Tras la segunda parte del capítulo de Sara Garcés y Patricia Aznar (30. Todo se complica II) hoy seguirá la trama principal. Ya advertíamos que la tensión iba a subir y vaya si lo ha hecho.
El capítulo continúa tal cual se quedó, con Olga acudiendo a su cita para comer con Mario. Tras el almuerzo este tiene que pasar a recoger un envío de un amigo suyo y Olga prefiere quedarse y aceptar la invitación de la vecina con la que se había encontrado antes.
Una vez que Mario se va, Olga pasa a visitar a la adorable Señora María y tras unos minutos charlando de varios asuntos decide ir al grano e intentar sonsacarle algo de Pedro y Ana. La anciana le comenta que son muy felices y que en los próximos días debe de salir y debería devolverles el juego de llaves que la pareja le presta. Es entonces cuando Olga lo tiene claro...
Patricia por su parte, ilusionada prepara su maleta y a su perrito Fede y se va para Pau en busca de un sueño tras la llamada de Ramón. Cuando llega descubre que no está solo, le acompaña un niño. Le pide explicaciones y Ramón le confiesa que ha traido lo que le pertenecía, y que es su hijo. Pretende empezar una nueva vida lejos del mundo. Patricia aturdida y asustada por los acontecimientos intenta llamar a la policía y acabar con esta situación civilizadamente pero Ramón saca una pistola y la amenaza con matar a Fede.
Olga mientras tanto aprovecha un descuido de la Señora María para hacerse con el juego de llaves del piso de Ana y Pedro y un tanto bruscamente se despide de la anciana para urdir su plan. Baja al portal, le envía un mensaje a Mario disculpándose por no esperarle en casa y decide llamar en el telefonillo de la pareja para ver si se encuentran en la vivienda. Como no hay nadie sube, y una vez dentro rompe una foto de los dos, entra en el dormitorio e intenta impregnar con su olor las sábanas, deja su tanguita sobre la lámpara de noche y su sostén encima de la cama. Además coge del armario la camisa preferida de Pedro, se pinta los labios y los marca sobre la camisa, dejándola tendida también sobre un sillón cercano. Cuando sale de la habitación, busca algo con lo que poder ayudar a Pedro en su juicio y encuentra la documentación. En un rápido vistazo descubre el número de movil del hijo de la mujer contra la que chocó Pedro, e imagina que con sus habituales armas de mujer no le será difícil ligárselo para influenciar para que retiren la denuncia. Rápidamente marca ese número para guardarlo en la agenda, cuando descubre que ya lo tenía almacenado, es el de Ian...
¿Quién es Ian? ¿Qué pasos seguirán Ana y Pedro en sus procesos judiciales? ¿Cómo se desarrollará la escapada a Pau de Ramón y Patricia? ¿Cómo reaccionará Ana al ver semejante panorama en su casa? No os perdáis el capítulo de hoy.
El capítulo continúa tal cual se quedó, con Olga acudiendo a su cita para comer con Mario. Tras el almuerzo este tiene que pasar a recoger un envío de un amigo suyo y Olga prefiere quedarse y aceptar la invitación de la vecina con la que se había encontrado antes.
Una vez que Mario se va, Olga pasa a visitar a la adorable Señora María y tras unos minutos charlando de varios asuntos decide ir al grano e intentar sonsacarle algo de Pedro y Ana. La anciana le comenta que son muy felices y que en los próximos días debe de salir y debería devolverles el juego de llaves que la pareja le presta. Es entonces cuando Olga lo tiene claro...
Patricia por su parte, ilusionada prepara su maleta y a su perrito Fede y se va para Pau en busca de un sueño tras la llamada de Ramón. Cuando llega descubre que no está solo, le acompaña un niño. Le pide explicaciones y Ramón le confiesa que ha traido lo que le pertenecía, y que es su hijo. Pretende empezar una nueva vida lejos del mundo. Patricia aturdida y asustada por los acontecimientos intenta llamar a la policía y acabar con esta situación civilizadamente pero Ramón saca una pistola y la amenaza con matar a Fede.
Olga mientras tanto aprovecha un descuido de la Señora María para hacerse con el juego de llaves del piso de Ana y Pedro y un tanto bruscamente se despide de la anciana para urdir su plan. Baja al portal, le envía un mensaje a Mario disculpándose por no esperarle en casa y decide llamar en el telefonillo de la pareja para ver si se encuentran en la vivienda. Como no hay nadie sube, y una vez dentro rompe una foto de los dos, entra en el dormitorio e intenta impregnar con su olor las sábanas, deja su tanguita sobre la lámpara de noche y su sostén encima de la cama. Además coge del armario la camisa preferida de Pedro, se pinta los labios y los marca sobre la camisa, dejándola tendida también sobre un sillón cercano. Cuando sale de la habitación, busca algo con lo que poder ayudar a Pedro en su juicio y encuentra la documentación. En un rápido vistazo descubre el número de movil del hijo de la mujer contra la que chocó Pedro, e imagina que con sus habituales armas de mujer no le será difícil ligárselo para influenciar para que retiren la denuncia. Rápidamente marca ese número para guardarlo en la agenda, cuando descubre que ya lo tenía almacenado, es el de Ian...
¿Quién es Ian? ¿Qué pasos seguirán Ana y Pedro en sus procesos judiciales? ¿Cómo se desarrollará la escapada a Pau de Ramón y Patricia? ¿Cómo reaccionará Ana al ver semejante panorama en su casa? No os perdáis el capítulo de hoy.
XXXI. Zarracatalla de sentimientos.
Ian Andrews, aquel
pelirrojo irlandés borracho que le hizo el amor apasionadamente en el “Love
boat” y que después desapareció. Esto trajo consecuencias… en forma de embarazo
no deseado.
Ian era un chico de
estatura media, ojos color aceituna y pelo desenfadado aunque sutilmente
arreglado. A simple vista era un chico muy guapo, pero conforme lo ibas
conociendo (su forma de expresarse, su mirada, sus gestos) hacía que cualquier
persona cayera rendida a sus pies. Tanto, que a la mismísima Olga, logró
encandilar. Tras el frenético encuentro en el “Viking Line” tuvieron una
complicada relación…
—¿Qué hago? —pensó Olga.
Cientos de mariposas
recorrían su estómago.
¿Seguir con su plan o
por el contrario le apetecía ver a Ian pero no con ese fin? Infinitas dudas
rondaban por su loca cabeza.
Tenía que pensar algo
rápido… ¡Ya! ¡No tenía tiempo!
De repente un sonido de
llaves y unos pasos muy familiares se estaban acercando al piso…
—¡Mierda! ¡No! ¡Están
aquí!
Olga lanzó los papeles y
corriendo se escondió debajo de la cama.
—¿Que tal te lo has
pasado cariño?
—Muy bien, necesitaba
pasar una tarde así de tranquilita contigo cariño. Eres el mejor Peter. Voy a
tumbarme un rato, que éstos niños me agotan.
Cuando Ana se disponía a
entrar en su habitación, llaman a la puerta.
—Ya voy yo cariño —dice
Ana.
Es la Señora María que pasa
a visitarlos.
—Hombre Señora María, que
agradable sorpresa. Pase.
—Gracias Anita. Sólo
quería comentaros una cosa: ¿qué os parece si os invito a un cafecito y
charlamos tranquilamente en mi casa? ¡He hecho esta mañana unas magdalenas
buenísimas! De esas que tanto te gustan, hijica.
—Muchas gracias, pero
hemos cenado por ahí, y yo la verdad es que no tengo nada de apetito. Estoy agotada
y necesito descansar, es usted muy amable.
—Un cafecito entra muy
bien a cualquier hora. Venga que os espero, he dejado la mesa puesta y la
puerta entreabierta.
Ana y Pedro aceptan ante
la insistencia de la anciana vecina. No sabían decirle que no a la adorable
abuelita.
—Hijicos, ya sabéis que
no me gusta meterme en cosas ajenas, pero ésta mañana he visto a Olga por aquí
y la he invitado a un cafecito. La verdad que me he alegrado de verla, ya sabes
Ana que os quiero mucho a las dos, aunque tenga más debilidad por ti. El caso es
que la he notado algo rara, apenas me escuchaba y sólo se interesaba por
vosotros. ¿Pasa algo chicos?
Ana y Pedro no daban
crédito a lo que estaban escuchando…
—Nada María, nada… —contestó
Pedro mientras sujetaba la mano de Ana.
Atónitos se quedaron
mirándose unos segundos hasta que Pedro abrazó a Ana y la besó en la frente.
—Tranquila cielo, nunca
nos van a separar.
Siguieron conversando
con María hasta las tantas…
Olga aprovechó para
salir sigilosamente del apartamento de Ana y sin recoger los papeles ni nada se
marchó apresuradamente.
Llevaba el móvil en la
mano y como si de una margarita se tratase iba diciéndose:
-¿Lo llamo? No lo llamo…
¿Lo llamo? No lo llamo…
Olga era una mujer muy
decidida, así que optó por llamarlo.
MENÚ, AGENDA, CONTACTOS…
IAN ANDREWS.
Sólo de imaginarse su
voz sentía como una bocanada de nervios y la piel se le erizaba.
Piiiiiiiiiiiii(1 tono)
Piiiiiiiiiiii(2 tonos)
Piiiiiiiiiiiii(3 tonos)
Buzón de voz….
—¿Se acordará de mí? Ya
me llamará cuándo vea la llamada —pensó.
Hacía ocho años que no
se veían, y Olga había cambiado mucho. Como todos los cambios que afectaban a
su imagen, siempre a mejor. Estaba siempre a la última y se mantenía
fantástica, era el pecado en persona y le encantaba.
Recogió el móvil en el
bolso mientras caminaba hacia su casa.
Eran las once de la
noche cuando Ana miró su reloj y le hizo a Pedro un gesto para irse.
—Estamos muy a gusto
conversando con usted, pero es demasiado tarde y hoy ha sido un día muy
ajetreado.
—Vale Anita, no os
preocupéis. Ahora que me doy cuenta… ¡No habéis probado mis magdalenas! ¡Ay
esta juventud que no come nada! Llevaros el resto para desayunar mañana, que
seguro que no tienes nada en la despensa...
—Gracias María, es usted
un encanto —le sonrió Ana.
—Hasta mañana hijicos, que
descanséis.
—Igualmente y gracias
por todo.
Se fundieron los tres en
un cálido y acogedor abrazo y la pareja le dio un tierno beso a la Señora María a modo de
despedida.
Al entrar en el piso, Ana
seguía con el tema Olga. ¡Cómo para olvidarlo!
—¿Qué es lo que quiere?
¿Por qué es así? —Ana lo repetía una y otra vez.
—Déjalo ya cielo. Ahora
piensa que va a ir todo bien, que por fin estamos juntos otra vez y que pronto
seremos cuatro —le dijo Pedro para tratar de calmarla.
—Gracias cariño. No sé
que haría sin ti. Eres el pilar más importante de mi vida.
Se fundieron en un
romántico beso. Pedro, para rematar la jornada se le ocurrió una idea:
—¿Te apetece que antes
de dormir veamos una peli? Rafa me grabó el otro día unas cuantas, entre ellas
tu favorita: “El Diario de Noa”.
—Me encantaría guapo, pero
estoy tan agotada que solo tengo ganas de tumbarme y dormir.
—Está bien cariño, yo me
quedo un ratito viendo la tele.
—Hasta mañana cariño
—dijo Ana mientras se dirigía a sus aposentos.
Cuándo Ana llegó a su
habitación y encendió la luz no podía creer lo que estaba viendo: papeles por
el suelo, un sujetador encima de la cama, un tanga en la lámpara de la mesita
y… la camisa que le regaló a Pedro manchada de carmín.
¿Que estaba pasando?
¿Por qué? ¿Otra vez? No podía creerlo.
—Pedro, ven por favor, tenemos
que hablar —le dijo con la voz entrecortada.
—¿Qué te ocurre pequeña?
—le preguntó Pedro con los ojos como platos cuando llegó a su altura y
contemplo semejante panorama.
—Vete pensando en lo que
me vas a contestar, porque yo ya no puedo más Pedro.
—Estoy tan asombrado
como tú. De verdad que no sé qué esta pasando Ana. Tienes que creerme, por favor.
Ana lloraba desconsoladamente.
¿No podía pasar un día en el que estuviera tranquila y feliz? Le pidió a Pedro
que por favor se marchara a casa de sus padres, necesitaba estar unos días sola
y pensar en lo ocurrido.
—Ana cariño, por favor,
te juro que yo no sé nada. Me tienes que creer, por favor. Eres la mujer la de
mi vida, ya lo pagué muy caro la otra vez. ¿Piensas que soy tan tonto de
volverlo a hacer otra vez? Ana, por favor —Pedro le suplicó entre lágrimas a
Ana una y otra vez que lo creyera.
—Pedro, no me lo pongas
más difícil por favor. Vamos a darnos un tiempo, esto me acaba de dejar
desconcertada.
Pedro se marchó
cabizbajo a casa de sus padres, necesitaba hablar con su hermana y que ésta le
aconsejara.
Mientras, aturdido
todavía, por el camino pensó:
—Esto ha tenido que ser
cosa de Olga, ¡seguro! —pensó. Sacó su móvil del bolsillo y marcó su número—. ¡Mierda
ocupado! Ya probaré mañana, esto tengo que arreglarlo cuanto antes.
Olga se disponía a acostarse
cuándo se dio cuenta de que su móvil no dejaba de parpadear, la estaban
llamando. ¿Quién podía ser a las doce de la noche?
Miró en móvil y
automáticamente se le dibujó una sonrisa.
—Hola Ian. ¡Cuánto
tiempo!
—Sabía que tarde o
temprano me llamarías, Olguita.
—Quedaron muchas cosas
pendientes entre nosotros hace ocho años, ¿no crees? ¿Te parece que nos veamos
mañana a eso de las ocho en el Rock´n Blues y nos ponemos al día?
—Perfecto, allí estaré.
Ponte guapa.
No se lo podía creer.
¡Qué zarracatalla de sentimientos! Incertidumbre, morbo, nervios, alegría…
Eran las seis de la
tarde del día siguiente y Olga comenzó con su sesión de chapa y pintura. Era
una mujer muy atractiva y sabía sacarse partido. Se enfundó en unos leggins de
color negro que marcaban su perfecta silueta, una camisa vaquera super ceñida, tacones
de infarto y sus labios los había pintado de un rojo pasión que parecían aun
mas sensuales y carnosos.
Llego al Rock´n Blues a
eso de las ocho menos diez. ¡Qué le estaba pasando! Llegaba a la cita con diez
minutos de adelanto, cuando su modus operandi era hacer esperar a sus citas
“porque sí”.
Allí estaba él, leyendo
un periódico desinteresadamente mientras la esperaba.
Olga se fue acercando
hasta su mesa, y éste al oír los tacones que se aproximaban levantó la miraba
hacia el frente.
—¿Olga?
—Hola bombón, cuánto
tiempo…
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