lunes, 22 de septiembre de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXX. Todo se complica II.

Tras el capítulo de la semana pasada de Sara Garcés y Patricia Aznar (29. Todo se complica) que continúa el trepidante inicio de temporada, hoy nos llega la segunda mitad del mismo. El capítulo anterior continúa la trama tal y como se quedó antes del capítulo 28 que nos narraba el juicio de Pedro, y que abrió un interesante paréntesis en la historia principal. Arranca con Olga que se había citado para comer con Mario en casa de este último. Media hora antes ya está por los alrededores esperando que se haga la hora de la cita y se encuentra con Pedro, Sandra y Rafa que vienen del juicio. Estos se detienen comprometidos por la violenta situación para saludar a Olga y entablan conversación. A Rafa se le escapa que vienen del juicio de Pedro, del cual Olga no tenía conocimiento y Sandra remata dándole demasiadas explicaciones. Tras una breve discusión entre Pedro y Olga, esta se marcha a su cita. Patricia llega a su casa tras su sesión de ejercicio físico y cuando se tumba a descansar en el sofá escucha el mensaje de voz que le había dejado Ramón. Sobresaltada vuelve a escucharlo. Miles de sentimientos afloran de nuevo. Pedro llega a su casa y Ana le recibe. Este le informa sobre como ha ido el juicio y sobre su encuentro fortuito con Olga y cómo Rafa y Sandra le han dado todos los pormenores del juicio. Olga a su vez, llega al bloque para su cita con Mario y se encuentra con la Señora María, que se alegra mucho al verla y la invita a tomar un café después de comer y ponerse al día. Tras esto, se atusa un poquito y llama en la puerta de Mario.
¿Qué pasará en la cita de Mario y Olga? ¿Qué pasos seguirán Ana y Pedro en sus procesos judiciales? ¿Cómo reaccionará Patricia ante la llamada de Ramón? ¿Cómo finalizará la huida de Ramón secuestrando a su hijo? No os perdáis el capítulo de hoy.



XXX.     Todo se complica (II)


—Hola nena —dice Mario con tono nervioso—. Sí, sí, claro, pasa, esta es tu casa.
Olga entra y camina como si de un pase de modelos se tratase, y Mario va detrás como un perrito faldero.
Mario había preparado una comida especial, dorada al horno con patatas y cebolla pochada, uno de los platos preferidos de Olga.
Se sientan alrededor de la mesa y comienzan a disfrutar de ese plato tan delicioso mientras conversan alegremente.
Al terminar la comida, Mario le propone a Olga que le acompañe a recoger un paquete que le había enviado un amigo de Londres, pero ésta niega su propuesta y le explica que ha quedado con la Señora María.
—Me encantaría poder acompañarte cari, pero esta mañana me he encontrado con la Señora María y me ha invitado a tomar café a su casa —le responde Olga—. Aprovecharé para preguntarle qué tal les va a Pedro y a Ana y para quedarme más tranquila, ya que ellos no cuentan conmigo para nada e incluso me han ocultado el tema del juicio —prosigue haciéndose la víctima.
Evidentemente las intenciones de Olga no eran las que le había hecho creer a Mario. Ella quería hablar con la Señora María para sacarle información sobre la nueva relación de Pedro y Ana, y así poder malmeter entre ellos dos e intentar ‘‘recuperar’’ a Pedro.
—De acuerdo, lo comprendo. Cuando termines vuelve aquí, te dejo unas llaves, ya sabes que esta es tu casa —le contesta Mario guiñándole un ojo.
Mario le da un apasionado beso, coge sus cosas y se marcha. No habían pasado ni cinco minutos y Olga ya estaba yendo a casa de la Señora María, no tenía tiempo que perder.
“Din don, din don”. Olga toca el timbre de la casa de la mujer.
La Señora María le dice que se ponga cómoda y que le espere en el salón ya que tiene que sacar la última remesa de magdalenas del horno.
Una vez ya todo preparado, ambas se sientan en el sofá, comienzan a tomar café y a charlar, aunque ha pasado poco rato cuando Olga decide ir directamente al grano y preguntarle por lo que a ella le interesa realmente.
—Sí, sí, me parece muy interesante todo esto que me está contando —le dice Olga interrumpiendo lo que la Señora María le estaba contando—. Por cierto… ¿Cómo les va a Pedro y a Ana? Hace taaaaanto que no sé de ellos…
—Pues la verdad es que están muy contentos en esta nueva etapa de su vida. La llegada de los gemelos nos va a llenar de alegría —contesta la Señora María con cara de felicidad.
Seguidamente, se queda pensativa y añade:
—¡Ay! Ahora que me los recuerdas, Ana me dejó un juego de sus llaves y pasado mañana me voy a Benidorm con el Imserso —dice María señalando las llaves que están colgadas detrás de la puerta principal—. Tengo que ir a devolvérselas, menos mal que me lo has recordado hijica. ¡Qué cabeza tengo!
Es entonces cuando a Olga se le ilumina la bombilla y se le ocurre una brillante idea para su plan: le robaría las llaves a la Señora María para poder entrar en casa de Pedro y Ana y dejar su huella…

