miércoles, 30 de abril de 2014

Mas de 13.000 visitas

Otra nueva celebración. Otro nuevo reto superado. En esta ocasión estamos celebrando que ya van más de 13.000 visitas a nuestro blog. Una barbaridad. Además estamos trabajando muy duro con varios frentes abiertos: el mantenimiento semanal del blog (capítulo del lunes con lo que conlleva, conocemos a... los jueves y celebración cuando toca), la edición impresa de Colección Cupido que va a ser un éxito seguro pero que lleva mucho mas trabajo del que pueda parecer, y la Colección Uni2 con seis parejas ya confirmadas que están trabajando en sus nuevas historias. Trabajo no nos falta, ilusión y nuevas ideas tampoco. Gracias por reconocerlo simplemente siguiéndonos.
Mañana no os perdáis la entrevista en Conocemos a... María Victoria Andréu. Además revelaremos quién es la autora del doble capítulo en el que estamos inmersos. No faltéis a la cita.
Aprovecho para recordar que podéis hacer vuestros encargos de ejemplares impresos de Colección Cupido hasta el día 1 de junio. Tras esa fecha ya no se podrá pedir ninguno. Así que estad atentos y si os gusta el blog y queréis colaborar, no esperes al último instante y no dejes escapar esta oportunidad. Encarga tu libro ya.
Hoy como estamos en plenas fiestas locales, os voy a poner un tema original de Nasville: "Despierta una vez mas". En esta ocasión remezclado por Juan Alarma que le ha dado otro enfoque. Mucho mas apropiado para nuestras noches locas de fiestas. Espero que os guste este remix.


Colección Cupido (edición impresa):
Hoy os contamos lo siguiente: Ya puedes reservar tu ejemplar hasta el día 1 de junio a través de facebook o por correo electronico: zarracatalla@gmail.com. Sale a un precio de venta de 12€. En la próxima celebración (esperemos que pronto lleguemos a las 14.000 visitas) os enseñaré la que será la portada del libro. ¡Que ganasssss!
Besetes a tod@s. Nos leemos.

lunes, 28 de abril de 2014

Nuestra historia. Capítulo XVII. Miestras, en la otra habitación

Llega un nuevo capítulo de Nuestra historia. Tras el intenso capítulo de Yohana Borobia titulado "Destino diagnosticado" en el que encontramos a Rafa y Sandra en busqueda de Ana, hasta llegar a casa de Mario. Descubrimos como reacciona Ramón ante el problema de Ana: simplemente la lleva al hospital, se encarga de que sea atendida sin ser visto y sale huyendo reflexionando sobre como ha podido llegar a esos límites. Lo soluciona llamando a Patricia, como hacen casi todos del grupo cuando tienen un problema. Esta llama a Sandra para explicarle la situación de su cuñada y para que vaya al hospital. Una vez allí Ana le explica lo ocurrido y le pide que guarde silencio y mantenga a todos tranquilos con engaños. No quiere que se conozca la verdad. Además con las pruebas médicas Ana no tiene tan seguro que el embarazo sea de Pedro. Y para rematar la insostenible situación de la paciente otras pruebas podrían indicar que puede portar el vírus VIH.  ¿Qué pasará con Ana hoy de nuevo? ¿Sabremos algo más de su situación? ¿Como responderá Ramón? ¿Cual es la situación de Pedro? ¿Aparecerá Olga de nuevo? Os dejo con la lectura. 
Nos leemos. Besetes a tod@s.



XVII.   Mientras, en la otra habitación…


Ana no daba crédito a lo que sus oídos estaban escuchando… portadora del VIH se susurro así misma: ¿pero cómo puede ser eso?, ¿porque yo? En ese preciso instante rompió a llorar. Sandra estaba tan impactada como ella, no podía creerlo. Todo lo que estaba pasando parecía una pesadilla. Si la pasada Nochevieja hubiese sido como todas las demás, las cosas hubiesen sido más fáciles… También lloraba.
—Ana, tranquila —le decía a la vez que la abrazaba—. Todo esto no tiene por qué acabar en lo que estas imaginando, la doctora ha dicho que los análisis pueden ser erróneos. Tenemos que tranquilizarnos. Ana por favor, deja de llorar, estás embarazada y por suerte el bebe no ha sufrido daños importantes —Ana no paraba, Sandra no paraba. Aquella habitación era un mar de lágrimas…
Mientras, en la habitación de Pedro, se respiraba un ambiente totalmente diferente. A Pedro le acompañaba su madre. Una Irene calmada y relajada, leyendo una revista, disfrutando de “su niño” como siempre lo llamaba, sin abogados de por medio, sin problemas… Había mucha tranquilidad esa mañana, aunque pronto dejaría de haberla. Se abrió la puerta…
—Buenos días Pedro. ¿Cómo te encuentras hoy?
—Hola doctor. Bien, bueno, ya sabe usted —sonrió—. Cada día me encuentro mucho mejor. Tengo algunos dolores, pero los calmantes me tranquilizan muchísimo.  ¿Tiene noticias nuevas?
—Pues si Pedro. Hoy tengo noticias, y son muy buenas.
De repente Irene pego un bote de la silla y se plantó en medio del doctor y Pedro.
                —¡Mama! ¡Que no me dejas ver al doctor! —Irene no paraba de moverse.
—Calla un poco Pedro. Lo siento doctor, siga  por favor…
—Tranquilícese Irene. Póngase aquí con él y así me verán los dos —dijo con una sonrisa.
La situación era muy divertida: los dos callados y con los ojos como platos. Irene le agarraba la mano a Pedro, le apretaba con mucha fuerza y Pedro con la boca entreabierta como si quisiese dar él las buenas noticias…
—Bueno Pedro, todos los controles y pruebas que te hemos estado haciendo han dando resultados muy positivos. Aunque no podemos concretar fechas todavía, dentro de poco empezarás la rehabilitación, y eso significa que pronto….
—¡¡¡¿De verdad?!!!¡Qué buena noticia! —exaltó Pedro. 
—Esta tarde o mañana vendrán unas enfermeras para explicarte la dinámica de la rehabilitación y situarte un poco con las fechas, ¿de acuerdo?
—Si doctor, muchas gracias.
—Bueno, pues ya está todo. Pronto nos veremos, adiós —se despidió el doctor.
Las caras de Irene y Pedro no podían expresar más alegría, por fin se veía el final del túnel. Por fin después de muchos largos días podían ver la luz, por fin...
Irene cogió el móvil de inmediato para dar la noticia a su marido, casi no le funcionaban los dedos en el teclado del teléfono. Los nervios estaban a flor de piel esa mañana. Pedro estaba como en una nube, tranquilo, relajado, quería llamar a Ana para darle la buena noticia: “¡Que contenta se va a poner Ana!”. Todo marchaba por fin.
—Ah, mamá, cuando hables con papá dile que no diga nada por favor. Quiero decírselo yo a Ana y a Sandra.
—Vale,  lo que tú quieras.
No habían pasado ni diez minutos y Pedro ya estaba pensando un plan para hoy. La noticia le había entrado al cuerpo como una ráfaga de adrenalina.
Por muy perezoso y un poco desastre que pareciese, Pedro era un chico al que no le falta intención a la hora de maquinar cualquier tipo de plan. Un plan como el que quería organizar para esa misma noche. Quería hablar con Ana, verla, besarla, sentirla, abrazarla, quería que hoy fuese especial. “¡Por fin buenas noticias!” se repetía una y otra vez sin parar. Pedro busco el móvil para llamarla. Un tono, dos tonos…
Mientras en la otra habitación…
—Sandra, es tu hermano. Querrá saber de mí y hablar conmigo. ¿Qué hago? ¿Se lo cojo? No, mejor, ¡cógeselo tú!
—Pero Ana, son las once de la mañana. Se supone que estás en tu casa descansado. ¿Cómo lo voy a coger yo? Ana, tranquilízate coge aire y contesta.
El ambiente estaba mucho más calmado. Había pasado un buen rato desde que la noticia de la doctora las había dejado sin respiración, pero aun así, los nervios de Ana podían salir a la luz y Pedro podría sospechar que algo pasaba. No quería que notase nada, no todavía... Todo se complicaba por momentos para ella. Cogió aire hasta los pulmones y….
—Hola guapo. ¿Qué tal estas?
—¡Ana!, que ganas tenia de escucharte… se me ha hecho eterno no saber de ti en un día. ¿Cómo están mis dos ángeles? —a Ana se le ilumino la cara. Le encantó escuchar eso, y por fin sonrió. Sandra que la estaba mirando expectante, se tranquilizo al ver después de todas las emociones de estas últimas horas, una sonrisa en su cara.
—Ana, ¿cuándo vendrás? Bueno, mejor te digo cuando vienes, ¿puedes venir sobre las ocho?
—Emmmm, a las ocho. Pues, no se Pedro, es que… pff tengo mucho lio en casa, y también había quedado con tu hermana para que me ayudase. No sé si voy a poder….
—Ana, a las ocho pásate por aquí, tengo muchas ganas de verte. Se que estas un poco cansada, ¡pero te prometo que merecerá la pena! ¿Vendrás verdad? ¿Verdad? ¿Verdad? ¿Verdad? ¡¡Valeeee!! ¡Te quiero! —y colgó.
Pedro estaba tan contento que no le importaba la reacción. Él sabía que Ana estaba bien, eso le habían dicho, así que estaba convencido de que no habría escusas para esa noche. Ana se quedo pasmada al ver como su novio le había colgado sin casi mediar palabra.
—Sandra, tu hermano me ha dicho que vaya esta noche a la habitación, que me tiene que dar buenas noticias, y no me ha dejado decirle nada. Estaba raro, como nervioso. ¿Va todo bien?
Sandra, todavía no sabía nada, así que decidió acercarse a la habitación de Pedro para averiguar que estaba pasando allí.
Al llegar, se encontró con toda su familia: Pedro, Antonio e Irene. Nada más entrar le dieron la tan esperada noticia.
—¡Eso es geniaaaaal! ¡No me lo esperaba! ¡Que contenta me acabas de dejar! —Sandra se puso a gritar de alegría. Las buenas noticias siempre son bien recibidas y más en esos días de nerviosismo, mentiras y discusiones entre amigos. Para ella la noticia fue como una bocanada de aire puro que te entra hasta el estomago y notas como cada centímetro de tu cuerpo se relaja y se olvida de todos los problemas que te rodean. Ahora entendía todo, Pedro le quería contar a Ana que todo iba fenomenal y que pronto empezaría la rehabilitación, pero… ¿porque no se lo dijo directamente por teléfono?  Mientras todos estos pensamientos le pasaban por la cabeza, su madre la interrumpió.
—Sandra, ahora que estas tu aquí, aprovechamos papá y yo para bajar a comer algo ¿vale? ¿Tú quieres algo? Te veo mal color, ¿estás bien?
—Si, si, mamá. Tranquila, yo me quedo con Pedro.
—Vale, pues en un ratín subimos, te quedas con él. Adiooós.
Antes de que Sandra volviese con sus pensamientos de por qué Pedro no le había dicho nada todavía a Ana,  él la interrumpió…
—Sandra, hermanita me tienes que hacer un favor.
—Claro Pedro, dime cual.
—Esta noche le he dicho a Ana que venga aquí sobre las ocho. Quiero tener una mini cita romántica  con ella, ya tengo todo pensado. Le voy a decir a las cocineras que me preparen algo fácil para los dos. Pondré una vela, o dos, o tres… no sé, bueno, eso lo tengo que pensar todavía, alguna flor y como toque final… ¿Tú podrías ir a por unos vaqueros y una camisa para ponérmelos y estar guapo? Me canso de este pijama verde feo.
—Pero Pedro, como vas a hacer todo eso… ¿solo para darle la noticia? Igual Ana a esas horas está cansada y quiere cenar tranquilamente en su casa… ¿no crees que es mejor llamarla y contárselo?
—No, prefiero verla y decírselo para ver la cara que pone. Además tengo muchas ganas de verla y abrazarla.
Pedro ya se estaba imaginando toda la cita: a Ana feliz y los dos riendo…
—Pero Pedro….
—¡Sandra, no me seas rancia! ¡Que es una sorpresa para Ana!
Sandra lo entendía. En realidad la idea le encantaba, pero las circunstancias no eran las idóneas. Sabía que Ana no iba a ir a esa cita, por lo que tenía que intentar hacerle cambiar de opinión a Pedro, pero… ¿cómo lo hacia? Estaba tan ilusionado que, precisamente hoy, no quería enfadarlo. Lo veía feliz, como hacía muchos días. El Pedro de siempre, bueno, en realidad un Pedro mucho mejor, con una sonrisa que le iluminaba toda la cara.  No quería darle malas noticias, así que no tuvo otra opción que seguir como si nada ocurriese.
—Bueno Pedro, algo te traeré. Pero no te hagas muchas ilusiones. Si te llama Ana para decirte que no puede porque está cansada, tendrás que cenar solo, y habrás movilizado a medio hospital para nada…
—Bueno, eso no pasará Sandra. Hazme caso que hoy va a ser un gran día, pero una ultima cosa antes de irte, necesito que me traigas unos vaqueros, y una camisa. La roja, la de cuadros, esa de manga larga —esa camisa era la preferida de Pedro. Era de las más viejas de su armario, pero era su camisa de la suerte. Siempre se la ponía para celebrar algo especial con Ana: aniversarios, San Valentines,… fue un regalo de Ana por su 25 cumpleaños. Era especial, y que mejor momento para volvérsela a poner que en una ocasión como la de esa noche: cena romántica a la luz de las velas con la mujer de su vida. Lo tenía claro, esa cena tenía que celebrarse, lo necesitaban los dos, un descanso al margen de todo lo que estaba sucediendo esos días con abogados, Ramón, el embarazo, los amigos, Olga….
—Está bien Pedro, te la traeré luego.
—Gracias Sandra. ¡Eres la mejor!
Los dos hermanos se pusieron a charlar de otros temas, dejando que el tiempo pasara, hablando de lo que harían nada mas salir del hospital: de viajes, de niños, de cunas y de que tenían que empezar a preparar cosas para el nuevo miembro de la familia. Así pasaron las horas hasta que regresaron sus padres y Sandra se marchó de nuevo a ver a Ana.
—Sandra, antes de que te vayas, no le digas ni una palabra, eh. Promételo.
—Vale Pedro, lo que quieras, luego te veo...


