CAPITULO I: FRANCIA
Peter North despertó de un salto cuando
oyó sonar la sirena de alarma del aeródromo. Eran las 4:30 de la madrugada de
un día de septiembre de 1940. El sabía que aquello avisaba de una nueva
incursión de aviones de la Luftwaffe
(fuerza aérea de la Alemania
nazi). En la litera de arriba, su amigo de la infancia, John Mathews, también
se sobresaltó.
Peter había nacido en 1917 en un
pueblecito a las afueras de Londres, en el seno de una familia humilde. Era el
menor de tres hermanos. Marcus era el mayor, tenía cinco años más que Peter, y
Christine contaba dos años más que él. De padre inglés y madre francesa tenía
un perfecto conocimiento del francés, sin apenas acento.
Sus padres todavía vivían a las afueras
de Londres. Su hermana se casó y fue a vivir a Southampton, una ciudad
portuaria en el sur de Inglaterra. Christine tenía una preciosa niña:
Elisabeth.
Cuando Peter contaba veinte años se
alistó voluntario en la RAF.
(Royal Air Force) y un año más tarde logró entrar en la academia de pilotos. Allí
se había reencontrado con John Mathews, su amigo de la infancia. Los dos habían
combatido contra los alemanes en los cielos de Francia.
La madre de Peter intentó evitar que
Peter se alistara ya que su hermano Marcus había caído en un pueblo de España
llamado Belchite poco tiempo atrás y la herida todavía permanecía abierta.
Marcus se había alistado en las Brigadas Internacionales en defensa de sus
ideales y había luchado del lado de la República.
Los dos amigos se dirigieron a la carrera
hacia la sala de pilotos para recibir instrucciones. Allí los esperaba el
capitán de campo que les informó de la situación: se trataba de una salida más
de interceptación. Los radares costeros habían localizado multitud de aviones
enemigos. Se les dieron instrucciones y corrieron hacia sus aviones.
Los alemanes estaban bombardeando
Inglaterra. Primero comenzaron por instalaciones militares para intentar borrar
del mapa a la RAF.
y poder llevar a cabo un desembarco. Más tarde continuaron bombardeando
ciudades para intentar que Inglaterra se rindiera. Esta práctica ya la había
llevado a cabo la Legión
Cóndor durante el tristemente famoso bombardeo de Guernica en
España. Ahora esto estaba ocurriendo todas las noches en las ciudades
británicas.
Siempre que Peter leía el parte del día
de los bombardeos se echaba en cara el por qué no había sido capaz de derribar
a todos aquellos aviones.
Peter saltó dentro de la cabina de su
Spitfire.
—Suerte, le dijo su mecánico.
—Gracias Andy, la necesitaré —respondió.
Arrancó el motor con la ayuda de Andy y comenzó a carretear. A su lado corría
el avión de John. Los dos formaban pareja de cazas.
Encararon la pista contra el viento los
dos juntos y despegaron a la par. La forma habitual de hacerlo era ésta, no
había tiempo que perder. En cuanto estuvo todo el escuadrón en el aire
partieron en rumbo sureste a una altura de unos tres mil pies.
Comenzaba a despuntar el alba sobre el
Canal de la Mancha. Allá arriba sólo se oía el sonido de los motores. Volaban
lo suficientemente cerca para poder hacerse señas entre los pilotos, el
silencio de radio evitaba que pudieran ser descubiertos y así ganar el factor
sorpresa. No se veía nada más que nubes. Una sensación de frío y soledad inundaba
a Peter.
De pronto John le hizo una seña apuntando
su dedo hacia abajo, miró y pudo ver varias formaciones de bombarderos
enemigos. Volaban ya a baja cota para intentar no ser localizados por los
radares costeros británicos. A Peter le extrañó no ver escolta de cazas, aunque
en ocasiones no la llevaban.
Sin duda estaban en posición ventajosa
para poder atacar y contaban con no haber sido descubiertos.
Cuando casi habían sobrepasado a los
bombarderos el jefe de escuadrón dio la señal para atacar y Peter experimentó una
gran subida de adrenalina.
