Hoy nos llega el capítulo número trece de la saga "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado martes.
El capítulo anterior arranca con Carolina adormilada por la inyección de tranquilizante de Jota. Este tomó asiento junto a su avergonzado padre que le cuenta todo lo ocurrido.
Venancio por su parte, ante su estado de nerviosismo por el secuestro de su hijo, y ante las pocas opciones de las que disponía para solucionar el espinoso asunto, decide ir a relajarse por los inhóspitos caminos de las afueras de la ciudad y hacerle una visita a Mirka, la joven prostituta polaca que sabe satisfacer como ninguna los más oscuros deseos del empresario sin escrúpulos.
Mientras tanto Clara, permanece en la mansión de los Renovalles bastante nerviosa y preocupada por la integridad de su pequeño. Y ante la gran duda de llamar a los secuestradores o no, decide afrontar la situación y hacer esa llamada. Los captores requieren 200.000€ para devolverle a su pequeño al día siguiente. Tras colgar, deseosa de más información, percibió que alguien había entrado de nuevo en la finca. De entre los árboles apareció Sergio, que poco a poco se fue acercando a la excitante mujer...
¿Qué habrá ido a buscar Sergio a la mansión de Clara? ¿Será el momento adecuado de aparecer por allí? ¿Qué ocurrirá con el secuestro de Mario? ¿Cómo reaccionará el mafioso de Venancio? ¿Y Jorge y Carolina, cómo saldrán de esta situación tan comprometida? ¿Volverá a ver Rebeca al misterioso Montana? No os perdáis el capítulo de hoy.
Venancio por su parte, ante su estado de nerviosismo por el secuestro de su hijo, y ante las pocas opciones de las que disponía para solucionar el espinoso asunto, decide ir a relajarse por los inhóspitos caminos de las afueras de la ciudad y hacerle una visita a Mirka, la joven prostituta polaca que sabe satisfacer como ninguna los más oscuros deseos del empresario sin escrúpulos.
Mientras tanto Clara, permanece en la mansión de los Renovalles bastante nerviosa y preocupada por la integridad de su pequeño. Y ante la gran duda de llamar a los secuestradores o no, decide afrontar la situación y hacer esa llamada. Los captores requieren 200.000€ para devolverle a su pequeño al día siguiente. Tras colgar, deseosa de más información, percibió que alguien había entrado de nuevo en la finca. De entre los árboles apareció Sergio, que poco a poco se fue acercando a la excitante mujer...
¿Qué habrá ido a buscar Sergio a la mansión de Clara? ¿Será el momento adecuado de aparecer por allí? ¿Qué ocurrirá con el secuestro de Mario? ¿Cómo reaccionará el mafioso de Venancio? ¿Y Jorge y Carolina, cómo saldrán de esta situación tan comprometida? ¿Volverá a ver Rebeca al misterioso Montana? No os perdáis el capítulo de hoy.
En cuanto a su creadora, decir que es otra habitual en Zarracatalla Editorial. Otra vez ha vuelto a componer un gran capítulo, que enlaza a la perfección con el de su antecesora. De este voy a destacar una cualidad que me fascina: no necesita meter mucha caña a la trama para mantener la atención y tensión. Lo consigue a base de calidad: narrando, describiendo sentimientos y situaciones, visualizando pequeños detalles que le dan una visión más general al conjunto. Y esta vez, yendo un poco más allá, atreviéndose con situaciones escabrosas que ha definido con una elegancia suprema. Si sigue creciendo así, tendremos que convertirla en "imprescindible colaboradora". Además, como los que la conocéis ya sabéis, es decidida en su empeño. Aunque para decidirse también necesite trescientos empujones, pero cuando tiene un objetivo es perseverante y capaz. Una suerte poder contar con ella de nuevo, poder compartir líneas y hacer del "NTP" una "marca de la casa", compartido con su prima.
Otra semana de esas divertidas de las que te sirven como empujón para continuar con este proyecto, cuando ves tanta ilusión por una felicidad de la que haces partícipes a un montón de amigos. Gracias de nuevo, una vez más a... Rosi Oliver Navarro
Os dejo con el capítulo de hoy. Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.
