lunes, 3 de noviembre de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXXVI. Los gemelos golpean dos veces.

Tras el capítulo de la pasada semana (35. Juego de tronas) de Natalia Carcas Gracia, hoy la acción continúa...
El capítulo arranca con la noticia de que Patricia estaba esperando un bebé también, y que este corría peligro a causa de uno de los fuertes golpes que le propició Ramón.
Tom y Amandine acompañan hasta un vehículo que los devolvería a su casa a Mary y al pequeño Jack. La mamá les pide a los agentes que le mantengan informada de la evolución de Patricia y su bebé, ya que está muy agradecida por su gesto que le devolvió a su pequeño. Estos se comprometen a mantenerla informada.
Tres meses después Ramón permanece en prisión, acusado del secuestro de Jack, el de Ana, robo de material médico y de la paliza a Patricia. Permanecerá entre rejas 15 años y 3 meses.
Patricia por su parte se recuperó estupendamente de la fuerte paliza y su embarazo sigue adelante.
Mary y Jack recuperaron su vida anterior, más tranquilos sabiendo que Ramón permanece en prisión. Tom y Amandine los mantienen informados y hace un mes y medio estuvieron en España visitando a Patricia.
Sandra y Rafa afianzaron su relación y se decidieron a alquilar un piso cerca del de Ana y Pedro.
Ana había pasado la fase más crítica de su embarazo y comenzaba a disfrutarlo de verdad, aunque más pesada, claro. Su relación con Pedro había vuelto a la normalidad. La última ecografía desvelo que serían dos niñas (Candela y Lucía).
Ambos disfrutaban del embarazo. Pedro comenzó a leer un libro sobre paternidad que le regaló su madre: Juego de tronas. Y aprendía todo lo que podía ante la llegada de los bebés.
Una tarde, mientras preparaba la cena y Ana descansaba en el sofá, sonó el teléfono. Pedro respondió y una voz femenina contestó al otro lado del teléfono...
¿Quién será y qué querrá de la atormentada pareja? ¿Cual será el veredicto para el juicio de Pedro? ¿Cómo le irá a Ramón en prisión? No os perdáis el capítulo de hoy.



XXXVI. Los gemelos golpean dos veces.


—¿No me conoces? —respondió la voz femenina desde el otro lado del teléfono.
—Pues si no me das más pistas la verdad es que no sé quién eres.
—Soy Patricia, pero si tienes cerca a Ana no digas mi nombre, no quiero que se entere de que soy yo.
Pasaron varios segundos sin decir palabra por ambas partes, solo se escuchaba la canción de Fito de fondo. Ana, desde el sofá, le extraño tanto silencio.
—¿Pedro, quién es? —pregunto Ana.
—Es mi hermana Sandra, quiere que le de la receta de la tarta de queso que hacemos tu y yo.
—Podemos quedar para hablar, tengo algo muy importante que decirte pero por teléfono no me parece apropiado —dijo Patricia.
Pedro, se metió en su habitación con el inalámbrico y bajo la voz.
—Vale, ¿dónde podríamos vernos?
—¿Qué te parece en la cafetería del centro comercial que hay al lado del hospital, mañana a las cuatro?
—Muy bien, tengo que hacer unas compras y ya aprovechamos para hablar.
—OK, hasta mañana. Dijo Patricia.
—Hasta mañana.
Pedro colgó el teléfono y se dirigió hacia el salón pensando rápidamente en la historia que le iba a contar a Ana.
—Mi hermana, que le quiere dar una sorpresa a Rafa y le va hacer una tarta de queso.
Ana no pareció sospechar nada y así se quedó la conversación, Pedro se fue a la cocina a seguir con la cena.

Mientras tanto en estos tres meses, Olga estaba teniendo una relación a dos bandas, por un lado Mario, que el pobre no se imaginaba lo que le estaba haciendo Olga y por otro Ian, al cual le había vuelto a seducir con sus armas de mujer. Estas cosas se suelen descubrir tarde o temprano pero viniendo de Olga lo llevaba muy bien, ya que con Ian solamente estaba los fines de semana pues trabajaba fuera y no estaba el resto de la semana, así se quedaba el camino libre para estar con Mario sin que este sospechase nada.
Un sábado noche, cenando con Ian en un restaurante italiano, Olga intento sonsacar a este información sobre el accidente que había tenido Pedro con su madre y el por qué de llevarlo a juicio para sacar lo máximo posible a Pedro.
—No comprendo porque tu madre llego al extremo de ir a juicio contra ese chaval. Tanto odio le creó el accidente —preguntó Olga.
—En realidad mi madre no quería, pero el abogado que tenemos es muy  recto y le gusta llevar los casos hasta el final, de ahí que nos llevo a juicio. Pero en realidad mi madre no quería —insistió.
Olga en seguida pensó que hablando con el abogado igual conseguían algo positivo con respecto al juicio y no dudó en preguntar a Ian por él.
-¿Y qué abogado es ese que le gusta tanto ir hasta el final?
—Se llama Benito Gracia y pertenece al bufete de abogados de la compañía de seguros ADESLAS. Es muy bueno.
—Y no lo dudo… —respondió Olga, que se quedó con el nombre y la compañía para poder localizarle y hablar con él.

Al día siguiente, Pedro se busco una buena escusa para ir a comprar al centro comercial solo. Una vez allí se dirigió a la cafetería de dicho centro comercial, allí estaba ya Patricia tomando un café y mirando miles de whatsapp que tenía en el móvil sin leer. Se le veía bien y ya tenía bastante tripilla del embarazo, que tanto peligro corrió tras el secuestro de Ramón.
—Hola Patricia. ¿Qué tal estas? —preguntó Pedro acercándose a la mesa.
Patricia enseguida se levantó y se dieron dos besos.
—Pues muy bien Pedro, gracias por preguntar.
—¿Cómo llevas la recuperación de todo lo sucedido? ¿Y el embarazo, que tal lo llevas?
—Pues la verdad que tras el susto lo llevo muy bien, me he recuperado completamente de los golpes y la memoria la he ido recuperando poco a poco hasta no tener ninguna secuela. ¿Y Ana que tal lo lleva? Porque yo con una va que te va, pero ella con dos… ¿estará gordísima no?
—Sí, bueno lo normal —contestó Pedro—. Aunque no te pienses que tiene mucha mucha tripa, tiene lo normal.
Los dos rieron y comenzaron a hablar del asunto.
—Bueno Patricia, ¿qué es eso tan importante que me tienes que contar y no quieres que se entera Ana?
—Eso va relacionado con mi recuperación de la memoria. Cuando fueron pasando los días después del secuestro, recordé conversaciones que tuve con Ramón en la casa de campo de Pau.
Cuando Pedro escucho el nombre de Ramón, un escalofrío recorrió su cuerpo, ya se intuía que nada bueno le podía contar.
—Bueno, pues cada día iba recordando más y más y he llegado a recordar una conversación que iba relacionada con el embarazo de Ana. No te asustes pero te lo tengo que decir, tal y como me lo comento él.
—A ver qué es lo que te dijo el insensato ese —replicó Pedro.
—Me comentó que tenía un hermano gemelo, que vivía en Estocolmo. No lo conocía nadie por aquí del grupo de amigos, nadie nunca le había visto antes, los separaron desde muy pequeños y desde entonces están viviendo separados, pero no han perdido el contacto en ningún momento. Siempre han estado uno pendiente del otro, aunque sea en la distancia.
—¿Si bueno, y qué tiene esto que ver con el embarazo de Ana? —preguntó Pedro, intuyendo ya por donde iban los tiros.
—Pues esto claro que tiene que ver con el embarazo de Ana. Ya sabes que al principio no estaba muy claro quién era el padre, por el tema de aquel desliz de Ana con Ramón, si eras tú o era Ramón.
—Venga Patricia, no me vengas con esas ahora, quedó perfectamente claro que era yo el padre y solamente yo —aunque Pedro por dentro tenía sus pequeñas dudas pero no quería sacarlas al exterior, se las quedaba en sus adentros para que nadie sospechase nada.
—Sí Pedro, eso nadie lo duda —comentó Patricia—. Nadie excepto Ramón. Ya sabes que esto de los genes de los gemelos es hereditario, si eres gemelo tienes muchas más probabilidades de tener gemelos que uno que no lo es.
—¡Pero qué tontería es esa! —replicó Pedro ya con cierto aire de enfado y desconcierto en su voz. la verdad es que se estaba poniendo muy nervioso con todo lo que le estaba contando Patricia.
—Bueno Pedro no te enfades, yo solo te comento la conversación que tuvimos Ramón y yo en la casa de Pau, y quería decírtelo para que lo supieras.
—Lo entiendo Patricia, no es tu culpa pero es que todo este asunto me está sacando de mis casillas y no puedo más. Entre el juicio, el problema de Ramón, las gemelas…. Todo esto me está superando.
—Lo comprendo Pedro pero quería que lo supieses para que no te pille en fuera de juego. Otra de las cosas que me comentó era que si a él alguna vez le pasase algo, no dudaría en venir a buscarlo, costase lo que costase y que estaría dispuesto a hacer lo que hiciera falta para ayudarle.
—Sí bueno, ¿pero a Ramón no le ha pasado nada, no? — inquirió Pedro.
—No, no le ha pasado nada, pero te recuerdo que está en la cárcel y eso igual es motivo para que su hermano regrese. Te lo digo para que estés muy alerta, por lo que pueda pasar o venir.
—Bueno, no creo yo que por eso vaya a venir.
—Pedro, yo no estaría tan segura de eso. Ya me comentó que eran de carácter muy parecido, muy impulsivos los dos, que si se les metía una cosa en la cabeza la hacían. Mira Ramón a lo que llegó, secuestro a Ana, se fue a Inglaterra, secuestro a su hijo y lo que no sabremos.
—Bueno Patricia, muchas gracias por ponerme en antecedentes, sobre todo en este tema. Estaremos atentos por lo que pueda pasar.
—Pero sobre todo un favor te voy a pedir, no le digas a Ana que hemos tenido esta conversación, si no estoy segura que perdería su amistad para toda la vida.
—Por eso no tengas duda Patricia, este café no lo hemos tomado en la vida. Ana no se enterara de nada de todo esto, te lo prometo.
Una vez terminada la conversación y el café que ambos habían pedido, se despidieron dándose dos besos y cada uno se fue a sus asuntos.
Pedro entro en casa intentado por todos los medios que quería era que Ana no notase nada.
—Pedro… ¿Eres tú? —preguntó Ana desde el sofá en el cual descansaba plácidamente con una almohada en los pies.
Éste tomo aire y contesto.
—Sí cariño soy yo, mira lo que he comprado en el centro comercial para cenar: navajas, almejas, mejillones y gambas langostineras. Te voy a hacer la cena que tanto te gusta de picoteo.
—Gracias cariño. ¿Sabes que me ha llamado tu hermana Sandra?
—¿Sí? Y que quería. ¿No querría otra vez la receta? Pedro pasó unos instantes de angustia por si ambas habían hablado del tema de la llamada de ayer.
—No cariño, solamente hemos hablado de quedar mañana por la mañana para ir de compras.
Pedro respiro tranquilo, casi sudando.
—Muy bien cariño, así os aireáis un poco las dos.
A la mañana siguiente Pedro y Ana se levantaron a la vez y desayunaron juntos. Ana se vistió y se despidió de Pedro para ir al encuentro de su cuñada.

Ana llego a la puerta de la calle, la abrió salió a la calle y se quedó helada. No podía ser, en la acera de enfrente estaba…

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