Patricia, ilusionada, no se lo piensa dos veces. Hace rápidamente su maleta, coge las cosas de Fede y se montan en el coche camino a Pau, en los Pirineos franceses, donde está la casita de sus padres y así encontrarse con Ramón.
Ya en la carretera, Patricia decide llamarle (utilizando el manos libres) para decirle que ya está de camino y que llegará en aproximadamente dos horas y media.
Una vez en Pau, Patricia toma dirección hacia la casita de campo y ve a lo lejos a Ramón sentado en un banco esperándola frente a la casa. Pero no está solo, hay un niño junto a él, cosa que Patricia no entiende ya que no le había comentado nada.
Patricia coge a Fede y bajan del coche, cuando Ramón se le acerca apresuradamente para darle un apasionado beso y decirle que es la mujer de su vida. Pero Patricia sigue sorprendida al ver a ese niño, por lo que le pide explicaciones.
—Hola Ramón, yo también tenía muchas ganas de verte —le dice Patricia un poco tensa—, pero… ¿por qué no me habías dicho que traías compañía? ¿Quién es ese niño?
Es una larga historia, pero no te preocupes, esta todo solucionado —le contesta Ramón cogiéndole la mano delicadamente—. Este es Jack, mi hijo. Su madre me lo arrebató y ahora está pagando por ello. Ahora los tres podremos ser felices juntos sin que nadie se interponga.
—¿Cómo? ¿Qué tienes un hijo? ¿Por qué no me lo habías contado? —responde Patricia sorprendida.
—Mira, te explicaré todo más tranquilamente en otro momento, pero ahora tienes que ayudarme. Tenemos que irnos de aquí a un lugar donde nadie nos conozca ni nos busque.
—¿Pero qué es lo que pasa? ¿Me has hecho venir hasta aquí para ahora tener que marcharnos? No entiendo nada Ramón… —contesta Patricia soltándose de su mano.
—Deja de hacer preguntas estúpidas, ¡no hay tiempo! La policía me busca por llevarme lo que me corresponde, mi hijo —responde Ramón poniéndose cada vez más nervioso y agresivo.
—Ramón, me estás asustando, no puedo ayudarte en eso, es algo muy serio. Pensaba que querías que viniera para estar los dos juntos a solas, pero ya veo que tu intención es otra. Vamos a llamar a la policía para solucionar esto de una manera civilizada —le dice Patricia con el teléfono en la mano—. Seguro que la madre del niño está muy preocupada.
—Tu no vas a llamar a nadie, zorra —le grita quitándole el teléfono bruscamente—. Tú verás lo que quieres hacer, pero igual alguien sale perjudicado por tu culpa…
En ese instante, Ramón saca una pistola de la parte trasera del pantalón y apunta a Fede, que está justo a su lado.


Mientras tanto en casa de la Señora María, ésta se dispone a recoger las tacitas de café y los platos. Se dirige hacia la cocina y se entretiene fregando la vajilla. Es entonces cuando Olga ve la oportunidad de oro para acercarse a la puerta y robarle las llaves. Se las guarda rápidamente en el escote y  vuelve a entrar en el salón. Cuando regresa la señora María, Olga ya está de pie y con su bolso puesto, preparada para irse.
—¿Ya te vas Olguica? ¿No quieres que te enseñe las fotos de cuando me fui a Toledo?
—Se lo agradezco, me encantaría, pero el tiempo se me ha pasado tan rápido que no me he dado cuenta de la hora que es y tengo que marcharme a hacer un recado —le contesta Olga sin darle opción a responder—. Muchas gracias por todo, ¡chao!
Olga sale rápidamente de ese pequeño apartamento y se dirige hacia una de las calles paralelas del bloque. Desde ahí le manda un whatsapp a Mario para darle una excusa de las suyas de por qué no se ha quedado esperándole en su casa:
“Hola cari. No te asustes si llegas a casa y no me ves :p. Me he tenido que ir porque mi hermana me ha llamado urgentemente. Te he dejado las llaves debajo del felpudo. Besines, nos vemos pronto”.
Una vez todo “aclarado” con Mario, Olga decide pitar en el telefonillo automático de Pedro para comprobar si están o no en casa y así poder hacer lo que tiene pensado.
Por suerte para ella, no están en casa, así que sin más rodeos se mete al ascensor y sube al piso de Pedro.
Una vez en su puerta, mira disimuladamente hacia todos los lados para asegurarse de que nadie la ve, y entra.
Es un pequeño piso que aunque no es demasiado grande, los múltiples espejos que decoran las paredes hacen que parezca más amplio. Tiene el salón junto con la cocina, separado de una barra americana, un baño enfrente y un dormitorio.
Nada más entrar a Olga le recorre una sensación de rabia e impotencia al ver, en el tocador de hall, una foto de la pareja. Como es tan impulsiva, coge la foto y la tira al suelo, haciendo que se rompa el cristal en trocitos.
Lo siguiente que hace es entrar en el dormitorio y tumbarse sensualmente en la deshecha cama con la intención de dejar su característico olor en las sábanas. En ese instante comienza a recordar aquella maravillosa Nochevieja que pasó con Pedro y se le ocurren mas ideas que pueden terminar con la relación entre Ana y él.
Se levanta de la cama y se quita el tanga el cual deja colgado de la lamparita de noche que está en la mesilla y seguidamente se desabrocha el sujetador y lo coloca sobre la cama.
Ya se disponía a salir de la habitación cuando algo del armario abierto le llama la atención, ahí estaba la camisa de cuadros rojos preferida de Pedro. Se acerca a ella, la coge, se la acerca a la cara y comienza a olerla con ímpetu y deseo. Saca el pintalabios rojo que siempre lleva en el bolso, se pinta delicadamente sus carnosos labios, comienza a besar el cuello de la camisa impregnándolo de carmín y la deja sobre el sillón que está al lado del armario.
Finalmente sale del cuarto y se dispone a buscar cualquier información que le sirva para conocer mejor la situación del juicio de Pedro, ya que le preocupa que acabe en prisión.
Entonces, encuentra sobre la mesa del salón los papeles relacionados con el juicio. Comienza a hurgar entre ellos y se topa con un papel escrito a mano donde aparecen los números de teléfono de la señora con la que tuvo el accidente y el de su hijo.
Olga sabe perfectamente que con su cuerpo para el pecado y sus dotes de seducción puede convencer a cualquier hombre de lo que quiera, y no le resultaría difícil hacer que el hijo quisquilloso de la mujer retirara la denuncia a Pedro ligándoselo. Así que cogió su teléfono móvil y marcó el número del chico para guardarlo en su agenda, cuando de repente vio que ya lo tenía guardado. El nombre que aparecía era el de Ian…


No hay comentarios:

Publicar un comentario