Llegó el lunes y aquí tenéis la dosis semanal de Nuestra historia. Después de que Laura Sánchez dejara la intriga en todo lo alto con un test de embarazo en las manos de Ana, llega un nuevo capítulo en el que nuevos problemas acechan al grupo, veremos el desenlace de la reunión del grupo en el Rock&Blues y otro final...
X. ¿Dónde coño hay
un calendario ?
Mientras esos minutos interminables en los que el predictor
hacia su trabajo, el busca de Ana volvió a sonar.
Y al mirar la pantallita se iluminaba un
mensaje que decía… « El médico forense quiere hablar contigo. Marronazo de
los gordos. »
El mareo de hace un ratito se intensifico
y hasta le dieron nauseas. Dejo el aparatito guardado en el bolsillo junto al
predictor y se dirigió a paso ligero
hasta la oficina del médico forense.
Allí estaba Arantxa, la secretaria, que le dijo:
-Anita guapa hay problemas en el caso de
Pedro. La familia de la abuelita con la que tuvo el accidente, esta removiendo
el fango. Creo que vamos a tener problemas.
Otra nausea le vino desde lo más hondo de
sus entrañas y a punto estuvo de caerse rendida.
-Lo que
faltaba
Arantxa, gracias por la información.
Al entrar en ese despacho y ver la cara
de Miguel, el médico forense, se le vino el mundo encima. Se ato los machos y
comenzó a hablar…
-Hola Miguel, ¿qué me tienes que contar?
Vamos escupe sin rodeos.
-Ana, Ana, Ana. Tenemos un problemón de
los gordos. La señora con la que Pedro choco en el accidente tiene un hijo
quisquilloso. Ya sabes que a la señora tuvieron que reanimarla en plena calle.
Pero tras el susto inicial no le paso nada grave y milagrosamente ha tenido una
recuperación más rápida que la de Pedro, unos moratones, dolores de cabeza y
poco más. Pero… asesorada por un abogado y dado que algún testigo y en el
informe de los bomberos, aseguraban que Pedro llevaba el móvil en la mano mientras
conducía, y que además se salto un semáforo en rojo, estamos en medio de un
buen jaleo.
Ahora, la señora dice que tiene secuelas
en el cuello y que tiene pesadillas recordando el accidente. Solo es una
artimaña para sacar una buena tajada al seguro pero… Pedro se va a ver en un
lio bastante peliagudo.
-¡Que me estas contando!
- Vais a tener que contratar a un
abogado. Los partes médicos de los afectados ya están en manos de la policía y
de la DGT. Pronto
a Pedro le llegara la citación judicial.
Contad conmigo para lo que necesitéis
pero ya sabes que la transparencia del hospital en estos casos es total y
clara. Todo tiene que hacerse de acuerdo con la normativa. O nos jugamos el
cuello todos.
-No me lo puedo creer Miguel. La recuperación de Pedro va para
largo. Puede que le quede alguna dolencia para toda la vida. Y esto no va a
ayudar en nada a su recuperación.
-Lo sé Ana. Si no te ves capaz de dar la
noticia, iré yo mismo a hablar con ellos.
-Te lo agradezco Miguel, pero seré yo
quien se lo diga. Espero encontrar las palabras adecuadas.
Ana salió de la oficina cabizbaja y con
el estomago dando más vueltas que una peonza. Antes de ir a ver a Pedro
necesitaba poner en orden su cabeza. Así que se dirigió a la sala de descanso
donde se proponía a hacerse una tila triple.
En la sala a esas horas de la noche no
había nadie. Solo una limpiadora que vaciaba las papeleras de cerca de la máquina de chuches.
Ana saco el busca del bolsillo, lo dejo
bruscamente en la mesa y entonces se dio cuenta de que algo mas había en el
bolsillo.
Saco el predictor del bolsillo y una
lágrima le surco la cara hasta aterrizar en la comisura de la boca donde pudo
distinguir el sabor salado de su propio llanto.
La limpiadora se sobresalto cuando Ana
grito:
-¿Donde coño hay un calendario?
Encima de una de las mesas, junto a la
cafetera. Habia uno de sobremesa.
La señora de la limpieza se lo acercó. Y
cuando vio las lagrimas, sacó un pañuelo del bolsillo. Se lo dio y le dio una
palmadita cariñosa en la espalda.
Nunca habia prestado atencion a esa
señora, puede que ni siquiera le hubiera saludado nunca. Pero al notar el tacto
de su mano en la espalda en ese gesto cariñoso se sereno. Seco las lagrimas y
se puso a contar días y a marcarlos con un rotulador a un ritmo frenetico.
Patricia entraba al Rock&blues sin
Olga.
En
la mesa, Ramón, seguía en sus trece. No hablaba él, sino sus celos. No podía
creer que aun después de que Pedro engañara a Ana, ella siguiera enamorada así.
Y además le rechazara de esa forma
cuando entro en su casa.
Aunque supo callar esos detalles para no
desenmascararse.
Sandra que hasta ese momento se estaba
mordiendo la lengua exploto y le grito:
- ¡Calla Ramón ! Mi hermano
cometió un error. Y te aseguro que está pagando las consecuencias. Pero quien
te crees que eres tú para hablar así. Tú también tienes mucho que callar.
Rafa, y Patricia se quedaron alucinados.
Y Ramón abrió una boca como el túnel de
Canfranc. No se esperaba que Sandra le atacara con ese tema.
