lunes, 29 de septiembre de 2014

Nuestra historia. Capítulo XXXI. Zarracatalla de sentimientos.

Tras la segunda parte del capítulo de Sara Garcés y Patricia Aznar (30. Todo se complica II) hoy seguirá la trama principal. Ya advertíamos que la tensión iba a subir y vaya si lo ha hecho.
El capítulo continúa tal cual se quedó, con Olga acudiendo a su cita para comer con Mario. Tras el almuerzo este tiene que pasar a recoger un envío de un amigo suyo y Olga prefiere quedarse y aceptar la invitación de la vecina con la que se había encontrado antes.
Una vez que Mario se va, Olga pasa a visitar a la adorable Señora María y tras unos minutos charlando de varios asuntos decide ir al grano e intentar sonsacarle algo de Pedro y Ana. La anciana le comenta que son muy felices y que en los próximos días debe de salir y debería devolverles el juego de llaves que la pareja le presta. Es entonces cuando Olga lo tiene claro...
Patricia por su parte, ilusionada prepara su maleta y a su perrito Fede y se va para Pau en busca de un sueño tras la llamada de Ramón. Cuando llega descubre que no está solo, le acompaña un niño. Le pide explicaciones y Ramón le confiesa que ha traido lo que le pertenecía, y que es su hijo. Pretende empezar una nueva vida lejos del mundo. Patricia aturdida y asustada por los acontecimientos intenta llamar a la policía y acabar con esta situación civilizadamente pero Ramón saca una pistola y la amenaza con matar a Fede.
Olga mientras tanto aprovecha un descuido de la Señora María para hacerse con el juego de llaves del piso de Ana y Pedro y un tanto bruscamente se despide de la anciana para urdir su plan. Baja al portal, le envía un mensaje a Mario disculpándose por no esperarle en casa y decide llamar en el telefonillo de la pareja para ver si se encuentran en la vivienda. Como no hay nadie sube, y una vez dentro rompe una foto de los dos, entra en el dormitorio e intenta impregnar con su olor las sábanas, deja su tanguita sobre la lámpara de noche y su sostén encima de la cama. Además coge del armario la camisa preferida de Pedro, se pinta los labios y los marca sobre la camisa, dejándola tendida también sobre un sillón cercano. Cuando sale de la habitación, busca algo con lo que poder ayudar a Pedro en su juicio y encuentra la documentación. En un rápido vistazo descubre el número de movil del hijo de la mujer contra la que chocó Pedro, e imagina que con sus habituales armas de mujer no le será difícil ligárselo para influenciar para que retiren la denuncia. Rápidamente marca ese número para guardarlo en la agenda, cuando descubre que ya lo tenía almacenado, es el de Ian...
¿Quién es Ian? ¿Qué pasos seguirán Ana y Pedro en sus procesos judiciales? ¿Cómo se desarrollará la escapada a Pau de Ramón y Patricia? ¿Cómo reaccionará Ana al ver semejante panorama en su casa? No os perdáis el capítulo de hoy.



