lunes, 16 de febrero de 2015

TayTodos: 5. ¡Ambulancia!

Hoy nos llega el quinto capítulo de "TayTodos", pero antes vamos a repasar lo ocurrido el pasado lunes.
Carolina, tras pasar por la ducha y arreglarse un poco, sale a toda prisa de los vestuarios al encuentro de Jorge. Va tan rápida que prácticamente choca contra él en el hall del gimnasio. Tras una breve conversación para romper el hielo, se dirigen a la cafetería de enfrente. Carolina se siente turbada por su contertulio, y la conversación deriva hacia su estado laboral. Descubre que Jorge es arquitecto, y que tiene su estudio en casa, que está trabajando en un proyecto local, que tiene un hijo de veinte años, y que su mujer murió muy joven, un infarto. Que no sale con nadie pero que no renuncia al amor. A la joven se le hace tarde, sus obligaciones con la protectora de animales donde colabora por las tardes la reclaman, así que tiene que irse para casa.
La semana se le hace eterna a Carolina, que desea volver a encontrar el próximo lunes en el gimnasio a Jorge, incluso tiene un tórrido sueño con él. Al fin es lunes y una vez en el gimnasio vuelven a encontrarse, pero Carolina, ante la sorpresa al oír voz, se gira y el agua que se acumula a la salida de la sauna le hace perder el equilibrio y dar con sus huesos en el suelo, a la par que su toalla sigue el mismo camino y la deja completamente desnuda. Jorge, ayuda a la joven a levantarse y cubrirse con la toalla, y disfruta del divertido incidente ante una avergonzada Carolina. La joven cree que nadie ha pasado por allí, pero... ¡como no! la oportuna Marisa, que hacía su ronda de limpieza los encuentra en el suelo y creyendo que van a consumar allí mismo un acto pecaminoso, sale lanzada a contarle el chismorreo a Rebeca, la recepcionista en practicas.

¿Cómo se resolverá esta comprometida situación? ¿Será grave la caída de la misteriosa amante de Sergio? ¿Sabremos algo más de las conversaciones chismosas entre Marisa y Rebeca? No os perdáis el capítulo de hoy.
En cuanto a su creadora, vamos a resaltar la grandeza de este proyecto, que nos ha acercado muchísimo más. Ha sido una gran suerte poder compartir café, tertulia (o como decimos por aquí, charrada, de este y muchísimos temas más), y líneas, además de ser recibido tan estupendamente que el tiempo se nos hizo tan corto que debimos emplazarnos para otra ocasión. Además, en cuanto al capítulo, ha sido muy divertido ir superando todos sus miedos y conseguir tener un capítulo con Carolina como protagonista, ver su visión de la situación y dejarlos en otro controvertido momento. Un placer acoger en este proyecto a Cristina Hernández Izquierdo

Os dejo con el capítulo de hoy (5. ¡Ambulancia!). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.


5. ¡¡Ambulancia!!

Sergio sale corriendo del gimnasio con la cara desencajada mientras Rebeca y Marisa lo miran perplejas desde recepción.
—¿Y a este qué le pasa? —dice Rebeca.
—Ni idea… Me ha pedido papel higiénico porque tenía un retorcijón antes. Igual se ha puesto peor y por eso ha salido con esa cara. No sé…
—Bueno, que no venía a contarte eso. ¡No sabes lo que acabo de ver!
—Sorpréndeme— Rebeca seguía con su móvil sin hacerle mucho caso a Marisa.
—Ese hombretón que me encanta, estaba como Dios lo trajo al mundo y una jovencita tenía la cara a la altura de su, de su… bueno ya sabes.
—Sí, sí.
—Joder Rebeca, ¿qué te pasa hoy? ¡No me estás haciendo ni caso cuando este es un cotilleo de los buenos!
—Nada, tú sigue.
—Pues eso, él de pie con las manos abiertas y ella ahí sin más, dale que te pego. ¡Pero que había más gente!
—Ah, ¡qué bien!…
—¿Cómo que, “ah, ¡qué bien!”? ¿Pero te estás enterando de algo? ¡No sé hija qué tienes hoy con el móvil! ¡Uf! Me voy a hacer el baño… Luego vengo a ver si estás más receptiva al nuevo cotilleo.
—¡Ciao Marisa!
Rebeca seguía con su móvil, el whastapp estaba que echaba humo. El ligue de la semana pasada, el de hace quince días, el del mes pasado… Ni ella misma sabía como se aclaraba con tanta conversación. Y todos con un único objetivo: volver a repetir. Pero eso a ella no le interesaba. Con veintiún años, sus únicas aspiraciones eran que “Papi” le comprara el Mini que tanto deseaba, salir jueves, viernes, sábados y si se podía algún domingo también. Follar todo lo que pudiera y sin compromiso. Y mientras, tanto buscar al hombre que la sacara de trabajar en el gimnasio, y en cualquier otro sitio, de por vida.
Entre conversación y conversación con sus ligues, a los cuales siempre les seguía el rollo por si alguna noche tenía que tirar de agenda, hablaba con su grupo de amigas y las ponía al día de todo lo que pasaba.
Las amigas de Rebeca no compartían su filosofía de vida. Todas eran muy reservadas a la hora de hablar de sexo o de acostarse con tíos que no conocían. La mayoría ya tenían novio y con planes de futuro y las que no, su único afán era encontrar al padre de sus hijos con el que perder la virginidad y ser felices para siempre. Todas eran así excepto una, su inseparable amiga María, su compañera de aventuras y desventuras desde que tenían doce años.
Le suena el teléfono.
—¡Hola María! ¿Qué tal?
—Bien nena, ¿y tú? ¿En el gym?
—A ver, qué remedio… ¡Ya sabes, el hombre que me saque de aquí todavía está por llegar!
—¡Qué perra! —entre carcajadas.
—¿Qué tal ayer? Te dejé muy bien acompañada…
—¡Madre mía Rebe, la que lié ayer! No he ido ni a currar esta mañana... ¡No me puedo ni mover!
—¿Pero qué cojones hiciste?
—¡Nada tía! Pues nos quedamos en el bar que nos dejaste, que por cierto, valiente hija de puta, que te fuiste a la francesa —carcajadas de nuevo—. Y se fue calentando el ambiente… Nos fuimos a coger su coche, que lo tenía en el parking, y allí mismo el primero.
—María, ¡me encantas! —entre carcajadas ahora Rebeca.
—Y me llevó a su casa, que por cierto, comparte con tres compañeros más,  y sin parar toda la noche. Te puedes imaginar… Y esta mañana no me podía ni mover, así que he llamado a la tienda y les he dicho que no iba. No tenía el “chichi” para farolillos.
—¡Cualquier día te echan y a ver qué haces! —casi sin poder hablar de la risa.
—¡Pues eso tía! ¡Me gusta este chico!
—¿Otro a la lista?
—No, de verdad. Este es de verdad. Hemos quedado este jueves, bueno para eso te llamaba, porque viene un amigo suyo y le he dicho que tú también vendrías.
—¿¡Qué!? ¡Joder María, siempre me metes en estos líos!
—¡“Porfa” Rebe, hazlo por mí! Además, el amigo es su compañero de piso y lo he conocido esta mañana, y está muy pero que muy bien.
—Bueno nena, te tengo que dejar que hay gente esperando. Ya hablamos de esto luego.
—¡Vale! Un besito.


Mientras tanto Marisa se fue directa al baño de los chicos. Después de que Sergio había salido corriendo del gimnasio imaginó que ya no quedaría nadie. De todas maneras ella siempre pegaba un grito antes de entrar:
—¡Hola! ¿Hay alguien? ¡Soy la de la limpieza y voy a entrar! ¡No quiero encontrarme con nada que no quiera ver!
A veces, si estaba el graciosillo de turno, le decía: «¡Pasa, pasa! ¡Qué sí lo quieres ver!». O cosas por el estilo…
Pero esta vez no contestó nadie.
Entró con su carrito, se puso los cascos y sus canciones de Raphael, y empezó a canturrear y a limpiar todo porque en un par de horas llegaban los primeros del turno de la tarde, y ya no se podría entrar hasta el cierre.
Después de limpiar el baño de caballeros se acercó a la sauna a ver si había alguna novedad… Sólo por pura curiosidad. Marisa era así.
Abrió la puerta y allí no había nadie, ni rastro de Carolina ni del hombretón que la tenía loca.
«Pero… ¿qué harían así? Él con todos sus atributos al aire y ella con la cara muy cerca de… ¡Tan cerca!.. ¡Si él podría ser su padre! Tendría que estar con una señora como yo… ¡Madre mía Marisa, deja de pensar así! ¡Qué tienes a tu Paco esperándote en casa!».
Y con las mismas se fue, cantando “Mi gran noche” a grito pelado, en dirección al vestuario de señoras.
La puerta estaba entreabierta, pero en este no gritaba para entrar, total todas tenían lo mismo que ella. Empezó a limpiar los bancos y las taquillas cuando se percató de que había unas manchas pequeñas y rojas formando una fila, que empezaban en la puerta del vestuario, parecían hormigas, y fue siguiéndolas hasta una de las duchas.
Cuando Marisa abrió la ducha no podía creer lo que allí estaba viendo, se quedó paralizada, sin saber que hacer…
No supo cuánto tiempo pasó contemplando aquel cuerpo inmóvil, hasta que se acercó a él poco a poco, y le tocó la muñeca.
—Señorita, ¿puede oírme? ¿Hola?
Le notó el pulso débil y sin más gritó con todas sus fuerzas:
—¡¡¡¡Ambulanciaaaa!!!! ¡¡¡Qué alguien llame a una ambulanciaaaaaaa!!!