jueves, 24 de abril de 2014

Conocemos a...

Hoy conoceremos a dos personas realmente geniales. Primero descubriremos quién es la autora del inquietante "Destino diagnosticado" del lunes, y después en la entrevista un tipo realmente genial y muy divertido. Alguien realmente inquieto. 
Por otro lado os recordamos que ya podéis reservar vuestro ejemplar impreso de Colección Cupido. Un libro que recogerá todos los relatos y poemas aparecidos en el blog pertenecientes a dicha colección. Estamos trabajando para que luzca bien bonito. Esperemos que os guste. Sale con un precio de venta de 12€ y tenéis de plazo hasta el día 1 de junio para hacer las reservas. Podéis hacerlas a través de nuestro perfil en facebook, twitter o correo electrónico. Es una edición limitada, por lo tanto una vez que pase esa fecha se mandará el pedido a la imprenta y quien no haya reservado se quedará sin su ejemplar.
Os recuerdo como todos los jueves la propuesta de Colección Uni2, que publicará novelas de varios capítulos escritas por parejas, bien sea escribiendo capítulos alternos o haciéndolo entre ambos. Tendremos un primer capítulo de Colección Uni2 para los días 9, 16, 23 y 30 de mayo, y 6 de junio. Ya tenemos a cinco parejas escribiendo como locos y en breves puede caer alguna más. Mañana cambiaremos ya la apariencia del blog para recibir como se merecen a estos escritores. Pronto daremos sus nombres y títulos de lo que están cocinando. Si estás interesado ponte en contacto con nosotros para reservarte fecha de publicación. El plazo para entregar el primer capítulo crece conforme aumenten los participantes. De momento se amplia hasta el 13 de junio. ¡Anímate a participar! Si de algo está sirviendo este blog es para demostrarnos a nosotros mismos que somos capaces de hacerlo.



ESCRITOR ANÓNIMO DE LA SEMANA
Tremendo capítulo el de esta semana. Ha sido fantástico ver como ha resuelto el tremendo final del capítulo anterior tras la perdida de Ana. En "Destino diagnosticado" encontramos a Rafa y Sandra en busqueda de Ana, hasta llegar a casa de Mario. Descubrimos como reacciona Ramón ante el problema de Ana: simplemente la lleva al hospital, se encarga de que sea atendida sin ser visto y sale huyendo reflexionando sobre como ha podido llegar a esos límites. Lo soluciona llamando a Patricia, como hacen casi todos del grupo cuando tienen un problema. Esta llama a Sandra para explicarle la situación de su cuñada y para que vaya al hospital. Una vez allí Ana le explica lo ocurrido y le pide que guarde silencio y mantenga a todos tranquilos con engaños. No quiere que se conozca la verdad. Además con las pruebas médicas Ana no tiene tan seguro que el embarazo sea de Pedro. Y para rematar la insostenible situación de la paciente otras pruebas podrían indicar que puede portar el vírus VIH. Impresionante.Papelón para quién continúe la próxima semana como viene siendo habitual.
  Gracias como a todos por su total entrega y predisposición. Ha sido genial compartir líneas de nuevo con una de las participantes en Colección Cupido, que ya nos dejó asombrados con su relato: "No puedo más". Un placer de nuevo..... Yohana Borobia Carcas
Aquí os dejo el enlace a su perfil en facebook como suele ser habitual.
https://www.facebook.com/yohanaborobia?ref=ts&fref=ts



CONOCEMOS A... 
Hoy conocemos a Diego Serrano Satué, amigo y colaborador de Zarracatalla Editorial. Autor del séptimo capítulo de Nuestra historia titulado “Vaya panorama”. Así se describe el mismo:
¡Vaya faena describirme! Bueno lo voy a intentar…
Me considero una persona muy normal, amigo de sus amigos y de gustos muy sencillos, cuanto más mejor. Creo que he aprendido a valorar las pequeñas cosas de la vida, que al fin y al cabo son las que nos hacen tirar para adelante. Me considero franco, directo (a veces demasiado) y un poquico bruto, pero nada, al cabo de un tiempo los que me conocen saben que no muerdo… jejeje.
Me gusta estar con mis amigos, y con cualquier persona que me haga sentirme bien, valoro mucho mi pedazo de familia, y me abstraigo cuando la situación no es agradable. En resumen, me considero una persona directa, seria y agradecida con los buenos momentos que la vida nos brinda.

Nos va a responder a las preguntas de nuestros seguidores:
    En qué te inspiraste para escribir este capítulo y cómo te sentiste al recibir el encargo.
o      Buhff!! Vaya responsabilidad cuando empecé a escribir. La inspiración no la busqué en nada, las letras salían solas, me sorprendí a mi mismo del poder que tiene la imaginación. Fue una experiencia muy agradable y muy instructiva, ya que cuando piensas que la gente te puede leer,  empiezas a poner en valor todo lo que pretendes transmitir. La verdad es que me salió un capitulo bastante largo, pero aún así se quedo corto para todo lo que pasaba por mi cabeza.

    Donde, cuando y cual era tu situación cuando lo escribiste
o      Pues la verdad es que no recuerdo la situación pero recuerdo que fue por las noches en los ratos de descanso después de acostar a los críos. Un poco a escondidas y un poco rápido, ya que el secretismo requerido para hacerlo quizás no me dejó hacerlo con la tranquilidad que el tema requiere.

    ¿Cómo ves el proyecto Zarracatalla Editorial?
o      Me encanta, creo que es una forma de perder los prejuicios que todos tenemos y un punto de encuentro que fomenta el buen rollito.

    ¿Escribes habitualmente? ¿Cómo te has encontrado al hacerlo?
o      Bueno sí! Muchos informes técnicos y muchos mails…. Pero nunca un relato. La verdad es que es muy diferente en cuanto a la forma de escribir, y también la responsabilidad. Yo estoy acostumbrado a escribir lo que pienso, pero nunca había pensado en que lo  que escribo tiene que ser entendido por cualquier persona que lo lea. Eso ha sido el mayor reto.

    Algo que no sepamos y que te gustaría compartir acerca del capítulo…
o      Pues la verdad es que no me escondo nada, mientras escribía pensaba en sorprender con una continuación que estaba anunciada. Aunque no sé si conseguí hacerlo de una forma fluida o demasiado brusca.

    ¿Cómo creías que iba a continuar tu capítulo?
o      Ni idea, pero como todos los capítulos me sorprendió agradablemente.

