viernes, 30 de enero de 2015

Colección Uni2. Luz en la oscuridad: 6. La Navidad de 1940

Sexto capítulo de "Luz en la oscuridad", con Peter North (piloto de las fuerzas aéreas británicas durante la Segunda Guerra Mundial) tras la línea enemiga. Veamos cómo continúa la acción tras los capítulos iniciales en esta propuesta de Alberto Bello y Vanesa Berdoy. La verdad es que traen un gran capítulo.



Luz en la oscuridad


CAPITULO VI: LA NAVIDAD DE 1940


—Lo recogieron mi hermano y mi sobrino desnudo en alta mar. No conseguimos hablar con él en francés, sólo nos comunicamos por señas. Lo hemos estado cuidando desde entonces —dijo la mujer.
En ese momento el enfermo se volvió. Peter no pudo creer lo que estaban viendo sus ojos, ¡era John! ¡Era su amigo de la infancia, John Mathews! Él mismo lo vio precipitarse al mar con su avión y pensó que no volvería a verlo jamás. No podía explicarse el por qué estaba allí delante suyo. Poco importaba. El júbilo le embargó. Se acercó a su amigo y los dos se fundieron en un gran abrazo.

Peter explicó a los presentes quién era el enfermo. Le pidió al doctor que por favor le dejase llevarse a John con él. El doctor convino que estaba lo suficientemente recuperado. Si lo llevaban a la ciudad tendría más posibilidades de volver a Inglaterra, al contar con la ayuda de la resistencia.
Se despidieron de la mujer y volvieron todos a casa del doctor. Este le prestó algo de ropa para John. Los tres compañeros se dispusieron a subir a la camioneta de Juliette y partir hacia la ciudad. Moreau sugirió que sería mejor que John no se dejara ver, ya que no hablaba ni una palabra de francés. Les dio una lona lo suficientemente grande, John se tumbó en la parte trasera de la camioneta y se tapó con ella. Resultaba un escondite un tanto improvisado.
Finalmente partían a media mañana, no era una buena hora para circular con dos pilotos británicos en un coche sobre todo si uno de ellos no hablaba francés, pensó Marie, pero no les quedaba otra.

Por la carretera se cruzaron con varios vehículos alemanes pero no tuvieron contratiempos.
Peter se dirigió, con sus nuevos compañeros, directamente a Le Parisien. Convinieron que John se quedara con los parientes de Marie en su casa a las afueras de la ciudad. Era una casa grande de una planta, en la que sólo vivía el matrimonio, que nunca había tenido hijos. No les fue difícil encontrarle un hueco para John en el sótano. A pesar de que Juliette le había conseguido documentación falsa, no debía de dejarse ver debido a su desconocimiento del francés, lo cual lo delataría fácilmente.
Pasaban los días mientras esperaban noticias del agente Dufresne. Se acercaba el invierno y el tiempo empeoraba. Había nieblas y heladas. La “batalla de Inglaterra” había entrado en una especie de letargo debido al mal tiempo. Peter supuso que la misión que debían de llevar a cabo se retrasaría. Un telegrama de Dufresne le confirmó que la RAF debía de reorganizarse, así como esperar a que el tiempo mejorara. Estaban ya a primeros de diciembre, la predicción meteorológica no era buena.

Se acercaba la Navidad y Peter pensó que era la primera vez que no iba a estar con su familia y que los echaría mucho de menos. Gastón iba a preparar una cena en Le Parisien el día de nochebuena. Al igual que él, muchos de sus compañeros estaban lejos de la familia o sencillamente la habían perdido. Peter pensó que en ese momento su única familia eran ellos.
Llegó el día de nochebuena. Peter había terminado su turno en el bar. Estuvo esa tarde melancólico paseando y pensando en su familia. ¿Donde estarían?… ¿Sabrían que él todavía estaba vivo?
Fue a recoger a John, llegaron a Le Parisien y echaron una mano con la cena. Sería algo sencillo, no tenían acceso a lujos. Allí se encontraban todos los que eran su familia en aquel momento: Gastón, los recién llegados Marie y John, los tíos de Marie también estaban allí, un joven camarero de Le Parisien que había perdido a la poca familia que le quedaba en los bombardeos, y por supuesto Juliette. Montaron una larga mesa y se sentaron a su alrededor. Peter tenía a su lado a John, que le hacía las veces de intérprete.
Nuestros amigos comieron y brindaron con champán que Gastón tenía guardado en el bar. Fuera la noche era fría, había pocas farolas y una pequeña bruma. John se aventuraba con algunas palabras en francés, Marie reía con él; los dos habían bebido bastante.
Peter se acercó a uno de los ventanales y se puso a mirar por él. La nostalgia le invadía, recordaba a su familia al otro lado del mar. Pensaba en como se encontrarían todos, si echarían mucho de menos a su padre. Él los echaba de menos a todos ellos. De repente vio como comenzaban a caer pequeños copos que enseguida fueron aumentando de tamaño. Juliette se acercó y se sentó a su lado.
—¿Qué ocurre, Peter?
—Echo de menos a mi familia, es la primera Navidad en la que no voy a estar con ellos.
—Ahora nosotros somos tu familia, aquí todos somos huérfanos a nuestra manera. Mi familia vive en el campo lejos de aquí, hace tiempo que no sé de ellos —dijo mientras se acercaba todavía más.
Peter fue a hablar pero Juliette le puso un dedo en la boca y no le dejó. Acercó sus labios a los del joven y le dio un beso que pronto se llenó de pasión por ambas partes. Peter se sentía entre apasionado y confuso. No estaba seguro de si el champán no habría tenido nada que ver en aquella reacción de Juliette, si realmente le gustaba o es que simplemente le daba pena. El estaba enamorado de ella y quizá ella lo empezaba a estar de él.
Todos estaban muy animados. La fiesta continuó. Un poco más tarde todos se fueron a dormir. Juliette y Peter fueron al pequeño apartamento. Aquella noche hicieron el amor.

Pasaron los días. John vivía oculto en la granja de los tíos de Marie.
Peter había hablado telefónicamente varias veces con el agente Dufresne. La “batalla de Inglaterra” había terminado. La Luftwaffe no había podido cumplir su objetivo de postrar de rodillas a Gran Bretaña con una gran pérdida de pilotos y aviones. Lo que nunca sabrían era lo realmente cerca que habían estado de hacerlo. Dufresne le había dicho que la RAF se estaba reorganizando y que pronto podrían llevar a cabo su misión. Durante los meses de invierno habían tenido que tener el plan en espera debido al mal tiempo para realizar una incursión de esas características. Los nazis tampoco habían podido hacer grandes avances en sus ensayos en el bosque debido a lo mismo.
Hitler había cancelado la operación “León Marino” por la que había pretendido la invasión de Inglaterra. Gran Bretaña podía tomar un respiro. Hitler mientras tanto reorganizaba a sus tropas y tramaba algo para el nuevo año, algo que cambiaría el curso de la guerra.

Una mañana de finales de febrero Peter recibió la esperada llamada en Le Parisien.
—El próximo jueves 22 de febrero a las 5:00h, cuando comience a despuntar el alba, estarán los bombarderos sobre el objetivo. Deberán de marcar con bengalas de diferentes colores las distancias en dirección norte-sur: una blanca a 1,5 kilómetros, una verde a 500 metros y una roja sobrepasado el objetivo 500 metros -le había dicho textualmente Dufresne.
Las bengalas se las había hecho llegar Dufresne a Gastón unas semanas atrás. Peter pensó que usaría a sus compañeros para portar las bengalas. Planteó la situación en Le Parisien. Contaría con Juliette y John para portar las bengalas, Marie les acompañaría como guía.

A media tarde del miércoles salieron hacia la costa. En esta ocasión era Juliette quién conducía con Peter a su lado. Detrás en la parte abierta iban Marie y John. Habían cargado las bengalas en la camioneta y las habían cubierto con paja. Resultaba arriesgado circular por la carretera con dos pilotos británicos, más si cabe cuando uno de ellos no hablaba el idioma local. Al menos Juliette le había provisto de documentación falsa.
Una vez más tomaron la calle paralela al río Somme y se dirigieron al norte.
Comenzaba a anochecer cuando llegaban a la aldea de Antoine. Juliette encendió las luces. No habían conseguido encontrar una ruta alternativa para evitar el posible control que encontrara Peter unos meses atrás. Marie había pasado por la zona en alguna ocasión y les dijo que el control ya no era permanente y que sólo se formaba ocasionalmente.
Aquel día tuvieron suerte y no encontraron control en la aldea. Siguieron adelante un rato más. Ya estaban a unos pocos kilómetros de adentrarse en la zona boscosa.
—¡Maldita sea!, ¡ahí están! —dijo Peter.
Poco más adelante en un cruce de caminos vieron a unos soldados en medio de la carretera con una barrera portátil. Todavía había luz. El control lo formaban tres soldados y un oficial. Cuando se acercaron más pudieron ver un tanque Panzer IV semioculto a un lado de la carretera. Uno de los soldados llevaba el uniforme negro de las tropas acorazadas.
El Panzer IV era uno de los tanques más modernos del momento. Muy superior a los tanques franceses y británicos en aquel año. Las formidables tropas acorazadas alemanas habían logrado derrotar a Polonia y a Francia en pocas semanas. Su estrategia se basaban en la “Blitzkrieg” o “guerra relámpago”, donde los panzer formaban la punta de lanza que rompía las líneas enemigas y la infantería sólo tenía que terminar el trabajo.
Pararon el coche delante de la barrera. Uno de los soldados se acercó a la ventanilla del conductor. Peter vio las dos eses amenazadoras en la solapa de la guerrera. No le gusto nada la presencia de una división acorazada en las proximidades, estas divisiones contaban con batallones antiaéreos que podrían crearles serios problemas si localizaban la incursión de bombarderos de la RAF.
—Buenas tardes Mademoiselle, por favor muéstrenme la documentación —dijo en voz alta y dirigiéndose a todos ellos.
Marie miraba a John con nerviosismo, esperaba que hiciera lo mismo que ella y entendiera lo que el soldado quería. Era el eslabón más débil, pensó que quizá no debería de haber venido pero había insistido mucho y sin duda su entrenamiento como piloto y a fin de cuentas soldado, les podría venir muy bien. John sacó inmediatamente sus papeles. El soldado recogió las documentaciones y se las entregó al oficial que se había colocado a su lado. Éste estuvo examinando los documentos por unos momentos. Le devolvió los papeles al soldado con una frase en alemán. El oficial le dio una orden también a uno de los otros soldados. El soldado les devolvió los documentos.
Juliette vio por el espejo retrovisor a lo lejos lo que parecían ser las luces de un coche.
—Aquí tiene —le dijo el soldado a Juliette mientras le daba la documentación de todos ellos.
—Muchas gracias, adiós —contestó.
—Espere, no tenga tanta prisa, debemos examinar la carga.
El otro soldado, al que le había dado la orden el oficial, se acercó a la parte trasera de la camioneta donde estaban Marie y John. Sacó una larga bayoneta de su guerrera y la caló en el fusil Mauser.
—Aparta —le dijo a John en un francés muy tosco.
John no le entendía y el soldado repitió las palabras pero con un tono más impaciente. Entonces intervino Marie:
—Perdónele pero el pobrecillo es sordomudo —intervino Marie en una brillante ocurrencia.
A estas alturas John ya sabía lo que quería el soldado y se apartó.

El soldado comenzó a hundir la bayoneta en la paja. Al mismo tiempo Peter se llevaba la mano a la pistola...

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