Autora: Sarilis Montoro.
Procedencia: Alagón, Zaragoza.
Hoy compartirá líneas con todos nosotros
en el 2022 DE LETRAS Sarilis Montoro (Alagón, Zaragoza). Desde
hace mucho tiempo decidió sumarse a Zarracatalla y nunca se ha perdido ninguna
cita: proyectos en común, colaboraciones, ha participado en la presentación de
algún libro mío... En fin, que siempre está ahí. Y como no, en esta ocasión,
también.
Seguiremos disfrutando de su bulliciosa
imaginación para crear historias. En este caso nos trae "Ver sacrum",
un relato cargado de simbología. Gracias, Sarilis.
A continuación os dejo aquí su texto para
que disfrutéis de su lectura...
“VER SACRUM”
El joven Ángelo descansaba bajo la sombra de
un olivo centenario, pero no alcanzaba él a encontrar la paz que muy pronto le
sería arrebatada por su propia tribu. ¿Pero por qué tenía que ser así el
discurrir de los acontecimientos? ¿Qué podía hacer él? ¿Huir como un cobarde y
quedar proscrito para siempre de su tribu hasta que lo encontraran y lo
ejecutaran sobre la roca de los sacrificios? Ni para eso valdría, no se
molestarían en entregarlo a la divina naturaleza porque al ser un traidor caería
en humillante ignominia y su tribu tendría por delante muchos años para limpiar
su nombre. Él era un mensajero divino, su nombre así lo indicaba, había nacido
con esa responsabilidad y no podía escapar de ella ni mucho menos renunciar. En
otras aldeas sí existía esa posibilidad aunque ello conllevaba la pérdida de
grandes privilegios, como el de desposarse con una bella princesa y fundar una
familia. En las tierras altas de los campos que siempre reverdecen por la noche
para por el día ofrecer su belleza a sus habitantes cualquier joven era una
princesa pues todas ellas tenían una misión divina como era traer criaturas al
mundo para seguir poblando los campos y praderas en donde hace miles de años
tan sólo existía sequía y muerte.
Para Ángelo era todo tan simbólico que
no entendía nada. Se acercaba la primavera y todos los jóvenes que cumplían 18
años tenían que abandonar la aldea y fundar un nuevo asentamiento. Cada cual ya
tenía a su joven princesa y todo preparado para la partida, todos se sentían
muy orgullosos menos él, Ángelo, el mensajero divino. Hasta ahora no entendía
cuál era el mensaje que tendría que entregar a la naturaleza como sagrada
ofrenda mientras que los demás jóvenes parecían tener las ideas muy claras.
-¡Yo entregaré mi carnero y la naturaleza
me lo agradecerá no faltándome nunca la comida! ¡Mis esfuerzos en el arado de
las colinas o en el cultivo de los campos no serán en vano!-.
-¡Yo entregaré las raíces de mi árbol y
la naturaleza me lo agradecerá no faltándome nunca un techo en donde cobijar a
mi familia! ¡Mis esfuerzos en el cuidado de las plantas y recolección de frutos
silvestres no serán en vano!-.
-¡Yo entregaré la sangre que corre por
mis venas y la naturaleza me lo agradecerá no faltándome nunca valor y coraje
para defender a mi familia de pueblos invasores! ¡Mis esfuerzos en la
preparación del cuerpo para la lucha no serán en vano!-.
Ángelo carecía de tales propósitos,
detrás de ellos veía una violencia, un derramamiento de sangre, un interrumpir
del ciclo de la vida, lo mismo daba que fuera un carnero, un árbol o la sangre
fresca de un joven que se entrenaba para matar en nombre de la defensa contra
un ataque de un pueblo invasor, secuestrador de mujeres y niños.
Sí, Ángelo vivía en tiempos de guerras
por sorpresa, de carestía de alimentos cuando los campos se negaban a ofrecer
sus tesoros, de casas arrasadas por el fuego de antorchas enemigas que se
presentaban en el silencio de noches en que la luna decidía escaparse con el
rostro rojo del sol pues ella también necesitaba sentir el calor que a veces la
tierra y los humanos se negaban a darle.
El tiempo apremiaba, pronto se
celebraría la sagrada reunión en donde se celebraría a través de un ritual la
despedida de los jóvenes que debían partir. Ese año sólo eran cuatro jóvenes los
que debían abandonar las colinas que les había visto nacer, la partida era dura
no sólo para los que se iban sino también para los que se quedaban. No se
volverían a ver jamás y jamás tendrían noticias de ellos a no ser que fueran
víctimas de una desgracia. Esa misión la tenía encomendada él, Ángelo pues ese
era el significado de su nombre, mensajero divino, sin embargo, eso a él no le
satisfacía en absoluto. ¿Qué podía él ofrecer en el ritual de la despedida a
parte de su servicio de mensajería? Lo ignoraba y eso le desesperaba.