13. Caminos peligrosos.
Clara
se quedó mirando a Sergio en aquel porche de su lujosa casa. Estaba sorprendida
de la presencia de aquel joven, cada vez que lo veía se le saltaban todos los
deseos sexuales sin poder controlarlos. Para ella, Sergio era su pequeño
capricho y lo tenía a punto de caramelo. Desde aquel breve episodio en el
gimnasio sabía perfectamente que lo tendría cuando quisiese.
Sergio
había tirado toda su vida por aquella mujer madurita. Para él era como una
droga que tenía que probar costase lo que costase. Era un volcán a punto de
estallar, sólo la tenía en mente a ella, y nada de lo anteriormente ocurrido,
como la ruptura con Nerea, la boda, la hipoteca y el estado en que pudiera encontrarse
la chica que tanto había querido le importaban ya. Sólo tenían cabida en sus
pensamientos aquellos pechos operados y esas curvas perfectamente definidas de
Clara.
Sergio
siempre se había caracterizado por ser un mujeriego. Siempre había ido de flor
en flor sin importarle nada. Tenía varios amigos que ya no le hablaban por quitarles
a las chicas que les gustaban o por acostarse con sus novias. Hasta que conoció
a Nerea y se enamoró de ella, y cambio radicalmente su manera de ser, hasta convertirse
en todo lo contrario y sólo tener ojos para su chica. Pero ese Sergio se había
esfumado de repente y había salido el auténtico, para desgracia de Nerea.
—¿Pero qué haces aquí Sergio?
—Te voy a dar lo
que estás buscando hace días…
—Vete ahora
mismo de mi casa, que no es el momento más oportuno.
—Después de todo
lo que me has hecho, ¿quieres que me vaya sin más? De eso nada, vamos a
terminar lo que tú empezaste.
—Por favor, vete
de mi casa, te vuelvo a repetir.
Clara en otras circunstancias
se hubiera tirado a los brazos de Sergio dejando fluir todos sus deseos sexuales
en aquel porche. Sergio se acercó sutilmente, la agarró del culo, se la puso
encima mientras le iba diciendo en el oído que le iba a echar el mejor polvo
que le habían echado en su vida. Clara no daba crédito de lo que está pasando. Simplemente
no hace nada, no sabe cómo reaccionar. Todo es tan rápido que le pilla por sorpresa,
sólo tiene en mente a su hijo. Sergio va caminando inconscientemente hacia
atrás con Clara sobre él y de repente… Caen a la piscina.
—¡Clara! ¡Clara!
¿Me oyes?
La desgracia se
sigue apoderando de Clara que se pega un fuerte golpe en la cabeza y queda
inconsciente.
—¡¡¡Clara!!! ¡Despierta,
por el amor de dios! —grita Sergio alterado, mientras la saca de la piscina
como puede. No podía creer todo lo que estaba ocurriendo, la estampa que había
allí era de película. Allí se encontraban los dos, empapados, con Clara tendida
en el suelo con un fuerte golpe en la cabeza y él intentando reanimarla de
alguna manera.
—¿Pero cómo
puede ser posible que cada vez que estoy con esta mujer termine de la misma
manera? —se preguntaba Sergio una y otra vez cabeceando de lado a lado sin
saber que hacer.
A lo lejos
escucha un fuerte ruido. La puerta de la casa se había cerrado de golpe, estaba
entrando alguien…
*****
En el otro extremo
de la ciudad Mirka camina masticando un chicle de menta para quitarse el mal
sabor de boca que le había dejado Venancio. Le ronda por la cabeza cuando llegara
el día de dejar esa vida. Su whatsapp empieza a echar humo. Suena tres veces
consecutivamente:
“Tengo al niño como
acordamos”
“Todo ha salido bien”
“Te espero en casa”
Mirka, al leer
los mensajes pensó que ese niño sería el billete para dejar de ir de coche en coche
apagando los deseos más perversos de hombres sin escrúpulos.
“OK, cojo un taxi y voy para
casa”
Rápidamente llega
al apartamento. Los tacones de aguja de veinte centímetros se clavan contra el
pergo fino de aquel piso. El sonido de los tacones atruena en la casa del
vecino de abajo sin piedad. Abre la puerta del salón y se encuentra al hijo de
Clara, Mario, y al secuestrador cómplice y primo suyo, enfrascados en plena
partida a la videoconsola.
—Sigue jugando
tú Mario, que voy hablar con la chica que acaba de venir.
—Vale, pero no
tardes mucho —respondió el pequeño e inocente Mario.