XXXI.     Zarracatalla de sentimientos.


Ian Andrews, aquel pelirrojo irlandés borracho que le hizo el amor apasionadamente en el “Love boat” y que después desapareció. Esto trajo consecuencias… en forma de embarazo no deseado.
Ian era un chico de estatura media, ojos color aceituna y pelo desenfadado aunque sutilmente arreglado. A simple vista era un chico muy guapo, pero conforme lo ibas conociendo (su forma de expresarse, su mirada, sus gestos) hacía que cualquier persona cayera rendida a sus pies. Tanto, que a la mismísima Olga, logró encandilar. Tras el frenético encuentro en el “Viking Line” tuvieron una complicada relación…
—¿Qué hago? —pensó Olga.
Cientos de mariposas recorrían su estómago.
¿Seguir con su plan o por el contrario le apetecía ver a Ian pero no con ese fin? Infinitas dudas rondaban por su loca cabeza.
Tenía que pensar algo rápido… ¡Ya! ¡No tenía tiempo!
De repente un sonido de llaves y unos pasos muy familiares se estaban acercando al piso…
—¡Mierda! ¡No! ¡Están aquí!
Olga lanzó los papeles y corriendo se escondió debajo de la cama.
—¿Que tal te lo has pasado cariño?
—Muy bien, necesitaba pasar una tarde así de tranquilita contigo cariño. Eres el mejor Peter. Voy a tumbarme un rato, que éstos niños me agotan.
Cuando Ana se disponía a entrar en su habitación, llaman a la puerta.
—Ya voy yo cariño —dice Ana.
Es la Señora María que pasa a visitarlos.
—Hombre Señora María, que agradable sorpresa. Pase.
—Gracias Anita. Sólo quería comentaros una cosa: ¿qué os parece si os invito a un cafecito y charlamos tranquilamente en mi casa? ¡He hecho esta mañana unas magdalenas buenísimas! De esas que tanto te gustan, hijica.
—Muchas gracias, pero hemos cenado por ahí, y yo la verdad es que no tengo nada de apetito. Estoy agotada y necesito descansar, es usted muy amable.
—Un cafecito entra muy bien a cualquier hora. Venga que os espero, he dejado la mesa puesta y la puerta entreabierta.
Ana y Pedro aceptan ante la insistencia de la anciana vecina. No sabían decirle que no a la adorable abuelita.
—Hijicos, ya sabéis que no me gusta meterme en cosas ajenas, pero ésta mañana he visto a Olga por aquí y la he invitado a un cafecito. La verdad que me he alegrado de verla, ya sabes Ana que os quiero mucho a las dos, aunque tenga más debilidad por ti. El caso es que la he notado algo rara, apenas me escuchaba y sólo se interesaba por vosotros. ¿Pasa algo chicos?
Ana y Pedro no daban crédito a lo que estaban escuchando…
—Nada María, nada… —contestó Pedro mientras sujetaba la mano de Ana.
Atónitos se quedaron mirándose unos segundos hasta que Pedro abrazó a Ana y la besó en la frente.
—Tranquila cielo, nunca nos van a separar.
Siguieron conversando con María hasta las tantas…

Olga aprovechó para salir sigilosamente del apartamento de Ana y sin recoger los papeles ni nada se marchó apresuradamente.
Llevaba el móvil en la mano y como si de una margarita se tratase iba diciéndose:
-¿Lo llamo? No lo llamo… ¿Lo llamo? No lo llamo…
Olga era una mujer muy decidida, así que optó por llamarlo.
MENÚ, AGENDA, CONTACTOS… IAN ANDREWS.
Sólo de imaginarse su voz sentía como una bocanada de nervios y la piel se le erizaba.
Piiiiiiiiiiiii(1 tono)
Piiiiiiiiiiii(2 tonos)
Piiiiiiiiiiiii(3 tonos)
Buzón de voz….
—¿Se acordará de mí? Ya me llamará cuándo vea la llamada —pensó.
Hacía ocho años que no se veían, y Olga había cambiado mucho. Como todos los cambios que afectaban a su imagen, siempre a mejor. Estaba siempre a la última y se mantenía fantástica, era el pecado en persona y le encantaba.
Recogió el móvil en el bolso mientras caminaba hacia su casa.

