viernes, 16 de mayo de 2014

Colección Uni2. Freya. Capítulo 1: Batido de fresas

Hoy presentamos "Freya", la novela de Ana Asensio que os va a enganchar seguro desde el primer capítulo. En ella viviremos las peripecias de la protagonista en su año de prácticas de veterinaria en un zoo en Argentina. Muy recomendable.







CAPITULO 1. Batido de fresas


Y por fin, después de cuatro horas de autobús hasta Madrid, esperar en la T4 dos horas para embarcar y trece horas de vuelo, llegó a donde iba a vivir durante un año. El año que iban a durar sus prácticas como veterinaria. No podía creérselo, allí estaba ella, sola, en un país con una población de 41.086.927 personas. Cogió sus tres maletas además de la de mano y empezó a caminar, tenía ganas de salir de ese aeropuerto.
Su nuevo apartamento la esperaba en Hurlingham, había elegido esa ciudad por su belleza arquitectónica de estilo inglés y sus amplios espacios verdes y arbolados. Ella estaba acostumbrada a vivir entre  paisajes verdes y grandes superficies para salir en bici, correr, patinar o hacer ejercicios al aire libre. Era una chica deportista, así que no dudó en perder algo de su tiempo para buscar una buena zona donde vivir, eso para ella era importante. Esta ciudad le pareció perfecta, además estaba a tan solo veinte kilómetros de la capital.
Salió del  Aeropuerto Internacional de Ezeiza Ministro Pistarini, para coger un taxi que la llevaría a su nuevo hogar.
Eran treinta y cinco minutos de ruta cuando ella lo consultó en Google Maps, pero una vez allí, se dio cuenta de que el tráfico era apoteósico y que seguro que le costaría más de los minutos que Google Maps le había informado…  Muchos coches, pitidos y con las ventanillas bajadas gritándose los unos a los otros. Había semáforos, pero nadie hacia caso de ellos. Después de más de una hora en el taxi  y sin aire acondicionado, llegó a ‘Zarracatalla número 18, 2ºA’.
Era igual que en las fotos, un hermoso apartamento de una habitación, con una cocina-comedor, un baño y una amplia terraza desde la que podía admirar el parque Cañuelas, un parque de  ciento cincuenta hectáreas, en el que podría salir todas las mañanas a correr. El tiempo acompañaba, temperatura de 24ºC, dejó las maletas en la habitación, se dio una ducha rápida, sacó uno de los vestidos que su madre le había metido en la maleta y  salió a dar una vuelta por el barrio. Mientras bajaba las escaleras, se cruzó con dos chicas, ellas le sonrieron e hicieron un saludo rápido. 
—¡Hola!
—¡Hola, buenas tardes! —dijo Freya.
Era sábado, mientras iba en el avión, sacó el mapa que había comprado en Madrid y se puso a redondear y a hacer un esquema con los sitios cercanos que podría visitar. También quería investigar el metro y los trenes para llegar a su lugar de trabajo el miércoles, así que miró dicho planning y decidió darse un paseo por su calle,  Zarracatalla. Era una calle amplia y larga, tenía una distancia de trece kilómetros. Conforme iba caminando se fijó en las tiendas de ropa, de comida, supermercados, video-club, estancos y bares. Estaba muy contenta por haber elegido esa ciudad, por los poros de su piel radiaba felicidad. Se fijaba en la gente, había muchos alemanes, y también escucho a la gente hablar en inglés, hay que recordar que Hurlingham es una colonia británica, alemana, italiana y española, por lo que se sentía muy a gusto entre tanta diversificación de culturas y no se extrañó al escucharlos conforme ella iba andando.
