miércoles, 30 de marzo de 2022

2022 DE LETRAS: Rosaria Tuberosa - H.

Título: H.

Autor: Rosaria Tuberosa.

Procedencia: Caracas, Venezuela.

Hoy de nuevo cruzamos el Atlántico para descubrir a una nueva autora que viene a sumarse al  universo Zarracatalla y a ayudarnos en nuestro objetivo de llenar 2022 DE LETRAS. Se trata de Rosaria Tuberosa (Caracas, Venezuela).
En su primera participación nos trae un relato titulado "H" en el que nos muestra la truculenta vida de su protagonista. No os doy más detalles porque no debéis perderos esta historia.
Es una suerte poder compartir este proyecto con alguien como ella, que defiende a la perfección el relato, la poesía o lo que se proponga. No os perdáis sus redes sociales donde podréis comprobar lo que os digo (enlaces abajo). Un lujo tenerla por aquí, espero que sea la primera de muchas aventuras literarias. Gracias, Rosaria.

A continuación os dejo aquí su texto para que disfrutéis de su lectura... 


 

“H”

 

Una pelea detonante, la del insulto, la que abrió la herida. No sabía qué pensar en ese momento, solo recuerdo ver a mi papá encima de mí golpeándome a puño cerrado cuando caí al piso con las muletas abiertas. Mi mamá no hizo nada. Parecía que la providencia le estaba haciendo justicia. Su cara era de absoluta complacencia.

Mis manos devolvieron cada golpe, aún inválido como estaba, mi herida no dolía tanto como el por qué de los motivos. La incongruencia de nuestras vidas, el disparate de hogar feliz con rituales de familia perfecta que socavaron mis nervios al rodar por las escaleras y romperme el tobillo y el talón. Todo mi cuerpo no puede más y ya me lo está gritando. Mientras, mi voz contenida hace de mi mirada el fuego que derrite cualquier palabra, consejo, sugerencia, mandato. Estoy harto de tanta orden. Sé que todo está mal pero es culpa de ellos. Si, así como lo oyen, soy y me proclamo inocente de todo. De no ser comprendido desde joven, de no ser escuchado nunca.

Soy un tipo que calla lo que siente, que domina con el silencio cualquier situación hasta que me desquito con un grito. Mi mamá me apoya a veces, mi hermano menor me dice que me quiere pero sé que me envidia. Nunca fue agraciado y la gente se lo hizo saber siempre. ¿Los primeros en encabezar la lista?, mis padres. Ellos siempre lo hicieron sentir feo.

No sé cuándo empecé a agarrarle el gusto a hacer lo que no se debe, pero fue mi salvación. Empecé a incurrir en errores para dañar a los demás y verlos desquiciados, me sacaban carcajadas por dentro, no saben cómo he disfrutado hacer mi voluntad.

 Cuando quise ser alguien normal, mis padres se opusieron a ello descalificando mis gustos, desmoronando sueños y mi hermano sacando provecho hacía exactamente lo contrario a mí. Era notable en todo, pero jamás podría ser tan guapo como yo. Y eso me daba aún más risa.

Volviendo al presente, a lo indebido, a lo que me gusta, debo confesar que hacer todo lo contrario a escondidas me produce un placer y un sentido de burla que nadie, ni siquiera yo, puedo evocar con palabras porque perdería su esencia. Solo sé que hice una vida casta y una vida paralela, donde los excesos estaban permitidos de la puerta para afuera. Lo disfruté mientras pude.

En todo ese vaivén de emociones se cruzó una mujer, a la que traté de amar pero ya mis vicios incrustados me gobernaban. La hice sufrir mucho, ahora que soy más grande lo entiendo. En su momento, sólo pensaba que ella era tan mala y traicionera como los demás. Ese fue mi gran error.

Esa mujer a la que llamaré H, era una mujer prohibida porque era amiga de la familia. No pude evitar verla como una víctima más, con ella le haría daño a mis padres y a mi hermano que la quería con el alma. Así que ejecuté el plan de ataque. La pobre cayó en mis redes, fui trabajando poco a poco su modo de ser y me di cuenta que ella y yo teníamos algo en común; nos gustaba lo fino, la seguridad económica como para no preguntar cuánto costaba nada y a mí, siempre me ha gustado la comodidad, pero obvie que también era un ser humano con una sensibilidad extrema.