Eran las once de la noche cuando Ana miró su reloj y le hizo a Pedro un gesto para irse.
—Estamos muy a gusto conversando con usted, pero es demasiado tarde y hoy ha sido un día muy ajetreado.
—Vale Anita, no os preocupéis. Ahora que me doy cuenta… ¡No habéis probado mis magdalenas! ¡Ay esta juventud que no come nada! Llevaros el resto para desayunar mañana, que seguro que no tienes nada en la despensa...
—Gracias María, es usted un encanto —le sonrió Ana.
—Hasta mañana hijicos, que descanséis.
—Igualmente y gracias por todo.
Se fundieron los tres en un cálido y acogedor abrazo y la pareja le dio un tierno beso a la Señora María a modo de despedida.
Al entrar en el piso, Ana seguía con el tema Olga. ¡Cómo para olvidarlo!
—¿Qué es lo que quiere? ¿Por qué es así? —Ana lo repetía una y otra vez.
—Déjalo ya cielo. Ahora piensa que va a ir todo bien, que por fin estamos juntos otra vez y que pronto seremos cuatro —le dijo Pedro para tratar de calmarla.
—Gracias cariño. No sé que haría sin ti. Eres el pilar más importante de mi vida.
Se fundieron en un romántico beso. Pedro, para rematar la jornada se le ocurrió una idea:
—¿Te apetece que antes de dormir veamos una peli? Rafa me grabó el otro día unas cuantas, entre ellas tu favorita: “El Diario de Noa”.
—Me encantaría guapo, pero estoy tan agotada que solo tengo ganas de tumbarme y dormir.
—Está bien cariño, yo me quedo un ratito viendo la tele.
—Hasta mañana cariño —dijo Ana mientras se dirigía a sus aposentos.
Cuándo Ana llegó a su habitación y encendió la luz no podía creer lo que estaba viendo: papeles por el suelo, un sujetador encima de la cama, un tanga en la lámpara de la mesita y… la camisa que le regaló a Pedro manchada de carmín.
¿Que estaba pasando? ¿Por qué? ¿Otra vez? No podía creerlo.
—Pedro, ven por favor, tenemos que hablar —le dijo con la voz entrecortada.
—¿Qué te ocurre pequeña? —le preguntó Pedro con los ojos como platos cuando llegó a su altura y contemplo semejante panorama.
—Vete pensando en lo que me vas a contestar, porque yo ya no puedo más Pedro.
—Estoy tan asombrado como tú. De verdad que no sé qué esta pasando Ana. Tienes que creerme, por favor.
Ana lloraba desconsoladamente. ¿No podía pasar un día en el que estuviera tranquila y feliz? Le pidió a Pedro que por favor se marchara a casa de sus padres, necesitaba estar unos días sola y pensar en lo ocurrido.
—Ana cariño, por favor, te juro que yo no sé nada. Me tienes que creer, por favor. Eres la mujer la de mi vida, ya lo pagué muy caro la otra vez. ¿Piensas que soy tan tonto de volverlo a hacer otra vez? Ana, por favor —Pedro le suplicó entre lágrimas a Ana una y otra vez que lo creyera.
—Pedro, no me lo pongas más difícil por favor. Vamos a darnos un tiempo, esto me acaba de dejar desconcertada.
Pedro se marchó cabizbajo a casa de sus padres, necesitaba hablar con su hermana y que ésta le aconsejara.
Mientras, aturdido todavía, por el camino pensó:
—Esto ha tenido que ser cosa de Olga, ¡seguro! —pensó. Sacó su móvil del bolsillo y marcó su número—. ¡Mierda ocupado! Ya probaré mañana, esto tengo que arreglarlo cuanto antes.

Olga se disponía a acostarse cuándo se dio cuenta de que su móvil no dejaba de parpadear, la estaban llamando. ¿Quién podía ser a las doce de la noche?
Miró en móvil y automáticamente se le dibujó una sonrisa.
—Hola Ian. ¡Cuánto tiempo!
—Sabía que tarde o temprano me llamarías, Olguita.
—Quedaron muchas cosas pendientes entre nosotros hace ocho años, ¿no crees? ¿Te parece que nos veamos mañana a eso de las ocho en el Rock´n Blues y nos ponemos al día?
—Perfecto, allí estaré. Ponte guapa.
No se lo podía creer. ¡Qué zarracatalla de sentimientos! Incertidumbre, morbo, nervios, alegría…

Eran las seis de la tarde del día siguiente y Olga comenzó con su sesión de chapa y pintura. Era una mujer muy atractiva y sabía sacarse partido. Se enfundó en unos leggins de color negro que marcaban su perfecta silueta, una camisa vaquera super ceñida, tacones de infarto y sus labios los había pintado de un rojo pasión que parecían aun mas sensuales y carnosos.
Llego al Rock´n Blues a eso de las ocho menos diez. ¡Qué le estaba pasando! Llegaba a la cita con diez minutos de adelanto, cuando su modus operandi era hacer esperar a sus citas “porque sí”.
Allí estaba él, leyendo un periódico desinteresadamente mientras la esperaba.
Olga se fue acercando hasta su mesa, y éste al oír los tacones que se aproximaban levantó la miraba hacia el frente.
—¿Olga?

—Hola bombón, cuánto tiempo…

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