martes, 28 de abril de 2015

TayTodos: 13. Caminos peligrosos.

Hoy nos llega el capítulo número trece de la saga "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado martes.
El capítulo anterior arranca con Carolina adormilada por la inyección de tranquilizante de Jota. Este tomó asiento junto a su avergonzado padre que le cuenta todo lo ocurrido.
Venancio por su parte, ante su estado de nerviosismo por el secuestro de su hijo, y ante las pocas opciones de las que disponía para solucionar el espinoso asunto, decide ir a relajarse por los inhóspitos caminos de las afueras de la ciudad y hacerle una visita a Mirka, la joven prostituta polaca que sabe satisfacer como ninguna los más oscuros deseos del empresario sin escrúpulos.
Mientras tanto Clara, permanece en la mansión de los Renovalles bastante nerviosa y preocupada por la integridad de su pequeño. Y ante la gran duda de llamar a los secuestradores o no, decide afrontar la situación y hacer esa llamada. Los captores requieren 200.000€ para devolverle a su pequeño al día siguiente. Tras colgar, deseosa de más información, percibió que alguien había entrado de nuevo en la finca. De entre los árboles apareció Sergio, que poco a poco se fue acercando a la excitante mujer...

¿Qué habrá ido a buscar Sergio a la mansión de Clara? ¿Será el momento adecuado de aparecer por allí? ¿Qué ocurrirá con el secuestro de Mario? ¿Cómo reaccionará el mafioso de Venancio? ¿Y Jorge y Carolina, cómo saldrán de esta situación tan comprometida? ¿Volverá a ver Rebeca al misterioso Montana? No os perdáis el capítulo de hoy.

En cuanto a su creadora, decir que es otra habitual en Zarracatalla Editorial. Otra vez ha vuelto a componer un gran capítulo, que enlaza a la perfección con el de su antecesora. De este voy a destacar una cualidad que me fascina: no necesita meter mucha caña a la trama para mantener la atención y tensión. Lo consigue a base de calidad: narrando, describiendo sentimientos y situaciones, visualizando pequeños detalles que le dan una visión más general al conjunto. Y esta vez, yendo un poco más allá, atreviéndose con situaciones escabrosas que ha definido con una elegancia suprema. Si sigue creciendo así, tendremos que convertirla en "imprescindible colaboradora". Además, como los que la conocéis ya sabéis, es decidida en su empeño. Aunque para decidirse también necesite trescientos empujones, pero cuando tiene un objetivo es perseverante y capaz. Una suerte poder contar con ella de nuevo, poder compartir líneas y hacer del "NTP" una "marca de la casa", compartido con su prima.
Otra semana de esas divertidas de las que te sirven como empujón para continuar con este proyecto, cuando ves tanta ilusión por una felicidad de la que haces partícipes a un montón de amigos. Gracias de nuevo, una vez más a... Rosi Oliver Navarro

Os dejo con el capítulo de hoy. Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.



