lunes, 9 de marzo de 2015

TayTodos: 7. Cataclismo en Wedding Dreams.

Hoy nos llega el séptimo capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
El capítulo arranca con Rebeca buscando desesperadamente a Sergio en el parking del centro deportivo. Este cree que lo han descubierto, pero no es así. De repente llega la ambulancia y Rebeca sale disparada para pedir ayuda. Nerea insiste en volver pero Sergio logra convencerla de que deben irse a la prueba del menú. Cuando salen con el coche ven como se llevan al hospital a su acompañante de ducha de minutos atrás...
Jorge había quedado para cenar con Carolina. Ambos deciden cenar unos bocatas y después tomarse un cafecito, hasta que ella debe irse ya que había quedado para salir con unos ex-compañeros de la facultad. Jorge la emplaza para una cena, un poquito más arreglados, al tiempo que es consciente de sus graves problemas financieros. En realidad sabía dónde quería llevarla, sólo le faltaba conseguir el dinero suficiente para la sorpresa que le quería preparar.
Clara, por su parte, estaba muy enfadada por no haber conseguido lo que deseaba de Sergio, así que tras el alta médica se acercó al gimnasio y fingió que un joven la había ayudado antes de sufrir el mareo, y quería hacerle un regalito. De ese modo consiguió los datos de Sergio, que le facilitaron en recepción.
Jorge conoce en el gimnasio a Montana, un traficante de anabolizantes muy popular en el gimnasio, y se ofrece a colaborar con él para sacarse un dinerillo extra y poder llevar a cabo la sorpresa que desea darle a Carolina. El tal Montana le da las señas donde debe dirigirse para el primer trabajito.
Al día siguiente se dirigió al lugar citado y llegó a un concesionario de coches de lujo. Tras preguntar por "Babyface" o "La señora", fue Clara la que salió a atenderle. Esta le pidió que regresara al día siguiente para llevar un encargo, y como única condición, que fuera bien vestido.
Clara lo tenía muy claro: le enviaría a través de Jorge un suculento desayuno a Sergio a su oficina, aderezado con "Burundanga", una droga que te hace perder el control y anula la voluntad. Aprovechando la situación llegaría ella y entonces si que no se le escaparía...
Rebeca despierta y lee un mensaje de su amiga María para recordarle la cena de esta noche. Le envía la foto de su cita a ciegas, un tal Montana. Rebeca lo reconoce como cliente del gimnasio y es un tipo que le encanta. La cena promete...
Jorge llega con su desayuno a las oficinas de Wedding Dreams y se lo entrega a Sergio. Este le invita a un café ya que a él no le sienta bien (le produce insomnio), y entabla conversación con Jorge, al que reconoce de sus visitas a la sauna. Este se toma el café y se desploma, no sabe quién es ni donde está. Sergio trata de ayudarlo cuando de repente aparece Clara por la puerta envuelta en un sugerente vestido negro.

¿Conseguirá Clara lo que busca de Sergio? ¿Qué ocurrirá con el pobre Jorge? ¿Cómo le irá a Rebeca en su cita a ciegas con el amigo de María? ¿Sabremos algo más de Carolina y Jorge? No os perdáis el capítulo de hoy.
En cuanto a su creador, decir que es otro repetidor en las novelas colectivas, ya que participó con un capítulo también en Nuestra historia. Que ha conseguido meterle un giro inesperado a los acontecimientos, y al que quiero agradecer la dedicación y el esfuerzo que supuso terminar de escribir este capítulo en una de las semanas más duras de su vida. ¡Has estado de 11, kraken!
Como anécdota, para los zaragocistas... ¿de qué os suena el número de teléfono de Montana? ¡Qué figura! Es... Eduardo Navarro Gálvez
Un placer de nuevo contar contigo, compartir líneas y proyecto. Espero estar a la altura que tú has estado estos días y devolver con este capítulo un poquito de las sonrisas que perdimos la noche que el viento azotó con fuerza a toda la Ribera.

