lunes, 3 de marzo de 2014

Nuestra historia. Capítulo IX. Un mar de dudas.

Nueva entrega de Nuestra historia. Tras otro final muy sugerente en el capítulo anterior, propuesto por Cristina Urdániz, hoy vamos a ver quién sorprende en el baño a Sandra, como marcha la reunión del grupo en el Rock&Blues y más cosas que no voy a adelantar. Pero, madre mía que final....


IX.     Un mar de dudas.


A Sandra algo le hace detenerse por completo. Conforme sale del baño, va subiendo la mirada. Se encuentra con unas zapatillas deportivas de moda, vaqueros pitillo de color claro, y una sudadera con capucha, de color rojo. Ojos verde esmeralda y pelo oscuro, bien peinado con su particular « crestita ». Era él, mirándola fijamente. Su corazón empieza a latir más y más rápido.
 Como puede, suelta unas palabras…
-¿Se puede saber que haces aquí ? –sonriendo tímidamente.
Rafa, con su mirada penetrante se va acercando a Sandra. Le coge de la cintura suavemente mientras se acerca a su cuello y le susurra al oído…
-¿Tú qué crees ?
Un cosquilleo empieza a bajar desde el cuello, recorriendo su espalda hasta acabar allí, donde la espalda pierde su nombre. No puede evitarlo y empiezan a besarse sin recordar donde están ni por qué. Mientras se besan apasionadamente van tropezando con las puertas de los baños, hasta que entran en uno y de un culetazo Sandra cierra la puerta. Las manos de Rafa empiezan a subir por los muslos de Sandra, el llevar falda le pone las cosas más fáciles a Rafa. El calor empieza a hacer mella en ellos. Besos. Mordiscos en el cuello. Más besos. Empiezan los jadeos.
Son las siete y media de la tarde, la puerta del bar se abre. Aparecen Olga, Ramón y Patricia. No hay mucha gente en el bar, por lo que rápidamente se dan cuenta de que Sandra, que se supone que tendría que estar allí, no está.
Piden tres cervezas para hacer más amena la espera. Aún así Olga decide llamar a Sandra para ver dónde se ha metido.
De repente, se escucha una canción. Era la melodía que llevaba Sandra en su móvil.
Al mismo tiempo, Olga escucha tonos sin respuesta. Vuelve a llamar, y la canción vuelve a sonar. Los tres giran la cabeza hacia una mesa apartada, es de ahí de dónde viene el sonido. Patricia se percata de que hay un bolso.
-Ese bolso…. ese bolso…. ¡ese bolso es de Sandra!
-¿Y dónde se ha metido esta tía?-pregunta Ramón.
-Voy a ver si está en el baño-responde Olga.
Olga se levanta de la mesa, se sube un poco el vaquero con esos movimientos de caderas que hacen las chicas cuando se suben el pantalón, y se estira la camiseta. Se dirige al baño. Abre la puerta y…. no ve a nadie, pero si escucha algo. Riéndose cierra la puerta rápidamente y se apresura a la mesa donde están sus amigos para contárselo.
-No sé quién habrá ahí dentro… pero vaya… bien, se lo están pasando.
Expectantes esperan descubrir quién saldrá por la puerta del baño.
Entre tanto, Antonio e Irene continúan en la habitación con Pedro. Irene se derrumba cuando ve a su hijo llorar, ya que pocas veces lo ha visto.
-Hijo mío-cogiéndole la mano-, está bien que te desahogues, pero tienes que madurar, plantearte en serio tu vida, tu futuro. Hace ya un mes del accidente y te queda mucha recuperación por delante. Pero, tu recuperación física es posible. Sin embargo, la recuperación de tu corazón me preocupa más. Para recuperarse por completo, debes ser fuerte, capaz de perdonar y de pedir perdón. Porque también tú…
-Ana nos lo ha contado todo-. Añadió su padre.
-Ya…pero…¿Cómo puede ser tan falsa?-con gesto enfadado-. Ella también se lió con Ramón y también lo ocultó.
-Cariño, te vuelvo a repetir que Ana nos lo ha contado todo, absolutamente todo. No sólo lo tuyo, sino también se ha sincerado ella, y eso dice mucho de su parte. O ¿conoces a alguna persona que le cuente a sus suegros que le ha sido infiel a su pareja? Tenéis que hablar las cosas, y poner las cartas sobre la mesa. Una relación en la que ha habido tanto amor no se puede tirar a la basura así como así. –A Pedro le tranquilizaban mucho los consejos de su madre, la cara le iba cambiando.
