CAPITULO 1. Batido de fresas
Y por fin, después de cuatro horas de autobús hasta
Madrid, esperar en la T 4
dos horas para embarcar y trece horas de vuelo, llegó a donde iba a vivir
durante un año. El año que iban a durar sus prácticas como veterinaria. No podía
creérselo, allí estaba ella, sola, en un país con una población de 41.086.927 personas.
Cogió sus tres maletas además de la de mano y empezó a caminar, tenía ganas de
salir de ese aeropuerto.
Su nuevo
apartamento la esperaba en Hurlingham, había elegido esa ciudad por su belleza
arquitectónica de estilo inglés y sus amplios espacios verdes y arbolados. Ella
estaba acostumbrada a vivir entre
paisajes verdes y grandes superficies para salir en bici, correr,
patinar o hacer ejercicios al aire libre. Era una chica deportista, así que no
dudó en perder algo de su tiempo para buscar una buena zona donde vivir, eso
para ella era importante. Esta ciudad le pareció perfecta, además estaba a tan
solo veinte kilómetros de la capital.
Salió del Aeropuerto Internacional de Ezeiza Ministro
Pistarini, para coger un taxi que la llevaría a su nuevo hogar.
Eran treinta y
cinco minutos de ruta cuando ella lo consultó en Google Maps, pero una vez
allí, se dio cuenta de que el tráfico era apoteósico y que seguro que le costaría
más de los minutos que Google Maps le había informado… Muchos coches, pitidos y con las ventanillas
bajadas gritándose los unos a los otros. Había semáforos, pero nadie hacia caso
de ellos. Después de más de una hora en el taxi
y sin aire acondicionado, llegó a ‘Zarracatalla número 18, 2ºA’.
Era igual que
en las fotos, un hermoso apartamento de una habitación, con una cocina-comedor,
un baño y una amplia terraza desde la que podía admirar el parque Cañuelas, un
parque de ciento cincuenta hectáreas, en
el que podría salir todas las mañanas a correr. El tiempo acompañaba,
temperatura de 24ºC ,
dejó las maletas en la habitación, se dio una ducha rápida, sacó uno de los
vestidos que su madre le había metido en la maleta y salió a dar una vuelta por el barrio.
Mientras bajaba las escaleras, se cruzó con dos chicas, ellas le sonrieron e
hicieron un saludo rápido.
—¡Hola!
—¡Hola, buenas
tardes! —dijo Freya.
Era sábado,
mientras iba en el avión, sacó el mapa que había comprado en Madrid y se puso a
redondear y a hacer un esquema con los sitios cercanos que podría visitar.
También quería investigar el metro y los trenes para llegar a su lugar de
trabajo el miércoles, así que miró dicho planning y decidió darse un paseo por
su calle, Zarracatalla. Era una calle
amplia y larga, tenía una distancia de trece kilómetros. Conforme iba caminando
se fijó en las tiendas de ropa, de comida, supermercados, video-club, estancos
y bares. Estaba muy contenta por haber elegido esa ciudad, por los poros de su
piel radiaba felicidad. Se fijaba en la gente, había muchos alemanes, y también
escucho a la gente hablar en inglés, hay que recordar que Hurlingham es una
colonia británica, alemana, italiana y española, por lo que se sentía muy a
gusto entre tanta diversificación de culturas y no se extrañó al escucharlos
conforme ella iba andando.
Antes de volver
a casa decidió meterse en el 9Reinas. Le llamo la atención porque le recordó a
la película protagonizada por Eduardo Darín. Era un bar grande, de dos pisos y
realmente estaba muy bien decorado, tenía mucha luz, ya que tenía unas enormes
cristaleras que dejaban ver todo lo que había dentro o por el contrario, todo
lo que había fuera del local.
Mientras estaba
en la fila se fijó en el chico que estaba atendiendo, un chico de su altura,
castaño y de ojos marrones. Debería de pesar unos 68 kilos y parecía que tenía
uno o dos años más que ella.