Al igual que el resto del escuadrón, giró
su Spitfire hasta ponerlo boca abajo y se lanzó en picado cambiando de
dirección. Sabía que la primera pasada sería en la que más daño podría hacer
puesto que se acercaba a ellos desde una posición óptima. Se acercó rápidamente
a un He-111. El bombardero no empezó a disparar hasta que Peter no se
encontraba a unos seiscientos metros de distancia, sin duda había resultado un
ataque sorpresa. Las balas trazadoras silbaban a su alrededor. Situó el avión
enemigo en las miras de puntería y disparó sus ametralladoras de nueve milímetros.
Cuando estuvo un poco más cerca y el blanco era seguro usó los cañones de
veinte milímetros. El Bombardero se incendió inmediatamente y comenzó a perder
altura. Peter dejó a su presa, que ya estaba sentenciada, y comenzó a ascender.
John había hecho lo propio con otro
He-111 que se había convertido en una bola de fuego y había explotado antes de
tocar las frías aguas del Canal.
No podía ser tan fácil: “¿dónde estaba la
escolta?”. Volvió a preguntarse.
Cuando se disponían a atacar de nuevo
aparecieron entre las nubes sobre de ellos varios escuadrones de cazas
enemigos. Estaba claro que por algún motivo, que poco importaba ahora, se
habían separado de los bombarderos. Inmediatamente los alemanes se lanzaron
sobre ellos.
Antes de que pudiera darse cuenta, Peter,
tenía tras él a un Bf-109. El Spitfire, que manejaba, era el mejor caza del
momento y él era un piloto muy capaz, pero el Bf-109 alemán había sido hasta la
fecha el mejor, y sin duda era un adversario formidable.
Intentó zafarse como pudo de su
perseguidor, pero no lo conseguía. De pronto apareció John por sorpresa detrás
del alemán y logró derribarlo. Esta era una de las razones por la que los cazas
siempre actuaban en parejas.
El combate duraba ya largo tiempo. El
grupo británico se veía cada vez más mermado y los cazas alemanes parecían
multiplicarse.
En medio del combate John atacó a un
bombardero entre las nubes. De repente apareció un caza alemán detrás de él. Peter
procuró ir en ayuda de John. El alemán disparó y logró un impacto certero sobre
el caza de John el cual perdió la punta de un ala y empezó a girar sobre si
mismo descontrolado. Peter sabía que John no podría saltar de la cabina con el
avión moviéndose así y que probablemente se desmayaría antes del impacto. Vio como
caía el avión de su amigo a las negras aguas del Canal de la Mancha. No se
encontraban lejos de las costas de Francia. Peter supo que no volvería a ver a
su amigo.
Se quedo traspuesto viendo caer a John
pero de inmediato tuvo que volver a la realidad de la batalla. Estaba en buena
posición para atacar al avión que había derribado a su compañero de infancia.
Disparó sus ametralladoras y el Bf-109 se incendió. En lugar de dejarlo caer a
su suerte, Peter quiso asegurar su venganza y volvió a disparar hasta que el
caza estalló en el aire.
De pronto notó que el motor hacía ruidos
extraños como si se quisiera parar, miro a los indicadores y vio que no tenía
combustible. Sin duda, alguna bala había agujereado el depósito y había perdido
la gasolina rápidamente. Miró a su alrededor y supo que su única opción era
alcanzar la costa francesa. Pensaba lanzarse en paracaídas sobre tierra, ya que
las frías aguas del mar del Norte no tardarían en acabar con su vida si no
lograba desplegar su equipo de supervivencia a tiempo. Salió de la batalla y se
dirigió hacia allí. Los cazas enemigos no lo hostigaban al no suponer una
amenaza para sus bombarderos. El motor se paró por completo, estaba a una buena
altura y supo que llegaría planeando fácilmente.
Estaba llegando a la Francia ocupada por los
nazis. No sabía que suerte podría correr en aquel país. La costa se veía cada vez
más cerca y el avión iba perdiendo más y más altitud. Cuando alcanzó la costa
no tenía altura suficiente para que su salto resultara exitoso. Iba a tener que
realizar un aterrizaje de emergencia. Cortó la alimentación de combustible y
optó por no desplegar el tren para intentar aterrizar con la panza del avión.