Antes de volver a casa decidió meterse en el 9Reinas. Le llamo la atención porque le recordó a la película protagonizada por Eduardo Darín. Era un bar grande, de dos pisos y realmente estaba muy bien decorado, tenía mucha luz, ya que tenía unas enormes cristaleras que dejaban ver todo lo que había dentro o por el contrario, todo lo que había fuera del local.
Mientras estaba en la fila se fijó en el chico que estaba atendiendo, un chico de su altura, castaño y de ojos marrones. Debería de pesar unos 68 kilos y parecía que tenía uno o dos años más que ella.
Freya pidió un batido de fresas y el chico de detrás de la barra le contesto:
—Perdona, ¿qué me pediste?
—Un batido de fresas, por favor —dijo señalando las fresas.
—¿Querés decir un licuado de frutillas?
Freya notaba como le subía el calor por las mejillas, pensaba que iba a explotar y se fue avergonzada. Estaba cabreada.
—¿Seré idiota? ¡No vuelvo más a ese bar! ¡¡Qué vergüenza!!
Odiaba sonrojarse cada vez que pasaba vergüenza, había probado todos los tipos de maquillajes, fluidos, compactos, polvos sueltos, compactos en crema, mousse… y ninguno conseguía  tapar su rojez.
Decidió ir a hacer la compra y cenar en casa. Entró en una tienda  pequeñita a escasos metros de casa, compraría lo justo para no ir muy cargada. Compraría poco a poco ya que aquí no tenía coche para poder meter la compra en él. Había pensado en comprarse una moto para trasladarse por la ciudad, también lo tenía anotado en su planning, y estaba programado para el lunes por la mañana: ‘buscar una moto de segunda mano’. Compró más de lo que había pensado y acabo con dos bolsas de plástico llenas de comida, leche de soja, cereales muesli para desayunar, varias galletas de chocolate, algo de fruta, lechuga, tomates, atún, pasta, vegetales, aceite, sal y vinagre. Cuando fue a cruzar la calle escuchó una voz conocida.
—¿Querés que te eche una mano?
—¡¡Tu!!
—Si, hola, soy yo, Diego. Antes no me has dado tiempo de decirte ni adiós.
—Perdona, pero acabo de llegar a la ciudad, eras la primera persona con la que hablaba y me he quedado cortada cuando no has entendido lo que te he pedido, un batido de fresas, ¡uy! ¡Perdón! Un li-cu-a-do de fru-ti-llas, dijo Freya en con retintín.
—Jajaja, no lo dije por molestarte. No te lo tomes a mal, no deberías de haberte ido. ¡En el 9Reinas hacemos los mejores licuados de toda la ciudad!
—Lo sé, pero no sabía qué hacer, perdona.
—Yo ya me he presentado, ¿me podes decir tu nombre?
—Me llamo Freya y como te he dicho acabo de llegar de un vuelo muy largo. He ido a dar una vuelta para conocer un poco la ciudad y hacer una mini-compra para mi piso.
—Encantado Freya —Diego se acercó para darle dos besos.
—Gracias por la ayuda, este es mi portal.
—¡Aquí viven unas amigas mías! ¡Qué casualidad!
—¿Ah si? Bueno, tengo algo de prisa, gracias por la ayuda.
—Pasate mañana por el 9Reinas a desayunar, yo invito.
Freya se limito a sonreír.
—¡Te espero mañana Freya! No me faltes.
Eran las 21.15 de la noche, Freya estaba exhausta, día de vuelo y de visitar una pequeña parte de la ciudad. Se preparó una ensalada, comió una pieza de fruta y cayó rendida.
Las 15.20, Freya no daba crédito. ¡¡¡Había dormido quince horas!!!  Pensó en el desayuno al que Diego le había invitado y se alegró de no haberse levantado antes, porque habría estado dándole vueltas a la cabeza con si ir al 9Reinas o no. Y ella no quería saber nada de ese chico. Ella estaba allí para hacer su año de prácticas y conocer todo lo que pudiera el país.
Deshizo las maletas y dejó toda la ropa colocada en el armario. Tendría que volver a pasar a la tienda de al lado para hacer algo más de compra, gel, champú, secador… y algo más de comida.
Una vez acabó de hacer sus compras, comió y salió a coger el tren y más adelante el metro.