    Recomiéndanos un libro, un disco y una película
o      Cualquier libro de “los hijos de la tierra” me encanta, fueron los que me reengancharon a la lectura. En música soy muy plural, me gusta desde el Heavy Metal hasta la música clásica, pero creo que la música aragonesa sea del tipo que sea es mi preferida, además de la música protesta. Creo que es muy necesaria para remover conciencias.
No soy demasiado cinéfilo, las películas de tomas abiertas, paisajes naturales son las que más me gustan. Por poner un ejemplo “bailando con lobos” no por la película en sí sino porque rompe con los tópicos y por los valores que intenta transmitir.
    Un sitio para quedar…
o      El bar… sin más preámbulos.
    ¿Cómo finalizarías Nuestra historia?

o      Me están gustando mucho todos los capítulos, pero creo que la historia se ha quedado un poco estancada en cuanto a su encuadre. Necesita apertura hacia otras escenas para no caer en la monotonía. Un final… no lo tengo pensado, me gusta descubrir cómo va desarrollándose.

lunes, 21 de abril de 2014

Capítulo XVI. Destino diagnosticado

Lunes. ¡Ya estamos aquí de nuevo! Hoy un nuevo capítulo de Nuestra historia. Tras el intenso capítulo de Arancha Ruiz titulado "Cuerpos atados" en el que se describe el obsesivo secuestro de Ana por el perverso Ramón y su más que interesante conversación. Además nos suelta otro final tremendo que nos deja en vilo a la expectativa del capítulo de esta noche. ¿Qué pasará con Ana hoy de nuevo? ¿Será grave su situación? ¿Como responderá Ramón? Os dejo con la lectura. Nos leemos. Besetes a tod@s.



XVI.  Destino diagnosticado


Siguiendo las indicaciones que recibieron de Pedro en el hospital, Sandra y Rafa se dirigen a casa de Ana. Durante el trayecto hasta su casa, intentan localizarla en varias ocasiones sin obtener resultado alguno. Hasta entonces no estaban preocupados, pero al ver que Ana no respondía a sus llamadas, comenzaron a ponerse nerviosos y a hacer suposiciones.
Al llegar al bloque de Ana y después de insistir con llamadas continuas al portero automático, Sandra siempre tan positiva,  pensó en varias posibilidades del por qué Ana no contestaba
–Si no contesta es porque no escucha el sonido del timbre, ¿tal vez esté escuchando su MP3 a todo volumen? o ¿quizás esté en la ducha? ¡Ya lo tengo! ¡Está usando el secador de pelo!….
Y Rafa dándole vueltas al asunto de como poder entrar y llamar directamente al timbre de la puerta del piso se acordó de los vecinos de Ana.
–Bueno, podemos avisar a Mario o a la señora Maria. Recuerdo que son los vecinos con los que Ana tiene más contacto,  pero no sé el piso exacto en el que viven. ¿Lo sabes tú Sandra? –preguntó Rafa.
–Pues no tengo ni idea. Mario vive una planta más arriba que Ana, ¿cierto? Pues probemos uno al azar que esté en esa planta. Si Ana vive en el “4ºA” probamos en el “5ºA“, 5ºB” y si no en el “5ºC” ¿qué te parece?
–Buena idea, probemos.
Llamaron al “5ºA” y enseguida reconocieron la voz de Mario. – ¡Hola Mario! soy Sandra la cuñada de Ana ¿me recuerdas? Nos conocimos hace poco en el hospital.
-¡Si claro! La hermana de Pedro, ¡que grato escucharte de nuevo! ¿Ocurre algo? ¿En qué puedo ayudarte?
–Pues mira, resulta que desde ayer no localizamos a Ana y mi hermano está bastante preocupado, sobre todo porque le dijo que por la noche se pasaría por su habitación y ni lo hizo, ni sabemos nada de ella. Él me ha pedido que pase por casa para ver qué ocurre, pero ni siquiera contesta al telefonillo.
-¡Pues sí que es raro! pero ¡yo ayer no la vi en todo el día! ¡Ni tampoco la oí llegar por la noche! ¡Pero sube! ¡No que quedes abajo! Si realmente está en casa nos va a oír seguro, aunque tengamos que aporrear la puerta fuertemente.
-OK, gracias. Me acompaña Rafa ¡subimos los dos!

Ramón se quedó pálido al ver a Ana con las manos ensangrentadas, mirándole a los ojos y suplicándole ayuda -¡Dios mío! ¿Qué hago ahora? Esto se me está yendo de las manos-. Pensó Ramón.
Cargo a Ana en sus brazos y apresuradamente cogió el ascensor y bajó hasta el garaje. Con la ayuda de su rodilla y como pudo, desplazó hacia delante el asiento del conductor para poder acceder a la parte trasera y cuidadosamente  tumbó a Ana en los asientos traseros de su deportivo. Arrancó el coche y se dirigió a toda velocidad hacia el hospital.
Durante todo el trayecto Ramón no paró de hablar para intentar calmar a Ana ¿o más bien para calmar sus culpas? –Lo siento Ana, no pensaba que esto iba a suceder, debes de estar tranquila, llegamos en seguida al hospital, yo sólo quería hablar contigo y aclarar las cosas-. Ana permanecía detrás tumbada, sin poder articular palabra ni dejar de agarrarse el vientre con las dos manos.
Ramón, gracias a su trabajo de varios años como celador en el hospital, conocía perfectamente a qué lugar de este debía llevar a Ana para que la atendieran lo antes posible. Así que sin dudarlo subió la rampa de urgencias, volvió a cargarla y pidió ayuda inmediatamente.
El hospital materno-infantil se encuentra en el edificio adosado al hospital principal, lugar donde ambos trabajan. Esto le permite a Ramón no ser visto por ningún conocido, pero aun así, para tomar precauciones, en cuanto estuvo seguro de que Ana estaba bien atendida, volvió a su deportivo y desapareció rápidamente.
De vuelta a ninguna parte y con lágrimas en los ojos empezó a pensar en lo que había hecho, el por qué y en qué debía hacer para reparar el error.
–Nada, no puedo hacer nada. ¿Cómo voy a quedarme allí esperando?
Y buscando otra alternativa decidió avisar a alguien:
-¿A Pedro? –pensó-. ¡Ni de coña! -y sopesando las posibilidades decidió llamar a Patricia, de la que siempre echaba mano para estos casos.
-¡Hola Ramón! Me pillas comenzando el turno de trabajo por lo que no puedo entretenerme ni hablar mucho, dime ¿qué ocurre?
-Patri, no puedo explicarte mucho ahora, pero Ana está en urgencias de maternidad. Ha tenido una pérdida, no sé si será grave, espero que no. Te llamo para que avises a su gente.
-¿Qué? ¡Oh Dios! Entonces por lo visto, la sospecha de Olga era cierta, ¡está embarazada! ¿Y cómo está? ¿Qué le han dicho? ¿La han ingresado? ¿En qué planta?....
-Patri, ¡tranquila! No sé mucho más, la he dejado en buenas manos pero por motivos que ahora no vienen al caso no he podido quedarme con ella. Es una larga historia que ya te contaré. Tu, ¡por favor!, da el aviso al resto. Gracias Patri, nos vemos, adiós-y colgó sin más explicaciones.

-¡Ana, estás ahí!... ¡Ana!... Yo creo que no está, esto es raro. Igual salió temprano… o igual no durmió aquí…. ¿tiene algún otro sitio donde quedarse? -preguntó Mario.
-De los lugares donde ella puede quedarse, ninguna persona sabe nada -y sin darle tiempo de volver a repasar la lista de lugares donde Ana podría haber pasado la noche, el móvil de Sandra sonó.
-¡Es Patricia! No lo había pensado, seguro que Ana está con ella. ¡Hola Patricia! ¿Qué tal?
-Pues no muy bien, la verdad. Llamo para decirte que Ana está en el hospital…. Tranquila no es nada grave, probablemente una pequeña pérdida sin importancia, supongo que sabes que está embarazada ¿no? Es que no sé a quién llamar primero ¿Pedro está al corriente? ¿Y tus padres? Bueno, que sepas que estoy aquí en el hospital, que no me han dejado verla pero que está en observación. En cuanto tenga nuevas noticias me pongo en contacto contigo. ¡Ven en cuanto puedas!

-Doctor, dígame la verdad ¿he perdido al bebé? –preguntó Ana sollozando.
-Según la primera ecografía vaginal que te han realizado en urgencias, no, pero hay riesgo de aborto –le explicó la doctora-. De momento no debes ponerte más nerviosa y deberías estar varios días en reposo, pero como hemos comprobado que no tienes hecha ni siquiera la primera analítica del embarazo, vamos a aprovechar para hacerte varias pruebas, para lo cual vamos a subirte a planta. Primero debemos de saber la fecha de tu última regla.
-Bueno a ver… No suelo ser muy regular, pero estoy segura de que pasé con ella el puente de la Constitución… Así que un poco antes,  no sé, entre el dos y el cinco de diciembre –afirmó Ana, pues este cálculo ya le había tocado hacerlo antes.
-De acuerdo. Pues con estos datos vamos a comenzar. De momento haremos otra ecografía para comprobar cómo se encuentra el feto y viendo las medidas de esté podremos calcular aproximadamente de cuánto tiempo estas embarazada. Mañana a primera hora tomaremos la primera muestra de sangre. Ahora descansa todo lo que puedas.