Sergio estaba esperando en la calle. No era normal que Nerea tardará tanto en llegar, se estaba empezando a poner nervioso. Quería salir de allí cuanto antes, pronto alguien encontraría a esa mujer tirada en el vestuario femenino.
Sin entender todavía cómo la había podido llevar de un vestuario a otro sin que nadie le viera, y volver al vestuario de caballeros y limpiar toda la ducha y toda la sangre que había por el suelo. Después de comprobar que seguía respirando y tenía pulso, no vio otra salida. Pensó en Nerea, que llegaría de un momento a otro, y fue la mejor opción de todas las que se le habían pasado por la cabeza.
Miró el móvil. Había pasado más de media hora desde que Nerea lo había llamado y ni rastro de ella. El teléfono lo tenía apagado, pero como es normal en ella, seguro que se había quedado sin batería.


Rebeca, que ya había terminado con la gente que tenía en la recepción, echó un vistazo a su móvil. Whastapp de María:
“Eres la mejor! Ya sabía yo que no me ibas a decir que no! Gracias! Te quiero mil”
«María, siempre liándome. Pero bueno, igual la noche al final promete», pensó Rebeca.
Se puso a recordar las citas que había tenido de ese estilo otras veces. Con María ya había tenido un par de ellas, y los que “supuestamente” le tocaban a ella, no eran lo que esperaba ni mucho menos.
El primero un “friki” de la Historia. Se pasó toda la cena hablándole de batallas, de reyes, de conquistas… Y a ella, como esas cosas no le van, se bebió toda la botella de vino rosado que habían pedido, con lo que terminó la cena y se tuvo que ir a casa de la “melopera” que llevaba. Y el segundo, pobre, era muy feo. Con lo que nada mas terminar de cenar fingió un terrible dolor de cabeza y se marchó.
Aun así, por María lo haría. Al igual que su amiga había hecho mil cosas por ella y sus locuras. Pero si este salía también mal, le iba a caer una buena charla.
De repente Rebeca escuchó a Marisa gritando, salió de la recepción corriendo para ver de dónde procedían los gritos, hasta que conforme se iba acercando al vestuario femenino se acentuaban más.
—¡¡¡Ambulanciaaaaaaaaaaaa!!! —seguía gritando con todas sus fuerzas Marisa.
Rebeca irrumpió en el vestuario como un torbellino, no sin antes chocarse con algún que otro banco de los que había. Llegó hasta donde estaba Marisa y vio a Clara tumbada en el suelo.
—¿Pero qué ha pasado aquí? —dijo Rebeca.
—No lo sé, pero llevo un buen rato gritando y nadie me oía.
—Pero, pero… ¿Está viva?
—Sí Rebeca, pero no te quedes ahí y llama a una ambulancia. ¡Ya!


—Joder Nerea, ¿dónde te habías metido?
—¿Yo? ¿Dónde estabas tú? ¡Qué llevo veinte minutos dando vueltas por el gimnasio sin encontrarte! ¡Porque me he quedado sin batería y no podía llamarte!
—¡Pues he estado aquí todo el rato! —gritó Sergio.
—¡Eh, menos humos! ¡Qué he venido a buscarte porque te encontrabas mal!
—¡Ay sí! Lo siento. Gracias cariño. Es que estoy un poco revuelto.
—La que hay liada dentro del gimnasio, ¿no?
—Eh… ¿El qué? ¿Qué pasa?
—No he entrado al vestuario de las chicas, pero había gente pidiendo a gritos una ambulancia, y un revuelo allí que no veas. ¿Has visto tú algo antes de salir?
—¡Qué va! No sé qué ha podido pasar.
—¿Quieres que entremos a ver?
—No, no, Nerea, que ya vamos tarde a la prueba del menú. Ya me enteraré otro día.
Cuando Sergio y Nerea se dirigían camino del parking a recoger el coche, oyeron unas voces que procedían de la puerta del gimnasio.
—Sergio, esa chica está gritando tu nombre.
—¿Cómo?
—Esa chica que viene corriendo en dirección a nosotros está gritando tu nombre.
—No será a mí. Habrá mas hombres que se llamen Sergio, no sólo yo…

—Sergio, ¡que viene hacia aquí y te está llamando!

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