jueves, 2 de junio de 2022

2022 DE LETRAS: Adriana Martínez - El camino del infante .

Título: El camino del infante.

Autor: Adriana Martínez.

Procedencia: Zaragoza

Hoy recibimos en nuestro universo Zarracatalla a una paisana de esas que transmite en cada uno de sus textos el carácter que supuramos por este rincón del planeta. Y es que viene a sumarse a esta iniciativa Adriana Martínez (Zaragoza) que nos ayudará en nuestro objetivo de llenar el 2022 DE LETRAS.

En su primer aporte a este blog nos regala un texto titulado "El camino del infante", o cómo aprendemos de las situaciones adversas que heredamos y tratamos de corregir errores de nuestros antepasados y convertirlos en virtudes. Un texto para mirar la vida de otra forma y pensar que todavía el ser humano no está perdido del todo... pues siempre hay personas que nos hacen avanzar como especie atravesando el arduo camino de la autosuperación.

Encantado de haber podido encontrar a esta autora a través de un buen amigo común que supo que debíamos coincidir en este proyecto, y ojalá en otros muchos si ella quiere... Gracias, Adriana.



“EL CAMINO DEL INFANTE”

 

Uno es quien es en la vida por lo que le han inculcado sus padres. Porque su adn es único, y si lo primero está bien, una serie de recuerdos felices, los cuales incluyen el apoyo incondicional de tus progenitores, han dejado en ti una huella de autocuidados, de saber con solo mirarlos quién eres, de no olvidar que tú eres alguien bueno, alguien importante, alguien para ellos cuya vida sin ti, sería totalmente diferente, que dejarías un vacío.

Los que nos criamos ciegos durante cinco días en una madriguera, perdimos lo más esencial del proceso de aprendizaje en familia. Y es que el no poder ver el rostro de cuyos seres dicen ser tus padres, el estar indefenso y tener la obligación de sobrevivir confiando ciegamente en alguien tan importante en la vida de una criatura, como lo son los padres, que te deja a merced de conocer quiénes son estos realmente de la manera más dura.

Y es mediante la decepción.

Es por el sentimiento de abandono.

De saber que tu llegaste de excedente en un barco que ya navegaba a la deriva, y sálvese quien pueda.

Es rascar cada minúsculo gesto de amor que puedas encontrar tirado por el suelo, trozo de un recuerdo de una infancia que pudo ser la tuya, pero llegaste tarde, sin avisar, y aterrabas.

Les aterrabas tanto que pensaron que lo mejor para ti sería que fueras niña de nadie, que fueras niña tu sola.

Daba tanto miedo saber que podía ser de ti, porque sabían que lo poco que podían darte, aunque fuera con la mejor de las intenciones, sería una condena en tu futuro. Un lastre más a la mochila que se estaba dando forma en tu espalda.

Te hicieron andar con rocas del tamaño de montañas a tus hombros. Cuando querías rendirte, no había piedad ni descansos. Porque si has llegado aquí, así, con todas estas circunstancias, no puedes rendirte.

Porque tu vida será toda lucha, caer y levantarte, demostrar, demostrar, demostrar, demostrar, ¿para qué?

Porque costó tanto quererme.

Porque fue tan dura conmigo la vida.

¿Quizás es que yo a cada prueba, sobrevivía a pesar de la punzada de dolor? ¿Qué debía hacer entonces? ¿Rendirme? Ser una decepción más de esta cadena de sucesos que acontecían sangre roja y negra, ser devorada y encima ¿pedir disculpas?

Escribo esto mirando atrás, pero, al igual que entonces, no siento rabia, odio, venganza. Soy quien soy por mí misma y estas son las cartas que he tenido para jugar. Y a pesar de todo, he ganado.

 Escribo esto mirando atrás y viendo que era diamante puro, que, tras todo aquello, hoy nadie me puede romper.

Que hubiera querido poder ver desde que nací el verdadero rostro de mis verdugos. Y aun así saber, que ciega o no, los iba a amar incondicionalmente, aunque me condenaran sus actos, me pesaran sus lastres.