-¿Sandra? Han subido a Ana a planta. De momento parece que no ha perdido al bebé, aunque no está fuera de peligro. Habitación 618, en la sección de embarazos de alto riesgo. Está bastante tranquila. Mañana le comenzarán a hacer pruebas. ¿Dónde andas? –preguntó Patricia
-Pues Rafa acaba de dejarme en la puerta del hospital y estoy entrando. Subo ahora mismo.
En uno par de minutos su cuñada se encontraba en la citada habitación junto a ella.
-Ana, ¿cómo te encuentras? ¿Qué ha pasado? ¿Por qué te ha traído Ramón? ¿Qué hacías con él? Te hemos llamado muchas veces y no te hemos localizado en casa. Estábamos muy preocupados -soltó Sandra casi sin respirar.
-Tranquila Sandra, ahora parece que todo está bien -y comenzó a contarle lo ocurrido a su cuñada-. No quiero que esta conversación salga de aquí. Llama a tu hermano y dile que al final estaba en casa, que no me enteré de las llamadas porque estaba tan cansada que dormí profundamente y más de la cuenta y que el móvil lo tenía en silencio. También le dices que lo llamo luego, que ahora estoy en la ducha y que tú te vas a quedar un rato conmigo. Y ves pensando en alguna otra excusa para poder alargar la mentira y justificar que no iré a visitarlo. En cuanto suba Mario y Rafa los pones al corriente de que Pedro no debe enterarse de momento de que estoy en el hospital hasta que no tenga más información. Y a tus padres cero patatero ¡que ni siquiera saben que estoy embarazada! -y a la vez que hablaba iba pensando si dejaba algún cabo suelto-. Y de lo de Ramón, lo dicho, ni una palabra.
Sandra inmediatamente llamó por teléfono e informó de todo a Pedro, tal y como Ana le había indicado. Parece ser que Pedro de momento se quedó convencido con su mentira y tras esto, bastante ocupado comunicándolo al resto de la familia, para que se quedaran más relajados y tranquilos.
-¡Cuídala mucho Sandra! No sé si sabes que está embarazada, supongo que te lo habrá contado –le indicó Pedro antes de colgar.
A la mañana siguiente comenzaron con todas las pruebas, trasladando de aquí para allá a Ana pero siempre con mucho cuidado. Y en un par de días subieron a planta para comunicarle los resultados.
-A ver Ana, hemos tenido que realizarte de nuevo una ecografía vaginal porque con la ecografía abdominal no veíamos el feto. Una vez conseguido ver el feto a través de esta ecografía, hemos comprobado que el bebé está bastante bien, aunque el latido de su corazón todavía no es regular. Hemos de informarte de que, si no hemos podido detectar el feto desde una ecografía normal es debido a que el embarazo no ha llegado a la octava semana, por lo que hemos deducido que no estas embarazada de tantas semanas como tú piensas.  Estás embarazada de seis semanas aproximadamente, probablemente echaste mal las cuentas.
Ana notó un dolor en el vientre, pero en este momento no era la molestia del bebé, sino su estómago encogido por la noticia y se entrecruzó una mirada con Sandra que estaba tan sorprendida como ella.
-¡Pero eso no es todo! -continuó la doctora-. Debemos repetir los análisis de sangre. Nos ha extrañado mucho haber detectado cloroformo en tú sangre. Qué sepas que esto no ha afectado al bebé porque no ingeriste o inhalaste una dosis inadecuada, pero deberás de darnos alguna explicación. Aunque ahora no, más tarde cuando haya terminado tu periodo de reposo, ya que esto no es lo más importante que tenemos que decirte –Ana callada y sobrecogida no podía quitarle la mirada a la doctora, como si de esta forma pudiera descifrar con antelación lo que le iba a decir. Pero en este caso ni la mejor adivina podría haber hecho tal predicción. La doctora continuó informando-. Debido a la intrusión de tal sustancia, con toda seguridad deberemos de repetirte los análisis ya que el cloroformo en sangre puede alterar los resultados de estos, y en este caso he de decirte qué  ¡ojala estos resultados sean erróneos, ya que nos diagnostican que eres portadora del virus VIH!

domingo, 20 de abril de 2014

¿Quién escribió Encontrarás los besos?

Pues en esta ocasión el que ha estado jugando al despiste ha sido un servidor. He esperado mi turno de publicación pacientemente y cuando ha llegado mi momento he subido mi humilde aporte. Espero que os haya emocionado y divertido el relato. He intentado crear unos personajes con esas características que reflejen las vivencias de un niño al descubrir el amor por primera vez e idealizar a su amada como haría Don Quijote. Ni Dulcinea ni Julia son perfectas, que le vamos a hacer. Y mucho menos están por la labor de corresponder sus sentimientos. Así que Encontrarás los besos es la frase con la que su mamá trata de consolar al pobre Ánchel. Me he divertido muhísimo escribiéndolo y espero y deseo que os guste. Siento no poder contaros un final feliz pero Cupido es así de caprichoso.
Ahora, a partir del miércoles, a reservar la edición impresa que vamos a preparar con tantísimo cariño. Un bonito recuerdo de esta experiencia.
Mi perfil en facebook.
 https://www.facebook.com/david.garceszalaya?fref=ts

Recordad que mañana llega "Destino diagnosticado" a Nuestra historia. Tremendo tremendo. No os lo perdáis.
Nos leemos. Besetes a tod@s.

sábado, 19 de abril de 2014

12.000 visitas superadas

Gracias a todos por vuestro seguimiento semana tras semana. Es genial ver crecer este proyecto. Continuamente recibo vuestras felicitaciones ya sea por las redes sociales o bien cuando nos cruzamos por la calle, con los que tengo mas a mano, que siempre me hacen algún comentario ya sea de la Colección Cupido, de la sección Conocemos a... (que está gustando mucho también) y sobre todo de Nuestra historia. Es muy reconfortante como creador del blog. Otra de las cosas que agradezco mucho son los Me gusta, retwitteos, +1 y sobretodo los comentarios en los capítulos y relatos que publicamos cada semana. Porque al final, lo mejor es ver que tu aportación gusta a la gente y es valorada positivamente. Por eso os animo a que le deis a Me gusta, etc. y hagáis comentarios en las publicaciones de los compañeros zarracatalleros porque lo están esperando con entusiasmo. Ya sabéis los que habéis escrito que es casi tan difícil redactar el texto como estar esperando con la boca cerrada una semana sin decir "soy yo, soy yo". Y hay varios que juegan al despiste con sus capítulos en sus publicaciones en las redes sociales. Esta siendo realmente divertido.
Y como estamos de celebración vamos a festejarlo con música. Esta semana cambio radical de estilo. Porque aquí cabe todo el mundo, de eso va el blog, de amalgama... Y más si son buenos músicos y además amigos. Vamos a darle un empujón bien fuerte a esta nueva formación que va a dar mucho juego en las noches zaragozanas. El sábado pasado hicieron su puesta de largo, ellos son SUNSET HOUSE BAND. Fusión de la mejor música house del momento de la parte del DJ y productor Carlos Uri, acompañado de los instrumentos de dos músicos de altura "IN LIVE" como son Carlos Nasville (guitar) y Maese Sax. En sus actuaciones ofrecen un directo dinámico y lleno de energía en el que además habrá espacio para el espectáculo visual (led show) y por supuesto musical (duo performance guitar and sax). Aquí os dejo su vídeo promocional grabado en la Sala Oasis.


Ahí va su página de facebook para que los conozcáis mejor:
https://www.facebook.com/sunsethouseband?fref=ts

Colección Cupido (edición impresa):
Hoy os contamos lo siguiente: Colección Cupido 2014 incluirá también el celebradísimo relato de Eduardo Comín titulado "Puerta con puerta". Las reservas se podrán hacer a partir del día 23 de Abril. Esta es la relación completa de relatos que incluirá el libro:
Puerta con puerta
Sabor a café
Una parada en el camino
Amor en la distancia no muy lejana (poema)
Corazón oxidado
Migas a la Aragonesa
La primavera (poema)
No puedo más
Primavera en el Pirineo Aragonés (poema)
Encontrarás los besos


Recordad que mañana desvelaremos la identidad del aut@r del último relato de Colección Cupido y el lunes nuevo y tremendo (otra vez) capítulo de Nuestra historia titulado "Destino diagnosticado". ¡Casi nada!


Nos leemos. Besetes a tod@s.


viernes, 18 de abril de 2014

Colección Cupido. Encontrarás los besos.

Último relato de la Colección Cupido. En esta ocasión centrado en torno al primer amor, o desamor mas bien. Tierno y divertido relato en el que el protagonista, Ánchel, es atrapado por el fuerte flechazo de Cupido. Y aunque en su ego interno cree que será correspondido porque no entiende como funcionan los mecanismos del amor, no siempre tiene porque ser así. Bonito broche final a una colección que ha recogido siete relatos preciosos que nos han regalado nuestros colaboradores. Gracias a todos ellos por su aporte y ahora a esperar la edición impresa que se podrá reservar a partir del día 23 de Abril, día del libro. Así que no os lo perdáis que lo comentamos por facebook. El domingo desvelaremos quién lo ha escrito.



Encontrarás los besos


-Encontrarás los besos, hijo. No te preocupes-. Me decía mi madre mientras me consolaba. Yo lloraba desesperadamente. Como nunca lo había hecho. No sabía que el amor era tan doloroso. Era una nueva sensación y no me estaba gustando nada.- Lo que pasa es que esos besos no eran para ti. Nada mas. Ya encontrarás los tuyos. Seguro hijo, ya lo verás.
Mi madre me abrazaba con todo su amor y yo me estremecía en su seno. No hay sensación más placentera en el mundo que esa.
-Has despertado al amor, hijo. Y eso a veces duele.
-¿Por qué? ¿No dicen los mayores que es maravilloso?- Grité indignado.
-Es como cuando pegas un estirón-prosiguió mi mama sin inmutarse-que te hace más grande pero te duelen las piernas unos días. Luego se pasa y te encuentras mucho más alto y guapo que antes.
-¡No! ¡No es lo mismo!- Yo no lo entendía, claro está.
-Seguro que hay otras muchas chicas deseando conocerte-. Aquella mujer era todo paciencia y amor.
-¡Yo no quiero a otra! ¡Yo la quiero a ella! ¡Quiero a Julia!