-¿Tengo que marcarte en un calendario las
ocasiones en las que traicionaste la amistad de mi hermano y te aprovechaste de
la situación?
Entre Ana y Pedro ha habido más tropiezos
que el sonado con Olga. ¿Verdad Ramón?
-Niñata, creo que estás hablando
demasiado. No tengo que aguantar tus reproches. Quiero a Ana con toda mi alma.
Y no voy a renunciar a ella.
Ramón salió corriendo del Rock &
Blues. Sin parar de murmurar algo que
nadie le entendió.
Ahora el coctel amoroso estaba destapado. Todo
el grupo sabia de los líos de la pareja y sus aventuras.
La clientela empezó a cuchichear y
rumorear por esas dos espantadas y esos gritos.
Patricia lentamente se puso su
chaquetita, cogió su bolso y se despidió de Rafa y de Sandra. Aunque sabía que
Ramón no estaba por la labor de comenzar una relación seria con ella aun tenía
un resquicio de brasa del fuego de la pasión de la que disfruto durante una
época efímera junto a él. Pero esta vez no se vio con fuerzas para salir detrás
de él corriendo.
-Chicos, os dejo solos. Creo que esta
reunión no ha acabado como esperabas Sandra. Nos vemos. Y disfrutad de la
noche.
Sandra enfurecida todavía por la
discusión con Ramón se despidió de la buena de Patricia con un beso, mientras
Rafa sentenciaba de un trago lo que le quedaba de cerveza pensativo.
La mente de Ana estaba en blanco. Era tal
la presión de los acontecimientos que por un instante la nada la devolvió a la realidad.
Debía de volver a la habitación de Pedro.
En eso habían quedado.
Todo estaba a oscuras, las horas de las
visitas hacía rato que habían pasado y
al pasar por la cafetería vió a Antonio e Irene que se iban a casa ya que Pedro
estaba dormido y Ana tenía una conversación pendiente en la que nadie debía
meterse.
-Anita hija, nos vamos a casa. Tenemos
que dormir una noche en una cama. Antonio tiene que trabajar mañana y yo… llevo
los riñones rotos de esas sillas de la habitación.
-No te preocupes Irene que me quedo yo
con él. A ver si no se ha dormido todavía.
-Hasta mañana cielo.
-Descansad. Mañana nos vemos.
Siguió caminando hasta llegar a la puerta
de la habitación de Pedro.
Un silencio sepulcral es lo que se
encontró. Solo el sonido de la respiración de Pedro rompía ese silencio. Ana se
quito la bata y se acerco a él.
Se inclino hacia la cama y sus labios
rozaron la piel de los labios de Pedro y en ese instante y aun con los ojos
cerrados Pedro dijo…
-Te quiero Ana. Siento…
-shiii. Calla Pedro.
Pedro reconoció su perfume, y saboreo
aquel dulce sabor de los labios de la mujer de su vida, como nunca antes los
había saboreado. Y pensó que ningunos
labios en el mundo producían esa sensación en él como los que ahora
mismo tenía junto a los suyos.
Los cabellos de Ana caían sobre el cuello y la
cama y su roce le excito de una manera espectacular.
Ana le dio un pequeño mordisco en la
punta de la lengua y una gotita de sangre caliente broto de ese mordisco.
Había tanto amor y a la vez tanta rabia contenida por los dos por todos los
acontecimientos del último mes que dejaron fluir sus sentimientos en esa
camilla de hospital incomoda, con las sabanas ásperas de los hospitales y llena
de barras anticaídas.
El
mando del respaldo de la cama cayó contra una de esas barras haciendo ruido que
les sobresalto. Se miraron y en sus caras apareció una sonrisa. Broto
espontanea como brota en la cara de dos chiquillos enamorados que se besan por
primera vez.
-Pedro, estas recién operado. No
deberíamos.
-Ana, te he echado tanto de menos.
La agarró de los hombros y la subió a
horcajadas en la cama.
Ana noto que el accidente no había
mermado la potencia de su pareja y se dejo llevar.
Todo discurrió en un silencio total, solo
unas respiraciones agitadas y el tintineo de los botones de la blusa
desabrochada contra las barras de la cama se oía en la oscuridad.
Los movimientos de Ana eran armoniosos y
delicados como si pensara que bailaba sobre una frágil lámina de cristal que se
podía romper en cualquier instante.
Pedro en cada vaivén sentía un pequeño
dolor en la zona que Olga había saturado solo unos cuantos días atrás.
Pero era un dolor que estaba dispuesto a
sufrir, preferiría que el mundo se terminara en ese instante antes de renunciar
al roce de la piel de Ana.
Ana besaba sin parar a Pedro en los
labios, y solo cuando quería que Pedro no notara las furtivas lagrimas que
brotaban de sus ojos, clavaba la cara en la almohada junto al rostro de Pedro.
Estaban demasiado concentrados en su
particular coreografía para darse cuenta de que comenzaban a oírse unos pasos
sigilosos hacia la puerta de su habitación. Claramente eran de mujer, porque
los tacones resonaban por el pasillo con su
característico sonido.
El sonido de los tacones se freno de
golpe en la puerta. Justo en el instante en que a Ana se le escapo un pequeño
gemido. Escuchó el pomo de la puerta girar y emitir un discreto chirrido.
Un pequeño calendario con anillas en espiral
cayó del bolsillo de la bata apoyada en el taburete. Y las miradas de ellas dos
se cruzaron cuando la puerta comenzó a abrirse….
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