Autora: Paula Perella Sáez
Procedencia: Zaragoza
Hoy nos acompaña Paula Perella Sáez (Zaragoza) con su relato "Me amas". Estoy encantado de seguir contando con esta autora y amiga que hace mucho tiempo que se sumó a Zarracatalla y que ha querido estar de nuevo en este proyecto literario que pretende llenar de letras el 2022.
A continuación os dejo aquí su texto para que disfrutéis de su lectura...
“ME AMAS”
El bebé se
mecía en una sombra verde moteada de luz blanca. No había brisa, era un
caluroso día de primavera en la sierra.
El niño, de
mofletes rosados, devoraba con interés la mano izquierda mientras con la
derecha la aferraba bien, como para que no huyera esta escurridiza presa.
La baba
transparente y limpia empapaba puños, cuello y babero. Las causas de esta
abundancia de saliva en un bebé menor de un año eran diariamente discutidas y
comentadas por cualquier adulto que se cruzara con la criatura:
-Le están
saliendo los dientes- comentaba alguna.
-Este niño
quiere un chupete- observaba otro.
- Tendrá
alguna décima- dijo una vieja.
- Sujétalo
mejor, más atado- recomendaba aquella niñera.
-Es hambre,
la teta no le llena- animaba la abuela.
-Es normal,
es un bebé- decía siempre la madre.
-Pídele algo
al boticario- casi suplicaba la vecina.
-Seguro ha
cogido frío, no lo abrigas- ayudaba la otra abuela.
-Déjalo en
el suelo ya- decía alguien, impaciente por comenzar a comer.
-Mis nietos
nunca babearon- presumía otra.
-Mis hijos
babeaban mucho más- recordaba otro.
-Ponle anís
en las encías- solucionaba rápidamente otro.
-Este niño
lo que quiere es un mordedor- asesoraba la madre de 5 niños.
-¿Lo ha
visto un médico ya?- tranquilizaba el padre.
-Este niño
lo que quiere es teta- decía también una de las abuelas.
El niño se
mecía en una semisombra mientras su madre tendía al sol, en el henar, las
sábanas de la cuna.
Ella no lo
miraba pero lo veía por el rabillo del ojo. No estaba aparentemente atenta pero
sus oídos captaban constantemente los balbuceos y experimentos vocales de su
hijo.
El niño era
ajeno al mundo y a las circunstancias que lo rodeaban, que aparentemente lo
tenían desatendido y sobreprotegido a la vez.
El niño se
balanceaba y disfrutaba de la luz clara y penetrante de la montaña: algunas
flores destacaban entre las hierbas. Algunas plantas hacían pequeños
movimientos que sólo se percibían si te parabas a mirarlas de cerca:
Por debajo
de los tallos que aceleraban hacia el cielo; hormigas, mariquitas, algún grillo
y algún saltamontes.
Por arriba;
mariposas desperezándose del frio del arroyo, otras libando, abejorros cantando
y abejas zumbonas.
Más arriba;
el quebrantahuesos o el milano, a turnos.
Más abajo,
por debajo; el topo, las lombrices y el escondite de un hormiguero.
Cualquier persona
hubiese podido observar más. Cualquiera que tuviese ojos nuevos, sin desgastes,
sin cansancio de años, de engaños y desengaños… Cualquiera hubiese visto mucho
más:
Ese diente
de león que se movía era percutido, no por insectos, si no por un duendecillo.
Eso que
pasaba volando cerca del niño, de vez en cuando, no era ni un tábano, ni una
mosca ni un escarabajo. Era un hada embobada con el parloteo del niño.
Y cualquiera
que hubiese tenido oídos nuevos de críticas y buenos consejos, hubiera
percibido que los vocablos sin sentido del bebé eran, en realidad, un canto de
celebración, de alegría y asombro por la escena que presenciaba, por los
colores, el sabor de su mano, la cara de travieso del duende y las alas
preciosas del hada.
El bebé se
mecía, con ojos abiertos e inteligentes, bajo la incipiente frondosidad de un
árbol.
Zaragoza
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ResponderEliminarFantástico, Tan realista que me ha parecido ver al niño en todo momento. Felicidades!