Pavel, el primo
de Mirka, era un pequeño carterista que se dedicaba a robar a turistas en el
centro de la ciudad. Era muy astuto, tenía veintitrés años, pelo rubio, ojos
azules, buena planta y siempre iba bien arreglado. Parecía un turista más, se
amoldaba a todo tipo de situaciones. Nunca la policía le había pillado ni
estaba fichado. Se sabía buscar la vida perfectamente robando y siempre ayudaba
a su prima Mirka, con la que compartía piso, en todo.
—Bueno primo,
cuéntame. ¿Cómo ha ido todo? Estoy muy nerviosa.
—Pues ha salido
todo a pedir de boca hasta el momento, salió todo como lo habíamos planeado. A
la niñera de Mario la dormí drogándola, nada más que le puse aquel trapo en la
boca. El niño no se dio ni cuenta ya que estaba en su habitación. Luego le dije
a Mario que era un amigo de su padre y que se tenía que venir conmigo hasta
mañana porque tenían mucho trabajo en el almacén de coches. No hizo falta ni
drogar al crío.
—¡Ay, qué bien! Sobre
todo ya te advertí que no le hicieras daño al niño en ningún momento, pasase lo
que pasase.
—Tranquila, el chaval
está todo viciado a la videoconsola. De aquí a un rato le entrara sueño, lo
meteremos en la cama, y si todo sale bien, mañana estará con sus padres.
—Espero que todo
salga bien, estoy muy nerviosa.
—Tranquila
primita. Tengo unas ganas de sacarle el dinero a ese gordo traficante de Venancio,
que esta noche no sé si voy a poder pegar ojo. De todas formas, creo que le
hemos pedido poco dinero, deberíamos haberle pedido más.
—Una vez que
cojamos el dinero desapareceremos de la ciudad, para siempre.
—Mañana, para
bien o para mal todo habrá terminado —decía Pavel abrazando a su prima.
*****
Nerea intentaba
encajar todos esos golpes durísimos que la habían noqueado en las últimas
horas. No podía creer todo lo ocurrido, estaba como en otro mundo. Ya no le
quedaban más lágrimas de tanto llorar. Empezaba a hacerse infinidad de
preguntas pero no hallaba respuesta para ninguna.
Se metió en la
cama a esperar que volviera Sergio para aclarar todo y hacerle un millón de
preguntas que le rondaban por la cabeza. Lo que ella tenía claro era que ya no
iba a seguir con él a no ser que hubiera alguna razón convincente para cambiar
de parecer. Se acurrucó con la manta, enfundada en su pijama de Mickey Mouse e
intentó descansar al menos.
*****
Jorge estaba
arrepentido de todo lo que había hecho. No comprendía cómo había podido llegar
a ese nivel de estupidez por intentar sorprender a aquella jovenzana buenísima
en todos los aspectos llamada Carolina.
A las pocas
horas la policía decidió soltarlo porque no tenían pruebas convincentes para
acusarlo ya que no tenía antecedentes. Jota llevó a su padre a casa en su Opel
Corsa verde pistacho del año noventa y dos.
—¿No crees que
ya tienes unos cuantos de añicos para ir metiéndote en estos líos? Y más por
esta jovenzana.
—De verdad Javier,
lo hice con buena intención. Yo solo quería sorprender a Carolina.
—Pero vamos a
ver, ¿te has vuelto loco? Mezclándote con esa gentuza para ganar cuatro duros.
—Lo sé hijo. Lo
he hecho muy mal y no volverá a ocurrir. Lo siento.
—Es que de
verdad, papá. ¡Qué ya tienes unos añicos!
—¡Pero me
conservo bien, eh! —bromeó Jorge tocándose la barbilla y guiñándole un ojo a su
Jota.
Padre e hijo se
miraron y empezaron a reírse como si nada hubiera pasado. Jota condujo hasta casa
entre carcajadas, se llevaba muy bien con su padre, eran uña y carne. Al llegar
sacó el tema de Carolina…
—¡Anda que!… La
pobre Carolina, menudo sofocón llevaba hasta que le puse la inyección.
—¡Por dios, se
me había olvidado! ¿Estará bien? Voy a llamarla.
—Sí, tranquilo, está
bien. Un compañero me dijo que la sentaron un rato hasta que se le pasaron los
efectos del tranquilizante y cuando despertó se fue sin decir nada.
