viernes, 20 de febrero de 2015

Colección Uni2. Freya: 7.Bienvenidos. (Ana Asensio)

CAPITULO 7. Bienvenidos.

–Sí, dime Darío.
–No te preocupes por lo de ayer, no hiciste nada que yo no me dejara hacer.
–No sé a que te refieres, por lo que me han dicho mis amigos tan solo estuvimos bailando un poco, ¿no?
–Sí, bueno… El caso es que me gustas, y creo que es mutuo.  Si te apetece, podríamos quedar algún día los dos solos.
–Darío, me parece que te adelantas a mis pensamientos. No, no me gustas, y sobre lo de quedar los dos solos, no creo que sea posible, no me gusta la gente engreída. Pasa un buen domingo...
La verdad es que Darío le gustaba, le gustaba y mucho, pero,  ¿quién se creía él para decirle si le gustaba o no?

Lunes, día de volver al trabajo y ver a Fede, ya se le había olvidado... Estaba destrozada, cansada y anímicamente frustrada.
Mandó un whastapp a Fede:
“¿Paso a buscarte a casa y vamos juntos al trabajo?”
“Vale”
Freya llegó a la puerta de casa de Fede, pitó, y él salió:
—¿Qué pasa Freya? ¿Cómo estás?
—Estoy mal Fede. ¿Qué pasó el sábado? Me desperté en tu cama y ¡desnuda!
—No pasó nada, estaba dormido y de repente apareciste en mi habitación, diciéndome que querías dormir conmigo, sin más. Estabas borrachísima y no parabas de hablar de tus amigas que venían en navidades y ya te dormiste.
—Lo siento Fede, me largué porque no sabía que había pasado.
—No pasó nada. Tú y yo sólo somos amigos. Y para eso estuve el sábado, para aguantar tu borrachera, “¡mamma mía!” ¡Qué tostón que me diste en casa!
—Aquí no acaba el asunto…
Freya puso al día a Fede sobre el asunto de Erik.
—¡Pero qué me dices! A ver, no creo que esté jugando contigo, aunque es cierto que no conoces a nadie de sus amigos, y que es un poco raro que haya venido de vacaciones y se pase todo el tiempo en el centro de Buenos Aires, mientras sus amigos recorren el país. Eso es extraño, pero aún así, ¿por qué no hablas con él, y que te explique quién era esa chica? Te quedarás mucho más tranquila.
—No quiero pasarlo mal otra vez. Mi exnovio, Darío, me hizo mucho daño y no quiero volver a sufrir, ni que me cuenten historias que no son ciertas, porque mi problema es, que me fío de la gente, y luego de lo que dicen a lo que hacen, puede haber una diferencia abismal.
—No juzgues a todos por igual Freya. Dale una oportunidad, deja que se explique.
Estuvo  todo el día en el zoo pensando y dándole vueltas al asunto y a la conversación con Fede. Era cierto, no porque Darío la tratase mal, todos iban a ser igual que él. Pero ver a Erik con otra en sus brazos… se le revolvía el estómago cada vez que lo recordaba.
—Fede, ¿puedo quedarme en tu casa esta semana?
—Así no vas a solucionar nada, pero por supuesto, mi casa es tu casa.
—Voy a recoger algo de ropa y algunas cosas y vengo para aquí.

Erik la llamó al móvil, pero Freya no contestaba...
«En una semana llegan mis amigas y tengo que preparar algún viaje bonito para llevarlas», pensó.
Se pasó por el 9 Reinas, hacía mucho que no veía a Diego, le puso al día de su situación.
—Valeria y Aria están aquí y quieren conocerte, ¿te parece que las llame y tomamos algo?
—¿Por qué no organizamos algo para este fin de semana? Vienen mis amigas de España y quiero hacerles una fiesta el sábado. En casa de Fede, un compañero de trabajo.
—Me parece estupendo, si necesitás cualquier cosa, llamame.
—Vamos hablando entonces Diego.

El fin de semana se acercaba y el viernes llegaban sus amigas, ¡qué nervios! Era la noche del jueves y no podía dormir, estaba volviendo loco a Federico. Él estaba encantado con la llegada de las amigas a su casa.
Era una vivienda enorme. Decoraron el jardín con globos, espumillón, un photocall y toda la clase de adornos que iban encontrando y una pancarta dándoles la bienvenida. Su familia no iba a ir a verle y a él tampoco le apetecía ir a Italia, así que programaron todas las vacaciones para estar juntos.
Viernes, tres de la tarde, pidieron permiso a Nahuel para salir antes de hora ese día, para poder recoger a sus amigas. Tenían que ir con dos coches porque también venía el novio de Raquel, Diego A, así que habló con Matías para ver si podía acompañarles y no hubo problema. Salieron los dos coches para el aeropuerto. No había ningún retraso, la hora de llegada era la prevista, las 17:15.
De repente vio corriendo a Clara e Iris.
—¡Freya! ¡Qué ganas de verte y de llegar! ¡Qué viaje más largo!
—Chicas, ¡cómo os he echado de menos! ¡Qué ganas de que lleguéis a casa, os relajéis un poco y ponernos al día! Pero… ¿qué hace Darío aquí?
—No sabíamos nada, se ha presentado en el aeropuerto con el mismo vuelo que nosotras, porque dice que era la única manera de poder llegar hasta ti ya que nadie quiere darle ningún dato de donde estás.
—¡Raquel! ¡Diego! ¡Qué ganas de veros! ¿Qué tal va la búsqueda de casa?
—Creemos que ya hemos encontrado la perfecta. La próxima vez que nos veamos, esperemos que sea en la nueva casa.
Freya presentó a todos los amigos a Fede y a Matías. Se pusieron a caminar dejando atrás a Darío con Freya, no les gustaba la idea, pero entonces Diego A. les explicó lo que había pasado.
—Chicas ya sabéis que Darío es mi amigo, no podía hacer otra cosa. Vino a casa y la verdad, me dio pena y se lo dije. Le di todos los datos del vuelo, y bueno, por lo que veo ha tenido suerte y ha podido coger el mismo que nosotros.
—No te preocupes por nosotras, no tienes que darnos ninguna explicación, lo que no quiero es que arruine las vacaciones con nuestra amiga.

—No sé que haces aquí Darío.
—Es la única manera de poder hablar contigo y pedirte perdón y una segunda oportunidad.
—Me tienes que estar tomando el pelo…
—¿Crees que he hecho todos estos kilómetros para tomarte el pelo?
—No, no sé a qué has venido. Supongo que a controlarme y ver que estoy estupendamente feliz sin ti. No te necesito.
Freya llamó a sus amigos.
—¡Esperadme chicos!
Rumbo a casa Freya viajaba en un coche con sus amigas y Fede conduciendo, y en el otro, Matías con los dos chicos.
Alucinaron cuando vieron el casoplón de Federico y lo mucho que habían trabajado para preparar la fiesta de bienvenida. Las mesas con manteles blancos, las sillas con fundas blancas, velas de colores por todo el suelo y los adornos que habían puesto el día anterior. Todos se acomodaron en sus habitaciones antes de preparar la parrillada. Ducha, ropa fresquita y a la terraza. Eran ya las 20:30 y Freya llamó a Diego.
—Diego, ¿dónde estáis?
—Estoy saliendo del 9Reinas, voy a buscar a Valeria y Aria  y salimos para allá. Treinta minutos como máximo, lo prometo.
—Vale, vamos calentando ya las brasas.

Erik dejó una nota en el buzón de Freya justo cuando entraba Diego a buscar a Valeria y Aria para ir a la fiesta.
—Hola, Freya no está aquí, no sé si esa nota será importante.
—Hola. La verdad es que sí. ¿Sabes dónde esta?
—Sí. Está a punto de celebrar una fiesta en casa de un amigo. Vienen sus amigas de España. ¿Tú no serás Erik?
—Sí, soy yo, y no sé nada de ella desde el domingo pasado. No está nunca en casa y no la encuentro nunca a la salida del trabajo. No sé que es lo que le pasa conmigo.
—Creo que puedo ayudarte a hacer entender algo que me contó.
Diego le contó lo que Freya había visto en el portal de la casa de Erik. Este se echó a reír.
—¿Y este tipo por qué se ríe? —pensó Diego.
—¿Me puedes llevar a esa fiesta con vosotros, o al menos decirme dónde es?  Créeme cuando te digo que jamás haría daño a Freya, es lo que más alegrías me da en esta vida.

—Sí, claro, vente con nosotros. Dejame que voy a llamar a dos amigas y marchamos para allá.

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