lunes, 15 de septiembre de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXIX. Todo se complica.

Tras el gran capítulo de la semana pasada de Alberto Bello (28. El juicio de Pedro) que continúa el trepidante inicio de temporada y se centra como su propio título indica en el juicio de Pedro, aparcado desde el principio de la trama. El capítulo comienza con Sandra y Rafa acompañando a Pedro hasta la puerta de los juzgados. Allí lo dejan con su abogado (proporcionado por el propio seguro). Su abogado estaba seguro de sacar airoso a su defendido fácilmente, pero Pedro no había sido sincero con él ya que le había ocultado que iba hablando por el móvil en el momento de la colisión. De camino a la sala del juicio Pedro recuerda que en sus tiempos universitarios tuvo un problema con la justicia, que al final quedo en nada pero que le hacía contar con antecedentes penales. En la puerta de la sala se encuentran con la mujer contra la que chocó, esta se interesa por su salud pero su hijo le impide que medien palabra.
El juicio comienza y Ángel (el abogado) pide un aplazamiento que el juez deniega. Todo parece discurrir por los cauces previstos hasta que la parte acusadora llama a declarar a un testigo que afirma haber visto a Pedro hablar por el móvil en el momento del suceso. Eso lo cambia todo. El juicio queda visto para sentencia, deberán esperar hasta que reciban el resultado, pero Pedro podría acabar en la cárcel.
¿Cómo continuará esta dramática situación? ¿Qué pasos seguirán Ana y Pedro en sus procesos judiciales? ¿Insistirá Olga en su plan para conquistar a Pedro? ¿Podrá Mario ayudar a Ana tal y como se ha comprometido? ¿Cómo finalizará la huida de Ramón secuestrando a su hijo? ¿Patricia responderá al mensaje de Ramón? ¿Sandra y Rafa continuarán con su fantástica relación? No os perdáis el capítulo de hoy.



XXIX.     Todo se complica


Era sábado, y Olga no tenía que ir al hospital, por lo que quedó con Mario para comer en su casa.
Deciden quedar a las 13.00 h, pero Olga siempre ha sido muy puntual, demasiado puntual, tan puntual que todavía falta más de media hora y ella ya está en los alrededores de la casa de Mario.
Para no molestar y hacer un poco de tiempo, Olga pasea por las calles paralelas, cuando de pronto se encuentra a Sandra, Rafa y Pedro, los cuales volvían del juicio que se había realizado hacía unas horas, y del cual, Olga no tenía constancia.
A ninguno de los tres les apetecía pararse a hablar con Olga, pero se habían encontrado en una pequeña y estrecha calle, y por educación pararon.
—Hombre, el trío la la lá. Qué, ¿a dar un paseo? ¿Dónde os habéis dejado a Ana? —dijo Olga con aires sarcásticos y mirando a Pedro con cara de deseo.
—Buenos días a ti también, Olga. No vamos a dar ningún paseo, venimos del juicio de Pedro —contestó Rafa mientras Pedro le daba un disimulado pellizco en el brazo.
Rafa siempre había sido un poco bocazas, y una vez más, había metido la pata. Pedro no quería contarle lo del juicio a Olga, ya que quería hacer un borrón en lo que había pasado y evitar que se metiera en su vida personal de nuevo.
—¿Juicio? ¿Qué juicio? Pensaba que lo de la denuncia se había arreglado —contestó Olga sorprendida y algo asustada— ¿Por qué no me habíais dicho nada?
Al final todo se ha complicado —añadió Sandra al ver que no quedaba otra más que contárselo—. El hijo quisquilloso de la señora ha seguido con todo este jaleo y, en resumen, Pedro lo tiene muy jodido.
Pedro le lanza una mirada asesina a Sandra (que estaba muy cabreada con su hermano por haberle ocultado información importante al abogado) como queriéndole decir ‘‘cállate ya’’, de la cual Sandra hace caso omiso y sigue dándole explicaciones a Olga de lo sucedido.
—Resulta, que con los antecedentes penales de mi querido hermanito, y con el detalle de que iba hablando por teléfono cuando ocurrió el accidente, lo cual ocultó a su abogado dificultándole su labor, Pedro podría acabar en la cárcel, y no durante poco tiempo que digamos —prosiguió Sandra sin cortarse un pelo.
—¿Qué dices? —dijo Olga sobresaltada— ¿Por qué has hecho eso, cariño? ¿Es que quieres que la cárcel nos separe para siempre?
Pedro, con los ojos como platos y una expresión más bien vomitiva, no daba crédito a lo que sus oídos estaban escuchando y añadió:
—Mira Olga, punto uno: no me llames cariño. Punto dos: si no te he contado nada es porque no quiero que tengas nada que ver en mi vida. Olvídame.
—Bueno, sé que en realidad tu enfado no tiene nada que ver conmigo, sino que estás molesto con la situación, así que te perdono todas esas palabras feas que me acabas de decir por esa boquita tan linda —contestó Olga con tono dulce y sensual— Ahora tengo que irme, llego tarde a mi cita, ¡chao!
Olga se marcha contenta y antes de doblar la esquina les lanza un beso a sus ‘‘amigos’’.

Mientras tanto, Patricia llega a casa agotada después de su rutinaria mañana de ejercicio físico.
Con lo primero que se encuentra al entrar es con el fogoso saludo de su perrito Federico, un precioso mestizo de tamaño pequeño y de color arena el cual adoptó hace un año y medio en una protectora canina de la ciudad.  Patricia le tiene un cariño especial a Federico, ya que su compañía le ayudó a superar el momento más complicado de su vida, el fallecimiento de su tía, quién fue un pilar fundamental en su vida y una segunda madre para ella.
Después de unos cuantos lametazos de Federico, Patricia se descalza y deja las zapatillas en el alfeizar de la ventana para que se aireen un poco. Seguidamente se tumba en el sofá, alarga el brazo hacia la mesilla que tiene al lado y presiona el botón del contestador para escuchar los nuevos mensajes del buzón de voz.
‘‘Tiene un mensaje nuevo. Recibido a las 17.37 h de ayer. Para escucharlo pulse 1’’.
Patricia sigue las instrucciones del contestador esperando el típico mensaje de publicidad, cuando de repente comienza a escuchar una voz familiar, la de Ramón.
‘‘Hola cariño, sé que últimamente no he sido mi mejor versión pero la distancia me ha hecho ver quién es la mujer de mi vida. Te echo de menos y necesito verte. Si oyes este mensaje y todavía sientes algo por mí ve a la casita en el campo de tus padres donde pasamos aquel fin de semana tan especial y espérame que mañana por la tarde estaré allí contigo de nuevo. Te quiero Patricia…’’
Esta se levanta sobresaltada y vuelve a poner el mensaje ya que no da crédito a lo que está escuchando. Su corazón comienza a latir más y más rápido y una sensación de mariposas revoloteando en el estómago se apodera de ella. Patricia no lo había olvidado.

Pedro por fin llega a casa después del juicio y la incómoda situación por la que acababa de pasar hacía unos minutos con Olga.
Allí le estaba esperando Ana, que en cuanto oyó el sonido de las llaves abriendo la puerta se apresuró para recibirlo.
—Hola Peter. ¿Qué tal ha ido? ¿Ha salido todo bien? —le pregunta, casi sin dejarle cruzar la puerta— ¡Dame una alegría y dime que sí!, aunque con esa mala cara que traes… ¿ocurre algo?
—Hola Ana, la verdad es que todo ha ido peor de lo que imaginaba —le contesta Pedro cabizbajo—. Resulta que se me olvidó decirle a Ángel que estaba hablando por teléfono cuando choqué con aquella señora y eso junto a mis antecedentes, hacen que tenga pie y medio en prisión.
—No me lo puedo creer, ¿cómo has dejado pasar por alto algo tan importante? —contesta Ana anonadada.
—No quiero discutir por esto, ya no hay nada que hacer. Bastante culpable me siento ya.
—Tienes razón, perdona cariño, tenemos que estar juntos en esto. No te preocupes que seguro que al final la suerte nos sonríe.
Ana le da un fuerte abrazo para intentar transmitirle todo el apoyo que necesita en ese duro momento. Después, coge su mano y la pone en su vientre, lo que le hace a Pedro olvidar todo en ese instante y le saca la primera sonrisa del día.
Mientras Pedro va al dormitorio para cambiarse de ropa y ponerse cómodo, le dice a Ana:
—Por cierto, cuando volvía del juicio, para colmo nos hemos cruzado con Olga, y los bocazas de Rafa y mi hermana le han contado con pelos y señales todo lo del juicio.
—Que pareja de insensatos, conociendo a Olga seguro que nos lo intenta poner todo más difícil, pero tranquilo que no va a poder con nosotros —añade Ana quitándole miga al asunto.
Cuando Pedro sale de la habitación con la ropa de estar por casa puesta, se relaja junto a Ana en el sofá, quien se queda dormida plácidamente apoyada en su pecho.

Después del encuentro con Pedro, Rafa y Sandra, Olga llega al portal de Mario justo en el momento en el que la Señora María se dispone a entrar.
—¡Señora María! ¡Cuánto tiempo! —exclama Olga al ver a la anciana.
—¡Hombre Olguica! ¿Qué tal maña? Hace mucho que no vienes por aquí ¿eh? Ven anda, dame un par de besicos.
—Sí, la verdad es que he estado bastante liada últimamente… —responde Olga evitando dar demasiadas explicaciones.
—Pues que alegría me da verte. ¿Quieres pasarte a tomar café después de comer? Y te preparo esas magdalenas que tanto os gustaban a Ana y a ti.
—Claro que sí, me encantaría Señora María, para recordar viejos tiempos y ponernos al día que seguro que ha habido muchos cotilleos en este bloque —le dice Olga bromeando.
—Uy hija, no lo sabes tú bien, y eso que una va perdiendo facultades. Bueno, luego nos vemos.
Una vez que se despiden, Olga sube hasta el piso de Mario y antes de tocar el timbre se prepara. Suelta su coleta para lucir su morena melena, desabrocha los dos primeros botones de su fruncida camisa blanca dejando ver parte de su provocativo sujetador y se sube unos centímetros su corta y ajustada falda de tubo negra.
Cuando por fin está lista, da unos golpecitos en la puerta y Mario le abre rapidísimamente para recibirla.
—Hola…guapetón —dice Olga apoyada en el marco de la puerta y jugueteando con su pelo—. ¿Me dejas entrar?

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