Freya pidió un
batido de fresas y el chico de detrás de la barra le contesto:
—Perdona, ¿qué
me pediste?
—Un batido de
fresas, por favor —dijo señalando las fresas.
—¿Querés decir
un licuado de frutillas?
Freya notaba
como le subía el calor por las mejillas, pensaba que iba a explotar y se fue
avergonzada. Estaba cabreada.
—¿Seré idiota? ¡No
vuelvo más a ese bar! ¡¡Qué vergüenza!!
Odiaba
sonrojarse cada vez que pasaba vergüenza, había probado todos los tipos de
maquillajes, fluidos, compactos, polvos sueltos, compactos en crema, mousse… y
ninguno conseguía tapar su rojez.
Decidió ir a
hacer la compra y cenar en casa. Entró en una tienda pequeñita a escasos metros de casa, compraría
lo justo para no ir muy cargada. Compraría poco a poco ya que aquí no tenía
coche para poder meter la compra en él. Había pensado en comprarse una moto
para trasladarse por la ciudad, también lo tenía anotado en su planning, y
estaba programado para el lunes por la mañana: ‘buscar una moto de segunda
mano’. Compró más de lo que había pensado y acabo con dos bolsas de plástico llenas
de comida, leche de soja, cereales muesli para desayunar, varias galletas de chocolate,
algo de fruta, lechuga, tomates, atún, pasta, vegetales, aceite, sal y vinagre.
Cuando fue a cruzar la calle escuchó una voz conocida.
—¿Querés que te
eche una mano?
—¡¡Tu!!
—Si, hola, soy
yo, Diego. Antes no me has dado tiempo de decirte ni adiós.
—Perdona, pero
acabo de llegar a la ciudad, eras la primera persona con la que hablaba y me he
quedado cortada cuando no has entendido lo que te he pedido, un batido de
fresas, ¡uy! ¡Perdón! Un li-cu-a-do de fru-ti-llas, dijo Freya en con retintín.
—Jajaja, no lo
dije por molestarte. No te lo tomes a mal, no deberías de haberte ido. ¡En el
9Reinas hacemos los mejores licuados de toda la ciudad!
—Lo sé, pero no
sabía qué hacer, perdona.
—Yo ya me he
presentado, ¿me podes decir tu nombre?
—Me llamo Freya
y como te he dicho acabo de llegar de un vuelo muy largo. He ido a dar una
vuelta para conocer un poco la ciudad y hacer una mini-compra para mi piso.
—Encantado
Freya —Diego se acercó para darle dos besos.
—Gracias por la
ayuda, este es mi portal.
—¡Aquí viven
unas amigas mías! ¡Qué casualidad!
—¿Ah si? Bueno,
tengo algo de prisa, gracias por la ayuda.
—Pasate mañana
por el 9Reinas a desayunar, yo invito.
Freya se limito
a sonreír.
—¡Te espero
mañana Freya! No me faltes.
Eran las 21.15
de la noche, Freya estaba exhausta, día de vuelo y de visitar una pequeña parte
de la ciudad. Se preparó una ensalada, comió una pieza de fruta y cayó rendida.
Las 15.20,
Freya no daba crédito. ¡¡¡Había dormido quince horas!!! Pensó en el desayuno al que Diego le había
invitado y se alegró de no haberse levantado antes, porque habría estado
dándole vueltas a la cabeza con si ir al 9Reinas o no. Y ella no quería saber
nada de ese chico. Ella estaba allí para hacer su año de prácticas y conocer
todo lo que pudiera el país.
Deshizo las
maletas y dejó toda la ropa colocada en el armario. Tendría que volver a pasar
a la tienda de al lado para hacer algo más de compra, gel, champú, secador… y
algo más de comida.
Una vez acabó
de hacer sus compras, comió y salió a coger el tren y más adelante el metro.
Era su parada, la Nueve de Julio. Bajo del
metro y empezó a subir las escaleras, desde las que vio el Obelisco.