Agathon, Alexius yAkakius, los jóvenes
que partirían con Ángelo le preguntaban:
-¿Ya has decidido cuál va a ser tu
ofrenda, amigo?-Ángelo no respondía y sus amigos no entendían el extraño
comportamiento del joven-.
-Si crees que estando sentado bajo el
olivo viendo las horas pasar conseguirás la respuesta estás muy confundido,
amigo. Es hora de tomar una determinación y tanto tu familia como nosotros
estamos preocupados por ti. Pero ¿Qué te ocurre?
Los jóvenes se acercaron al mensajero
divino en actitud amenazadora:
-¡Vamos, levántate y ponte a trabajar,
si fracasas nos llevarás a la ruina, sabes que debemos estar unidos aunque
luego cada uno tome su senda!-.
Los jóvenes observaban a Ángelo
desafiantes. Tenían razón, no podía reprocharles que le increparan, él tenía
que tomar una decisión sobre su ofrenda antes de partir y compartirla en el
ritual, en él, los jóvenes debían desprenderse de sus pobres vestiduras y
quedarse desnudos tal como vinieron al mundo hacía 18 años atrás, después
debían extenderse sobre la hierba, las mujeres de la aldea cubrirían sus
cuerpos con ungüentos a base de aceite de tomillo, resina de pino, incienso de
ruda y sándalo. Una vez los cuerpos desnudos estaban cubiertos con tales
sustancias, las mujeres danzaban alrededor de ellos descalzas y con los senos
desnudos, con sus melenas largas como los rayos de sol acariciaban los cuerpos
de los jóvenes y finalmente copulaban con ellos al son de cánticos ancestrales
de águilas que observaban entre el follaje de frondosos árboles. Fue en ese
preciso instante cuando Ángelo tomó conciencia de cuál sería su ofrenda. Sintió
un gran alivio en su conciencia, lo que no sabía era cómo conseguiría
presentarla y cómo convencería a sus compañeros de viaje y al resto de la comunidad
del sentido de tan extraña ofrenda. Si no la aceptaban es cuando no le
importaría convertirse en un desertor pues para él, la vida carecería de
sentido si fracasaba en el empeño.
Antes de que llegara el equinoccio de
primavera, Ángelo fue a consultar con el ermitaño de la comunidad:
-¡Durante el ritual tuve una visión!
¿Me gustaría saber su significado?
El ermitaño observaba al joven de forma
enigmática, siempre había sabido que Ángelo había nacido con un destino
distinto al resto de sus compañeros y que ahora había llegado el momento de
llevarlo a cabo, estaba deseando que le narrara su sueño y así poder
aconsejarle pues ya estaba cansado de que le hubieran olvidado, parecía que a
nadie le hacía falta pues todos sabían lo que iban a hacer con sus vidas. Por
fin había aparecido alguien que no sabía lo que iba hacer con la suya y eso
significaba que estaba pronosticado para una elevada misión que partiría de él
y se expandiría hacia el resto del mundo en algo glorioso y sagrado.
-¡Acércate muchacho y cuéntame tu
sueño!-contestó el ermitaño con voz milenaria y secreta.
-¡soñé que unas manos masculinas me
sostenían, eran limpias, no eran de un campesino o un guerrero eran como si no
pertenecieran a nadie, era como si se hubieran creado expresamente para sostenerme.
Yo estaba en el centro de esas manos, mi cuerpo había desaparecido, tan solo
quedaba mi cuello en la forma de un tronco de árbol, una alfombra color verde
intenso cubría el árbol y se desparramaba hacia arriba justo hasta la mitad de
mi cabeza, la otra mitad estaba habitada por un extraño ser cuya piel tenía el
color de la sangre, se encontraba encogido sobre sí mismo y cubría su cráneo
con sus brazos como en un acto de desesperación por no contemplar el dolor del
mundo. Mi cara no podía hacer nada por liberarme de él, ni del tronco del árbol
pues formaban parte de mí y no podía rebelarme. Un fondo de nubes de algodón de
distintos tamaños era el techo de mi existencia, sabía que no había otro lugar
adonde pudiera escapar pues si decidía finalmente huir estaría cometiendo un
acto de sacrilegio! ¿Qué significado encierra este sueño, mi querido ermitaño?
-¡Pues sinceramente creo que tú lo
sabes pero tienes miedo de aceptar la revelación!-expresó el ermitaño mientras
se calentaba las manos al calor del fuego que desprendía la hoguera que
iluminaba el interior de su cueva.
-¡Estoy cansado de enigmas, estoy
cansado de estar desorientado en esta vida y de que me miren como si fuera un
bicho raro! ¡Cada día amo más mi propia soledad! ¡Me gustaría ser un árbol como
el de mi sueño y habitar en él y sentir en él! Nadie sabría donde estoy, no
podrían culparme de desertor y yo por fin descansaría en paz!-replicó Ángelo
irritado hasta más no poder.