Comencé poco a poco a ser amable con ella y al descubrir que era medianamente correspondido, decidí poner en marcha mi capricho, porque aparte de gustarme mucho, eso molestaría a mis padres y yo tendría una colección más de historias en el álbum de barajitas de fechorías reprochables. Un gran trofeo.

En dos platos, la enamoré con detalles, casi a diario me hacía presente de alguna manera y hasta en el día de las madres le compré una rosa y unos chocolates. La fui trabajando con paciencia, a veces le veía solo la boca mientras me hablaba, la miraba de arriba abajo cuando se sentaba con sus piernas cruzadas, desnudas desde un poco más allá de la rodilla, donde empezaba su falda, a tomar café con mis padres.

Amaba cuando llegaba de la calle y lo primero que veía al entrar a la casa era su sonrisa dándome la bienvenida.  Hasta que me lancé, era una presa perfecta que ya estaba bajo los efectos narcóticos de mis encantos. ¿Les dije que soy irresistible? Bueno, lo soy y lo mejor de todo, sé que es mi mejor arma.

Una tarde fui a su casa y le dije “quiero que seas mi novia”. Me tienes loco y quiero algo serio contigo. Aún recuerdo su cara de sorpresa y halago a la vez. Por supuesto su respuesta fue un tajante No, que yo era guapo y era esto y aquello, pero era amiga de mi familia y no podría hacerles eso. Me dolió al principio, me sentí rechazado, pero no vencido. Yo la quería para mí, ella era todo lo que yo habría querido ser, independiente, sin gobierno, con solvencia económica, libre. Se había divorciado hace unos diez años y en ese momento estaba libre.

Mi plan de conquista tuvo efecto el día que con una excusa tonta la visité a su casa, ella estaba terminando de tomarse un trago porque había tenido invitados en su casa. Era tarde noche, la ayudé a recoger todo y cuando nos sentamos en el sofá le robé un beso. Ese beso fue el inicio de todo, del bien y del mal. Se abrieron más puertas del cielo y el infierno.

La relación clandestina duró hasta que mi hermano, ya sospechando algo, se lo dijo a mis padres y todo se fue a la mierda. Mi mamá la insultó, mi papá no se metió con ella pero se opuso rotundamente a lo nuestro. Éramos prófugos de la cotidianidad. Hicimos mil y una para vernos. Ella se enamoró de mí.

No sé si les dije que ella era veinte años mayor que yo, ella cuarenta y yo veinte. Pero nada nos importaba, sólo nosotros amándonos como locos y tejiendo sueños en arácnidas redes de las que fuimos atrapados.  Yo comencé con los celos, asumí el patrón de conducta de mi papá y quería que ella fuera sumisa. Siempre me dijo que estaba conmigo porque así lo había decidido, arriesgando y perdiendo la amistad con mi familia, pero yo me empeciné en verle todas sus humanas debilidades para torturarla. Aparte de ser mi amante, era mi víctima. Ella después de casi un año se cansó de mí y me dejó. Mi capricho consumado ya había perdido el interés, o por lo menos eso pensaba yo.

Después de la ruptura caí en una depresión sin salida, hice mil veces más lo que no debía hacer, era autodestructivo. Quería vivir al máximo y olvidarme de todo lo que tuviera que ver con ella. Le vi mil defectos, ya no tenía virtudes, solo fallas.  Me volví loco, no tenía control de nada, conquisté a una mujer que había sido amiga de ella también, con la atractiva variante de ser ahora enemigas por un tema de estafa. Era mi mejor venganza por haberme dejado. Sé que le rompí el corazón y eso me bastaba. Mantuve una relación amorosa con su enemiga, me sentí nuevamente fuerte y despreocupado pero a veces, me asaltaba el recuerdo de aquella tormentosa historia con H.

Mis padres y mi hermano se dan cuenta de mi nuevo capricho y vuelvo a jugar a las escondidas para hacer mi voluntad y llevar la contraria. Me salí con la mía por un tiempo. Fui descubierto porque mi nuevo objeto de venganza también era amiga de la casa. Allí empezó el final de mis días como un niño mimado.

Mi mamá me reclamó, mi hermano parecía Caín esperando asesinarme con su impoluta vida restregándomela en la cara. Mi papá se ensañó contra mí. En plena discusión caigo por las escaleras, rompiéndome el tobillo y el talón y debo ser operado. Al tercer día, el día de la pelea que me llevaron a los golpes, entendí que debía irme. Había hecho todo mal, pero ellos empezaron primero al no respetar mis gustos. Desde mi forma de llevar mi cabello hasta lo que debía estudiar.