—No sé ni que
decirle. Tiene que estar muy asustada, y sin conocerme de nada, ya no querrá
saber nada mas de mí después de todo lo ocurrido.
—Pues no sé. Después
de todo es muy joven para ti, ¿no crees?
—Si te digo la
verdad, me gusta bastante. ¡Y me tiene loco! Fíjate, sin ir más lejos, mira
todo lo que hice para sorprenderla.
A Jota le entró
de nuevo la risa.
—¡Pues sí que te
tiene que gustar, sí!
—Oye hijo… Me comentaste
que os conocíais, ¿no?
—Pero tampoco mucho
—contestó quitándole hierro al asunto.
—¿Pero, de algo
será o qué?
—Bueno sí, de un
día en un bar que me la presentó un amigo y nos tomamos un par de cervezas
juntos y poco más.
—El mundo es un
pañuelo hijo.
—¡Pues sí padre!
¡Es un pañuelo lleno de rubias buenorras!
Padre e hijo
siguieron riéndose y dejando atrás todos los malos momentos. Ahí se encontraban,
en el salón de casa de Jorge tomándose unas Heineken y cómo no, viendo un
partido de futbol. Pero Jorge no podía quitarse de la cabeza a Carolina y decidió
llamarla para ver que tal se encontraba.
Tras esperar
varios tonos desistió. «Estará agotada durmiendo y no se dará cuenta. Le voy a
mandar un mensaje, así cuando lo vea a ver si tengo suerte y me llama», pensó.
Cuando abre el whatsapp comprueba que Carolina está en línea pero no ha querido
cogerle el teléfono. Los emoticonos de las dos manos rogando perdón empiezan a llegar
al teléfono de Carolina.
“Lo siento mucho por todo
esto que te hecho pasar”
Carolina lo lee
pero no tiene ganas de hablar ahora con nadie y apaga el móvil. Se encierra en
su cuarto con el portátil para distraerse un poco.
*****
Rebeca está
terminando de cenar cuando recibe un mensaje que le ilumina la cara cuando ve
quien es (Montana).
“Hola preciosa. ¿Qué haces?”
“Pues ahora mismo terminar
de cenar”
“He venido por tu barrio a
ver a un amigo y me preguntaba si te apetecería bajar a tomar algo”
“Claro que sí”
“Te espero debajo de tu casa, estaré en doble fila con el coche”
“OK. Dame 10 minutos y bajo”
Rebeca fue
corriendo a ponerse los vaqueros que mejor le quedaban, una camiseta escotada,
se maquilló un poco, cogió la cazadora vaquera y bajó corriendo en busca de
Montana. Él la estaba esperando en su coche deportivo cuando la vio salir del
portal y bajando la ventanilla del acompañante lanzó en forma de silbido en
conocidísimo estribillo de “Tariro tariroooooo”.
—Buenas. Parece
que estas más contento que el otro día.
—Sí, es que el
otro día tenía muchas cosas en la cabeza y estaba cansado.
—¿Qué hacemos? —preguntó
inquieta Rebeca.
—Vamos a tomar
algo por aquí. Aunque yo por esta zona no se muchos sitios, la verdad.
—Vamos a aparcar
y te llevo a un bar que está muy bien aquí cerquita.
Tras estacionar
el Mini Cooper fueron a un bar del que Rebeca y María son asiduas. La intención
de Montana era emborrachar a Rebeca y echarle un polvo rápido. Las cervezas empezaban
a hacerle mella, ya que con tres o cuatro botellines se ponía borrachilla, más
algún chupito que sacaba Montana para agilizar ese ansiado trofeo del mojar en
caliente.
Rebeca cada vez
se apretaba más a Montana, que le gusta considerablemente. Impulsivamente se
lanza sobre él dejándose llevar por la pasión y por el alcohol ingerido. Montana
le susurra en el oído.
—Vamos al coche.
—Sí, vamos. Allí
estaremos más cómodos —dijo Rebeca excitada.
En el coche la
cosa se estaba poniendo al rojo vivo. Montana desnuda a Rebeca mientras ella hace
lo mismo con el joven musculoso. Ella se sube encima de Montana y dejándose
llevar empiezan hacer el amor en aquel pequeño deportivo.
Los planes de
Montana iban a la perfección hasta que de pronto la puerta del coche se abre
cortándoles el royo a los dos jóvenes que se quedan atónitos…
—¡¡¡Ah!!!
—Rebeca empieza a chillar…
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