El paisaje de la zona le ayudaría a tener un aterrizaje no excesivamente
brusco. Esta parte del Norte de Francia, se caracteriza por sus prados y campos
de cultivo separados por setos y pequeños muretes; es lo que ellos llaman
bocage.
El avión se adentró unos pocos kilómetros
en el continente antes de que el aterrizaje resultara inminente. Peter veía
pasar cada vez más cerca el suelo.
Intentó posarse en un prado, levanto el
morro en el último momento y el aparato se estremeció violentamente. Sufrió
fuertes sacudidas. En ese momento no podía hacer ya nada más que esperar a que
el avión frenase contra alguno de los setos y no contra un muro. Finalmente el
avión se detuvo.
Peter se encontraba aturdido y con una
herida en el brazo izquierdo que le habían provocado los cristales de la cabina
al romperse. Salió de la cabina como pudo y se lanzó al suelo. Estaba
prácticamente ileso, no se lo podía creer. Se quedó por unos segundos mirando
al cielo, tumbado en el suelo al lado del caza. Estaba exhausto. Pensó que
había tenido suerte al no haberse incendiado el avión, por su integridad física
y por no delatar su posición a las patrullas que sin duda estarían por la zona
y le habrían visto caer. Se dijo a sí mismo que debía alejarse de allí lo antes
posible. Era media mañana y había mucha luz, eso no le ayudaría a esconderse.
Decidió buscar un refugio hasta que cayera la noche y luego intentar deshacerse
de su uniforme de piloto que lo delataba a gran distancia.
Peter corrió entre los campos atravesando
los setos y los muretes que los separaban. No había nadie a la vista. Al
atravesar uno de los setos vio al otro lado una pequeña granja. Era una
construcción de piedra con una vivienda principal y un granero de dos pisos
para los animales. No había nadie, los dueños estarían realizando labores en el
campo pensó. Su herida del brazo no era grave pero si no recibía una cura
podría complicarse. Se dirigió al granero y subió al primer piso. Se escondió
entre la paja y antes de que pudiera darse cuenta se había quedado dormido.
Lo sobresaltaron unos gritos en alemán.
Una patrulla estaba interrogando a la familia que vivía en la granja. Se asomó
con precaución por la ventana y pudo ver a una pareja de granjeros más bien
entrados en años y a su fornida hija de unos veinte años con una patrulla de
dos soldados que llevaba la típica moto con sidecar. Peter se dio cuenta de que
los soldados llevaban el uniforme de las Waffen SS, se trataba de las más
fanáticas tropas de Hitler, pero… ¿qué estaba haciendo allí una unidad de
élite?
Empezaba a anochecer, debía de ser media
tarde. Su herida en el brazo le comenzaba a doler.
Los dos guardias estaban hablando a
gritos con los granjeros. Chapurreaban alguna palabra en francés entre gritos
en alemán. Sin duda estaban buscando a Peter. La muchacha era la que estaba
hablando con ellos y les decía que no sabían nada de pilotos británicos. Ellos
insistían. Los soldados quisieron inspeccionar el granero.
Entraron los dos, seguidos por la familia
de granjeros. Peter estaba muy nervioso, temía que lo descubrieran. De pronto
un asno salió de entre las vigas de madera, el cabo de las SS lo vio y le
disparó con su pistola en la cabeza casi por diversión. La muchacha protesto y
le intentó agarrar, le pegó un puñetazo y la tiró al suelo. El granjero se
abalanzó sobre él, pero el cabo, que llevaba la pistola en la mano, le
descerrajó un disparo a quemarropa. El granjero cayó herido al suelo y su
esposa se arrodilló junto a él. Las SS no se caracterizaban por sus buenos
modos. Los guardias continuaron con su inspección.
Peter
pensó que debía de hacer algo. De lo contrario le descubrirían y correría la
misma suerte que el pobre asno y el granjero francés. Sacó su pistola
reglamentaria y le quitó el
seguro…
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