lunes, 29 de junio de 2015

TayTodos. Capítulo 20. ¿Me lo explicas?

Hoy nos llega el capítulo número veinte de la saga "TayTodos", último de esta temporada antes del parón estival. La verdad es que estamos encontrando gente comprometida y competente que saca adelante capítulos complicados con un gran nivel. Hoy otra gran entrega antes de irnos de vacaciones, con un episodio que repasa la situación de todos y cada uno de los protagonista. Nuevamente genial. Pero antes vamos a repasar lo ocurrido en el último capítulo publicado.
El capítulo anterior arranca con Nerea al mando de las operaciones y un aturdido Sergio que no entiende muy bien lo que ocurre a su alrededor. Nerea manda a Carolina que inyecte a Jorge una sustancia que lo tendrá dormido durante ocho horas, para contar con más margen de maniobra y que el pobre infeliz no sea testigo de más cosas. La joven obedece, a esto le sigue un ardor pasional entre las dos mujeres que Sergio sospecha que llevaba mucho tiempo produciéndose sin él saberlo. Es el turno de Clara a la que Nerea le pide que haga los honores con Sergio y se ciña al plan.
Cuando las otras dos mujeres salen de la estancia es Clara la que provoca a Sergio, que atado de pies y manos tampoco le hace ascos a los deseos de la mujer que le ha traído tantos problemas últimamente. Ella le invita en pleno apogeo a tomar el contenido misterioso de otro bote sobre su cuerpo desnudo y Sergio entra al trapo.
El relajante empieza a hacer efecto en el joven y cuando cree que va a culminar por fin la faena, Clara cambia de actitud y decide explicarle qué es todo lo que está sucediendo. Le cuenta que conoce hace un tiempo a las otras dos y que se llevan un turbio negocio de drogas entre manos, cómo ella era una pieza clave en esta situación y lo que le ocurrirá en breves a él...

¿Qué ocurrirá a continuación? ¿Qué encontrará Rebeca cuando llegue al socorro del apuesto Montana? ¿Sabremos algo más de Mirka y el siniestro Venancio? ¿Qué le espera a Jorge, también maniatado? No os perdáis el capítulo de hoy, último de la temporada.

En cuanto a su creadora, decir que es una zarracatallera habitual que ya participó el año pasado en la novela colectiva de 2014 (Nuestra historia) con un capítulo impresionante (15. Cuerpos atados) del que guardamos un gratísimo recuerdo. Curiosidades de la vida también le correspondió continuar un capítulo del mismo autor que en esta ocasión (Francisco Angel Ferrer Gil) y para más casualidad también permanecen sus protagonistas atados, esta vez a una silla y el año pasado a una cama. Le he preguntado si era casualidad o alguna fijación... pero la verdad es que en esta ocasión el prota ya se encontraba así, de modo que no es sospechosa... Y es que es una fortuna contar con ella ya que la papeleta que tenía delante era muy complicada y supo perfectamente evolucionar la historia, hacer que nada chirriase y darle un sentido a la gran incógnita planteada en el capítulo anterior (¿qué está pasando aquí?). Gracias por estos capítulos que nos regalas, y por tratar con tanto cariño a nuestras novelas colectivas. Gracias a Arancha Ruiz Cañero

Os dejo con el capítulo de hoy. Espero que os guste. TayTodos volverá el 7 de septiembre. Besetes a tod@s. Nos leemos.

20. ¿Me lo explicas?

Rebeca llegó al piso donde se encontraba Montana. Hizo sonar el timbre y, tras esperar casi un minuto, la puerta se abrió. La estampa que contempló la dejó helada.
Montana estaba agarrado al picaporte y apenas se tenía en pie. En su rostro cruzaba una expresión de dolor.
Sin pensárselo, lo cogió por debajo de los brazos, lo ayudó a caminar y a tumbarse en la cama de la habitación que había al fondo del pasillo.
­—Gracias Rebeca —consiguió articular Montana mientras se tumbaba.
—Estás hecho polvo. Voy a la farmacia. Necesitaré más cosas de las que pensaba.
Mientras iba por la calle se dio cuenta de que algo había cambiado dentro de ella. Por primera vez en su vida se daba de bruces con la cruda realidad de la vida. Le temblaba el cuerpo de la cabeza a los pies, pero sentía que tenía que actuar y hacer lo posible por esa persona que apenas conocía pero que necesitaba su ayuda.
Desinfectó las heridas, vendó con fuerza la zona de las costillas, calentó una sopa y le dio un calmante.
Montana se quedó dormido mientras susurraba un «gracias» una vez más.
Rebeca lo observó durante un largo rato. Era guapo, le gustaba, pero en realidad se descubrió asustada. ¿En qué se había metido para acabar así?
Antes de irse le dejó una nota en la mesilla:

         Esta tarde me paso a ver que tal vas.
De todas formas, si me necesitas, llámame.
 Descansa.
                                         Rebeca