Entre tanto, su padre observaba pensativo- En mis tiempos esto no pasaba…
Pedro cabizbajo.- Mamá, he perdido a la mujer de mi vida.
-No cariño, no digas eso. Os queréis, y eso se nota, pero las cosas las habéis hecho muy mal. Tienes que hablar con ella y aclarar todo. Sois lo suficientemente adultos para saber cómo se hacen las cosas. Y enfadaros y mirar para otro lado sabes que no es la solución.
Irene le da un beso en la frente mientras este suspira y cierra los ojos- Gracias mamá, no sé qué haría sin vosotros. Sois lo único que me queda.
-Anda, anda Pedro no digas tonterías- responde su padre.
Cariño-dice Irene con fuerza a Antonio, mientras se gira hacia él, vete a buscar a Anita y dile que venga, que estos van a hablar aquí y ahora como que me llamo Irene.
Antonio, haciendo caso a su mujer sale al pasillo, mira a un lado, mira al otro, nada Ana no está por allí.
-Irene…, aquí no está.
-Pues ve a buscarla.
Con cara de circunstancia, Antonio mira a Irene, a ellos no les hacía falta hablar para entenderse. Antonio sabía, por la mirada de su mujer, que sin rechistar, tenía que dar vueltas por el hospital hasta dar con Ana. Así que eso hizo, salió de la habitación y empezó a “pasear”. Al cuarto de hora la vio. Ana asustada, le pregunta:
- ¿Qué hace aquí, Antonio? ¿Ha pasado algo?
-No, tranquila Ana. Siento haberte asustado. Pues nada hija mía, que Irene está empeñada en que subas a hablar con Pedro.
-Pero ahora no puedo, estoy trabajando.
-Ya hija mía, si yo lo entiendo. Si yo al fin y al cabo soy un “mandao”. Pero anda, hazme caso.
Ana se estaba quedando a cuadros porque Antonio no era hombre de muchas palabras -Cuando tengas un rato libre, te agradecería que subieses a hablar con Pedro. Tenéis que hablar, mirando hacia otro lado no se solucionan las cosas. Y hay veces en la vida, que hay que saber perdonar y pasar página. Con lo que os queréis no podéis dejar que esto acabe con vuestra relación.
-Está bien Antonio, le haré caso, cuando tenga una pausa iré a hablar con él.
Antonio sonriente, se fue otra vez de “paseo” hasta la habitación de Pedro. Mientras Ana miraba cómo se iba alejando, entre tanto pensando en todo lo que le había dicho.
-Tiene razón, tenemos que hablar como dos personas adultas, esto no puede acabar así. - pensó Ana.
Entre tanto, se habían hecho las ocho menos cuarto y en el Rock & Blues, Patricia, Ramón y Olga seguían esperando a que la puerta del baño se abriese. Ramón decide acercarse a la barra a por otras tres cervezas, cuando de repente…se abre la puerta del baño. Es Sandra. Sale sonriente y aun arreglándose un poco el pelo. Se queda muerta cuando ve en la mesa a los tres esperando y mirándola fijamente. Todos se echan a reír. Se abre la puerta otra vez. Sale Rafa. La risa se corta de golpe. Sandra no sabe qué decir, ya que había sido ella la que los había citado allí para hablar de lo ocurrido con su hermano. Coge su bolso y la cerveza que estaba en la otra mesa apartada, y se sienta con ellos. Rafa también toma asiento. Un silencio sepulcral hace que Patricia rompa el hielo.
-Bueno, ¿qué? ¿qué pasa Sandra?
-Cómo sabéis, mi hermano la ha vuelto a cagar, -mirando a Olga- ¿verdad, Olga?
-Mira…habló la santa…
-Olga, no he venido aquí para discutir contigo. Pero ya que lo dices, no tengo ningún compromiso y él –mirando a Rafa- tampoco. Pero bueno, ese no es el tema. El tema es que por un lío entre el gañan de mi hermano y tú se está yendo vuestra amistad a la mierda. Tenéis que ser lo suficientemente conscientes de lo que está pasando. Por otra parte, ¿alguien ha pensado cómo quedará Pedro? ¿Qué posibilidades de recuperación tendrá? ¿Le quedarán secuelas irreparables? Seguro que, pase lo que pase, necesitará a sus amigos. Y es en estas circunstancias donde se demuestra la verdadera amistad.
