jueves, 17 de febrero de 2022

2022 DE LETRAS: Sarilis Montoro - Ver sacrum.

 Título: Ver sacrum.

Autora: Sarilis Montoro.

Procedencia: Alagón, Zaragoza.

Hoy compartirá líneas con todos nosotros en el 2022 DE LETRAS Sarilis Montoro (Alagón, Zaragoza). Desde hace mucho tiempo decidió sumarse a Zarracatalla y nunca se ha perdido ninguna cita: proyectos en común, colaboraciones, ha participado en la presentación de algún libro mío... En fin, que siempre está ahí. Y como no, en esta ocasión, también.

Seguiremos disfrutando de su bulliciosa imaginación para crear historias. En este caso nos trae "Ver sacrum", un relato cargado de simbología. Gracias, Sarilis.

A continuación os dejo aquí su texto para que disfrutéis de su lectura...


“VER SACRUM”

 

 El joven Ángelo descansaba bajo la sombra de un olivo centenario, pero no alcanzaba él a encontrar la paz que muy pronto le sería arrebatada por su propia tribu. ¿Pero por qué tenía que ser así el discurrir de los acontecimientos? ¿Qué podía hacer él? ¿Huir como un cobarde y quedar proscrito para siempre de su tribu hasta que lo encontraran y lo ejecutaran sobre la roca de los sacrificios? Ni para eso valdría, no se molestarían en entregarlo a la divina naturaleza porque al ser un traidor caería en humillante ignominia y su tribu tendría por delante muchos años para limpiar su nombre. Él era un mensajero divino, su nombre así lo indicaba, había nacido con esa responsabilidad y no podía escapar de ella ni mucho menos renunciar. En otras aldeas sí existía esa posibilidad aunque ello conllevaba la pérdida de grandes privilegios, como el de desposarse con una bella princesa y fundar una familia. En las tierras altas de los campos que siempre reverdecen por la noche para por el día ofrecer su belleza a sus habitantes cualquier joven era una princesa pues todas ellas tenían una misión divina como era traer criaturas al mundo para seguir poblando los campos y praderas en donde hace miles de años tan sólo existía sequía y muerte.

Para Ángelo era todo tan simbólico que no entendía nada. Se acercaba la primavera y todos los jóvenes que cumplían 18 años tenían que abandonar la aldea y fundar un nuevo asentamiento. Cada cual ya tenía a su joven princesa y todo preparado para la partida, todos se sentían muy orgullosos menos él, Ángelo, el mensajero divino. Hasta ahora no entendía cuál era el mensaje que tendría que entregar a la naturaleza como sagrada ofrenda mientras que los demás jóvenes parecían tener las ideas muy claras.

-¡Yo entregaré mi carnero y la naturaleza me lo agradecerá no faltándome nunca la comida! ¡Mis esfuerzos en el arado de las colinas o en el cultivo de los campos no serán en vano!-.

-¡Yo entregaré las raíces de mi árbol y la naturaleza me lo agradecerá no faltándome nunca un techo en donde cobijar a mi familia! ¡Mis esfuerzos en el cuidado de las plantas y recolección de frutos silvestres no serán en vano!-.

-¡Yo entregaré la sangre que corre por mis venas y la naturaleza me lo agradecerá no faltándome nunca valor y coraje para defender a mi familia de pueblos invasores! ¡Mis esfuerzos en la preparación del cuerpo para la lucha no serán en vano!-.

Ángelo carecía de tales propósitos, detrás de ellos veía una violencia, un derramamiento de sangre, un interrumpir del ciclo de la vida, lo mismo daba que fuera un carnero, un árbol o la sangre fresca de un joven que se entrenaba para matar en nombre de la defensa contra un ataque de un pueblo invasor, secuestrador de mujeres y niños.

Sí, Ángelo vivía en tiempos de guerras por sorpresa, de carestía de alimentos cuando los campos se negaban a ofrecer sus tesoros, de casas arrasadas por el fuego de antorchas enemigas que se presentaban en el silencio de noches en que la luna decidía escaparse con el rostro rojo del sol pues ella también necesitaba sentir el calor que a veces la tierra y los humanos se negaban a darle.

El tiempo apremiaba, pronto se celebraría la sagrada reunión en donde se celebraría a través de un ritual la despedida de los jóvenes que debían partir. Ese año sólo eran cuatro jóvenes los que debían abandonar las colinas que les había visto nacer, la partida era dura no sólo para los que se iban sino también para los que se quedaban. No se volverían a ver jamás y jamás tendrían noticias de ellos a no ser que fueran víctimas de una desgracia. Esa misión la tenía encomendada él, Ángelo pues ese era el significado de su nombre, mensajero divino, sin embargo, eso a él no le satisfacía en absoluto. ¿Qué podía él ofrecer en el ritual de la despedida a parte de su servicio de mensajería? Lo ignoraba y eso le desesperaba.