Hacía un día radiante, pero ella por dentro sentía angustia, no solo por Montana, también por ella. Se sentía de repente vacía y triste. ¿Qué había de valor en su vida? Discotecas, ligues de una noche, un trabajo de mierda, resacas todos los fines de semana. Ver a su potencial ligue tan maltrecho, de alguna forma, le había hecho poner los pies en la tierra y se acordó de sus padres. Decidió llamarles en cuanto tuviera un respiro. Los echaba de menos.
Sin darse cuenta sus pasos la llevaron hasta el gimnasio. Entró y se tropezó con Marisa.
—¡Pero bueno Rebeca! ¿Tú no estabas enferma? ¡Jesús, vaya cara que tienes! Tú no te encuentras bien. ¿Por qué has venido?
—Ya me encuentro mejor, me debió de sentar algo mal anoche. No te preocupes, Marisa. ¿Cómo va la mañana?
—Pues muy tranquila, hija. De los habituales de los lunes sólo han venido los de las maquinetas esas de ahí adentro. De los demás nada, ni rastro. He hecho la ronda en la mitad de tiempo que de normal, así que me queda tiempo para un café. ¿Quieres uno?

Terminó su turno y salió en dirección al piso de Luis.
Él abrió la puerta.
—Hola Rebeca, pasa. Parece que se encuentra mejor, gracias por tu ayuda.
Cuando entró en la habitación se encontró a un Montana sonriente, con ojos adormecidos.
—¿Cómo te encuentras? ¿Te duele mucho?
—Un poco, pero me encuentro mucho mejor. Tienes unas manos prodigiosas. No sé como voy a pagarte lo que has hecho por mí.
Rebeca lo miró con ternura, y se dio cuenta de que era ella quien tenía que agradecer algo.
—Para mí ha sido un placer haber podido ayudar.
Hubo un silencio intenso, la habitación se llenó de algo mágico, sus miradas se tocaron.
—Rebeca, tengo que contarte algo.

                                         *****************

Jorge abrió los ojos. Le costó enfocar y reconocer donde se encontraba. Quiso moverse pero no podía. Tenía el cuerpo dormido y muchas ganas de vomitar. Empezó a recordar. No era una pesadilla. Todo había pasado de verdad.
Primero los besos con Carolina seguido del brindis y el trago de cerveza. Después muchas voces, la cara de Carolina acercándose a él y la silla en la que seguía sentado y atado.
Estaba solo. No entendía nada. Carolina. ¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba?
Le empezó a entrar el pánico y gritó con todas sus fuerzas su nombre.
¿Carolina lo había llevado allí? ¿Por qué? ¿Le había pasado algo también a ella? No, ella parecía estar bien en su recuerdo.
Intentó calmarse. Respiró hondo y empezó a estudiar sus ataduras.
Pudo mover una mano. Le hacía daño pero lo aguantó.
A base de mucho esfuerzo pudo aflojar la cuerda y soltarse. Las piernas no le respondían. Buscó el móvil. No lo llevaba encima.
Analizó el lugar dónde se encontraba. En un rincón vio una bolsa. Se tiró al suelo y, como pudo, comenzó a arrastrase, con silla incluida, hasta que pudo alcanzarla.
Encontró su móvil junto a otros objetos. Marcó el número de su hijo.
—Hola, papá.
—¡Hijo, necesito ayuda!

La puerta se abrió. Jorge guardó su móvil de forma atropellada apagándolo y simuló que su mano seguía atada.
Carolina cerró la puerta muy despacio mientras lo miraba. Se acercó y le dijo al oído:
—Jorge, tranquilo, te voy a sacar de aquí. Haz todo lo que yo te diga por favor. Te lo explicaré.
Lo levantó y volvió a colocarlo en su sitio con rapidez.
Volvió a abrirse la puerta y entró Nerea muy seria.
—¿Y los otros?
—No lo se, Nerea. Algo está saliendo mal.
—¿Saliendo mal? ¡Nada está saliendo bien!
Nerea cogió su móvil y salió del trastero dando un portazo.
Carolina desató la otra mano y las piernas de Jorge y le dijo que esperara, que no se moviera y que no hiciera ningún ruido. Lo dejó solo.
Jorge mantuvo la respiración. Sudaba por todo el cuerpo y le dolía la cabeza.
Oyó un coche que arrancaba y volvió a abrirse la puerta.
—¡Rápido Jorge! ¡Vamos!
Cogió la mano de Carolina y salieron corriendo de allí.
Estaba oscureciendo. No se veía muy bien. Jorge cayó al suelo.
—¡Vamos cariño! Tenemos que alejarnos de aquí. Corremos peligro.
Reuniendo toda la fuerza que pudo, volvió a ponerse en pie y, dando tumbos, siguió a Carolina.
No pensaba, no quería pensar. Sencillamente se dejó llevar, no tenía fuerzas. ¿Podía confiar en ella?
Atravesaron una arboleda, cruzaron una acequia, rodearon una colina. Cuando la noche lo cubrió todo, llegaron a una caseta de pastores.
Se derrumbaron sobre el suelo arenoso.
—¿Me lo explicas?
Carolina lo miró en la penumbra. Sus ojos comenzaron a mojarse. No le salían las palabras. Lo abrazó y empezó a llorar.

