Autora: Alix Rubio Calatayud.
Procedencia: Mediana de Aragón, Zaragoza.
Hoy vamos a poder saborear un delicioso relato: "Se dice Prosciutto" de Alix Rubio Calatayud (Mediana de Aragón, Zaragoza) en el que nos narra una tierna historia que está contada con una delicadeza exquisita. No os perdáis el relato de hoy porque os va a encantar. Gracias Alix por seguir formando parte de Zarracatalla, la revista Amalgama nos unió en los peores momentos de la pandemia y ahora esta iniciativa nos vuelve a juntar para aunar fuerzas y llenar de letras este 2022. Una suerte tenerte de nuevo.
A continuación os dejo aquí su texto para que disfrutéis de su lectura...
“SE DICE
PROSCIUTTO”
Isabel
estaba contenta. Era su cumpleaños y su nieta Sabel acababa de darle una
agradable sorpresa: la había llamado por teléfono para felicitarla e invitarla
a comer. Isabel, encantada por la invitación, se apresuró a contárselo a su
amiga Luisa. Dejó que el teléfono sonara varias veces, armándose de paciencia.
La pobre Luisa había envejecido mucho y se movía despacio. Pronto necesitaría
un andador. Como tampoco veía bien apenas utilizaba el móvil, pese a que sus
hijos le habían regalado uno con los números muy grandes. “¡Pobre Luisa! Ya
tiene ochenta años. Nos hacemos viejas”, pensó Isabel, que ese día cumplía setenta y ocho.
-¡Luisa!
–gritó- ¡Luisa! Hoy no tomaré café contigo, me voy a comer con Sabel… ¡Sí! Ha
vuelto de Italia… Sí, el martes pasado… ¿Cómo? No, mujer, no se ha casado… No
digas tonterías… Qué novio ni qué niño muerto… Un amigo nada más… Bueno, te
dejo, mañana te cuento… Venga… Sí, adiós… adiós…
“¡Dios
mío! Qué paciencia con esta mujer. Encima medio sorda. Qué malo es llegar a
viejo”
Isabel se puso guapa por su cumpleaños y
en honor a Sabel. “Tunéate bien, nonna, que hoy te saldrá un novio”. ¡Esta
Sabel! Siempre buscándole pretendientes, como si no supiera que Eugenio había
sido –y sería siempre- el único amor de su vida. “Tu abuelo era el hombre más
guapo del mundo, niña, tan rubio y con aquellos ojos que ni Paúl
Numan.” Sabel sonreía por la pronunciación de su abuela y le decía
cariñosamente: “es Paul Newmann”. Isabel fingía enfadarse: “a mis años ya no
estoy para el inglés”.
Sonó el timbre. Sabel puntual,
resplandeciente y semi oculta tras un inmenso ramo de flores blancas, sus
preferidas. A la mujer se le saltaron las lágrimas.
-Estás
estupenda, nonna. Felicidades.
-Y
tú preciosa, hija. Tan elegante, qué estilo. Deja que te mire bien. Si tu
abuelo pudiera verte.
-No
llores, hoy no. Es tu día y quiero que estés contenta.
Sabel cogió un jarrón y lo llevó a la
cocina para llenarlo de agua. Colocó el ramo y lo puso sobre la mesita de café.
Después le entregó a su abuela un paquete.
-Cuando
lo vi no pude resistirme, tenía que ser para ti.
El pañuelo de seda natural se deslizaba
entre los dedos de Isabel. La nieta se lo colocó en torno al cuello con gracia.
Se dio el último toque ante el espejo del recibidor, muy complacida por el efecto
del pañuelo, se colgó del hombro el bolso bueno y ambas salieron.
-Vas
a estrenar mi coche nuevo. ¿Qué te parece?
Isabel miró el vehículo, un modelo
totalmente eléctrico de última generación, de elegante color azul.
-Muy
bonito, muy bonito –fue todo lo que acertó a decir. No entendía de marcas ni de
modelos. Sabel, enternecida, le dio un beso.
-Ni
te vas a enterar de que vas en un coche. No hace ruido ni se mueve. Había
pensado llevarte a una pizzería, una italiana de verdad que ha abierto un amigo
mío. ¿Te parece bien nonna?
-Todo
lo que decidas estará bien, cariño –tampoco había comido nunca pizza.
El restaurante le gustó. Olía bien, las
paredes estaban adornadas con fotografías muy buenas de paisajes de Italia,
sonaba música popular a volumen bajo. El amigo de Sabel se levantó para
saludarlas. Se trataba de un hombre joven y atildado, de perfil romano y
grandes ojos castaño verdosos.
-Francesco
te presento a mi nonna, Isabel. Es su cumpleaños.
Él besó la mano de la anciana, las acompañó
a una mesa y apartó las sillas para que se sentaran.
Isabel examinó la carta, mirando bien las
fotografías de los platos. Le gustó especialmente el aspecto de uno de ellos.
-Yo
tomaré una pirsa de prostituto –le dijo a Francesco.
El joven no movió un músculo, y tomó
nota. Sabel se tragó la risa. Al quedar solas le susurró a su abuela:
-Se
dice prosciutto, nonna.
Alix Rubio Calatayud
Mediana de Aragón , Zaragoza
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Un relato con unos diálogos amenos, muy propios de la cotidianidad. Fantástico! Saludos cariñosos desde Canarias
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