Agathon, Alexius yAkakius, los jóvenes que partirían con Ángelo le preguntaban:

-¿Ya has decidido cuál va a ser tu ofrenda, amigo?-Ángelo no respondía y sus amigos no entendían el extraño comportamiento del joven-.

-Si crees que estando sentado bajo el olivo viendo las horas pasar conseguirás la respuesta estás muy confundido, amigo. Es hora de tomar una determinación y tanto tu familia como nosotros estamos preocupados por ti. Pero ¿Qué te ocurre?

Los jóvenes se acercaron al mensajero divino en actitud amenazadora:

-¡Vamos, levántate y ponte a trabajar, si fracasas nos llevarás a la ruina, sabes que debemos estar unidos aunque luego cada uno tome su senda!-.

Los jóvenes observaban a Ángelo desafiantes. Tenían razón, no podía reprocharles que le increparan, él tenía que tomar una decisión sobre su ofrenda antes de partir y compartirla en el ritual, en él, los jóvenes debían desprenderse de sus pobres vestiduras y quedarse desnudos tal como vinieron al mundo hacía 18 años atrás, después debían extenderse sobre la hierba, las mujeres de la aldea cubrirían sus cuerpos con ungüentos a base de aceite de tomillo, resina de pino, incienso de ruda y sándalo. Una vez los cuerpos desnudos estaban cubiertos con tales sustancias, las mujeres danzaban alrededor de ellos descalzas y con los senos desnudos, con sus melenas largas como los rayos de sol acariciaban los cuerpos de los jóvenes y finalmente copulaban con ellos al son de cánticos ancestrales de águilas que observaban entre el follaje de frondosos árboles. Fue en ese preciso instante cuando Ángelo tomó conciencia de cuál sería su ofrenda. Sintió un gran alivio en su conciencia, lo que no sabía era cómo conseguiría presentarla y cómo convencería a sus compañeros de viaje y al resto de la comunidad del sentido de tan extraña ofrenda. Si no la aceptaban es cuando no le importaría convertirse en un desertor pues para él, la vida carecería de sentido si fracasaba en el empeño.

Antes de que llegara el equinoccio de primavera, Ángelo fue a consultar con el ermitaño de la comunidad:

-¡Durante el ritual tuve una visión! ¿Me gustaría saber su significado?

El ermitaño observaba al joven de forma enigmática, siempre había sabido que Ángelo había nacido con un destino distinto al resto de sus compañeros y que ahora había llegado el momento de llevarlo a cabo, estaba deseando que le narrara su sueño y así poder aconsejarle pues ya estaba cansado de que le hubieran olvidado, parecía que a nadie le hacía falta pues todos sabían lo que iban a hacer con sus vidas. Por fin había aparecido alguien que no sabía lo que iba hacer con la suya y eso significaba que estaba pronosticado para una elevada misión que partiría de él y se expandiría hacia el resto del mundo en algo glorioso y sagrado.

-¡Acércate muchacho y cuéntame tu sueño!-contestó el ermitaño con voz milenaria y secreta.

-¡soñé que unas manos masculinas me sostenían, eran limpias, no eran de un campesino o un guerrero eran como si no pertenecieran a nadie, era como si se hubieran creado expresamente para sostenerme. Yo estaba en el centro de esas manos, mi cuerpo había desaparecido, tan solo quedaba mi cuello en la forma de un tronco de árbol, una alfombra color verde intenso cubría el árbol y se desparramaba hacia arriba justo hasta la mitad de mi cabeza, la otra mitad estaba habitada por un extraño ser cuya piel tenía el color de la sangre, se encontraba encogido sobre sí mismo y cubría su cráneo con sus brazos como en un acto de desesperación por no contemplar el dolor del mundo. Mi cara no podía hacer nada por liberarme de él, ni del tronco del árbol pues formaban parte de mí y no podía rebelarme. Un fondo de nubes de algodón de distintos tamaños era el techo de mi existencia, sabía que no había otro lugar adonde pudiera escapar pues si decidía finalmente huir estaría cometiendo un acto de sacrilegio! ¿Qué significado encierra este sueño, mi querido ermitaño?

-¡Pues sinceramente creo que tú lo sabes pero tienes miedo de aceptar la revelación!-expresó el ermitaño mientras se calentaba las manos al calor del fuego que desprendía la hoguera que iluminaba el interior de su cueva.

-¡Estoy cansado de enigmas, estoy cansado de estar desorientado en esta vida y de que me miren como si fuera un bicho raro! ¡Cada día amo más mi propia soledad! ¡Me gustaría ser un árbol como el de mi sueño y habitar en él y sentir en él! Nadie sabría donde estoy, no podrían culparme de desertor y yo por fin descansaría en paz!-replicó Ángelo irritado hasta más no poder.