Unos días antes nos encontrábamos en clase de mates y Doña Remedios nos puso un problema súper complicado. Yo no tarde mucho en resolverlo, era de los alumnos más aventajados de mi clase. Cosa que no era difícil viendo el panorama que tenía aquella arpía de docente. Como cuando me sabía la lección o resolvía algún problema no podía parar quieto, empecé a decir:
-Lo tengo
Dos segundos después repetí
-Profe, lo tengo.
Aquella mujer parecía no escucharme
-Doña Reme… ya está.
Por Dios, ni mirarme siquiera.
-Señorita… me lo sé.
¿Se habría quedado sorda? Entonces empleé mi mejor truco. Levante la mano. El resto de compañeros me miraban con recelo, mientras intentaban no quedar en ridículo tardando demasiado. Pero claro, no podían concentrarse conmigo dando el coñazo. Yo lo sabía, y me encantaba.
El brazo se me estaba durmiendo. Tuve que apoyar mi mano derecha erguida al cielo con el dedo índice apuntando al techo para pedir audiencia a la bruja sorda, en mi mano izquierda, que formaba un perfecto ángulo recto con mi codo descansando sobre la mesa. Con eso tenía que bastar, ¿no?
Decidí entonces emplear toda la artillería y sentarme de rodillas en mi silla para hacer mas énfasis con mi cuerpo totalmente estirado. Entonces dije tranquilamente…
-Vamos mujer…
Entonces ella me miró. Levantó la vista de los ejercicios que estaba corrigiendo. Se le notaba en los ojos que llevaba tiempo reprimiendo el impulso de mandarme al pasillo y dijo.
-Ánchel, al radiador.
-¿Por qué? Yo me lo sé…
-No se hable más. Levántate, vete a la esquina y permanece en silencio hasta que finalice la clase.
A mi no me gustaba discutir, eso era cierto. No estaba de acuerdo con el castigo pero sabía que empeoraría la situación si le hacía algún reproche. Así que obedecí y me fui para la esquina de la clase. Allí teníamos una mesa al lado del radiador de cara a la pared y religiosamente la visitaba de cinco a siete veces a la semana. Principalmente por hablar en clase, y otras como hoy, por pesado y pedante.
Cinco minutos después Doña Remedios nos indicó que ya era la hora de recoger. Yo como quería aprovechar la tarde seguía copiando línea tras línea mi habitual castigo: cien veces la frase “Guardaré silencio en clase”. Noté que alguien me llamaba en el brazo y me giré. Era ella. Julia.
-Ánchel, ¿que te da el problema?
Lo dijo con esa voz tan dulce, como queriendo decir algo más. O eso entendí yo.
-¿No lo sabes?
-No-. Que seca y tajante.
-Vamos Julia. Tú eres de las listas. Seguro que lo sabes.
-Te digo que no-. Y en ese momento me cogió del cuello del jersey con todas sus fuerzas que no eran pocas y se inclinó hasta casi rozar sus labios en mi oreja. Todo mi cuerpo se erizó. ¿Qué me estaba pasando? ¿Iba a besarme? Seguro...
Tenía mas fuerza de la que yo creía y me hizo caer sentado sobre la mesa
–Dímelo ya.
Fue entre un susurro y la mayor de las amenazas que yo había oído. No era lo que precisamente me esperaba. Permanecí en silencio y la dulce Julia me encajó un pellizco en el antebrazo que me sacó un moratón que lucí orgulloso durante tres semanas. Ella era todo orgullo y no podía consentir quedar detrás de un granjero como yo. Con su vestidito rosa, su media melenita rubia como la paja y esa maravillosa sonrisa que me estaba volviendo loco.
¡Que dolor por Dios!
Solo atiné a decir-trece… Sale trece.
Entonces ella aflojó el pizco de mi antebrazo, me sonrió y le dijo a su amiga Caridad- Ves, solo hay que apretarles un poquito.
Las dos salieron de clase riendo junto al resto de compañeros, excepto Matías y Ana Carmen. Ambos vinieron a interesarse por mi salud. Yo les dije que estaba bien aunque dos lagrimones de dolor surcaron mis mejillas.
-¿Vamos a la era a jugar a futbol?-. Me preguntó Matías.
-No Mati, tengo que acabar el castigo y luego ayudar a mi padre con el ganado. Estará a punto de llegar con el rebaño de pastar y quiero estar allí cuando lo haga.
-Pues vale-. Esa era la frase favorita del bueno de Matías. Para bien o para mal todo se zanjaba con un “pues vale”.
Salimos los tres rezagados y a lo que llegamos al patio para salir del recinto Matías salió corriendo porque su madre lo estaba esperando. Ana Carmen y yo seguimos paseando por los caserones que enlazaban el recorrido desde el colegio hasta mi casa. Una vez en la puerta, Ana Carmen me preguntó.
-¿Quieres que te ayude con los deberes?
-No, prácticamente no tengo. Ya los he terminado.
-Y con el castigo…- Aquella chica no se rendía.
-No, no. Lo acabaré esta noche. Bueno… tengo que entrar. Como te he dicho va a llegar mi padre.
-Hasta mañana pues…- lo dijo con resignación. Pero rápidamente me soltó un beso en la mejilla y salió corriendo como un rayo.
Yo me quedé allí pasmado en la puerta de mi casa viendo como se alejaba corriendo, con la mochila a cuestas malamente ajustada dando tremendos botes sobre su espalda cuando ella daba las zancadas y sin entender nada. La chica que me gusta, que claramente estábamos hechos el uno para el otro me pellizca, y mi amiga me suelta un beso y sale corriendo.
La vi perderse en el horizonte, a lo largo del camino, pues su finca estaba a medio kilómetro del pueblo, justo en el momento que se cruzaba con mi padre que venía con el ganado de pastar. Mi madre se asomó a la ventana y me gritó.
-¡Ánchel! ¡Viene tu padre! ¡Ábrele los corrales!
Yo seguía ensimismado en mis cosas y tuvo que volver a repetírmelo. Esta vez capte el mensaje y me apresuré a tener todo listo. Tiré la mochila al suelo y entré a la granja. Al girarme me pareció ver a unos niños que se escondían tras los muros del vallado del caserón anterior al mío. Me detuve un momento para observar mejor, pero no. Debían ser imaginaciones mías. Así que salí corriendo. Abrí los dos portones de madera que franqueaban la granja. Cruce como alma que lleva el diablo todo el patio interior que había hasta llegar a los establos y llegué a los corrales de las ovejas. Allí abrí las puertas que con hierros y tubos había hecho mi padre y me dispuse a llenar los abrevaderos para que cuando llegaran los animales tuviesen agua para aliviar la caminata. Siempre regresaban con sed, y eso que mi padre les permitía refrescarse en las acequias y en un estanque cercano que solían frecuentar.
El primero en llegar fue Pulgas, mi perro. Aturullado como siempre, cuando estaba a escasos metros de entrar en la granja aceleró el paso y se desentendió de las ovejas y cabras para venir a verme como un poseso. El ya intuía que yo estaba como de costumbre preparando todo para la llegada de mi padre y del rebaño. Yo lo recibí con mil caricias y él no paraba de dar vueltas alrededor mío moviendo compulsivamente su rabo peludo.
Seguidamente llego mi padre con el resto de animales. Corrí a abrazarle y Pulgas detrás de mí. Juntos recogimos el ganado, repusimos forraje al macho y revisamos los comederos de las vacas, di de comer a las gallinas mientras mi padre limpiaba las pocilgas de las cerdas y prácticamente ya había anochecido. Nos gustaba nuestro trabajo. Lo hacíamos en silencio, disfrutando de los animales, del sonido de los pájaros, del silencio de aquel prado, del atardecer, y sobretodo de nuestra compañía. No teníamos que decirnos nada, simplemente estábamos a gusto así.
Mi padre me miró desde su posición e hizo un gesto interrogatorio con la cabeza, levantándola hacia arriba, para preguntarme como iba. Yo ya tenía a las gallinas apañadas y él había acabado con los tocinos. Le respondí asintiendo repetidamente con la cabeza y el me respondió haciendo otro gesto ladeando la cabeza e indicando hacia la casa. Eso quería decir que ya habíamos acabado la faena por hoy. Ambos caminamos hacia el hogar satisfechos, y cuando estuve a su altura me zarandeó la cabeza con su enorme mano y me preguntó.
-¿Tienes deberes, Ánchel?
- Si padre. Unos pocos, y luego debo terminar el castigo.
-¿Qué ha ocurrido?
-Lo de siempre padre. Que doña Reme no me deja contestarle a sus problemas, me pongo nervioso porque me lo sé, insisto y… soy tan pesado que al final termina castigándome por molestar a mis compañeros.
En realidad no iba a decirle que saqué a la profe de sus casillas con mi oportuno comentario. Eso si que seguro que le iba a molestar. Que fuera más listo que el resto e impertinente eso lo aceptaba, le halagaba, e incluso que fuera un poco insoportable a veces, pues no le molestaba en exceso. Pero de ahí a que incomodara a la maestra había un trecho que mi padre no iba a consentir. Ante todo educación y respeto a los mayores. Y sobretodo a un profesor. Una figura casi sagrada en aquellos años y tan denostada últimamente por la sociedad y mancillada por el gobierno de turno.
Entramos en silencio al caserón por el garaje y mi madre nos recibió con besos y abrazos. Mi padre se desnudó allí mismo y yo hice lo propio. Habíamos habilitado recientemente un baño completo en esa estancia para poder dejar la ropa sucia del trabajo diario y asearnos sin tener que pasar por toda la casa llenos de porquería. Mi madre estaba tremendamente contenta con aquella obra. Le ahorraba tener que ir tras nosotros escoba y fregona en mano para limpiar todo lo que nuestras botas repletas de suciedad de toda la jornada iban regalándole al terrazo. Cuando terminó mi padre me bañé yo y me puse mi “chándal de las tardes”. Yo llamaba así a aquella prenda deportiva que lucía rodilleras, coderas y varios escudos para tapar todos los descosidos que le hacía cada vez que me enganchaba con algo o me revolcaba por el suelo. Mi madre ya no tenía mas tela para tapar con parches, prácticamente parecía un piloto de Fórmula 1 con tanto apaño encima pero la economía no estaba para más ropa y mucho menos para marcas caras. Por aquel entonces  todavía no existían tiendas deportivas con ropa barata. Si tenías que comprar algo tenias que acercarte a la ciudad y dejarte unos cuantos duros. Así que aprovechábamos esos tejidos hasta límites insospechados. Éramos generación EGB., con eso estaba todo dicho.
Una vez uniformado para pasar la tarde lo mejor posible me dispuse a merendar. Mamá había preparado un bocata de chorizo de Pamplona con aquel pan del señor Emiliano, panadero de conocido prestigio en la zona que aventajaba en salero y talento a todos sus colegas en cincuenta kilómetros a la redonda. Lo había untado con tomate de nuestro huerto y rellenado con sendas lonchas de aquel manjar de chorizo picado. Eran las seis y media de la tarde, empezaba La bola de cristal y no podía estar mejor en esos momentos en ningún otro sitio del mundo.
Después de merendar terminé mis deberes y castigo y ¡a jugar! Podía pasar horas con aquella granja, sus animalitos en miniatura y aquel granjero que yo había bautizado como Ánchel y aquella granjerita diminuta de cabellos dorados que yo, pobre iluso, llamaba Julia.
Y esa básicamente era mi rutina. Otras tardes mi padre me liberaba del trabajo en la granja para aprovechar los rayos de sol y salir con Matías a pescar, coger cangrejos o ranas, jugar a la pelota en la era o montar en bici. Sabía que era un niño de diez años y necesitaba mi tiempo de recreo. Pero yo, si había faena en casa, siempre me quedaba con él.


A la mañana siguiente me disponía a ir al colegio como de costumbre. Me gustaba madrugar y ya había dado vuelta por la granja para comprobar que todo estaba en orden. Solía hacerlo todas las mañanas, aunque no era necesario porque mi padre ya lo había hecho antes, pero yo lo hacía igualmente y me sentía muy importante al tener esa responsabilidad que todavía el cabeza de familia no había delegado en mí. Una vez acabé mí recorrido por los establos y desayuné convenientemente mi vaso de leche con galletas, cargué la mochila sobre los hombros y abandoné la casa despidiéndome a gritos de mi mama y de los perros que me acompañaban saltando alrededor mío hasta los límites de la finca. Cerré la puerta con cuidado y allí estaba Ana Carmen. Parecía que estaba esperándome ahí sentada, sobre los fríos bloques de piedras sobre los que descansaba el vallado perimetral de mi casa.
-¡Hola Ánchel, buenos días!-ella me dedicó su mejor sonrisa con aquellos dientes amontonados en su diminuta boca.
-Hola Ana Carmen. ¿Estabas esperándome?- le pregunté. Aunque ya sabía que sí y sabía cual iba a ser su respuesta.
-Nooooo, que va. Acabo de llegar ahora mismito-mentirosa.
-¿Vamos a buscar a Mati?-la verdad es que la idea de estar a solas con ella después del beso de ayer no me atraía mucho. Nada en absoluto, vamos.
-Como quieras.
¿Que le pasaba a esta chica que no paraba de sonreír? Estaba finalizando el mes de octubre, las mañanas y las tardes acortaban su duración considerablemente y en nuestra zona comenzaba a hacer una temperatura bastante fresca a esas horas. Mi madre me había plantado aquel abrigo con capucha que a mi me parecía mas propio para ir a catequesis que otra cosa pero no podía contradecirla. Ana Carmen me colocó perfectamente el gorro del abrigo con suma delicadeza y cuando finalizó me ajustó la cremallera hasta la garganta. Se quedó paralizada frente a mí con las palmas de sus manos sobre mi pecho. ¿Qué hace esta tía? Ella cerró los ojos lentamente y empezó a entreabrir los labios y a acercarlos a los míos. ¿Qué va a besarme esta loca? Y yo, ¿qué se supone que debo hacer? En ese momento decidí sobrevivir a la razón y no dejarme llevar por sus impulsos. Lentamente dí un paso hacia atrás y ella, todavía con los ojos cerrados, ligeramente tropezó al no encontrar mis labios. Yo, muy sagaz para casi todo excepto para el amor, interpreté que se estaba abalanzando sobre mí y reaccioné rápidamente haciendo un medio giro lateral sobre uno de mis pies, lo que dejo todo el espacio vacío para que la pobre chica perdiera totalmente el equilibrio y fuera a dar de bruces en el suelo.
Hubo un par de segundos de silencio. Para mí parecieron años. Ella permanecía en silencio tendida en el suelo bocabajo con los brazos semiextendidos. ¿Qué se supone que debo hacer? Simplemente pregunte.
-¿Estás bien?
Ella comenzó a levantarse lentamente y con gesto serio. Se colocó sus gafas panorámicas y muy dignamente se estiró el vestido, se sacudió el polvo y se atusó esos pelos de alambre que nunca dibujarían una perfecta melena porque no era la clase chica que permanece con su peinado inmaculado desde que se levanta hasta que se acuesta, era muy inquieta y no paraba ni un segundo. Frunció el ceño, se dio media vuelta y se largó.
Yo cogí su mochila y salí tras ella. No entendía nada de lo que estaba pasando pero no me gustaba verla disgustada. Al fin y al cabo era mi amiga.
-¡Oye! ¿Pero estás bien?-insistí.
Se giró como una culebra al verse amenazada. Yo que venía a paso ligero tras ella y casi me dí de bruces con ella. Tuve que frenar en seco y quede a escasos milímetros de su cara.
-¿Oye? ¿Oye? ¿Eso es todo lo que tienes que decir?-me gritaba.
-Pues sí-. ¿Qué le iba a decir yo? ¿Qué esperaba?
-¿Por qué te has apartado, idiota?
-Porque ibas a besarme-. Era obvio, ¿no? Pues al parecer no.
Ella rompió a llorar.
-¿Pero te duele algo?-me preocupé.
-No.
Me arrancó su mochila de las manos, se la cargó a la espalda y prosiguió su camino. Yo la seguía tres o cuatro pasos por detrás sin atreverme a decir nada. En realidad no sabía que decir. Era complicado. Mucho más que los problemas de Doña Reme. Iban a tener razón los amigos de mi padre cuando le acompañaba a la partida de dominó a la cantina y me decían: “Pequeño, ¡qué complicadas son las mujeres!”
-Entonces, ¿por qué lloras?
-¡También esto tengo que explicártelo!- Se indignó.
-Pues no estaría mal… Así por lo menos me enteraría de algo.
En esos instantes llegamos al recinto escolar. Allí los niños íbamos colocándonos en fila en la puerta de acceso para entrar ordenadamente a las aulas. Nosotros seguíamos enfrascados en plena discusión. Ocupamos nuestro lugar en la fila como autómatas. El mundo podía haberse detenido en ese instante y no darnos ni cuenta. De hecho eso había ocurrido. Todos los compañeros observaban atentamente nuestra pelea sin percatarnos. Hasta que una voz inoportuna nos devolvió cruelmente a la realidad.
-¡Anacardo y Ánchel son novios!
Sonó a cantinela infantil. De esas que todos los niños repiten señalando con el dedo. Y efectivamente, acto seguido eso fue lo que ocurrió. Todos aquellos malditos nos apuntaban con su índice y repetían al unísono
-¡Anacardo y Ánchel son novios!
Las risas y los chascarrillos se repetían sin cesar. Nosotros los mirábamos boquiabiertos sin saber que decir. Todos nos señalaban y reían, y repetían sin cesar…
-¡Anacardo y Ánchel son novios!
Yo iba a reventar. ¡Serán bastardos!
-¡No somos novios!-grité
Ana Carmen se arrancó de nuevo con el llanto. Esta vez en silencio. Con leves gimoteos que me rompieron el alma.
-Si que lo sois-de entre la multitud sobresalió la voz del líder de aquellos inútiles. Era Fernando Pérez, un bruto de mucho cuidado que por menos de nada te arrancaba la cabeza de un sopapo.
-¡Ana Carmen es mi amiga!-me defendí. Esto se estaba convirtiendo en un plató de programa barato del corazón con tertulianos enzarzados.
-¿Y por qué te besó Anacardo ayer cuando se despidió de ti?-al parecer mis sospechas de que alguien nos estaba observando eran ciertas.
-Buena pregunta- girándome hacia Ana Carmen. Y todas las miradas se centraron en ella.
En ese momento Doña Reme abrió las puertas del edificio y en silencio como siempre subimos uno tras otro los peldaños que nos conducían a una jornada escolar presumiblemente muy dura. Menudo día nos esperaba.
La mañana trascurrió con normalidad, cada uno a sus cosas. Matemáticas y Sociales pasaron rápido entre problemas y lecturas. Y llegó el momento de salir al patio. Los niños extrañamente nos dejaron en paz y todos salieron lanzados al tiempo de recreo con sus trozos de pan con chocolate o mortadela. Algún afortunado o pudiente llevaba orgulloso esa nueva delicia que acabábamos de descubrir: el Bollycao. Eso duraba hasta que te topabas con Fernando Pérez y se lo zampaba dedicándote en el intento uno de sus mejores sopapos. Esto era así. Y ese bestia era así.
Yo bajaba pensativo hacia el patio tras Ana Carmen, intentando medir bien mis palabras. Quería saber como se estaba y a la vez dejarle claro que para nada éramos novios, no fuera a ser que con la locura colectiva se hubiera hecho ilusiones. Ella iba a abrir la puerta para salir al patio y yo le cogí la mano para detenerla y obtener toda su atención. La puerta se abrió lentamente y salimos al recreo cogiditos de la mano, por accidente por supuesto, para jolgorio y disfrute del resto de compañeros que estaban esperando nuestra salida arremolinados en la salida. Ellos dedicaron la clase de mates y parte de sociales en quedar para atormentarnos durante el recreo mediante mensajes escritos en papelitos enviados mesa por mesa sin que nosotros ni Doña Reme nos percatáramos. Así que allí estábamos, de la mano, sorprendidos, ante esa zarracatalla de locos bajitos que nos gritaban las típicas arengas que se dedican a los novios en las bodas: “¡vivan los novios!” y el famosísimo “¡que se besen!”
Para colmo tiraban papelitos que habían arrancado de sus libretas a modo de confetis y después volvió la dichosa cantinela:
-¡Anacardo y Ánchel son novios!



Los próximos días pasaron lentos, sobretodo en el colegio. Ana Carmen y yo apenas hablamos. Ella decidió mantener las distancias y yo no hice nada para remediarlo. Otra muestra más de mi cobardía. Prefería evitarla para no tener que dar explicaciones al resto de borregos de la escuela. Renunciar a su amistad por las apariencias. Era cruel, pero así era yo. Pusilánime.
Por lo demás en la granja había trabajo más que suficiente para tener la mente ocupada y el fin de semana lo dediqué a ayudar a mama a preparar los cardos. Ella era la que se encargaba del huerto, siempre con la ayuda de mi padre, pero a aquella mujer le gustaba tanto la labor en el campo que se la dejábamos para ella. Disfrutaba tratando con sumo cariño frutas y verduras, hortalizas y legumbres. ¡Menudo huerto le había preparado papá! Hace un par de años compró un campo yermo de un vecino del pueblo, más preocupado por el vino y las faldas que por las labores de la tierra. El caso es que como estaba pegado a la granja, hicieron un gran esfuerzo y tapiaron todo el perímetro para evitar los hurtos, y las gamberradas de críos despiadados que se divertían destrozando los hortales. Todos sabían quienes eran pero nadie ponía remedio. Y así pasaban los días, campando a sus anchas con Fernando Pérez como miembro destacado. 
Dedicamos una mañana para taparlos con mucho cuidado. Tenían que estar listos para Navidad y su maldita tradición de cenar cardo. Habiendo langostinos, ensaladilla rusa o cualquier parte de la anatomía del cerdo, por ejemplo, ¿quién quería cenar cardo en una noche tan especial? Y así pasamos la mañana del sábado, cubriendo sus tallos con papel de periódico para que las pencas se blanquearan y resultaran más tiernas y apetecibles. Las protegimos del sol y así las dejaríamos durante aproximadamente un mes. Mi padre mientras tanto se apresuraba con las faenas de la granja para estar libre toda la tarde. ¡Hoy nos íbamos al cine! ¡Iríamos a la ciudad! Estrenaban La Sirenita y fue un acontecimiento.
Lo del cine es genial, pero lo de la ciudad no tanto. Mi padre siempre se enfada porque no puede aparcar y luego está la gente. Que arisca y desagradable. Te cruzas con ellos y nadie te saluda como aquí en el pueblo. Son unos desustanciados. Mama dice que es normal porque no nos conocen, pero a mí eso no me convence. Vale que a mí no me conozcan porque soy de otro sitio, pero entre ellos que son vecinos de la misma ciudad y seguro que se conocerán, tampoco se saludan. Maleducados.
En el viaje de vuelta para casa entre juegos con mis granjeros, que por supuesto me lo había llevado, y contar árboles (algo divertido y que se me daba muy bien) estuve maquinando un plan que me ayudara a conseguir lo que yo quería: a Julia. La Sirenita despertó en mí una admiración por la belleza femenina nunca antes experimentada, era tan guapa, tan perfecta, tan… Julia. Así que me puse a discurrir cómo podía conseguirla. Sería fantástico poder besarla, y eso aclararía que Ana Carmen y yo no éramos novios. ¿Cómo podía impresionarla y que a la vez se sintiera atraída por mi? Como el viaje era un poco largo y mi ingenio también enseguida me surgieron un montón de ideas, pero algo me decía que había una que seguro que funcionaría: le escribiría una poesía para demostrarle mi amor. Ella además de terriblemente guapa era la mas lista de la clase, detrás de mí por supuesto. Así que comprendería mis sentimientos y admiraría mi tremenda capacidad para componer y recitar versos. Sí, eso haré. Seguro que funciona. No puede fallar.
A la mañana siguiente mi madre insistió en que fuera a misa y a catequesis. Yo no quería ir ni por asomo, pero obedecí. Después de comer y la tan discutida siesta (nadie se ha percatado de que los niños de diez años no necesitamos dormir siesta), me dispuse a componer los versos mas bonitos y maravillosos que mi mente pudo imaginar. Me llevo toda la tarde porque los repase hasta catorce veces intentando mejorarlos. Al final llegue a la conclusión de que no se podían mejorar más. Estaban perfectos. Me tumbe en la cama y empecé a imaginar como sería mañana, en clase de mates pasándole el papel con aquellos maravillosos versos que describían su belleza y mi amor secreto por ella. Los leería a escondidas y se sonrojaría alagada, me miraría de reojo y nada mas acabar la clase sin esperar siquiera a bajar al patio me daría el beso mas apasionado y maravilloso que pudiera imaginar. Era perfectamente perfecto.