Conforme iba acercándose a él, más lo
admiraba, sesenta y siete metros de altura en el mismísimo centro de la ciudad,
rodeado de la
Avenida Corrientes , llena de restaurantes, cafeterías,
librerías, cines, teatros y otros tantos complejos donde disfrutar del centro
Buenos Aires. Y de la Avenida Nueve
de Julio, calle destacada y conocida por ser una de las más anchas del mundo,
con sus ciento cuarenta metros. Argentina tenía muchos lugares para conocer.
Siguió paseando por la Avenida Nueve
de Julio hasta llegar a la
Avenida de Mayo, ahí estaba la Plaza de Mayo, y en su
centro presidiendo la Pirámide
de Mayo, un monumento centenario de la Revolución , cuya estatua situada sobre la cúspide
representa la libertad. Un espacio verde con palmeras traídas desde el mismísimo
Río de Janeiro, diferentes fuentes espectaculares y al fondo, la Casa Rosada. Era más
grande de lo que se había imaginado y estaba rodeada de vallas muy altas.
Se metió en un
bar a tomar un refresco y reponer energía y mirando su mapa pensó que podría ir
andando hasta Puerto Madero, según el mapa eran sólo 1,4 kilómetros . En
este barrio todas las calles llevan nombre de mujeres que se destacaron en la
vida. Es una zona portuaria, los viejos diques fueron convertidos en bares,
discotecas, cines y sitios de interés que atraen tanto a los turistas como a
los habitantes de Buenos Aires. El este del oeste se encuentran comunicados por
El puente de la Mujer ,
una obra del español Santiago Calatrava.
Dando un paseo frente al centro de museos de la
ciudad vio una obra monumental, esculpida en mármol. Se trataba de la Fuente de las Nereidas que
muestra a la diosa Venus dentro de una gran concha marina, junto a un séquito
de nereidas. Freya quedó flasheada con esta escultura. Representaba el
feminismo en estado puro.
Miró el reloj,
las 21.30. Ya casi no había sol, quería aprovechar su visita al centro de la
ciudad para ver la calle Florida, una calle comercial, encantadora, con
galerías, salones para tomar el té y seguro que hoy, al ser domingo estaría a
rebosar. Menos mal que se había puesto ropa cómoda, sus inseparables vaqueros
cortos, una camiseta de la banda Motörhead ancha y rajada y sus deportivas,
unas Asics Gel Noosa Tri 7.
Cierto era, la
calle estaba a explotar, mucha gente extranjera. En una heladería había una fila
increíble, Heladería Flamingo. Se incorporó a la fila. Iba más rápida de lo que
parecía.
—El numero 109.
—¡Si! ¡Yo!
—¿Que le
apetece señorita, tarrina o cucurucho?
—Un cucurucho
de chocolate con dos bolas de dulce de leche, gracias.
—Ya estoy en
ello. ¿Le apetece probar alguno de nuestros alfajores?
—¡Vale! ¿Cual
me recomiendas?
—Un alfajor
tucumanos: la base es de galletita crocante y esta relleno de miel de caña. ¡Oh,
mi favorito! —dijo señalándolo. —Es el que esta bañado en chocolate y relleno
de dulce de leche.
—Póngame uno de
cada para llevar y también una botellín de agua.
—Aquí tenes.
Mientras marchaba
a coger el metro para dirigirse a casa iba saboreando el helado, estaba
realmente bueno, volvería.
Llego a casa.
Eran cerca de las 00:00 de la noche.
Sacó su ipad
para poner música mientras se duchaba. ‘The Speed of Sound’ empezó a sonar. Los
había visto en concierto, un concierto alucinante en el Vicente Calderón en el
año 2012. ¡Qué buenos momentos! Le encantaba Coldplay.
Rrrrrrriiiingggggggggggggg
Freya se
despertó de un brinco. ¿Quién llama? ¿Quién podría ser? Cogió el interfono.
—¿Si? ¿Hola?
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