Autor: Cristina Martín Benito
Procedencia: Salamanca.
“NUESTRO LUGAR PREFERIDO”
Cuando me desperté me di cuenta de que
estaba desnuda. En mi cabeza se apilaron una serie de imágenes que hasta a mí
misma me daba cierta vergüenza recordar.
Me tapé la cabeza con las sábanas como
si de esta forma los recuerdos fueran a desaparecer, pero obviamente, no lo
hicieron.
Con mi mano derecha palpé el otro lado
de la cama. No había nadie. Las sábanas estaban frías, por lo que hacía un rato
que se había levantado y, por un momento, el corazón se me aceleró. ¡Se había
marchado y no me había dicho nada!
Sentí una congoja que no sabría
describir. Tenía ganas de llorar. ¿Por qué había actuado así? Pero puse toda la
fuerza de voluntad que pude para tranquilizarme. No entendía como podía ser tan
extremista. Pasé en un momento de la felicidad avergonzada a la tristeza más
absoluta.
Saqué la cabeza de entre las sábanas
que todavía olían a él, y miré el reloj. ¡No podía ser! Las doce de la mañana.
Siempre me había costado horrores dormir acompañada y no podía entender que me
había pasado. Bueno, quizás sí. La noche había sido bastante movidita y había
ejercitado todos los músculos de mi cuerpo.
Me senté en la cama y volví a mirar el
lado derecho de ésta, como si por cambiar del decúbito a la sedestación él
fuera a aparecer.
Me tapé las manos con la cara y volví a
mirar y, esta vez, me percaté de que había un folio encima de la almohada.
Lo cogí a la velocidad del rayo, como
si éste fuera a desintegrarse antes de haberlo leído, pero una vez en mis
manos, las dudas se apoderaron de mí. ¿Iba a gustarme lo que estaba
escrito?
Con más miedo que vergüenza, ya que
esta última había desaparecido de un plumazo, leí despacio, como si quisiera
entender bien que decía cada palabra que estaba plasmada en el papel.
"No podía dormir y no he podido
evitar quedarme mirándote mientras tú lo hacías. Te aseguro que de esta noche
voy a hacer un álbum mental inolvidable. No quería despertarte, algo que me
hubiera encantado para seguir añadiendo fotos en mi mi memoria, pero te he
visto dormir tan plácidamente que me ha dado cargo de conciencia. Me debes una.
Negaré ser el autor de estas palabras aunque la prueba de mi letra me delate,
pero es mirarte a la cara y ser incapaz de pronunciar cada una de estas
palabras. Te espero en nuestro lugar de la casa preferido. Te quiero".
Alguna que otra lágrima rebelde se
escapó de mis ojos al leer estas breves palabras que sé que le habían costado
un mundo escribir. No porque no las sintiera, porque estaba convencida de que
sí, pero le conocía lo suficiente para saber qué era una persona que demostraba
hechos y, era lo suficientemente introvertido para poder pronunciar cualquiera
de estas palabras. Pero a mí eso no me importaba.
Cada persona es cómo es y yo no podía
exigirle algo que sabía que le incomodaba. Ya me había demostrado mil, millones
de cosas, sin utilizar un papel.
Salté de la cama como un escopetín y me
dirigí al lugar donde me estaba esperando. Antes de llegar a la puerta, repire
profundamente.
Observé con atención nuestro sitio, y
vi que había preparado el desayuno.
Descalza, fui hacia él y mis pasos le
avisaron de mi presencia. Me senté a horcajadas entre sus piernas, le besé y me
acerqué a su oído para decirle algo que no podía evitar pronunciar:
"Y yo. Muchísimo"
Cristina Martín Benito
Salamanca
No hay comentarios:
Publicar un comentario