Os dejo con el capítulo de hoy (7. Cataclismo en Wedding Dreams). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


7. Cataclismo en Wedding Dreams.

­—Yo... Umm —le miró con cara lasciva—. Ya sabes lo que quiero, nene.
—Eh... Pero... ¿Pero qué dices? —contestaba entrecortado el pobre muchacho.
Jorge miraba con los ojos fuera de sus órbitas a Clara.
—¿Y tú, qué haces todavía aquí? ¡Te dije entregar y salir por patas!
Aturdido, mareado y sin sentido, Jorge se tambaleó hacia Clara diciéndole:
—¿Qué mierda dices? ¿De qué me hablas? ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? ¿Qué mierda me está pasando?
Sergio estaba alucinando, no entendía nada. Miraba al pobre Jorge y luego a la zorra que tanto le complicó el trágico día anterior.
—Entonces, ¿os conocéis? —con la boca abierta mirando a ambos, absorto por lo que estaba presenciando.
De repente sonó el “Sin miedo a nada” en su móvil. «¡Oh, no! ¡Nerea! Bonito título el de la canción para esta situación: estoy acojonado», pensó Sergio.
Jorge miraba de arriba abajo, a la impoluta y despampanante mujer que tenía a su lado sin saber de qué demonios la conocía. En el momento que iba a decirle algo, ella, con un gesto de su dedo en la boca, le mandó callar. Él obedeció como un sumiso enganchado a unos grilletes y cadenas, presa del efecto de la droga suministrada.
—Nerea, cariño, ¿qué pasa?
—Hola mi amor. ¿Tiene que pasar algo para que te llame?
—No, no, claro que no cielo —titubeaba sin poder evitarlo. ¡Madre mía la que tenía montada en su despacho! Como se le ocurriese venir, se liaba parda.
Retiró el móvil de su oreja y lo tapó con la mano para dar un par de resoplidos y poder contener el nerviosismo y el estrés que toda esa situación le estaba causando. Una vez recuperado el aliento continuó con la conversación.
—¿Te pasa algo Sergio? Te noto raro, ¿estás bien?
Con toda la entereza que pudo le contestó, pero fue inútil y tuvo que mentirle.
—No... Digo... Sí. ¡Ay, perdona cariño! Quería decir que no me pasa nada, y que sí estoy bien —soltando el móvil otra vez le salió otro resoplido— ¡Uf!
—Vale, sólo quería decirte que cambié unas cuantas cosas del menú de la boda, a ver qué te parece.
Clara se empezó a acercar a Sergio sigilosamente. Era como una gata en celo y con ojos de querer. Él no sabía qué hacer, pues por un lado Nerea estaba al teléfono, y por otro, el tío ese de la sauna, estaba sin parar de mover la cabeza en círculos como si estuviera poseído por el mismo Satanás, y la muy zorra, pero sexy y buenorra de la cuarentona, se le acercaba cada vez más, y no precisamente para decirle que se iba.
«Se me está acumulando la faena. Tendré que resolver esto por partes», pensó Sergio.
Clara ya estaba pegada a él, y empezó a pasar sus manos por su espalda intentando traspasar con sus uñas, suavemente pero con belicosidad, su fina camisa azul. Sintiendo que este permanecía estático, bajó sus manos por la cintura y con firmeza le agarró el trasero, tan fornido y duro que mantenía a base de tanto machacarse en el gimnasio.
—¡Umm...! —soltó a la par que apretaba con ansia.
Sergio dio un leve respingo, pero siguió sin inmutarse. Jorge cayó exhausto por los efectos de la droga en uno de los sillones del despacho, quedando inconsciente a causa de tanta alteración en su sistema nervioso.
—Sergio. Sergio... ¡Sergio!
—Sí cariño, dime
—¿Qué diantres te pasa? No me haces ni caso. Si te encuentras mal voy a buscarte y vamos al médico. Estás muy raro últimamente, tienes que hacerte un chequeo.
—No, tranquila cariño. Es que tengo mucho trabajo y me pillas en mal momento.
—¿Mal momento? Sí... sí... Yo diría que el mejor que te va a pasar en tu vida,  nene —le susurraba Clara al oído.
—Está bien, Sergio. Ya hablaremos en casa —concluye Nerea, que no se queda muy convencida, cavilosa y preocupada. «Este chico no está bien. Creo que iré a verle aunque me haya dicho que no era necesario. Se alegrará de verme y de saber que me preocupo por él».

*****


“¡Ey tía! ¿Qué te parece Montana?”
Rebeca recibe un mensaje de María. «¡Ya está aquí la pesada de turno, taladrándome para que su plan salga perfecto».
“Ese tío viene por el gimnasio, lo conozco.”
«Ahora se pondrá histérica, y como una loca. ¡Cómo si la estuviera viendo!»
“¡No me jodas tía! ¡Ya te lo habrás follado! ¿A qué sí? ¿Y qué tal lo hace?”
«¡Joder, con lo bueno que está, me lo puedo imaginar! Esta tía no sabe pensar en otra cosa, pero no va mal encaminada, pues el tal Montana no tiene desperdicio».
“Bueno, luego me lo cuentas. Voy a buscarme un modelito para esta noche, ¡qué promete!”
“Besitos, nena.”
«Yo debería de hacer lo mismo: un buen modelito para impresionar. Voy a mirar que me encuentro por el armario».

*****

Sergio estaba atónito ante tal situación, aunque un poco más tranquilo al ver que Nerea colgaba el móvil. No podía creer lo que le estaba pasando. Esa mujer lo estaba poniendo fino filipino. Llevaba una blusa con un escote considerado que dejaba a la imaginación fluir sin preámbulos. Se podían distinguir claramente unos pechos exuberantes y muy bien definidos. ¿Serían operados? No tenían pinta de eso... Lo podría comprobar si quisiera, pues la tenía a tiro, totalmente a su merced. Vestía una falda de satén que dejaba a la vista una pequeña apertura en la parte trasera, la cual moldeaba su espectacular figura, marcando levemente sus sinuosas caderas.
«¡Joder, que buena está! La muy zorra me está poniendo cachondo!»
Clara no paraba de contonearse. Sabía muy bien como usar sus armas de mujer seductora. Sin pensárselo dos veces, al ver la cara del joven, le echó la mano a su entrepierna sintiendo su casi total erección. Sergio dio un respingo y se retiró hacia atrás, como queriéndose negar. Pero ella insistió, y una vez más le agarró, lo que ya era una inevitable gran erección.
—¡Blua!.. ¡Eh!.. Ah... ¡No!... ¿Qué?.. ¿Dónde estoy? —Jorge empezó a balbucear después de un pequeño letargo sin saber que le pasaba ni donde se encontraba. Seguía aturdido por la burundanga que había tomado en el café. Tenía la vista nublada y no distinguía las dos sombras que veía enfrente. Hizo mención de levantarse pero no tenía fuerzas suficientes. Ni siquiera mantenía el equilibrio estando sentado. La cabeza le daba vueltas y no podía gesticular palabra.
En ese preciso momento Sergio escuchó al hombre, y apartándose de aquella gata en celo, corrió a socorrerle, pues había olvidado completamente su presencia ya que había caído ensimismado con la insaciable y perversa mujer que lo acosaba sin piedad.
—¡Oiga! ¿Me escucha? ¿Se encuentra bien?
El hombre sólo balbuceaba palabras ininteligibles.
—¡Dios mío! ¡Este hombre está muy mal, hay que llevarlo a un hospital!
—Ya se le pasará... ¡Tampoco he echado tanta!
—¿Cómo? ¿Qué le has echado, el qué? ¿Dónde? ¿Se puede saber qué le has dado?
—Mira nene, le puse al café una pequeña dosis de una droga que iba destinada para ti, pero este desgraciado se lo ha tomado él.
Sergio no podía creer lo que estaba oyendo.
—¡Estás loca! ¡Lo podías haber matado!
—¿Pero qué dices? —dijo entre carcajadas—. Tenía bien controlada la cantidad, sé lo que hago.
En ese instante llaman a la puerta y se oye tras ella...
—Cariño, soy yo. ¿Puedo pasar?
—¡Oh no! ¡Nerea! Joder, le dije que no viniera —el muchacho no sabía ni donde meterse, ni que contestar. Giraba hacia la izquierda, luego a la derecha, desorientado miraba a Clara, luego a Jorge...

*****

Carolina estaba nerviosa y entusiasmada, pues esa noche cenaba con su galán y atractivo Jorge. No sabía que ponerse, se había probado un montón de vestidos y no se decidía. Al ser rubia, el blanco le quedaba genial, pero le marcaba demasiado, y tampoco quería ir insinuándose. Quería ir elegante pero discreta.
«Creo que este verde le gustará. Ni muy largo, ni muy corto, suelto pero define mi silueta. Le voy a mandar un whatsapp y  concretamos la hora...»

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