lunes, 26 de enero de 2015

TayTodos. 2.Lluvia de sensaciones.

Tras el sugerente arranque de "TayTodos" el pasado lunes, veamos como se desarrollan los dos comprometedores encuentros que tuvieron lugar en la sauna. Esta es la nueva novela colectiva que a lo largo de 2015 nos tendrá enganchados todos los lunes a las 21 horas, y el primer capítulo como anuncié ha sido escrito por mí, ¿quién continuará la historia? Eso lo sabremos el próximo lunes. Os dejo con el capítulo de hoy (2. Lluvia de sensaciones). Espero que os guste. Besetes a tod@s. Nos leemos.



2. Lluvia de Sensaciones.

¡Qué momento!

Yo no sabía cómo reaccionar. Me seguía inundando la sensación de nerviosismo y por otro lado, el subidón de adrenalina cada vez mayor, que sentía por todo mi cuerpo, en especial por mi "cosita", que notaba cómo iba cambiando de tamaño y dureza, sin poder controlarla al tener a esa mujer ahí, a escasos centímetros de mi cuerpo, sin decir ni una palabra con la boquita, pero cuyos ojos hablaban por sí solos.
Me provocaba, me insinuaba, consiguiendo que me recorriera el cuerpo, de arriba abajo, un escalofrío de placer, que me hacía sentir vulnerable a sus encantos y fuerza.
Pero no podía ser. Llegué a pensar que tenía que ser fruto de mi imaginación. No era posible que eso me estuviera ocurriendo en la ducha de un lugar público, completamente empapados, porque no dejaba de caer el agua, ya que no me di ni cuenta de cerrar el grifo, estaba perplejo.


Pero ¡Wowww! ¡Aquello fue a más!  Esa mujer me tenía loco, intrigado, completamente enganchado a sus encantos, a sus armas de mujer, que ya había empezado a utilizar en la sauna, los poquitos segundos que compartimos solos.
¿Qué pasó? Se acercó si cabe más a mí, rozó suavemente su cuerpo con el mío. Aunque para mí casi fue como un orgasmo, una explosión de sensaciones sensuales, que no sexuales. Sin dejar de mirarme a los ojos y humedeciéndose, sutilmente, los labios con su lengüita, uniéndose a la ya propia humedad que tenía por el agua, que no dejaba de caernos por encima.
Me era ya casi imposible contenerme a mis impulsos e instintos varoniles y animales.
Ella sabía cómo llevar mejor que yo ese momento, que tan solo fueron segundos, escasos minutos, pero yo lo estaba disfrutando como si realmente fuese mucho más prolongado en el tiempo y…
¡Zasss! ¿Qué hizo esa mujer caprichosa conmigo en ese momento?
Se giró dándome la espalda, rozándome con su trasero, sintiendo a mi “cosita” acariciarle levemente su bello y húmedo cuerpecito. Tres segundos, no más, porque se volvió a girar de inmediato.
Pero… ¡Uf! ¿Qué me estaba pasando?
Yo creo que el agua hasta hervía, y era inevitable dejarse llevar por la situación que se había creado.
A los dos se nos notaban las ganas de dar rienda suelta, y nuestros labios comenzaron a acercarse el uno al otro, cuando de repente, en ese momento tan inoportuno, se oyó la puerta y que alguien entraba.
El calorcito creado y la sensación de bienestar, pasó a hielo de glaciar y tensión. Casi sin respirar, sobre todo ella, que además se encontraba en el lugar equivocado, ya que este vestuario sólo está destinado para caballeros.
¡Cómo le debía de gustar a esta mujer el riesgo y el morbo!
En silencio, permaneció inmóvil, pero sin despegarse de mí.


Si ya era muy curioso lo que estaba ocurriendo entre nosotros… Empezamos a escuchar hablar a quiénes habían entrado al vestuario. Y cómo no, la primera voz que se escuchó, con palabras amables de saludo,  fue la de la señora de la limpieza, adecuada totalmente por su sencillez y discreción, y totalmente reconocible por su voz dulce y saber estar. La persona idónea para encontrártela, junto con una bella mujer desnuda, en una ducha del vestuario masculino. ¡Ni imaginarlo quiero!