                         *************************
Mirando al techo, Rebeca repasaba palabra por palabra el relato de Montana.
En su cabeza resonaban los nombres de Mirka, Pavel, «La Señora», el pez gordo y los búlgaros.
Triste historia la de Montana. Triste vida la de Mirka. Y ella, estaba realmente deprimida.
Si alguna vez tuvo alguna esperanza de que su relación con Montana tuviera un final feliz, esa noche se había desvanecido.
Mirka era el amor de Montana, y dejó claro que no iba a descansar hasta dar con ella.
Se sintió estúpida y tonta. Pero en el fondo sabía que había hecho lo correcto. Ese chico la conmovía, le atraía de una forma que nunca había experimentado.
Decidió que pasaría a verlo temprano, antes de ir al trabajo. Quería asegurarse de que se recuperaba sin complicaciones.
Sonó un pitido en el móvil. Mensaje.
—Buenas noches, Rebeca. Eres mi ángel.
Su corazón se aceleró.
—Buenas noches, Montana. Mañana te veo —le respondió.
Se levantó a beber agua. Estaba excitada, eufórica.
Pasó por el espejo del pasillo y se miró.
—Rebeca, deja de sonreír, no seas idiota, ese chico no es para ti. Quiere a otra —pensó.
Se metió en la cama e intentó dormir. Pero no pudo.

                         ************************

—Hijo, tranquilo. Estoy bien.
—Papá ¿Dónde estás? ¿Qué pasa? He avisado a la policía, vamos siguiendo la señal de tu móvil.
—No se donde estoy. He salido de donde me retenían, pero no tengo ni idea de donde me encuentro.
—¡Cuelga! —gritó Carolina.— ¡Cuelga por favor!­
­­Al ver la cara de desesperación de Carolina, Jorge colgó el teléfono.
—Ahora voy a tener que contarte todo muy deprisa, antes de que llegue la policía, porque no quiero que me encuentren.
—Soy todo oídos.
Carolina cogió aire, se secó las lágrimas y miró a Jorge.
—Tenía apuros económicos y no quería pedir dinero a mis padres otra vez. En el gimnasio conocí a Nerea. Nos hicimos amigas. Le conté lo que me pasaba y me propuso dinero rápido y fácil. Acepté sin pensarlo demasiado, pero pronto me di cuenta de que me había metido en terreno peligroso. Llevo varios meses muerta de miedo. A Nerea le tengo verdadero pánico, por eso hago todo lo que me pide. Se ha adueñado de mi vida. Estoy acorralada. Me encuentro en un callejón sin  salida. Sólo los momentos que he pasado contigo han conseguido alejarme de toda esta pesadilla. Pero como has podido comprobar, todo se ha estropeado. He tenido que involucrarte a ti también. Tú, que no te mereces todo esto. Lo siento Jorge. Espero que algún día me puedas perdonar. Ahora tengo que marcharme antes de que te localicen. No puedo hablar con la policía.
—Espera Carolina, seguro que la policía puede hacer algo.
Carolina negó con la cabeza y, acercándose a Jorge, le regaló un dulce beso.
—Has sido lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo. Siento haberlo estropeado.
—¿Dónde vas a ir? ¿Dónde te puedo encontrar? —dijo Jorge con la voz quebrada.
—Si sobrevivo, sabrás de mí. Te quiero.
Salió sin mirar atrás.
Y allí se quedó Jorge, pensando en las veces que había rozado el cielo y el infierno en un solo día.
                                         *******************
—Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
—¡Cuéntame otro Mirka, por favor!
—No Mario, ya es tarde. Hora de dormir.
—Vaaale. ¿Mañana me contarás otro?
—¡Pues claro que sí! Buenas noches peque.
—Buenas noches Mirka. No te vayas nunca.
Mirka se paró en la puerta, lo miró y le dijo —No me iré nunca.

                                         *******************

Se levantó temprano. Incluso se sorprendió ella misma de que no le hubiera costado ningún esfuerzo. Estaba deseando volver a ver a Montana, aunque sabía de sobras que sus esperanzas tenían periodo de caducidad.
Se duchó y arregló a una velocidad supersónica. Tomó un café y salió disparada por la puerta.
Llegó al piso de Luis con sobrealiento. Llamó y la espera le pareció una eternidad.
—Buenos días Luis. Perdona que te haya levantado de la cama. Vengo a ver al enfermo.
Luis se apartó para dejarla pasar y, cuando estaba cerrando la puerta, oyó a Rebeca que decía:

— ¿ Dónde está Montana?

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