-¡Eres muy egoísta en el planteamiento
de tus deseos! ¡No está mal que te encuentres a gusto con tu soledad, las
personas más bien la rehúyen como si del diablo se tratase! Pero tú, que te
sientes a gusto con ella deberías utilizarla como si fuera una herramienta para
el beneficio de la humanidad y no desear cobijarte en ella como quien se
guarece de la tormenta. Las manos de tu sueño representan que muy a tu pesar
nunca estarás sólo, siempre habrá alguien vigilándote para ofrecerte apoyo o
dirigirte en tu camino, tu cuello convertido en tronco representa la fortaleza
con la que te tendrás que acorazar para enfrentarte a los que te quieran ver
hundido y no serán pocos, créeme, el color verde representa que tendrás que hacer
frente a muchas emociones negativas como la envidia y la rabia que sentirán
hacia ti pero tú tampoco escaparás de ellas pues a veces añorarás la
tranquilidad y felicidad del que no se plantea ni cuestiona nada, es decir,
envidiarás la vida del ingenuo, del no pensador por eso en tu cabeza viste un
hombre acurrucado sobre sí mismo y con el color de la piel como el de la
sangre, ese eres tú, otra vez. Tendrás que luchar como el más fiero de los
guerreros contra ti mismo, tú serás, tu peor enemigo pero si no flaqueas, si
sigues adelante triunfará la plenitud y la riqueza hasta el infinito y luego se
derramará sobre el resto de la humanidad y tú, habrás sido el artífice de todo.
El ermitaño guardó silencio. Se retiró
hasta lo más profundo de la cueva hasta desaparecer de la vista de Ángelo, y de
pronto escuchó de nuevo la voz antes de abandonar la cueva: ya no tienes excusa
para no seguir adelante.
Así era, como decía el ermitaño, ya no
tenía adónde escudarse y ahora tendría que explicar a la comunidad de su aldea
que él cumpliría con su deber pero no sería para desposarse con una princesa y
fundar un nuevo asentamiento y continuar con el mismo ritmo evolutivo, para eso
ya estaban sus compañeros de viaje y habría cada año muchos más cuando llegara
la sagrada primavera. Sabía que se ganaría la enemistad de todos pero como bien
le había dicho el ermitaño contaba con el apoyo de unas manos que lo
sostendrían en todo momento.
Llegó el día de la partida y los
jóvenes se reunieron en el mismo punto de la colina donde días atrás se celebró
el ritual de despedida, las jóvenes que compartieron con ellos la experiencia
iniciática también estaban con ellos. Sólo faltaba Ángelo, sus compañeros
comenzaron a impacientarse, toda la aldea organizó una búsqueda del desaparecido
temiéndose lo peor pues jamás en ningún año nadie había dejado de acudir a la
cita de la sagrada primavera, sin embargo, por mucho afán que pusieron en la
búsqueda no encontraron rastro alguno del joven, tanto es así, que todos
llegaron a la conclusión de que conociendo al joven, lo retraído y rarito que
era que éste, había desaparecido por voluntad propia maldiciendo así su nombre
y su memoria para siempre.
En cierto modo, tenían razón. Ángelo
había puesto tierra de por medio, lo prefirió así porque si se hubiera puesto a
dar explicaciones sobre su alta misión en este mundo lo habrían ignorado o
quién sabe si no lo hubieran ejecutado con una soga al cuello tachándolo de
hereje y sacrílego en una época en que no se pensaban dos veces el arrebatar la
vida a todo aquel o aquella que se desmarcara de la cotidianeidad que regulaba
la vida de los hombres y mujeres de aldeas confinadas entre montañas desiertas
y bosques salvajes llenos de alimañas.
Y en el bosque de alimañas fue donde
Ángelo se adentró para perderse definitivamente y encontrar las manos que le
apoyarían y el tronco que sería de ahora en adelante su cuello. La metamorfosis
fue la experiencia más maravillosa e inaudita que había sentido en su vida,
sintió la rugosidad en su cuello, el tacto áspero de su piel, sus cabellos eran
tupidos como un manto de hierba, de tacto suave, él olía a hierva y se sintió
de color verde, sintió el ser extraño que se replegaba sobre sí mismo en su
cerebro. Ángelo había dejado de existir. Ahora vivía en estrecha comunión con
la naturaleza del bosque y sabía que su deber era ayudar a sus compañeros que
debían seguir la vida pautada por los ciclos de la luna y el sol, de la lluvia
y la sequía, de la vida y la muerte. Ahora era consciente de que cuando
escuchaba a sus amigos decir que la naturaleza será complaciente conmigo, él
era esa naturaleza y sintió una gran emoción. El bosque palpitaba de felicidad
y frescura, él siempre estaría allí para ellos sin pedir ofrendas ni
sacrificios a cambio de su ayuda protectora, eso era lo único que sus
compañeros desconocían y nunca lo sabrían. Siempre lo maldecirían por no
haberse despedido de ellos pero ya se lo advirtió el ermitaño en su cueva:
siempre tendría que lidiar con la ignorancia y el oscurantismo de la humanidad.
Sarilis Montoro.
Alagón, Zaragoza.
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