El día amaneció como todos, con el gallo alborotando al alba. Yo me vestí enseguida, desayuné y para el cole. Rápido, sin esperar a nadie. Ni Ana Carmen ni Matías. Sólo con mi mochila, mis pensamientos y mi poema. Sin siquiera dar vuelta por la granja. ¡Qué me estaba pasando!
Llegue el primero. No me atreví a cruzar una sola mirada con Julia en toda la mañana. Ella vino con Caridad y enseguida estuvo rodeada por los moscones de sexto y Fernando Pérez. Ese bruto, maleducado, insolente, asqueroso, insoportable y bigotudo. Subimos en silencio y pasó la eterna primera hora. Luego mates, mi momento. En plena división con decimales, con toda la atención centrada en el poema que tenía en la última hoja, me dispuse a acercarme lo más posible al pupitre de Julia. No llegaba desde mi posición ni estirándome todo lo que mi cuerpo era posible. Tendría que levantarme si quería hacérselo llegar sin tener que utilizar intermediarios chismosos que pudieran interceptar el mensaje. Así que sigilosamente pasé por la mesa de Matías y llegue hasta la de mi secreta amada. Mati me miraba sorprendido. No era propio mío levantarme en medio de una clase. Le hice un gesto con el dedo para que se mantuviera en silencio, pero me despiste y tire con la otra mano el estuche de una compañera. Una cajita metálica para guardar los lápices, pinturas y bolígrafos. Se estrelló contra el suelo haciendo un estruendo monumental. La niña chilló asustada por el ruido y Doña Reme levantó la vista y allí me encontró, en medio del aula inmóvil y con el papel en mi mano.
-Ánchel, al radiador-sin preguntarme siquiera que estaba haciendo.
No rechisté lo más mínimo. Agaché la cabeza y me fui para la esquina.
-¡Espera, espera!-me inquirió la bruja-Recoge lo que has tirado.
Sin protestar deje el papel sobre una mesa y me dispuse a recoger aquel estropicio, cuando de repente la voz nasal de Caridad comenzó a recitar en voz alta:
-Eres tan bonita, como La Sirenita…
¡Mierda! ¡Esa arpía estaba leyendo voz en grito mi poesía secreta! Me levanté como un rayo y le arranque el papel de sus manos. Ella forcejeó y no se cómo acertó a leer el último verso:
-Te quiero Julia.
Y al darse cuenta de la trascendencia de lo que estaba leyendo lo repitió chillando.
-¡Pone te quiero Julia!
La profesora que observaba divertida la situación se acercó y me hizo entregarle aquel dichoso papel. Lo leyó en silencio y me señaló la mesa de la esquina. Me animó a irme con sarcasmo y cierto rintintín mientras pronunciaba:
-A la esquina, Romeo.
Cabizbajo y avergonzado me senté allí sin levantar la cabeza de mi cuaderno en lo que quedaba de mañana.
Todos conocían ya mi secreto, no tenía sentido esconderlo más. Ni siquiera negarlo hasta la saciedad daría resultado, mas bien resultaría patético. Así que como los quehaceres diarios en el colegio eran bastante aburridos por su simpleza, decidí tomarme un receso para reflexionar sobre todo lo ocurrido: Ana Carmen quiso besarme, Fernando Pérez lo vio y yo negué a mi amiga. Buen palmares. Ahora he de centrarme en Julia, porque todavía no sé si seré correspondido. Lo que es seguro es que se ha enterado. Ella, y toda la clase, incluida Doña Reme. ¿Y si yo también le gusto? Aún hay esperanza…
-Bueno chicos, resolvamos el problema-Doña Remedios estaba dando por finalizado el tiempo para hacer las tareas y solíamos corregir el primero en clase a modo de ejemplo. La mayoría de las veces salía algún compañero pero a la definitiva acababa resolviéndolos yo, o Julia claro, era también es muy lista. Todo esto estaba ocurriendo ajeno a mi pues tenía toda mi atención puesta en resolver la duda que me atormentaba: ¿y si yo también le gusto?
De repente un alboroto, risas, chismorreos y dedos señalándome. Y la voz de Doña Reme chillándome desde el encerado.
-¡Ánchel! ¡Por el amor de Dios! ¡Quieres atender! ¡Ven aquí de una vez y resuelve el problema!
Yo estaba absorto en un mundo maravilloso en el que la duda se había resuelto y cómo no, la situación me era favorable. Que bonito. ¡Pero que breve! Esa bruja me había sacado a empujones de mi rincón onírico. Arpía. Y por lo visto llevaba un buen rato llamándome. Y como las musarañas habían decidido embelesarme, olvidaron por completo indicarme cual era el problema a resolver. Esta fue la primera vez en más de diez años de vida, que no son pocos, que no supe aclarar la incógnita. Y no fue en mi rincón del radiador, ni en mi casa con mi chándal parcheado, no. Tuvo que ser enfrente de todos mis compañeros: sucios, chismosos, envidiosos y cortitos. Eso es lo que eran, sobretodo cortitos. Y así me sentía yo ahora. Ignorante. Pero ante todo aturdido. Incapaz de entender lo que Doña Remedios de estaba preguntando. Otros compañeros resuelven hábilmente esta situación, lanzan respuestas al azar intentado que suene la flauta y la diosa Fortuna se alíe con ellos. Yo no iba a hacer eso, intenté concentrarme pero necesitaba saber que era lo que me estaba preguntando. Me había perdido el principio del problema y así era imposible resolverlo. El ruido de fondo fue increschendo. No me permitía centrarme. La bruja me apremiaba y no había forma. Risitas por lo “bajini”. Nervios. Cada vez más. Muchos nervios. La arpía me da un ultimátum. Entonces la situación era inaguantable. Como mi vejiga, que decidió ceder a la presión y relajarse en el momento más inoportuno. Una mezcla de sensaciones recorrieron mi cuerpo: primero el calorcito por la entrepierna que se deslizaba hacia la rodilla para después buscar el tobillo. Acto seguido la liberación me trajo un microsegundo de alivio para inmediatamente sumirme en la mayor vergüenza que había experimentado jamás. Y eso que llevaba unos días cubriéndome de gloria, pero esto lo superó con creces. Mi bragueta era la “zona cero”. Todas las miradas del mundo se dirigieron allí. También los dedos índices de los piojosos.
Doña Remedios en ese momento se apiadó de mí. Al fin y al cabo era su alumno preferido, nunca iba a reconocerlo pero yo tenía posibilidades y estos retrasados no. Se agachó ligeramente para susurrarme casi al oído.
-Deja todo aquí y no te preocupes. Puedes irte a tu casa. Vete, corre.
Y salí como alma que lleva el diablo hacia mi granja. El lugar mas maravilloso que existe en el mundo. A por besos y abrazos de mami, que eso lo cura todo.
Seguidamente la profesora ordenó a Matías que llevara todas mis cosas a mi casa, pero yo para entonces ya no estaba allí. Mandó los deberes y mi correspondiente castigo: “Estaré atento en clase”, doscientas veces. Cien por el primer castigo del radiador y otras tantas por el segundo del problema. Ni en estas iba a darme un respiro la puñetera. Aún así estaré eternamente agradecido a aquella mujer por permitirme huir de aquella situación sin tener que soportar lo que vendría después…

El cachondeo al terminar la clase fue general. Que si Ánchel quería a Julia, que si lo habían pillado con el mensajito, que si estaba despistado en el rincón junto al radiador, que si no había sabido responder un problema (como si esos ineptos resolvieran al menos la mitad de los que les proponen), y sobretodo que se había orinado en los pantalones con diez añazos para once. Matías recogió mis cosas y obedeció a la maestra como el buenazo que era. Pero antes se interesó por Ana Carmen, sabía que no lo estaría pasando bien.
-Ana Carmen, ¿me acompañas a casa de Ánchel para llevarle sus cosas?
-Ni lo sueñes. Está bastante claro que no me quiere. Pues no me tendrá, ni ahora ni nunca. Acuérdate muy bien de lo que te digo y díselo con estas palabras-dolida en su interior tenía ya la madurez necesaria para saber que lo que estaba diciendo era cierto. Es en otra de las cosas que nos aventajan las mujeres: maduran antes, por lo tanto solamente nos queda ir por detrás. Siempre por detrás de ellas.
-Pues vale-y con eso estaba todo dicho para Matías. Era así, simple pero sincero.

