viernes, 9 de mayo de 2014

Colección Uni2. Luz en la oscuridad. Capítulo 1: Francia

Estamos de estreno. Arranca la Colección Uni2 con la propuesta de Alberto Bello y Vanesa Berdoy. Su novela "Luz en la oscuridad" es la historia de Peter North, piloto de las fuerzas aéreas británicas durante la Segunda Guerra Mundial. Acción trepidante para el primer capítulo titulado: "Francia".






CAPITULO I: FRANCIA

Peter North despertó de un salto cuando oyó sonar la sirena de alarma del aeródromo. Eran las 4:30 de la madrugada de un día de septiembre de 1940. El sabía que aquello avisaba de una nueva incursión de aviones de la Luftwaffe (fuerza aérea de la Alemania nazi). En la litera de arriba, su amigo de la infancia, John Mathews, también se sobresaltó.

Peter había nacido en 1917 en un pueblecito a las afueras de Londres, en el seno de una familia humilde. Era el menor de tres hermanos. Marcus era el mayor, tenía cinco años más que Peter, y Christine contaba dos años más que él. De padre inglés y madre francesa tenía un perfecto conocimiento del francés, sin apenas acento.
Sus padres todavía vivían a las afueras de Londres. Su hermana se casó y fue a vivir a Southampton, una ciudad portuaria en el sur de Inglaterra. Christine tenía una preciosa niña: Elisabeth.
Cuando Peter contaba veinte años se alistó voluntario en la RAF. (Royal Air Force) y un año más tarde logró entrar en la academia de pilotos. Allí se había reencontrado con John Mathews, su amigo de la infancia. Los dos habían combatido contra los alemanes en los cielos de Francia.
La madre de Peter intentó evitar que Peter se alistara ya que su hermano Marcus había caído en un pueblo de España llamado Belchite poco tiempo atrás y la herida todavía permanecía abierta. Marcus se había alistado en las Brigadas Internacionales en defensa de sus ideales y había luchado del lado de la República.

Los dos amigos se dirigieron a la carrera hacia la sala de pilotos para recibir instrucciones. Allí los esperaba el capitán de campo que les informó de la situación: se trataba de una salida más de interceptación. Los radares costeros habían localizado multitud de aviones enemigos. Se les dieron instrucciones y corrieron hacia sus aviones.

La Alemania de Hitler dominaba casi todo el continente. Francia, el último bastión democrático en Europa, había caído unos meses atrás y era ocupada por los nazis. Inglaterra se encontraba sola contra el fascismo.
Los alemanes estaban bombardeando Inglaterra. Primero comenzaron por instalaciones militares para intentar borrar del mapa a la RAF. y poder llevar a cabo un desembarco. Más tarde continuaron bombardeando ciudades para intentar que Inglaterra se rindiera. Esta práctica ya la había llevado a cabo la Legión Cóndor durante el tristemente famoso bombardeo de Guernica en España. Ahora esto estaba ocurriendo todas las noches en las ciudades británicas.
Siempre que Peter leía el parte del día de los bombardeos se echaba en cara el por qué no había sido capaz de derribar a todos aquellos aviones.

Peter saltó dentro de la cabina de su Spitfire.
—Suerte, le dijo su mecánico.
—Gracias Andy, la necesitaré —respondió. Arrancó el motor con la ayuda de Andy y comenzó a carretear. A su lado corría el avión de John. Los dos formaban pareja de cazas.
Encararon la pista contra el viento los dos juntos y despegaron a la par. La forma habitual de hacerlo era ésta, no había tiempo que perder. En cuanto estuvo todo el escuadrón en el aire partieron en rumbo sureste a una altura de unos tres mil pies.  

Comenzaba a despuntar el alba sobre el Canal de la Mancha. Allá arriba sólo se oía el sonido de los motores. Volaban lo suficientemente cerca para poder hacerse señas entre los pilotos, el silencio de radio evitaba que pudieran ser descubiertos y así ganar el factor sorpresa. No se veía nada más que nubes. Una sensación de frío y soledad inundaba a Peter.
De pronto John le hizo una seña apuntando su dedo hacia abajo, miró y pudo ver varias formaciones de bombarderos enemigos. Volaban ya a baja cota para intentar no ser localizados por los radares costeros británicos. A Peter le extrañó no ver escolta de cazas, aunque en ocasiones no la llevaban.
Sin duda estaban en posición ventajosa para poder atacar y contaban con no haber sido descubiertos.
Cuando casi habían sobrepasado a los bombarderos el jefe de escuadrón dio la señal para atacar y Peter experimentó una gran subida de adrenalina.

