“EL NIÑO ACTOR”
Su vida es suya, es de él, le pertenece.
Nadie tiene derecho a nada que no sea basado en el respeto.
Vivió su vida como quiso, tal y como deseó, y no hizo daño absolutamente a
nadie. Le dio a cada minuto su valor, su espacio. Fluyó con los segundos y con
los acontecimientos. “Todo es bueno, todo es perfecto”. Y supo siempre que la
vida de todos y cada uno de los seres humanos es valiosa, única e irrepetible,
digna de ser vivida. Y sobre todo apreciada y valorada principalmente por el
protagonista: por uno mismo. Mientras te das cuenta que la tienes, la vives. En
el momento en que la vives, trasciendes y le das un sentido. Una cosa es VIVIR y
otra muy distinta es “vegetar”. ¡Cuánta gente llega a la hora de partir porque
ha cumplido muchos años ya, y durante todos ellos la prisa asesinó sus
instantes, no fluyó, y es tan tarde para lamentarse!
Llegaba su hora de
partir de este mundo y su mente confusa hacía repasos sin orden ni concierto,
Imágenes diferentes llegaban a su mente y, navegando entre el aquí y el más
allá, entre este tiempo y el otro plano, felizmente ignoraba lo que sucedía
alrededor. Casi todo, pues lenguas inconscientes pronunciaban cerca de él cosas
impronunciables.
Y así un día, cuando era muy pequeñito (tanto que
ni siquiera su dicción era la óptima, se le presenta la primera oportunidad en
la vida para estar en un escenario y no la desaprovechó. Era un concurso En el
que haría el papel de un payasito, para lo cual fue maquillado desde muy
temprano y su turno era… el último. No le importó. Cuando terminó su actuación
y la gente se puso de pie para brindarle una ovación, hizo el primer decreto
de su vida: JAMÁS ME BAJARÉ DE UN
ESCENARIO.
Fue un niño tremendamente golpeado. Pero no en casa,
no: ahí era muy amado. Fue golpeado por la sociedad por ser un niño amanerado. Recibía
toda clase de insultos y ofensas hasta que un día no pudo más y a un niño que
lo ofendió se le avalanzó a golpes. Cuando vio sus manos manchadas de sangre,
fue cuando escuchó vítores y aplausos. Se dio cuenta que ese camino, no era el
suyo. Por tanto, su segundo decreto: SERÉ ACTOR. VINE A ESTE MUNDO A SER FELIZ. ES TODO LO QUE IMPORTA, ES
TODO LO QUE DESEO. PAZ, NO VIOLENCIA. ¡QUE HABLEN! NO ME HARÁ MELLA.
Y así volviendo a vivir dulcemente lo ya caminado,
con candor abraza a ese niño, ese niñito lleno de sueños e ilusiones; niño que
nunca dejó de ser porque siempre lo cuidó, siempre lo alimentó y siempre lo
abrazó.
Con gran esfuerzo, traspiés, entusiasmo,
hambre, falta de oportunidades porque él era un actor, no propiamente un “galán
de televisión”, creó su propio teatro y fue fuente de trabajo para muchos, Co
participe de los sueños e ilusiones de tantos otros. Tuvo un nombre, un
prestigio.
Pero “LOS
TIEMPOS DE DIOS SON PERFECTOS”, como siempre decía, y llegaba su momento de
partir a ese mundo espiritual que tanto había cultivado. Los signos vitales
iban siendo cada vez más lentos, el cuerpo con el que había dado vida a tantos
personajes y que le había permitido vivir otras vidas y hacerlas vivir al
mundo, se rendía ante lo inevitable: partir. Partir, porque Dios así lo quería.
Sumido en ese estado en el que la medicina
trata de menguar el dolor físico, en ese estado de conciencia mermada, su pasado volvía todo a estremecerlo con esos
recuerdos de una vida que fue consciente de lo bueno y de lo malo, que recibió
heridas y al mismo tiempo bálsamos para curarlas. Dio y recibió, amó mucho, ¡mucho!
Y fue muy amado.
Imposible haberse imaginado en otros ayeres que
ese SU momento, sería aprovechado por algunos, que la ambición de notoriedad y
de los bienes materiales, tan propio de la condición humana, se harían tan
presentes. Le habría dolido profundamente pero ya no, ya no dolía…
Y así fue cerrando sus ojos espirituales para
abrirlos a un mundo mejor. Así se fue soltando al lado de su amado Arcángel
Miguel, quien no dejaba su mano en ese momento como en ninguno durante su vida
terrenal. Así fue naciendo a la vida prometida, a dar sus funciones pero basado
exclusivamente en el amor que todo lo puede, el amor que todo traspasa y
viajaba hacia la LUZ y hacia la inmensa tranquilidad por haber obrado siempre dando
amor.
Y…
SU
RESPIRACIÓN CESÓ
SE
FUE
PERO
SE
QUEDÓ.
“VIDA,
ESTAMOS EN PAZ”.
Maty Marín Heredia
Ciudad de México, México
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