El bueno de Mati salió del colegio tranquilamente y en esta ocasión Ana Carmen decidió no esperarle y seguir ella sola su camino hasta su casa. El pobre chico no tenía la culpa de todo lo sucedido. Al contrario, se interesaba por ambos, era un amor. Pero simplemente ella no estaba para nada ni para nadie. Matías no se lo tuvo en cuenta, incluso le alivió en cierto modo no tener que acompañarla sin saber qué decir, qué hacer. Muchos hombres no estamos preparados para esas circunstancias, y Mati no era una excepción. Así que cogió las dos pesadas mochilas (la suya a la espalda y la otra en su mano derecha y las carpetas de Dibujo con los últimos trabajos de ambos –que casualidad que tuviera que llevárselos hoy también-) y salió como pudo hacia mi casa. Entonces no existían las modernas mochilas actuales con rueditas, cargábamos todo a nuestras espaldas. Ni una centena de padres nos llevaban hasta la puerta del colegio colapsando medio pueblo con sus Crossover recién sacados del concesionario para fardar de lo buenos padres que somos (y de que carro me he comprado ya de paso). Íbamos caminando, andando, corriendo, saltando, jugando… pero a pie. Así están nuestras espaldas con los pasos de los años, encorvadas. No, no es del cierzo. Es de la puta EGB. Somos generación EGB, repito, y nos pasaban estas cosas.
Matías se detuvo primero en su casa para dejar sus cosas, estirar su espalda y sacudir violentamente sus brazos pues de tanto peso sus manos se habían dormido. Hasta allí tuvo que detenerse un par de veces para descansar, el pobre. Una vez dejó sus cosas en su casa, se cargó mi mochila a la espalda, cogió el bocata de salchichón que le había preparado su madre y se dirigió a verme. Nada mas comenzar su camino se encontró con Caridad.
-¡Hola Matías!-que amabilidad, que raro.
-Hola Caridad. ¿Qué haces tú por aquí?
-Nada. Es que hemos quedado unos cuantos junto al río. ¿Vas a ver a Ánchel?
-Sí. Voy a llevarle sus cosas.
-Pues dile si os apetece venir.
-¿A los dos?
-Si bobo. Claro que a los dos.
-Pues vale.
Caridad desapareció en dirección al río y Matías llegó en mucho menos de lo habitual a mi casa. Saludó a mi madre que le indicó que estaba en mi habitación bastante afligido y subió raudo.
Tras dos toques de cortesía entró en mi cuarto.
-Hola Ánchel, ¿como estás?
-Bueno. La verdad es que la situac…
-Te he traído tus cosas-me interrumpió.
-Te decía que ha sido un día agot…
-Las chicas nos han invitado a ir con ellas al río.
-¿Eso quién te lo ha di…
-Caridad-no dejaba de interrumpirme. Con lo que me molesta eso.
-¿Estará Jul…
-Supongo
-¿Vamos?
-Ya tardas.
Y para allá que salimos disparados. Una nueva esperanza se vislumbraba en el horizonte y no estábamos dispuestos a dejarla escapar. No perderíamos ni un segundo. Salimos de casa, camino al granero a por mi Torrot. A toda velocidad camino abajo por la pronunciada pendiente del antiguo Molino pedaleando sin aliento y con Mati montado en el manillar. Cantando y vociferando canciones que improvisábamos sobre la marcha hasta que de repente el perro del barbero apareció…
Vaya golpetazo que nos llevamos. Yo salí despedido de la bici y ese fue el día en que Matías perdió su pala izquierda. Unos años después cuando fue “mayor” se la enfundaron y no se notó, pero de momento estaba precioso, seseando al hablar e imposibilitándole silbar durante esos años. Aturdidos, con escorchones en brazos y piernas y la ropa hecha jirones nos detuvimos un segundo. Yo sentado en el suelo cogiéndome el brazo izquierdo contra el estómago y Mati tumbado bocabajo tapándose la cara con ambas manos. Me acerqué hacia su posición a interesarme por él.
-Mati, ¿estás bien?-él se giró y se destapó la cara. Dos lagrimones surcaban sus mejillas pero sin llanto alguno. Se tomó su tiempo y contestó.
-Zi.
-Deberíamos ir al pueblo a curarnos.
-Nada de ezo-contestó mientras se incorporaba-. Noz vamoz a ver a las chicaz al río.
Y para allí que nos fuimos.


Llegamos con un poco de retraso. La mayoría jugaba a marro, algunos estaban pescando y los inoportunos de sexto estaban sentados bajo un árbol aprendiendo a fumar. Que contrariedad, la mayoría tardarían muchísimos años en aprender a dejarlo después.
Caridad estaba con ellos y al vernos se acercó a nuestra posición para recibirnos.
-¿Qué os ha pasado, chicos? ¿Vaya pinta traéis?
-Se nos ha cruzado el perro del barbero y nos ha tirado de la bici.
-Pero, ¿estáis bien?
-Zi, zi. Tranquila-ni que decir tiene que este era Matías.
Nos sentamos un poco aparte de esos bestias y rápidamente le pregunté a Caridad.
-¿Cómo es que nos habéis invitado a venir? Nunca lo hacéis.
-Es que veras, tenemos un plan.
-¿Tenemoz?
-Si, Julia y yo. Os cuento. Este sábado habrá verbena y queremos que nuestros padres nos dejen quedarnos para bailar y divertirnos como los mayores. Ahora todo el mundo creerá que Julia y tú sois novios después de tu gloriosa declaración de esta mañana en el colegio. Y este y yo podríamos serlo también, al fin y al cabo siempre vais juntos como Julia y yo. Nadie sospechará, es lógico.
-Ezte ze llama Matiaz-inquirió molesto.
-Bien. Pues eso. Solo tenéis que haceros pasar por nuestros novios y pedirles permiso a nuestros padres. Les decís que vais a acompañarnos y que nos dejen ir.
Eso sonaba bien. Pero sonaba a trampa y mentira de las gordas.
-Entoncez, ¿vamos a ser novioz?
-Pero que dices bobo. No te hagas ilusiones. Queremos que nos dejen salir para ir a bailar con los de sexto, que son mas mayores y guapos que vosotros dos y a ellos si que los dejan salir por la noche-será caradura la mosquita muerta esta.
-Pues que lo hagan ellos. Que vayan a casa de tu padre y le pidan permiso si es lo que quieres.
-Mi padre, y el de Julia tampoco, nunca aceptarían eso. No tienen muy buena reputación que digamos estos chicos entre el vecindario-y es que eran conocidos por sus múltiples fechorías. Menudos salvajes.
-Pero si ya no ze pide para zalir a loz padrez. Ezo eztá muy anticuado.
-Es para hacer ver que vamos todos los compañeros, zoquete.
Yo seguía pensativo hasta que rompí mi silencio, me puse de pié y le dije:
-¿Dónde está Julia?
-Ahí detrás-señalando unos arbustos y tamarices que escondían un recoveco perfecto para intimar.
-¡Pues que me lo pida ella!-y salí furioso hacia ese lugar.
Caridad se levantó cuando comprobó mi enfado y salió presta tras de mi. Mati reacciono un par de segundos mas tarde y nos siguió.
-¡Yo no soy el escudo de nadie!
-Espera desgraciado-me gritaba con su voz nasal unos pasos detrás.
-¿Pero donde vaiz?-el pobre no se enteraba de nada.
Llegue hasta allí y me introduje entre los arbustos sin pensarlo hasta que tropecé con algo y caí encima. Estaba sobre Julia y Fernando Pérez que estaban tumbados morreándose en aquel sitio infame. Caridad que me seguía de cerca no tuvo tiempo de detenerse y cayo sobre nosotros y acto seguido Mati cerró la montonera humana que se había formado en aquel diminuto y frondoso espacio del río.
-¿Pero qué hacéis apestosos?-gritó Fernando Pérez.
-Deja a mi novia en paz-lo primero que me salió.
Acto seguido me dio un puñetazo de los suyos que me lanzo casi un metro para atrás. Caí de culo y de camino tiré al bueno de Matías. Vaya día llevaba el pobre. Julia se levanto muy digna limpiando sus labios con su mano derecha y dijo:
-Tras tu celebre declaración de esta mañana Fer se ha enterado. Se ha puesto celosete y me ha pedido para salir. Ahora somos novios-y cerró el comentario con otro morreo a aquél bestia.
-¡Largo de aquí si no queréis que os abra la cabeza!-nos gritó el salvaje.
Me dolía el puñetazo, lo que Caridad nos había pedido, la caída con la bici, y lo que Julia acababa de contarme. Pero verlos besarse de aquella manera era casi tan angustioso o más que lo de orinarte en clase.
Yo no atendía a razones, salí corriendo para mi casa con Matías pedaleando. Gimoteando en el manillar de la bici. Mi amigo pasó de largo de su casa y me llevó hasta la mía, encerró la Torrot en el granero y me dio un par de palmaditas en la espalda.
-Lo zuperaraz compañero-y se fue cabizbajo para su casa. Que grande era aquel chaval.
-Gracias Mati…
Entré corriendo en casa en busca de consuelo. Amor de madre. Lo necesitaba.


-Encontrarás los besos, hijo. No te preocupes-. Me decía mi madre mientras me consolaba. Yo lloraba desesperadamente. Como nunca lo había hecho. No sabía que el amor era tan doloroso. Era una nueva sensación y no me estaba gustando nada.- Lo que pasa es que esos besos no eran para ti. Nada mas. Ya encontrarás los tuyos. Seguro hijo, ya lo verás.
Mi madre me abrazaba con todo su amor y yo me estremecía en su seno. No hay sensación más placentera en el mundo que esa.
-Has despertado al amor, hijo. Y eso a veces duele.
-¿Por qué? ¿No dicen los mayores que es maravilloso?- Grité indignado.
-Es como cuando pegas un estirón-prosiguió mi mama sin inmutarse-que te hace más grande pero te duelen las piernas unos días. Luego se pasa y te encuentras mucho más alto y guapo que antes.
-¡No! ¡No es lo mismo!- Yo no lo entendía, claro está.
-Seguro que hay otras muchas chicas deseando conocerte-. Aquella mujer era todo paciencia y amor.
-¡Yo no quiero a otra! ¡Yo la quiero a ella! ¡Quiero a Julia!

Después hubo muchas otras chicas. El río estaba lleno de peces. Pero en aquel momento yo estaba en una pecera con un único pez. Mi micromundo se reducía a Julia. Fue divertido y doloroso amarlas a todas. Muchas mas veces mi mama me dijo:
-Encontrarás los besos.


Pero esa es otra historia…