Ramón, que estaba callado, interviene para decir lo cabrón que ha sido Pedro. –Ana se merece a alguien mejor que tu hermano, es mi amigo, pero…-Él sólo pensaba cuánto quería a Ana, no podía verla sufrir, y más por el tío que le estaba robando a la chica que quería. Estaba celoso perdido.
Olga, harta de esta situación superada ya intervino enfadada.
-Bueno, yo paso. Paso de Pedro, paso de vuestras “riñas” y paso de todo. Estoy harta. Yo disfruté de mi momento, tuve mi parte de culpa, pero os recuerdo que era él quién tenía pareja y no yo. Y yo no he tenido nada que ver con el accidente, así que…os den a todos.
Olga cogió sus cosas con un semblante serio y enfadado y se fue.
Patricia, que era muy noble, que no le gustaba ver a las personas discutir y que quería mantener íntegro al grupo, salió detrás de ella para intentar que se quedara con ellos un rato más. Aunque no tuvo éxito.
La hora de la cena se acercaba. Por los pasillos del hospital se empezaba a oler a comida, se escuchaba el ruido de los carros de comida y al personal auxiliar del hospital entrar a las habitaciones con las bandejas.
Pero, en la 413 esta vez, la cena…, la servía alguien especial. Se abre la puerta y Pedro ve a Ana con la bandeja. Avergonzado y cabizbajo le dice un tímido: hola. Los padres de Pedro, sonrientes abandonan la habitación.
-¿Qué tal estás Pedro? ¿Te encuentras mejor?
Pedro asombrado por la presencia de Ana, cambió su semblante inmediatamente. Con gesto preocupado le dijo -¿se te ha pasado el enfado?
Ana, mirándole a los ojos –Pedro, esto no podemos dejar que termine así. Los dos hemos cometido errores, pero si queremos podemos seguir hacia delante, pasando página y olvidando lo ocurrido, porque es la única manera que vamos a tener para perdonarnos. Si estamos continuamente echándonos en cara nuestros errores, esta relación se va a la mierda. Yo he pensado mucho las cosas, y te quiero mucho, no quiero que esto acabe. Durante estos días sin ti, me he dado cuenta de que mi vida no es igual, me falta algo. Pero para eso tenemos que luchar los dos juntos, sincerarnos y enterrar esto para siempre.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Pedro. No lo podía creer. ¡Qué gran mujer tenía delante! Ana silenciosa se sentó en un borde de la cama y sin mediar palabra se fundieron en un cariñoso abrazo, y los dos se echaron a llorar como niños. Pedro no sabía qué decir.
De repente el “busca” de Ana interrumpe el bonito encuentro. –Tranquilo, cena y luego vengo a verte otra vez.
Cuando se levanta de la cama siente un mareo, casi pierde el equilibrio. Se lleva la mano a la cabeza y se queda quieta durante un instante. Pedro asustado –Ana, ¿qué te pasa? ¿estás bien?- Sí, tranquilo, sólo ha sido un pequeño mareo. No te preocupes. Estoy bien.
Ana abandona la habitación preocupada y piensa- Llevo cuatro días teniendo mareos repentinos, esto no es normal…No, No, No…Por favor no. Mierda, mierda, mierdaaaa, llevo trece días de retraso, con todo este jaleo no lo había ni pensado. Ana ¿qué coño te pasa? – piensa ella.
Son casi las ocho de la tarde. Sin perder un minuto, sale corriendo del hospital, cruza la acera y en la farmacia que hay enfrente compra un “predictor”. Vuelve al hospital, y, sin pensárselo dos veces entra en el baño.
Mira el prospecto, echa una ojeada a las instrucciones. Una rayita: negativo; dos rayitas: positivo.
Pasados cinco minutos, con el susto en el cuerpo y temblando, mira el predictor.
-Por favor Ana…..-cruzando los dedos- una rayita….que no salga otra por favor, que no salga otra por favor……




No hay comentarios:

Publicar un comentario