Me fui de la casa esa misma noche. Dormí en un hotel de mala muerte. Vi como mucha gente me traicionó y me dejó solo. Menos mi víctima número dos, que se convirtió en mi aliada, me dio cobijo y cariño y estuve a su lado y ella al mío. Sabía que no era como la víctima uno, pero ella no estaba nada mal, era tetona y lúgubre en la cama, absolutamente sexual con ciertos aires de mosquita muerta. Se había acostado con media ciudad y estaba casada aunque separada, tenía sexo con su marido eventualmente, pero me profesaba amor y yo lo necesitaba. Así que lo tomé y me alimenté de él todo lo que pude.

Al estar en la calle pase mucho trabajo, desprecios y humillaciones. Sentía que iba a morir del dolor de la operación y después de la tristeza. No podía sacarme a H de la mente, sentía que le debía una disculpa, un “estar en paz con ella”. La llamé, después de casi un año, me atendió y me escuchó. Me sentí a ratos como antes, pero el daño estaba hecho y su dolor era muy profundo. Mientras yo me desfragmentaba, ella curó sus propias heridas, no se apalancó en nadie más sino en ella. Era más fuerte de lo que la había encontrado.

Hablamos por un tiempo, me prestó apoyo emocional pero ya no era lo mismo. Ella había sufrido mucho y yo la había herido tanto que, por más que quisimos, no pudimos reconocernos sino desde la amistad. O eso fue lo que ella me dijo. Con el tiempo, no supe más de ella

Salí adelante. Me levanté todo lo que pude, le juré distancia a mi familia, hice de todo para poder tener y ser quien soy ahora. Creo que a ratos me sentí invencible porque en corto tiempo obtuve lo que quería: dinero y poder. Compré autos nuevos, bebía del wishkey más caro, tenía a las mujeres que quería. Mi casa era como yo la había soñado. Lo tenía todo. Vivía en Francia. Viajé cuántas veces quise por Montblanc y Chamonix a esquiar. No podía estar mejor. A mis cuarenta años estaba consagrado.

Quise ir a Mónaco, todo era costeable y todo era pagable. Me metí en el mejor casino, no sabía nada de apuestas pero, cuando no tienes nada que perder, jugar es solo una distracción. Jugué a la ruleta y aposté y aposté, redoblé. Todos estaban alrededor mío, desde las cámaras hasta los espías que se confunden con gente normal.  Había ganado un millón de dólares.

Como no hubo trampa y era demostrable, se hizo todo lo de rigor para efectuar el pago. Subí sereno a mi habitación y entre recordar a mi H que estaría bien ahora y seguramente habiéndome olvidado, me di cuenta del grave error que había cometido con ella. Porque no era otra cosa lo que quería, era a ella, a mi H a mi lado, en mi Aston Martin de copiloto mirando el paisaje, mientras en una esquina oscura hacíamos el amor. El capricho juvenil de hace tantos años me había marcado sin yo saberlo.

Sumergido en una tina fabulosa, había pedido una mujer vulgar como las que me acostumbré a tener, llegaba en una hora. Salí del agua, cubriéndome con una bata de seda. Abrí la caja fuerte, saqué la pistola y me di un tiro en la boca. Vi la sangre correr y salí volando por la ventana. Por fin era libre.

 

Rosaria Tuberosa

@rt.escritos

Caracas, Venezuela




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Besetes a tod@s.

Nos leemos.

9 comentarios:

  1. Excelentes personajes. H y su seductor. Valdría la pena conocerlos más...

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  2. A veces buscamos sin parar y lo que necesitamos estaba ahí, al alcance de nuestras manos. Gran relato Ro. Enhorabuena

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  3. La vida es la esclavitud del alma. 👏🏻👏🏻👏🏻

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  4. Pues si. Este personaje cae en la esclavitud de su propia trampa

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  5. Rosaria es una escritora capaz de gestar este y cualquier otro tipo de personajes, capaz de desgranar hasta el fondo sus carencias y sus excesos, y sobre todo,capa de hacernos desear leerla más y más. Gracias Rosaria, tremenda historia!

    Un gran abrazo 🌹

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