Y telita…
La otra parte de la conversación era una voz masculina. Lógica por supuesto, por el lugar donde nos encontrábamos. Para mí desconocida totalmente, pero no para mi compañera de ducha…
La reconoció de inmediato, asombrosamente familiar le resultó…
—¿Qué hace este hombre aquí? —exclamó muy bajito y suavecito—. ¡Es Venancio, mi marido!
Yo flipando. Todo aquello se vino abajo vamos, fue un cambio brutal de temperatura y sensación.
Los dos atrapados en la ducha, sin poder salir, y con la incertidumbre de qué te ibas a encontrar a la salida y qué íbamos a hacer para que fuera lo más natural posible, evidentemente una vez que volviéramos a estar solos de nuevo.
Tan apenas intercambiamos palabras. Era todo muy expresivo, con la mirada principalmente, intentábamos comunicarnos para que no se oyera nada.
No quedaba otra, que cuando ya nos sintiéramos más relajados, si es que se podía, salir naturalmente como si nada y esperar a que este señor, tan inusual en frecuentar centros deportivos saludables, se saliera fuera y asegurarnos, de que cuando ya se encontrara en alguna de las zonas seguras para nosotros, ella pudiera salir de la ducha y se dirigiera a su vestuario.
Sensación desorbitante, pero por otro lado, había que solventarla de la mejor manera y lo más rápido posible. Si habíamos sido capaces de entendernos en algunos aspectos momentos atrás, teníamos que ser capaces de solucionar esta situación, que no deja de ser morbosa, pero con una alta dosis de riesgo.
No sé el por qué, pero a los dos nos salió así, de manera instintiva, darnos un beso cortito, pero apasionado y ponernos manos a la obra.
Salí. Ahí estaba el hombre. Saludé como si nada. Tardaba en abandonar el vestuario. Se tomaba su tiempo para cambiarse y es más, me empezó a dar conversación, interesado por el centro y preguntándome algo de información.
Era tan contradictorio aquello, que claro, yo que sí sabía lo que ocurría, no se me pasaba por la cabeza, más que…, que…, que en un descuido tonto, podría hacer estallar esta demencial situación no se sabe cómo.

Claro, había que tener cuidado por otro lado, no le fuera a dar por querer entrar a la ducha, donde se encontraba su mujer, a la espera de que éste saliera y consiguiéramos tenerlo bajo control. Yo creo que esta situación, que tan apenas duraría diez minutos, se me hizo mucho más larga que todo lo anterior.
La tensión que causaba era tal, que creo que todo lo que me podía haber relajado en la sauna, y con el resto de lo ocurrido hasta este incidente, se fue al garete y me estaba empezando a causar varias contracturas por diferentes partes del cuerpo. Qué ganas de que llegara la hora de que se saliera fuera y ver cómo solucionábamos el siguiente paso, porque imagínate si confiamos en que ya ha salido, y le da por volver y entrar justo cuando sale su mujer por la puerta…

Verdaderamente se me estaba haciendo muy difícil la situación, que tan agradablemente había comenzado.
Mientras tanto sin olvidar, que esa mujer tan bella para mí, se encontraba secuestrada en la ducha, evitando hacer cualquier tipo de ruido para no dejarse notar.
Por fin, el hombre se decidió a salir.

Yo, ya estaba vestido claro, para salir casi a la vez que él y asegurarme no sé cómo, la verdad, de poder ayudarla a salir, una vez estuviera este hombre entretenido con otra cosa, para que no le pasara por la cabeza, por lo menos en el ratito necesario para hacer la salida, volver a entrar.
Bueno, parece que conseguí que el deseo se cumpliera, el hombre se puso a  sus cosas, empezó a comprobar el funcionamiento de una de las cintas de correr, y yo aproveché el momento para dirigirme en busca de mi compañera de ducha. Pero se va uno y vuelve la otra. De nuevo aparece la señora tan encantadora de la limpieza, que me pregunta:
—¿Se puede entrar? ¿Sabe si hay alguien? Es que necesito limpiar y dejar unas cosas en el vestuario.


No puede ser, esto en lugar de solucionarse, se liaba cada vez más. Conseguí convencerla de que no entrara en ese momento. Mientras, mi compañera de ducha debía de estar con la incertidumbre de no saber qué ocurría y yo, echando mano de la imaginación, por llamarlo de alguna manera, para ingeniármelas de cómo seguir resolviendo esta complicada situación...

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