Solo así yo podría enmendar otra futura infancia nefasta, de decepción y abandono. Y poder ser quizás un día, los padres que nunca tuve.

Porque sé lo que mi niña necesitaba:

Y es una madre cuyo rostro vea al nacer, y esté, siempre incondicionalmente, orgullosa a su lado.

Mi niña, voy a protegerte y amarte, nunca jamás te abandonaré.

Mi niña, aquí está la madre y el padre que nunca tuviste, que quisieras haber podido aprender a querer de verdad, sin dolor, pudiendo ser pequeñita y sin tener que entender que la vida es dura y cambia a las personas, que puede hacerlas ángeles o demonios. Sin tener que obligarte a decir que son injustos prisioneros de una vida que les ha golpeado, que ellos no tienen la culpa del mundo al que te trajeron.

Sin tener que crear en tu cabeza la imagen de estos caminando contigo de la mano, una familia que te enseña a dar tus primeros pasos y van a estar si te caes para enseñarte a levantarte.

Antes siempre había un vacío en la imagen de aquel que cogía mi mano.

Ahora sé que era mi yo de mayor, la madre que siempre quise y merecía.

Yo me enseñé a caminar y a contemplar la vida, a aprender y saborear el dolor antes que el amor, a que hay penas tan grandes que crean vacíos horriblemente inmensos.

Pero que también hay gestos tan extraordinariamente hermosos, que merece la pena seguir caminando y comprobando que del mismo tamaño que esa pena tan profunda, existe un amor inmenso que compensa el duro paso por esta Tierra. Y que merece la pena luchar por sentirlo al menos una vez.

A mi niña de brillantes ojos marrones y espeso cabello oscuro, de sonrisa risueña que nadie pudo hacer desaparecer del rostro: estoy aquí, soy yo (tú) quien cogía tu mano, quien lucho por no decepcionarte, quien nunca te abandonaría por difícil que todo se volviese.

Mi niña de ojos vivos, de risa feliz, de expectativas y sueños propios de un ser extraordinario, estuviste mucho tiempo caminando a ciegas con un guía cuyo rostro te era imposible ver, tuviste que confiar a un desconocido tu camino y aceptar que eras pequeñita, inexperta, inocente, y que tenías que agarrarte a esa mano solo para poder soltarla cuando fuera el momento y sentir que no habías estado sola.

Sola. Como siempre estuviste, y como siempre te negaste a aceptar que estabas y que probablemente, estarías.

Mi niña, en el fondo sabías que llegaría un día, cuando fueras mayor, en el cual, SI estarías sola, sin padres, hermanos, sin amigos, sin amor y te negaste a llegar a adulta recordando que también fue así en tu niñez, que nada había cambiado.

Yo (tu) siempre cogí tu mano, en silencio, sin que pudieras ver mi rostro, y te acompañé hasta que pudiste soltarla y entonces te vi, mi niña, al fin andando sola, alejándote de mi lado, continuando ahora sí, sola, el camino por el cual ande contigo, me enamoré de ti, te cuidé y protegí cuando aquellos que debían no lo hicieron.

No quería tener que explicarte tan pronto que debías de ser tu guía, que la mano que tan dulcemente sujetabas, solo era la tuya (la mía) unos años mayor, haciéndome cargo de nuestras vidas sin hacernos jamás sentir que estábamos solas, dejándonos pensar que en nuestra mente podíamos poner a papá y a mamá en esa preciosa estampa en vez de asumir que era la bella mujer en la que nos hemos convertido, la única que siempre, estuvo ahí cuidándonos, cuidándote, cuidándome.

He sido una gran madre, estoy orgullosa de ti, hija.

 

 

Adriana Martínez

Zaragoza




Puedes seguir a este autor a través de los siguientes enlaces a sus redes sociales y páginas personales: 

PÁGINAS DE REFERENCIA:

Cuenta de Instagram

Cuenta de Facebook

Drina´s mind (blog persona)



Besetes a tod@s.

Nos leemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario