de diario. Así que dio la vuelta con el carro de la compra y compró dos copas. Eso sí, de las más baratas.
Se acercaba la hora, y tenía que dejarlo todo medio preparado. Sacó el mantel, puso la mesa, y fregó y limpió las copas nuevas hasta sacarles brillo. Con lo atareado que había estado, no se percató hasta que no pudo más, del dolor de cabeza que llevaba. Fue al baño, bajo la caja de los medicamentos, y se echó dos aspirinas a la boca. Recién acicalado, y repasando hasta los mínimos detalles de la casa, cogió el móvil, y escribió. 
“Hola de nuevo. Todo preparado. Voy bajando hacia al bar. No me des plantón, Pequeña Carolina”

Ella, cuando recibió el whatsapp, ya estaba calzándose unas preciosas botas planas que le conjuntaban perfectamente con su vestido. Había decidido ir a saco, pero no con su vestuario. Al fin y al cabo, quedaban en el barrio, y no quería que pensasen que iba buscando a un cincuentón, aunque ella sabía perfectamente, que esa noche, iba de caza.
“Bajo en cinco minutos. Nos vemos en nada”

Jorge ya estaba de camino, así que llegaría antes. Entró al bar, pidió un tercio, y se sentó en una de las mesas que había casi al fondo del garito. Miró hacia la calle, a través de las cristaleras del bar, y la vio en la acera de enfrente esperando que pasase un coche para poder cruzar. Otra vez abrió los ojos, y en voz baja, exclamó.
—¡Madre mía! ¡Qué bombón!
Ella, que se había percatado de que la estaba observando, le saludo cuando pasó por enfrente. Abrió la puerta del bar y él se levantó para recibirla.
—Hola, pequeña Carolina —dijo él todavía con la misma cara de asombro.
—Hola, caballero —le contestó mientras miraba el tercio que tenía sobre la mesa—. ¿Has empezado ya, sin mí?

sábado, 14 de marzo de 2015

Colección Cupido 2015. Quédate a mi lado. Car Lota

Continuamos con nuestros relatos pertenecientes a Colección Cupido 2015. Hoy debuta una nueva amiga que se ha enrolado a nuestra locura creativa. Desde Zaragoza nos llega Car Lota, con una historia que no os dejará indiferentes. Quién sabe si muy pronto tendremos alguna colaboración más de su parte... Os dejo con la lectura. Espero que os guste.
Besetes a tod@s. Nos leemos.


QUÉDATE A MI LADO.

-¿Y qué esperas ahora que haga? Has vuelto a hacerlo, sabes que no me gusta que tomes decisiones sin contar conmigo pero has vuelto a hacerlo.
No dejaré de preguntarte qué es lo que ahora tengo que hacer, qué esperas que yo haga, no dejaré de hacerlo hasta que me contestes. Sabes que soy insistente, que no me cansaré fácilmente de preguntar. Sabes que además soy muy paciente, sabes que puedo quedar despierta hasta el amanecer esperando que contestes si es que para entonces aún no lo has hecho; igual que aquel día, ¿te acuerdas? Seguro que te acuerdas, tú siempre te acuerdas de todo. Aquella noche te sorprendí hablando por teléfono y te incomodaste cuando me quedé mirándote. Tú respondías a un auricular húmedo por lo cerca que se encontraba de tus labios, sólo decías “Si” o “No”, parecía que no querías decir más cosas, entonces yo me senté a tu lado y te puse la mano en la rodilla, intentaste alejar de mí el teléfono pero a pesar de ello conseguí escuchar lo que me pareció una voz de mujer. Palidecí, me levanté y cabizbaja volví a la cocina, de donde no hubiera querido salir hasta que te acostaras.
Instantes después, breves momentos tal vez que a mí me parecieron minutos larguísimos, al sacar el pastel de manzanas del horno, noté sobre la manopla que tenía puesta para protegerme del calor de la bandeja, que tu mano se posaba sobre la mía. Tan sólo te miré un breve instante, traté de sonreír pero te diste cuenta de que estaba triste, me sentía el corazón palpitar tan rápido como las voces que había oído no hacía mucho salir por mi teléfono. Me ayudaste a cargar la bandeja, sin atreverme a mantenerte la mirada cerré los ojos dándome media vuelta, regalándote mi espalda, estaba a punto de romper a llorar y no quería que se cayera al suelo mi pastel de manzanas.
A mí no me gustan las manzanas, ni siquiera me gusta cocinar, pero me bastó que un día dijeras que te había encantado aquel invento que había hecho con mi madre para que yo lo repitiera una y otra vez para alagarte.
Me pediste que me diera la vuelta, no sabía realmente cómo hacerlo, no quería mirarte, más bien no quería que me miraras, no quería preguntarte nada porque no quería saber, algo me atemorizaba, de repente la atmósfera placida que era nuestra casa se había convertido en una oscura cortina de humo que nos separaba y deseé que me abrazaras, pero no lo hiciste. Deseé con toda mi alma que no me engañaras, deseé confiar en ti como siempre, y deseé estar equivocada, pero equivocada ¿en qué? ¡Si ni siquiera me atrevía a especular con nada! Y menos aún contemplar una traición.
Cenamos uno frente al otro sentados en la mesa que sólo usábamos cuando teníamos invitados, el camino de mesa que estrené para deleite de nuestros recuerdos en India se había convertido en una excusa perfecta para recordar lo mucho que siempre quise que nos trasladáramos allí a vivir. Saqué las copas de vino rosas, esas que te parecieron tan cursis cuando las compré, pero que empezaron a gustarte a base de verlas a diario durante la cena. Ahora hacía tiempo que no las usábamos, no sé por qué quise sacarlas aquel día. Tu pusiste los bajo-platos que compraste en la tiendita aquella de decoración tan cara, también eran cursis los motivos decorativos plasmados en su plata, pero a ti también te gustaron al verlos y aún te recuerdo trayéndolos sobre tus fuertes manos, bajo tu ilusionado aspecto.
Qué cena tan larga, habías comprado hojaldre de puerros, sabías que me encantaba, pero no pude probarlo, te dije que me encontraba mal y te levantaste para preguntarme qué me pasaba, te hubiera contestado que de todo, te hubiera contestado que de nada; pero sabías perfectamente que era lo que me aterraba. Sentía mareos, sentía el crepitar de mi corazón, sentía que te estabas alejando de mi cuando estabas cada vez más cerca, tenía tanto miedo, tanto tanto miedo.
Me acompañaste al sofá, prometiste encargarte tú de retirar la cena, supuse que intentabas hacerme reír, quitarle tensión a lo que pudiera estar pensando, pues nunca me quejé de lo que dejabas de hacer en la casa; de no ser por ti, muchas veces no hubiéramos tenido qué comer o qué cenar; lo mismo fregabas el suelo que barrías la terraza; con respecto a todo aquello sólo me habías pedido un favor, que de entre todas las tareas compartidas, que prácticamente todas las realizabas tú, tan sólo pediste que nunca te hiciera cargar el lavavajillas, esa tarea te repugnaba.
Me acercaste mi copa de vino, cuando la sujeté la hiciste chocar con la tuya y mirándome fijamente, esperando que te devolviera la mirada, brindaste: “Por los dos, por un sinfín de vidas juntos, por una noche larga y un feliz mañana”; siempre hacías el mismo brindis, llevaba siete meses escuchándote recitar las mismas palabras, ahora me preguntaba por cuánto tiempo más, cuánto más me quedaba.
Traté de reaccionar, pero no podía, las dudas me embargaban, esperé que dijeras algo, quería que me lo contaras, estaba muy preparada para escuchar lo que fuera y si no lo estaba… intentaría estarlo. No quería pensar, no me atrevía a dudar, pero sabía perfectamente que estaba dudando. Tenía tanto miedo a perderte que aquellas voces del teléfono me lo habían recordado.
Volviste a clavar sobre mí tu mirada, esta vez suspiraste mientras decías que lo iba a lamentar pero que tenías que contarme algo, no me moví, creo que ni siquiera respiré durante un tiempo por temor a cambiar algo. Me dijiste que no querías hacerlo, pero que te estaba obligando a estropearlo todo; mi hermana quería darme una fiesta sorpresa por haber publicado mi primer libro, estabais planeando dónde hacer la fiesta finalmente, además de esto también teníais que hablar de mi regalo.
He de confesarte lo que mil veces te dije, jamás había confiado en nadie como confié en ti, te creí sin más dilación, no perdí tiempo y enseguida volví a respirar tranquila, te abracé fuertemente y ni aún entonces pude darte en mi abrazo la mitad de amor del que me estabas dando tú con el tuyo. Había estropeado la sorpresa, una vez más estaba resultando complicado que no me esperara lo que se estaba urdiendo a mi alrededor, este es mi sino desde bien pequeña, siempre tuve un olfato muy agudo para descubrir lo que se anda cociendo cerca y más cuando tiene que ver conmigo.
Esa noche cayó sobre el sofá el vino, no le dimos la mayor importancia, yo sabía que te acordarías muy bien por la mañana de llamar a la tintorería para que vinieran a recogernos el cojín. No lloré por temor a reconocer lo que había pasado, ahora que ya sabía qué estaba sucediendo, tenía que averiguar dónde sería mi fiesta.
Sé que aún recuerdas la noche que pasaste tratando de persuadir mis continuas preguntas, te pedí pistas, te hice contestar con monosílabos, jugué contigo al caliente o frío, inventé mil maneras para sonsacar algo de ti. Los dos sabíamos que todo era un juego, que yo soy así, que no quería que contestaras rápido, que quería seguir jugando. Ambos aguantamos hasta más allá del amanecer, millones de besos después de aquel primero en el sofá, por fin me dijiste rompiendo a bostezar el sitio donde se celebraría mi fiesta. Yo supe que no me engañabas, pero también sabía que cambiaríais de idea. Me conformé con eso y te dejé dormir, me abrazaste para que yo también pudiera hacerlo, desde que te había conocido si no me abrazabas no podía conciliar el sueño.
Del mismo modo que entonces, esta vez no será distinto, te preguntaré hasta que me digas algo. Insistiré e insistiré hasta que me abraces de nuevo para dormir, estoy segura que recordabas lo que te he contado porque tú siempre te acordabas de todo; en este tiempo juntos jamás se te escapó nada. Tenía en el calendario de la cocina los cumpleaños marcados, los aniversarios y las cenas y comidas a las que debíamos ir juntos; yo olvidaba siempre revisarlo, pero tú te acordabas hasta de comprar los regalos; cómo podías estar tan pendiente de todas mis cosas, de nuestras cosas. Quizás en eso yo he fallado, apenas llegaba a mimarme a mí. Creo que no te mimé demasiado, pero estoy segura que ya me lo habrás perdonado, porque tú eres así, así de bueno, así de conformado conmigo, así de cariñoso y atento, así de cordial y amigo, así de amante y casi esposo, así de muerto y de vivo.
Dime pues si no quieres pasar la noche en vela, por qué te has ido, dime por qué te has marchado sin consultarme, por qué me haces vivir para siempre sin ti mientras sueñe toda la vida contigo; dame una razón, dame un solo motivo, dime mi amor, por qué te has ido.
No quisiera parecer débil, sé que podré vivir sin ti, pero es que no quiero hacerlo. No he podido imaginar un mundo sin tu presencia desde que te conocí. No quiero seguir sola este camino, mi camino, nuestro camino.
Eres cabezota, eres terco y presumido, y eres tantas lindas cosas, que quiero seguir contigo.
Dame sólo una razón del porqué de ésta decisión, juramos hacerlo todo juntos, juramos querernos sin condición, me prometiste quedarte a mi lado siempre, me prometiste que me harías una canción, no querías irte pero te has ido, no has podido quedarte, te has ido y sin contar conmigo.
Sabes qué te hubiera contestado si me hubieras preguntado, lo sabes muy bien, por eso no lo has hecho, siempre haces lo mismo cuando sabes que lo mejor no será lo que yo quiera, lo que yo diga; sabes que mis prontos, mis impulsos, mis geniales locuras que tanto te gustaban no siempre estaban acertadas, y por eso, como lo sabes, no has contado conmigo.
Esta noche cuando me siente en nuestro sofá, ese sofá que no necesitábamos pero que tú compraste porque me viste un par de veces parar frente al escaparate de la tienda para admirarlo. Tomaré el mando a distancia, pondré el disco de ópera italiana que más te gustaba y me serviré una copa de vino esperando que vuelvas. Estaré mirando hacia la puerta para ver cómo entras porque sé que volverás, y entonces te preguntaré un millón de cosas, pero te pido que esta vez no me desveles nada, no quiero que todo acabe al alba. Derramaré el vino en el sofá, esperando que llames a la tintorería mañana por que al despertar, quiero que sigas aquí, soportando las miles de preguntas que aún me quedarán por hacerte, soportándome a mí. Y sigue como hasta entonces, sigue sin contestarme, así continuaremos abrazados hasta el otro alba, hasta el alba del día siguiente, y del siguiente. No contestes nunca, no quiero dejar de jugar, no quiero darme cuenta, que en realidad no estás.