Era su parada, la Nueve de Julio. Bajo del metro y empezó a subir las escaleras, desde las que vio el Obelisco. Conforme  iba acercándose a él, más lo admiraba, sesenta y siete metros de altura en el mismísimo centro de la ciudad, rodeado de la Avenida Corrientes, llena de restaurantes, cafeterías, librerías, cines, teatros y otros tantos complejos donde disfrutar del centro Buenos Aires. Y de la Avenida Nueve de Julio, calle destacada y conocida por ser una de las más anchas del mundo, con sus ciento cuarenta metros. Argentina tenía muchos lugares para conocer. Siguió paseando por la Avenida Nueve de Julio hasta llegar a la Avenida de Mayo, ahí estaba la Plaza de Mayo, y en su centro presidiendo la Pirámide de Mayo, un monumento centenario de la Revolución, cuya estatua situada sobre la cúspide representa la libertad. Un espacio verde con palmeras traídas desde el mismísimo Río de Janeiro, diferentes fuentes espectaculares y al fondo, la Casa Rosada. Era más grande de lo que se había imaginado y estaba rodeada de vallas muy altas.
Se metió en un bar a tomar un refresco y reponer energía y mirando su mapa pensó que podría ir andando hasta Puerto Madero, según el mapa eran sólo 1,4 kilómetros. En este barrio todas las calles llevan nombre de mujeres que se destacaron en la vida. Es una zona portuaria, los viejos diques fueron convertidos en bares, discotecas, cines y sitios de interés que atraen tanto a los turistas como a los habitantes de Buenos Aires. El este del oeste se encuentran comunicados por El puente de la Mujer, una obra del español Santiago Calatrava.
Dando  un paseo frente al centro de museos de la ciudad vio una obra monumental, esculpida en mármol. Se trataba de la Fuente de las Nereidas que muestra a la diosa Venus dentro de una gran concha marina, junto a un séquito de nereidas. Freya quedó flasheada con esta escultura. Representaba el feminismo en estado puro.
Miró el reloj, las 21.30. Ya casi no había sol, quería aprovechar su visita al centro de la ciudad para ver la calle Florida, una calle comercial, encantadora, con galerías, salones para tomar el té y seguro que hoy, al ser domingo estaría a rebosar. Menos mal que se había puesto ropa cómoda, sus inseparables vaqueros cortos, una camiseta de la banda Motörhead ancha y rajada y sus deportivas, unas Asics Gel Noosa Tri 7.
Cierto era, la calle estaba a explotar, mucha gente extranjera. En una heladería había una fila increíble, Heladería Flamingo. Se incorporó a la fila. Iba más rápida de lo que parecía.
—El numero 109.
—¡Si! ¡Yo!
—¿Que le apetece señorita, tarrina o cucurucho?
—Un cucurucho de chocolate con dos bolas de dulce de leche, gracias.
—Ya estoy en ello. ¿Le apetece probar alguno de nuestros alfajores?
—¡Vale! ¿Cual me recomiendas? 
—Un alfajor tucumanos: la base es de galletita crocante y esta relleno de miel de caña. ¡Oh, mi favorito! —dijo señalándolo. —Es el que esta bañado en chocolate y relleno de dulce de leche.
—Póngame uno de cada para llevar y también una botellín de agua.
—Aquí tenes.
Mientras marchaba a coger el metro para dirigirse a casa iba saboreando el helado, estaba realmente bueno, volvería.
Llego a casa. Eran cerca de las 00:00 de la noche.
Sacó su ipad para poner música mientras se duchaba. ‘The Speed of Sound’ empezó a sonar. Los había visto en concierto, un concierto alucinante en el Vicente Calderón en el año 2012. ¡Qué buenos momentos! Le encantaba Coldplay.

Rrrrrrriiiingggggggggggggg
Freya se despertó de un brinco. ¿Quién llama? ¿Quién podría ser? Cogió el interfono.
—¿Si? ¿Hola?

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