13. Caminos peligrosos.

Clara se quedó mirando a Sergio en aquel porche de su lujosa casa. Estaba sorprendida de la presencia de aquel joven, cada vez que lo veía se le saltaban todos los deseos sexuales sin poder controlarlos. Para ella, Sergio era su pequeño capricho y lo tenía a punto de caramelo. Desde aquel breve episodio en el gimnasio sabía perfectamente que lo tendría cuando quisiese.
Sergio había tirado toda su vida por aquella mujer madurita. Para él era como una droga que tenía que probar costase lo que costase. Era un volcán a punto de estallar, sólo la tenía en mente a ella, y nada de lo anteriormente ocurrido, como la ruptura con Nerea, la boda, la hipoteca y el estado en que pudiera encontrarse la chica que tanto había querido le importaban ya. Sólo tenían cabida en sus pensamientos aquellos pechos operados y esas curvas perfectamente definidas de Clara.
Sergio siempre se había caracterizado por ser un mujeriego. Siempre había ido de flor en flor sin importarle nada. Tenía varios amigos que ya no le hablaban por quitarles a las chicas que les gustaban o por acostarse con sus novias. Hasta que conoció a Nerea y se enamoró de ella, y cambio radicalmente su manera de ser, hasta convertirse en todo lo contrario y sólo tener ojos para su chica. Pero ese Sergio se había esfumado de repente y había salido el auténtico, para desgracia de Nerea.
—¿Pero qué haces aquí Sergio?
—Te voy a dar lo que estás buscando hace días…
—Vete ahora mismo de mi casa, que no es el momento más oportuno.
—Después de todo lo que me has hecho, ¿quieres que me vaya sin más? De eso nada, vamos a terminar lo que tú empezaste.
—Por favor, vete de mi casa, te vuelvo a repetir.
Clara en otras circunstancias se hubiera tirado a los brazos de Sergio dejando fluir todos sus deseos sexuales en aquel porche. Sergio se acercó sutilmente, la agarró del culo, se la puso encima mientras le iba diciendo en el oído que le iba a echar el mejor polvo que le habían echado en su vida. Clara no daba crédito de lo que está pasando. Simplemente no hace nada, no sabe cómo reaccionar. Todo es tan rápido que le pilla por sorpresa, sólo tiene en mente a su hijo. Sergio va caminando inconscientemente hacia atrás con Clara sobre él y de repente… Caen a la piscina.
—¡Clara! ¡Clara! ¿Me oyes?
La desgracia se sigue apoderando de Clara que se pega un fuerte golpe en la cabeza y queda inconsciente.
—¡¡¡Clara!!! ¡Despierta, por el amor de dios! —grita Sergio alterado, mientras la saca de la piscina como puede. No podía creer todo lo que estaba ocurriendo, la estampa que había allí era de película. Allí se encontraban los dos, empapados, con Clara tendida en el suelo con un fuerte golpe en la cabeza y él intentando reanimarla de alguna manera.
—¿Pero cómo puede ser posible que cada vez que estoy con esta mujer termine de la misma manera? —se preguntaba Sergio una y otra vez cabeceando de lado a lado sin saber que hacer.
A lo lejos escucha un fuerte ruido. La puerta de la casa se había cerrado de golpe, estaba entrando alguien…


*****


En el otro extremo de la ciudad Mirka camina masticando un chicle de menta para quitarse el mal sabor de boca que le había dejado Venancio. Le ronda por la cabeza cuando llegara el día de dejar esa vida. Su whatsapp empieza a echar humo. Suena tres veces consecutivamente:
“Tengo al niño como acordamos”
“Todo ha salido bien”
“Te espero en casa”
Mirka, al leer los mensajes pensó que ese niño sería el billete para dejar de ir de coche en coche apagando los deseos más perversos de hombres sin escrúpulos.
“OK, cojo un taxi y voy para casa”
Rápidamente llega al apartamento. Los tacones de aguja de veinte centímetros se clavan contra el pergo fino de aquel piso. El sonido de los tacones atruena en la casa del vecino de abajo sin piedad. Abre la puerta del salón y se encuentra al hijo de Clara, Mario, y al secuestrador cómplice y primo suyo, enfrascados en plena partida a la videoconsola.
—Sigue jugando tú Mario, que voy hablar con la chica que acaba de venir.
—Vale, pero no tardes mucho —respondió el pequeño e inocente Mario.
Pavel, el primo de Mirka, era un pequeño carterista que se dedicaba a robar a turistas en el centro de la ciudad. Era muy astuto, tenía veintitrés años, pelo rubio, ojos azules, buena planta y siempre iba bien arreglado. Parecía un turista más, se amoldaba a todo tipo de situaciones. Nunca la policía le había pillado ni estaba fichado. Se sabía buscar la vida perfectamente robando y siempre ayudaba a su prima Mirka, con la que compartía piso, en todo.
—Bueno primo, cuéntame. ¿Cómo ha ido todo? Estoy muy nerviosa.
—Pues ha salido todo a pedir de boca hasta el momento, salió todo como lo habíamos planeado. A la niñera de Mario la dormí drogándola, nada más que le puse aquel trapo en la boca. El niño no se dio ni cuenta ya que estaba en su habitación. Luego le dije a Mario que era un amigo de su padre y que se tenía que venir conmigo hasta mañana porque tenían mucho trabajo en el almacén de coches. No hizo falta ni drogar al crío.
—¡Ay, qué bien! Sobre todo ya te advertí que no le hicieras daño al niño en ningún momento, pasase lo que pasase.
—Tranquila, el chaval está todo viciado a la videoconsola. De aquí a un rato le entrara sueño, lo meteremos en la cama, y si todo sale bien, mañana estará con sus padres.
—Espero que todo salga bien, estoy muy nerviosa.
—Tranquila primita. Tengo unas ganas de sacarle el dinero a ese gordo traficante de Venancio, que esta noche no sé si voy a poder pegar ojo. De todas formas, creo que le hemos pedido poco dinero, deberíamos haberle pedido más.
—Una vez que cojamos el dinero desapareceremos de la ciudad, para siempre.
—Mañana, para bien o para mal todo habrá terminado —decía Pavel abrazando a su prima.


*****


Nerea intentaba encajar todos esos golpes durísimos que la habían noqueado en las últimas horas. No podía creer todo lo ocurrido, estaba como en otro mundo. Ya no le quedaban más lágrimas de tanto llorar. Empezaba a hacerse infinidad de preguntas pero no hallaba respuesta para ninguna.
Se metió en la cama a esperar que volviera Sergio para aclarar todo y hacerle un millón de preguntas que le rondaban por la cabeza. Lo que ella tenía claro era que ya no iba a seguir con él a no ser que hubiera alguna razón convincente para cambiar de parecer. Se acurrucó con la manta, enfundada en su pijama de Mickey Mouse e intentó descansar al menos.


*****


Jorge estaba arrepentido de todo lo que había hecho. No comprendía cómo había podido llegar a ese nivel de estupidez por intentar sorprender a aquella jovenzana buenísima en todos los aspectos llamada Carolina.
A las pocas horas la policía decidió soltarlo porque no tenían pruebas convincentes para acusarlo ya que no tenía antecedentes. Jota llevó a su padre a casa en su Opel Corsa verde pistacho del año noventa y dos.
—¿No crees que ya tienes unos cuantos de añicos para ir metiéndote en estos líos? Y más por esta jovenzana.
—De verdad Javier, lo hice con buena intención. Yo solo quería sorprender a Carolina.
—Pero vamos a ver, ¿te has vuelto loco? Mezclándote con esa gentuza para ganar cuatro duros.
—Lo sé hijo. Lo he hecho muy mal y no volverá a ocurrir. Lo siento.
—Es que de verdad, papá. ¡Qué ya tienes unos añicos!
—¡Pero me conservo bien, eh! —bromeó Jorge tocándose la barbilla y guiñándole un ojo a su Jota.
Padre e hijo se miraron y empezaron a reírse como si nada hubiera pasado. Jota condujo hasta casa entre carcajadas, se llevaba muy bien con su padre, eran uña y carne. Al llegar sacó el tema de Carolina…
—¡Anda que!… La pobre Carolina, menudo sofocón llevaba hasta que le puse la inyección.
—¡Por dios, se me había olvidado! ¿Estará bien? Voy a llamarla.
—Sí, tranquilo, está bien. Un compañero me dijo que la sentaron un rato hasta que se le pasaron los efectos del tranquilizante y cuando despertó se fue sin decir nada.
—No sé ni que decirle. Tiene que estar muy asustada, y sin conocerme de nada, ya no querrá saber nada mas de mí después de todo lo ocurrido.
—Pues no sé. Después de todo es muy joven para ti, ¿no crees?
—Si te digo la verdad, me gusta bastante. ¡Y me tiene loco! Fíjate, sin ir más lejos, mira todo lo que hice para sorprenderla.
A Jota le entró de nuevo la risa.
—¡Pues sí que te tiene que gustar, sí!
—Oye hijo… Me comentaste que os conocíais, ¿no?
—Pero tampoco mucho —contestó quitándole hierro al asunto.
—¿Pero, de algo será o qué?
—Bueno sí, de un día en un bar que me la presentó un amigo y nos tomamos un par de cervezas juntos y poco más.
—El mundo es un pañuelo hijo.
—¡Pues sí padre! ¡Es un pañuelo lleno de rubias buenorras!
Padre e hijo siguieron riéndose y dejando atrás todos los malos momentos. Ahí se encontraban, en el salón de casa de Jorge tomándose unas Heineken y cómo no, viendo un partido de futbol. Pero Jorge no podía quitarse de la cabeza a Carolina y decidió llamarla para ver que tal se encontraba.
Tras esperar varios tonos desistió. «Estará agotada durmiendo y no se dará cuenta. Le voy a mandar un mensaje, así cuando lo vea a ver si tengo suerte y me llama», pensó. Cuando abre el whatsapp comprueba que Carolina está en línea pero no ha querido cogerle el teléfono. Los emoticonos de las dos manos rogando perdón empiezan a llegar al teléfono de Carolina.
“Lo siento mucho por todo esto que te hecho pasar”
Carolina lo lee pero no tiene ganas de hablar ahora con nadie y apaga el móvil. Se encierra en su cuarto con el portátil para distraerse un poco.


*****


Rebeca está terminando de cenar cuando recibe un mensaje que le ilumina la cara cuando ve quien es (Montana).
“Hola preciosa. ¿Qué haces?”
“Pues ahora mismo terminar de cenar”
“He venido por tu barrio a ver a un amigo y me preguntaba si te apetecería bajar a tomar algo”
“Claro que sí”
“Te espero debajo de tu casa, estaré en doble fila con el coche”
“OK. Dame 10 minutos y bajo”
Rebeca fue corriendo a ponerse los vaqueros que mejor le quedaban, una camiseta escotada, se maquilló un poco, cogió la cazadora vaquera y bajó corriendo en busca de Montana. Él la estaba esperando en su coche deportivo cuando la vio salir del portal y bajando la ventanilla del acompañante lanzó en forma de silbido en conocidísimo estribillo de “Tariro tariroooooo”.
—Buenas. Parece que estas más contento que el otro día.
—Sí, es que el otro día tenía muchas cosas en la cabeza y estaba cansado.
—¿Qué hacemos? —preguntó inquieta Rebeca.
—Vamos a tomar algo por aquí. Aunque yo por esta zona no se muchos sitios, la verdad.
—Vamos a aparcar y te llevo a un bar que está muy bien aquí cerquita.
Tras estacionar el Mini Cooper fueron a un bar del que Rebeca y María son asiduas. La intención de Montana era emborrachar a Rebeca y echarle un polvo rápido. Las cervezas empezaban a hacerle mella, ya que con tres o cuatro botellines se ponía borrachilla, más algún chupito que sacaba Montana para agilizar ese ansiado trofeo del mojar en caliente.
Rebeca cada vez se apretaba más a Montana, que le gusta considerablemente. Impulsivamente se lanza sobre él dejándose llevar por la pasión y por el alcohol ingerido. Montana le susurra en el oído.
—Vamos al coche.
—Sí, vamos. Allí estaremos más cómodos —dijo Rebeca excitada.
En el coche la cosa se estaba poniendo al rojo vivo. Montana desnuda a Rebeca mientras ella hace lo mismo con el joven musculoso. Ella se sube encima de Montana y dejándose llevar empiezan hacer el amor en aquel pequeño deportivo.
Los planes de Montana iban a la perfección hasta que de pronto la puerta del coche se abre cortándoles el royo a los dos jóvenes que se quedan atónitos…

      —¡¡¡Ah!!! —Rebeca empieza a chillar…

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