Procedencia: San Mateo de Gállego, Zaragoza.
A continuación os dejo aquí su texto para que disfrutéis de su lectura...
“OJALÁ YO TAMBIÉN”
Un día la
tinta de mis dedos se secó. No fluían las letras, ni las comillas. Los puntos
suspensivos quedaron entre las falanges, y el metacarpo acogió el punto y
final.
Ese día
comprendí que debía abandonar aquello que me ha servido para volar, soñar,
sumergirme entre las bambalinas de los decorados de tu cuerpo y el desván, de
tus secretos.
Ese día
entendí que ya no habría más poesías que hablasen de caricias, arrumacos,
lascivia, lujuria y sábanas preñadas de nostalgia. Se secó el flujo que
derramaba mi pulso acelerado por tu presencia, los clímax compartidos, el
desorden de promesas y el hambre de encuentros.
Sentí que
nada había ya que contar ni decir. Nada que compartir ni mostrar. Mi desnudez
había sido relegada al vestuario de un almacén perdido en el puerto del olvido.
Mis labios
se sellaron y no fue por los tuyos, aquellos besos que traspasaban lo
prohibido, la lengua atrevida que hurgó y husmeó el humo del cigarrillo
prendido en el cenicero, mientras él se consumía, nosotros consumábamos otros
menesteres.
Todo quedó
en los carpianos.
No me salvó
ni el erotismo que antaño me salvaba, ni se recuperó mi lívido leyendo versos
antiguos, dedicados a momentos extraterrestres vividos en otra dimensión. Ni
siquiera provocando, estimulando, palpando esas partes blandas y vulnerables de
mi anatomía, logré sacarle una gota de jugo a la letra dormida de mi
entrepierna.
Pensé,
imaginé que volvía a mi juventud, aquellos escarceos amorosos entre los árboles
de cualquier parque, en la trasera del coche o en el cine.
Ná, todo
quedó en las falanges.
Introduje
mis manos en hielo a ver si reaccionaban y luego en agua caliente. Logré
ligeros movimientos. Escasos. Torpes. Insuficientes…
Quise probar
la magia del chocolate. Siempre infalible, vistiendo partes desnudas de tu
piel. Agasajar y acompañar con fresas y mi lengua el recorrido y los caminos
trazados por el dulce, escalando la catarata que fluía cálida al llegar a mi
boca.
Escarbé en
la arena, me embadurné de sal de mar. Remedio que siempre me funcionó. Busqué
la frescura del fondo del mar, me dejé seducir por su abrazo. Y llenarme de él.
Pero… la
tinta seguía seca, aún con mi cuerpo húmedo.
Miré tras
los cristales la calle dormida y desierta, intenté meter mi mente en los
edificios que mi vista alcanzaba imaginando historias de sus habitantes,
gestos, palabras, situaciones…silencio.
No podía
más. Mi cabeza iba a explotar si no sacaba fuera lo que bullía dentro,
necesitaba descargar, aniquilar los pensamientos que habían despertado, y
pugnaban por salir.
¿Cómo?
Ni idea. Mis
dedos no respondían a nada, solo mi cabeza, mi mente, mi cuerpo necesitaba
escribir.
Un poema. Un
solo verso.
Abrí la tapa
del ordenador, me preparé un documento en blanco, y…
Este ha sido
el resultado.
Mis
falanges, carpos, metacarpos, han despertado.
Ojalá yo
también.
María José Pellejero
San Mateo de Gálllego, Zaragoza
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Besetes a tod@s.
Nos leemos.
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