No quiero despertarme si es que he de hacerlo sin ti, desearía morir como tú lo hiciste anoche, a tu lado. No me dejes vida mía, me lo has prometido. Sé que andarás cerca, no oigo tus pasos, pero puedo sentir el alivio de saber que sí estás aquí, a mi lado, siempre conmigo.

viernes, 13 de marzo de 2015

Colección Uni2. Un destino inesperado: 7. La hora de la verdad.

Séptimo capítulo de "Luz en la oscuridad", con Peter North (piloto de las fuerzas aéreas británicas durante la Segunda Guerra Mundial) tras la línea enemiga. Veamos cómo continúa la acción tras los capítulos iniciales en esta propuesta de Alberto Bello y Vanesa Berdoy. El capítulo de hoy está cargado de muchísima acción...



Luz en la oscuridad


CAPITULO VII: LA HORA DE LA VERDAD.


Juliette pensó en pisar el acelerador y salir de allí, pero había pocas posibilidades de que pudieran escapar a las ametralladoras o al cañón de 75 mm. del Panzer IV.
En ese momento llegaba a su altura el vehículo que Juliette había visto por el retrovisor. La carretera no era lo bastante ancha como para que pudieran pasar los dos coches a la vez.
De pronto todos los soldados dejaron lo que estaban haciendo y se cuadraron de inmediato.
--Circule, no entorpezca el paso y continúe, le dijo el soldado a Juliette.
Esta pudo ver por el retrovisor un Kübelwagen cuyo asiento trasero iba ocupado por un oficial con un abrigo largo. Las solapas del uniforme eran rojas. Sin duda se trataba del general de la división. Juliette aceleró y se fue de allí sin mirar atrás. El general les había hecho un gran favor de forma inconsciente.
Continuaron conduciendo y se hizo de noche. Ya habían alcanzado la zona boscosa y casi habían llegado a las inmediaciones de la base nazi. Apagó las luces del coche y continuó unos pocos kilómetros más. La luna arrojaba una luz tenue pero suficiente. Cuando Peter le indicó, sacó el coche de la carretera y lo escondieron tapándolo con ramas.
Aún faltaban varias horas para la llegada de los Wellington, que aprovecharían para prepararse bien y colocarse en sus posiciones. Todos se pusieron jerseys de color negro que llevaban en el coche. John sacó un tizón de un bolsillo y comenzó a pintarse la cara, después se lo pasó a sus compañeros. Parecían Rangers de las fuerzas especiales.
Estuvieron un tiempo observando el deambular de linternas y escuchando a los perros para hacerse una idea de las posiciones de las patrullas. Peter se subió a un promontorio e intentó observar la base con los prismáticos. Apenas nada había cambiado desde la última vez que estuvo allí. A esa hora la base no registraba ningún tipo de actividad.
Se acercaba la hora y nuestros amigos comenzaban a moverse: Peter se ocuparía de la primera señal de color blanco a 1,5 km en dirección norte desde la base, John tomaría la de color verde a 500 metros al norte y por último Juliette y Marie se ocuparían de la roja, 500 metros en dirección sur. La señal para encender las bengalas la daría Peter al encender la suya.
Todos se desearon suerte y se dirigieron a sus posiciones. No les resultaría difícil colocarse ya que lo habían ensayado varias veces tranquilamente en “Le parisien”, sobre un mapa dibujado por Marie. No era lo mismo haberlo escrito sobre el papel tomando un café que en la fría y oscura noche oyendo de fondo los ladridos de los perros.   
Tuvieron que esquivar alguna patrulla pero alcanzaron sus objetivos. A Peter le costó un poco más puesto que tuvo que cubrir más distancia que sus compañeros y bordear la base. Sobre las 4:00h alcanzaba su posición.
Todos miraban al cielo e intentaban agudizar el oído intentando localizar a los bombarderos. Peter, subido a un árbol, sacaba los prismáticos y escudriñaba el horizonte. El tiempo de espera se les hacía eterno y todavía más cuando de vez en cuando oían a alguna patrulla demasiado cerca y se veían obligados a agazaparse. 
Cuando faltaban pocos minutos para las 5:00h Peter pudo oír un ligero zumbido en el silencio de la noche. Sin duda se trataba de los bombarderos de la RAF. Como buenos británicos, llegaban puntuales a la cita. El zumbido se acentuaba poco a poco. Su entrenado oído de piloto podía saber que no se trataba de una gran cantidad de aviones. Miró con los prismáticos y pudo ver a nueve bombarderos medios tipo Wellington volando en formación a baja altura. Se encontraban todavía a unos pocos kilómetros de su posición. Unas decenas de metros más arriba se podían ver cuatro Spitfires que hacían las veces de escolta. Lo ideal hubiera sido un bombardeo de precisión con aviones más pequeños, pero  tenían el problema de la baja autonomía, los Wellington estaban diseñados para bombardeos estratégicos a más alta cota pero en este caso deberían de soltar sus bombas a poca altura para tratar de ser lo más precisos posibles en un bombardeo táctico. Deberían de ser rápidos, no querían que los cazas de la Luftwaffe les sorprendieran sobre el objetivo. Desde luego que se llevarían un buen hostigamiento durante el viaje de vuelta.

El ruido se fue tornando cada vez más fuerte. Se oyó una sirena de emergencia al mismo tiempo que comenzaban a encenderse algunas luces en la base. Cuando los bombarderos estaban a unos 5 km de su posición, Peter sacó una de sus bengalas y la encendió. La bengala le delataría, pero los soldados tendrían otras cosas de las que preocuparse en ese momento. John y Juliette hicieron lo propio con las suyas al tiempo que vieron la bengala de Peter encenderse.
La actividad en la base comenzó a ser vertiginosa. Los soldados salían corriendo de los barracones. Juliette y Marie ya veían los aviones en el cielo más allá del ajetreo que se vivía en la base. Marie se encaramó a un árbol para poder ver lo que allí sucedía. Cual fue su desesperación cuando pudo ver como un puñado de soldados destapaba un antiaéreo fuera del perímetro de la base en la zona sur, no demasiado lejos de ellas.
-¡Santo cielo! -exclamó.
-¿Qué has visto? -le preguntó Juliette.
-Esos bastardos tienen armas antiaéreas. Debemos de hacer algo. Iré a por ellos -añadió.
-No vayas, es demasiado peligroso -contestó Juliette.
-Debemos garantizar el éxito de la operación. Tú quédate aquí y asegura que si se apaga la bengala enciendes otra.
-¡No puedes ir allí tu sola y desarmada!
-Eso no es del todo cierto -dijo Marie mientras desenvolvía un ato que llevaba colgado al pecho y le enseñaba a Juliette un machete de caza de unos 35 cm de hoja-. Me lo dio mi tío.
-Ten cuidado.
-Sabré cuidar de mi misma, además lo último que esperan en este momento es que alguien les ataque desde el suelo -dijo mientras se alejaba entre los árboles.
Marie corrió hacia la posición de los soldados. Con el ruido del antiaéreo no la oirían llegar. El cañón comenzó a escupir balas trazadoras de 20mm. Unas decenas de metros por delante de la base vieron que comenzaba a disparar otro antiaéreo. Aunque no significaban una gran cortina de fuego, provocarían que se rompiera la formación de los bombarderos. Sin duda no ayudarían a la precisión de las bombas.
Los primeros Wellington se encontraban ya sobre el objetivo. Tres de ellos que todavía mantenían la formación descargaron sus bombas desde unos 300 metros de altura. Marie había llegado a la posición de uno de los antiaéreos. Se acercó sigilosamente por la parte de atrás del cañón. Pudo ver a dos soldados muy atareados que servían la ametralladora. Otro les alcanzaba municiones. Justo en ese momento comenzaban a caer las primeras bombas sobre el perímetro. Los barracones saltaban por los aires. Oyó un rugido en el aire y vio como un Spitfire se abalanzaba justo desde delante de ella a gran velocidad hacia el cañón, ella estaba tan cerca que podría salir mal parada. Los soldados encararon la máquina contra el caza y comenzaron a disparar. Al instante el Spitfire utilizó sus ametralladoras contra la posición enemiga, Marie se lanzó al suelo detrás de un árbol y se cubrió la cabeza. Las ramas de los árboles caían sobre su cabeza después de que las balas las segaran como si se tratara de hierba seca.
Los soldados no dejaron de disparar en ningún momento. Las bombas alcanzaban el perímetro y algunas estallaban fuera de éste. Marie observó a los atareados soldados. Pensó que debería de acabar con los tres y que eso no sería fácil. Analizó la escena por unos instantes. En un lado del emplazamiento del antiaéreo pudo ver el fusil de uno de los soldados. Si tenía que acabar con los tres no podría hacerlo con el cuchillo, tendría que usar el fusil. El cañón se encontraba emplazado en un pequeño claro entre la maleza. Debería de ser muy rápida puesto que tendría que dejarse ver. Aprovechando la confusión se deslizó sigilosamente hasta llegar cerca del arma. Pudo ver que el fusil tenía colocado un cargador, aunque desafortunadamente sólo era de cinco balas. Lo tenía apenas a un metro y medio, saltaría y se haría con él en un instante. No era una gran tiradora, pero a esa distancia no podía fallar. Recordó cuando disparaba la escopeta de caza de su padre y pasaban las tardes disparando a latas en la parte de atrás de la granja.
Repasó mentalmente la escena: debería de saltar, hacerse con el fusil y disparar a los tres antes de que pudieran reaccionar. Esperó a que el soldado que les acercaba las municiones estuviera cerca de los otros dos y que tuvieran girado el antiaéreo de forma que quedaran de espaldas a ella. Se armó de valor, se dijo a sí misma que lo podía hacer, respiró hondo. Salió de entre la maleza de un salto, cogió el fusil. Hasta este momento los soldados no se habían percatado de su presencia. Le quitó el seguro fácilmente, pues por desgracia en los últimos tiempos se lo había visto hacer a unos cuantos guardias de las S.S. Disparó al soldado que estaba dejando las municiones, cayó de bruces hacia delante, probablemente muerto. Los otros soldados se percataron de que alguien les estaba disparando, uno de ellos intentó echarse mano a la pistola pero Marie disparó de nuevo y el soldado cayo al suelo. El tercer soldado se cubrió detrás del parapeto del cañón, Marie disparó pero la bala rebotó contra éste.
En ese momento se oía el rugido de un caza que disparaba desde el otro lado matando al soldado y destrozando el antiaéreo con los cañones de 20 mm. cuando tuvo el disparo más claro. Marie se volvió a tirar en el suelo para cubrirse del fuego amigo.


Una segunda escuadrilla de bombarderos se disponía a soltar las bombas sobre la base. Al acercarse por la parte norte uno de ellos resultó alcanzado por un antiaéreo. El motor derecho se incendió y el avión comenzó a perder altura de inmediato. Se encontraba demasiado bajo. El piloto cortó la alimentación de gasolina al motor y subió de revoluciones el otro para intentar remontar el vuelo, el incendio no cesó. Juliette pudo ver como la hélice se había detenido. El avión se dirigía hacia ella mientras seguía perdiendo altura irremediablemente.

lunes, 9 de marzo de 2015

TayTodos: 7. Cataclismo en Wedding Dreams.

Hoy nos llega el séptimo capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
El capítulo arranca con Rebeca buscando desesperadamente a Sergio en el parking del centro deportivo. Este cree que lo han descubierto, pero no es así. De repente llega la ambulancia y Rebeca sale disparada para pedir ayuda. Nerea insiste en volver pero Sergio logra convencerla de que deben irse a la prueba del menú. Cuando salen con el coche ven como se llevan al hospital a su acompañante de ducha de minutos atrás...
Jorge había quedado para cenar con Carolina. Ambos deciden cenar unos bocatas y después tomarse un cafecito, hasta que ella debe irse ya que había quedado para salir con unos ex-compañeros de la facultad. Jorge la emplaza para una cena, un poquito más arreglados, al tiempo que es consciente de sus graves problemas financieros. En realidad sabía dónde quería llevarla, sólo le faltaba conseguir el dinero suficiente para la sorpresa que le quería preparar.
Clara, por su parte, estaba muy enfadada por no haber conseguido lo que deseaba de Sergio, así que tras el alta médica se acercó al gimnasio y fingió que un joven la había ayudado antes de sufrir el mareo, y quería hacerle un regalito. De ese modo consiguió los datos de Sergio, que le facilitaron en recepción.
Jorge conoce en el gimnasio a Montana, un traficante de anabolizantes muy popular en el gimnasio, y se ofrece a colaborar con él para sacarse un dinerillo extra y poder llevar a cabo la sorpresa que desea darle a Carolina. El tal Montana le da las señas donde debe dirigirse para el primer trabajito.
Al día siguiente se dirigió al lugar citado y llegó a un concesionario de coches de lujo. Tras preguntar por "Babyface" o "La señora", fue Clara la que salió a atenderle. Esta le pidió que regresara al día siguiente para llevar un encargo, y como única condición, que fuera bien vestido.
Clara lo tenía muy claro: le enviaría a través de Jorge un suculento desayuno a Sergio a su oficina, aderezado con "Burundanga", una droga que te hace perder el control y anula la voluntad. Aprovechando la situación llegaría ella y entonces si que no se le escaparía...
Rebeca despierta y lee un mensaje de su amiga María para recordarle la cena de esta noche. Le envía la foto de su cita a ciegas, un tal Montana. Rebeca lo reconoce como cliente del gimnasio y es un tipo que le encanta. La cena promete...
Jorge llega con su desayuno a las oficinas de Wedding Dreams y se lo entrega a Sergio. Este le invita a un café ya que a él no le sienta bien (le produce insomnio), y entabla conversación con Jorge, al que reconoce de sus visitas a la sauna. Este se toma el café y se desploma, no sabe quién es ni donde está. Sergio trata de ayudarlo cuando de repente aparece Clara por la puerta envuelta en un sugerente vestido negro.

¿Conseguirá Clara lo que busca de Sergio? ¿Qué ocurrirá con el pobre Jorge? ¿Cómo le irá a Rebeca en su cita a ciegas con el amigo de María? ¿Sabremos algo más de Carolina y Jorge? No os perdáis el capítulo de hoy.
En cuanto a su creador, decir que es otro repetidor en las novelas colectivas, ya que participó con un capítulo también en Nuestra historia. Que ha conseguido meterle un giro inesperado a los acontecimientos, y al que quiero agradecer la dedicación y el esfuerzo que supuso terminar de escribir este capítulo en una de las semanas más duras de su vida. ¡Has estado de 11, kraken!
Como anécdota, para los zaragocistas... ¿de qué os suena el número de teléfono de Montana? ¡Qué figura! Es... Eduardo Navarro Gálvez
Un placer de nuevo contar contigo, compartir líneas y proyecto. Espero estar a la altura que tú has estado estos días y devolver con este capítulo un poquito de las sonrisas que perdimos la noche que el viento azotó con fuerza a toda la Ribera.

Os dejo con el capítulo de hoy (7. Cataclismo en Wedding Dreams). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


7. Cataclismo en Wedding Dreams.

­—Yo... Umm —le miró con cara lasciva—. Ya sabes lo que quiero, nene.
—Eh... Pero... ¿Pero qué dices? —contestaba entrecortado el pobre muchacho.
Jorge miraba con los ojos fuera de sus órbitas a Clara.
—¿Y tú, qué haces todavía aquí? ¡Te dije entregar y salir por patas!
Aturdido, mareado y sin sentido, Jorge se tambaleó hacia Clara diciéndole:
—¿Qué mierda dices? ¿De qué me hablas? ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué mierda me está pasando?
Sergio estaba alucinando, no entendía nada. Miraba al pobre Jorge y luego a la zorra que tanto le complicó el trágico día anterior.
—Entonces, ¿os conocéis? —con la boca abierta mirando a ambos, absorto por lo que estaba presenciando.
De repente sonó el “Sin miedo a nada” en su móvil. «¡Oh, no! ¡Nerea! Bonito título el de la canción para esta situación: estoy acojonado», pensó Sergio.
Jorge miraba de arriba abajo, a la impoluta y despampanante mujer que tenía a su lado sin saber de qué demonios la conocía. En el momento que iba a decirle algo, ella, con un gesto de su dedo en la boca, le mandó callar. Él obedeció como un sumiso enganchado a unos grilletes y cadenas, presa del efecto de la droga suministrada.
—Nerea, cariño, ¿qué pasa?
—Hola mi amor. ¿Tiene que pasar algo para que te llame?
—No, no, claro que no cielo —titubeaba sin poder evitarlo. ¡Madre mía la que tenía montada en su despacho! Como se le ocurriese venir, se liaba parda.
Retiró el móvil de su oreja y lo tapó con la mano para dar un par de resoplidos y poder contener el nerviosismo y el estrés que toda esa situación le estaba causando. Una vez recuperado el aliento continuó con la conversación.
—¿Te pasa algo Sergio? Te noto raro, ¿estás bien?
Con toda la entereza que pudo le contestó, pero fue inútil y tuvo que mentirle.
—No... Digo... Sí. ¡Ay, perdona cariño! Quería decir que no me pasa nada, y que sí estoy bien —soltando el móvil otra vez le salió otro resoplido— ¡Uf!
—Vale, sólo quería decirte que cambié unas cuantas cosas del menú de la boda, a ver qué te parece.
Clara se empezó a acercar a Sergio sigilosamente. Era como una gata en celo y con ojos de querer. Él no sabía qué hacer, pues por un lado Nerea estaba al teléfono, y por otro, el tío ese de la sauna, estaba sin parar de mover la cabeza en círculos como si estuviera poseído por el mismo Satanás, y la muy zorra, pero sexy y buenorra de la cuarentona, se le acercaba cada vez más, y no precisamente para decirle que se iba.
«Se me está acumulando la faena. Tendré que resolver esto por partes», pensó Sergio.
Clara ya estaba pegada a él, y empezó a pasar sus manos por su espalda intentando traspasar con sus uñas, suavemente pero con belicosidad, su fina camisa azul. Sintiendo que este permanecía estático, bajó sus manos por la cintura y con firmeza le agarró el trasero, tan fornido y duro que mantenía a base de tanto machacarse en el gimnasio.
—¡Umm...! —soltó a la par que apretaba con ansia.
Sergio dio un leve respingo, pero siguió sin inmutarse. Jorge cayó exhausto por los efectos de la droga en uno de los sillones del despacho, quedando inconsciente a causa de tanta alteración en su sistema nervioso.
—Sergio. Sergio... ¡Sergio!
—Sí cariño, dime
—¿Qué diantres te pasa? No me haces ni caso. Si te encuentras mal voy a buscarte y vamos al médico. Estás muy raro últimamente, tienes que hacerte un chequeo.
—No, tranquila cariño. Es que tengo mucho trabajo y me pillas en mal momento.
—¿Mal momento? Sí... sí... Yo diría que el mejor que te va a pasar en tu vida,  nene —le susurraba Clara al oído.
—Está bien, Sergio. Ya hablaremos en casa —concluye Nerea, que no se queda muy convencida, cavilosa y preocupada. «Este chico no está bien. Creo que iré a verle aunque me haya dicho que no era necesario. Se alegrará de verme y de saber que me preocupo por él».

*****


“¡Ey tía! ¿Qué te parece Montana?”
Rebeca recibe un mensaje de María. «¡Ya está aquí la pesada de turno, taladrándome para que su plan salga perfecto».
“Ese tío viene por el gimnasio, lo conozco.”
«Ahora se pondrá histérica, y como una loca. ¡Cómo si la estuviera viendo!»
“¡No me jodas tía! ¡Ya te lo habrás follado! ¿A qué sí? ¿Y qué tal lo hace?”
«¡Joder, con lo bueno que está, me lo puedo imaginar! Esta tía no sabe pensar en otra cosa, pero no va mal encaminada, pues el tal Montana no tiene desperdicio».
“Bueno, luego me lo cuentas. Voy a buscarme un modelito para esta noche, ¡qué promete!”
“Besitos, nena.”
«Yo debería de hacer lo mismo: un buen modelito para impresionar. Voy a mirar que me encuentro por el armario».

*****

Sergio estaba atónito ante tal situación, aunque un poco más tranquilo al ver que Nerea colgaba el móvil. No podía creer lo que le estaba pasando. Esa mujer lo estaba poniendo fino filipino. Llevaba una blusa con un escote considerado que dejaba a la imaginación fluir sin preámbulos. Se podían distinguir claramente unos pechos exuberantes y muy bien definidos. ¿Serían operados? No tenían pinta de eso... Lo podría comprobar si quisiera, pues la tenía a tiro, totalmente a su merced. Vestía una falda de satén que dejaba a la vista una pequeña apertura en la parte trasera, la cual moldeaba su espectacular figura, marcando levemente sus sinuosas caderas.
«¡Joder, que buena está! La muy zorra me está poniendo cachondo!»
Clara no paraba de contonearse. Sabía muy bien como usar sus armas de mujer seductora. Sin pensárselo dos veces, al ver la cara del joven, le echó la mano a su entrepierna sintiendo su casi total erección. Sergio dio un respingo y se retiró hacia atrás, como queriéndose negar. Pero ella insistió, y una vez más le agarró, lo que ya era una inevitable gran erección.
—¡Blua!.. ¡Eh!.. Ah... ¡No!... ¿Qué?.. ¿Dónde estoy? —Jorge empezó a balbucear después de un pequeño letargo sin saber que le pasaba ni donde se encontraba. Seguía aturdido por la burundanga que había tomado en el café. Tenía la vista nublada y no distinguía las dos sombras que veía enfrente. Hizo mención de levantarse pero no tenía fuerzas suficientes. Ni siquiera mantenía el equilibrio estando sentado. La cabeza le daba vueltas y no podía gesticular palabra.
En ese preciso momento Sergio escuchó al hombre, y apartándose de aquella gata en celo, corrió a socorrerle, pues había olvidado completamente su presencia ya que había caído ensimismado con la insaciable y perversa mujer que lo acosaba sin piedad.
—¡Oiga! ¿Me escucha? ¿Se encuentra bien?
El hombre sólo balbuceaba palabras ininteligibles.
—¡Dios mío! ¡Este hombre está muy mal, hay que llevarlo a un hospital!
—Ya se le pasará... ¡Tampoco he echado tanta!
—¿Cómo? ¿Qué le has echado, el qué? ¿Dónde? ¿Se puede saber qué le has dado?
—Mira nene, le puse al café una pequeña dosis de una droga que iba destinada para ti, pero este desgraciado se lo ha tomado él.
Sergio no podía creer lo que estaba oyendo.
—¡Estás loca! ¡Lo podías haber matado!
—¿Pero qué dices? —dijo entre carcajadas—. Tenía bien controlada la cantidad, sé lo que hago.
En ese instante llaman a la puerta y se oye tras ella...
—Cariño, soy yo. ¿Puedo pasar?
—¡Oh no! ¡Nerea! Joder, le dije que no viniera —el muchacho no sabía ni donde meterse, ni que contestar. Giraba hacia la izquierda, luego a la derecha, desorientado miraba a Clara, luego a Jorge...

*****

Carolina estaba nerviosa y entusiasmada, pues esa noche cenaba con su galán y atractivo Jorge. No sabía que ponerse, se había probado un montón de vestidos y no se decidía. Al ser rubia, el blanco le quedaba genial, pero le marcaba demasiado, y tampoco quería ir insinuándose. Quería ir elegante pero discreta.
«Creo que este verde le gustará. Ni muy largo, ni muy corto, suelto pero define mi silueta. Le voy a mandar un whatsapp y  concretamos la hora...»

sábado, 7 de marzo de 2015

Colección Cupido 2015. Amor a la americana. Cristina Urdaniz Ferrer.

Continuamos con nuestros relatos pertenecientes a Colección Cupido 2015. En esta ocasión cruzamos el Atlántico para adentrarnos en la vida de una joven española en Minnesota. Así nos describe Cristina Urdaniz Ferrer esta historia romántica, precisamente desde allí. Esta joven lucenera que afronta la segunda mitad de un curso lectivo que jamás olvidará, nos trae este relato y repite participación en el blog, ya que también colaboró en un capítulo de Nuestra historia. Otra "zarracatallera" acérrima que se ha lanzado a imaginar una historia con muchas complicidades para los que la conocemos. Os dejo con él. Espero que os guste.

Besetes a tod@s. Nos leemos.


Amor a la Americana.

Sonó el terrible pitidito agudo del despertador que atravesaba mis tímpanos cada mañana. Era viernes y el sol nos daba los “Buenos días” luciendo resplandeciente, pero la temperatura rozaba los veinte grados negativos. Sí, como estáis suponiendo, hacía un frío de cojones.
Me hubiese gustado no salir de la cama y quedarme caliente en mi casa, pero como para todo el mundo… los viernes son días de escuela.
Pegué un salto de la cama y me dispuse a ducharme con agua hirviendo para combatir el famoso frío de Minnesota. Sin perder ni un minuto de mi tiempo me acicalé para ir al colegio una mañana más, mientras vociferaba algunas canciones (es de la única forma que puedo llamar a lo que salía por mi boca). Estaba feliz y contenta, pues por fin era viernes.
Salí a la calle e intenté arrancar el coche y como cada mañana tardé un rato en conseguirlo. Tomé mi camino a la escuela haciendo una paradita en “Caribou coffee”, el sitio que tiene los mejores cafés (para mi gusto) de todo el estado de Minnesota. Reitero la palabra “paradita”, porque es lo que solía hacer: parar, comprar mi café para llevar, e irme al colegio. Pero ese viernes… ocurrió algo diferente. Paré el vehículo y esperé mi turno haciendo fila como de costumbre. Todo iba sobre ruedas hasta que terminé de pagar y me dirigí hasta mi coche. Pues bien, en este momento esa torpeza que los que bien me conocen saben que me caracteriza… floreció haciéndose notar.
Choqué contra un chico joven derramando su café (ardiendo por cierto) por mi recién estrenado abrigo. Levanté mi cabeza dispuesta a pedir perdón cuando empecé a notar unas extrañas sensaciones brotando en mi cuerpo. Sensaciones de vergüenza, embobamiento como una adolescente y por supuesto calor, mucho, mucho calor (que podía ser por el café ardiendo… o no). Comencé a ponerme del mismo color que los tomates del huerto del tío Luís, completamente roja. Me quedé hipnotizada, muda, sin saber qué hacer en ese momento, pues menudo hombre tenía delante.
Podía ver su pelo rubio que asomaba por la gorra, sus ojos marrones y como no, sus espaldas de americano 4x4. No habíamos cruzado palabra y como yo había sido la culpable de tirarle el café, me decidí a pedirle perdón. Os prometo que lo intenté con todas mis fuerzas, pero nuestras miradas volvieron a cruzarse y fue técnicamente imposible porque volví a quedar embobada como una adolescente cuando besa por primera vez a su primer novio.
El rubito rompió el silencio.
—Tranquila, no te preocupes —decía, mientras tocaba mi brazo y lanzaba una radiante sonrisa haciendo que la Tierra (planeta dónde en esos instantes yo no habitaba ni de coña) pegase un frenazo.
—Me llamo Cris —sonreí dándole la mano. Como mi acento no es muy americano que digamos, el muchacho notó que no era de allí.
—Soy Brad, encantado. ¿De dónde eres?
—Llevo viviendo aquí seis meses pero soy española. —«¡Mierda, son las nueve de la mañana y tienes veinte minutos para llegar al cole! ¡Date prisa!» Mis pensamientos acechaban, así que me despedí de él—. Lamento lo ocurrido, pero tengo que marcharme —fui más sosa que la calabaza.
—Nos veremos —contestó.
Sonreí con cara de angelito y me fui con mi abrigo, ya de un color café. Una vez en el coche intenté limpiarlo con unas toallitas y entonces pensé que me había disculpado, pero no le había comprado otro café. Me sentí mal pero no tenía tiempo, llegaba tarde a trabajar y aunque me jodiera, probablemente, no lo volvería a ver más. Todo esto me hizo reflexionar sobre salir o no salir del vehículo, puesto que no quería perderle la pista, era perfecto.
El reloj marcaba las 9.07AM y debía irme pitando, así que subí la radio a tope tratando de escuchar algo que no fuese mi mente pensando en semejante varón.
Estaba sonando “Wake me up”, subí el volumen a tope y empecé a cantar gritando como si no hubiese mañana. Unos golpes suaves rozaron mi ventanilla, giré la cara y no podía creerlo… “Oh my goodness!” Era él.
En este instante se me escapó una inocente sonrisilla mientras bajaba la ventanilla.
—Olvidé darte esto —me cogió la mano y me dio un papel doblado en el que tenía apuntado su número de teléfono y su perfil de Facebook.
Asentí con la cabeza y guiñándole un ojo le dije que nos veríamos pronto.
Me dirigí por fin al trabajo, llegué muy justa. Todos mis alumnos estaban dejando las chaquetas ya en las perchas. Como os podéis imaginar estuve embobada durante todo el día y todos mis amigos TAS (profesores asistentes) me lo notaron.

Por la noche, todos quedamos para “salir a carretear” (así era como llamaban los latinos a “salir de fiesta”). Quedamos en Downtown, concretamente en el “Pourhouse”. Ese bar que tantos ratos y tantas historias nos ha hecho compartir y en el que ya nos conocían porque cada viernes allí estábamos, al pie del cañón.
Llegué la primera con Aída y mientras bebíamos nuestra correspondiente cerveza (que no era precisamente “Ambar”) le comencé a contar la razón por la que había estado hipnotizada durante todo el día. Ella, con paso firme y sin dudar ni un segundo me animó a que le dijera dónde estábamos. Aunque siempre tengo las cosas muy claras, con estos temas normalmente necesito una palmada en la espalda que me ayude a seguir, y ella siempre me la daba. Como de costumbre me lió y le hice caso agregándolo a Facebook  y mandándole un SMS que decía:
“Estoy en Pourhouse y aunque aquí no vendan café, puedo invitarte a una cerveza por lo de esta mañana”.

Poco a poco fueron llegando todos y empezamos a carretear, dándolo todo como marcaba la tradición. Al estar de fiesta con mis amigos (que son más que amigos, son mi familia americana), no me acordaba de mi nuevo amigo Brad.
Me dispuse a ir a fumar, después de ponerme tantas capas o más que una cebolla, para no morir congelada en este frío estado americano. Salí sola, pues mis amigos son muy sanos y ninguno fuma. Me puse bajo una de las estufas que hay en la puerta y comencé a disfrutar de uno de los placeres de la semana, sí, mi merecido cigarrillo de los viernes (que es de los pocos cigarros que me fumo en U.S.A., todo hay que decirlo).
En ese momento y entre la muchedumbre, alguien se puso detrás de mí, pero yo seguía dándole unas caladas a mi pitillo mientras pensaba en mis cosas (aunque solo podía pensar en él).
De repente me sentí como en un sueño, alguien tocaba mi mano, acariciando suavemente mis fríos dedos de una forma firme y muy varonil. Para mi sorpresa no fue un sueño, y cuando me giré allí estaba mi hombre. Vestía vaqueros ajustados, botas negras, camiseta negra y blanca y una camisa vaquera. Iba perfectamente peinado, afeitado, perfumado y de él colgaba su perfecta y sexy sonrisa. Esa sonrisa que me había hecho estar hipnotizada durante todo el día, tanto, que hasta mis alumnos de Segundo Grado lo notaron.
Nos fundimos en un caluroso y largo abrazo, finalizándolo con un apasionado y deseado beso. Después, sonreímos pícaramente mientras intercambiamos miradas (de esas que hablan solas) y comenzamos a hablar mientras nos bebíamos una cerveza (ya que en este país el calimocho no se estila mucho, solo cuando yo lo preparo en las fiestas en casa). La gente nos miraba, pues notaban mucha complicidad entre ambos.
Estuvimos mucho tiempo contándonos infinidad de cosas sobre nuestras vidas, amigos y familia. También hablamos sobre sus viajes a innumerables partes del mundo y sobre mi experiencia en Minnesota.
Finalmente, decidimos cambiar de bar. Nos lanzamos a un bar de un ambiente más tranquilo, en el que se pudiese hablar sin sufrir los gritos, los agobios y los empujones de americanos borrachos.
La noche continuó de forma amistosa, tomando un tono más pícaro poco a poco. Al final, el deseo nos llamaba y como os estaréis imaginando… culminamos apasionadamente.
Para mí fue una noche estupenda, de sobresaliente. Una noche de pasión en un garito de la ciudad de Minneapolis y a la que pusimos fin de una manera muy apasionada y salvaje en una de las típicas casas de estudiantes universitarios americanos (conocidas popularmente entre las personas jóvenes y las no tan jóvenes como Fraternidades).

Tengo que reconocer que este rubito americano llamado Brad me tenía completamente cautivada… Vamos, ¡que me volvía loca! A mis veintidós y sin nada que perder, decidí lanzarme a la piscina con todo el equipo y le dije que me encantaría seguir quedando con él, y que hacía tiempo que no me reía con nadie así. Como dice la gente: “El que la sigue la consigue”. Así que eso hice. Seguimos quedando poco a poco para ir al cine, a disfrutar las “happy hours” con nuestros locos amigos, a veces quedábamos para ir al gimnasio, o me llevaba a ver partidos de la NBA, o del equipo de fútbol de su Universidad. Incluso disfrutamos de algunos conciertos juntos.
Terminamos haciendo casi todo juntos, y juntando a nuestros dos grupos de amigos para disfrutar con ellos en conjunto. Me atrevería a decir que éramos como una pareja normal, bueno… casi normal. Nosotros tuvimos que hacer las presentaciones con mi familia en la distancia, por Skype (imaginaos que caos con mi numerosa y loca familia). Viajamos a España para hacer lo nuestro formal y reunir a las dos familias. Sí, su familia se vino con nosotros y pasamos todos juntos un inmejorable mes de Agosto, hasta estuvimos en las fiestas del pueblo… menuda locura de casa.
La comunicación nos costó un poco, porque mi familia no habla mucho inglés que digamos, pero poco a poco todos empezaron a comunicarse sin ningún problema.

La cosa fue tomando color y cada vez estábamos más compenetrados. Yo quería que mi vida y la suya fuesen la misma y quería dar un paso más en nuestra relación, por supuesto el compartía este sentimiento plenamente. Así que decidimos irnos a vivir juntos a una casaza americana de ensueño, cerca de donde vivían sus padres y al lado de uno de tantos lagos de los que hay aquí.
Antes de esto, él encontró trabajo y yo terminé siendo fija en el colegio de inmersión en el que trabajaba. Todo esto facilitó mucho las cosas.
En uno de nuestros viajes, concretamente a Miami, nos comprometimos. Todavía dimos un paso más en nuestro proyecto de vida en común.

Hoy es sábado, día 25 de Julio de 2020, y estoy viajando a Duluth, ciudad que se encuentra al norte de Minnesota. Hoy estoy a punto de casarme con ese apuesto y joven varón americano que me cautivó aquel viernes durante mi café de la mañana, y que me sigue enamorando día a día.


Cristina Urdaniz Ferrer