-¡Eres muy egoísta en el planteamiento de tus deseos! ¡No está mal que te encuentres a gusto con tu soledad, las personas más bien la rehúyen como si del diablo se tratase! Pero tú, que te sientes a gusto con ella deberías utilizarla como si fuera una herramienta para el beneficio de la humanidad y no desear cobijarte en ella como quien se guarece de la tormenta. Las manos de tu sueño representan que muy a tu pesar nunca estarás sólo, siempre habrá alguien vigilándote para ofrecerte apoyo o dirigirte en tu camino, tu cuello convertido en tronco representa la fortaleza con la que te tendrás que acorazar para enfrentarte a los que te quieran ver hundido y no serán pocos, créeme, el color verde representa que tendrás que hacer frente a muchas emociones negativas como la envidia y la rabia que sentirán hacia ti pero tú tampoco escaparás de ellas pues a veces añorarás la tranquilidad y felicidad del que no se plantea ni cuestiona nada, es decir, envidiarás la vida del ingenuo, del no pensador por eso en tu cabeza viste un hombre acurrucado sobre sí mismo y con el color de la piel como el de la sangre, ese eres tú, otra vez. Tendrás que luchar como el más fiero de los guerreros contra ti mismo, tú serás, tu peor enemigo pero si no flaqueas, si sigues adelante triunfará la plenitud y la riqueza hasta el infinito y luego se derramará sobre el resto de la humanidad y tú, habrás sido el artífice de todo.

El ermitaño guardó silencio. Se retiró hasta lo más profundo de la cueva hasta desaparecer de la vista de Ángelo, y de pronto escuchó de nuevo la voz antes de abandonar la cueva: ya no tienes excusa para no seguir adelante.

Así era, como decía el ermitaño, ya no tenía adónde escudarse y ahora tendría que explicar a la comunidad de su aldea que él cumpliría con su deber pero no sería para desposarse con una princesa y fundar un nuevo asentamiento y continuar con el mismo ritmo evolutivo, para eso ya estaban sus compañeros de viaje y habría cada año muchos más cuando llegara la sagrada primavera. Sabía que se ganaría la enemistad de todos pero como bien le había dicho el ermitaño contaba con el apoyo de unas manos que lo sostendrían en todo momento.

Llegó el día de la partida y los jóvenes se reunieron en el mismo punto de la colina donde días atrás se celebró el ritual de despedida, las jóvenes que compartieron con ellos la experiencia iniciática también estaban con ellos. Sólo faltaba Ángelo, sus compañeros comenzaron a impacientarse, toda la aldea organizó una búsqueda del desaparecido temiéndose lo peor pues jamás en ningún año nadie había dejado de acudir a la cita de la sagrada primavera, sin embargo, por mucho afán que pusieron en la búsqueda no encontraron rastro alguno del joven, tanto es así, que todos llegaron a la conclusión de que conociendo al joven, lo retraído y rarito que era que éste, había desaparecido por voluntad propia maldiciendo así su nombre y su memoria para siempre.

En cierto modo, tenían razón. Ángelo había puesto tierra de por medio, lo prefirió así porque si se hubiera puesto a dar explicaciones sobre su alta misión en este mundo lo habrían ignorado o quién sabe si no lo hubieran ejecutado con una soga al cuello tachándolo de hereje y sacrílego en una época en que no se pensaban dos veces el arrebatar la vida a todo aquel o aquella que se desmarcara de la cotidianeidad que regulaba la vida de los hombres y mujeres de aldeas confinadas entre montañas desiertas y bosques salvajes llenos de alimañas.

Y en el bosque de alimañas fue donde Ángelo se adentró para perderse definitivamente y encontrar las manos que le apoyarían y el tronco que sería de ahora en adelante su cuello. La metamorfosis fue la experiencia más maravillosa e inaudita que había sentido en su vida, sintió la rugosidad en su cuello, el tacto áspero de su piel, sus cabellos eran tupidos como un manto de hierba, de tacto suave, él olía a hierva y se sintió de color verde, sintió el ser extraño que se replegaba sobre sí mismo en su cerebro. Ángelo había dejado de existir. Ahora vivía en estrecha comunión con la naturaleza del bosque y sabía que su deber era ayudar a sus compañeros que debían seguir la vida pautada por los ciclos de la luna y el sol, de la lluvia y la sequía, de la vida y la muerte. Ahora era consciente de que cuando escuchaba a sus amigos decir que la naturaleza será complaciente conmigo, él era esa naturaleza y sintió una gran emoción. El bosque palpitaba de felicidad y frescura, él siempre estaría allí para ellos sin pedir ofrendas ni sacrificios a cambio de su ayuda protectora, eso era lo único que sus compañeros desconocían y nunca lo sabrían. Siempre lo maldecirían por no haberse despedido de ellos pero ya se lo advirtió el ermitaño en su cueva: siempre tendría que lidiar con la ignorancia y el oscurantismo de la humanidad.

 

Sarilis Montoro.

Alagón, Zaragoza.

 


Puedes seguir a este autora a través de los siguientes enlaces a sus redes sociales y páginas personales:

PÁGINAS DE REFERENCIA:

Cuenta en Facebook

Cuenta de Instagram


Besetes a tod@s.

Nos leemos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario