lunes, 2 de marzo de 2015

TayTodos: 6. ¿Quieres un café?

Hoy nos llega el sexto capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
El capítulo arranca con Sergio saliendo a toda prisa del gimnasio tras el incidente con su desconocida amiga en los vestuarios. Marisa, la mujer de la limpieza, lo ve salir rápidamente y comenta con Rebeca, la recepcionista de prácticas, la situación y lo que acaba de presenciar en la sauna, con Carolina y Jorge en una situación muy comprometida. Rebeca no le hace mucho caso y no deja sus múltiples conversaciones con sus ligues por whatsapp, hasta que la llama su amiga del alma, María. Le cuenta sus escarceos la noche anterior y le pide que acuda a acompañarla a una cena, ya que su novio vendrá acompañado de un amigo.
Marisa mientras tanto continuó su ronda de limpieza. Entró en el vestuario masculino y ya no quedaba nadie. Se dirigió al femenino y al llegar a la ducha siguiendo un reguero de gotitas de sangre, descubrió el cuerpo tendido de una atractiva mujer de más de cuarenta años. Salió pidiendo a gritos una ambulancia...
Sergio mientras tanto esperaba en la calle a que llegase Nerea. Estaba empezando a ponerse nervioso, ya que estaba tardando algo más de lo normal. Todavía no se creía que hubiera sacado a aquella mujer del vestuario masculino, arrastrado al femenino, limpiado la sangre del vestuario masculino y comprobado que todavía tuviera pulso antes de salir huyendo. Todo sin ser visto por nadie.
Rebeca mientras tanto recibe un mensaje de su amiga María agradeciéndole que acuda a la cita sorpresa de esta noche y pronto comienza a hacer un repaso mental de sus últimas citas a ciegas. De repente es interrumpida por los gritos de Marisa pidiendo una ambulancia, y rápidamente acude a comprobar la situación.
Nerea acude a recoger a Sergio, que se encuentra visiblemente nervioso, lo cual les hace entrar en una rápida discusión. Cuando ya se dirigían al parking a recoger el vehículo una voz femenina llama a Sergio...

¿Quién será y qué querrá de Sergio? ¿Será grave la caída de la misteriosa amante de Sergio? ¿Sabremos algo más de las conversaciones chismosas entre Marisa y Rebeca? ¿Cómo le irá a Rebeca en su cita a ciegas con el amigo de María? ¿Sabremos algo más de Carolina y Jorge? No os perdáis el capítulo de hoy.
En cuanto a su creadora, vamos a resaltar que ha ido dejando pistas a lo largo del capítulo que los que la conocemos enseguida hemos ido descubriendo su identidad: en personajes y expresiones. Es la primera persona que repite experiencia de Nuestra historia, ya que disfrutó tanto el año pasado, que ha sido un placer hacerla partícipe de nuevo en esta novela colectiva de 2015.
Muy divertido poder contar de nuevo con otro capítulo "muy Rebe"... Gracias por ser como eres y por mostrarte así siempre Rebeca Fernández Gaspar

Os dejo con el capítulo de hoy (6. ¿Quieres un café?). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


6. ¿Quieres un café?

—¡Sergio! —gritaba Rebeca, con la cara como si hubiese visto pasar a una procesión de la Santa Compaña.
Así que no tuve más remedio y me volví, con cara de no saber qué había sucedido.
—¿Es a mí? —sí, no se me ocurrió nada más ingenioso. Mientras lo decía pensaba que me iba a decir que qué había hecho, que por qué estaba aquella mujer tendida en la ducha del vestuario.
—Sergio, por Dios, se me va a salir el corazón por la boca. Por favor, necesitamos tu ayuda, hay una mujer en el suelo de las duchas y…
Niiiiiinoooooniiiino”
…Interrumpió la ambulancia a Rebeca, que de repente se fue corriendo hacia el personal médico. Así que decidimos seguir el camino hacia el coche. Nerea insistía en volver al gimnasio y ver qué era lo que había pasado, pero yo la convencí de que no, que fuéramos a la prueba del menú, y ya me enteraría de lo sucedido otro día. Eso si volvía...
Ya en el coche, me temblaba todo el cuerpo, los nervios se habían apoderado de mí, no me permitían pensar con claridad, y lo único que alcanzaba a pensar era en “Salvado por la campana”, y me acordé de aquella serie noventera de adolescentes interpretados por treintañeros. En serio, creo que tengo problemas de atención, ¡cómo podía pensar en eso ahora!
—Mira, ya la suben a la ambulancia —dijo Nerea mientras pasábamos de nuevo por la puerta del gimnasio, de camino hacia el restaurante.
—Parece que está despierta —dije aliviado al ver que los ojos que antes me habían seducido, volvían a estar abiertos.


Los días se iban sucediendo, Carolina y Jorge seguían viéndose en el gimnasio y la cañita de después del ejercicio se había convertido en algo sagrado. Pero uno de esos días la cosa se alargó bastante y Jorge, armándose de valor la invito a cenar.
—Vale, pero… ¡voy en chándal! —dijo Carolina.
—No importa, ya tendremos oportunidad de cenar otro día más arreglados —dejó caer Jorge, que cada vez estaba más enganchado a la sonrisa y espontaneidad de Carolina.
—¡Joder que bien! ¿Tantos días me vas a invitar a cenar? —fue lo único que Carolina dijo, sabiendo que la frase de Jorge iba con toda la intención del mundo.
—¡Ey, que no me sobra el dinero! —dijo mientras se reía, y en su interior recordaba los gravísimos problemas económicos que acumulaba.

La cena fue en un bar de la ciudad que era famoso por sus bocadillos de calamares. La complicidad era cada vez mayor, la joven y el “madurito” desprendían complicidad por los poros. Después de cenar, y para bajar el aliento de salsa picante de los bocatas, decidieron alargar un poquito más la cita y tomar una “relaxing cup of café con leche in plaza el carbón”.
—Gracias Jorge, estoy pasando un día estupendo. Pero me tengo que marchar ya. Esta noche había quedado para salir con unos antiguos compañeros de la facultad.
—Vale. ¿Queda pendiente la cena más arreglados, no?
—¡Por supuesto, “Señor del pedo en la sauna”! —soltó entre carcajadas Carolina.
—Adiós —dijo riendo Jorge.

«Pero, qué va a hacer una niña de veintitantos años con una antigualla como yo?» La despedida de la cita le había hecho pensar a Jorge que se estaba enganchando a esa jovencita, y que no sentía algo así desde que conoció a su malograda mujer en una de aquellas noches en las que eran jóvenes y querían cambiar el mundo. Sentía la necesidad de agradar a Carolina, y ante la baza de una “cena arreglados”, pensó en darle una sorpresa, y que ella no se diera cuenta de que su situación económica era lamentable. Estaba decidido, la cena sería en el restaurante de un chef que inundaba las guías de gastronomía del país, y que estaba en una ciudad a unos 300 kilómetros. Así que reservaría también una habitación en un hotel con unas preciosas vistas. «¿Y esto como lo pago? No lo sé, pero lo voy a hacer». Pensó el cincuentón enloquecido por la veinteañera.


—Solo es una contusión señora. Tome un poco de reposo, pero no se preocupe, en un par de días puede ir al gimnasio de nuevo. Y tenga cuidado con esos resbalones.
—Gracias, lo tendré en cuenta —dijo Clara.
Mientras su marido, Venancio, conducía hacia casa, Clara pensaba en lo ocurrido. «Me las va a pagar», pensaba. Nadie se le ponía por delante en sus objetivos, eso no iba a quedar así. Encontraría alguna manera de conseguir su propósito.
Al día siguiente se acercó al gimnasio, con la excusa de que se había mareado y antes de que resbalara en las duchas del vestuario, un joven le había ayudado a mantenerse en pie y le invitó a una coca cola que le subiera las fuerzas. Así pues, les pidió a las señoritas de recepción los datos de Sergio para mandarle un presente.


Pasados unos días, dentro del gimnasio, Jorge intentaba tonificar sus músculos para que la jovencita Carolina lo encontrara más atractivo. De repente entró un chaval de unos veinticinco años, similar a “El David” de Miguel Ángel. Aquel chico era cliente habitual, pero no estaba en el gimnasio más de veinte minutos. Hablaba y se daba la mano con varios chicos musculosos, de los cuales Jorge desconocía su existencia.
—¡Ey tío!, ¿cómo consigues ese cuerpo? —preguntó Jorge al joven.
—Je, je. Ya sabes, mucho ejercicio, comida sana y un pequeño suplemento.
—¿Cómo? ¿Un pequeño suplemento?
—Sí, verás… Tomo unos pequeños anabolizantes que aceleran la musculación. Todo natural, lo que pasa es que es un poquito ilegal... ¿No serás poli?
—No, no, tranquilo. ¿Y dónde lo puedo conseguir?
—Ja, ja. Has dado con la persona idónea viejo. Bueno, perdón, ¿cuál es tu nombre?
— Jorge, ¿y tú?
—Eh… llámame Montana.
—Oye, ¿ganas mucho dinero con esto? —preguntó Jorge sin ningún pudor.
—¿No querrás chafarme el negocio? —dijo bromeando pero advirtiendo el camello de gimnasio.
—No, no.
—La verdad, es que me da para darme algunos caprichos a fin de mes.
—Si quieres te puedo ayudar —sugirió Jorge.
—Pareces legal… Yo no puedo ayudarte en nada, pero ve a un compraventa de coches de lujo que hay en el viejo polígono y pregunta por “Babyface” o “La señora”. Di que vas de mi parte.
—Así lo hare, gracias.
—Nos vemos. Si quieres suplemento aquí tienes mi número, apunta: 100595119.
—Genial, hasta otra.
«Bueno por intentarlo no pasa nada, de todas maneras no tengo nada que perder, y tengo el “culo pelao” de tratar con mafias de la construcción, y de reclamar cobros por mi trabajo», pensó Jorge. Varios impagos en su trabajo le habían hecho caer en una crisis económica similar a la que vivía el país por la construcción.
A la mañana siguiente, se dirigió al polígono, y allí vio un enorme concesionario de coches donde la marca con menor categoría que había era Mercedes Benz. «Aquí es».
—Buenos días. Un hombre tan elegante como usted ha venido al sitio correcto para cambiar su coche por un sueño con llantas de aleación y caballos, como para superar al séptimo de caballería.
—Eh… no. Vengo buscando a “Babyface” o “La señora”.
—Entiendo, espere un segundo.
—OK.
A los cinco minutos, una puerta de las oficinas se abrió y apareció una mujer de unos cuarenta años tremendamente atractiva. «¡Coño, es la madurita de la que hablan todos los muchachos en el gimnasio!»
—Hola, ¿preguntabas por “La señora”? Soy Clara, encantada.
—Eh… Sí, sí, me envía Montana —dijo nervioso Jorge.
—Dios mío, musculitos y sus fantasías de mafioso en Chicago en la ley seca. Bueno, si te envía es porque quieres ganar un dinero extra, ¿no? Como ves, esto es un concesionario de coches de lujo, pero con la crisis la gente ya no compra un Maserati o un Rolls Royce. Así que, tenemos que sacar dinero con algunas actividades extras.
—Entiendo. ¿Y qué tengo que hacer?
—Mira, vente mañana y te mandaré para que lleves un paquete de agradecimiento. No te voy a engañar, aquí corre la coca, éxtasis y de todo lo que puedas imaginar. Pero no te preocupes, lo tuyo será todo legal, lo único que te pido es que vengas bien vestido.
—Así lo haré Clara. Por cierto mi nombre es…
—Ahorra saliva, a mí eso me da igual —y le dio un beso en la boca sabiendo que no haría nada debido al nerviosismo que se apoderaba de él.

Lo tenía, el plan era perfecto, su marido con tal de no bajar ni un ápice sus vicios y tren de vida, como beber whisky mientras conducía cochazos a toda velocidad, había empezado a coquetear con el tráfico de drogas y otras sustancias. A los meses ya era uno de los tíos más poderosos en el submundo de la ciudad, en el que el despertador suena a la una de la tarde y el “vamos a la Cama” suena a  las siete u ocho de la mañana. Tenía la dirección del trabajo de Sergio, así que le mandaría un desayuno de agradecimiento aderezado con unas gotitas de “Burundanga” que su marido era incapaz de colocar por ahí. La “Burundanga” es una droga que te anula la voluntad, dejas de ser tú. De ese modo, aprovecharía la situación para ir a la oficina de Sergio y esta vez, sí que no se escaparía.

Jueves, Rebeca abre el ojo después de una noche de profundísimo sueño, y con el sonido de fondo del iPod de su hermano, que suelta una música entre rock y ambiental.
—¡Joder, baja el volumen! ¡Ya estás con tus mierdas de músicas raras!
—¡No son músicas raras, son los Mogwai! —respondió su hermano.
—¡Por mí como si son todos los gremlins! ¡Bájala coño!
—¡Vaaaaaale!
Como todos los días antes de levantarse de la cama, repasó los whatsapps que habían llegado. Y como no, María había escrito.
Hola bella durmiente, esta noche cenitaaaaa! Mira, me han pasado una foto de tu acompañante, se llama “Montana” y está como un quesito, te la mando. Vamos a triunfar”.
Joder este tío viene al gimnasio, es el que siempre viene tan poco rato que ni se ducha, pero que me encanta.. Bueno, pues igual no pinta tan mal la noche.


Unas horas antes, Jorge acudió a recoger el paquete al concesionario de coches, una cesta con croissants, magdalenas modernas, o muffins, o como lo quieran llamar, bocadillito pequeño de jamón, café y un zumo. Lo cogió y con su impecable traje se dirigió a una empresa llamada “Weeding dreams” donde tenía que preguntar por un tal Sergio. Introdujo la dirección en su smartphone, y a los veinte minutos allí estaba, en la puerta de la agencia de bodas, dispuesto a realizar su primer “trabajito”. Se puso un poco nervioso, pero pensó: «Bueno, son 300 € por dejar esto y marcharme. ¿Qué puede salir mal?»
Así pues, entró en “Weeding dreams”, preguntó por Sergio y le llevaron a la oficina. Llamó tres veces y una voz de un chico más joven  que él abrió la puerta y allí, entre catálogos de adornos nupciales y fincas, estaba el chico con el que todos los lunes se relajaba en la sauna.
—¡Hombre, yo te conozco, tu eres el del mp3 en la sauna! —dijo Sergio.
—Sí —sonrió Jorge—, ese soy yo.
—Pues tú dirás, qué te trae por aquí. Si estás buscando quien te organice la boda, aquí te puedo ayudar.
—La verdad es que no… Traigo esto para ti —dijo mirando a la suculenta cesta—. Y también este sobre.
—Ah vale, muchas gracias. Supongo que serán algunos clientes agradecidos.
Sergio abrió el sobre y leyó el mensaje de “La señora”.
Hola Sergio, está muy feo dejar a una mujer tirada y más si es mayor que tú. Espero que te guste el desayuno, aunque no es nada comparado con lo que te espera…”.
—Eh… Bueno, no sé, ¿quieres un café? A mí no me sienta bien. Insomnio, ya sabes. Yo me tomaré el zumo.
—De acuerdo, gracias —dijo Jorge mientras pensaba: «¡cojonudo! 300€ y me invitan a desayunar, aunque la señora me dijo que me fuera rápidamente. Qué diablos, por un café no pasará nada».
—¿Y qué tal por el gimnasio? —comentó Sergio, intentando no pensar mucho en el mensaje que acababa de leer.
—Pues bien, ya sabes, desconexión de la mierda de rutina y esas cosas —dijo Jorge mientras se disponía a dar un trago a aquel apetecible café solo.
De repente comenzó a sentirse raro, y no era el típico retorcijón de café mañanero, no. Algo no andaba bien en su cabeza, era un mareo extraño, como si fuera a abrazar a Morfeo pero completamente despierto.
—Oye, ¿te encuentras bien? Responde, ¿qué te pasa?
—¿Qué hago aquí? ¿Quién eres tú?
—¿Qué cojones pasa aquí? —dijo Sergio mientras recogía del suelo a Jorge.
—¡Ey, tranquilo! ¡No me hables así que no nos conocemos, no te he visto en mi vida! —respondió un Jorge totalmente a merced de la burundanga.
De pronto se abrió la puerta de la oficina y aparecieron unos zapatos de tacón de aguja, que daban paso a unas piernas largas, un cuerpo dentro de un ajustado vestido negro y una melena morena que adornaba una cara…
—¿Tú? —gritó Sergio sobresaltado.
—¿Pero, me conoces? —dijo con sorpresa la mujer fatal.
—¡Cómo para olvidarte! ¿Qué mierdas llevaba ese café? ¿Qué quieres?

—Yo…

No hay comentarios:

Publicar un comentario