lunes, 6 de abril de 2015

TayTodos: 10. Jorge lo sabe.

Hoy nos llega el décimo capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
El capítulo anterior arranca con Nerea preguntando a Sergio por la reunión de esta mañana con la extraña pareja que atendía en su oficina. Este se muestra confuso y ambiguo. Ambos llegan al restaurante dispuestos a decidir el menú nupcial en la degustación y dejar zanjado el asunto. Cuando llegan a la mesa y toman asiento, con su novia martilleando sobre todo lo que les resta por preparar para la celebración, un grupo de personas entra en la sala entre las cuales se encuentra Clara.
Ambos se percatan de la presencia del otro, y es Clara la que decide llevar la situación más al límite y acercarse a la mesa de Sergio y Nerea para saludarlos. Se presenta como su compañera de sauna y rápidamente se gana a Nerea diciendo que Sergio no para de hablar de ella y alabar sus virtudes. Tras irse a su mesa, Sergio no puede con la situación y decide salir a tomar el aire. Clara lo observa desde su posición y decide salir tras él. La conversación entre ambos es corta pero intensa y él la agarra con fuerza presa del deseo, atrayéndola hacia su cuerpo cuando Nerea sale del restaurante en su búsqueda y presencia la escena.
Jorge lleva a Carolina a su apartamento y tras una cena de circunstancias, ambos deciden finiquitarla rápidamente y entregarse a lo que el deseo les depare... En ese momento se abre la puerta del piso... ¿Viene el padre de Jorge?

¿Conseguirá Clara lo que busca de Sergio? ¿Nerea será consciente de lo que acaba de presenciar? ¿Qué ocurrirá en la cita entre Jorge y Carolina? ¿Quién irrumpe en su piso en el momento más inoportuno? ¿Cómo le irá a Rebeca en su cita a ciegas con Montana, el amigo de María? No os perdáis el capítulo de hoy.

En cuanto a su creadora, decir que es una debutante en Zarracatalla Editorial. Ha resuelto un capítulo corto pero intenso, que ha dejado con ganas de más a unos cuantos (buena señal). Ha sabido llevar la tensa relación entre Nerea y Sergio y meterle todavía más pimienta con la intervención de Clara en el restaurante. Y nos ha dejado en ascuas ante la llegada de alguien al apartamento de Jorge, supuestamente su padre. Su creadora es una mujer intensa y sincera, con grandes habilidades para hacer familiar cualquier situación y capaz de adaptarse a todo tipo de situaciones. Si te entrega su cariño es de verdad, y para siempre, algo ha valorar enormemente. El destino la ha acercado y alejado a nosotros, y ahora compartiendo líneas la tenemos de nuevo muy cerquita, mostrando esa poderosa sonrisa que la caracteriza, como siempre. Una gran suerte que participes en este proyecto y mantener el contacto. Espero que no nos pierdas de vista, ni nosotros a ti. Gracias a Ana Blanco Casasús


Os dejo con el capítulo de hoy (10. Jorge lo sabe). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


10. Jorge lo sabe.

¡Pum! La puerta del apartamento de Jorge se abrió de un patadón...
Carolina y Jorge se soltaron mutuamente como si estuvieran haciendo algo prohibido. Ella asustada pegó un grito al ver como cuatro agentes altamente armados de la policía antidroga asaltaban el pequeño apartamento.
—¿Usted es Jorge Guardiola? —preguntó el agente de aspecto más senil.
—… –Jorge no acertó a decir nada y permaneció inmóvil y pálido mientras lo reducían y le ponían los grilletes.
Los agentes se lo llevaron esposado, mientras el cuarto policía se quedó interrogando a Carolina con preguntas relacionadas con Jorge, con el gimnasio, con sustancias dopantes como esteroides y hormonas y con un tal Montana.


******

En el otro lado de la ciudad, en una pizzería de una famosa franquicia italiana, se fraguaba una interesante cena a cuatro bandas. A un lado del mantel Rebeca con un look muy juvenil y un vestido muy “pichi” que compartía tallarines con un muchacho de tez morena conocido como Montana. Él presentaba un aspecto descuidado, pero manteniendo su indudable atractivo físico. Rebeca pese a su experiencia en estas lides se mostraba nerviosa y torpona, por el contrario Montana mostraba un carácter altivo y distante.
Frente a ellos, la “amiga intima” de Rebeca, María, compartía servilleta con su apuesto nuevo novio que le sacaba más de un palmo de altura. La cena no se extendió por más de una hora, durante la cual Montana se comportó ausente y vigilando alrededor suyo con la mirada fija en la ventana del restaurante. María supo por las miradas de su amiga que ese chico le gustaba como pocos.
—Me temo que mañana no seré el único que tenga que madrugar, ¿no? —dijo Montana intentando acelerar el postre.
—Sí, y espero no volver a casa en el maldito transporte público de esta ciudad —respondió Rebeca buscando su oportunidad con el joven en la despedida en su portal.
Tras una efímera despedida con María en la puerta del restaurante, al llegar al parking los ojos de Rebeca le hicieron “chiribillas” cuando Montana hizo sonar el “clack” del cierre centralizado de su Mini Cooper rojo con dos bandas blancas transversales y las lunas tintadas.
—¿Es… tu… tuyo? —balbuceó Rebeca para hacerle la pelota a aquel desconcertante hombre.
—Todo enterito mío —respondió fríamente.
Durante el trayecto Montana condujo el Mini a una arriesgada velocidad urbana, mientras que Rebeca abstraía su mirada en unas manchas de polvo blanco en el salpicadero e intentaba memorizar la frase perfecta para insinuarse y lanzarse a los perfilados labios de aquel misterioso hombre que la enloquecía. «¿Las cosas es mejor no dejarlas a medias no? Me ha encantado la noche, ¿la terminamos tomando algo en mi piso?» pensaba Rebeca hasta la insinuación más ridícula: «Llevas restos de mousse de chocolate en la comisura de tus labios…», o subirse la falda enseñando el muslamen.
De repente sonó el freno de mano y Rebeca se dio cuenta que ya habían llegado a su portal. Sin más dilaciones Montana soltó un rápido:
—Bueno nena, te llamo otro día —a la vez que le plantaba un fuerte beso y abría el cierre centralizado que le invitaba a salir.
—¡Llámame eh! —acertó a responder Rebeca, mientras Montana miraba por el retrovisor y casi sin tiempo a cerrar la puerta salía picando rueda, desapareciendo en la oscuridad de la calle.
Rebeca quedó pensativa por el comportamiento de “su chico”, cuando observó a dos nacionales dentro de un Opel Astra oscuro aparcado al otro lado de la calle que no paraban de prestarle atención.
—Ese chico tiene que ser mío —soltó sin darle importancia a la policía.


******

—¿Qué está pasando aquí? —exclamó Nerea.
—Ya te advertí que estos cigarrillos de menta dejan igual de mal aliento que los normales —actuó Sergio con grandes dotes artísticas mientras retrocedía sobre sus pasos.
—Estas completamente equivocado, nene —dijo Clara mientras movía el dedo índice de lado a lado acompañándolo con una sonrisa descolocante.
—Eh… ¿quieres probar el segundo plato del menú o nos vamos directamente a casa? —preguntó Nerea que ya enloquecía con el inusual comportamiento de su inminente marido. Le sorprendió los dedos sucios de Clara ya que la consideraba una mujer muy coqueta.
—Sí, sí, vamos para dentro.

La conversación de Nerea y Sergio durante la cena fue tensa y con frases cortas por parte de Sergio y con un silencio que se cortaba con un cuchillo. Dos mesas tras ellos Clara y Venancio disfrutaban de la cena. Él era un hombre obeso que lucía un elegante traje negro y una gorra de los “New England Patriots”. El poco tiempo que no invertía en engullir y en atender a su Iphone 6, Clara le daba sencillos besos de manera repetitiva por sus anchas mejillas y su oreja a la vez que buscaba con la mirada a un cabizbajo Sergio dos mesas delante.
Tras decidir el menú de boda, Sergio y Nerea abandonaron el restaurante con la joven agarrándolo del brazo y con la cabeza apoyada en su hombro. Clara, que cada vez creía tener mejor controlada la situación, esperó una mirada de despedida de Sergio a través de la cristalera que daba a la calle. Él, impotente ante esta delicada situación, le dio un beso en el cabello a su novia y aprovechó para dedicar una mirada perdida a Clara, quien respondió con un guiño y una pícara sonrisa.
Al llegar al coche Nerea, cansada de un largo día, se sorprendió de una frase dibujada gracias a la suciedad del cristal trasero del vehículo de su novio.
—¿Quién es Jorge? —preguntó Nerea.
Sergio, que todavía no estaba lo suficientemente cerca del maletero como para leer la frase, se acercó. “JORGE LO SABE”, se distinguía acompañado  de un pequeño corazón.
—¡Yo que sé! —respondió Sergio con brusquedad, sabiendo que había sido Clara. Nerea prefirió no añadir nada más.
Aquella noche Sergio y Nerea durmieron en la misma cama pero sus pensamientos dormirían en lugares mucho más distantes.


*****

Carolina se quedó toda la noche en vela dándole vueltas a lo ocurrido en las últimas horas, asustada de la agresividad de los policías al arrestar a Jorge. A su vez estaba completamente segura de su inocencia en esos asuntos turbios, no le pegaba. Se dejó guiar por su corazonada y lucharía por conocer la verdad.
A la mañana siguiente se presentó en la administración penitenciaria para visitar a “su madurito”.
—¿Eres la hija de Jorge Guardiola? —le preguntó la funcionaria de prisiones que atendía la  fría recepción de visitantes.
—Soy su novia —dijo firmemente.
Un agente educado le aseguró que Jorge había sido arrestado porque tenía llamadas sospechosas con un peligroso camello de la ciudad y que tenían grabaciones en las inmediaciones de un concesionario ilegal de coches de alta gama a cargo de un tal Venancio Renovalles. Gracias a su insistencia y buena gestión pudo obtener una entrevista exprés con Jorge.

Carolina sentada en una incómoda silla en un habitáculo de dimensiones reducidas, vio como al otro lado del grueso cristal aparecía Jorge con un aspecto desfigurado y un hematoma en la sien. Se sentó y se miraron. Él con una mano sosteniendo su frente se derrumbó y rompió a llorar. Ella con los ojos brillantísimos, y su labio superior temblando de arriba abajo, pudo expulsar por el interfono…
—TE QUIERO.


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