Al igual que el resto del escuadrón, giró su Spitfire hasta ponerlo boca abajo y se lanzó en picado cambiando de dirección. Sabía que la primera pasada sería en la que más daño podría hacer puesto que se acercaba a ellos desde una posición óptima. Se acercó rápidamente a un He-111. El bombardero no empezó a disparar hasta que Peter no se encontraba a unos seiscientos metros de distancia, sin duda había resultado un ataque sorpresa. Las balas trazadoras silbaban a su alrededor. Situó el avión enemigo en las miras de puntería y disparó sus ametralladoras de nueve milímetros. Cuando estuvo un poco más cerca y el blanco era seguro usó los cañones de veinte milímetros. El Bombardero se incendió inmediatamente y comenzó a perder altura. Peter dejó a su presa, que ya estaba sentenciada, y comenzó a ascender.
John había hecho lo propio con otro He-111 que se había convertido en una bola de fuego y había explotado antes de tocar las frías aguas del Canal.
No podía ser tan fácil: “¿dónde estaba la escolta?”. Volvió a preguntarse.

Cuando se disponían a atacar de nuevo aparecieron entre las nubes sobre de ellos varios escuadrones de cazas enemigos. Estaba claro que por algún motivo, que poco importaba ahora, se habían separado de los bombarderos. Inmediatamente los alemanes se lanzaron sobre ellos.
Antes de que pudiera darse cuenta, Peter, tenía tras él a un Bf-109. El Spitfire, que manejaba, era el mejor caza del momento y él era un piloto muy capaz, pero el Bf-109 alemán había sido hasta la fecha el mejor, y sin duda era un adversario formidable.
Intentó zafarse como pudo de su perseguidor, pero no lo conseguía. De pronto apareció John por sorpresa detrás del alemán y logró derribarlo. Esta era una de las razones por la que los cazas siempre actuaban en parejas.

El combate duraba ya largo tiempo. El grupo británico se veía cada vez más mermado y los cazas alemanes parecían multiplicarse.
En medio del combate John atacó a un bombardero entre las nubes. De repente apareció un caza alemán detrás de él. Peter procuró ir en ayuda de John. El alemán disparó y logró un impacto certero sobre el caza de John el cual perdió la punta de un ala y empezó a girar sobre si mismo descontrolado. Peter sabía que John no podría saltar de la cabina con el avión moviéndose así y que probablemente se desmayaría antes del impacto. Vio como caía el avión de su amigo a las negras aguas del Canal de la Mancha. No se encontraban lejos de las costas de Francia. Peter supo que no volvería a ver a su amigo.

Se quedo traspuesto viendo caer a John pero de inmediato tuvo que volver a la realidad de la batalla. Estaba en buena posición para atacar al avión que había derribado a su compañero de infancia. Disparó sus ametralladoras y el Bf-109 se incendió. En lugar de dejarlo caer a su suerte, Peter quiso asegurar su venganza y volvió a disparar hasta que el caza estalló en el aire.
De pronto notó que el motor hacía ruidos extraños como si se quisiera parar, miro a los indicadores y vio que no tenía combustible. Sin duda, alguna bala había agujereado el depósito y había perdido la gasolina rápidamente. Miró a su alrededor y supo que su única opción era alcanzar la costa francesa. Pensaba lanzarse en paracaídas sobre tierra, ya que las frías aguas del mar del Norte no tardarían en acabar con su vida si no lograba desplegar su equipo de supervivencia a tiempo. Salió de la batalla y se dirigió hacia allí. Los cazas enemigos no lo hostigaban al no suponer una amenaza para sus bombarderos. El motor se paró por completo, estaba a una buena altura y supo que llegaría planeando fácilmente.
Estaba llegando a la Francia ocupada por los nazis. No sabía que suerte podría correr en aquel país. La costa se veía cada vez más cerca y el avión iba perdiendo más y más altitud. Cuando alcanzó la costa no tenía altura suficiente para que su salto resultara exitoso. Iba a tener que realizar un aterrizaje de emergencia. Cortó la alimentación de combustible y optó por no desplegar el tren para intentar aterrizar con la panza del avión. El paisaje de la zona le ayudaría a tener un aterrizaje no excesivamente brusco. Esta parte del Norte de Francia, se caracteriza por sus prados y campos de cultivo separados por setos y pequeños muretes; es lo que ellos llaman bocage.

El avión se adentró unos pocos kilómetros en el continente antes de que el aterrizaje resultara inminente. Peter veía pasar cada vez más cerca el suelo.
Intentó posarse en un prado, levanto el morro en el último momento y el aparato se estremeció violentamente. Sufrió fuertes sacudidas. En ese momento no podía hacer ya nada más que esperar a que el avión frenase contra alguno de los setos y no contra un muro. Finalmente el avión se detuvo.
Peter se encontraba aturdido y con una herida en el brazo izquierdo que le habían provocado los cristales de la cabina al romperse. Salió de la cabina como pudo y se lanzó al suelo. Estaba prácticamente ileso, no se lo podía creer. Se quedó por unos segundos mirando al cielo, tumbado en el suelo al lado del caza. Estaba exhausto. Pensó que había tenido suerte al no haberse incendiado el avión, por su integridad física y por no delatar su posición a las patrullas que sin duda estarían por la zona y le habrían visto caer. Se dijo a sí mismo que debía alejarse de allí lo antes posible. Era media mañana y había mucha luz, eso no le ayudaría a esconderse. Decidió buscar un refugio hasta que cayera la noche y luego intentar deshacerse de su uniforme de piloto que lo delataba a gran distancia.
Peter corrió entre los campos atravesando los setos y los muretes que los separaban. No había nadie a la vista. Al atravesar uno de los setos vio al otro lado una pequeña granja. Era una construcción de piedra con una vivienda principal y un granero de dos pisos para los animales. No había nadie, los dueños estarían realizando labores en el campo pensó. Su herida del brazo no era grave pero si no recibía una cura podría complicarse. Se dirigió al granero y subió al primer piso. Se escondió entre la paja y antes de que pudiera darse cuenta se había quedado dormido.

Lo sobresaltaron unos gritos en alemán. Una patrulla estaba interrogando a la familia que vivía en la granja. Se asomó con precaución por la ventana y pudo ver a una pareja de granjeros más bien entrados en años y a su fornida hija de unos veinte años con una patrulla de dos soldados que llevaba la típica moto con sidecar. Peter se dio cuenta de que los soldados llevaban el uniforme de las Waffen SS, se trataba de las más fanáticas tropas de Hitler, pero… ¿qué estaba haciendo allí una unidad de élite?
Empezaba a anochecer, debía de ser media tarde. Su herida en el brazo le comenzaba a doler.
Los dos guardias estaban hablando a gritos con los granjeros. Chapurreaban alguna palabra en francés entre gritos en alemán. Sin duda estaban buscando a Peter. La muchacha era la que estaba hablando con ellos y les decía que no sabían nada de pilotos británicos. Ellos insistían. Los soldados quisieron inspeccionar el granero.
Entraron los dos, seguidos por la familia de granjeros. Peter estaba muy nervioso, temía que lo descubrieran. De pronto un asno salió de entre las vigas de madera, el cabo de las SS lo vio y le disparó con su pistola en la cabeza casi por diversión. La muchacha protesto y le intentó agarrar, le pegó un puñetazo y la tiró al suelo. El granjero se abalanzó sobre él, pero el cabo, que llevaba la pistola en la mano, le descerrajó un disparo a quemarropa. El granjero cayó herido al suelo y su esposa se arrodilló junto a él. Las SS no se caracterizaban por sus buenos modos. Los guardias continuaron con su inspección.

Peter pensó que debía de hacer algo. De lo contrario le descubrirían y correría la misma suerte que el pobre asno y el granjero francés. Sacó su pistola reglamentaria y le quitó el seguro…

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